RSS

Archivo de la etiqueta: autoestima

El riesgo de postear contenidos sobre los hijos

“Sharenting”, así se denomina el gesto de los padres de compartir fotos, videos y anécdotas de sus hijos e hijas en las redes sociales, una práctica riesgosa que puede tener implicancias sobre la salud de los chicos, según advierten los especialistas.

Este anglicismo proviene de la unión de las palabras “share” (compartir) y “parenting” (parentalidad). Remite a una práctica tan habitual que el diccionario británico Collins la incluyó en sus páginas en 2016.

Desde hace años, documentar las primeras sonrisas, palabras, pasos y cada una de las anécdotas de los pequeños en Facebook, Instagram y otras redes sociales, es un fenómeno que no ha dejado de crecer.

Hasta ahora, no ha existido otra generación de niños con una infancia tan pública. Y muchos, a medida que crecen, no están de acuerdo con ello.

¿Hasta qué punto es dañino el “sharenting”? Al respecto, se han realizado varias investigaciones y estudios que respaldan las secuelas psicológicas en relación a la exposición de la infancia en las redes sociales.

Un estudio reciente publicado en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health, sugiere que esta sobrexposición en redes sociales puede tener consecuencias negativas en la privacidad, seguridad y autoestima de los niños.

Otro estudio de 2018 publicado en la revista Journal of Youth and Adolescence, refiere que la exposición en redes sociales puede estar relacionada con problemas de autoestima, depresión y ansiedad en los hijos.

Otras investigaciones advierten que esta práctica potencia el “grooming”, término que se utiliza para describir la manipulación y el acercamiento por parte de un adulto hacia un niño, niña o adolescente en línea, con la intención de obtener una relación sexual o explotar al menor.

El grooming puede incluir el envío de mensajes inapropiados, solicitud de imágenes íntimas y el establecimiento de una relación de confianza para lograr abusar sexualmente del menor de edad.

La existencia de ciertas imágenes de los niños puede provocar que éstas sean usadas para la pornografía infantil, el ciberacoso, el ciberbullying o la cibersuplantación de identidad.

Los especialistas, además, resaltan que en tiempos en los que la mayoría de los aspectos de la vida pública, privada e íntima se publican en redes sociales, la identidad digital es un derecho y la preservación de la niñez y la adolescencia, una necesidad.

Al respecto, se advierte que cada vez que una foto o video es publicado, se crea una huella digital del niño que va a seguirlo en su vida adulta. ¿Pero ellos querrían que esto pase sin su consentimiento? ¿No se volverá en su contra lo que hicieron sus padres?

Por otra parte, las publicaciones en redes sociales pueden generar expectativas y presiones sociales tanto para los padres como para los niños, creando una cultura de comparación y competitividad.

¿Por qué los padres tienden a postear la vida de sus hijos, un gesto en apariencia inofensivo? Se cree que abundan en las redes los padres “orgullosos”, a los que les encanta que sus contactos de Facebook e Instagram sepan todo sobre sus hijos.

Y para ello publican cada foto y anécdota a través de las redes sociales. Pero el problema es que no miden las consecuencias de esta práctica, que está llena de riesgos.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 30/07/2023 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , ,

Saber dar y recibir elogios resulta sano y beneficioso

La alabanza de las cualidades y méritos de una persona es una práctica muy humana que, como todas las cosas, suele tener un lado oscuro, aunque también representa un gesto positivo. 

Se sabe que las felicitaciones excesivas, inoportunas o mal planteadas tienen sus riesgos y pueden resultar contraproducentes. En el caso de los niños, por ejemplo, no se puede pecar de halagos y olvidarse de corregir las malas conductas. 

Además, siempre descreídos de los demás, cuando nos elogian sospechamos que somos objeto de algún tipo de manipulación. Vemos en ello un tipo de soborno verbal que nos ofrecen a cambio de satisfacer los intereses de la persona que los brinda. 

Por otro lado, por regla general hemos sido educados contra la vanidad, que en la tradición cristiana es pecado capital. El elogio, en efecto, puede alimentar la presunción, el envanecimiento y la arrogancia y no está bien ser una persona vanidosa. 

Por esta razón, aceptar los cumplidos no resulta sencillo: exige grandes dosis de humildad, evitar caer en la tentación del engreimiento y saber distinguir entre los interesados o tóxicos y los verdaderamente sinceros. 

