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Cómo enfrentar las huellas que deja el paso de los años

Son conocidas las estrategias “antiaging” (antiedad), que intentan detener las huellas de los años. Ahora se le opone el “wellaging” (envejecer bien), que admite una mayor presencia de los signos naturales del paso del tiempo.

El irreversible paso de los años produce un inevitable deterioro corporal. Como la ciencia aún no ha encontrado el mecanismo biológico que detenga el envejecimiento, se ha venido recurriendo a distintos paliativos.

Las marcas corporales que deja el paso del tiempo, el transcurrir de los años, parecen ser un estigma intolerable. Una especie de credencial que condena a las personas adultas a estar fuera de circulación.

La medicina, la genética, la cirugía plástica, el gimnasio, las dietas, la cosmética, son algunas de las tecnologías al servicio de quitarle la marca de los años al cuerpo.

Se habla de antienvejecimiento, antiaging o antiedad. Y con ello se alude a una amplia gama de estrategias y terapias orientadas a revertir en lo posible los signos físicos provocados por el paso de los años.

El antiaging se refiere a cualquier acto susceptible de analizar, controlar y retrasar el proceso de envejecimiento. Aquí se incluyen todo el abanico de tratamientos de tipo cosmético que buscan mejorar el aspecto físico de la persona.

Sobresale, por ejemplo, la cirugía estética, que puede realizarse en cualquier parte de la cara y el cuerpo. Botox, estiramiento de mejillas, cirugía de mentón, modelado del contorno facial, son algunas opciones para el rostro.

En cuanto al cuerpo, existen distintas intervenciones: reducción de abdomen (abdominoplastia), estiramiento de brazos, liposucción, aumento de senos, levantamiento de glúteos, entre otras.

Pero hay un concepto que se opone al antiaging, que deja de lado los estiramientos de la piel y los procedimientos invasivos. Se trata de “wellaging”, que defiende sentirse orgulloso de la edad que se tiene y que se postula como el arte de envejecer de forma natural.

Si bien la propuesta evita los resultados artificiales, acepta todo aquello que ayude a prevenir arrugas, eliminar manchas o mejorar la luminosidad de la piel, siempre que no sea evidente que se recurrió para ello a un tratamiento

Según los voceros de este concepto, con él las personas rechazan los procedimientos quirúrgicos que no aseguran un resultado natural.

Buscan lucir su propio rostro con los signos de la edad disimulándolos de la mejor manera posible, sin estirar la piel de forma invasiva, ni rellenar arrugas aumentando el volumen.

Es una forma de abrazar el paso del tiempo en la piel y tratarlo sin grandes cambios, con ingredientes que aporten los nutrientes necesarios para prevenir los signos de envejecimiento sin que se note de forma evidente.

“Wellaging” es un concepto nacido en Japón, popularizado como “el arte de envejecer bien”.

En opinión de la médica dermatóloga Irene Bermejo, “el tema del envejecimiento siempre fue una preocupación tanto para mujeres como hombres”.

Al respecto, así como pasa con otras modas, apuntó que en medicina estética se pasó de una tendencia artificial a la naturalidad. “Las personas sienten que pueden estar mejor, verse más luminosas y radiantes, pero conservando la naturalidad, y el respeto por las formas individuales de cada uno”, precisó Bermejo.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 23/04/2023 en Uncategorized

 

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La ecuación demográfica: el mundo que se está creando

De aquí a finales del siglo la revolución demográfica habrá introducido cambios sustantivos en el planeta. Serán claves las migraciones que, provenientes de los países más pobres, suplirán la falta de nacimientos en países desarrollados.

En Europa y Estados Unidos, por ejemplo, la tasa de fecundidad cae en picada mientras la esperanza de vida crece, aumentando el envejecimiento, circunstancia que invierte la pirámide poblacional.

Sin crecimiento poblacional de tipo endógeno, por falta de renovación propia, los países desarrollados deberán seguir apelando a las corrientes migratorias para no detener la marcha de sus economías.

