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El poder curativo del sistema de creencias

Un número cada vez mayor de científicos sostiene que el sistema de curación del cuerpo de una persona y su sistema de creencias están estrechamente relacionados.  ¿Acaso los milagros se explican por la autosugestión?

Para el lenguaje cotidiano, un milagro puede ser cualquier tipo de suceso sorprendente, maravilloso o fuera de lo común.

Para las religiones se trata de una situación, un fenómeno o una acción que no puede explicarse a partir de los principios naturales y que, por lo tanto, es imputado a la participación de una entidad divina.

Según esta concepción, son fenómenos extraordinarios que obedecen a la intervención de poderes extraordinarios. En lo que respecta a la Iglesia Católica, los milagros son hechos imprescindibles para proclamar santos a algunos de sus fieles ya fallecidos.

La ciencia, por su parte, se limita a afirmar que la participación de un ente todopoderoso en el mundo físico no puede ser analizada a partir del método científico ya que no es posible comprobar la existencia de Dios a través de experimentos o ensayos.

Como sea, la ciencia no logra explicar satisfactoriamente determinados acontecimientos, como sanaciones sorprendentes, y al respecto se atiene a hablar de que el poder curativo de la mente es inmenso.

En Oriente, dominado por el pensamiento místico, desde antiguo se cree que así como el mundo material es pura ilusión, la enfermedad también lo es. Es decir, no hay causas físicas para las dolencias.

Todo es psíquico o, mejor dicho, espiritual. Por eso los grandes remedios de las sectas religiosas de la India, por ejemplo, son la instrucción y la meditación silenciosa.

Lo importante es lo que cada uno cree y es aquí donde residiría el poder curativo. “El mejor médico es el estado de ánimo”, decía Píndaro (siglo VI), uno de los más célebres poetas líricos de la Grecia clásica.

En el Occidente científico el influjo de la mente sobre el cuerpo, o el poder de los factores psicológicos para curar todo tipo de cosas, se ha analizado a partir del concepto del “efecto placebo”.

El término placebo procede de la palabra del latín que significa “contentar”. Un placebo se puede definir como un preparado que carece de valor medicinal y que no posee efectos farmacológicos.

El punto es que las personas que toman esas sustancias sin saber que son inocuas, no obstante tienen mejorías en sus síntomas. ¿Cómo una sustancia inerte parece tener propiedades curativas al administrarla como medicina?

¿Es realmente este efecto tan simple como la pura autosugestión? ¿Por qué algo que no tiene principio activo puede tener efecto benéfico?

Algunos creen  que este efecto basta para explicar la generalizada fe en curaciones milagrosas, sin importar si su motor es un santo, una virgen, una limpieza de aura, un chamán, un médium o una sanación pránica.

Por otro lado, también a partir de una herramienta terapéutica inocua, se puede producir un empeoramiento de los síntomas, conocido como efecto “nocebo”. Existe, igualmente, el efecto Pigmalión, que consiste en que lo que espera el paciente al principio de la terapia, al final termina por suceder.

Sin embargo la comprensión científica de este asunto está en pañales y poco se sabe en concreto acerca de su funcionamiento. Aunque se acepta que lo que creen las personas tiene formidable impacto en el cuerpo.

Están quienes piensan que el día que los humanos podamos conocer cómo actúa realmente nuestro cerebro, ese día sabremos de la capacidad de auto-curación.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 07/11/2019 en Uncategorized

 

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La autosugestión, ¿técnica milagrosa?

Convencerse de algo, a través de autoafirmaciones constantes y repetitivas, podría hacer que efectivamente ocurra. Al proceso se lo llama “autosugestión” y consiste en adiestrar al subconsciente con vistas a un propósito.

Se trata en realidad de una práctica antiquísima utilizada por sanadores y curanderos de todos los tiempos. Aunque por cierto tiene sus detractores: no es posible, dicen estos, que utilizando frases mágicas se consiga más que con los tratamientos de la medicina moderna.

El problema es que se asocia esta práctica con el pensamiento mágico o la superstición, conceptualizándola como una forma de lavado de cerebro autoinducido.

Se cree que gente inescrupulosa, con cierto poder de influencia, se aprovecha así de personas desesperadas y vulnerables mediante todo tipo de manipulación psicológica. La “cura por fe” sería entonces un fraude producto de la ignorancia popular.

Sin embargo, las personas más racionales admiten que la psicología en un enfermo puede hacer que se cure. Y en este sentido las prácticas terapéuticas de los curanderos tienen cierto fundamento.

Muchos médicos reconocen que la confianza en el tratamiento desempeña un papel fundamental en la recuperación y no implica, en sí misma, daño alguno. El verdadero peligro estriba en que, si la naturaleza del padecimiento exige un tratamiento médico, se pretenda prescindir de él por el hecho de confiar más en la terapia alternativa.

Por otra parte, en la literatura llamada de “autoayuda”, donde se proponen técnicas para elevar la autoestima, encontrar la clave del éxito y obtener la fórmula para resolver los problemas, se exalta el poder de la autosugestión.

“Todos los días, desde todo punto de vista, voy mejor y mejor», dice la frase que sintetiza el método Coué, técnica de curación basada en la autosugestión, ideada en 1913 por el psicólogo y boticario francés Emile Coué, considerado el padre del pensamiento positivo.