Como se ve, el elogio tiene un costado inquietante, un lado oscuro, que opaca sus grandes posibilidades humanas, es decir su costado positivo y luminoso. Ocurre que la alabanza de los méritos y cualidades positivas de una persona puede tener un efecto positivo en su salud mental, produciendo una influencia bienhechora en su personalidad. 

Algunos psicólogos sostienen que dar y recibir elogios resulta sano y beneficioso, ya que contribuye a mejorar la autoestima. Recibir un reconocimiento por parte de un jefe en el trabajo o de un docente en el aula, mejora notablemente el desempeño de ese trabajador y de ese alumno. 

Sin embargo, hay razones para sospechar que el elogio es un bien escaso, como si en nuestra sociedad fuese algo reprochable. No aceptar los aplausos, por caso, se ha vuelto casi una cuestión de educación. Como si con su aceptación estuviéramos sugiriendo que creemos merecerlo. 

Cabría preguntarse ¿cuándo fue la última vez que a uno lo felicitaron sin ser su cumpleaños? ¿Y cuántas veces hemos halagado alguna conducta de nuestra pareja, hijos, amigos o compañeros de trabajo? 

Hay cierta unanimidad entre los psicólogos en que nos falta cultura del reconocimiento y que por eso nos resulta mucho más difícil felicitar que criticar. “Estamos entrenados en la autoexigencia y la exigencia a los demás, pero no en ver lo positivo y realzarlo; damos por supuesto que las cosas han de ir bien y que si van mal hemos de quejarnos”, afirma Purificación Sierra, profesora de Psicología del Desarrollo de la UNED.  

Por otro lado, al parecer tendemos más a criticar porque la crítica tiene que ver con la rabia, con manifestar nuestro disgusto, y es más fácil expresar la rabia que las emociones positivas. 

Francisca Berrocal, profesora del máster de Psicología del Trabajo de la Universidad Complutense de Madrid, coincide en que no tenemos cultura del premio, ni en el ámbito familiar ni en el de las empresas: “Sólo se felicita lo excelente, y eso es muy difícil de alcanzar, así que sólo se hace una vez de cada muchas o de cada nunca”.  

Por lo visto, siempre proclives a la crítica, somos tacaños en nuestro reconocimiento a los demás; en tanto que nos causa incomodidad la alabanza porque sospechamos que nunca es sincera. 

Pero esa actitud nos impide ver la fuerza liberadora y movilizadora del elogio en los demás y en nosotros mismos. 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 14/08/2022 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , ,

La historieta que se convirtió en el símbolo nacional francés

En la historia real Julio César conquistó la Galia, incorporándola al Imperio Romano. Pero en un cómic creado en 1959, aparece una aldea de galos capaces de resistir a ese poderío, reivindicando así a este grupo étnico.

Se ha querido ver en la figura de Astérix, protagonista de una serie de historietas  cómicas francesa creada por el guionista René Goscinny (1926-1977) y el dibujante Albert Uderzo (1927-2020), un símbolo nacional de Francia.

Se trata del cómic más traducido en el mundo, pues se ha podido leer en 111 idiomas, y ha vendido más de 365 millones de ejemplares, al tiempo que ha pasado al cine y la televisión, fenómeno único en el mundo de la historieta internacional.

Astérix vive alrededor del año 50 a. C. en una aldea ficticia al noroeste de la Galia, la única parte del país que no ha sido conquistada aún por Julio César, también personaje de la historieta.

La aldea está rodeada por cuatro campamentos romanos: Baborum (traducido también en ocasiones como Pastelalrum), Aquarium, Laudanum y Petibonum (“petit bonhomme”, traducido en ocasiones como Hombrecitum).

La resistencia de estos aldeanos se debe a la fuerza sobrehumana que adquieren tras beber una poción mágica preparada por su druida Panorámix.

Muchos libros de Astérix tienen como trama principal el intento del ejército romano de ocupar la aldea y evitar que el druida prepare la poción o de conseguir algo de ella para su propio beneficio. Estos intentos son frustrados siempre por Astérix y su amigo Obélix gracias a la poción mágica.

En la realidad se sabe que la poción mágica de Astérix nunca existió y César, uno de los mayores estrategas militares de la Historia, tomó Francia gracias a una victoria clave: Alesia, en el año 52 a.C., una batalla que acabó definitivamente con la última resistencia gala.

