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Archivos Mensuales: agosto 2015

Si China estornuda, el mundo se resfría

La desaceleración china viene impactando a nivel global (caída de los precios de las materias primas). Ahora se suma la devaluación del yuan, que amenaza con producir un contagio en las monedas.

Los expertos señalan que la nueva política monetaria de China va dirigida a profundizar su modelo de exportación, base hasta aquí de su éxito a nivel global.

Devenida en factoría internacional en el corazón de Asia, no quiere renunciar a su política de inundar el mercado mundial con manufactura barata, instalando la marca “made in China”.

El coloso asiático se ha convertido en una superpotencia relevante, disputándole poder económico a Estados Unidos, Europa y Japón. Si el siglo XX fue “americano”, dicen algunos, el XXI será “chino”.

El secreto del milagro chino, según varias evidencias empíricas, ha sido abrirse al capital internacional, allá por los ‘80, interesado en explotar la mano de obra de un país superpoblado (1.300 millones de habitantes).

Con respecto a América Latina cabría especular que China es hoy a la región lo que Gran Bretaña fue en el siglo XIX: un comprador neto de materias prima y un proveedor de manufacturas.

Ese sesgo refleja el comercio con Argentina, quien coloca en el mercado chino ante todo poroto y aceite de soja, en tanto que China llena aquí las góndolas con motos, partes de televisores, computadoras, teléfonos y otras manufacturas.

Hoy Argentina compra a China el doble de lo que exporta. Eso significa que tiene un déficit comercial importante con ese país (fue de 6.100 millones de dólares en 2014).

Entre los comerciantes e industriales argentinos hay preocupación por la devaluación del yuan (moneda china): temen un mayor ingreso de los productos chinos en el mercado interno, y una profundización del déficit comercial.

China lleva semanas sacudiendo los mercados internacionales. Primero fue por la vertiginosa baja de su Bolsa y esta semana, por la depreciación de su moneda, el yuan.

La economía asiática ya no crece como antes (a “tasas chinas”). Y el hecho de que la hoy segunda economía mundial estornude, contagia al resto del mundo.

Existe el temor de que la devaluación del yuan esconda la preocupación de las autoridades chinas por el menor ritmo de crecimiento. A los inversores les inquieta, además, que esa medida se eternice y desate una temida guerra de divisas.

Algunos analistas sostienen que China ha vuelto a la estrategia que la convirtió en potencia económica emergente. Su receta en los ‘80 fue seguir el mentado modelo de los “tigres asiáticos” (Hong Kong, Singapur, Taiwán y República de Corea).

Dicho modelo basa su desarrollo industrial en las inversiones de capital extranjero y en la sobreexplotación de la mano de obra barata, abundante y poco organizada en sindicatos.

Es un modelo orientado preferentemente a la exportación de manufacturas. En este sentido, la devaluación del yuan pretendería recuperar la mística inicial de inundar el mercado global con productos “made in China”.

Los expertos en globalización advierten que detrás de las fachadas de los Estados y países se mueven las trasnacionales. En este sentido, sostienen que las decisiones del gobierno chino responden a las condiciones de las firmas que operan en el territorio, las cuales no tienen patria ni bandera.

Una devaluación del yuan, objetivamente, abarata el salario de los operarios chinos y el resto de los costos de producción, mejorando así el negocio de exportación.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/08/2015 en Uncategorized

 

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Comentarios que difaman a otros

Hablar mal de otras personas en su ausencia, dañando así su reputación, es una práctica antiquísima, aunque repudiable por todos los códigos de moral. Se conoce como chisme, maledicencia o murmuración.

“Sacar el cuero” se suele decir en Argentina. Una expresión elocuente que designa el acto de despellejar a alguien. Efectivamente, hay un nexo entre desollar (quitar la piel del cuerpo) y mancillar la honra de alguien.

Esta expresión gauchesca, sin embargo, deviene de una práctica habitual en el campo argentino en el siglo XIX, cuando era común que los bebes fueran envueltos en cueros de cordero mientras dormían.

Según cuenta Roberto J. Payró “cuando estos cueros se muestran a la luz, ya se adivina el resto”. Hoy la expresión sacar el cuero, resignificada, equivale a hacer revelaciones negativas sobre alguien.

Se dice que el chisme tiene dos leyes fundamentales. Una es que su víctima nunca se da cuenta de que están hablando mal de ella. La otra es que tampoco toma noción del increíble alcance de esa marea de información calumniosa.

La Real Academia Española (RAE) define chisme en estos términos: “Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”.

Es decir, se está ante un comentario que busca descalificar a las personas, haciendo que su fama o nombre, queden dañados ante los demás. Para tener dimensión del daño hay tomar nota que el respeto público, para decirlo de alguna manera, es inherente a la condición humana.

“El hombre, como ser social, siempre está orientado al exterior. Logra la primera sensación básica de la vida a través de la percepción de lo que los demás piensen de él”, decía el filósofo Jean-Jacques Rousseau.

En este sentido las personas desean, como una inclinación natural, una opinión favorable de la sociedad en que viven. La estima ajena funda el honor y el respeto público.

Ahora bien, hablar con desaprobación sobre alguien, por tanto, hace que esa imagen caiga en descrédito. Mover la “opinión pública” contra alguien, mediante el chisme, tiene por tanto un poder destructivo notable.

