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El mal de Parkinson, un trastorno neurológico

El 11 de abril se celebra el Día Mundial del Parkinson, un trastorno del sistema nervioso central que afecta el movimiento del enfermo, ocasionando temblores y rigidez muscular.

Esta fecha coincide con el aniversario del nacimiento de James Parkinson, un neurólogo británico que en 1817 describió por primera vez la condición que hoy se considera una enfermedad.

Este botánico y cirujano había estado más de tres décadas ejerciendo la medicina desde su hogar en Hoxton, a las afueras de Londres. Fue también uno de los 13 fundadores de la Sociedad Británica de Geología.

Publicó una decena de libros y trabajos sobre campos tan distintos como la paleontología o la enfermedad de la gota.

Uno de ellos cambió el futuro de millones de personas. En su obra de 1817 “An Essay of the shaky palsy” (“Ensayo sobre la parálisis temblorosa”, en su traducción al castellano), James Parkinson fue el primero en describir con exactitud los síntomas de la enfermedad que hoy lleva su nombre.

Para él, se trataba de manifestaciones caracterizadas por “movimientos involuntarios de carácter tembloroso, con disminución de la fuerza muscular que afectan a partes que están en reposo y que incluso provocan una tendencia a la inclinación del cuerpo hacia delante y a una forma de caminar a pasos cortos y rápidos. Los sentidos y el intelecto permanecen inalterados”.

Esa obra de Parkinson permaneció en el olvido por mucho tiempo. Fue el famoso médico francés Jean Martin Charcot, sesenta años después, quien realmente reconoció el trabajo y llamó Enfermedad de Parkinson a esta condición.

Han pasado ya 200 años de la elaboración de este trabajo, que nadie recordó en su época, y las causas del mal de Parkinson siguen siendo un enigma.

Desde aquel momento, la ciencia busca entender sus causas, mecanismos de acción y tratamiento para esta enfermedad caracterizada por la muerte prematura de un grupo de neuronas de dopamina presentes en el cerebro y, consecuentemente, el progresivo deterioro de las funciones motoras.

¿Qué es el mal de Parkinson? Según los científicos, se trata de una condición degenerativa, progresiva y crónica del sistema nervioso que se caracteriza por causar severos daños neurológicos, generando alteraciones en el control y coordinación de los movimientos del cuerpo, así como rigidez muscular.

Los síntomas aparecen de forma progresiva, afectando algunas zonas del cuerpo como las manos, los brazos, las piernas y la cara. Luego se extiende a todo el cuerpo, causando rigidez motora, temblores, problemas de equilibrio y coordinación.

El Parkinson ha sido el trastorno neurológico de más rápido crecimiento entre los años 1990 y 2016, y se ha duplicado la mortalidad desde el año 2000 hasta hoy, según informó un panel de reconocidos expertos que fueron convocados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta patología suele diagnosticarse alrededor de los 55 a 60 años de edad, aunque existen casos en otras edades. Se estima que para el año 2030 habrá unos 12 millones de personas afectadas por este mal.

Las causas de la enfermedad de Parkinson son desconocidas pero probablemente influyan la predisposición genética y los factores ambientales.

Las medidas generales (como la simplificación de las tareas cotidianas), los fármacos y a veces la cirugía ayudan a paliar los síntomas, pero la enfermedad es progresiva y con el tiempo provoca discapacidad grave e inmovilidad.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/04/2023 en Uncategorized

 

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Un manifiesto contra la contaminación lumínica

La alteración de la oscuridad natural de la noche, provocada por la luz artificial de las ciudades, no tiene un efecto neutro. Globalmente considerado, está contribuyendo a una gran mortandad de insectos que repercute en la ya amenazada biodiversidad en todo el mundo.

Ésa es la tesis de “The Darkness Manifesto” (“Manifiesto contra la contaminación lumínica”), el libro del científico sueco Johan Eklöf, quien hace allí un llamado de advertencia sobre la desaparición de la oscuridad natural.

“Perder la conexión con el cielo nocturno es perder nuestra conexión con la naturaleza, pero también es perder parte de nuestra historia”, señala este zoólogo, quien confiesa que empezó a plantearse este problema en 2015, cuando se encontraba contando murciélagos en el sur de Suecia.