El héroe de la época no era Astérix, sino Vercingetórix, el comandante de los ejércitos unidos de Galia. César quería conquistar todo un país, a cuyos habitantes consideraba más terribles que los bárbaros.

Vercingetórix consiguió unir a las tribus galas y poner en jaque a las legiones romanas. Tras oponer una fuerte resistencia a las fuerzas invasoras, finalmente cayó en Alesia a manos de Julio César, quien llevó a Roma al guerrero galo, el cual fue paseado y exhibido como trofeo, muriendo luego en reclusión.

La venganza simbólica francesa se materializa en Astérix, donde un galo bajito y otro gordinflón (Obélix) ridiculizan a César y a los romanos y son capaces de resistir a las poderosas legiones del imperio de la época gracias a la poción mágica.

“Los valores humanos son comunes a todas las culturas y los que están presentes en Astérix son los más importantes: la resistencia, el coraje, la simplicidad, ¡y el reír!”, respondió en una entrevista uno de los creadores de la saga, Albert Uderzo, al explicar la razón de su popularidad mundial.

Para algunos críticos, Uderzo y Goscinny (creadores del cómic) alimentaron el chovinismo de los franceses, aunque también la autoestima y confianza de los débiles frente a los poderosos.

Otros han visto en la historieta otra forma del “chovinismo” francés. Esa expresión viene de Nicolás Chauvin, conocido soldado de los tiempos del imperio napoleónico que encarnaba el ideal del patriota.

En 2019 toda Francia celebró los 60 años de la aparición de Astérix, de la historia de los “irreductibles galos”, devenidos en símbolo del espíritu francés y de la resistencia universal.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 30/10/2021 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

La reputación o lo que los demás piensan de nosotros

¿Importa lo que los demás piensen o digan de uno? La reputación es un factor clave en la autoestima, aunque eso no justifica que se deba estar pendiente de la opinión ajena.

En el mundo asiático la reputación, el honor y el orgullo de una persona o familia es un rasgo cultural muy fuerte. En Japón está asociado a un concepto, sekentei, que significa cómo se es percibido por la sociedad.

Es una sensación que impregna el ambiente, invisible pero colectiva de la sociedad nipona. Afecta a todas las instituciones, desde las familias a las empresas. Y se diría que al país en general.

El sekentei crea una distancia muy grande entre la esfera pública y la privada, por el miedo a lo que pueda pensar la gente.

Perder el honor debido a errores y fallos es algo dramático en Japón. Y está asociado íntimamente al sentido de la vergüenza, que tiene relación con la presencia de la mirada ajena, sea de las personas o de los dioses.

En Japón los funcionarios que son sorprendidos en hechos de corrupción se suelen suicidar, porque no toleran la ignominia pública. (Algo que no suele ocurrir en países occidentales, con sociedades más permisivas con la corrupción).

En esta parte del mundo muchos no entienden las historias de esos funcionarios públicos nipones que ante un traspié que compromete su patrimonio moral, prefieren suicidarse, que arrastrar el estigma del deshonor.

El hecho de quitarse la vida por honor o por vergüenza, para escaparle a la humillación pública, tienen una larga y romántica tradición en Japón. Y al parecer es una herencia del espíritu samurai.

Eso sostiene Ruth Benedict, antropóloga estadounidense, quien  en su libro “El crisantemo y la espada” (The Chrysanthemum and the Sword) publicado en 1946, expuso que Japón es un país al que le importa la vergüenza.

“Opinión, idea o concepto que la gente tiene sobre una persona o una cosa”, así define el diccionario a la reputación, que desde el punto de vista axiológico es ambivalente, ya que puede connotar algo negativo o algo positivo.

La buena reputación, así, es sinónimo de prestigio, notoriedad y buen nombre; la mala reputación equivale a deshonra o descrédito.

Es un dato antropológico que las personas tenemos un deseo innato de agradar, de ser reconocidos, de contar socialmente, de tener prestigio, de ser comparado favorablemente frente a los demás.

El filósofo inglés David Hume (1711-1776) justificó su búsqueda al señalar que “el deseo de fama, reputación o crédito ante los demás está tan lejos de ser condenable que parece inseparable de la virtud”.

Otro inglés, John Locke (1632-1704), recalcó la desgracia que caía sobre quienes perdían reputación: “Nadie escapa al castigo de su censura y desagrado si atenta contra la moda y la opinión de las compañías que frecuenta (…) No hay uno entre diez mil lo suficientemente firme e insensible como para soportar el desagrado y la censura constantes de su propio círculo”.

