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El Caranaval, un clásico del verano en estas tierras

El mayor espectáculo teatral a cielo abierto del país se iniciará hoy cuando en el Corsódromo “José Luis Gestro” comience el Carnaval del País, que es la fiesta más esperada del verano en Gualeguaychú.

De esta manera, volverán a competir en ese escenario la última campeona Papelitos (Juventud Unida), Marí Marí (Central Entrerriano), Kamarr (Sirio Libanés) y O’Bahía (Pescadores).

La edición 2024 de la fiesta mayor de la ciudad tiene una particularidad: su carácter femenino. Por un lado, llevará el nombre de “Estela María Samacoits de Maradey” (1924-2011), una defensora histórica del evento.

Además, la comparsa O’Bahía (Club de Pescadores), presenta una temática en la que se rinde homenaje a Ana Gelos de Peverelli, fallecida el año pasado, una de las creadoras del Carnaval del País y, sin dudas, el alma de esa comparsa, a la que estuvo ligada por más de cuatro décadas.

Por otro lado, es la primera vez en la historia de la institución -en más de cuatro décadas de existencia-, que una mujer preside la Comisión Organizadora de la fiesta. Se trata de Victoria Giménez, surgida del Club Central Entrerriano.

Haciendo historia, podemos decir que este tipo de celebraciones está en el ADN de los gualeguaychuenses. Hay registros de que los corsos fueron populares en estas tierras en la segunda mitad del siglo XIX.

Los primeros datos oficiales sobre este tipo de fiestas son de 1840, cuando la Confederación Argentina permitió celebrar el aniversario de un acuerdo de paz con Francia.

El entonces gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza prohibió a través de un decreto provincial “el uso de mascaradas para siempre”, y años más tarde se crearon las primeras comisiones encargadas de organizar los corsos. En aquel entonces, el desfile era compartido por murgas, comparsas y hasta orquestas.

La tradición continuó durante varios años, aunque con las dos Guerras Mundiales y el comienzo de los golpes de Estado en el país, los corsos comenzaron a perder popularidad.

En el siglo XX, la fiesta tuvo hacedores tenaces como es el caso María Samacoits de Maradey. Al respecto, en 1976, en pleno gobierno militar, un decreto interrumpió el feriado de carnaval por lo que se dejó de organizar este importante festejo.                    

Preocupada por evitar la desaparición del Carnaval, fue justamente Samacoits de Maradey una de las impulsoras del “Corso” en la avenida Luis N. Palma.

En 1978 las principales organizaciones de Gualeguaychú se reunieron y dieron vida al Carnaval de la Avenida con un formato completamente renovado. Entre sus principales características, se estableció que solo participaran las comparsas de los clubes organizadores.

Durante varios años los sábados y domingos de enero y febrero -a los que se sumaba el feriado de Carnaval-, cinco comparsas se presentaban en el Corsódromo, inaugurado en 1997.

Dicho escenario, que se encuentra ubicado en la antigua estación de trenes de la ciudad, es el primero de su tipo en Argentina, con una extensión de 500 metros y un ancho de pista de 10 metros útiles. Tiene capacidad para casi 30.000 espectadores.

En este año el calendario festivo arranca hoy y continúa los sábados 13, 20 y 27 de enero. En el mes de febrero el espectáculo prosigue los sábados 3, 17 y 24; y el feriado de Carnaval (sábado 10, domingo 11 y lunes 12). La fiesta de la Elección de la Reina, en tanto, está prevista para el 16 de febrero.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/01/2024 en Uncategorized

 

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El lado B de la fiesta de fin de año

El cambio de año suele ser sinónimo de fiesta y encuentros familiares. Sin embargo, para muchas personas esta fecha puede connotar melancolía. A lo que se suma la complicada situación económica que trae zozobra a tantos argentinos.

Se ha dicho, con razón, que en toda despedida de año surgen sentimientos encontrados. Están los que celebran con júbilo este tránsito, que experimentan con alegría junto a los suyos.

El final del año, por otro lado, es una oportunidad para reflexionar, aprender y establecer nuevas metas, al tiempo que se puede sentir con expectativa positiva la llegada de un año que comienza.

Sin embargo, factores como la soledad, los problemas económicos y familiares, así como el fallecimiento de un ser querido, pueden agudizar un cuadro anímico signado por la nostalgia y la tristeza.

