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«Coronainsomnio»: dormir mal a causa de la peste

Desde que se declaró la pandemia de coronavirus descansar bien por la noche se ha vuelto muy difícil. La cantidad de personas que experimentan insomnio va en aumento, fenómeno asociado al estrés de la vida cotidiana.

Con la pandemia en su segundo año, meses de distanciamiento social han sacudido nuestras rutinas diarias, han borrado los límites de la vida laboral y han traído una incertidumbre constante a nuestras vidas, con consecuencias desastrosas para el sueño.

La pandemia del insomnio que surgió por el coronavirus está impactando en Argentina, según  los especialistas. “Lo que se está viviendo con respecto al sueño es caótico”, alerta Mirta Averbuch, especialista en Medicina del Sueño.

En tanto que el biólogo e investigador del Conicet Diego Golombek refiere: “Dormimos más pero ese sueño no parece muy reparador porque la gente está estresada, muy ansiosa, entonces la calidad del sueño no es muy buena y nos dormimos más tarde, algo que no está recomendado”.

En el marco de un estudio referido a hábitos saludables, la Universidad Siglo 21 publicó un relevamiento sobre cómo duermen los argentinos y cerca del 65% de las personas encuestadas aseguró tener dificultades medias o elevadas para conciliar el sueño.

La deficiencia más frecuente está asociada con la sensación de necesitar más descanso (60%), seguida por las interrupciones en la continuidad del sueño durante la noche (50%).

Para muchas personas, dormir bien era la norma antes de la pandemia. Después, el estrés, la ansiedad y las interrupciones empeoraron nuestro sueño nocturno, dando lugar a términos como “coronainsomnio” para describir el aumento de las alteraciones del sueño en este contexto.

Los especialistas de todo el mundo coinciden en que tras más de un año de pandemia, el sueño de la mayoría de las personas no ha hecho más que empeorar.

Según el último relevamiento de la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño, aproximadamente el 60% de las personas dijo que tenía problemas de insomnio relacionados con la pandemia, y casi el 50% informó que la calidad de su sueño había disminuido.

No dormir lo suficiente o hacerlo mal debilita el sistema inmunitario, reduce la memoria y la capacidad de atención, y aumenta la probabilidad de padecer afecciones crónicas como la depresión, la diabetes de tipo 2 y las enfermedades cardíacas.

Los estudios sugieren que cuanto menos se duerme, menos se vive. Y para las personas mayores de 50 años, dormir menos de 6 horas por noche puede aumentar el riesgo de demencia.

“En el último año hemos tenido la tormenta perfecta de todas las cosas malas posibles para el sueño”, afirma Sabra Abbott, profesora adjunta de Neurología en Medicina del Sueño de la Facultad de Medicina Feinberg (Chicago).

Muchos estudios han demostrado que la insuficiencia del sueño afecta el trabajo al aumentar las probabilidades de cometer errores, arruinar la concentración, y afectar el estado de ánimo.

La extensión en el tiempo de la pandemia agrava el cuadro: al principio la gente tendía a sentirse motivada para superar el estrés de la crisis sanitaria, pero la continuidad de ésta, vuelve a las personas menos capaces de afrontarla, lo que genera problemas de salud mental, siendo el insomnio uno de ellos.

Los expertos sostienen que es importante buscar ayuda cuando persisten los problemas para dormir.

 © El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 18/06/2021 en Uncategorized

 

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Los signos de advertencia del mal de Alzheimer

Quinta causa principal de muerte en el país, el Alzheimer afectando a más de 300.000 argentinos. En todo el mundo, al menos 44 millones de personas viven con demencia, lo que convierte a la enfermedad en una crisis de salud global que debe abordarse. 

Enfermedad progresiva, que implica una pérdida de funciones cerebrales, es una de las causas más frecuentes de demencia y afecta principalmente a personas mayores de 65 años.

No hay cura para este mal, pero los medicamentos y las estrategias de control pueden mejorar los síntomas temporalmente. Los síntomas principales son la pérdida de la memoria y la confusión.

Al respecto los especialistas recomiendan estar alertas a algunos signos de advertencia que anticipan el mal. Y esto sobre todo porque el diagnóstico temprano brinda la posibilidad de buscar tratamiento y hacer planes para el futuro.

Algunas personas notan cambios en ellas mismas antes de que alguien más los perciba. En otros casos, los amigos y la familia son los primeros en ver estos síntomas en la memoria, el comportamiento o las habilidades.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y la Asociación de Alzheimer, han sistematizados y publicitados 10 signos característicos, con el objeto de que las personas que tengan uno o más de ellos acuda al médico para averiguar la causa.