En la actualidad, por el avance de Internet y de las redes sociales, ha surgido el concepto de “reputación online”. Se trata de un término que se utiliza para hacer referencia a la construcción del “yo digital”.

En Occidente se vive obsesionado por la imagen pública, y al mismo tiempo la reputación puede destruirse rápidamente por un desliz o un malentendido surgido en las redes sociales.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 12/09/2021 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , ,

Bajo el signo de la cultura terapéutica

Incapaz de gestionar el sufrimiento, el hombre contemporáneo es un sujeto emocionalmente vulnerable, que necesita de un experto para lidiar con los problemas cotidianos.

Un simple fracaso, decepción o rechazo constituirían detonantes de baja autoestima, una enfermedad invisible que menoscaba la capacidad de las personas para tomar las riendas de su vida.

Así, la terapia psicológica se ha introducido en multitud de ámbitos que la gente resolvía antaño por sí misma o con la ayuda de familiares y allegados

Frank Furedi, profesor emérito de Sociología en la University of Kent (Inglaterra), advierte sobre la aparición de una “cultura terapéutica” en donde las personas exponencialmente entienden y viven sus vidas a través del discurso terapéutico experto.

En su libro “Therapy Culture” (2004) escribe: “La cultura moderna ha convertido en patologías lo que antiguamente no eran más que respuestas emocionales desagradables ante las presiones de la vida. Ha impulsado a los individuos a sentirse traumatizados y deprimidos por experiencias que hasta ahora se consideraban rutinarias”.

En el pasado, se recurría a figuras con experiencias vital, como los padres o los abuelos, o -llegado el caso- a los amigos, para resolver los dilemas que planteaba la vida.

Ahora esta ayuda emocional espontánea ha sido tercerizada mediante la contratación de expertos y burócratas que, con credenciales impartidas por la academia, se ofrecen para aconsejar sobre traumas individuales y problemas vinculados a relaciones familiares, de pareja, de amistad.

El advenimiento de la sociedad terapéutica comenzó en los años ‘60 del siglo XX y se consolidó en los ‘80. El sociólogo norteamericano Christopher Lasch fue uno de los primeros en percibir esta tendencia.

En su obra “La cultura del narcisismo” (1979) apuntó: “Atormentado por la ansiedad, la depresión, una confusa insatisfacción y una sensación de vacío interior, el ‘homo psicologicus’ actual no busca el engrandecimiento individual ni la trascendencia espiritual, sino la paz interior. Se dirige a los terapeutas para alcanzar el equivalente moderno de la salvación: la ‘salud mental’. Así, la terapia se ha convertido en la sucesora de la religión”.

Estos autores no cuestionan el uso beneficioso de la terapia para el tratamiento de enfermedades mentales y casos patológicos, sino el abuso de esta práctica para amplios segmentos de la población, y la creencia extendida según la cual cualquier conducta inconveniente es una patología.

Esta cultura terapéutica ha vuelto al sujeto emocionalmente más débil e inerme para afrontar la vida, sobre todo ante la experiencia del dolor y la frustración. Al respecto ha devenido en una profecía que se cumple a sí misma: los individuos pierden fortaleza, resiliencia, se vuelven mucho más vulnerables ante acontecimientos  adversos.

Si todo es una enfermedad, un síndrome o un trauma, el otro efecto de esta cultura es que ha desplazado la responsabilidad individual. Ya no hay culpables sino enfermos; ya no hay responsables sino individuos con personalidad adictiva.

La filósofa política Vanessa Pupavac habla de una nueva fórmula de disciplinamiento social. En su libro “La gestión terapéutica” (2001) afirma que “en la vida pública se generaliza la ‘política del sentimiento’; en la educación, la autoestima desplaza a la formación intelectual; en la familia se profesionalizan las relaciones y la crianza de los hijos. Este paradigma ha redibujado la relación política entre ciudadano y Estado”.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 14/03/2021 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , ,

La fe en uno mismo o el exagerado amor propio

Resulta difícil distinguir cuándo se está en presencia de la creencia sana en uno mismo, en la línea de la autoestima, y cuándo ante una exagerada presunción personal.