La mayoría de los códigos morales y religiosos reprueba esta práctica. En la tradición judeo-cristiana está fuertemente condenada, porque la murmuración es vista como un pecado contra la caridad o el amor.

En la Biblia, donde se condensa esa tradición espiritual de Occidente,  abundan los textos al respecto. El murmurador (o chismoso) en hebreo  significa difamador o llevador de cuentos.

Con respecto a Jesús, en los Evangelios se habla de que los líderes religiosos de Israel murmuraban contra él, diciendo que andaba con recaudadores y prostitutas. También la “multitud” lo criticaba en secreto porque no llenaba sus expectativas.

Ya en el Antiguo Testamento, en el libro de Proverbios, compuesto por extensas sentencias y máximas sapienciales, atribuidas tradicionalmente al rey Salomón, hay varias advertencias contra los chismosos y maliciosos.

“El que anda en chismes descubre el secreto. No te entremetas, pues, con el suelto de lengua”, se lee allí. Además se afirma: “El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos”.

También en el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, se condena la calumnia y la difamación. “Y no os espiéis ni habléis mal del ausente, pues ello es tan repulsivo como comer la carne de un hermano muerto. ¿Acaso alguno de vosotros desearía hacerlo? Por supuesto que os repugnaría”, se lee.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/08/2015 en Uncategorized

 

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Votos: la batalla por la interpetación

¿Quién ganó y quién perdió el domingo (9 de agosto) en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO)? La sensación que existe, luego de escuchar el análisis poselectoral de los candidatos, es que casi nadie pierde y todos ganan.

Con independencia de lo que ha pasado realmente, de lo que se trata ahora, en cada fuerza política, es de construir el famoso “relato”, que consiste básicamente en hacerle decir a los guarismos lo que a cada uno le conviene.

En las elecciones provisorias (como estas primarias), por caso, pueden existir las llamadas “victorias pírricas”, que aluden a éxitos electorales numéricos que en realidad implican en el fondo una derrota.

Y esto último porque los votos alcanzados están peligrosamente por debajo de los esperados y dejan objetivamente más dañado al vencedor que al vencido, el cual queda sin embargo mejor parado para acometer un triunfo en el futuro.

Pasada la contienda electoral de las PASO en el país, y luego del recuento definitivo de los votos, se perfilará una batalla más importante: la de la interpretación.

En efecto, la elección del domingo no definió nada en relación a los cargos electivos (presidente, gobernadores, intendentes, legisladores), sino que sólo resolvió la interna de los pocos espacios políticos que se ajustaron al espíritu de las Primarias Abiertas.

Y además ordenó las posiciones de los candidatos de cara a las generales de octubre. Como en las carreras de autos, ésta fue la tanda clasificatoria, que determinó la pole position y el resto de la grilla.

Pero recién el 25 de octubre se correrá la carrera y ahí sí se sabrá quienes serán los ganadores en cada categoría. Ante este cuadro, las PASO aparecen como un terreno donde cada quien hará una lectura interesada de los resultados propios y de los ajenos.

Es decir, ahora la construcción discursiva sobre los votos de oficialistas y opositores, y su instalación en la opinión pública, se convertirá en un insumo estratégico de la campaña electoral que será decisiva.

Todas las cuentas valen y siempre se puede encontrar una que sirva. Unos dirán que han ganado porque sacaron más votos, y otros dirán que se han puesto en condiciones de ganar, porque sumarán adhesiones a partir de ahora.

Una estrategia discursiva es explotar, por ejemplo, que el adversario sacó menos votos de los que esperaba. Sugiriendo así que en realidad perdió. También habrá argumentos alrededor del “techo” y el “piso” de cada candidato, haciendo proyecciones sobre lo que vendrá.

Otra cuestión será interpretar el posible comportamiento del electorado luego del dibujo que establecieron las PASO. Habrá quienes den por sentado el corrimiento de una parte de los votantes hacia los candidatos con más chances de ganar.

El mapa político argentino refleja, por ejemplo, esta situación ambigua: si bien hubo un triunfo de los candidatos oficialistas, el porcentaje del voto opositor, independientemente de su procedencia, es superior al obtenido por ellos.

¿Se unificará acaso el electorado opositor detrás de uno sola fórmula o candidato, construyendo así una nueva mayoría capaz de desbancar al oficialismo hoy triunfante?

El ballotage en la Ciudad de Buenos Aires, el pasado 19 de julio, reveló que el voto opositor puede migrar masivamente, confirmando la tesis del llamado “voto útil”, que ocurre cuando los ciudadanos deciden cambiar pragmáticamente la orientación de su sufragio para concentrarlo en una opción X, y evitar así el triunfo de la opción Y.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/08/2015 en Uncategorized

 

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Dos ciudades, dos míticos frigoríficos – Gualeguaychú y Fray Bentos

LA MEMORIA URBANA Y SOCIAL EN EL LITORAL ARGENTINO-URUGUAYO

Dos ciudades, dos míticos frigoríficos

 

La Unesco acaba de declarar Patrimonio de la Humanidad al frigorífico Anglo, estrechamente unido a la historia de Fray Bentos (Uruguay). La noticia reactualiza el pasado glorioso de la industria de la carne en la región, que tuvo epicentro también en Gualeguaychú.