La población media de la Unión Europea (UE), por ejemplo, se redujo en 2020 por primera vez desde 2011. Según Eurostat, además del exceso de mortalidad por la pandemia, también influyeron otras razones, como el descenso de los nacimientos o el envejecimiento de la población. 

Las peores previsiones, sin contar posibles nuevas crisis víricas, hablan de una reducción de más de un 10% de la población media del viejo continente en lo que queda del siglo XXI.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2030 los mayores de 60 años aumentarán en un 34% y en 2050 sobrepasarán a las personas comprendidas entre los 15 y 24 años.

Tampoco China, un motor de la economía mundial, logra revertir su ecuación demográfica, pese a haber flexibilizado la política de hijo único en 2015.

El punto es que su tasa de natalidad sigue descendiendo: poco más de un 8 por 1.000(en 1990 era más del doble) y, aunque sigue siendo el país más poblado del mundo, los demógrafos apuntan a que se estancará en los 1,4 millones de personas y su población empezará a descender a mediados de este siglo.

“El muy discutido temor de que China envejecerá antes de hacerse rica ya no es una posibilidad teórica, sino que se está convirtiendo rápidamente en una realidad”, publica al respecto The Economist.

“El mercado chino es hoy el más importante, pero puede verse abruptamente reducido con la bajada de ciudadanos en edad de producir y de consumir, y eso afectará al mercado mundial”, señala el economista español Emilio Ontiveros.

En otras grandes potencias como Estados Unidos o India también se está estancando la natalidad y en breve entrarán en un periodo decreciente.

La baja de población en los países que lideran la marcha de la economía global tendrá consecuencias desastrosas si no se logra cubrir el bache demográfico, según los expertos.

En este sentido, las esperanzas están puestas en las migraciones provenientes de los países más pobres, donde la población aumenta de forma constante. La mayoría de los economistas coincide en que este factor actuaría como paliativo para el vuelco de la pirámide demográfica.

De hecho se analiza cuántos migrantes serían necesarios para detener el envejecimiento de determinados países desarrollados.

Al respecto, el escaso acceso a anticonceptivos modernos y los elevados niveles de procreación a edades mucho más jóvenes y fértiles que la media mundial convierten, por ejemplo, a África en el mayor proveedor de excedente poblacional.

Los demógrafos imaginan que hacia finales del siglo XXI habrá entre 9.000 y  11.000 millones de personas en el mundo, pero con una redistribución severa de la población y de los pilares económicos.

Por otro lado, las grandes urbes siguen llenándose –a finales de siglo acogerán al 70% de la población mundial– mientras que cada vez más extensas zonas rurales son abandonadas.

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Publicado por en 30/10/2022 en Uncategorized

 

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Nuestra biografía está atravesada por crisis vitales

La vida de las personas nunca es homogénea ni transcurre en un mismo tono vital sino que sufre cada cierto tiempo sobresaltos psicológicos significativos, eventos que la hacen girar de repente.

“Crisis vitales”, así se denomina a estos cambios que suelen venir acompañados de malestar y desasosiego. Se suelen describir estos estados de trastorno como una incapacidad de la persona para dar respuestas desde sí a aquello que la desafía radicalmente.

Hay crisis vitales esperadas y crisis inesperadas. Las primeras atañen a toda biografía porque son universales, ya que pueden estar motivadas por la edad (adolescencia, mediana edad o tercera edad).

Hay crisis previsibles, que generan ansiedad y confusión, cuando la personas finaliza sus estudios y se apresta a incorporarse al mundo laboral. Acá hay que incluir, además, el abandono del domicilio familiar de los hijos, también llamado síndrome del nido vacío.

En cuanto a las crisis inesperadas ocurren ante la pérdida de un ser querido; la necesidad de emigrar a otro país (que dispara el síndrome de Ulises); frente a una ruptura sentimental importante; ante la perspectiva de tener que lidiar con una enfermedad grave; como consecuencia de un accidente, entre otros.