La psicología diferencia al respecto la alta (o buena) autoestima de la hipertrofia del Yo, o el llamado “egocentrismo”, en el que el sujeto pretende ser el centro del mundo.

Es decir, una cosa es creer en uno mismo y otra es creérsela. Se trata de una diferencia sutil, aunque esencial, respecto de la valoración que tenemos de nuestro Yo.

Se necesita amor propio para vivir, un alto concepto de uno mismo para no caer por ejemplo en la depresión. Pero una sobredosis yoica, que conduzca a una suerte de delirio de grandeza, es fatal.

El autoconcepto, el juicio sobre nosotros mismos, es clave para construir una personalidad sana, con capacidad para enfrentar los desafíos de la vida. De hecho la imagen que una persona tiene de sí misma se ha convertido en un concepto nuclear de la psicología.

El psicólogo norteamericano Abraham Maslow sostuvo en 1960, por ejemplo, que no podríamos desarrollar todas nuestras potencialidades (autorrealización) sin una base de alta autoestima.

Las personas con esa autoevaluación son confiadas, curiosas e independientes, confían en sus capacidades, se adaptan con facilidad a los cambios y toleran las frustraciones y las críticas.

Una idea mediocre o pobre de uno mismo se convierte, por el contrario, en un gran obstáculo al crecimiento personal. Las personas que tienen baja autoestima, así, desarrollan una actitud que las vuelve vulnerables.

Por ejemplo, tienen tendencia a la depresión, se sienten inseguras, se toman a mal las críticas, no se arriesgan porque tienen miedo a fracasar, no creen que puedan lograr lo que se proponen, entre otros rasgos negativos.

Ahora bien, el Ego o el Yo, como se le llama a esa parte consciente de uno mismo, y que está asociado a nuestro mundo personal e interno, puede sufrir una sobreestimación de parte del propio sujeto, quien de esta manera cae víctima de una falsa representación de sí mismo.

En el lenguaje común cuando decimos de alguien que “se la cree” o “está creído” queremos significar, justamente, que esa persona ha logrado identificarse o acepta una imagen de sí mismo que desde afuera se antoja una exageración.

El egocéntrico desarrolla conductas narcisistas, que básicamente intoxican a la persona y a su mundo de relaciones. La creencia en su propia superioridad es su rasgo distintivo, asociada obviamente con un exagerado amor propio.

Dos ideas hegemonizan la personalidad egocéntrica y narcisista, según los psicólogos. Una se formularía así: “El mundo tiene que ser como yo mando”. La otra idea es: “Soy indispensable”.

Como la realidad no ha sido diseñada en función del deseo del narcisista, éste estalla en enojo o ira cuando lo que acontece no se ajusta a sus criterios dogmáticos.

La imagen distorsionada de uno mismo (el Yo “inflado”) lleva inexorablemente a distorsionar al mismo tiempo la imagen del mundo exterior, lo que acaba en una discrepancia dolorosa entre el deseo y la vida real.

La egolatría, la sobreestimación del propio yo, puede desarrollar algún tipo de trastorno mental, como la “megalomanía”, caracterizada por una autoestima orgullosa y exagerada, acompañada de delirios de grandeza, según se lee en los libros de psiquiatría.

Una cosa es el amor propio, decía el filósofo Aristóteles, y otra es “la pasión desordenada por uno mismo”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 01/03/2019 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , ,

Millennials: la nueva generación bajo crítica

A los individuos nacidos entre los años 1980 y 2000, subidos a la ola de la era digital, se los critica por su narcisismo y baja tolerancia a la frustración. Y además por carecer de objetivos políticos y sociales.

Estos jóvenes de entre 18 y 33 años ya están pisando fuerte en la sociedad global y para 2020 representarán el 50% de la fuerza laboral. Pero se muestran “disruptivos”, es decir muy distintos a las generaciones precedentes.

Según la caracterización de los sociólogos, son los llamados “nativos digitales”. Es decir, su rasgo predominante es el dominio de la tecnología como una prolongación de su propio cuerpo.

Casi todas sus relaciones básicas cotidianas están intermediadas por una pantalla. Para ellos, realidad y virtualidad son dos caras de la misma moneda. Son los usuarios perfectos de las redes sociales.

Los millennials son juzgados de diverso modo. Unos los pintan con cualidades extraordinarias, flexibles y amantes de la libertad, que marcan una ruptura radical con los vicios del pasado.