Por Marcelo Lorenzo

 

Los fraybentinos salieron a festejar el 5 de julio pasado la distinción otorgada por la Unesco (organización de Naciones Unidas para la Educación y la Cultura) a un lugar emblemático de su historia: las instalaciones del frigorífico alrededor del cual se formó la localidad.

“El Paisaje Industrial Fray Bentos”, en efecto, fue incluido en la categoría de Patrimonio Histórico Cultural de la Humanidad, una designación que no sólo da estatus a un viejo enclave fabril, devenido en museo, sino que lo posiciona de cara al turismo internacional.

Se trata del lugar donde en 1865 la empresa Liebig’s Extract of Meat  Company (Lemco) instaló un frigorífico de avanzada para la época. Y que pasó, a partir de 1924, a manos inglesas, convirtiéndose en el Anglo del Uruguay SA.

Dicho paisaje abarca 275 hectáreas que comprenden el coloso industrial, conocido como “la cocina del mundo”, los muelles sobre el río Uruguay, las residencias de jefes y obreros, los lugares donde convivieron personas que llegadas de 60 países conformaron, con fines productivos, una sociedad cosmopolita.

Los argumentos que sostienen la designación de patrimonio mundial son varios. El Frigorífico Anglo se constituyó en la más famosa marca agroindustrial de la región, una trasnacional pionera que logró colocar sus productos alimenticios (en especial el corned beef), en todos los mercados mundiales de la época.

Otro elemento de juicio fue el carácter innovador de la tecnología utilizada en la fábrica, de avanzada en su momento. Es considerado por los expertos como un hito en la historia de la llamada Revolución Industrial. Es visto como un sitio excepcional para estudiar la evolución de la industria alimenticia mundial.

Según arqueólogos industriales del Instituto Ironbridge de Inglaterra, se trata de un “patrimonio único”. Y argumentan que las edificaciones, maquinarias, documentos y planos “muestran con jerarquía la tecnología de la alimentación utilizada entre la última mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX”.

 

SIMILITUDES

Gualeguaychú, al igual que Fray Bentos, fue escenario del desarrolló de la industria frigorífica. Desde 1932 y durante 50 años la ciudad tuvo su enclave fabril de exportación, aunque el Frigorífico local nació con una marca de origen distinta del Anglo: fue un emprendimiento de capitales nacionales.

Si bien se trata de proyectos productivos realizado en países y por actores sociales distintos, su confrontación no obstante permitiría establecer una serie de semejanzas, que ayudarían a entender a la sociedad de la época y a la región.

 

> Contexto histórico: El negocio de la carne explotó en estas latitudes, en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la aparición de la demanda europea, especialmente de Gran Bretaña, potencia hegemónica de la época. En ese país, a medida que la población crecía y la Revolución Industrial desplazaba a millares de personas desde los campos a las ciudades, los cambios demográficos y el mayor poder adquisitivo de las masas asalariadas alteraron los hábitos de dieta y el gusto: los consumidores británicos querían carne, en lugar de pan y papas. La demanda fue superando constantemente a la oferta, y cuando desastres naturales (excesiva humedad, sequía o plagas) redujeron el número del ganado, la Inglaterra victoriana empezó a depender de la importación de carne. Una de las comarcas más promisorias para la producción de este alimento a gran escala en todo el mundo era Sudamérica, en especial el litoral argentino-uruguayo, donde abundaba el ganado vacuno. Los británicos dominaron el negocio cárnico en aquellos años, trasladando inversiones hacia estas latitudes, construyendo frigoríficos que elaboraban la codiciada materia prima, con el propósito de abastecer, a través de las rutas de ultramar, el mercado inglés, y desde Londres erigirse en intermediarios privilegiados para los mercados mundiales.

 

> Ubicación: Ambos enclaves se erigieron a la vera de un curso de agua: (uno del río Gualeguaychú y el otro del río Uruguay), utilizando los puertos fluviales. Los ríos y mares eran la vía de comunicación vital para trasladar la preciada mercadería hacia los mercados externos.

 

> Ciudades-factoría: Los dos frigoríficos fueron, en su época (1930/1970 el de Gualeguaychú, 1925/1970 el de Fray Bentos), piedra angular de la vida económica y social de las ciudades respectivas. Gualeguaychú giró alrededor de este emprendimiento que llegó a emplear, en su período de esplendor, a 1.200 trabajadores (el equivalente a los operarios que hoy trabajan en las empresas del Parque Industrial). Además, fue una empresa con sesgo social. Un barrio, el de Pueblo Nuevo, se creó a su alrededor. No ha tenido la ciudad, cuentan sus ex empleados, algo parecido. La cobertura médico-asistencial, educativa, deportiva, societaria, dirigida a la familia obrera, dejó una marca indeleble en el cuerpo social.

Los historiadores uruguayos, en tanto, coinciden en señalar que a partir de 1924 cuando capitales británicos adquieren la fábrica y a lo largo de décadas, el emprendimiento y Fray Bentos vivieron una relación casi simbiótica. La identificación de la ciudad con la industria era casi total. El silbato, que marcaba los distintos turnos, regulaba la vida de los vecinos.  Durante más de 40 años el Anglo constituyó la fuente de trabajo principal de la ciudad. En la década del ‘50 se faenaron 1,1 millón de vacunos y se emplearon más de 4.500 obreros. Uno de cada tres fraybentinos trabajaba en alguno de los tres turnos de 8 horas. ¿Por qué se llamaba el Anglo la “cocina del mundo”? Según los ingleses, no sólo porque no se desperdiciaba nada del animal faenado, sino porque también el enclave se transformó, al incorporar el procesamiento de otros bienes (frutas, verduras, dulces, jaleas, pavos, cerdos, etc.) en la mayor agroindustria del mundo.