1. Pérdida de la memoria que afecta la vida diaria: olvidarse de eventos, repetir lo que se dice o depender de más apoyos que lo ayuden a recordar (como notas adhesivas o recordatorios).

2. Dificultad para planificar o para resolver problemas: tener dificultad para pagar las facturas o cocinar recetas que ha usado por años.

3. Dificultad para completar tareas que le sean familiares en la casa, el trabajo o durante el tiempo libre: tener dificultades para cocinar, conducir, usar el teléfono celular o hacer las compras.

4. Confusión con las horas, fechas o lugares: tener dificultad para comprender un evento que sucederá más tarde o perder la noción de las fechas.

5. Problema para entender imágenes visuales y relaciones espaciales: tener más dificultad con el equilibrio o al juzgar distancias, tropezarse con cosas en la casa, o derramar o dejar caer cosas con mayor frecuencia.

6. Nuevos problemas con palabras al hablar o escribir: tener dificultad para seguir o participar en una conversación, o para encontrar una palabra que está buscando (decir “esa cosa en tu muñeca que dice la hora”, en lugar de “reloj”).

7. Colocar cosas en el lugar equivocado y perder la habilidad de volver sobre los pasos: colocar las llaves del auto en la máquina de lavar o de secar, o no ser capaz de volver sobre los pasos para encontrar algo.

8. Disminución o falta de criterio: ser víctima de una estafa, no manejar bien el dinero, prestar menos atención a la higiene o tener dificultad para cuidar a una mascota.

9. Abandonar las actividades laborales o sociales: no querer ir a la iglesia o a otras actividades que usualmente realiza, no ser capaz de seguir los partidos de fútbol o estar al tanto de lo que está pasando.

10. Cambios en el estado de ánimo y la personalidad: enojarse fácilmente en situaciones comunes, o sentir miedo o sospechas.

Cabe consignar que el Alzheimer, que afecta mayormente a las personas mayores, comienza lentamente. Primero afecta las partes del cerebro que controlan el pensamiento, la memoria y el lenguaje.

Es muy común que las personas con este mal pueden tengan dificultades para recordar cosas que ocurrieron en forma reciente o los nombres de personas que conoce.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 14/01/2021 en Uncategorized

 

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Mal de Alzheimer: la otra epidemia del siglo

El 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, una  enfermedad degenerativa cerebral incurable, que prevalentemente afecta a las personas de mayor edad.

Las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hablan de una verdadera epidemia de Alzheimer. En los últimos años se ha producido una explosión mundial de la enfermedad y al respecto se estima que para el año 2050 habrá 131 millones de personas afectadas.

Por el momento no hay una cura para el Alzheimer, pero si se pueden realizar rutinas y actividades para retrasar el deterioro que causa la enfermedad.

La fecha conmemorativa tiene el propósito de concienciar sobre las necesidades reales de los enfermos, a los que se apoya brindándoles terapias de estimulación para la memoria y ejercicios mentales.

El deterioro que provoca la patología en los enfermos termina afectando a los cuidadores y a los familiares directos. Se sabe del tremendo costo humano que significa atender a estos pacientes, cuyas  exigentes demandas absorben la vida de sus acompañantes, al punto de desarrollar en ellos una gravosa patología. Por eso se busca ofrecer apoyo público a estos últimos.

Hay que pensar que el Alzheimer termina al cabo desestructurando la personalidad del enfermo. Cuando el mal ha avanzado, termina consumiendo y destruyendo su aparato psíquico, hasta hacer que se pierda totalmente.

Convivir con este proceso de deterioro, ser testigo directo de la decadencia del ser querido, demuele a su vez las defensas morales, psíquicas y físicas del cuidador, que así termina absorbiendo todo el dolor de la situación.

En principio no todos los pacientes tienen los mismos síntomas. No todos tienen la misma progresión de síntomas ni la misma gravedad. En su mayoría el cuadro inicial se suele presentar con el déficit de la memoria de corto plazo.

Es decir, la persona comienza a no poder recordar los hechos recientes: qué comió anoche, apellidos, los acontecimientos más próximos de las 24 o 48 horas, etc. Sin embargo, conserva en perfecto estado su memoria remota. Esto hace que los primeros síntomas, que suelen ser muy leves, pasen desapercibidos.

Al respecto, la literatura médica refiere que el mal comienza  generalmente 15 años antes de que se manifiesten los síntomas. Es decir que no es un proceso que se presenta de la noche a la mañana.