Pero otros los caracterizan como una generación “decadente”, sobre todo que huye del esfuerzo y las responsabilidades. Pesa sobre ellos la etiqueta de formar un ejército de gente perezosa, narcisista y consentida.

La revista ‘Time’ los definió en 2014 como la generación del ‘yo-yo-yo’. La generación del milenio, así, lidera los comportamientos narcisistas que nos rodean: el exhibicionismo en las redes sociales, la obsesión por las “selfies” y la propia imagen.

El narcisismo es visto como una enfermedad de época. En efecto, si la neurosis y la histeria caracterizaron a las sociedades de principios del siglo XX, en pleno siglo XXI predomina el culto al individuo y la búsqueda fanática del éxito personal y del dinero.

Simon Sinek, gurú de charlas motivacionales, dice que la mayoría de los millennials creció bajo estrategias de crianza que fallaron. “Por ejemplo, les dijeron que eran especiales, les dijeron que podían conseguir todo lo que quisieran en la vida sólo con quererlo”, señala.

“Algunos entraron a las clases más difíciles no porque lo merecían sino porque sus padres se quejaron, y algunos se sacaron las mejores calificaciones no porque se las ganaron sino porque los profesores no querían lidiar con los padres”, relata Sinek.

Y añade: “Este grupo de personas se gradúa, consigue un trabajo y en un instante se da cuenta de que no es especial. Sus mamás no pueden conseguirles un ascenso. Uno no gana nada por llegar último, y no se obtiene algo sólo con quererlo. Y, en un instante, la imagen que tienen de sí mismos se rompe. Así que hay una generación entera que crece con una autoestima más baja que generaciones anteriores“.

Antonio Navalón, columnista del diario ‘El País’ (Madrid), se despachó hace poco contra los millennials, a los que calificó de “dueños de la nada”, es decir una generación pagada de sí y encima nihilista.

Su descripción sobre este grupo es impiadosa: “Salvo en sus preferencias tecnológicas, no se identifican con ninguna aspiración política o social. Su falta de vinculación con el pasado y su indiferencia, en cierto sentido, hacia el mundo real son los rasgos que mejor los definen”.

A Navalón lo ofusca el hecho de que gran parte de esta generación que está tomando el relevo no tenga responsabilidades, ni obligaciones y tampoco un proyecto definido.

“Me encantaría conocer una sola idea millennial que no fuera un filtro de Instagram o una aplicación para el teléfono móvil. Una sola idea que trascienda y que se origine en su nombre”, ironiza.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 27/06/2017 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , ,

La autosugestión, ¿técnica milagrosa?

Convencerse de algo, a través de autoafirmaciones constantes y repetitivas, podría hacer que efectivamente ocurra. Al proceso se lo llama “autosugestión” y consiste en adiestrar al subconsciente con vistas a un propósito.

Se trata en realidad de una práctica antiquísima utilizada por sanadores y curanderos de todos los tiempos. Aunque por cierto tiene sus detractores: no es posible, dicen estos, que utilizando frases mágicas se consiga más que con los tratamientos de la medicina moderna.

El problema es que se asocia esta práctica con el pensamiento mágico o la superstición, conceptualizándola como una forma de lavado de cerebro autoinducido.

Se cree que gente inescrupulosa, con cierto poder de influencia, se aprovecha así de personas desesperadas y vulnerables mediante todo tipo de manipulación psicológica. La “cura por fe” sería entonces un fraude producto de la ignorancia popular.

Sin embargo, las personas más racionales admiten que la psicología en un enfermo puede hacer que se cure. Y en este sentido las prácticas terapéuticas de los curanderos tienen cierto fundamento.

Muchos médicos reconocen que la confianza en el tratamiento desempeña un papel fundamental en la recuperación y no implica, en sí misma, daño alguno. El verdadero peligro estriba en que, si la naturaleza del padecimiento exige un tratamiento médico, se pretenda prescindir de él por el hecho de confiar más en la terapia alternativa.

Por otra parte, en la literatura llamada de “autoayuda”, donde se proponen técnicas para elevar la autoestima, encontrar la clave del éxito y obtener la fórmula para resolver los problemas, se exalta el poder de la autosugestión.

“Todos los días, desde todo punto de vista, voy mejor y mejor», dice la frase que sintetiza el método Coué, técnica de curación basada en la autosugestión, ideada en 1913 por el psicólogo y boticario francés Emile Coué, considerado el padre del pensamiento positivo.

