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Precios distorsionados o el valor ridículo de las cosas

Es el otro problema bajo la alfombra de la economía argentina: la “distorsión de precios relativos”, según la expresión de los economistas.

En países con alta inflación se suele perder referencia sobre el valor de las cosas, no se sabe qué es caro y qué barato, de suerte que a veces resultan desopilantes algunas comparaciones.

Por ejemplo, hay zapatillas de marca que cuestan hasta $130.000. Es decir, el valor de este calzado equivale al salario mínimo, vital y móvil de octubre de este año, establecido en $132.000.

A mismo tiempo casi emparda los $148.000 de ingresos que se necesitan para no ser considerado indigente.

Por otra parte, las zapatillas representan el valor del alquiler de un departamento con un dormitorio en Gualeguaychú, que oscila entre $100.000 y $150.000.

En otro orden, una heladera con freezer está en $326.000, un valor que supera los $320.000 del salario promedio de un empleo privado registrado y bastante por encima del salario inicial docente a nivel nacional, establecido en $220.000.

Con ese salario de la actividad privada ($320.000) apenas alcanza para comprar una bicicleta para adulto ($200.000) y pagar el alquiler de un departamentito.

En tanto, el trabajador de la actividad privada, aunque no le alcance para comprar una heladera con freezer, sí podrá adquirir tres celulares gama baja/media, que están entre $70.000 y $120.000.

Y no hay que perder de vista que ese salario emparda el costo de la Canasta Básica Total (sin alquiler), que marca la línea de pobreza.

Otra comparación que atormenta a la clase media argentina: ¿cuántos salarios pesificados se necesitan para comprar una casa o un auto, bienes dolarizados?

Por ejemplo, para construir una vivienda de 100 m2 se necesitan ahorrar por completo 12 años de salarios. O, 25 años si se ahorra el 50% del ingreso.

A la relación entre el precio de un bien con respecto a otro bien se le llama en la literatura económica “precio relativo”.

El gran problema de la inflación es que los precios de los distintos bienes no aumentan todos de la misma manera sino que algunos aumentan más que otros, produciéndose una distorsión de esos precios.

De hecho, los precios relativos en la Argentina están desequilibrados con respecto a los otros países de la región, fenómeno que se echa de ver con el arribo masivo de compradores desde el Uruguay.

Además de la alta inflación, esta situación es producida por una economía signada por controles y regulaciones de todo tipo. Al punto que en Argentina se distinguen varios precios: los “no regulados”, los “protegidos” y los “regulados” (entre estos últimos los mentados Precios Justos).

Es decir, para tener una “distorsión”, el gobierno tiene que estar pisando un precio o el tipo de cambio, o un sector tiene que verse impactado en su dinámica, o ser afectado por regulaciones o impuestos.

En estas pampas, una de las medidas más populares, en un escenario de alta inflación, es “pisar” precios de la economía como las tarifas del transporte y la energía o los combustibles.

Esto genera una “inflación reprimida” que tiene dos efectos dañinos. Por un lado, al retener aumentos de precios por debajo de la inflación, no se generan incentivos para desarrollar dicho sector (se cae el servicio o se genera desabastecimiento).

Por otro, este atraso de precios esenciales de la economía genera una “olla” a presión que obliga a posteriores correcciones al alza, que pulverizan el poder adquisitivo de los ingresos.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/11/2023 en Uncategorized

 

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Desabastecimiento, la otra cara de la crisis económica

Mientras estaciones de servicio de todo el país registraron falta de combustibles (entre el 24 de octubre y el 1 de noviembre), escasean insumos médicos para procedimientos cardiovasculares. El desabastecimiento es el signo de una economía colapsada.

La falta de dólares y precios totalmente distorsionados, producto del sistema de congelamiento implementado por el gobierno, están detrás de la escasez de productos esenciales para el funcionamiento de la sociedad.

El desabastecimiento de combustibles, a partir de la situación generada por el salto de los costos de producción y las dificultades para importar determinados refinados, golpea de lleno a buena parte de las estaciones de servicio de todo el país.

Si bien las petroleras activaron distintos ajustes a las naftas en la última semana, lo cierto es que las subas aún no enderezan los números de los productores y el desabastecimiento se hace sentir a lo largo y ancho de toda la Argentina.