Las primeras lesiones comienzan en la región del cerebro llamada hipocampo, que se encarga, entre otras cosas, del aprendizaje y la formación de nuevas memorias. De ahí se extienden a otras partes del cerebro, cuando ya aparece el deterioro cognitivo, que finalmente desemboca en demencia.

En cuanto al tratamiento, suele ser dual. Por un lado, se aplica un tratamiento farmacológico. Por otro, se acude a la rehabilitación neuro-cognitiva, que es el ejercicio permanente de la memoria.

Aloysius Alois Alzheimer​ fue el psiquiatra y neurólogo alemán que identificó por primera vez los síntomas de lo que luego se conocería como enfermedad de Alzheimer.

Los observó en una paciente que vio en 1901, y publicó los descubrimientos que hizo al examinar post mortem su cerebro, en 1906.

Otro psiquiatra alemán, Emil Kraepelin, nombra por primera vez el mal con el nombre de Alzheimer, en un libro de psiquiatría de 1910.

La expansión de enfermedades neurodegenerativa como ésta, ha revalorizado la importancia de tener un cerebro activo a lo largo de la vida, como medida preventiva.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 29/09/2020 en Uncategorized

 

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Un plan para luchar contra las demencias

El Alzheimer y otras formas de demencia asociadas al envejecimiento representan uno de los grandes desafíos de salud pública de la actual generación.

En este contexto nació en Argentina el “Plan estratégico nacional para un cerebro saludable, enfermedad de Alzheimer y otras demencias 2016-2019”, que fue elaborado en forma conjunta por psiquiatras, neurólogos, neurocientíficos y asociaciones de pacientes.

Eso explicó públicamente Julián Bustin, jefe de Gerontopsiquiatría en Ineco y ahora director del Centro de Investigaciones en Alzheimer y otras Demencias del PAMI.

El plan nacional para prevenir las demencias será instrumentado por el Programa de Atención Médica Integral (PAMI), obra social de los jubilados y pensionados del país.

El PAMI tiene 5.000.000 de beneficiarios y para ellos fue pensado este plan que, según Bustin, coloca a la Argentina en un pequeño club de 28 países que cuentan con un programa específico para las demencias asociadas al envejecimiento.

Entre las acciones previstas en esta estrategia oficial figura la creación de centros cognitivos en todo el país donde los pacientes con déficit podrán diagnosticarse y tratarse.

Además, los médicos de cabecera contarán con un test para evaluar el estado cognitivo. A los que obtengan resultados normales, les indicarán por medio de una receta electrónica a qué centro de jubilados de su zona deberán concurrir para realizar actividades que ayuden a mantener su cerebro saludable.

Recibirán estimulación cognitiva, ejercicio físico, asesoramiento sobre nutrición y sueño, y distintos tipos de actividades sociales. En caso de que evidencien trastornos, los médicos tendrán la opción de hacer todos los estudios necesarios para arribar a un diagnóstico o de derivar a esa persona al centro cognitivo.

“Allí trabajarán un neurólogo, un psiquiatra o un geriatra especialista en problemas cognitivos, una terapista ocupacional y un neuropsicólogo”, explicó Bustin.

Con respecto a los cuidadores, la idea es trabajar con la Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer (ALMA) y con la defensoría del adulto mayor para formar personal capacitado en esas tareas.

Vivimos cada vez más años y ese factor, que a primera vista podría parecer muy alentador, compromete seriamente el futuro de las sociedades. Ocurre que ha crecido la expectativa de vida, al mismo tiempo que se han disparado las demencias asociadas al envejecimiento.

Que haya crecido tanto la expectativa de vida –a principios del siglo pasado la esperanza de vida de un argentino era de 48 años; hoy es de entre 74 y 78 años– significa también que el mundo se enfrenta a una nueva epidemia de proporciones sin precedentes

Estos trastornos neurodegenerativos prácticamente inexistentes hace algunas décadas afectan a casi 47 millones de personas en el mundo y son desgarradores para los pacientes y sus familias.

Sin cura a la vista, podría triplicarse el número de casos para 2050. Argentina no está ajena a lo que pasa en el mundo. El Alzheimer y otras formas de demencia afectan aquí a alrededor de 500.000 personas y ocurre que es uno de los países que está envejeciendo más rápidamente en la región.

Existen varios tipos de demencias, la mayoría son degenerativas y por lo tanto, irreversibles. Se trata de una pérdida de la función cerebral que afecta la memoria, el pensamiento, el lenguaje, el juicio y el comportamiento.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 07/12/2016 en Uncategorized

 

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