 

> Epílogo: Las caídas de los frigoríficos fueron episodios traumáticos para ambas comunidades litoraleñas, reflejo de la enorme gravitación que tuvieron estas fábricas en la vida colectiva. Los fenómenos de reconstrucción del mercado internacional después de la Segunda Guerra, que implicó la aparición de nuevos actores (constitución del Mercado Común Europeo), marca un declive del negocio de exportación de carne desde estas latitudes. En el caso uruguayo, el retiro de los ingleses del Anglo, en 1971, que implicó que con ellos se fueran los contratos y los mercados, marcó el declive definitivo de la fábrica, cuya compra por parte del Estado no resultó. En 1979, la mítica planta cierra sus puertas definitivamente.

En el caso de Gualeguaychú, a partir de 1968 la pérdida de mercados y la dificultad para acceder a nuevos destinos, dio inicio a la decadencia, que culmina con el cierre de la planta en junio de 1991.

Los sucesos posteriores son idénticos en ambos casos: intentos fallidos de reactivación y gran malhumor social, alimentado por el contraste del esplendor del pasado y el vacío del presente. Finalmente ambos enclaves fabriles tienen un final parecido: son reciclados como monumentos culturales y turísticos.

 

ÍCONOS DISTINTOS

Mientras el Anglo es un símbolo del capitalismo global, o del llamado “colonialismo británico”, el frigorífico Gualeguaychú perdura como un gesto de rebeldía ante el trust internacional de la carne, sobre todo de cuño inglés.

El perfil internacionalista del emprendimiento de Fray Bentos es notable. En sus orígenes fue producto de la conjunción de un químico alemán, Justus von Liebig, que había desarrollado la forma de elaborar un concentrado de carne (35 kilos de carne se reducían a 1 kilo de producto, que mantenía todos los nutrientes y soportaba el calor sin descomponerse), y el ingeniero alemán Georg Giebert, residente en Montevideo (Uruguay), quien movilizó capitales ingleses y belgas para explotar comercialmente esa fórmula alemana, a través de la Liebig’s Extract and Meat Company.

Esta empresa es considerada una multinacional ya que reunía capitales ingleses y belgas, tenía su casa central en Londres (Inglaterra), sus depósitos en Amberes (Bélgica) y plantas fabriles en Uruguay, Brasil y Argentina.

En tanto, hacia 1912, la Liebig llegó a tener bajo explotación ganadera 300 mil hectáreas propias y 200 mil arrendadas, -ubicadas en Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Paraguay, Uruguay y sur de Brasil-, llegando a ser la mayor criadora de ganado del mundo de la época.

La adquisición de la planta uruguaya por parte de los ingleses, en 1924, potenció aún más el emprendimiento. Alrededor de dos centenares de productos surgieron de esta plataforma, dándole a Fray Bentos el estatus de “cocina del mundo”.

El frigorífico Gualeguaychú, por el contrario, surgió por el empuje de los ganaderos de la región, que se sintieron perjudicados por las maniobras monopólicas de la industria frigorífica extranjera, sobre todo británica.

Partían del diagnóstico de que ese monopolio mantenía bajos los precios que se le pagaban al productor ganadero. En realidad, varios de los productos de exportación se malvendían (granos) y la intermediación inglesa dominaba la plaza comercial.

La influencia británica en la pampa –que pasaba también por los ferrocarriles- venía siendo impugnada por un sector de la opinión pública, ganada por el discurso nacionalista de la época.

La frase del vicepresidente Julio Argentino Roca (h), en medio de una negociación comercial con el representante del gobierno británico sir Walter Runciman, pasó a la historia: “Argentina es, desde el punto de vista económico, parte integrante del Imperio Británico”.

Emblema de la industria cárnica nacional -elogiado por el legendario Lisandro de la Torre, en el histórico debate parlamentario de 1935 alrededor del pacto Roca-Runciman- el frigorífico local fue una creación de capitales vernáculos.

 

© El Día de Gualeguaychú

Liebig's Extract and Meat Company 1869 -Fray Bentos- Museo de la Rev. Industrial

Liebig’s Extract of Meat Company (Lemco) (Fray Bentos – Rca. Oriental del Uruguay)
Fuente imagen: Museo de la Rev. Industrial.

anglo UNESCO patrimonio

Frigorífico Anglo (Fray Bentos – Rca. Oriental del Uruguay)

Frigorifico-Gualeguaychu-03

Frigorífico Gualeguaychú (Gualeguaychú – Argentina)

 
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Publicado por en 24/08/2015 en Uncategorized

 

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Los males de la cultura de la prisa

La vida apresurada, frenética, de nuestros días no nos hace más felices. En realidad implica una alienación humana peligrosa, sostienen los partidarios de la filosofía Slow (lento).