En las últimas horas, desde CECHA, la confederación que nuclea a productores de combustibles y a estacioneros de casi todo el país, exigen la intervención del Gobierno para terminar con el escenario de faltantes en el corto plazo.

“Lo que se inició con quiebres dispersos de stock en regiones o zonas puntuales, se ha ido generalizando rápidamente con mayor intensidad a todos los productos, a lo largo y lo ancho del país, generando zozobra en nuestra actividad y complicaciones a los consumidores”, afirmó la entidad en un comunicado.

En tanto, referentes de la Cámara de Expendedores de Combustibles, señalan que las últimas subas de las naftas no alcanzaron a compensar el desfasaje que acumulan los costos. Indicaron, además, que el congelamiento de precios establecido por el oficialismo pegó de lleno en la disponibilidad de fondos para la importación de determinados refinados que necesitan las petroleras.

Sin bien el gobierno peronista acordó en las últimas horas con las empresas la importación de 10 barcos de combustible, surge la incertidumbre sobre cuándo llegarán esos barcos y cuándo, finalmente, estarán las naftas disponibles en los surtidores.

Mientras tanto, las principales sociedades científicas del país, incluyendo la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) y el Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI), lanzaron una alerta sobre la dramática escasez de insumos médicos.

En un comunicado conjunto, estas organizaciones expresaron su extrema preocupación por la falta de soluciones hasta el momento, poniendo de manifiesto que esta situación no solo afecta las intervenciones programadas, sino también las de urgencia, como las angioplastias primarias en el tratamiento del infarto de miocardio o el neurointervencionismo en el manejo de los accidentes cerebrovasculares.

“Alertamos a la población y principalmente a las autoridades sanitarias y políticas sobre la escasez de insumos médicos y material de contraste que ya genera graves dificultades en la realización de estudios de diagnóstico y procedimientos cardiovasculares, sin medidas de solución hasta el momento”, indicaron las sociedades científicas en su declaración.

La situación descrita no solo pone en peligro la vida de los pacientes que requieren intervenciones cardíacas urgentes, sino que también afecta la capacidad de los médicos para realizar diagnósticos precisos, lo que podría retrasar el tratamiento adecuado y afectar negativamente a los pacientes.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 06/11/2023 en Uncategorized

 

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La propuesta de dividir la provincia de Buenos Aires

El senador nacional por el Pro, Esteban Bullrich, presentó su libro “Una nueva Buenos Aires, para renovar el pacto de unión nacional” donde plantea dividir a la más populosa provincia argentina en cinco distritos autónomos.

El libro de Bullrich, que escribió junto a Enrique Morad y Jorge Colina, reactualiza uno de los temas de fondo en los que la clase política nunca se ha puesto de acuerdo.

En efecto, desde hace bastante tiempo, cada tanto, resurge la propuesta de dividir a la provincia de Buenos Aires, creando nuevos Estados provinciales.

Por ejemplo, quien fuera vicepresidente del Banco Central, Lucas Llach, propuso la división en un artículo publicado en el año 2005 con el sugestivo título “Acabemos con el engendro”. Idea que fue reflotada en 2015.

Provincia ingobernable, le dicen algunos. En tanto, el escritor y analista político Jorge Asís la definió como “la provincia inviable”.

Las razones y fundamentos de estas propuestas son coincidentes: gigantismo y desequilibrio frente a las otras provincias; demografía y representación política distorsionada, desde el punto de vista socio cultural y económico porque la provincia de Buenos Aires tiene el tamaño de varias provincias juntas.

Sobre todo, la inmanejable estructura del cacicazgo de los 24 partidos del Gran Buenos Aires (Conurbano) donde los intendentes gastan lo que otros (provincia y Nación) recaudan.

La provincia de Buenos Aires tiene 307.500 km2 y 15,6 millones de habitantes, de los cuales 11,5 millones viven en el Conurbano y 4 millones repartidos en el resto de su geografía. El desequilibrio demográfico se advierte claramente.

Algunos partidos del Conurbano tienen mayor cantidad de población que las provincias más grandes del país. Lomas de Zamora (2.550.000 habitantes); La Matanza (2.040.000 hab.); Quilmes (1.450.000 hab.); y otros 6 partidos tienen más de 1 millón de habitantes.

El desequilibrio demográfico se dio en relativo poco tiempo. En 1947 la población de la provincia era el 25% del total del país, alcanzando rápidamente el 38%, proporción que se ha mantenido desde el año 1980.