El “síndrome de fin de año” tiene que ver con un aumento en los niveles de estrés de esta época del año. Esto obedece a que existe una presión social adicional a “festejar” más allá de lo que uno sienta realmente.

La tristeza podría estar relacionada con muchas cosas. Junto a la cuestión cronológica, a la percepción del paso inexorable del tiempo, aparece el momento del balance.

Se trata de un momento en que algunos se interrogan sobre cómo les ha ido y sobre el estilo de vida elegido. Una etapa de replanteo en la que puede aflorar la culpa por lo que no se hizo.

Un balance de esta naturaleza implica interrogarse sobre las causas de lo que no pudo ser. En estos exámenes suelen aparecer objetivos incumplidos, metas no alcanzadas.

Puede ser particularmente doloroso, así, asumir la discrepancia entre las aspiraciones y la mediocre realidad. Todo lo cual puede derivar en autocríticas dolorosas o cuestionamientos hacia los demás o hacia la vida en general.

Por otro lado, las personas suelen ponerse más sensibles en vísperas de las fiestas de fin de año, porque en ellas están implicados los afectos familiares. Renacen así las heridas por las pérdidas, por ejemplo, de los seres queridos. 

Vuelve fuerte a la mente el recuerdo de aquellos seres entrañables que ya no están o se echa de menos la lejanía de los seres queridos con los que hubiera sido lindo celebrar.

Afloran quizá viejos duelos que se creían superados y con ellos un estado de angustia por reproches internos, sea por lo que no se dijo en su momento o por lo que no se hizo, prologando así un estado de malhumor.

Además, en las fiestas se exponen las desavenencias o los desencuentros con los más cercanos. En este sentido, la pregunta sobre dónde pasar el Año Nuevo y con quién, puede provocar tensiones.

El problema de la soledad, que al parecer afecta más a las mujeres que a los hombres, es un sentimiento reforzado durante las celebraciones de fin de año.

Según los psicólogos, la soledad se caracteriza por una experiencia de desconexión con el otro, de no sentirse parte de un colectivo y de tener percepciones más bien negativas respecto a la posibilidad de apoyo social, algo sumamente importante para el bienestar y la salud.

Un problema no menos grave es la zozobra económica que padecen tantas familias argentinas, a causa de la fenomenal crisis económica que se vive en el país, y que impide una celebración digna.

La planificación del presupuesto para la cena de fin de año se torna un desafío para muchos hogares, sobre todo ante la fuerte disparada de los precios de los alimentos.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/01/2024 en Uncategorized

 

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La alegría, un sentimiento iluminador antidepresivo

El primer día del mes de agosto se celebra el Día Mundial de la Alegría, una de las emociones básicas y más importantes del ser humano y cuya principal manifestación es la risa.

La alegría es una de las emociones básicas y más importantes del ser humano, siendo además una de las más gratificantes

Suele generar manifestaciones conductuales típicas como la sonrisa o las carcajadas. Generalmente aparece asociada y es una de las partes fundamentales de los conceptos que denominamos felicidad, plenitud o bienestar.

La palabra alegría proviene del latín “alicer” o “alecris” que significa “vivo y animado”. Su contrario o antónimo es la tristeza, que es un dolor emocional o estado afectivo provocado por un decaimiento espiritual y expresado a menudo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito o la lasitud.

Se suele identificar la alegría con la felicidad, aunque hay diferencias entre ellas en términos de duración e importancia. Mientras la felicidad es un estado permanente, sinónimo de prosperidad o dicha, la alegría es un estado pasajero, sinónimo de júbilo, bienestar o gozo.

“Todos los hombres buscan ser felices –aseguraba Pascal-, esto, sin excepción. Por diferentes que sean los medios que para ellos empleen, todos tienden hacia ese fin”. Si esto es así, deberíamos estar más alegres.

La paradoja es que los humanos viven más bien enojados, angustiados, insatisfechos, aburridos, amargados, deprimidos y con la cara larga. Abundan los rostros crispados y hostiles, arrugados por la tristeza y el sufrimiento.

De hecho, hay una búsqueda química de la dicha proporcionada por la alquimia moderna, que son los psicofármacos, en tanto que el mercado proporciona oasis paradisíaco de éxtasis en las drogas alucinógenas y estimulantes.