“Vivir de prisa no es vivir, es sobrevivir”, eso se lee en el “Elogio de la lentitud”, el libro de Carl Honoré, uno de los representantes de esta especie de tendencia contracultural contra el culto a la velocidad.

Licenciado en Historia Moderna y periodista, Honoré explica en ese texto por qué razón es importante tomar el control del tiempo, dando prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo de las personas.

“Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida”, razona al discutir el mito moderno de las bondades de la aceleración productivista.

La velocidad, el principio según el cual no hay tiempo que perder, subyace al progreso material, y al ritmo de vida contemporáneo. “Time is  money” (“el tiempo es dinero”), decía Benjamín Franklin, en los comienzos de la era industrial.

“Hoy todo el mundo sufre la enfermedad del tiempo: la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja y debes pedalear cada vez más rápido”, reconoce Honoré.

Pero este ritmo trepidante entraña una alienación, corrige. En su opinión, la velocidad es una manera de no enfrentarse a lo que pasa con el cuerpo y la mente, y evita preguntas esenciales, del tipo ¿para qué es la vida?

“Viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, y eso hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante”, describe.

Y reflexiona: “Nadie en su lecho de muerte piensa: ‘Ojalá que hubiera pasado más tiempo en la oficina o viendo la tele’, y, sin embargo, son las cosas que más tiempo consumen en la vida de la gente.”

Honoré se declara partidario del movimiento “slow” (lento), que aunque no está estructurado ni controlado por una organización como tal, su filosofía inspira a muchos grupos en todo el mundo que discuten que la velocidad, un valor superlativo en la producción, haga felices a los hombres.

Y se preguntan: ¿realmente es necesario vivir tan acelerados? ¿Disfrutamos así de la vida y del entorno? ¿Por qué no dejar que la vida, y no el dinero y la producción, marque su propio ritmo?

Esta filosofía actualiza los conceptos básicos de la tradición espiritual que resalta la importancia del “ser” sobre el “tener”, y en este sentido propone reducir la marcha, porque cree que la vida apresurada desconecta al hombre de sí mismo y del mundo.

“Lo que denuncio –dijo Honoré en una reciente entrevista– no es la rapidez en sí misma, sino que vivimos siempre en el carril rápido y hemos creado una cultura de la prisa donde buscamos hacer cada vez más cosas en cada vez menos tiempo”.

Según dice, “hemos generado una especie de dictadura social que no deja espacio para la pausa, para el silencio, para todas esas cosas que parecen poco productivas. Un mundo tan impaciente y tan frenético que hasta a la lentitud la queremos en el acto”.

En el libro de su autoría, Honoré aclara que la evolución opera sobre el principio de la supervivencia del más apto, no del más rápido. “No olvidemos quién ganó la carrera entre la tortuga y la liebre”, razonó.

La filosofía Slow, en suma, advierte que estamos esclavizados por la velocidad y todos hemos sucumbido al mismo virus insidioso: vivir rápido, una actitud que acaba por deshumanizarnos.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 24/08/2015 en Uncategorized

 

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Un mundo menos amable para el país

Tras doce años creciendo sin precedentes, los precios de los commodities (materias primas) se hunden. El boom se ha terminado y países como Argentina enfrentan un contexto externo más adverso.

¿Y cómo surgió el boom?  De la combinación de al menos dos factores históricos inéditos: la revolución industrial en China, por un lado, y la suba de la cotización del dólar por otro.

La expansión económica de los países emergentes, como es el caso de los latinoamericanos, ha estado hasta acá estrechamente ligada al apetito sin precedentes del país asiático, devenido en la nueva factoría del capitalismo mundial.

En efecto, el extraordinario crecimiento económico de China, cuyo PIB ha aumentado a una media del 10% anual desde 1979, fue gracias al alza de una industria básica alimentada por los commodities.

Sin el tirón de la locomotora china, no se explica el megaciclo de las materias primas (alimentos y minería) de la última década, que ha beneficiado a los países de América Latina, como Argentina, Brasil, Chile, México, Colombia, y demás.

Así el principal producto argentino de exportación, la soja, llegó a tener un precio extravagante de 650 dólares la tonelada en la Bolsa de Chicago. En estos tiempos, el valor del poroto deambula entre los 335 y los 355 dólares/Ton.

El problema es que China cambió el paso, ya no demanda tantas materias primas. La “nueva normalidad”, en palabras del presidente chino Xi Jinping, implica un crecimiento “más moderado” y está “basado no en las materias primas y la inversión sino en la innovación”.

Sin embargo, los expertos consideran que la caída de los precios de las materias primas es un ajuste, no una debacle. Los valores de los productos agrícolas, por ejemplo, siguen históricamente por encima de los del inicio del ciclo expansivo o boom.

El otro problema se enfoca en el dólar. Debido a que la economía estadounidense luce mejor se descuenta que para fin de año la Reserva Federal subirá la tasa de interés, iniciando un ciclo con el dólar más caro.

En estos años los mercados emergentes disfrutaron de una afluencia de capitales por esta política de dinero barato a nivel mundial, lo que financió proyectos de inversión  y permitió a los consumidores tomar crédito a tasas bajas.

Al retomar el dólar su ciclo alcista a nivel mundial –proceso que ya está en curso- dejan de ser atractivas otras divisas o bienes que se cotizan en el mercado mundial, como las materias primas.