Estos asuntos fueron analizados, en 2004, por el politólogo Andrés Malamud en un trabajo con el ilustrativo título de “Federalismo distorsionado y desequilibrios políticos: el caso de la provincia de Buenos Aires”.

Ahora el senador bonaerense Bullrich, propone dividir a la provincia de Buenos Aires en 5 distritos: Buenos Aires del Norte, con San Nicolás como capital; Buenos Aires del Sur, con la capital en Bahía Blanca; Buenos Aires Atlántica, con Mar del Plata como capital; Luján y Río de la Plata.

“Nos planteamos la idea que lo que hay que hacer no es resolver los problemas de la provincia, sino a la provincia en sí misma. Es una unidad política mal organizada, sin una identidad uniforme en sus habitantes y con cinco regiones identificables”, sostuvo el senador.

La iniciativa, además, propone la división en dos del partido de La Matanza, uno de los más poblados de Argentina. Una parte quedaría dentro de la provincia de Luján y otra en la provincia del Río de la Plata. Ambos distritos contendrían al Conurbano bonaerense completo, y tendrían cada uno cerca de 6,5 millones de habitantes.

“Esta división facilitará los equilibrios y hará mucho más razonable y armoniosa su gobernabilidad”, dicen los autores en el libro. Bullrich, en tanto, aseguró que con esta publicación se pretende “abrir una discusión y presentar una propuesta que creemos viable, buena y útil”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 12/12/2021 en Uncategorized

 

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Zapatillas que cuestan igual que un salario mínimo

El nivel de distorsión de precios que existe en la economía argentina, consecuencia de la inflación, muestra que hay bienes y servicios que no guardan proporción razonable en su valor.

Por ejemplo, hay zapatillas top (las que tienen más tecnología) que cuestan hasta $28.000. Es decir, el valor de este calzado está por encima de los $22.680 de ingresos que se necesitan para no ser considerado indigente.

Según el INDEC, de acuerdo con los datos del tercer trimestre de 2020, hay un 40% de la población cuyos ingresos no superan el salario mínimo vital y móvil (SMVM), hoy fijado en $20.588.

En Entre Ríos, un salario docente inicial, con el aumento que acaba de proponer el gobierno de Gustavo Bordet, se iría a $32.690, según fuentes del gremio AGMER.

Es decir, después de un mes de trabajo, ese docente podría comprarse un par de zapatillas top y le quedaría un remanente de $4.700 para adquirir una sandwichera o una tostadora, que rondan los $4.000.

En tanto, al mismo docente su ingreso mensual le alcanzaría para comprar una bicicleta de adulto ($30.000), aunque necesitaría un salario y medio para adquirir una notebook ($45.000) que le permitiría trabajar en forma virtual, o desembolsar un cuarto de su salario para hacerse de un par de zapatillas clásicas de primera marca ($8.000).

Según AGMER, un salario mínimo docente en Entre Ríos está hoy por encima de la canasta de indigencia ($22.680), pero sólo alcanza a cubrir el 44% de la de pobreza ($56.000).

El diario Clarín ha hecho una nota en la cual se observa patente esta distorsión de precios que se verifica en el actual contexto inflacionario. El fenómeno ocurre cuando el gobierno tiene “pisados” algunos precios o el tipo de cambio.

Entonces, puede darse que un sector se vea afectado en su dinámica, ya sea por regulaciones o impuestos. Por ejemplo, un kilo de yerba ($349) cuesta casi lo mismo que una botella de champán ($319).

Por otro lado, se observa que los electrodomésticos valen menos que una prenda de vestir. Así, una licuadora de primera marca, por ejemplo, se puede comprar desde $6.000, en tanto un jean en un shopping cotiza a $8.000.

Volviendo con el precio de las zapatillas top, su valor puede igualar el alquiler de un departamento. Según datos del Centro de Estudios Económicos y Sociales (CESO), la mediana de los alquileres de monoambientes en la Capital Federal es actualmente de $22.500. Y la de un dos ambientes, $26.000.

Una de las razones por la que algunos productos tienen precios siderales frente a los salarios, o empatan con un alquiler, es porque son importados o tienen componentes comprados afuera. Todo lo que ingresa del exterior ha sido limitado por el gobierno, mediante impuestos varios y cupos fijados a las empresas.

