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Una filosofía práctica para tiempos difíciles

Hoy (12 de noviembre) concluye a nivel global la Semana Estoica o Stoic Week, un encuentro que confirma la vigencia de una filosofía de 2.300 años de antigüedad.

El primer evento de este tipo sobre el estoicismo, la doctrina originada en Atenas y con gran popularidad durante el auge de Roma, tuvo lugar en el año 2012 en Londres (Reino Unido).

Desde entonces todos los años se realiza una movida (desde la pandemia en forma virtual) en la que gente de todo el mundo se familiariza con la sabiduría de filósofos como Marco Aurelio, Séneca y Epicteto. Este año el inusual evento comenzó el 6 de noviembre y culmina hoy.

“La Semana Estoica ofrece la oportunidad de practicar el estoicismo durante siete días, incorporando ideas, técnicas, conceptos y prácticas estoicas en su vida”, señala el sitio web Modern Stoicism.

¿Cómo vivir una buena vida en un mundo impredecible? ¿Cómo hacer lo mejor dentro de nuestras posibilidades mientras aceptamos lo que está fuera de nuestro control?

Éstas son las cuestiones centrales de esta antigua filosofía práctica, hoy de moda por su capacidad para enseñar cómo manejar la angustia y frustración del hombre actual.

Los estoicos se preguntaban a menudo sobre cuál era la mejor forma de vivir para el hombre o cómo conseguir la felicidad. Preguntas de este tipo se siguen haciendo, sobre todo en momentos históricos como los de ahora, signados por la incertidumbre.

La escuela estoica tuvo una profunda influencia en la civilización grecorromana y, en consecuencia, en el pensamiento occidental en general. Y fue más allá.

Está presente en el cristianismo, en el budismo y en el pensamiento de varios filósofos modernos, como el alemán Immanuel Kant, además de haber influido en la técnica contemporánea de la psicoterapia llamada terapia cognitivo-conductual.

El estoicismo predicó el valor de la razón, al proponer que las emociones destructivas son el resultado de errores en nuestra manera de ver el mundo y ofreció una guía práctica para permanecer resueltos, fuertes y en control de la situación.

Por ejemplo, Epícteto, un esclavo que llegó a ser filósofo y vivió en el año 50 d.C., creía que la clave de la vida pasaba por saber distinguir las cosas que “no dependen de nosotros” (el cuerpo, la riqueza, la salud, la fama, etc.) de aquellas que sí “dependen de nosotros” (opiniones, deseos, repulsiones).

Si el hombre escoge las cosas que no dependen de él –decía-, estará a merced de las mismas, de los acontecimientos y de los otros hombres, será víctima de sufrimientos y por lo mismo cosechará infelicidad.

Conectado con esto, Epícteto reflexionaba que “los hombres no son perturbados por las cosas, sino por sus opiniones sobre ellas”, sugiriendo que la clave no es lo que nos sucede sino la interpretación que hacemos de ello.

Uno de los pensadores más conocidos del estoicismo es Séneca, consejero del emperador romano Nerón. En una carta a su amigo Lucilio, el filósofo habla de uno de los componentes centrales de la virtud: la capacidad de armarnos contra la desgracia.

La idea central de esa carta es que no debemos solo prepararnos para hacer frente a las necesidades de la vida, sino también preparamos para lo peor.

Los estoicos decían, además, que era conveniente tener presente nuestra condición mortal. “Medita sin cesar en la muerte de hombres de todas clases, de todo tipo de profesiones y de toda suerte de razas”, reflexionaba por su lado el emperador Marco Aurelio en su libro “Meditaciones”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 19/11/2023 en Uncategorized

 

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La esperanza, motor que sostiene la vida

Pocas palabras tienen una resonancia tan significativa como “esperanza”, ya que el hombre es un ser que vive de expectativas. ¿Acaso vivimos en una época de “des-espero”?

El acto de esperar es una cualidad básicamente humana. Nada más humano, entonces, que esta actitud vital que surge cuando se presenta alcanzable lo que se desea.

“La esperanza es lo último que se pierde”, dice el conocido refrán. Mezcla de consejo y consuelo, se aplica a situaciones límites, cuando justamente se tiene la impresión de que el final no será el esperado.

Es decir, puede utilizarse para dar ánimo a aquellas personas que deben afrontar una coyuntura complicada, en la que las chances de alcanzar el objetivo aparecen como escasas.