Cuando estos eventos acontecen las personas suelen describir lo que les pasa diciendo que “les cuesta hacer pie” o ven que los cimientos de su mundo conocido hasta el momento, al que estaban confortablemente acostumbrados, se “tambalean”, y esto produce una gran ansiedad.

Se dice que las crisis vitales son momentos en que las personas deben tomar decisiones importantes, ya que las nuevas circunstancias obligan a enfrentarlas, tomando opciones que pueden resultar en crecimiento personal o, en su defecto, significar un estancamiento o agravamiento del cuadro vital.

El ciclo vital suele dividirse en tres grandes periodos del desarrollo: infantil, adolescente y adulto; dentro de los cuales pueden surgir diferente crisis a lo largo de la vida.

Estos ciclos evolutivos son atravesados por todas las personas y cada uno representa un desafío distinto. En la pubertad, por ejemplo, comienzan a producirse las hormonas sexuales.

No sólo se dan cambios físicos (como el crecimiento del vello o el desarrollo de los genitales) sino también cambios psicológicos. Estos cambios influyen en el carácter de todo adolescente y en sus relaciones con los demás.

Desde el punto de vista individual el adolescente busca la “autoafirmación”, ser él mismo y salir de la niñez. Necesita lograr cierta independencia de las personas más cercanas con las que se convive (padres, hermanos, etc.).

Es frecuente una excesiva preocupación por el aspecto físico. Además los sentimientos son cambiantes e incluso contradictorios, provocando inestabilidad de ánimo y reacciones bruscas.

Al tiempo que surgen temores y complejos, inseguridad y dudas, el adolescente valora mucho el sentimiento de la amistad. Busca amigos en quienes confiar y un grupo al que estar integrado.

En el ciclo vital adulto, en tanto, se suele hablar de la “crisis de los 40”, que es el momento en el que cada persona toma conciencia que ya ha pasado la mitad de su existencia y eso la empuja a reflexionar si la vida que tiene es la que quiere o la que alguna vez soñó.

Otra crisis se vincula a la entrada a la vejez, considerada como la etapa del ciclo vital que empieza alrededor de los 65 años y que finaliza con la muerte.

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Publicado por en 07/08/2022 en Uncategorized

 

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Mantenerse joven a toda costa o el miedo a envejecer

A merced de una cultura que homenajea todo el tiempo a la juventud resulta lógico el mandato de una belleza corporal perenne. Y en contraposición, el terror que genera el deterioro asociado al paso del tiempo.

Mantenerse joven en nuestra cultura se considera un valor en sí mismo, y esto supone que el estatus que ocupan hoy en día las personas de la tercera edad, es una posición subalterna.

Lejos del reconocimiento que tienen todavía en Oriente los mayores, donde se consideran valiosas la experiencia y la sabiduría vinculadas al paso del tiempo, en Occidente la vejez es un estigma social.

Por esta razón cada vez más personas padecen de pánico a envejecer. Es lo que en psicología se conoce como “gerascofobia” que suele ir vinculada a un componente irracional que hace obsesionarse por lo inevitable: el transcurso de los años y los cambios en el cuerpo asociados a la pérdida de juventud y belleza.

El rechazo visceral a todo lo que tenga que ver con la vejez puede llevar a actitudes poco éticas con las personas mayores, al desprecio e incluso al maltrato o agresión, fenómeno que se conoce como “gerontofobia”.

Aunque la dicotomía belleza-vejez ha estado presente en cierto modo en el pasado de la sociedad occidental –en la Antigua Grecia o en la Edad Media estaba muy presente la fantasía de la eterna juventud–, el culto a la imagen se ha convertido en una preocupación constante en la era posmoderna.

Hay toda una industria montada en torno al discurso de cómo mantenerse joven, algo característico de la vida contemporánea. La mayoría de los mensajes que nos llegan a través de distintas vías pretenden detener u ocultar el paso inexorable del tiempo biológico.

Abundan, así, los anuncios de productos regeneradores del organismo, las invitaciones a realizarse retoques físicos, la publicidad de cremas antiarrugas y de tinturas para ocultar las canas, entre otros.