La menor demanda asiática y la mayor cotización del dólar (que implica huida de capitales hacia Estados Unidos) ya está dando grandes dolores de cabeza a los países de América Latina como Brasil, principal socio comercial de Argentina.

Brasil hoy está asistiendo a una crisis económica y política (corrupción) de grandes proporciones, que está afectando el nivel de consumo de sus ciudadanos. Esto está repercutiendo en las ventas argentinas (muchas de ellas manufacturas) a ese mercado.

En lo que va del año la divisa del país vecino acumula una depreciación de casi 29% frente al dólar, muy por encima del 7% que registró el peso argentino en igual lapso.

Los industriales argentinos que comercian con Brasil entraron en pánico, ya que sus exportaciones se desplomaron en el último tiempo (sobre todo autos).

La menor demanda asiática (que se traduce en caída de los precios de los bienes agrícolas que exporta), el ciclo alcista del dólar a nivel mundial y la crisis brasileña, perfilan un mundo menos amable para Argentina.

 

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Publicado por en 24/08/2015 en Uncategorized

 

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La experiencia de los ecomercados

En algunos lugares del país y en el exterior se desarrollan mercados ecológicos de pequeña escala, que pretenden ganar protagonismo en el consumo urbano.

La imagen de agricultores y otros pequeños productores que venden en ferias urbanas su producto fresco, artesanal, limpio de químicos, de conservantes nocivos para la salud, se reproduce en muchos lados.

De esta manera, en mercados alternativos, se articulan huertos ecológicos de las afueras, con consumidores de las ciudades, que quieren saber lo que comen y apuestan por una alimentación saludable.

Acercar productos ecológicos a la población en forma de ecomercado es una práctica en ascenso desde hace varios años en Europa, donde mucha gente opta por el consumo de alimentos “bio”.

En Argentina hay distintos grupos de personas enrolados en estos mercados alternativos donde confluyen pequeños productores y compradores deseosos de frutas y verduras recién cosechadas y otros productos orgánicos. La iniciativa de Sabe la Tierra, por ejemplo, agrupa a productores bonaerenses que venden directamente al público lo que generan en sus huertas y cocinas.

Sabe la Tierra es una asociación civil sin fines de lucro que difunde el paradigma de la “sustentabilidad”. El propósito es el desarrollo de un modelo alternativo para el encuentro entre quienes se interesan por mejorar su calidad alimentaria y quienes ofrecen productos naturales.

En la página web de la entidad (www.sabelatierra.com) se habla del desarrollo de Mercados de Productores (natural+orgánico+sustentable). Se trata de espacios de intercambio directo, en los que se articula la producción orgánica, natural y agroecológica con el comercio justo y el consumo consciente.

Los mercados están conformados por productores y elaboradores orgánicos, agro ecológicos y naturales; diseñadores sustentables, artistas que reciclan y reutilizan, cooperativas de trabajo y proyectos sociales; espacios de entretenimiento educativo para los chicos, talleres y actividades.

Hay frutas, verduras, pollos pastoriles, productos de granja, cereales, nueces orgánicas, pulpas, dulces y jugos de frutas orgánicos, hortalizas, hongos, tartas, panificados integrales, pastelería natural, milanesas de mijo, tofu, quesos orgánicos, semillas, plantines, plantas, flores, lombricompuesto, textiles, lanas artesanales, objetos de bazar y de diseño sustentable.

En Argentina, y en el resto del mundo, se ve a los precios como el principal freno de este mercado. Los productos ecológicos tienen un valor más elevado que los productos convencionales, circunstancia que provoca que se identifique su consumo con un comprador de alto poder adquisitivo.

Sin embargo, en la decisión de cambiar los hábitos alimenticios e iniciarse en la alimentación ecológica tiene un mayor peso el convencimiento de consumir un producto saludable y respetuoso con el medio ambiente.

La producción industrial de alimentos ha logrado abaratar los productos, pero a costa de rebajarles propiedades naturales o introduciéndoles sustancias que a la larga resultan dañinas.

Frente a este hecho, el consumidor ha tomado conciencia de que no todo lo que hay en el mercado de la alimentación es bueno. Comprende que cuanto ingiere tiene que ver estrechamente con su salud.

Por eso crece una clientela que apetece productos orgánicos y está dispuesta a pagar más dinero por ellos. Circunstancia que está haciendo posible el desarrollo de los ecomercados de pequeña escala.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 23/08/2015 en Uncategorized

 

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Al menos garantizar elecciones limpias

El divorcio entre las propuestas electorales y la realidad debilita la democracia argentina. Pero el sistema también pierde credibilidad si no puede garantizar que la voluntad popular se exprese en forma transparente.

La cuestión sobre la calidad democrática del sistema político argentino involucra varias aristas. El politólogo Guillermo O‘Donnell habla de “democracia de baja intensidad”.

Alude a que la falta de conciencia cívica de la mayoría de los argentinos, que según él reducen su compromiso político a concurrir cada dos años a votar, mientras se desentienden de la cosa pública.

Hay quienes piensan que la grieta que se abrió entre la ciudadanía y la dirigencia en 2001 –cuando predominó el “que se vayan todos”- aún no se pudo cerrar.