Por otra parte, también se dice cuando los acontecimientos ya se han desarrollado lo suficiente como para notar que las posibilidades son remotas, es decir, cuando el margen para un final feliz o victorioso es mínimo.

“Desesperación” sería el concepto contrario a la esperanza. Una existencia “des-esperada” connota lo peor, el acabose, la pérdida de todo motivo para seguir viviendo.

“En las actuales condiciones muchos son arrastrados por la desesperanza”, en estos términos se suele describir la visión sombría de la realidad social.

En este sentido, se ha desarrollado en el último tiempo la “terapia de la esperanza”, un modelo psicoterapéutico para transitar los momentos oscuros.

Se trata de un enfoque que hunde sus raíces en la teoría cognitiva de la esperanza formulada por Charles Snyder y en un trabajo publicado por él mismo en 2002.

La psicóloga española Valeria Sabater explicó al respecto: “Vivir sin esperanza es quedar recluido en un rincón mental angustiante donde es muy fácil ser prisionero de la depresión. El ser humano no puede vivir sin esa luz interna que, a modo de faro, guía nuestras metas y los ánimos para poder levantarnos cada día. No nos debe extrañar, por tanto, que exista un modelo psicoterapéutico basado en esta dimensión”.

Sabater dijo que “infundir un sentido de esperanza resulta muy beneficioso para quien esté en plena batalla con una depresión y también para quienes estén en pleno duelo tras una ruptura afectiva, o bien, tras haber perdido a un ser querido”.

Cabe consignar que el concepto de esperanza ha sido tratado por filósofos y teólogos. Mientras para los antiguos griegos el término connotaba consuelo, para los cristianos es una virtud teologal, que consiste en confiar con certeza en las promesas del Reino de los Cielos y de la vida eterna.

La esperanza puede ser vista como una idea metafísica con consecuencias antropológicas. En ella va implícita una situación de incredulidad o de cierre del horizonte vital cuyo efecto puede ser la falta de deseo de vivir.

El religioso jesuita y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin llegó a escribir a propósito: “El mayor peligro que puede correr la humanidad no es una catástrofe que le venga de afuera, el hambre y la peste, sino más bien esa enfermedad espiritual, la más terrible pues es el azote más directamente humano, que es la pérdida del gusto de vivir”.

La idea de que lo que uno espera no se haga realidad afecta la estructura de lo humano y se diría que es discapacitante, al punto que tarde o temprano parece totalmente intolerable.

Desde un punto de vista sociológico, la falta de esperanza puede marcar la tónica de una sociedad, en un momento histórico determinado, conduciendo a la población a una suerte de amargura o encogimiento existencial.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 09/05/2023 en Uncategorized

 

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Cómo enfrentar las huellas que deja el paso de los años

Son conocidas las estrategias “antiaging” (antiedad), que intentan detener las huellas de los años. Ahora se le opone el “wellaging” (envejecer bien), que admite una mayor presencia de los signos naturales del paso del tiempo.

El irreversible paso de los años produce un inevitable deterioro corporal. Como la ciencia aún no ha encontrado el mecanismo biológico que detenga el envejecimiento, se ha venido recurriendo a distintos paliativos.

Las marcas corporales que deja el paso del tiempo, el transcurrir de los años, parecen ser un estigma intolerable. Una especie de credencial que condena a las personas adultas a estar fuera de circulación.

La medicina, la genética, la cirugía plástica, el gimnasio, las dietas, la cosmética, son algunas de las tecnologías al servicio de quitarle la marca de los años al cuerpo.

Se habla de antienvejecimiento, antiaging o antiedad. Y con ello se alude a una amplia gama de estrategias y terapias orientadas a revertir en lo posible los signos físicos provocados por el paso de los años.

El antiaging se refiere a cualquier acto susceptible de analizar, controlar y retrasar el proceso de envejecimiento. Aquí se incluyen todo el abanico de tratamientos de tipo cosmético que buscan mejorar el aspecto físico de la persona.

Sobresale, por ejemplo, la cirugía estética, que puede realizarse en cualquier parte de la cara y el cuerpo. Botox, estiramiento de mejillas, cirugía de mentón, modelado del contorno facial, son algunas opciones para el rostro.

En cuanto al cuerpo, existen distintas intervenciones: reducción de abdomen (abdominoplastia), estiramiento de brazos, liposucción, aumento de senos, levantamiento de glúteos, entre otras.