¿Por qué los humanos son tan poco felices y poco propensos a la alegría? ¿Por qué el hombre contemporáneo busca sucedáneos a ese estado de plenitud aturdiéndose con la música, el trabajo, orgías, drogas y otras formas de narcotizar la insatisfacción diaria?

En un interesante ensayo, titulado “Hacia una psicología de la alegría”, el doctor Mario Pereyra, docente de la Universidad Adventista del Plata, describe la alegría como un sentimiento iluminador contrario de la depresión, uno de los males del siglo.

“Desde el punto de vista social –dice-, la alegría es comunicación, apertura al otro, solidaridad, encuentro, ansias por compartir. El que está alegre necesita decirlo, no puede guardárselo para sí”.

Además, esa disposición es “dinámica, es una actividad de la conciencia que se abre a lo nuevo, moviliza el pensamiento en forma productiva y con un sentido creativo”.

Desde el punto de vista de la salud, Pereyra enfatiza que la alegría es la experiencia para superar la enfermedad, para salir del pozo de la angustia: “Es la salud como liberación del mal que nos hunde en el hecho del sufrimiento”.

El filósofo español Julián Marías decía, en tanto, que “renunciar a la alegría porque las cosas vayan mal es hacer que vayan peor, sin beneficio para nadie. Uno de los errores mayores que se pueden cometer, casi un pecado. Es probable que, si se hubiese sonreído más, si se hubiese dejado brotar toda la alegría posible y se hubiese vertido sobre el mundo, éste hubiera sido menos atroz”.

El poeta uruguayo Mario Benedetti, por su lado, escribe que urge: “Defender la alegría como una trinchera / defenderla del caos y de las pesadillas / de la ajada miseria y de los miserables / de las ausencias breves y las definitivas”.

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Publicado por en 17/08/2023 en Uncategorized

 

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¿Cuál es el mejor y cuál el peor día de la semana?

El odio a los lunes está más que asentado en la cultura occidental, aunque algunos estudios revelan que el principal bajón ahora se produce los domingos. En tanto, el viernes es el día que más optimismo despierta.

Los días de la semana son vividos psicológicamente de diversa manera por las personas, al punto que estudios han detectado en algunos de ellos síndromes especiales, oscilando entre la dicha y la depresión.

Las experiencias subjetivas aquí no cuentan, ya que la vida nos puede sonreír o entristecer, por motivos diversos, en cualquier jornada. No hay una vida igual a otra y cada quien procesa sus vivencias en forma única.

La estadística, sin embargo, apunta a la regularidad. El estudio empírico de muchos casos puede ofrecer patrones de conducta según distintas variables. Al respecto, existen estudios que buscan determinar la emocionalidad de los días de la semana.

Tradicionalmente el lunes ha sido catalogado como el peor ya que con él empiezan la semana laboral y las actividades. Algunos autores hablan del “síndrome” de los lunes a la mañana.

El odio el primer día de la semana, incluso, es casi un cliché cultural en Occidente. Estudios médicos ha venido a confirmar este “horror” al lunes señalando que es más probable sufrir un accidente cardiovascular ese día.

Pero fuera del riesgo cardíaco, el estrés laboral es un problema recurrente al principio de la semana y puede impactar de manera muy negativa en la salud mental.

El mal humor, la pérdida de energía, la sensación de irritabilidad o ansiedad son los síntomas que llevan a los empleados a ir al trabajo de mala gana.

Sin embargo, según recientes estudios, la sensación de aversión se ha desplazado hacia el domingo, devenido en el día más “triste de la semana”. Uno de ellos refiere que el 76% de los estadounidenses y canadienses sufren con cierta frecuencia accesos de tristeza inexplicables que se conocen como “síndrome del domingo”.

En determinada literatura se habla de que es un día en que el ocio degenera en tedio y suscita reflexiones nihilistas, en el que en apariencia no hay nada que hacer, pero lo que en verdad ocurre es que flaquean el ánimo y la voluntad de hacer cualquier cosa.

El “bajón” se experimenta a la tarde cuando las personas advierten que en pocas horas estarán de nuevo en su puesto de trabajo y los empieza a embargar una tristeza ineludible.

Al margen si el empleo es satisfactorio o no, ahí está presente una sensación que puede desembocar, según la persona, en ansiedad, angustia, sensación de vacío, melancolía e, incluso, miedo, según varios artículos publicados sobre el tema.

