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El perro guardián del periodismo tradicional

24 Mar

Eterno antagonista de los gobiernos, frente a los cuales todavía se define a sí mismo como su controlador natural, al periodismo le salió un fiscal: el usuario de las redes sociales.

La teoría de la prensa como perro guardián de las instituciones en una sociedad democrática, cuya función básica es controlar los actos de gobierno, tiene una larga tradición.

A propósito Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos, escribió aquella frase tan contundente: “Si se me dejara elegir entre un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría en elegir lo segundo”.

El especialista en comunicaciones de masas Walter Lippman, en su libro “Public Opinion” (1922), dejó sentado taxativamente que “el papel de la prensa es el de ser en cierto modo servidor y guardián de las instituciones”.

De algún modo esto convertía a algunos periodistas, sobre todo a aquellos dedicados a la investigación, en una suerte de fiscales de la República, seres que se dedicaban, por mandato de facto de las sociedades, a velar por el interés público a través de la crítica a los gobernantes.

Eran personajes en los que los ciudadanos creían porque, cual héroes civiles, estaban dispuestos a desocultar la trama oscura alrededor de la actuación de los poderosos, quienes de este modo se veían controlados.

Pero esta visión romántica del oficio del periodismo ha ido perdiendo predicamento a partir de los nuevos actores emergentes en la escena pública, producto de la revolución tecnológica, concretamente de la masificación de Internet, de los celulares inteligentes y de las redes sociales.

Estos medios tecnológicos, en esencia, han venido a destruir o reemplazar a los “intermediarios” en varias actividades, y eso incluye a los periodistas, actores que hasta acá actuaban como mediadores entre los intereses de la sociedad y el poder político.

Un periodista influyente en la Argentina como Carlos Pagni ha reconocido esta semana, en una entrevista, que de ser controladores tradicionales del poder, ahora los hombres de prensa han devenido en sujetos controlados a su vez por los usuarios de las redes sociales, donde ciudadanos empoderados actúan como fiscales de cuanto se publica y de dice por los medios de comunicación.

“Para nuestro mundo -el de la información y el periodismo- es una revolución. Hiere enormemente nuestro narcisismo. Digamos: al democratizarse la comunicación, todos se transforman en productores de contenidos, el que emite un tuit, el que tiene un blog”, explicó Pagni, al señalar que el periodismo ha dejado de monopolizar la producción y circulación de la información.

Pero el dato central, sostiene, es que al periodismo tradicional le ha salido un perro guardián, lo que lo coloca en una situación incómoda. Esto “nos obliga a escribir de otra manera, estamos más controlados”, refirió.

Y ejemplificó: “Ahora estoy escribiendo sobre la reforma electoral que quiere sacar el Gobierno y puede haber un cientista político súperespecializado en ese tema de la universidad equis que con un tuit me destruye la nota. Y en el mundo donde se leen esas cosas es un papelón. Antes no existía eso”.

“Antes –aclaró-, ese tipo lo comentaba con sus amigos en un café, pero nunca llegaba a decir públicamente ‘Mirá, éste es un tarado, mirá lo que está diciendo’. Hay más intercambio, más comunicación. Por supuesto que en esa masa enorme de información, descubrir la verdad o detectar el sentido es más trabajoso. Te somete a desafíos más grandes”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 24/03/2018 en Uncategorized

 

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