Al ejercer su profesión durante la Primera Guerra Mundial, frente a la falta de medicamentos, Coué aplicaba su método y notaba que muchos de sus pacientes se recuperaban como si hubieran sido medicados tradicionalmente.

Así descubrió el efecto placebo. “Verá cómo este remedio lo hará sentir mejor”, sugestionaba Coué a sus pacientes, y mejoraban, aunque sus remedios no tuvieran ninguna eficacia.

Frente a un dolor físico, les sugería repetir insistentemente: “Está pasando, ahora va pasar”, y así se mejoraban, incluso se curaban. “No soy un sanador, sólo enseño a la gente a curarse sola; las curaciones milagrosas que me atribuyen son obra de los enfermos”, decía.

En su libro “El dominio de sí mismo”, Coué explica el procedimiento de su método. Se basa en repetir como un mantra la fórmula, y el resultado está relacionado con la persistencia de su uso y su duración temporal.

“El método funciona para curar problemas psicosomáticos, para mejorar en los deportes, en el trabajo, en el estudio”, explica José Aranda, psicólogo y codirector, desde hace 40 años, de la Asociación de Hipnosis y Sofrología.

La autosugestión revelaría, en el fondo, que el hombre es un ser crédulo y es proclive a hacer que las cosas funcionen según sus creencias. ¿Pero basta el autoconvencimiento para doblegar la realidad a nuestro deseo?

¿Es cierto que si uno se persuade de que puede hacer cualquier cosa tendrá éxito? ¿Acaso la realidad no pone resistencia a nuestros deseos y suele desbaratar nuestros planes, más allá de los convencimientos?

 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 31/05/2017 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , ,

Técnicas orientales para las escuelas

Cada vez más escuelas, en distintos países, incorporan a su oferta la meditación y la práctica del yoga, que ayudan a los estudiantes a mejorar la atención y a dominar las emociones violentas.

El yoga fue declarado hace poco “patrimonio inmaterial de la humanidad” por la Unesco, quien elogió esta milenaria practica de la India por su capacidad de traer bienestar mental, físico y espiritual a las personas.

Estos ejercicios gimnásticos, que nacieron en el valle del Indo hace unos 5.000 años como parte de una mística oriental, han sido adoptados en todo el planeta por sus beneficios para la salud psicofísica.

Uno de los focos de expansión del yoga es en las instituciones educativas. En Estados Unidos, por ejemplo, se imparte en distintos colegios. Los estudiantes acuden a estas sesiones para mejorar su atención, aliviar ansiedades y depresión y como forma de prevenir actos de violencia.

En Argentina este proceso es incipiente. Aquí la Federación Argentina de Yoga  impulsa la decisión de llevar el yoga a las escuelas de todo el país, una iniciativa que puede acelerarse a partir del pronunciamiento de la Unesco.

“Por el momento, se ha avanzado en la firma de convenios con los Ministerios de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y de cuatro provincias: San Juan, Mendoza, Chubut, y Santa Fe”, dijo a Miriam Bieladinovich, secretaria general de la institución.

“Unas 85.000 personas toman clases en algunas de las asociaciones que la federación tiene en todo el país”, precisó la secretaria de la federación, quien auguró que en el futuro el yoga formará parte de la currícula escolar.

“Queremos propiciar la práctica de un yoga laico y lúdico para los alumnos de las primarias y secundarias de todo el país”, completó Bieladinovich.

Además del yoga, otra técnica oriental milenaria que está en boga en Occidente es el ejercicio de meditación conocido como Mindfulness o “atención plena”, que básicamente consiste en tomar conciencia del momento presente, atendiendo a las emociones.

En España, por ejemplo, unos 200 colegios públicos españoles han incorporado el mindfulness al horario escolar. En clases con alumnos cada vez más hiperestimulados, este técnica les permite parar 15 minutos al día.

Quien popularizó en Occidente esta práctica de meditación fue el médico Jon Kabat –Zinn, de la Universidad de Massachusetts, que en 1978 comenzó a aplicarla a pacientes con estrés crónico.

Estudios científicos aseguran que los meditadores tienen mayor densidad neuronal, son más felices y menos propensos a sufrir depresión. Empresas como Google, Target y General Mills dan formación específica a sus empleados en torno a esta práctica.