Se dice que la tristeza dominguera incluso puede afectar a desocupados y jubilados, ya que no se trata sólo de un cambio personal, sino cultural.

Científicos alemanes y suecos confirman que el domingo, y no el denostado lunes, es el día más triste de la semana. Al tiempo que agregan que es el viernes, en lugar del sobrevalorado sábado, el más feliz.

Del viernes, aunque sea un día laborable para la mayoría de los trabajadores, se disfruta muy especialmente por “la inminencia de la libertad” y del ocio del fin de semana.

George Lowenstein, profesor de la Carnegie Mellon University (Estados Unidos), consideró que el viernes es el día más “radiante” de la semana, porque las personas lo asocian con la llegada del fin de semana y las posibles recompensas a obtener, como un mayor descanso y visitar a familiares o amigos.

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Publicado por en 27/03/2023 en Uncategorized

 

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El sentimiento de alegría ante el mal de los demás

“Sentir envidia es humano, gozar de la desgracia de otros, demoníaco”, afirmó Arthur Schopenhauer en uno de sus ensayos, al recordar que los seres humanos solemos hallar satisfacción en el mal ajeno.

Se trata de un sentimiento que rompe la imagen compasiva y empática que las personas quieren mostrar al mundo y de hecho a todo el mundo le cuesta reconocer que lo posee.

Ocurre que resulta éticamente inaceptable disfrutar de la pena o desventura que otra persona sufre, lo cual podría llevarnos a sentirnos culpables y malas personas.

“Schadenfreude” es un término alemán que recoge la idea de “regodearse” del mal ajeno. Está compuesta por dos palabras “Schaden” que significa desgracias o infortunios y “Freude” que se traduce como alegría.

Parece difícil encontrar un sentido de supervivencia al hecho de que el mal de otros nos complazca. Recientes investigaciones (Revista Science, Takahashi) demuestran que somos capaces de generar dopamina, el neurotransmisor que tiene que ver con el placer y la recompensa, cuando experimentamos schadenfreude.

Los estudios de Shamay-Tsoory, Ahronberg-Kirschenbaum y Bauminger-Zviely (2014) con niños de dos años demostraron que a esta temprana edad también se vive el hecho de regodearse como una emoción natural.

De aquí que se concluya que sentir schadenfreude pudiera tener que ver con la idea de cierta compensación y la posterior alegría cuando, a través de la desgracia ajena, la persona siente un premio psicológico, que hace disminuir su ansiedad o tristeza.

El origen de este sentimiento podría estar conectado con la envidia, por la cual deseamos tener lo que otros poseen, algo que nos conduce a pensar que “si no lo puedo tener yo, que tampoco lo disfrute el otro”.

La envidia nace de la insatisfacción ante el éxito, reconocimiento o bienestar de los demás y en este sentido aparece como un motivo más que plausible para regodeo con la desgracia de aquellos a quienes envidiamos.

El schadenfreude podría estar vinculado al “alivio”, que suele sentirse cuando alguien vive una situación ridícula, como una caída en la calle u otro tipo de situaciones embarazosas que generan risa, lástima y alivio por parte de quien las presencia. Entonces uno podría decirse: “Si me hubiera pasado a mí, me muero. Menos mal que no fui yo”.

Otro motivo puede ser la “venganza”, por la cual creemos que otra persona merece un castigo por algo ocurrido. Vengarse se interpreta como “equilibrar la balanza” y suele ir acompañado de placer y de expresiones del tipo “que se joda”.

A veces la venganza se camufla de sentimientos de “justicia social”. Sospechamos por lo general que la vida tiene su parte injusta y que no siempre se recoge lo que se siembra.

Por eso, cuando personas que consideramos “deshonestas” sufren o son castigadas por su conducta inmoral y poco ética, nos alegramos de que la vida y la justicia las pongan en el lugar que merecen.

También son típicas las expresiones de schadenfreude entre rivales de equipos deportivos cuando pierde el contrario. Por eso se cree que la competitividad o rivalidad es otro de los factores que suelen estar detrás del regodeo con el mal ajeno.

Además, se considera que las personas con baja autoestima, que no se sienten seguros o confiados como para superarse, disfrutan más de las desgracias de otros, como un modo de compensación psicológica. Es decir, la pena y el fracaso del otro les iguala.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 01/01/2023 en Uncategorized

 

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El fútbol le vuelve a dar otra alegría a los argentinos

En “la mejor final de todos los tiempos”, según la prensa especializada, la selección Argentina se convirtió en tricampeona del mundo tras vencer a Francia por penales en la final de Qatar 2022.