Esta desconfianza e incredulidad hacia el sistema estaría latente. Y explicaría, por ejemplo, la crisis de los partidos, que suelen ser vistos como aparatos que sirven a una oligarquía política.

A esto se le suma el hecho de que también están bajo sospechas las reglas procedimentales de la propia democracia, como es el caso del sistema de elecciones.

Se trata en apariencia de aspectos “formales” que sin embargo hacen al contenido del sistema, desde el punto de vita de su credibilidad pública. La compulsión de la clase política a la reelección, por ejemplo, muestra poco aprecio por la alternancia, corazón del sistema republicano.

También es disonante con las declaraciones de los políticos cuando, para dar la idea de que no están aferrados al cargo, aseguran que “nadie es imprescindible”.

Pero hay una duda que carcome de raíz la legitimidad de la democracia: la percepción de que las elecciones no son todo lo limpias que deberían. El fantasma de fraude electoral sobrevuela cada vez que la población va a votar.

En las redes sociales abundaron denuncias respecto de que en la jornada de las PASO, el pasado domingo 9 de agosto, se cometieron distintos sabotajes contra la voluntad popular en diferentes puntos del país.

Una de las “picardías” denunciadas fue el robo de boletas. La táctica de que votantes sustraigan o escondan boletas del partido adversario en el cuarto oscuro, es una irregularidad antiquísima y efectiva.

Por esta razón, y para evitar otro tipo de maniobras fraudulentas, la ONG Red Ser Fiscal pidió la reforma del sistema tradicional por la “boleta única de papel”, ya implementada en Santa Fe, Córdoba, cárceles y consulados, y en democracias avanzadas como Holanda, Finlandia y Reino Unido, entre otras.

Este sistema consiste en una boleta de papel, entregada en mano por el presidente de mesa al votante, con una grilla mostrando los distintos candidatos, y un espacio al lado de cada uno para que el elector ponga una marca (con birome o lápiz) en el elegido en cada categoría.

Luego, el votante pliega esa boleta y la coloca en el sobre para depositarla en la urna. Según Claudio Bargach, coordinador nacional de la Red Ser Fiscal, este sistema garantiza “transparencia electoral” y es más económico, y por eso pidió a los candidatos que actúen para que se implemente en las elecciones generales del 25 de octubre próximo.

Por otro lado, están quienes proponen adoptar la “boleta electrónica”, alegando que votar a través de la computadora actualiza el sistema electoral, dándole agilidad y transparencia.

Sin embargo, los especialistas en informática aseguran que es vulnerable y puede ser hackeado o manipulado (por civiles o el gobierno). Y la huella digital que deja el votante, hace que se pueda perder el secreto del voto.

 

© El Día de Gualeguaychú

 

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>> Estimado lector, si la propuesta de la ONG Ser Fiscal le interesa, en los links que están a continuación encontrará material de lectura adicional. <<

— Red Ser Fiscal

‪#‎BoletaUnicaPapelYA nuestra propuesta es realista y llegamos a implementarla para las elecciones de Octubre.

Desde la red Ser Fiscal – Argentina pedimos la reforma del sistema tradicional, aunque NO por la boleta electrónica, si no por la BOLETA UNICA DE PAPEL, ya implementada en Santa Fe, Córdoba, cárceles y consulados. «El sistema no da para más», dijo Claudio Bargach, coordinador nacional de la organización.

Queremos que se respete la libertad de elección de todos. Solo falta que haya voluntad política. ‪#‎BoletaUnicaPapelYA

Red Ser Fiscal

Red Ser Fiscal en Facebook

 

— Dos notas periodísticas de especialistas sobre los riesgos del VOTO ELECTRÓNICO.

«Por qué es peligroso cualquier sistema de voto electrónico», por Javier Smaldone.

«Algunas reflexiones sobre el voto electrónico», por Ariel Torres.

 

 
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Publicado por en 14/08/2015 en Uncategorized

 

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A qué le teme la sociedad global

El miedo es una emoción ancestral y básica del ser humano, quien fácilmente puede quedar paralizado de terror ante situaciones de peligro extremo. ¿A qué le temen las personas alrededor del mundo?

Según el diccionario de la Real Academia Española, miedo (que procede del latín “metus”) es “la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”.

Los antropólogos lo consideran un esquema adaptativo, mecanismo de supervivencia y de defensa, que permite que el hombre responda ante situaciones adversas.

Eso quiere decir que el miedo es natural y en gran medida necesario, toda vez que preserva la vida, al permitir evitar dolores o la muerte misma. Esta aversión natural al riesgo y a la amenaza, ha hecho posible la supervivencia de la especie.

La civilización tal cual la conocemos también le debe mucho al miedo. Las tendencias urbanas contemporáneas, en efecto, nacieron del deseo de protegerse de los peligros.

Uno de los incentivos para la construcción de ciudades, desde la antigüedad hasta hoy, ha sido le búsqueda de la seguridad. No es casual, por otro lado, que el psicólogo Abraham Maslow, en su célebre pirámide de las necesidades, haya conceptuado a las de seguridad y protección entre las básicas de la persona (después de las fisiológicas).

La inseguridad genera temor por lo que no es de extrañar que este tópico adquiera relieve público ante el avance del delito y la criminalidad en sociedades como la argentina.