Según los especialistas, los mandatos de belleza que imponen la idea de la juventud conllevan una insostenible presión sobre los cuerpos, especialmente de las mujeres, principales víctimas de un discurso donde se demoniza el ineluctable paso de lustros y décadas.

De esta manera el miedo a envejecer puede llegar a convertirse en una obsesión. Algo que colisiona frontalmente con el hecho de cumplir años, de suerte que mantenerse joven aparece como una competición perdida de antemano, una frustrante carrera contra el tiempo.

Esto se echa de ver en las innumerables operaciones de cirugía estética a las que se someten las estrellas del espectáculo, muchas veces con resultados desastrosos.

Algunas de ellas han hablado abiertamente de sus experiencias con los retoques y el bótox, mostrándose arrepentidas porque las intervenciones han suprimido algunos rasgos o han eliminado expresividad.

Según los psicólogos, la angustia intensa respecto al hecho de envejecer es multicausal y suele estar vinculada a una imagen negativa de la vejez, normalmente asociada a la decadencia, la soledad, la enfermedad y las limitaciones.

Desde el punto de vista cultural, incide mucho la exaltación de los valores de la juventud y la belleza de una sociedad que ve en ellos un símbolo de éxito, bienestar y felicidad.

Todo esto contrasta con la necesidad de aceptar la realidad del ciclo vital -el cual se compone de etapas inexorables- y de abandonar la lucha obsesiva contra el paso del tiempo.

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Publicado por en 31/07/2022 en Uncategorized

 

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Vida compleja: no hay una sola edad sino varias

Hay personas cuya vitalidad biológica desmiente su edad cronológica. En tanto, existen adultos mayores con espíritu juvenil o jóvenes psicológicamente avejentados.

La comunidad científica acepta que no existe una sola edad sino varias. Al menos hay cuatro bien perfiladas: biológica, cronológica, psicológica y social.

La edad cronológica es la que se determina por la fecha de nacimiento, pero en sí misma no es un buen indicador de la salud de una persona que envejece, lo que tiene relación en realidad con la llamada edad biológica.

Por otra parte existe la edad mental, que se corresponde con la manera en que las personas se comportan, actúan, hablan, se expresan, y que no necesariamente se ajusta a la edad cronológica.

En efecto, puede darse el caso de profunda inmadurez en personas mayores, lo que denotaría un infantilismo psicológico a pesar de los muchos años vividos. Y en sentido contrario,  puede darse una adultez mental en sujetos muy jóvenes.

Es decir, no hay una correspondencia exacta entre la edad mental y la edad cronológica, de suerte que acumular muchos años no equivale necesariamente a un aumento de la madurez, ya que podría coincidir con comportamientos infantiles.

Podría darse, por otro lado, un envejecimiento mental prematuro en personas con poca edad, o hallarse espíritus juveniles atrapados en cuerpos más viejos desde el punto de vista cronológico.

La edad social, en tanto, es aquella marcada por circunstancias económicas, laborales y familiares. De este modo, la jubilación marca una edad social por pertenencia a un grupo con importantes cambios en diferentes aspectos (laboral, económico y de recursos).

La existencia de una correlación entre estas cuatro edades es lo habitual, aunque es importante advertir sobre sus diferencias. Se parte del supuesto, así, de que envejecer es ganar vivencias, experiencia y sabiduría, pero esto no se da necesariamente.

En la medicina se remarca la diferencia entre la edad biológica y la cronológica, dando a entender que no suelen ir juntas. Entre otras razones porque malos hábitos o factores genéticos pueden deteriorar la salud interna de las personas, sin que este proceso se manifieste externamente.

De suerte que uno puede estar luciendo bien, de acuerdo a lo que se espera de la edad que tiene, mientras por dentro padece un proceso de envejecimiento y enfermedad acelerado.

Mientras la edad cronológica se mide por el paso de los años, la edad biológica se corresponde con el estado funcional de nuestros órganos, comparados con patrones estándar para una edad.