La llamada “Scaloneta” puso así al fútbol argentino en lo más alto de la consideración internacional, al tiempo que produjo una explosión de entusiasmo en un país futbolizado, que sólo parece encontrar alegría colectiva en este deporte.

El otro aditamento es que Leonel Messi, acaso el mejor futbolista del mundo, al que no se le daban los triunfos en las finales con la albiceleste, pudo torcer ese hecho primero en la Copa América 2021 y ahora en Qatar en la gran final mundialista.

Desde el punto de vista sociológico, este triunfo deportivo produjo un shock emocional en un país con una inflación tan infartante como la final de Qatar. La unanimidad en los festejos en las redes y lugares públicos del país parece haber logrado que los argentinos olvidaran por un momento la fractura política conocida como “grieta”.

Ahora viene la disputa por la apropiación política del triunfo deportivo, de suerte que el peronismo y la oposición pugnarán por imponer la idea de que la Scaloneta representa sus valores.

Desde el lado del oficialismo se resalta la faz “maradoniana” de Lionel Messi, sobre todo su gesto del “Topo Gigio”, el desahogo furioso ante los jugadores holandeses y la ya célebre frase “Qué mirás bobo, andá pa allá”.

Del otro lado de la “grieta”, la oposición argumentó que la “Scaloneta”» representa los valores opuestos a los que defiende el peronismo. Que la Selección es un ejemplo de meritocracia, de humildad, de esfuerzo y de búsqueda por la excelencia.

Como sea, un dato cierto es que el fútbol sigue siendo casi la única fuente de alegría colectiva en un país lastrado por la pobreza, la inflación y la inseguridad. Como tituló una crónica del diario español El País (España): “Argentina redescubre la alegría por el fútbol”.

De hecho, la frase más repetida por los entrevistados en el post triunfo, en los móviles de los medios de comunicación, fue algo así como que “esto es lo que necesitaba la Argentina, una gran alegría”.

“Gracias por darle una gran alegría a nuestro querido pueblo”, escribió en su cuenta de Twitter el entrenador del Atlético de Madrid y exjugador de la selección Diego “Cholo” Simeone, al felicitar a los campeones.

Hay analistas que creen que los argentinos necesitan que gane su selección como una manera de compensar su fracaso colectivo como sociedad.

Al respecto, el fútbol tiene la capacidad de ofrecer, en el plano psicológico y simbólico, una suerte de desquite, de revancha, ante una realidad que sólo ofrece malas noticias. O en todo caso una tregua de los sufrimientos cotidianos.  

Pero otros no suscriben esta idea, alegando más bien que en estas pampas se vive el fútbol apasionadamente, sus habitantes llevan “en la sangre” ese deporte y eso es todo.

Otro portal de noticias tituló en forma sugerente: “Argentina, en un Mundial redimido por la final”. Redimir es sinónimo de liberación respecto a una obligación, dolor o situación penosa. Cabe entonces la pregunta, ¿puede un éxito deportivo redimir un país o liberarlo de su desdicha?

En suma, el porqué un campeonato mundial de fútbol produce tanta euforia social en los argentinos es un fenómeno difícilmente explicable. Sugiere, por lo pronto, que aquí se ponen en juego factores psicosociales que van más allá del deporte.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 26/12/2022 en Uncategorized

 

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El desquite argentino: un triunfo mundial en Qatar

Como ha ocurrido tantas veces, los argentinos buscarán en el próximo mundial de fútbol una alegría deportiva para compensar colectivamente tanto fracaso social y económico. 

El sociólogo e hincha de Vélez Pablo Alabarces se fastidia al anticipar el uso de la emotividad que se viene: “Seguro que vamos a escuchar y leer cosas atroces de la unidad argentina respecto al éxito y esas gansadas”. 

Entre los intelectuales ya se debate cómo experimentará la sociedad argentina, esencialmente futbolera, el mundial de Qatar, en el cual la selección de Messi es gran candidata a ganar el título. 