Pero hay un concepto que se opone al antiaging, que deja de lado los estiramientos de la piel y los procedimientos invasivos. Se trata de “wellaging”, que defiende sentirse orgulloso de la edad que se tiene y que se postula como el arte de envejecer de forma natural.

Si bien la propuesta evita los resultados artificiales, acepta todo aquello que ayude a prevenir arrugas, eliminar manchas o mejorar la luminosidad de la piel, siempre que no sea evidente que se recurrió para ello a un tratamiento

Según los voceros de este concepto, con él las personas rechazan los procedimientos quirúrgicos que no aseguran un resultado natural.

Buscan lucir su propio rostro con los signos de la edad disimulándolos de la mejor manera posible, sin estirar la piel de forma invasiva, ni rellenar arrugas aumentando el volumen.

Es una forma de abrazar el paso del tiempo en la piel y tratarlo sin grandes cambios, con ingredientes que aporten los nutrientes necesarios para prevenir los signos de envejecimiento sin que se note de forma evidente.

“Wellaging” es un concepto nacido en Japón, popularizado como “el arte de envejecer bien”.

En opinión de la médica dermatóloga Irene Bermejo, “el tema del envejecimiento siempre fue una preocupación tanto para mujeres como hombres”.

Al respecto, así como pasa con otras modas, apuntó que en medicina estética se pasó de una tendencia artificial a la naturalidad. “Las personas sienten que pueden estar mejor, verse más luminosas y radiantes, pero conservando la naturalidad, y el respeto por las formas individuales de cada uno”, precisó Bermejo.

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Publicado por en 23/04/2023 en Uncategorized

 

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La sonrisa, el idioma universal que contagia

El primer viernes de octubre de cada año se celebra el Día Mundial de la Sonrisa, una fecha que nos recuerda que este gesto nos acerca a los demás, mejora las relaciones sociales e incrementa la felicidad. 

Se trata de un lenguaje universal propio de los humanos, que se comprende a pesar de las diferencias culturales, países o idiomas. 

La sonrisa y su hermana mayor, la risa, hacen que el organismo libere endorfinas, dopaminas, serotonina y adrenalina que contribuyen a reducir el dolor físico, emocional y a mejorar la salud. 

De esta manera, activan el sistema neuroendocrino e inmunitario, elevan el número de leucocitos y favorecen la plasticidad cerebral.  

La sonrisa influye directamente en las actitudes de los demás. Según los neurobiólogos, es contagiosa porque en el cerebro existe una neurona espejo que la reconoce. 

Sonreír es gratis y ayuda en muchos ámbitos de la vida: en la seducción, en la vida profesional, en la autoestima de las personas. Es un potente activador de la comunicación, abre puertas a las relaciones personales positivas, a la aceptación, etc. 

El griego Aristóteles dijo que “el hombre es el único animal que ríe”, sugiriendo que es un rasgo distintivo de la especie. Luego otro filósofo, Henri Bergson, agregó que “es el único que hace reír”. 

La historia cuenta que hace más de 4.000 años, en al antiguo imperio chino, había templos donde las personas se reunían para reír con la finalidad de equilibrar su salud. 

En la Edad Media, los bufones cumplían una función social en las cortes. Su actuación durante las comidas producía hilaridad en los comensales, facilitando la digestión. 

Erasmo de Rotterdam, en “Elogio de la Locura”, cuenta que los reyes “aprecian a los tontos más que a los sabios austeros, teniendo la costumbre de mantener por ostentación a los bufones, y ellos, proporcionan lo que los príncipes buscan por todas partes y cueste lo que cueste: el entretenimiento, la sonrisa, la carcajada, el placer”. 

Otro erudito de la época medieval y santo de la Iglesia Católica, Tomás Moro, escribió la “Oración del Buen Humor”, donde dice: “Dame, Señor, el sentido del humor. / Concédeme la gracia de comprender las bromas, / para que conozca en la vida un poco de alegría y / pueda comunicársela a los demás”.  

Ya en épocas modernas, Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de sacar la energía negativa de nuestro organismo. Decía que el efecto “catártico” que producían permitía vivir mejor. 

En 1995, un médico de la India, Madam Kataria, fundó el “Yoga de la Risa”, un movimiento que ha inspirado a miles de “clubes de la risa” en todo el mundo. 

En la actualidad existen las llamadas “clínicas de risoterapia”, en las que se practica una técnica destinada a mejorar el estado físico y psicológico a través de la risa. 