Varios estudios académicos recomiendan aplicar el mindfulness en colegios. Dicen que con él los alumnos ganan en concentración, empatía y autoestima y reducen el estrés y la fatiga.

La atención plena y el yoga aparecen, así, como técnicas que ayudan a mejorar el rendimiento de los escolares, y al mismo tiempo contribuyen a lograr un clima óptimo de convivencia en la institución educativa.

En el caso de los secundarios, son especialmente relevantes si se piensa que los adolescentes atraviesan un período duro en sus vidas, signados por cambios emocionales, hormonales y de fuerte presión social.

Muchos colegios, por otro lado, no saben cómo lidiar con los trastornos mentales y emocionales de sus estudiantes. En este sentido, la práctica del yoga y la meditación pueden ser una respuesta satisfactoria a todos estos problemas.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 29/12/2016 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , ,

Entre la autoestima y el narcisismo tóxico

Una cosa es creer en uno mismo y otra es creérsela. Se trata de una diferencia sutil, aunque esencial, respecto de la valoración que tenemos de nuestro Yo.

Se necesita amor propio para vivir, un alto concepto de sí mismo para no caer por ejemplo en la depresión. Pero una sobredosis yoica, que conduzca a una suerte de delirio de grandeza, es fatal.

El autoconcepto, el juicio sobre nosotros mismos, es clave para construir una personalidad sana, con capacidad para enfrentar los desafíos de la vida.

De hecho la imagen que una persona tiene de sí misma se ha convertido en un concepto nuclear de la psicología.

El psicólogo norteamericano Abraham Maslow sostuvo en 1960, por ejemplo, que no podríamos desarrollar todas nuestras potencialidades (autorrealización) sin una base de alta autoestima.

Las personas con esa autoevaluación son confiadas, curiosas e independientes, confían en sus capacidades, se adaptan con facilidad a los cambios y toleran las frustraciones y las críticas.

Una idea mediocre o pobre de uno mismo se convierte, por el contrario, en un gran obstáculo al crecimiento personal. Las personas que tienen baja autoestima, así, desarrollan una actitud que las vuelve vulnerables.

Por ejemplo, tienen tendencia a la depresión, se sienten inseguras, se toman a mal las críticas, no se arriesgan porque tienen miedo a fracasar, no creen que puedan lograr lo que se proponen, entre otros rasgos negativos.

Ahora bien, el Ego o el Yo, como se le llama a esa parte consciente de uno mismo, y que está asociado a nuestro mundo personal e interno, puede sufrir una sobreestimación de parte del propio sujeto, quien de esta manera cae víctima de una falsa representación de sí mismo.

En el lenguaje común cuando decimos de alguien que “se la cree” o “está creído” queremos significar, justamente, que esa persona ha logrado identificarse o acepta una imagen de sí mismo que desde afuera se antoja una exageración.

A decir verdad resulta difícil distinguir cuándo se está en presencia de la creencia sana en uno mismo, en la línea de la autoestima, y cuándo ante una exagerada presunción personal.

La psicología diferencia, precisamente, la alta (o buena) autoestima de la hipertrofia del Yo, es decir del llamado “egocentrismo”, en el que el sujeto pretende ser el centro del mundo.

El egocéntrico desarrolla conductas narcisistas, que básicamente intoxican a la persona y a su mundo de relaciones. La creencia en su propia superioridad es su rasgo distintivo, asociada obviamente con un exagerado amor propio.

Dos ideas hegemonizan la personalidad egocéntrica y narcisista, según los psicólogos. Una se formularía así: “El mundo tiene que ser como yo mando”. La otra idea es: “Soy indispensable”.

Como la realidad no ha sido diseñada en función del deseo del narcisista, éste estalla en enojo o ira cuando lo que acontece no se ajusta a sus criterios dogmáticos.

La imagen distorsionada de uno mismo (el Yo ‘inflado’) lleva inexorablemente a distorsionar al mismo tiempo la imagen del mundo exterior, lo que acaba en una discrepancia dolorosa entre el deseo y la vida real.

La egolatría, la sobreestimación del propio yo, puede desarrollar algún tipo de trastorno mental, como la “megalomanía”, caracterizada por una autoestima orgullosa y exagerada, acompañada de delirios de grandeza, según se lee en los libros de psiquiatría.

Una cosa es el amor propio, decía el filósofo Aristóteles, y otra es “la pasión desordenada por uno mismo”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 24/02/2016 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , ,