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El malestar con el propio físico en la época digital

La cantidad de cirugías estéticas se ha multiplicado en el último tiempo en Argentina por efecto de la digitalización y esto pese a la crisis económica.

Por ejemplo, el número de cirugías plásticas y reparadoras se multiplicó por tres entre noviembre de 2019 y noviembre de 2021, según estimaciones de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (Sacper).

Durante la pandemia, al verse las caras en las conexiones virtuales, muchas personas detectaron imperfecciones que no se veían normalmente: arrugas, falta de pelo, bolsas debajo de los ojos, etc.

“La gente al estar tanto tiempo conectada virtualmente hizo que se mirara más de lo que se miraba antes y tome conciencia de cosas que no le gustaban y que quería corregir”, explicó el cirujano Edgardo Bisquert, miembro de la Sacper.

Los pacientes argentinos, de todas las edades y casi por igual entre hombres y mujeres, solicitan cirugías en la nariz, en pómulos, en párpados y papada, así como rellenos faciales con ácido hialurónico y toxina botulínica e implantes capilares, mientras que para el cuerpo piden aumento mamario y lipoescultura.

La crisis económica que atraviesa Argentina no desalienta las inversiones en estética, al contrario, porque la alta inflación empuja a gastar los ahorros antes de que pierdan más valor.

“Como estaba prohibido viajar, cuando se liberaron las cirugías, en vez de viajar, prefirieron operarse”, cuenta Bisquert.

A todo esto, a los cirujanos en Argentina les preocupa el impacto de las redes sociales y los filtros de Instagram para las fotos.

Los pacientes “han venido a la consulta con la foto de ellos con filtros aplicados”, para que “un cirujano plástico imite lo que el filtro lograba”, describió Paul Nani, otro miembro de Sacper.

Según contó, los pacientes van a la consulta con fotos capturadas usando el filtro de Instagram en el 90% de los casos, una función con la que pueden agrandar los ojos y lograr el efecto “foxy eyes”, modelar la nariz, aumentar los pómulos, rellenar labios, eliminar arrugas.

Nani sumó el efecto de los influencers “que se muestran de una forma casi caricaturesca”, sin embargo es “muy común” que los pacientes vayan al consultorio diciendo “quiero tener la nariz de tal influencer”.

El uso de los filtros es una práctica de todas las edades, desde los 16 a los 70 años porque, para los cirujanos, con el crecimiento de Instagram, esa red social se ha convertido en un lugar de encuentro y de exposición para las personas.

El tiempo de consulta se estira para “hacer entender a la gente que al ser la piel un tejido biológico, no reacciona como un algoritmo en la computadora”, razonó Nani.

Por lo visto la generación actual, obsesionada por su imagen personal, narcisista en el fondo, no tolera las imperfecciones físicas. La preocupación fuera de lo normal por algún defecto, ya sea real o imaginado, percibido en las características físicas propias (autoimagen) se vincula con el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC).

Según los expertos, esta afección mental empieza a manifestarse en la adolescencia y es algo que si no se trata a tiempo puede desencadenar depresión grave e incluso pensamientos y conductas suicidas.

Según los especialistas, éste es uno de los trastornos con mayor índice de intentos de suicidio de la psicopatología.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 01/04/2022 en Uncategorized

 

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El rostro como reflejo de la identidad personal

La risa y el llanto, la admiración, la extrañeza, la tristeza y el pesar, el escepticismo, la alegría, se expresan en el rostro incluso sin una palabra articulada por la boca. La riqueza del lenguaje facial se conecta, así, con la identidad de las personas.

Como reconoce el filósofo Emmanuel Levinas: “El rostro es la identidad misma de un ser humano. Allí se manifiesta en persona, sin conceptos. La presencia sensible de ese casto trozo de piel con la frente, la nariz, los ojos, la boca, no es un signo que permita remontarse a la realidad significada ni una máscara que esconda la realidad. La presencia sensible se desensibiliza para dejar que aparezca directamente aquel que se refiere a sí mismo, a aquel que es idéntico a sí mismo”.

Abraham Joshua Heschel, uno de los principales teólogos judíos del siglo XX, ha resaltado la unicidad del rostro humano en estos términos: “El ser humano no tiene solamente un cuerpo, sino también un rostro. Un rostro es un mensaje, muchas veces sin que lo sepa la persona”.

Y añade: “¿No es quizá el rostro humano una mezcla viviente de misterio y significado? Todos lo vemos y nadie logra describirlo. ¿No es quizá un milagro extraordinario el que entre tantos centenares de millones de rostros no haya dos iguales? ¿Y que ningún rostro permanezca perfectamente igual durante más de un minuto?”.

En suma, se ha creído siempre que la cara y la expresión facial definen nuestra especificidad e individualidad.

El refrán “la cara, reflejo del alma” sugiere la posibilidad de inferir los rasgos de la personalidad de alguien a través de sus signos faciales. Así, las personas hablan de una cara “honesta” o de facciones “agradables”, “delicadas” o “engañosas”.

En la China anterior a Confucio, hace unos 2.500 años, la lectura del rostro era una profesión. En la misma época, Pitágoras inició en la Grecia clásica el estudio de la fisiognomía y se cree que elegía a sus discípulos basándose en sus rasgos faciales.