Se cuenta que el francés Voltaire quiso morir como activista en el partido de la risa. Porque, según él, es lo que más odian los fanáticos.  

Por otra parte, tomarse las cosas con humor es un mecanismo de resistencia ante las pequeñas desgracias del día a día. Es una manera inteligente de lidiar ante lo que nos descoloca y provoca zozobra. 

Para el filósofo Friedrich Nietzsche la risa “es una especie de mecanismo de compensación para soportar lo que la vida conlleva en su tragedia constitutiva”. 

“La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”, decía el autor de la célebre frase “lo que no te mata, te hace más fuerte”.  

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 10/10/2022 en Uncategorized

 

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El enfoque terapéutico del programa de los doce pasos

La agrupación Alcohólicos Anónimos (AA), fundada en 1935 en Estados Unidos, ha popularizado un método terapéutico efectivo, conocido como “Los 12 Pasos”, que se aplica a distintas formas de adicción.

Se trata de grupos de auto-ayuda que tienen como propósito vencer alguna conducta compulsiva que los esclaviza. Se ha difundido por todo el mundo e incluye a Neuróticos Anónimos, Drogadictos Anónimos, Narcóticos Anónimos, Comedores Compulsivos Anónimos, Adictos Anónimos a las Relaciones, Jugadores Anónimos, entre otros. 

Los grupos son anónimos porque una de las reglas básicas es la confidencialidad: en ninguna circunstancia se habla fuera del grupo de las cosas que se hayan ventilado dentro, incluso de la identidad de los participantes.

El formato de la reunión es simple: una presentación, una lectura, el testimonio de un miembro, luego una discusión abierta en la que cualquiera de los presentes puede compartir sus preocupaciones, sus logros o sus pensamientos.

Los miembros se comprometen a seguir los 12 Pasos, que básicamente es un plan de recuperación. Ese plan incluye la sumisión ante un poder espiritual superior, el reconocimiento de la adicción como un problema que no tiene final, la reparación de los daños causados a las personas afectadas y un despertar espiritual a través de la oración o la meditación.

Este modelo estadounidense de los 12 pasos surgió como resultado del encuentro entre Bill Wilson, un agente de Bolsa de Nueva York, y Bob Smith, un cirujano de Akron, quienes eran alcohólicos desahuciados.

Trabajando juntos, el hombre de negocios y el médico descubrieron que su capacidad para permanecer sobrios estaba relacionada con la ayuda y el estímulo que ellos pudieran dar a otros alcohólicos.

La fundación de este grupo de auto-ayuda, el 10 de junio de 1935, coincide con la fecha del último trago de Bob Smith. En 1939, con la publicación del libro “Alcohólicos Anónimos”, del que la comunidad tomó su nombre, AA empezó a llamar la atención con su programa, extendiéndose rápidamente, tanto en Estados Unidos como en el extranjero.

“Los 12 Pasos (de AA) son muy aplicables a cualquier otra adicción», confirma Amy Krentzman, de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Minnesota, que ha hecho investigaciones sobre AA y otros programas basados en él.

Pero no es una cura milagrosa porque el adicto, pese a la desintoxicación y a los cambios de hábitos, nunca deja de serlo en realidad. Es una batalla diaria contra la adicción, que está siempre al acecho, pronta a reaparecer. “Sólo por hoy, por 24 horas”, dicen los miembros del grupo de auto-ayuda, al explicar la lucha diaria.

Todos los miembros mencionan el “proceso de transitar por los 12 Pasos” como uno de los pilares del programa.

El primero de esos pasos dice: “Admitimos que éramos impotentes ante (el alcohol), que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”.

El programa de los 12 Pasos tiene también sus detractores. Muchos critican el elemento cuasi religioso, otros dicen que no tiene base científica y están los que dicen que pone mucho énfasis en la abstinencia absoluta.

Pero, para muchos, el programa es efectivo. “Funciona por un proceso psicológico, uno espiritual y uno social”, detalla Krentzman. “Por la manera en que da un sentido de comunidad a la gente, por el hecho de saber que otros sufren lo mismo que tú”, explica.

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Publicado por en 25/09/2022 en Uncategorized

 

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Superar las adicciones mediante los doce pasos

La agrupación Alcohólicos Anónimos (AA), fundada en 1935 en Estados Unidos, ha popularizado un método terapéutico efectivo, conocido como “Los 12 Pasos”, que se aplica a distintas formas de adicción.

