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La teoría de que todos los «ismos» son malos

El sufijo “ismo”  se usa para formar sustantivos que designan doctrinas, actitudes o escuelas, aunque a veces bajo esta forma lingüística se ocultan concepciones ideológicas radicales.

Según la Real Academia Española hay dos acepciones para este sufijo: 1) Forma sustantivos que suelen significar doctrina, sistema, escuela o movimiento. 2) Forma sustantivos que significan actitud, tendencia, cualidad.

Desde esta perspectiva, la humanidad no ha hecho más que inventar “ismos” de todo tipo; por ejemplo: judaísmo, budismo, cristianismo, islamismo, ateísmo, agnosticismo, feudalismo, relativismo, materialismo, capitalismo, comunismo, socialismo,  nacionalismo, fascismo, liberalismo, determinismo, imperialismo, populismo, machismo, feminismo, ecologismo, terrorismo, yihadismo, etc.

El problema de los “ismos” es su obsesión por subrayar o absolutizar un aspecto de la realidad, en desmedro de una visión más integral, realista y armonizadora, en cuyo caso se estaría en presencia de una simplificación grosera de lo real.

Frente a esta amenaza reductora, que suele expresarse en un extremismo ideológico, no exento de odio hacia el “otro” (lucha de “ismos”) se ha instalado la teoría de que “todos los ‘ismos’ son malos”.

Según esta lectura, el sufijo es una fuerza destructora no sólo contra todo lo que no está bajo su sustantivo o paraguas, sino contra el propio principio que en teoría pretende defender.

En el primer caso el problema de los “ismos” es que siempre han sido un factor negativo para la convivencia plural, toda vez que han alimentado fanatismos diversos que excluyen a los que piensan distinto.

La historia de la humanidad está llena de los males asociados a la intolerancia, la intransigencia ideológica o el proselitismo. Emil Cioran habla de desfile de falsos Absolutos inventado por ese animal idólatra que es el hombre.

Según el escritor rumano, es ésa capacidad de adorar, y de inventor “ismos”, lo que ha hecho a los seres humanos responsables de todos sus crímenes. “El que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si se rehúsan”, refiere.

Dice Ciorán: “No se mata más que en nombre de un dios o de sus sucedáneos: los excesos suscitados por la diosa Razón, por la idea de nación, de clase o de raza son parientes de los de la Inquisición o la reforma (…)  Los verdaderos criminales son los que establecen una ortodoxia sobre el plano religioso o político, los que distinguen entre el fiel y el cismático. En cuanto nos rehusamos a admitir el carácter intercambiable de las ideas, la sangre corre”.

Ahora bien, por tratarse de una deformación o reducción de la doctrina o del principio que dice defender, los “ismos” pueden devenir autodestructivos. Así el “capitalismo” mata al capital, el “comunismo” a la comunidad, el “nacionalismo” a la nación, el “liberalismo” a la libertad, el “ecologismo” al cuidado del medio ambiente, el “progresismo” el progreso, el “socialismo” mata la igualdad, entre otros muchos ejemplos.

El problema de los “ismos” no reside en que con esta forma lingüística se aluda a una cosmovisión, doctrina o ideario político, sino a su acepción deformante e ideologizada.

Cuando el “ismo” representa una lógica de reflexión inevitablemente distorsionada de la realidad, y tiene pretensiones hegemónicas, es decir aspira a instalarse como pensamiento único, la convivencia social peligra.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 27/02/2020 en Uncategorized

 

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