Verificó que las poblaciones de murciélagos en las iglesias de la región, cuyos campanarios son muy apreciados por esos mamíferos alados, desaparecieron luego de que esos espacios fueron iluminadas con luz artificial.

Eklöf descubrió que en 30 años (el periodo de vida promedio de un murciélago) había desaparecido la mitad de las colonias de la zona.

Esa investigación llevó al científico sueco a investigar cómo afectaba la iluminación artificial a otras especies y eso derivó en el libro de marras, que desde que se publicó en 2020 ha tenido una amplia repercusión en Europa, continente donde los gobiernos han empezado a combatir la “contaminación lumínica”.

Los astrónomos empezaron a utilizar ese término en la década de 1960 y en la actualidad se refiere sobre todo al resplandor persistente que emana de las ciudades cuando cae la noche, que no permite ver las estrellas y desdibuja el cielo nocturno.

En 2016, el 80% de la población mundial (y el 99% de la población de Estados Unidos y Europa) vivía bajo cielos contaminados por la luz.

Un estudio publicado este año en la revista Science reveló que, entre 2011 y 2022, la contaminación lumínica en la Tierra aumentó un 9,6% anual.

En la actualidad, una tercera parte de la población mundial no puede ver la Vía Láctea, ni siquiera en las noches más despejadas, pero el impacto de toda esa luz artificial va mucho más allá de impedir la observación de las estrellas.

Como explica Eklöf en su libro, todos los organismos vivos se rigen por ritmos circadianos sensibles a la luz que, si se trastornan, pueden desencadenar efectos que van desde una alteración del sentido de la orientación hasta mortandades en masa.

“Muchas mueren antes del amanecer, a veces de puro agotamiento”, escribió Eklöf. Incluso las que sobreviven, añade, “no han alcanzado sus objetivos nocturnos. No han conseguido su néctar (y transportado el polen de las plantas), no han encontrado pareja y no han puesto huevos”.

Pero esto no solo afecta a los insectos. Las tortugas marinas recién nacidas se dirigen hacia tierra, hacia el resplandor de las ciudades, en vez de hacia el mar iluminado por la Luna.

Además, engañados por la iluminación exterior, los árboles urbanos permanecen verdes más tiempo que sus homólogos rurales. Según Eklöf, la contaminación lumínica también impacta en la salud humana al agravar el insomnio, la depresión e incluso la obesidad en las personas.

“El cielo nocturno ha sido el mismo durante miles de millones de años y lo que vemos ahora es el mismo cielo que miraban nuestros antepasados y sobre el que creaban historias”, refiere el zoólogo sueco al explicar cómo la contaminación lumínica afecta nuestra visión humana de las estrellas.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 06/03/2023 en Uncategorized

 

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El drama del maldurmiente en una sociedad acelerada

“El mal dormir” es un libro que se mueve entre la historia cultural del sueño y la historia personal del autor, el español David Jiménez, atormentado por el insomnio.

Jiménez cuenta que lleva años intentando dormir bien: toma melatonina, acude a clases de mindfulness, etc. “Este libro nace de la necesidad íntima de reflexionar sobre una parte muy importante de la vida, el sueño, que deja una huella profunda en el día a día”, ha reconocido el autor.

En realidad, Jiménez aborda una cuestión que involucra al 40% de la población mundial que según la OMS es el porcentaje de gente que padece algún desorden del sueño.

Lo cierto es que dormir menos horas de lo recomendado impacta de manera directa en el cuerpo y conlleva trastornos fisiológicos y psíquicos, como el estrés o la ansiedad, además de impactar de manera negativa en las actividades al día siguiente.

Jiménez se define a sí mismo como un maldurmiente -“siempre he dormido mal”, declara– y a partir de aquí reflexiona sobre su condición, que lo ha llevado a estudiar este fenómeno en la historia.

“Estaría dispuesto a hacer bastantes pactos fáusticos por dormir ocho horas”, comenta tras señalar que quien mal duerme tiene que enfrentar las actividades del día con un cansancio agotador.

“¿Cómo es posible que se me niegue algo tan básico, esencial e imprescindible que incluso lo hacen las lombrices?”, se pregunta el autor al tiempo que desgrana el conocimiento que ha adquirido sobre este padecimiento.