Se trata de grupos de auto-ayuda que tienen como propósito vencer alguna conducta compulsiva que los esclaviza. Se ha difundido por todo el mundo e incluye a Neuróticos Anónimos, Drogadictos Anónimos, Narcóticos Anónimos, Comedores Compulsivos Anónimos, Adictos Anónimos a las Relaciones, Jugadores Anónimos, entre otros.

Los grupos son anónimos porque una de las reglas básicas es la confidencialidad: en ninguna circunstancia se habla fuera del grupo de las cosas que se hayan ventilado dentro, incluso de la identidad de los participantes.

El formato de la reunión es simple: una presentación, una lectura, el testimonio de un miembro, luego una discusión abierta en la que cualquiera de los presentes puede compartir sus preocupaciones, sus logros o sus pensamientos.

Los miembros se comprometen a seguir los 12 Pasos, que básicamente es un plan de recuperación. Ese plan incluye la sumisión ante un poder espiritual superior, el reconocimiento de la adicción como un problema que no tiene final, la reparación de los daños causados a las personas afectadas y un despertar espiritual a través de la oración o la meditación.

Este modelo estadounidense de los 12 pasos surgió como resultado del encuentro entre Bill Wilson, un agente de Bolsa de Nueva York, y Bob Smith, un cirujano de Akron, quienes eran alcohólicos desahuciados.

Trabajando juntos, el hombre de negocios y el médico descubrieron que su capacidad para permanecer sobrios estaba relacionada con la ayuda y el estímulo que ellos pudieran dar a otros alcohólicos.

La fundación de este grupo de auto-ayuda, el 10 de junio de 1935, coincide con la fecha del último trago de Bob Smith. En 1939, con la publicación del libro “Alcohólicos Anónimos”, del que la comunidad tomó su nombre, AA empezó a llamar la atención con su programa, extendiéndose rápidamente, tanto en Estados Unidos como en el extranjero.

“Los 12 Pasos (de AA) son muy aplicables a cualquier otra adicción», confirma Amy Krentzman, de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Minnesota, que ha hecho investigaciones sobre AA y otros programas basados en él.

Pero no es una cura milagrosa porque el adicto, pese a la desintoxicación y a los cambios de hábitos, nunca deja de serlo en realidad. Es una batalla diaria contra la adicción, que está siempre al acecho, pronta a reaparecer. “Sólo por hoy, por 24 horas”, dicen los miembros del grupo de auto-ayuda, al explicar la lucha diaria.

Todos los miembros mencionan el “proceso de transitar por los 12 Pasos” como uno de los pilares del programa. El primero de esos pasos dice: “Admitimos que éramos impotentes ante (el alcohol), que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”.

El programa de los 12 Pasos tiene también sus detractores. Muchos critican el elemento cuasi religioso, otros dicen que no tiene base científica y están los que dicen que pone mucho énfasis en la abstinencia absoluta.

Pero, para muchos, el programa es efectivo. “Funciona por un proceso psicológico, uno espiritual y uno social”, detalla Krentzman. “Por la manera en que da un sentido de comunidad a la gente, por el hecho de saber que otros sufren lo mismo que tú”, explica.

 

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Publicado por en 24/04/2020 en Uncategorized

 

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La sabiduría y la cura que proviene del árbol

Para quien es capaz de contemplar el mundo vegetal, los árboles tienen mucho que decir, guardan en sí un secreto que urge comprender para el hombre contemporáneo, habitante de las ciudades y tan alejado del mundo orgánico.

“Los árboles son santuarios”, llegó a escribir el poeta y filósofo alemán Herman Hesse. “Cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, nos sentiremos en casa. Eso es la felicidad», señaló.

En su libro “Árboles: reflexiones y poemas”, Hesse ve a los árboles desde un punto de vista filosófico y establece la importancia que tienen para nociones esenciales como la verdad, la belleza, el hogar, el sentido de pertenencia o la felicidad.

Dice Hesse: “En sus ramas más altas el mundo cruje, sus raíces descansan en el infinito; pero no se pierden allí, luchan con toda la fuerza por una sola cosa: cumplir sus propias leyes, construir su propia forma, representarse… Nada es más ejemplar que la belleza de un árbol fuerte”.