Por otra parte, el filósofo Aristóteles (350 a.C.) se atrevió a inferir nociones morales a partir del perfil de una cara.

“Los hombres de frente pequeña –escribió– son inconstantes, pero si su frente es redondeada o protuyente, entonces tienen un carácter vivo. Las cejas rectas indican suavidad y buena disposición, mientras que las cejas curvadas hacia las sienes indican humor y disimulo. La mirada fija indica descaro y el parpadeo, indecisión. Las orejas grandes y prominentes sugieren tendencia a la conversación irrelevante o cháchara”.

En tanto, el inglés William Shakespeare, en Macbeth (1606), consignó: “Tu cara, mi reina, es como un libro en el que los hombres pueden leer cuestiones extrañas”.

Los expertos en comunicación no verbal recuerdan que la mayoría de las veces escogemos un tipo de rostro según la circunstancia social. No es igual la cara que “ponemos” cuando estamos solos en casa que cuando estamos con nuestra pareja, en el trabajo, o en un bar.

“El rostro es un curriculum vitae”, asevera Rose Rosetree, autora del libro “Leer el rostro”. En tanto que Teresa Baró, experta en comunicación no verbal, señala que a partir de los 40 años tenemos el rostro que nos merecemos.

“Los expertos en morfopsicología afirman que sobre la base de la herencia genética, hemos ido moldeando una fisonomía, reflejo de nuestra forma de ser, de las actitudes que predominan en nuestra vida y de los sentimientos frecuentes”, explica.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 18/12/2021 en Uncategorized

 

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El rostro como fuente de información personal

Se ha creído siempre que la cara y la expresión facial definen nuestra especificidad e individualidad. Actualmente los modernos sistemas de seguridad han instalado la práctica del “reconocimiento facial”.

El refrán “la cara, reflejo del alma” sugiere la posibilidad de inferir los rasgos de la personalidad de alguien a través de sus signos faciales. Así, las personas hablan de una cara “honesta” o de facciones “agradables”, “delicadas” o “engañosas”.

Los delincuentes saben desde hace mucho tiempo que pueden pasar desapercibidos alterando sus facciones, ya sea utilizando una peluca, una barba o unos lentes.

En la China anterior a Confucio, hace unos 2.500 años, la lectura del rostro era una profesión. En la misma época, Pitágoras inició en la Grecia clásica el estudió de la fisiognomía y se cree que elegía a sus discípulos basándose en sus rasgos faciales.

Por otra parte, el filósofo Aristóteles (350 a.C.)  se atrevió a inferir nociones morales a partir del perfil de una cara.

“Los hombres de frente pequeña –escribió– son inconstantes, pero si su frente es redondeada o protruyente, entonces tienen un carácter vivo. Las cejas rectas indican suavidad y buena disposición, mientras que las cejas curvadas hacia las sienes indican humor y disimulo. La mirada fija indica descaro y el parpadeo, indecisión. Las orejas grandes y prominentes sugieren tendencia a la conversación irrelevante o cháchara”.

Por su parte el inglés William Shakespeare, en  Macbeth (1606), consignó: “Tu cara, mi reina, es como un libro en el que los hombres pueden leer cuestiones extrañas”.

Los expertos en comunicación no verbal recuerdan que la mayoría de las veces escogemos un tipo de rostro según la circunstancia social. No es igual la cara que “ponemos” cuando estamos solos en casa que cuando estamos con nuestra pareja, en el trabajo, o en un bar.

Por ejemplo, todo el mundo intenta no reírse en un velatorio o cuando un amigo cuenta una experiencia dolorosa. Se diría, por tanto, que escondemos y mostramos sentimientos de acuerdo a la circunstancia.

El afán innato de adaptación nos lleva a educar nuestra expresividad, moldear nuestro rostro social. El semblante muestra el grado de diplomacia de cada quien. Poner la cara adecuada facilita la buena convivencia, pero no siempre conviene maquillar los sentimientos.

“El rostro es un curriculum vitae”, asevera Rose Rosetree, autora del libro “Leer el rostro”. En tanto que Teresa Baró, experta en comunicación no verbal, da a entender que a partir de los 40 años tenemos el rostro que nos merecemos.

“Los expertos en morfopsicología afirman que sobre la base de la herencia genética, hemos ido moldeando una fisonomía, reflejo de nuestra forma de ser, de las actitudes que predominan en nuestra vida y de los sentimientos frecuentes”, explica.

El punto es que al mirar un rostro recabamos mucha información: el estado de ánimo de esa persona, su actitud, sus intenciones y sus emociones. Según el catedrático de Psiquiatría Enrique Rojas, la personalidad asoma en la cara: “En el rostro reside la esencia de la persona”.

En los últimos años el “reconocimiento facial”  se ha convertido en un área de investigación activa que abarca diversas disciplinas. Involucra tanto a investigadores del área de informática como a neurocientíficos y psicólogos. Se utiliza principalmente en sistemas de seguridad, aunque este uso es criticado porque vulneraría derechos personalísimos.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 01/10/2019 en Uncategorized

 

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