¿Un triunfo deportivo logrará cambiar emocionalmente a una población golpeada por niveles increíbles de pobreza, inflación y pesimismo? Se especula que, como ha ocurrido en el pasado, el gobierno apueste fuerte al poder distractivo del evento y hará todo lo posible para identificarse con una selección que lograse eventualmente ganar el título mundial. 

Pero por lo pronto, el gobierno de Alberto Fernández le ha arruinado el ánimo a los hinchas locales que viajarán al Mundial con la implementación del denominado dólar Qatar, un tipo de cambio diferenciado que cotizará en torno a los $314 (bastante más que el dólar oficial) y que regirá para los viajes al exterior. 

Resulta que Argentina se encuentra entre los 10 países que compraron más entradas para el Mundial. Los hinchas argentinos, de hecho, lograron batir un récord de demandas de entradas para los primeros partidos de la fase de grupos.  

Acosado por la falta de divisas, el ministro de Economía Sergio Massa encareció de este modo el gasto que realizarán en noviembre los 45.000 argentinos que el gobierno estima que viajarán al Mundial de fútbol en Qatar. 

Como sea, el filósofo Tomás Abraham habla de “una Argentina en estado hipnótico” durante el período mundialista. “Esto se produce desde la televisación en directo, que empezó en los años 70. Hizo que los Mundiales pasaran de ser un fenómeno popular a ser un fenómeno masivo”, señala. 

En este sentido, cabe postular que el tiempo del Mundial inaugurará una suerte de tregua de los sufrimientos cotidianos. Y un eventual triunfo de la selección generará una gran inyección de alegría. 

Al respecto el filósofo Darío Sztajnszrajber reconoce el impacto identitario del fenómeno futbolero: “El fútbol no es un mero espectáculo, sino que ingresa bajo la categoría de las formas de identidad contemporánea. Entonces, esa identificación se pone en juego obviamente en el Mundial y a partir de la representatividad que la Selección genera”. 

Los cientistas sociales admiten que, en un marco de crecientes desigualdades, el fútbol sirve de “distractor”, de sustituto de necesidades vitales que atormentan a los habitantes. 

El otro rédito simbólico tiene que ver con que este deporte es que amplifica las pasiones nacionales. Esto se echa de ver en los mundiales, donde compiten las selecciones de los distintos países. Cada equipo es investido de las virtudes de la nación que representa. De ahí la presencia de los presidentes, los himnos y las banderas. 

“La Selección es una de las pocas cosas que la enorme mayoría de los argentinos siente como símbolo colectivo. A nivel político, social, ideológico y cultural tenemos divisiones muy marcadas”, reconoce Eduardo Sacheri, escritor, futbolero e hincha de Independiente. 

Al mismo tiempo, el fútbol tiene la capacidad de ser, en sociedades como la argentina, la única fuente de alegría popular. Una suerte de desquite, de revancha, ante una realidad que sólo ofrece malas noticias. 

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Publicado por en 16/10/2022 en Uncategorized

 

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El impacto del arte sobre la salud mental y física

Las evidencias científicas demuestran que las diferentes manifestaciones artísticas tienen un altísimo poder curativo, algo que por otro lado ya se sabía en la Antigüedad.

El dramaturgo estadounidense Christopher Bailey, director de la Iniciativa Arte y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha resaltado que el arte puede tener un gran impacto en la salud mental y física de las personas.

Un creciente conjunto de pruebas recabadas en distintas experimentos atestiguan, dice, “que la incorporación de las artes a los sistemas [sanitarios] y lugares de curación puede mejorar los resultados en salud, reducir los costes y apoyar la recuperación de enfermedades y lesiones”.

En opinión de Bailey, “es el momento de una ‘revolución de las artes sanadoras’ que mejore el bienestar de millones de personas en todo el mundo”.

Entre sus recomendaciones, la institución sanitaria sugiere que los pacientes escuchen música antes de una cirugía, el uso de técnicas artísticas en personas con demencia y el desarrollo de programas artísticos comunitarios para mejorar la salud mental.

También solicita potenciar las derivaciones entre los sectores sanitario y artístico, cofinanciar programas de salud con presupuestos del sector sanitario y cultural y que las artes sean parte de la formación de los profesionales sanitarios.

En realidad, desde tiempos antiguos la medicina entendía la sanación como algo holístico, incluso ligado a ciertas manifestaciones artísticas. Se partía del supuesto, así, de que el individuo es una integración de realidades físicas, mentales, emocionales, culturales y espirituales.

Eso significa que aquello que habita en nuestra psique está indudablemente conectado con nuestra fisiología, tanto en un sentido como en otro.

En el pasado remoto una escultura como la Venus de Willendorf representaba la fertilidad; en el Antiguo Egipto, los papiros describían ciertas prácticas sanadoras a través de experiencias teatrales.

En Grecia, en tanto, Pitágoras escribía sobre los beneficios de la música en la salud, igual que lo haría el romano Severino Boecio un poco después. El mismo concepto tenía Hildegard von Bingen, una abadesa, poeta, filósofa, mística y compositora influyente de la Edad Media.

Hoy en día, los impresionantes avances de la medicina salvan más vidas que nunca. Pero se cree que la asistencia sanitaria está incompleta si esas cualidades no se equilibran con otras herramientas complementarias y al respecto las artes pueden constituir un bisturí emocional excelente para completarla.

“Las artes pueden conceptualizarse como actividades sanitarias multimodales que proporcionan un vehículo para que las personas participen en actividades diversas que promueven la salud (como la actividad física, la interacción social y la estimulación cognitiva) para las que ya existe una sólida base de pruebas”, señala Daisy Fancourt, profesora asociada en el University College de Londres.

“Lo que también contribuye a sus efectos salutíferos –afirma– es que las artes implican imaginación, estética y significado, lo que proporciona una motivación inherente para que las personas participen”.

Por su parte, Christopher Bailey aclara que las artes no curan las afecciones médicas, pero participar en ellas “puede ayudar a sobrellevar las tensiones cotidianas, a aumentar habilidades y a encontrar alegría y sentido en situaciones difíciles”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 28/08/2022 en Uncategorized

 

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La alegría, un sentimiento iluminador y energético

El primer día del mes de agosto se celebra el Día Mundial de la Alegría, una fecha que contrasta con un momento histórico en el cual predominan la inquietud y la angustia.

Fue el colombiano Alfonso Becerra quien en 2011 propició esta iniciativa durante un congreso de gestión cultural llevado a cabo en Chile. Y desde entonces la alegría se celebra cada 1º de agosto en 14 países del mundo, incluyendo a la Argentina.

El objetivo es promover y experimentar ese “sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores” como, por ejemplo, “palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo o la alegría”, de acuerdo con la definición del diccionario de la Real Academia Española.

Sin embargo, no hay una sola definición de alegría y de hecho no son pocos los que creen que es más que una mera satisfacción o una satisfacción pasajera o parcial de la sensibilidad.

En un interesante ensayo, titulado “Hacia una psicología de la alegría”, el doctor Mario Pereyra, docente de la Universidad Adventista del Plata, trae a colación la visión de distintos pensadores.

Para San Agustín, por ejemplo, se trataba de un estado en el cual el alma se halla, “colmada”, “en exaltación y triunfo” es decir, es un estado de plenitud. El filósofo Baruch Spinoza, en tanto, la definía como “el paso del hombre de una perfección menor a una perfección mayor”. Y el francés René Descartes decía que era “una agradable emoción del alma” que consistía en “el goce que tiene del bien”.

Por su parte Henri Bergson distingue la alegría del placer, señalando que mientras este último es un “artificio imaginado por la naturaleza” para garantizar la conservación de la vida, la alegría en cambio “anuncia siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha logrado una victoria”.

Si la alegría es una celebración de la vida, se diría que vivimos en una época antivitalista toda vez que abundan los rostros de hombres y mujeres que aparecen ensombrecidos por la desdicha y la amargura.

Según Mario Pereyra, el hombre contemporáneo busca sucedáneos a ese estado de plenitud aturdiéndose con la música, el trabajo, orgías, drogas y  otras formas de narcotizar la insatisfacción diaria.

Al respecto describe la alegría como un sentimiento iluminador contrario de la depresión, uno de los males del siglo. “Desde el punto de vista social -dice-, la alegría es comunicación, apertura al otro, solidaridad, encuentro, ansias por compartir. El que está alegre necesita decirlo, no puede guardárselo para sí”.

Además esa disposición es “dinámica, es una actividad de la conciencia que se abre a lo nuevo, moviliza el pensamiento en forma productiva y con un sentido creativo”.