Los árboles se han vuelto a poner de moda, a juzgar por algunos títulos escritos el último tempo. Como “La vida secreta de los árboles”, de Peter Wohlleben; “Laberinto extraño”, de Will Ashon; “La larga, larga vida de los árboles” de Fiona Stafford y el cuento alegórico “El hombre que plantaba árboles”, de Jean Giono.

Pero, ¿a qué se debe esta reciente obsesión? ¿Por qué los escritores y artistas están tan empeñados en los árboles? ¿Qué nos pueden enseñar? ¿Realmente pueden darnos paz y felicidad?

La actual obsesión de la literatura se debería en parte a que los nuevos escritores tienen una mayor conciencia sobre el medioambiente. Pero a la vez este tipo de literatura también forma parte de antiguas tradiciones literarias, asociadas al folclore europeo.

El antropólogo Milcea Eliade, por otro lado, ha comprobado que árboles sagrados se encuentran en todas las religiones, en las metafísicas y las místicas arcaicas y en las tradiciones populares del mundo entero.

El pensamiento humano, desde los tiempos más remotos, ha visto en estos seres del reino vegetal una síntesis del cosmos que se regenera incesantemente, y como vida inagotable representa en muchos casos la inmortalidad.

Además, la vida inagotable, la “vida sin muerte”, en la ontología arcaica traduce la idea de realidad absoluta, y, por tanto, el árbol se convierte en símbolo de esa realidad última.

Según Eliade, son innumerables los mitos y leyendas en los que interviene un árbol sagrado o cósmico, una columna que sostiene al mundo, un Árbol de la Vida que confiere la inmortalidad al que come sus frutos, y en todas esas tradiciones aparece el simbolismo del “centro”.

El Shinrin-yoku, que podría traducirse como “baño de bosque”, es una ancestral terapia que se inspira en las religiones budista, sintoísta y afrocubana, y  enseña a beneficiarse del poder curativo de los árboles.

La Escuela de Medicina de Tokio ha verificado que frecuentar los bosques posee efectos positivos medibles sobre el organismo. Aumenta, por ejemplo, la concentración en sangre de linfocitos NK, que tienen una acción específica contra infecciones y procesos cancerosos.

El Shinrin-yoku, así, trata de integrarnos en la naturaleza y anima a caminar por los bosques, entrando con actitud calmada y meditativa en la atmósfera límpida de las arboledas, dejándonos guiar por los sentidos.

Esta es la doctrina que subyace a la arboterapia, que sostiene que el aire de los bosques ayuda a estimular y armonizar los procesos vitales, la esfera psíquica y emocional.

 

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Publicado por en 10/02/2019 en Uncategorized

 

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Llorar y reír tienen efectos terapéuticos

“Hay un tiempo de llorar y un tiempo de reír”, se lee en el Eclesiastés, el libro de la Biblia atribuido al rey Salomón, cuya intención es decirnos que en el mundo establecido por Dios hay un tiempo para cada cosa.

Mientras la risa expresa alegría y júbilo, el llanto delata dolor y tristeza. Se diría que la vida humana oscila entre estos dos polos.

“Quien suele llorar profusamente, también es capaz de reír con intensidad al instante siguiente”, escribió Oscar Wilde al sugerir que son dos gestos humanos en realidad muy emparentados.

Desde la Neurología se habla de mecanismos que funcionan en nuestro cerebro y que surgen en determinado momento, disparados por motivos diversos, dependiendo si una situación nos causa gracia, provocando la risa, o nos causa pesar, generando llanto.

Pero ambas manifestaciones pueden ser “patológicas” y eso ocurre cuando una persona padece enfermedades que hacen que se produzca la desinhibición o superexcitación del centro de la risa o del llanto sin que haya un motivo o situación real que los provoque.

La risa y el llanto están tan presentes en nuestra vida diaria que a veces ni siquiera reparamos en ellos. Cuando tenemos un mal día o cuando las cosas salen bien, el llanto y la risa se vuelven prácticamente inevitables a la hora de mostrar nuestras emociones.

Funcionan, incluso, a modo de catarsis. Y de hecho se habla del poder curativo que puede haber tanto en las lágrimas como en las carcajadas o sonrisas. En principio, que el humor sane parece más evidente.

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, atribuyó a las carcajadas el poder de liberar a nuestro organismo de energía negativa. Decía que el efecto “catártico” que producía permitía vivir mejor.