Por lo demás, resulta significativa la brecha entre el valor de un auto y el salario. Por ejemplo, para adquirir un Fiat Cronos de fabricación nacional, cuyo valor ronda $1.100.000, hoy se necesitan 17 salarios medio de un trabajador registrado.

Cabe consignar que las canastas de indigencia y pobreza subieron 4,6% y 4,2%, respectivamente, en el primer mes del año según el INDEC. Es decir, un aumento por encima de la inflación general.

En enero, una familia tipo (cuatro integrantes) necesitó $56.458 para no ser pobre, mientras que en ese mismo mes debió contar con al menos $23.722 para adquirir la canasta de alimentos mínima para no caer en la indigencia.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 27/02/2021 en Uncategorized

 

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La teoría de que todos los «ismos» son malos

El sufijo “ismo”  se usa para formar sustantivos que designan doctrinas, actitudes o escuelas, aunque a veces bajo esta forma lingüística se ocultan concepciones ideológicas radicales.

Según la Real Academia Española hay dos acepciones para este sufijo: 1) Forma sustantivos que suelen significar doctrina, sistema, escuela o movimiento. 2) Forma sustantivos que significan actitud, tendencia, cualidad.

Desde esta perspectiva, la humanidad no ha hecho más que inventar “ismos” de todo tipo; por ejemplo: judaísmo, budismo, cristianismo, islamismo, ateísmo, agnosticismo, feudalismo, relativismo, materialismo, capitalismo, comunismo, socialismo,  nacionalismo, fascismo, liberalismo, determinismo, imperialismo, populismo, machismo, feminismo, ecologismo, terrorismo, yihadismo, etc.

El problema de los “ismos” es su obsesión por subrayar o absolutizar un aspecto de la realidad, en desmedro de una visión más integral, realista y armonizadora, en cuyo caso se estaría en presencia de una simplificación grosera de lo real.

Frente a esta amenaza reductora, que suele expresarse en un extremismo ideológico, no exento de odio hacia el “otro” (lucha de “ismos”) se ha instalado la teoría de que “todos los ‘ismos’ son malos”.

Según esta lectura, el sufijo es una fuerza destructora no sólo contra todo lo que no está bajo su sustantivo o paraguas, sino contra el propio principio que en teoría pretende defender.

En el primer caso el problema de los “ismos” es que siempre han sido un factor negativo para la convivencia plural, toda vez que han alimentado fanatismos diversos que excluyen a los que piensan distinto.

La historia de la humanidad está llena de los males asociados a la intolerancia, la intransigencia ideológica o el proselitismo. Emil Cioran habla de desfile de falsos Absolutos inventado por ese animal idólatra que es el hombre.

Según el escritor rumano, es ésa capacidad de adorar, y de inventor “ismos”, lo que ha hecho a los seres humanos responsables de todos sus crímenes. “El que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si se rehúsan”, refiere.

Dice Ciorán: “No se mata más que en nombre de un dios o de sus sucedáneos: los excesos suscitados por la diosa Razón, por la idea de nación, de clase o de raza son parientes de los de la Inquisición o la reforma (…)  Los verdaderos criminales son los que establecen una ortodoxia sobre el plano religioso o político, los que distinguen entre el fiel y el cismático. En cuanto nos rehusamos a admitir el carácter intercambiable de las ideas, la sangre corre”.

Ahora bien, por tratarse de una deformación o reducción de la doctrina o del principio que dice defender, los “ismos” pueden devenir autodestructivos. Así el “capitalismo” mata al capital, el “comunismo” a la comunidad, el “nacionalismo” a la nación, el “liberalismo” a la libertad, el “ecologismo” al cuidado del medio ambiente, el “progresismo” el progreso, el “socialismo” mata la igualdad, entre otros muchos ejemplos.

El problema de los “ismos” no reside en que con esta forma lingüística se aluda a una cosmovisión, doctrina o ideario político, sino a su acepción deformante e ideologizada.

Cuando el “ismo” representa una lógica de reflexión inevitablemente distorsionada de la realidad, y tiene pretensiones hegemónicas, es decir aspira a instalarse como pensamiento único, la convivencia social peligra.

 

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Publicado por en 27/02/2020 en Uncategorized

 

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Frente a los que ven todo negro o todo color de rosa

Mientras los pesimistas invitan a pensar que todo irá mal, los optimistas, por el contrario, sólo ven el lado positivo de todo. ¿No sería mejor observar la vida y el mundo desde una perspectiva realista?