Según dice, el insomnio es muy solitario, lo enfrenta a uno con el vacío de la existencia. Se trata de una experiencia dramática y acongojante, en la que se da una búsqueda activa del sueño.

“Me gustaría que el lector se plantease el papel del sueño en su vida, en nuestra sociedad, en nuestra historia”, refirió Jiménez a la prensa sobre su obra en la que a las notas autobiográficas se suma una historia cultural del sueño y su aparición en obras literarias y científicas.

Por ejemplo, allí se cuenta que antes de la industrialización era común el sueño bifásico, “un sueño nocturno dividido en dos tramos, entre los cuales habría una hora larga que nuestros antepasados usaban para rezar, copular, leer o incluso pasar un rato de charla con los vecinos”.

Una de las cosas que más llaman la atención para el autor es “toda la industria del maldormir”, que está creciendo en los últimos tiempos gracias al soporte tecnológico. “Es algo que va a seguir creciendo en los próximos años y es divertido ver cómo se diversifican las propuestas, desde hoteles de ‘sleep wellness’ (bienestar del sueño) hasta aplicaciones para smartphones”, refiere.

Los especialistas han reconocido la existencia de más de cien tipos de trastornos del sueño. Algunos son muy específicos, como la apnea o el síndrome de las piernas inquietas, y otros son más ambiguos, como la mera dificultad para conciliar el sueño o para retenerlo.

“Expertos en medicina ya se han alejado de prescribir soluciones farmacológicas intensas y apuestan por una terapia conductual para cambiar ciertos hábitos”, remarca Jiménez al analizar las soluciones que se barajan en esta época.

Cabe consignar que en la actualidad se calcula que el 40% de la población mundial duerme mal, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien esto no quiere decir que todos tengan un trastorno severo del sueño, sí tienen alguno de sus ingredientes.

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Publicado por en 30/06/2022 en Uncategorized

 

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El proceso del duelo ante las múltiples pérdidas

La palabra duelo proviene del vocablo latino “dolus”, que significa dolor o aflicción. En el mundo de la psicología remite a un proceso que hacen las personas para lidiar con una pérdida.

El duelo no se considera per se un estado patológico sino una reacción lógica ante lo que se pierde. Y ante estas situaciones, la persona puede verse en un estado de pena y tristeza.

Muchos creen equivocadamente que la muerte es el único motivo posible de un duelo. Sin embargo, podemos llorar la pérdida de cualquier cosa por la que sentimos apego: una mascota, una casa, un estilo de vida.

También una ruptura de pareja o ruptura con familiares o amigos cercanos; la pérdida del país o la ciudad, en caso de migración o traslado; la pérdida de una etapa del ciclo vital, como dejar atrás la juventud.

Se puede “duelar” también por los roles que se pierden, los ideales abandonados, por aquello que pudo haber sido y nunca será, y por supuesto por la pérdida del empleo.

Algunos autores enumeran situaciones vitales que se dan en el envejecimiento, las cuales requieren del proceso de duelo. Mencionan la viudez -que representa una serie de cambios que involucran lo afectivo-, el sentirse abandonado, o la inseguridad económica.

Los cambios en la pareja, en parte relacionados con la ida de los hijos o la jubilación, que implican cambios en las formas de convivencia. Los cambios en la vida sexual.

También la vejez involucra la jubilación, lo que implica un nuevo rol y un cambio en la identidad de la persona. A esto hay que sumarle las pérdidas de las capacidades sensoriales y cognitivas, provocadas por el envejecimiento.

Según el célebre psicólogo Sigmund Freud, el duelo “es la reacción frente a la pérdida de una persona amada, o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.”.

La mayoría de las personas que padecen una aflicción y un duelo normal atraviesan un período de dolor, aturdimiento, e incluso culpa e ira. Gradualmente estos sentimientos se alivian, y es posible aceptar la pérdida y seguir adelante.

No obstante, para algunas personas, los sentimientos de pérdida son debilitantes y no mejoran, incluso con el paso del tiempo. Esto se conoce como duelo complicado, a veces llamado “trastorno por duelo complejo persistente”.

La Asociación Estadounidense de Psiquiatría, en su clásico Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, incluye a este tipo de duelo prolongado.