El conocimiento de este último concepto es más importante en vistas de la salud y para saber el grado de nuestro envejecimiento real, entendido como un proceso que ocurre irremediablemente en todos los seres vivos.

Envejecer es un proceso inevitable, aunque el ritmo varía según las personas. Y el dato es que están las que envejecen más rápidamente, por distintos factores, haciendo que su edad biológica sea mayor a su edad cronológica.

Nuestros tejidos, órganos y sistemas internos pueden sufrir así un deterioro que acelera el envejecimiento del organismo, a contrapelo de la edad cronológica.

A todo esto, existe la discriminación por la edad, conocida como “edadismo”. Al respecto, se han naturalizado estereotipos negativos sobre el envejecimiento. De hecho, personas mayores de 50 años sufren discriminación a nivel laboral.

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Publicado por en 30/06/2022 en Uncategorized

 

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La lucha contra el cáncer es una causa humanitaria

El 4 de febrero es el Día Mundial contra el Cáncer, y su objetivo es movilizar a la sociedad para avanzar en la prevención y control de esta enfermedad, cuya cura es uno de los Santos Griales de la medicina.

Se estima que 1 de cada 2 hombres y 1 de cada 3 mujeres tendrá cáncer en algún momento de su vida. Cada año se diagnostican en el mundo más de 14 millones de casos nuevos y la enfermedad provoca 9,6 millones de muertes al año.

“Lo asombroso no es tener cáncer, sino que es no tenerlo”, ha dicho al respecto Carlos López-Otín, catedrático español de bioquímica y biología molecular.

Autor del libro “Egoístas, inmortales y viajeras”, donde cuenta la historia de esta enfermedad, López-Otín se muestra escéptico sobre que alguna vez el cáncer se vaya a erradicar.

“Yo no lo creo, el cáncer forma parte de nuestra esencia biológica, es una enfermedad consustancial a la vida y a la adquisición de la complejidad celular. Mientras tengamos componentes biológicos, células, tejidos y órganos, habrá tumores”, refirió.

Según se lee en la página del Instituto del Cáncer de Estados Unidos, cáncer es un término que se usa para enfermedades en las que células anormales se dividen sin control y pueden invadir otros tejidos.

Las células cancerosas pueden diseminarse a otras partes del cuerpo por el sistema sanguíneo y por el sistema linfático. Según los expertos, no se trata de una enfermedad sino de muchas. De hecho hay más de 100 diferentes tipos de cáncer.

La mayoría de los cánceres toman el nombre del órgano o de la célula donde empiezan. Por ejemplo, el cáncer que empieza en el colon se llama cáncer de colon, en tanto que el cáncer que empieza en las células basales de la piel se llama carcinoma de células basales.

El cáncer ha acompañado a la humanidad desde siempre, y a lo largo de la historia los médicos han intentado comprender y tratar a esta enfermedad.

Desde los egipcios, que culpaban a los dioses por el cáncer, hasta Hipócrates, que creía que la causa era un exceso de bilis negra en el organismo, todas las civilizaciones buscaron respuestas. 

La edad y la genética aparecen como factores que predisponen a la enfermedad. Por eso los expertos en salud sugieren intensificar las medidas de prevención en torno a los “factores de riesgos modificables”.

Aquí hacen foco en los hábitos malsanos del estilo de vida occidental: tabaquismo, aumento del consumo de alcohol y drogas, aumento de peso y escasa actividad física.

Entre los síntomas característicos de la enfermedad se mencionan: bultos o masas extrañas en cualquier parte del cuerpo; fatiga, cansancio, falta de aire o tos; sangrados o hemorragias imprevista; pérdida de peso repentina o falta de apetito.

Otros síntomas son: dolor; complicaciones al tragar, al orinar o al realizar cualquier otra necesidad fisiológica; sudores nocturnos intenso; cambios en un lunar o manchas en la piel; modificación en las mamas.

Se insiste en la importancia de la detección temprana del cáncer y al respecto existen determinadas pruebas diagnósticas que garantizan tomar a la enfermedad a tiempo, con la posibilidad de curación.