Los especialista aseguran que percibimos las cosas estructurando los “estímulos” de acuerdo a nuestro propio espíritu. Ese espíritu a su vez puede responder a dos tendencias básicas: optimismo y pesimismo.

La etimología aclara el significado de estos términos: mientras optimismo  proviene del latín “optimum”, es decir “lo mejor”, pesimismo proviene de la raíz latina “pesimus”, es decir “muy malo”.

En los libros de psicología se suele hacer una caracterización canónica de ambas posturas. Las personas optimistas reúnen cuatro rasgos: ven algo bueno en cada situación, hasta la más adversa; pueden llegar a distorsionar la realidad hacia lo positivo; poseen una tendencia a la acción; minimizan los aspectos negativos de las circunstancias.

Los pesimistas, por su lado, siempre se fijan en lo que les falta, y no en lo que tienen; se jactan de ser realistas; suelen tener un pronóstico malo sobre lo que vendrá; son previsores y esto puede hacer que se preserven en ciertas circunstancias.

El pecado de los optimistas, que suelen vivir en un estado de euforia permanente, es caer presa del “ilusionismo” o de las promesas falsas. Querer ver todo “color de rosa” a toda costa y renunciando a la razón, puede traerles funestas consecuencias.

El hombre que está inclinado siempre a creer posible y fácil todo lo que espera, de suerte que llega a tomar sus deseos por realidades, puede chocar dramáticamente con los límites que impone lo real, o ser víctima de los eternos embaucadores que pintan sueños imposibles.

Los pesimistas, por su lado, para quienes las cosas pueden encaminarse fácilmente hacia lo peor y suscriben aquello de que “hoy estoy peor que ayer, pero mejor que mañana”, corren riesgo de hundirse por propia decisión.

La negatividad del pesimista, muy cercano al cuadro patológico de la depresión, que tiene la tendencia a ver “el vaso medio vacío”, puede hacerlo caer en un derrotismo suicida.

Ahora bien, quizá por aquello de que los extremos siempre se tocan, cabe establecer una solidaridad oculta entre estas dos versiones espirituales. Y esto porque para ser pesimista es necesario haber creído y haber tenido esperanzas antes.

En el pelotón de los pesimistas, por tanto, quizá haya que anotar a no pocos ilusos desengañados. ¿Son los optimistas empedernidos de hoy, acaso, los incurables pesimistas del mañana?

Como sea, ¿cuál será la mejor postura espiritual para vivir, que ayudaría a evita estos dos extremos que, en el fondo, comparten la filosofía de desvirtuar o distorsionar la realidad?

Para enunciarla brevemente sería aquella actitud que es profundamente objetiva y realista. Es decir, aquella que desarrolla en las personas la aptitud para ver las cosas como son, y no como quisieran que fueran, proyectando sobre ella un subjetivismo deformante.

Norma básica a tener en cuenta en este caso sería no engañarse con las propias construcciones mentales, aceptando la realidad en toda su desnudez, evitando sacrificarla a los deseos o prejuicios.

Ser realista frente a la vida y el mundo en general supondría conservar una postura de central imparcialidad, de impersonal objetividad, que excluye cualquier actitud partidista o sectaria, que surge de teñir las cosas con el color de la propias preferencias o el encasillamiento en enfoques parciales.

 

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Publicado por en 07/01/2020 en Uncategorized

 

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Los complejos que afectan nuestras vidas

La Psicología ha popularizado algunos términos que ya son parte del lenguaje cotidiano. Uno de ellos es el concepto de “complejo”, especie de ideas inconscientes que distorsionan nuestra forma de pensar y actuar.

Se los suele conceptualizar como barreras para el desarrollo de la personalidad, haciendo a los individuos infelices. Los complejos son una focalización de una idea sobre un defecto, ya sea real o imaginario.

Estos pensamientos irracionales que atormentan a las personas residen en múltiples factores: defectos físicos, choques emocionales o deseos insatisfechos. En todos los casos se los considera discapacitantes, ya que perturban el comportamiento de los sujetos.

Los complejos tienen la particularidad de llevar el nombre de personajes históricos, figuras mitológicas o protagonistas de obras literarias o bíblicas.  Quizá el más popular sea el “complejo de Edipo”, un concepto central de la teoría psiconalítica de Sigmund Freud.