Aunque se cree que el miedo, como un sentimiento colectivo e individual, está presente siempre en el hombre “ante lo desconocido”, como la muerte,  a la vez se acepta que varía con las épocas y los contextos históricos.

El hombre primitivo, por ejemplo, le temía a las bestias salvajes, los romanos del Imperio a las invasiones bárbaras, el hombre del Medioevo a las pestes, en tanto que durante el siglo XX la sociedad occidental fue dominada por el temor a una guerra mundial.

Según un estudio elaborado por el Pew Research Center, los principales temores globales en la actualidad son el cambio climático, la inestabilidad económica y el terrorismo yihadista.

La organización llevó a cabo la investigación en 40 países entre marzo y mayo de 2015. A una muestra representativa de personas se le pidió que identificara los mayores problemas de nuestro tiempo en función de los riegos que percibía.

A nivel mundial, el cambio climático se ve como la mayor amenaza a la que se enfrenta la humanidad, aunque este sentimiento predomina en algunas sociedades más que en otras.

Las poblaciones que viven sobre todo en Latinoamérica, parte de Europa central, China e India, expresan temor por lo que pueda pasar con la ecología. Quienes viven en Estados Unidos, Europa y parte de Asia, ponen en tanto al Estado Islámico como mayor amenaza.

Hay miedos específicos focalizados en algunas geografías. En Rusia, por caso, predominan los temores a una crisis económica, en tanto que el programa nuclear de Irán suscita temor entre los israelíes.

Desde el ámbito de las ciencias políticas y la filosofía el miedo se ha identificado como una de las características de la sociedad postmoderna. Y esto a partir del hecho de que por primera vez la especie humana se enfrenta a la posibilidad de su propia destrucción y extinción.

Además, hay toda una literatura que llama la atención sobre el hecho de que el miedo se aprende, puede ser inducido, y en este sentido puede ser un arma de dominación política y control social.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 14/08/2015 en Uncategorized

 

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La democracia y el órgano más sensible

En la democracia de masas el bienestar material es el mayor objetivo. Un líder popular como Juan Perón formalizó el pensamiento al afirmar que “el órgano más sensible sigue siendo el bolsillo”.

Esta metáfora fisiológica para describir que el interés económico domina la conducta de las personas se hizo célebre y de hecho trascendió las fronteras del país.

No hace mucho el entonces presidente uruguayo José Pepe Mujica la utilizó para criticar la impostura de los izquierdistas cuyo discurso no se condice con su amor al dinero (que supuestamente cultiva la “derecha”).

Mujica, un político caracterizado por llevar una vida austera, señaló: “Hay que reconocer que en el mundo progresista existe gente cuyo órgano más sensible sigue siendo el bolsillo”.

Para el uruguayo tiene que haber coherencia entre el relato y la vida. “Hay que vivir, por ser progresistas, acorde y en la forma en que pensamos”, reflexionó.

Según Mujica suena disonante predicar una ideología que no se practica, al afirmar: “No compartimos el criterio de quedarse conforme con plataformas radicales llenas de solidaridad declamatoria, pero que no pasa nada por el bolsillo de quienes proclaman ese radicalismo”.

Ahora bien, ¿qué impacto electoral tiene la percepción del órgano más sensible? Existe la teoría política que postula que a la hora de decidir su voto, los argentinos consultan primero a su bolsillo.

Hay estudios empíricos que descubren una estrecha relación entre la marcha de la economía y el comportamiento electoral, a lo largo de los treinta años de democracia.

Los argentinos han sido proclives a premiar a los gobernantes cuyas gestiones mejoraron sus condiciones materiales de vida, al tiempo que castigaron a aquellos que las empeoraron.

Nunca las denuncias de corrupción política, los problemas institucionales o las consideraciones de otro tipo, cambiaron el amperímetro electoral del grueso de la población.

En los ‘90 la prensa crítica en Argentina decía que el presidente Carlos Menem ganaba las elecciones a pesar de los actos de corrupción de su gobierno, porque la gente votaba “con el bolsillo”.

La tesis se condensó en la expresión “voto cuota”, en alusión a que eran muchos los ciudadanos-consumidores que se habían endeudado en dólares para la compra financiada de bienes.

El politólogo Rosendo Fraga sostiene que existe una íntima correlación entre las variables económicas y la intención de voto. “El crecimiento y la baja del desempleo –opina– suelen ser las características básicas de lo que es definido como una buena economía en términos electorales. La regla es simple: con crecimiento y baja del desempleo se gana, y con recesión y destrucción de empleo, se pierde”.

Para reforzar su argumento, Fraga ejemplifica: “Alfonsín ganó la elección con esta ecuación económica a favor. En cambio en 1987 y 1989 las perdió, con una economía frenada primero y luego en recesión, y el empleo cayendo, a lo que se agregó entonces la inflación en aumento”.

Y añade: “Ya en la década del ‘90, Menem ganó y volvió a hacerlo en las elecciones de 1991, 1993 y 1994 -en este caso de constituyentes,- con la economía a favor”.

Por otro lado, en las dos últimas elecciones presidenciales en las que el kirchnerismo obtuvo grandes resultados el Índice de Confianza del Consumidor alcanzó sus máximos niveles.

Razón por la cual muchos analistas políticos, en lugar de observar las encuestas, miran con atención la evolución de ese índice que mide al órgano más sensible.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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