Dependiendo del tipo de cáncer, del estadio en que se encuentre, y del estado de salud del paciente, se aplican distintos tratamientos: cirugía; radioterapia; quimioterapia; inmunoterapia; hormonoterapia y terapia génica.

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Publicado por en 06/02/2022 en Uncategorized

 

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La lucha contra el cáncer es una causa humanitaria

El 4 de febrero es el Día Mundial contra el Cáncer, y su objetivo es movilizar a la sociedad para avanzar en la prevención y control de esta enfermedad, cuya cura es uno de los Santos Griales de la medicina.

Se estima que 1 de cada 2 hombres y 1 de cada 3 mujeres tendrá cáncer en algún momento de su vida. Cada año se diagnostican en el mundo más de 14 millones de casos nuevos y la enfermedad provoca 9,6 millones de muertes al año.

Con estas cifras, es muy probable que nosotros mismos o alguien de nuestra familia tengan cáncer en algún momento de sus vidas. Por eso el combate contra esta dolencia ha devenido en una causa humanitaria.

Según se lee en la página del Instituto del Cáncer de Estados Unidos, cáncer es un término que se usa para enfermedades en las que células anormales se dividen sin control y pueden invadir otros tejidos.

Las células cancerosas pueden diseminarse a otras partes del cuerpo por el sistema sanguíneo y por el sistema linfático. Según los expertos, no se trata de una enfermedad sino de muchas. De hecho hay más de 100 diferentes tipos de cáncer.

La mayoría de los cánceres toman el nombre del órgano o de la célula donde empiezan. Por ejemplo, el cáncer que empieza en el colon se llama cáncer de colon, en tanto que el cáncer que empieza en las células basales de la piel se llama carcinoma de células basales.

El cáncer ha acompañado a la humanidad desde siempre, y a lo largo de la historia los médicos han intentado comprender y tratar a esta enfermedad.

Desde los egipcios, que culpaban a los dioses por el cáncer, hasta Hipócrates, que creía que la causa era un exceso de bilis negra en el organismo, todas las civilizaciones buscaron respuestas.

La edad y la genética aparecen como factores que predisponen a la enfermedad. Por eso los expertos en salud sugieren intensificar las medidas de prevención en torno a los “factores de riesgos modificables”.

Aquí hacen foco en los hábitos malsanos del estilo de vida occidental: tabaquismo, aumento del consumo de alcohol y drogas, aumento de peso y escasa actividad física.

Entre los síntomas característicos de la enfermedad se mencionan: bultos o masas extrañas en cualquier parte del cuerpo; fatiga, cansancio, falta de aire o tos; sangrados o hemorragias imprevista; pérdida de peso repentina o falta de apetito.

Otros síntomas son: dolor; complicaciones al tragar, al orinar o al realizar cualquier otra necesidad fisiológica; sudores nocturnos intenso; cambios en un lunar o manchas en la piel; modificación en las mamas.

Se insiste en la importancia de la detección temprana del cáncer y al respecto existen determinadas pruebas diagnósticas que garantizar tomar a la enfermedad a tiempo, con la posibilidad de curación.

Dependiendo del tipo de cáncer, del estadio en que se encuentre, y del estado de salud del paciente, se aplican distintos tratamientos: cirugía; radioterapia; quimioterapia; inmunoterapia; hormonoterapia y terapia génica.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que un día como hoy se pueden hacer muchas cosas contra el cáncer, como apoyar a un ser querido que esté pasando por la enfermedad, realizar cada uno los exámenes médicos que correspondan, cuidad la salud evitando factores de riesgo, o sumarse a una campaña de información sobre la problemática para sensibilizar a los demás.

 

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Publicado por en 09/02/2020 en Uncategorized

 

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Cuál es la edad en la que somos más infelices

Cada fase vital se experimenta de distinta forma. No la viven de la misma manera el niño, el joven o el adulto. ¿Y cuándo se es más feliz?

Al parecer somos más desdichados entre los 40 y los 50 años, cuando ya hemos ganado experiencia, y empezamos a tomar y ver las cosas como son, lejos de toda ilusión.