Este término tiene su origen en una obra de la antigua Grecia, donde Edipo, hijo del rey de Tebas, acaba por matar a su padre y ocupa su puesto, casándose con la reina Yocasta, su madre.

Freud se sirvió de esta obra para explicar la existencia en el niño del deseo inconsciente de mantener una relación sexual (incestuosa) con el progenitor del sexo opuesto y de eliminar al progenitor del mismo sexo (parricidio).

Entre los complejos psicológicos sobresale, además, el “de inferioridad”, llamado también “complejo de Napoleón”, elaborado por el psicólogo austríaco Alfred Adler. La adopción del nombre del militar francés alude a su baja estatura.

Según Adler todos los niños desarrollan sentimientos de inferioridad al estar rodeados de adultos más altos y más capaces que ellos. Según sus investigaciones, todos los pequeños se sienten inferiores aunque no todos desarrollan la disfunción.

Las personas que sufren el complejo de inferioridad se sienten poca cosa, poco valiosos en comparación con los demás. Se suele relacionar este trastorno con personas de baja estatura, especialmente hombres.

La teoría detrás de esta percepción es que estos individuos compensan la falta de estatura con una personalidad más fuerte y agresiva. El británico Lance Workman, profesor de la Universidad del Sur de Gales, sostiene que las personas de baja estatura suelen ser muy celosas.

“La estatura se asocia con un alto estatus y eso va en perjuicio de los bajos”, sentenció. En tanto que el doctor Dror Paley, un cirujano ortopédico que alarga las piernas de las personas de baja estatura, asegura que el complejo persigue a muchos de por vida.

“Incluso después de la operación siguen sintiéndose bajos, no importa si lo son o no”, refirió, al sugerir que este complejo puede afectar la autoestima, la felicidad y la carrera profesional.

Después está el “complejo de superioridad”, que parece opuesto al anterior, pero en realidad tiene la misma causa: una baja autoestima. Aquí lo que cambia es la reacción, ya que las personas con complejo de superioridad intentan enmascarar su sentimiento de inferioridad.

Por otro lado, existe el “complejo de Peter Pan”, que alude a adultos que se niegan a crecer, a madurar y a adquirir responsabilidades. Otro es el “complejo de Cenicienta”, referido a mujeres que tienen como único objetivo conseguir un buen marido, siendo incapaces de vivir en forma independiente.

La lista de complejos es profusa: el de Otelo, el de Caperucita, el del Patito Feo, el complejo de la Bella y la Bestia, el de Electra, el de Caín, el de Adonis, el de Bovary o Quimera, entre otros.

 

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Publicado por en 17/05/2018 en Uncategorized

 

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Negación ante los hechos incómodos

Al igual que ocurre con los individuos, que prefieren cerrarse en una interpretación complaciente de los hechos, también los grupos humanos son proclives a elegir la versión más conveniente.

Se diría que hay una tendencia de la especie homo sapiens a negar los hechos cuando éstos desmienten expectativas. Y ya se sabe: una de las fuentes de sufrimiento humano más comunes es cuando las cosas colisionan con nuestros deseos.

La negación es la primera etapa de todo duelo, según la psiquiatra Elisabeth Kübler Ross. “Me siento bien”, “Esto no me puede estar pasando, no a mí”, decimos para tratar de lidiar con alguna tragedia.

Una enfermedad terminal, la pérdida de un ser querido, un desamor o un conflicto muy significativo, pueden activar esta especie de mecanismo psicológico de defensa.

Pero según Elisabeth Kübler Ross, llega un momento en que el individuo reconoce que la negación no puede continuar. Se desencadenan entonces las otras etapas del duelo: ira, depresión, negociación y aceptación.

¿Podemos montar nuestra vida alrededor de la negación, es decir viviendo de espaldas a la verdad? Friedrich Nietzsche contestaría que sí, ya que según él necesitamos mentiras para vivir una vida confortable. La dicha necesita de bálsamos ideológicos que adormezcan nuestro sentido de la realidad.

La verdad es demasiado incómoda y peligrosa como para que la aceptemos sin sufrir. Para asimilarla se requeriría una buena disposición de coraje y autenticidad.

En el prólogo de “Ecce Homo”, el filósofo alemán se pregunta: “¿Cuánta verdad soporta, cuánta verdad osa un espíritu? El error no es ceguera, el error es cobardía”.

