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La historieta que se convirtió en el símbolo nacional francés

En la historia real Julio César conquistó la Galia, incorporándola al Imperio Romano. Pero en un cómic creado en 1959, aparece una aldea de galos capaces de resistir a ese poderío, reivindicando así a este grupo étnico.

Se ha querido ver en la figura de Astérix, protagonista de una serie de historietas  cómicas francesa creada por el guionista René Goscinny (1926-1977) y el dibujante Albert Uderzo (1927-2020), un símbolo nacional de Francia.

Se trata del cómic más traducido en el mundo, pues se ha podido leer en 111 idiomas, y ha vendido más de 365 millones de ejemplares, al tiempo que ha pasado al cine y la televisión, fenómeno único en el mundo de la historieta internacional.

Astérix vive alrededor del año 50 a. C. en una aldea ficticia al noroeste de la Galia, la única parte del país que no ha sido conquistada aún por Julio César, también personaje de la historieta.

La aldea está rodeada por cuatro campamentos romanos: Baborum (traducido también en ocasiones como Pastelalrum), Aquarium, Laudanum y Petibonum (“petit bonhomme”, traducido en ocasiones como Hombrecitum).

La resistencia de estos aldeanos se debe a la fuerza sobrehumana que adquieren tras beber una poción mágica preparada por su druida Panorámix.

Muchos libros de Astérix tienen como trama principal el intento del ejército romano de ocupar la aldea y evitar que el druida prepare la poción o de conseguir algo de ella para su propio beneficio. Estos intentos son frustrados siempre por Astérix y su amigo Obélix gracias a la poción mágica.

En la realidad se sabe que la poción mágica de Astérix nunca existió y César, uno de los mayores estrategas militares de la Historia, tomó Francia gracias a una victoria clave: Alesia, en el año 52 a.C., una batalla que acabó definitivamente con la última resistencia gala.

El héroe de la época no era Astérix, sino Vercingetórix, el comandante de los ejércitos unidos de Galia. César quería conquistar todo un país, a cuyos habitantes consideraba más terribles que los bárbaros.

Vercingetórix consiguió unir a las tribus galas y poner en jaque a las legiones romanas. Tras oponer una fuerte resistencia a las fuerzas invasoras, finalmente cayó en Alesia a manos de Julio César, quien llevó a Roma al guerrero galo, el cual fue paseado y exhibido como trofeo, muriendo luego en reclusión.

La venganza simbólica francesa se materializa en Astérix, donde un galo bajito y otro gordinflón (Obélix) ridiculizan a César y a los romanos y son capaces de resistir a las poderosas legiones del imperio de la época gracias a la poción mágica.

“Los valores humanos son comunes a todas las culturas y los que están presentes en Astérix son los más importantes: la resistencia, el coraje, la simplicidad, ¡y el reír!”, respondió en una entrevista uno de los creadores de la saga, Albert Uderzo, al explicar la razón de su popularidad mundial.

Para algunos críticos, Uderzo y Goscinny (creadores del cómic) alimentaron el chovinismo de los franceses, aunque también la autoestima y confianza de los débiles frente a los poderosos.

Otros han visto en la historieta otra forma del “chovinismo” francés. Esa expresión viene de Nicolás Chauvin, conocido soldado de los tiempos del imperio napoleónico que encarnaba el ideal del patriota.

En 2019 toda Francia celebró los 60 años de la aparición de Astérix, de la historia de los “irreductibles galos”, devenidos en símbolo del espíritu francés y de la resistencia universal.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/10/2021 en Uncategorized

 

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La fragilidad humana en tiempos de pandemia

A medida que transcurre el tiempo y la pandemia de coronavirus no tiene un desenlace, la única certeza que va quedando firme, y que en tiempos normales subestimamos, es lo vulnerable que somos como especie y como sujetos.

El virus acorrala a una civilización a la que no le ha faltado arrogancia respecto de que nada la puede conmover. Aunque parezca extraño, los creadores de la ingeniería genética y de la inteligencia artificial, los que se han lanzado a la conquista del espacio exterior, están siendo jaqueados por una gripe persistente y mortífera.

Resultará indigerible para quienes profesan la creencia en la superioridad humana, para los que postulan la fe cientificista de que finalmente la ciencia va camino a develar todos los misterios, pero lo cierto es que la pandemia de Covid-19 ha impactado de manera traumatizante en las sociedades al exponer la fragilidad humana.

“El virus SARS-CoV-2 cuestiona nuestra existencia”, aseguró al respecto Laura Laguna Lamas, especialista de la Facultad de Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“Es un hecho que algún día moriremos, pero tener una enfermedad cerca que lo concrete, nos exacerba”, añadió al confirmar la presunción de que, al interrumpir la normalidad existencial, el coronavirus ha logrado finalmente que la fragilidad se vuelve viral.

Se ha dicho que nuestra cultura materialista y hedonista, que exalta la diversión y el estilo de vida light (liviano), ha vivido hasta acá de espaldas a la muerte, devenido en un tema tabú.

La antropóloga Paula Sibilia, autora de “El hombre postorgánico”, postula que la tecnociencia contemporánea se ha vuelto fáctica, es decir ha instalado la creencia de que es capaz de encontrar la solución a todos los problemas, desde prever un terremoto, pasando por evitar cualquier tipo de sufrimiento o enfermedad, hasta desprogramar a la mismísima muerte.

“Esto es algo irreal, evidentemente -razona Sibilia-. Pero se trata de una cuestión de fe que yo suelo denominar ‘mito cientificista’. Esta creencia de la cultura globalizada ha acentuado la percepción”.

Sin embargo, al virus ha puesto en entredicho esta actitud autosuficiente y arrogante, al instalar con elocuencia que somos una especie débil, sometida a las imprevisibles variables de la naturaleza.

Nadie sabe muy bien cuándo puede terminar la emergencia sanitaria, si acaso termina; cómo y cuándo puede regresar o repetirse un nuevo brote. De pronto la medicina y el saber científico han quedado desnudos y disminuidos, sin capacidad de diagnosticar y sin posibilidades prospectivas.

Una sola palabra resume la situación existencial a la que el virus ha conducido a la humanidad: fragilidad. La cual desde el punto de vista etimológico está formada con raíces latinas y significa “cualidad del que se puede romper”.

La fragilidad es la capacidad de romperse o quebrarse con facilidad. La sabiduría antigua veía aquí uno de los rasgos esenciales de la condición humana. La filosofía, el arte, la religión y la literatura nos han enseñado siempre que el hombre que dice que no es frágil, miente.

El estoico Lucio Séneca (4 a.C.- 65 d.C.), por caso, aconsejaba tener siempre en mente la posibilidad del desastre. “¿Qué es el hombre? –escribió-. Un recipiente quebradizo a cualquier golpe y a cualquier sacudida. (…) Un cuerpo endeble y frágil, desvalido, indefenso por su misma naturaleza, necesitado de la ayuda ajena, abandonado a todas las insolencias de la suerte”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 29/09/2020 en Uncategorized

 

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