En 1995, un médico de la India, Madam Kataria, fundó el “Yoga de la Risa”, un movimiento que ha inspirado a miles de “clubes de la risa” en todo el mundo.

En la actualidad existen las llamadas “clínicas de risoterapia”, en las que se practica una técnica destinada a mejorar el estado físico y psicológico a través de la risa.

Se cree que cuando una persona ríe, además de mejorar su estado de ánimo y  de atemperar su estrés, genera una sustancia benéfica para su organismo de cara a diferentes patologías o enfermedades.

En contraste, el llanto está poco valorado y se tiende a darle una connotación negativa. Algo que parece lógico, porque todo el mundo le dispara a las lágrimas, fenómeno asociado a dolores y tristezas.

Sin embargo, llorar puede ser bueno para la salud. Como expresión física de una emoción profunda, a la que hay que dejar aflorar naturalmente, porque es un modo muy humano de expresar una afección del alma.

El llanto, en efecto, alivia el quebranto, libera de la angustia y permite desahogarnos. “Las lágrimas derramadas son amargas, pero más amargas son las que no se derraman”, refiere un proverbio irlandés.

“El llanto puede ser terapéutico porque alivia tensiones y también porque puede aumentar el apoyo social al despertar empatía”, explica Antonio Cano, psicólogo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.

Cierta cultura patriarcal proclama que el hombre no debe llorar, relacionando ese gesto con un signo de debilidad. Al margen del prejuicio, Cano sostiene que “hombres y mujeres tienen distinta necesidad de llorar (…) tienen un sistema hormonal diferente, unas diferencias biológicas que facilitan la expresión emocional a la mujer”.

Al respecto, existe la “lagrimoterapia”, una técnica de sanación creada por el homeópata chileno Hugo Fuchslocher.

 

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Publicado por en 24/03/2018 en Uncategorized

 

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Medicina alternativa, una tendencia creciente

Para la medicina científica las terapias alternativas para la cura de enfermedades se asimilan poco menos que a la brujería. Pero buena parte de la población, que las adopta, no cree lo mismo.

Que las personas recurran a tratamientos o prácticas no convencionales para dar respuesta a situaciones de enfermedad no es algo nuevo. Lo llamativo es que esto crezca pese a los espectaculares avances de la medicina científica.

En los últimos años en la Argentina, en parte por la inclinación hacia prácticas naturistas y en parte por escapar del ciclo consulta-estudios-remedios, estas terapias han ido ganando popularidad.

El camino alternativo es variopinto: el uso de imanes en la magnetoterapia, los activos nocivos diluidos de la homeopatía, las agujas colocadas en puntos específicos del cuerpo en la acupuntura, la regulación de energías a través del uso de cuarzos en la cristaloterapia, la curación de los chacras en el reiki, el exceso de vitaminas recomendado en la medicina ortomolecular o los rituales y amuletos mágicos del curanderismo.

Hay quienes piensan que las terapias alternativas seguirán siendo exploradas por el público –y esto más allá de la cuestión de su eficacia real para la salud- mientras los conocimientos médicos que la ciencia obtenga contra las enfermedades sean insuficientes.

Un conocimiento al que todavía le es imposible proporcionar un remedio certero a una parte de los padecimientos humanos y para los cuales muchas veces debe recurrir a procedimientos dolorosos, como las cirugías, las quimioterapias o los efectos secundarios de los medicamentos.

Algunos describen el fenómeno como un ataque a la ciencia por parte del viejo pensamiento mágico, eternamente negador de las evidencias empíricas, desde las condenas eclesiásticas a Galileo Galilei (siglo XVII), caso emblemático de la oposición entre la fe y la razón.

Desde allí se esgrime que los negacionistas no quieren aceptar el éxito indudable de los antibióticos, de las vacunas, de la industria farmacéutica, de las tecnologías médicas que han hecho prolongar la expectativa de vida de la humanidad hacia límites impensados.

Lo cierto es que distintas encuestas dan cuenta que en sociedades desarrolladas como Estados Unidos y Gran Bretaña –donde la medicina científica es de alto nivel- cerca del 40% de la población recurre temporal o permanentemente a las terapias alternativas.

Las medicinas alternativas preferidas en esos países son la acupuntura, la terapia musical, la naturopatía, la homeopatía, la psicología analítica y la medicina ayurvédica –que forma parte del sistema de salud de la India–, entre otras.