Cuando un país pasa por una grave crisis, no es inmune a este fenómeno distorsivo. En efecto, la población puede en ese caso negar sus responsabilidades y buscar un chivo emisario a sus calamidades.

Echarle la culpa a factores externos siempre tranquiliza, aunque el precio sea no aceptar las cosas como realmente son. Un país, así, puede vivir de ficciones, siempre proclive a relatos ilusorios que lo alejan de la verdad.

El autor Michael Specter dice que el “negacionismo grupal” ocurre cuando “todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable”.

Por lo visto acercarse a la verdad siempre es difícil, toda vez que hay que estar dispuesto a tomar un sendero arduo y trabajoso. “Lejos de esta actitud, la Argentina eligió, muchas veces, el camino de la violenta imposición de ‘verdades reveladas’ alejadas de la razón para resolver sus problemas”, señala el psicoanalista Carlos D. Pierini.

El término “negacionismo” se suele emplear para aludir a doctrinas que niegan algún hecho importante que está generalmente aceptado, en especial si es histórico o científico.

Normalmente se usa en relación con el holocausto judío y puede aplicarse también, como extensión de este sentido, a la negación de otros hechos que no son necesariamente históricos, en particular científicos, como ocurre con el cambio climático.

Los “negacionistas” por tanto serían aquellos que asumen una posición ideológica a través de la cual reaccionan sistemáticamente contra la evidencia histórica o las realidades empíricamente verificables.

Esta forma distorsiva de pensamiento puede ser causa de desgracias personales y grupales. La historia enseña, en efecto, que negar la realidad suele tener un alto costo humano.

 

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Publicado por en 16/05/2017 en Uncategorized

 

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Las épocas pasadas, ¿mejores que las actuales?

“Todo tiempo pasado fue mejor”.  Esta frase que se suele repetir como latiguillo parece esconder sabiduría, aunque resulta bastante discutible, y de hecho podría implicar un modo de huida de la realidad.

¿Antes sucedían menos cosas malas? ¿Es cierto eso? A decir verdad mucha gente tiende a pensar que es así. Una creencia solidaria con el pesimismo de época, según el cual estamos experimentando un decaimiento significativo y al mismo tiempo irreversible.

Como se ve, esta valoración negativa del tiempo actual respecto del pasado, se extiende también al futuro. Y se podría formular en estos términos: “Estábamos bien, estamos mal, y estaremos peor”.

Sin embargo, esta percepción de las cosas bien podría reflejar una distorsión cognitiva típica de los seres humanos, que tienden a evocar en luz positiva los recuerdos, acompañados de un inofensivo anhelo del pasado.

Parece que la mente nos juega una mala pasada. Es decir, no es que tengamos más experiencias negativas que positivas. Lo que ocurre es que olvidamos con mayor facilidad las desdichas, las cuales son “reprimidas” por el cerebro.

Pero esto tiene consecuencias a la hora de juzgar el presente, el cual aparece siempre más “deprimente” frente a ese pasado reconstruido por la memoria y expurgado de sus cosas más negativas.

Entonces aquí el “ayer” ya no se experimenta como algo provechoso, como una sustancia que ensancha la vida presente (la memoria como fuente de identidad), sino como un factor de alienación, un modo de escapar de la realidad en la que se vive.

En el hombre es factible observar, en efecto, una tendencia psicológica profunda a mitificar el pasado, a ensalzar a los antepasados,  a exagerar las virtudes de las épocas pretéritas.

Cuando las personas o grupos idealizan el pasado, creyendo que allí se resume la perfección, caen presas de una visión retrógrada o reaccionaria. Pero los  “espejismos” del pasado son una trampa.

En este sentido, decir que todo tiempo pasado fue mejor sería una suerte de mito o de falsa verdad incuestionable, producto más del prejuicio que de la observación crítica.

La idealización del pasado se vincula con el fenómeno psíquico de la nostalgia. Esta palabra deriva del griego ‘nostos’ (hogar) y ‘algos’ (dolor). Fue creada a fines del siglo XVII por el médico suizo Johannes Hofer para describir  el estado de ánimo de los soldados suizos que luchaban fuera de su país.

Esos soldados sentían una tristeza originada por el deseo de volver a casa. En  sentido traslaticio, es la melancolía que siente el inmigrante por su tierra de origen, o el que anhela por una juventud que recuerda maravillosa.