Desde el punto de vista de la salud, Pereyra enfatiza que la alegría es la experiencia para superar la enfermedad, para salir del pozo de la angustia. “Es la salud como liberación del mal que nos hunde en el hecho del sufrimiento”.

El filósofo español Julián Marías decía, en tanto, que “renunciar a la alegría porque las cosas vayan mal es hacer que vayan peor, sin beneficio para nadie. Uno de los errores mayores que se pueden cometer, casi un pecado. Es probable que si se hubiese sonreído más, si se hubiese dejado brotar toda la alegría posible y se hubiese vertido sobre el mundo, éste hubiera sido menos atroz”.

El poeta uruguayo Mario Benedetti, por su lado, escribió que urge: “Defender la alegría como una trinchera/ defenderla del caos y de las pesadillas/ de la ajada miseria y de los miserables/ de las ausencias breves y las definitivas”.

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Publicado por en 07/08/2022 en Uncategorized

 

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Con la llegada del verano llega la época más luminosa

Ayer (21 de diciembre) comenzó el verano, estación situada entre la primavera y el otoño. En este tiempo los días son más largos y las noches más cortas. Se trata de la época más calurosa del año, con las temperaturas más altas.

El 21 de diciembre fue el día más largo del año, producto del solsticio de verano, que da inicio a la temporada estival.

Es un fenómeno que ocurre cuando el eje del planeta Tierra, ya sea en el hemisferio norte o en el sur, está más inclinado hacia la estrella de su órbita, es decir, hacia el Sol. ​Esto ocurre entonces cuando ese astro alcanza su posición más alta en el cielo, como se ve desde el polo norte o sur.

El hemisferio más inclinado hacia nuestra estrella vive su día más largo, mientras que el más alejado vive su noche más larga. Así, durante el solsticio de verano del hemisferio norte -que siempre cae en torno al 21 de junio-, el hemisferio sur pasa por el solsticio de invierno.

Del mismo modo, durante el solsticio de invierno del hemisferio norte -que ocurre en torno al 22 de diciembre-, el hemisferio sur pasa por el solsticio de verano.

Se considera que las cuatro estaciones tienen su correspondiente inspiración psicológica: el otoño simboliza el desapego y la depuración; el invierno, la quietud y la introspección; la primavera el renacer.

En el caso del verano, se considera la estación de la luz. Con su iluminación y calidez, es la época del año en la que, según la psicóloga transpersonal Elena Villalba, “el fuego y la luz solar pueden inspirarnos para perseguir nuestras metas con pasión, aumentar la calidez en nuestras relaciones con nuestros seres queridos y procurar que nuestra existencia sea más luminosa y positiva”.

Seres finalmente atados a las leyes materiales del cosmos, dada la constitución corporal, los seres humanos somos muy susceptibles a los cambios del entorno físico, como los asociados a la atmósfera y a las estaciones del año.

El escritor rumano Emile M. Cioran confesó que el cuerpo ha jugado un papel importante en su vida y en su pensamiento, una evidencia que muy pocos están dispuestos a aceptar porque la consideran vergonzante.

Pero se trata de un cuerpo sometido a la influencia climatológica. “Mis ideas siempre han sido dictadas por mis órganos, los cuales, a su vez, están sometidos a la dictadura del clima”, afirmó.

Según el escritor, hay una unidad indisoluble entre la mente y el cuerpo, y entre éste último y el orden climatológico.

Al respecto se ha podido comprobar cómo la exposición a la luz solar mejora inmediatamente el estado de ánimo y la cognición, y esto se ha observado no sólo en las personas con TAE, sino también en las personas diagnosticadas con otras formas de depresión.
El calor y el sol nos transmiten buen humor y eso hace que estemos con un estado anímico más agradable, que estemos más receptivos con los demás, más sonrientes, etc.

Se ha demostrado que las temperaturas cálidas y las horas de sol bajan los niveles de ansiedad y aumentan el pensamiento positivo. De manera contraria, mucha humedad, dificulta la concentración y aumenta la fatiga.

La exposición a la luz solar, según estudios médicos, aporta vitamina D y ésta tiene efecto sobre los sistemas hormonales, produciendo una modificación de nuestro sistema endocrino que es el encargado de producir hormonas, como la melatonina o la serotonina. Estas hormonas hacen sentir sensaciones agradables y provocan una mayor motivación por realizar actividades sociales.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 25/12/2021 en Uncategorized

 

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