Muchas de las personas que recurren a estos métodos los ven como “complementarios” de la medicina tradicional (no como contrarios) y sobre todo como prácticas preventivas de enfermedades.

Sin embargo, muchas veces, de acuerdo con lo que han señalado diferentes autoridades sanitarias, puede resultar nocivo para la salud tomarlos como un reemplazo liso y llano de la medicina formal.

En este sentido muchas corporaciones médicas han salido a cuestionar este tipo de terapias. La Asociación Médica Británica han dicho por ejemplo que la homeopatía “es brujería” y que no existe ninguna prueba de que funciona más allá del placebo.

Lo que desde la medicina científica se critica de las terapias alternativas es que convenzan al paciente de que abandonen su tratamiento médico para abrazar una práctica que se juzga de capacidad curativa incierta o nula.

 

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Publicado por en 30/06/2017 en Uncategorized

 

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La autosugestión, ¿técnica milagrosa?

Convencerse de algo, a través de autoafirmaciones constantes y repetitivas, podría hacer que efectivamente ocurra. Al proceso se lo llama “autosugestión” y consiste en adiestrar al subconsciente con vistas a un propósito.

Se trata en realidad de una práctica antiquísima utilizada por sanadores y curanderos de todos los tiempos. Aunque por cierto tiene sus detractores: no es posible, dicen estos, que utilizando frases mágicas se consiga más que con los tratamientos de la medicina moderna.

El problema es que se asocia esta práctica con el pensamiento mágico o la superstición, conceptualizándola como una forma de lavado de cerebro autoinducido.

Se cree que gente inescrupulosa, con cierto poder de influencia, se aprovecha así de personas desesperadas y vulnerables mediante todo tipo de manipulación psicológica. La “cura por fe” sería entonces un fraude producto de la ignorancia popular.

Sin embargo, las personas más racionales admiten que la psicología en un enfermo puede hacer que se cure. Y en este sentido las prácticas terapéuticas de los curanderos tienen cierto fundamento.

Muchos médicos reconocen que la confianza en el tratamiento desempeña un papel fundamental en la recuperación y no implica, en sí misma, daño alguno. El verdadero peligro estriba en que, si la naturaleza del padecimiento exige un tratamiento médico, se pretenda prescindir de él por el hecho de confiar más en la terapia alternativa.

Por otra parte, en la literatura llamada de “autoayuda”, donde se proponen técnicas para elevar la autoestima, encontrar la clave del éxito y obtener la fórmula para resolver los problemas, se exalta el poder de la autosugestión.

“Todos los días, desde todo punto de vista, voy mejor y mejor», dice la frase que sintetiza el método Coué, técnica de curación basada en la autosugestión, ideada en 1913 por el psicólogo y boticario francés Emile Coué, considerado el padre del pensamiento positivo.

Al ejercer su profesión durante la Primera Guerra Mundial, frente a la falta de medicamentos, Coué aplicaba su método y notaba que muchos de sus pacientes se recuperaban como si hubieran sido medicados tradicionalmente.

Así descubrió el efecto placebo. “Verá cómo este remedio lo hará sentir mejor”, sugestionaba Coué a sus pacientes, y mejoraban, aunque sus remedios no tuvieran ninguna eficacia.

Frente a un dolor físico, les sugería repetir insistentemente: “Está pasando, ahora va pasar”, y así se mejoraban, incluso se curaban. “No soy un sanador, sólo enseño a la gente a curarse sola; las curaciones milagrosas que me atribuyen son obra de los enfermos”, decía.

En su libro “El dominio de sí mismo”, Coué explica el procedimiento de su método. Se basa en repetir como un mantra la fórmula, y el resultado está relacionado con la persistencia de su uso y su duración temporal.

“El método funciona para curar problemas psicosomáticos, para mejorar en los deportes, en el trabajo, en el estudio”, explica José Aranda, psicólogo y codirector, desde hace 40 años, de la Asociación de Hipnosis y Sofrología.

La autosugestión revelaría, en el fondo, que el hombre es un ser crédulo y es proclive a hacer que las cosas funcionen según sus creencias. ¿Pero basta el autoconvencimiento para doblegar la realidad a nuestro deseo?

¿Es cierto que si uno se persuade de que puede hacer cualquier cosa tendrá éxito? ¿Acaso la realidad no pone resistencia a nuestros deseos y suele desbaratar nuestros planes, más allá de los convencimientos?

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 31/05/2017 en Uncategorized

 

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