Cuando se mira por el retrovisor, algunos episodios de antaño parecen perfectos, se visualizan como una especie de “paraíso perdido”. Entonces el pasado ha sido expurgado de sus contaminantes, y pervive como algo impoluto.

Los psicólogos advierten sobre estos paraísos que inventa la mente pero que, en realidad, nunca han existido. Sostienen que quienes suelen idealizar el pasado, quienes son propensos a ensoñar algo quimérico, tienen problemas para adaptarse a su presente.

Es una fantasía consoladora construir pasados perfectos, cuando el presente es desagradable y el futuro aparece amenazante. Se dice, al respecto, que el ser humano suele desear tener una vida distinta a la que tiene.

Pero vivir de recuerdos que remiten a épocas supuestamente maravillosas, como quien fantasea a través de los sueños, genera una constante infelicidad toda vez que al presente sólo se le ven defectos.

 

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Publicado por en 11/05/2017 en Uncategorized

 

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La noticia, otra versión de lo real

El periodismo, como práctica social vinculada a informar sobre la actualidad, genera un producto específico, la noticia. Se trata de una operación de elaboración cuya materia prima son los “hechos”.

Con las noticias pasa igual que con las fotografías: si están bien hechas, si su factura es convincente y creíble, logran producir un efecto “realista” en quienes las consumen.

Nos parece que vemos lo que ocurrió tal como ocurrió sin alteraciones. Sin embargo, así queda escamoteada la “mediación” que tiene lugar en toda enunciación por parte de un emisor.

El receptor, impactado por lo que lee o ve, cree que accede sin más a la realidad, sin percatarse que en verdad está delante de una construcción retórica.

La fuerza persuasiva de una foto, por caso, es incomparable. Las cámaras imitan la percepción del ojo humano. De tal manera que la imagen “es igual” que la realidad tal cual la veríamos nosotros mismos.

Se dice que la “refleja”. Pero con ese término –que sugiere copia exacta- se oculta la mediación de la persona que maneja la cámara, cuyo ojo ha decidido reflejar desde un ángulo especial ligado a su propia concepción del mundo.

Es decir que la imagen de la realidad en la foto no refleja la realidad, sino que la representa. Se nos olvida habitualmente, en este sentido, que una fotografía expresa siempre el punto de vista del fotógrafo.

En forma análoga, no es correcto asimilar a la noticia con los hechos, aunque el periodismo intentará generar la impresión de que lo que produce “refleja” la realidad del mundo tal cual es.

La noticia no es el hecho mismo. Un diario, por caso, tiene a su cargo un proceso de industrialización, por el cual el hecho hace las veces de la “materia prima”, en tanto que la noticia es la “manufactura” final.

Esta última es una comunicación discursiva, una operación semántica realizada por personas, orientada a determinado público o receptor, aunque a propósito de hechos de actualidad.

Como bien se puede observar, la noticia es un recorte intelectual y lingüístico de la realidad, en tanto que el periodismo actúa como intermediario entre el hecho y el público.

Ahora bien, si la noticia es un “recorte de la realidad” sobre un hecho de actualidad, ¿qué criterios definen su carácter noticioso? O en otros términos: ¿qué hace que algunos hechos sean considerados más relevantes que otros para que sobre ellos se informe en los medios?

La definición canónica al respecto es que debe ser un hecho novedoso o no muy común, que tenga interés para la mayoría de la población. Eso significa, por tanto, que la noticia tiene una ideología.

A propósito, en las escuelas de periodismo se ejemplifica esto con la siguiente pregunta: ¿Qué es noticia: que un perro muerda a un hombre, o que un hombre muerda a un perro?

En la profesión, noticia es lo segundo. Es decir, podría decirse que los periodistas desarrollan un olfato especial para detectar lo anormal, tienen afinada la mirada para ver lo patológico.

El conflicto, por ejemplo, es algo altamente noticioso. Guerras, crisis económicas, catástrofes naturales, disidencias, violencia de todo tipo, configuran un menú habitual en las mesas de redacción de la prensa.

La pregunta que cabe hacerse, al respecto, es si la versión que da el periodismo sobre la actualidad, dada su inclinación por los aspectos sórdidos y anormales, no implica una distorsión sombría de la realidad.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 09/11/2016 en Uncategorized

 

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