Al ejercer su profesión durante la Primera Guerra Mundial, frente a la falta de medicamentos, Coué aplicaba su método y notaba que muchos de sus pacientes se recuperaban como si hubieran sido medicados tradicionalmente.

Así descubrió el efecto placebo. “Verá cómo este remedio lo hará sentir mejor”, sugestionaba Coué a sus pacientes, y mejoraban, aunque sus remedios no tuvieran ninguna eficacia.

Frente a un dolor físico, les sugería repetir insistentemente: “Está pasando, ahora va pasar”, y así se mejoraban, incluso se curaban. “No soy un sanador, sólo enseño a la gente a curarse sola; las curaciones milagrosas que me atribuyen son obra de los enfermos”, decía.

En su libro “El dominio de sí mismo”, Coué explica el procedimiento de su método. Se basa en repetir como un mantra la fórmula, y el resultado está relacionado con la persistencia de su uso y su duración temporal.

“El método funciona para curar problemas psicosomáticos, para mejorar en los deportes, en el trabajo, en el estudio”, explica José Aranda, psicólogo y codirector, desde hace 40 años, de la Asociación de Hipnosis y Sofrología.

La autosugestión revelaría, en el fondo, que el hombre es un ser crédulo y es proclive a hacer que las cosas funcionen según sus creencias. ¿Pero basta el autoconvencimiento para doblegar la realidad a nuestro deseo?

¿Es cierto que si uno se persuade de que puede hacer cualquier cosa tendrá éxito? ¿Acaso la realidad no pone resistencia a nuestros deseos y suele desbaratar nuestros planes, más allá de los convencimientos?

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 31/05/2017 en Uncategorized

 

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La vida color de rosa o de color negro

Parece no haber término medio en algunas ofertas literarias o propuestas terapéuticas: oscilan entre una visión almibarada u otra demasiado avinagrada de la vida.

Por un lado se cae en el prejuicio de que todos son buenos sentimientos, donde la virtud siempre es recompensada, y donde se sugiere que de lo que se trata es de tener “buena onda”.

En el otro extremo, en una visión igualmente unilateral y prefabricada, se sostiene lo contrario: que todo es horrendo y desolador, al punto que se insinúa que es un error haber nacido.

En la literatura llamada de “autoayuda”, donde se proponen técnicas para elevar la autoestima, encontrar la clave del éxito y obtener la fórmula para resolver los problemas, predomina el pensamiento positivo.

Este último fue inventado a principios del siglo XX por el francés Emil Coué y consistía en repetirse de la mañana a la noche, para recobrar la salud o la felicidad: ‘todo va bien, todo va muy bien, todo va cada vez mejor’.

Coué era un farmacéutico que descubrió el poder de la autosugestión. Eso ocurrió al ejercer su profesión durante la Primera Guerra Mundial, frente a la falta de medicamentos.

Pero recetaba igual diciendo: “Verá cómo este remedio lo hará sentir mejor”. Sugestionaba así a sus pacientes, quienes por el efecto placebo se recuperaban, como si hubieran sido medicados en realidad.

Frente a un dolor físico, les sugería además repetir insistentemente: “Está pasando, ahora va pasar”, y así se mejoraban, incluso se curaban. “No soy un sanador, sólo enseño a la gente a curarse sola; las curaciones milagrosas que me atribuyen son obra de los enfermos”, decía el boticario francés.

Así nació el método Coué, técnica de curación por medio del pensamiento positivo, que enseña a adiestrar el subconsciente, repitiéndose  20 veces al día una frase mágica.

“Todos los días, desde todo punto de vista, voy mejor y mejor”, eso hay que decir como un mantra o el recitado de un rosario. La promesa es que si hacemos esto, entonces todo nos va a ir bien.

El pensamiento positivo, en su afán de pintar las cosas de manera edulcorada y amable, cree poder eliminar las contradicciones reales de la vida mediante un truco de imaginación (autosugestión).

En el otro extremo, florece a la par un tenebroso pesimismo. Esto se ve en libros donde se cuentan miserables experiencias, la historia de seres desesperados, hastiados de todo y de sí mismos.

Aquí la autosugestión funciona al revés del método de Coué: la idea que se trasmite es que todo va mal, todo va muy mal, todo va de mal en peor. ¡Y esto como si la vida no tuviera ya suficientes contrariedades y abatimientos!

A fuerza de ennegrecer el cuadro de la existencia, se termina denigrando la vida misma, una actitud que puede ser contagiosa, ya que puede desmoralizar a mucha gente.

Cierta delectación por pintar el lado sombrío del destino –que es una de las vetas incluso de la narrativa del cine- podría generar una atmósfera negativa en jóvenes, que suelen ser receptivos a estas ofertas.

Frente a este tipo de visiones unilaterales, frente a los que caen en un optimismo ingenuo o un pesimismo  artificialmente crudo, quizá haya que recordar que la vida es una mezcla de proporciones variables de bien y mal.

Sería una ofensa a la realidad, en este sentido, mirarla puramente rosa o puramente negra, reducirla en definitiva a un aspecto, lo que significa mentirse sobre ella, y por esta vía engañarse a uno mismo.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/05/2015 en Uncategorized

 

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