Esta calificación animó a muchos investigadores a desarrollar varios tipos de psicoterapias y a la industria farmacéutica a financiar proyectos nuevos de farmacoterapias.

Por cierto que se escuchan críticas a lo que se considera una “intrusión” de la psiquiatría en la vida normal y sobre todo a la medicalización del dolor por parte de la industria farmacéutica.

El psiquiatra estadounidense Gary Greenberg, en un artículo aparecido en The New York Times, opinó que vivimos un tiempo turbulento, lleno de incertidumbre, signado entre otros eventos por la pérdida de los seres  queridos por la Covid-19; por la guerra; por el cambio climático; por las polarizaciones de las sociedades, es decir, una época que está provocando que mucha gente esté viviendo un “duelo prolongado”.

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Publicado por en 22/05/2022 en Uncategorized

 

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La contaminación acústica y los riesgos para la salud

Hoy (27 de abril) es el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido, una fecha que nos recuerda que los sonidos indeseados pueden constituir una fuente de contaminación, volviéndose un problema de salud pública.

El ruido es un sonido inarticulado, sin armonía ni ritmo que tiende a ser desagradable y molesta al oído. Pero más allá de la molestia que nos pueda causar, adquiere una dimensión problemática cuando se está en presencia de entornos altamente ruidosos.

Justamente en 1996, el Centro para la Audición y Comunicación (CHC) fijó el último miércoles del mes de abril como un día especial para crear conciencia en la población sobre los riesgos que tiene el ruido para el trastorno auditivo en particular, y la salud en general.

Se llama contaminación auditiva al exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente en una determinada zona. Hace referencia al ruido (o sonido excesivo y molesto), provocado por actividades humanas.

Se dice que el ruido es contaminante porque puede producir efectos nocivos físicos y psíquicos para una persona o grupo de personas. Por ejemplo, puede afectar seriamente a la capacidad auditiva.

En este sentido, puede ser causa del envejecimiento prematuro del oído, provocar sordera y daños irreversibles en el sistema auditivo. Además el ruido ocasiona otros trastornos al organismo, como alteraciones cardiovasculares, falta de concentración, aumento del estrés, síndrome de depresión, problemas con el sueño y disminución del apetito sexual.

Hay estudios que indican que esta contaminación acústica, que proviene del tráfico de vehículos motorizados y del sonido de aviones y trenes, genera trastornos en el sueño y podría estar asociado a la obesidad y la diabetes.

Esta problemática, lejos de solucionarse, ha ido en aumento, y es por ello que muchas instituciones, organizaciones y particulares se unen cada año para expresar su preocupación y buscan generar conciencia.

El ser humano posee un sistema auditivo apto para percibir los sonidos y ruidos que pueblan la naturaleza. Pero el mundo cultural creado por el hombre, donde los tonos agudos se elevan artificialmente, produce trauma acústico.

Se diría que los problemas de audición han crecido a medida que se extendió la civilización “problemática y febril”, con sus fábricas y sistemas de transportes ensordecedores.

Según los especialistas, biológicamente el hombre está dotado para percibir frecuencias de tonos graves e intensidades que no superen los 90 decibeles (dB).

Pero en nuestros entornos urbanos y artificiales, donde abundan máquinas e instrumentos incorporados a la actividad cotidiana, se producen tonos agudos que llegan a intensidades que pueden superar los 150 dB y deteriorar de manera irreversible el oído interno.

El trauma acústico de la sordera por el ruido era una enfermedad profesional y afectaba, generalmente, a la gente que estaba expuesta a ruidos muy importantes por su trabajo.

Pero ahora, eso pasó a ser una cuestión de la juventud, fundamentalmente por el volumen que escuchan la música y la participación en actividades donde predomina el ruido. 
Incluso también pasó a ser un problema de la niñez, por el uso de auriculares para escuchar música y de juguetes extremadamente ruidosos en edades tempranas.

La fatiga de los oídos puede tener como resultado un desplazamiento temporal o permanente del umbral auditivo, limitando la cantidad de sonidos que se puede oír.

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Publicado por en 01/05/2022 en Uncategorized

 

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El mal de Parkinson, un tipo de trastorno del movimiento

El 11 de abril se celebra el Día Mundial del Parkinson,  un trastorno del sistema nervioso central que afecta el movimiento y suele ocasionar temblores.

Esta fecha coincide con el aniversario del nacimiento de James Parkinson, un neurólogo británico que en 1817 describió por primera vez la condición que hoy se considera una enfermedad.

Este botánico y cirujano había estado más de tres décadas ejerciendo la medicina desde su hogar en Hoxton, a las afueras de Londres. Fue también uno de los 13 fundadores de la Sociedad Británica de Geología.

Publicó una decena de libros y trabajos sobre campos tan distintos como la paleontología o la enfermedad de la gota.

Uno de ellos cambió el futuro de millones de personas. En su obra de 1817 “An Essay of the shaky palsy” (“Ensayo sobre la parálisis temblorosa”, en su traducción al castellano), James Parkinson fue el primero en describir con exactitud los síntomas de la enfermedad que hoy lleva su nombre.

Para él, se trataba de manifestaciones caracterizadas por “movimientos involuntarios de carácter tembloroso, con disminución de la fuerza muscular que afectan a partes que están en reposo y que incluso provocan una tendencia a la inclinación del cuerpo hacia delante y a una forma de caminar a pasos cortos y rápidos. Los sentidos y el intelecto permanecen inalterados.”

Esa obra de Parkinson permaneció en el olvido por mucho tiempo. Fue el famoso médico francés Jean Martin Charcot, sesenta años después, quien realmente reconoció el trabajo y llamó Enfermedad de Parkinson a esta condición.

Han pasado ya 200 años de la elaboración de este trabajo, que nadie recordó en su época, y las causas del mal de Parkinson siguen siendo un enigma.

Desde aquel momento, la ciencia busca entender sus causas, mecanismos de acción y tratamiento para esta enfermedad caracterizada por la muerte prematura de un grupo de neuronas de dopamina presentes en el cerebro y, consecuentemente, el progresivo deterioro de las funciones motoras.

¿Qué es el mal de Parkinson? Según los científicos, se trata de  una condición degenerativa, progresiva y crónica del sistema nervioso que se caracteriza por causar severos daños neurológicos, generando alteraciones en el control y coordinación de los movimientos del cuerpo, así como rigidez muscular.

El Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, luego del Alzhéimer. Los síntomas aparecen de forma progresiva, afectando algunas zonas del cuerpo como las manos, los brazos, las piernas y la cara. Luego se extiende a todo el cuerpo, causando rigidez motora, temblores, problemas de equilibrio y coordinación.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la enfermedad afecta a 1 de cada 100 personas mayores de 60 años. Entre el 20 y 40% de los pacientes presenta depresión, como un síntoma precoz del Parkinson.

Esta patología suele diagnosticarse alrededor de los 55 a 60 años de edad, aunque existen casos de otras edades. Se estima que para el año 2030 habrá unas 12 millones de personas afectadas por este mal.

Las causas de la enfermedad de Parkinson son desconocidas pero probablemente influyan factores de predisposición genética y factores ambientales. 

Las medidas generales (como la simplificación de las tareas cotidianas), los fármacos y a veces la cirugía ayudan a paliar los síntomas, pero la enfermedad es progresiva y con el tiempo provoca discapacidad grave e inmovilidad.

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Publicado por en 16/04/2022 en Uncategorized

 

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El malestar con el propio físico en la época digital

La cantidad de cirugías estéticas se ha multiplicado en el último tiempo en Argentina por efecto de la digitalización y esto pese a la crisis económica.

Por ejemplo, el número de cirugías plásticas y reparadoras se multiplicó por tres entre noviembre de 2019 y noviembre de 2021, según estimaciones de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (Sacper).

Durante la pandemia, al verse las caras en las conexiones virtuales, muchas personas detectaron imperfecciones que no se veían normalmente: arrugas, falta de pelo, bolsas debajo de los ojos, etc.

“La gente al estar tanto tiempo conectada virtualmente hizo que se mirara más de lo que se miraba antes y tome conciencia de cosas que no le gustaban y que quería corregir”, explicó el cirujano Edgardo Bisquert, miembro de la Sacper.

Los pacientes argentinos, de todas las edades y casi por igual entre hombres y mujeres, solicitan cirugías en la nariz, en pómulos, en párpados y papada, así como rellenos faciales con ácido hialurónico y toxina botulínica e implantes capilares, mientras que para el cuerpo piden aumento mamario y lipoescultura.

La crisis económica que atraviesa Argentina no desalienta las inversiones en estética, al contrario, porque la alta inflación empuja a gastar los ahorros antes de que pierdan más valor.

“Como estaba prohibido viajar, cuando se liberaron las cirugías, en vez de viajar, prefirieron operarse”, cuenta Bisquert.

A todo esto, a los cirujanos en Argentina les preocupa el impacto de las redes sociales y los filtros de Instagram para las fotos.

Los pacientes “han venido a la consulta con la foto de ellos con filtros aplicados”, para que “un cirujano plástico imite lo que el filtro lograba”, describió Paul Nani, otro miembro de Sacper.

Según contó, los pacientes van a la consulta con fotos capturadas usando el filtro de Instagram en el 90% de los casos, una función con la que pueden agrandar los ojos y lograr el efecto “foxy eyes”, modelar la nariz, aumentar los pómulos, rellenar labios, eliminar arrugas.

Nani sumó el efecto de los influencers “que se muestran de una forma casi caricaturesca”, sin embargo es “muy común” que los pacientes vayan al consultorio diciendo “quiero tener la nariz de tal influencer”.

El uso de los filtros es una práctica de todas las edades, desde los 16 a los 70 años porque, para los cirujanos, con el crecimiento de Instagram, esa red social se ha convertido en un lugar de encuentro y de exposición para las personas.

El tiempo de consulta se estira para “hacer entender a la gente que al ser la piel un tejido biológico, no reacciona como un algoritmo en la computadora”, razonó Nani.

Por lo visto la generación actual, obsesionada por su imagen personal, narcisista en el fondo, no tolera las imperfecciones físicas. La preocupación fuera de lo normal por algún defecto, ya sea real o imaginado, percibido en las características físicas propias (autoimagen) se vincula con el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC).

Según los expertos, esta afección mental empieza a manifestarse en la adolescencia y es algo que si no se trata a tiempo puede desencadenar depresión grave e incluso pensamientos y conductas suicidas.

Según los especialistas, éste es uno de los trastornos con mayor índice de intentos de suicidio de la psicopatología.

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Publicado por en 01/04/2022 en Uncategorized

 

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El fenómeno hikikomori: vivir confinado en casa

Dos millones de jóvenes japoneses han decidido abandonar la vida en sociedad y no salir de sus casas.

El fenómeno se llama hikikomori (apartado de la sociedad) y ya se replica en países de Occidente.

Se trata de  adolescentes y jóvenes, por lo general varones, que viven recluidos en sus casas, aunque conectados con el mundo exterior a través de las nuevas tecnologías.

Algunos de estos chicos ni siquiera salen de su propia habitación. Los psicólogos hablan de una verdadera epidemia, que afectaría al 10% de la población adolescente y al 1% de la población adulta de Japón.

La mayoría de esos jóvenes han terminado sus estudios pero no quieren enfrentarse al duro y competitivo mercado laboral y entonces desarrollan un comportamiento tendiente a encerrarse o confinarse en su propia casa.

Algunos lo consideran un fenómeno cultural y otros un trastorno psicológico, pero independientemente de esto, el hikikomori es una epidemia en Japón y se ha extendido a países occidentales.

Fue en 1998 cuando el psiquiatra Tamaki Saito habló por primera vez de esta problemática en su libro “Sakateki hikikomori, una adolescencia sin fin”, definiéndola como “aquellos que se retiran completamente de la sociedad y permanecen en sus propias casas durante un periodo mayor a seis meses, no explicándose esta condición por otro trastorno psiquiátrico”.

Han pasado más de veinte años y los casos de hikikomori han aumentado drásticamente, convirtiéndose en un problema de salud mundial lo que siempre se consideró como un trastorno ligado a la cultura hermética del Japón tradicional.

A nivel europeo, las primeras investigaciones se remontan a 2014, cuando el Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar en Barcelona elaboró un estudio pionero sobre las características sintomatológicas y demográficas del trastorno en España.

A las puertas de 2022, casi ocho años después del mencionado estudio, se evalúa que por efecto de la pandemia de coronavirus se ha incrementado la prevalencia del trastorno de hikikomori, reforzando el comportamiento asocial.

El confinamiento forzado por la Covid-19, y la reducción del contacto social en el que derivó, asentó las bases para muchos jóvenes y no tan jóvenes que ya padecían esta tendencia. Es decir, la pandemia les hizo “probar” y sentirse a gusto en este contexto.

A eso hay que sumarle el hecho de que hoy es posible estudiar a distancia, el teletrabajo está normalizado en numerosos sectores y las redes sociales permiten mantener relaciones desde la comodidad del sofá.

Una de las grandes incógnitas es por qué aparece esta suerte de “síndrome de la puerta cerrada”, como le llaman algunos, y qué es lo que cambia en la mente de una persona para decidir voluntariamente encerrarse en su casa durante meses, años o incluso décadas.

La línea que separa lo patológico de la normalidad se vuelve difusa. Los estudios refieren que el hikikomori es una evitación total de las actividades sociales: los afectados apenas mantienen relaciones interpersonales y las pocas existentes son pasivas o indiferentes.

También es habitual el miedo a la crítica, prevaleciendo el ocio en las redes al que puede tenerse fuera de casa. Los especialistas insisten que es importante diferenciar este trastorno de la “agorafobia”, trastorno de ansiedad que provoca miedo a los lugares (espacios abiertos o cerrados) o situaciones (usar el transporte público o estar en una multitud) que podrían causar pánico y generar sensación de estar atrapado o indefenso.

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Publicado por en 26/12/2021 en Uncategorized

 

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Midorexia o la imposibilidad de aceptar el paso del tiempo

Existen personas cuyas edades oscilan entre los 40 y los 50 años que adoptan actitudes juveniles tanto en la forma de vestir como en la de comportarse.

A esta especie de obsesión por verse eternamente joven se la llama “midorexia”, término que combina la expresión del inglés “middle”, que significa medio, mitad, mediana edad, con la palabra griega “orexia”, que significa obsesión.

“Es un término que puede verse desde tres ángulos diferentes a la hora de querer conceptualizar: un miedo a envejecer; una obsesión con lo estético; y/o una personalidad inmadura y extrovertida”, refiere el psiquiatra José Domínguez, especialista en Trastornos de Personalidad.

“Si bien se puede tratar de una combinación de estos tres elementos, la pregunta que debemos hacernos es si se trata de algo normal o patológico”, aclaró el especialista en diálogo con Infobae.

Y agregó: “Se puede ver una variante positiva donde la persona se ve en pleno estado de satisfacción con su edad, con mejor autoestima que cuando era joven, y lleva un estilo de vida saludable para conservarse; por el contrario una variante negativa podría verse como un trastorno de conducta que lleva a personas adultas a la obsesión de mantenerse jóvenes, estar siempre atractivas, tener buena apariencia de forma exagerada”.

Para estas personas es difícil aceptar el paso del tiempo; se niegan a admitir que los años comienzan a hacer estragos en su físico y que su aspecto luce diferente. Razón por la cual tratan de aparentar que los cambios del tiempo no suceden.

Por lo regular, hacen ejercicio físico en forma obsesiva, realizan actividades poco acordes a su edad como el salir de fiesta, y sus relaciones interpersonales y de pareja son con personas varios años más jóvenes que ellos.

Además recurren a todo tipo de cirugías estéticas, utilizan diversidad de cremas anti-edad, y se visten con ropa juvenil para aparentar menos edad. Es decir echan mano de todo aquello que les permita estar dentro del grupo poblacional joven.

En el lenguaje cotidiano se utiliza la expresión “pendeviejo” para ironizar esta condición. La palabra se crea a partir de la voz “pendejo” en su acepción de púber, niño o joven, agregando en medio el adjetivo “viejo”.

Otro término burlón es “viejazo” para aludir al hecho de que alguien se da cuenta de que ya no es joven, pero sin embargo no lo acepta. Intenta parecerse a los adolescentes, escuchando su música, usando sus palabras, y vistiendo ropas que por la edad se suelen ver ridículas, en un vano intento por negar el paso de los años.

Un rasgo muy específico en estas personas es que compran prendas de estilo juvenil, y es que después de los 40 años generalmente ya tienen un trabajo estable y poder adquisitivo que les permite conseguir la ropa que les agrada.

Para María Santos Becerril Pérez, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, se trataría de un trastorno de personalidad enfocado en el egocentrismo.

“Una de las causas –describe– es que se ha alargado el período de vida de las personas; alguien con 65 años todavía puede ser muy productivo, por eso es que a los 40 ó 50 años se define todavía como joven. Otro factor importante, es el miedo al envejecimiento y a lo que esto implica como el pensar en situaciones de duelo y muerte”.

Los especialistas destacan que hay que saber diferenciar el autocuidado de la búsqueda obsesiva por permanecer siempre joven. Esto en un contexto de posmodernidad, donde las edades se volvieron borrosas y no definen las conductas ni las formas de vida como en otros momentos.

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Publicado por en 13/11/2021 en Uncategorized

 

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«Coronainsomnio»: dormir mal a causa de la peste

Desde que se declaró la pandemia de coronavirus descansar bien por la noche se ha vuelto muy difícil. La cantidad de personas que experimentan insomnio va en aumento, fenómeno asociado al estrés de la vida cotidiana.

Con la pandemia en su segundo año, meses de distanciamiento social han sacudido nuestras rutinas diarias, han borrado los límites de la vida laboral y han traído una incertidumbre constante a nuestras vidas, con consecuencias desastrosas para el sueño.

La pandemia del insomnio que surgió por el coronavirus está impactando en Argentina, según  los especialistas. “Lo que se está viviendo con respecto al sueño es caótico”, alerta Mirta Averbuch, especialista en Medicina del Sueño.

En tanto que el biólogo e investigador del Conicet Diego Golombek refiere: “Dormimos más pero ese sueño no parece muy reparador porque la gente está estresada, muy ansiosa, entonces la calidad del sueño no es muy buena y nos dormimos más tarde, algo que no está recomendado”.

En el marco de un estudio referido a hábitos saludables, la Universidad Siglo 21 publicó un relevamiento sobre cómo duermen los argentinos y cerca del 65% de las personas encuestadas aseguró tener dificultades medias o elevadas para conciliar el sueño.

La deficiencia más frecuente está asociada con la sensación de necesitar más descanso (60%), seguida por las interrupciones en la continuidad del sueño durante la noche (50%).

Para muchas personas, dormir bien era la norma antes de la pandemia. Después, el estrés, la ansiedad y las interrupciones empeoraron nuestro sueño nocturno, dando lugar a términos como “coronainsomnio” para describir el aumento de las alteraciones del sueño en este contexto.

Los especialistas de todo el mundo coinciden en que tras más de un año de pandemia, el sueño de la mayoría de las personas no ha hecho más que empeorar.

Según el último relevamiento de la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño, aproximadamente el 60% de las personas dijo que tenía problemas de insomnio relacionados con la pandemia, y casi el 50% informó que la calidad de su sueño había disminuido.

No dormir lo suficiente o hacerlo mal debilita el sistema inmunitario, reduce la memoria y la capacidad de atención, y aumenta la probabilidad de padecer afecciones crónicas como la depresión, la diabetes de tipo 2 y las enfermedades cardíacas.

Los estudios sugieren que cuanto menos se duerme, menos se vive. Y para las personas mayores de 50 años, dormir menos de 6 horas por noche puede aumentar el riesgo de demencia.

“En el último año hemos tenido la tormenta perfecta de todas las cosas malas posibles para el sueño”, afirma Sabra Abbott, profesora adjunta de Neurología en Medicina del Sueño de la Facultad de Medicina Feinberg (Chicago).

Muchos estudios han demostrado que la insuficiencia del sueño afecta el trabajo al aumentar las probabilidades de cometer errores, arruinar la concentración, y afectar el estado de ánimo.

La extensión en el tiempo de la pandemia agrava el cuadro: al principio la gente tendía a sentirse motivada para superar el estrés de la crisis sanitaria, pero la continuidad de ésta, vuelve a las personas menos capaces de afrontarla, lo que genera problemas de salud mental, siendo el insomnio uno de ellos.

Los expertos sostienen que es importante buscar ayuda cuando persisten los problemas para dormir.

 © El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 18/06/2021 en Uncategorized

 

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