A esa conclusión arribó una extensa investigación en 134 países hecha por el economista David Blanchflower, profesor de la Universidad Dartmouth College y exmiembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra.

Según el estudio, existe una “curva de felicidad” según la cual nos sentimos mejor en la adolescencia, somos más infelices pasados los 40 años y luego valoramos el sentido del bienestar cuando nos acercamos a la vejez.

Es decir, mientras en la etapa inicial de la vida y más allá de los 50 años son los mayores momentos de dicha, lo peor de la vida está en el medio, período caracterizado por la decepción, por la toma de conciencia de los límites que impone la realidad.

El estudio de marras arrojó que en promedio, la edad más infeliz de la gente en los países desarrollados son los 47,2 años, mientras que en los países en desarrollo es 48,2.

“Es algo que los humanos tenemos profundamente arraigado en los genes”, explicó Blanchflower a BBC Mundo, dando a entender que es un patrón que se repite más allá de los contextos culturales.

“Los monos también tienen una curva de de la felicidad en forma de U”, destacó y afirmó que “a los 47 la gente se vuelve más realista, ya se dieron cuenta que no van a ser el presidente del país”.

En cambio, pasados los 50 años, “te vuelves más agradecido por lo que tienes”, apuntó el autor del estudio. “A los 50 puedes decirle a una persona que tienes buenas noticias porque de aquí en adelante las cosas van a mejorar”.

Estar en la mitad de la vida, sostiene Blanchflower, coincide por lo general con el período en el cual las personas tienen más responsabilidades, por ejemplo tienen a su cargo una familia.

Hacia finales de los 40 años, agrega, se exacerba la vulnerabilidad frente a un contexto económico adverso. Este fenómeno golpea más fuerte a las personas con menor educación, desempleados con familias desestructuradas o quienes no cuentan con una red de apoyo.

El autor, además, sostiene  que nuestro cerebro va experimentando cambios a medida que envejecemos. La crisis de los 40 se vive como una “brecha de expectativas”, en la que muchos se dan cuenta que las cosas no ocurren como las habían imaginado.

Allí se produce una “transición desagradable” hacia un momento en el cual las personas se enfocan menos en la ambición y más en las conexiones personales.

Investigaciones empíricas de este tipo confirman la hipótesis de que la mirada sobre la vida cambia con la edad. La existencia se presenta de una manera durante la infancia, es de otro color con la juventud, y adquiere un cariz propio en la madurez.

Es algo que recogen escritores y hombres de ciencia: la diferencia de las épocas de la vida. O en otros términos, las modificaciones que la edad produce en nosotros.

El escritor mexicano Octavio Paz, por ejemplo, opinó que la época más dichosa fue cuando estuvimos en el útero materno, donde vivíamos en plenitud, porque allí “no hay pausa entre deseo y satisfacción”.

Pero al nacer, cuando somos “expulsados” del vientre materno, cayendo en un ámbito hostil y extraño, dejamos atrás ese espacio paradisíaco, razonaba el escritor.

 

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Publicado por en 20/01/2020 en Uncategorized

 

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La niñez, edad que se asocia a la inocencia

En el mundo cristiano hoy (28 de diciembre) se conmemora el día de los Santos Inocentes, en recuerdo de la matanza de niños de menos de dos años, ordenada por el rey Herodes con el fin de impedir que Jesús de Nazaret se convirtiera en rey.

En el Nuevo Testamento (Evangelio de Mateo) se cita al profeta Miqueas, quien para el siglo VIII a.C. había anunciado la llegada del “rey de los judíos”, el cual nacería en Belén.

Según el relato evangélico unos magos llegaron a Jerusalén en busca del futuro Mesías, que según ellos acababa de nacer. Habían visto aparecer una estrella en oriente y recordaron la profecía del Antiguo Testamento que decía; “Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones”.

De acuerdo a la historia de Mateo, el rey judío Herodes el Grande, obsesionado con el poder y por el temor a perderlo, al enterarse que había nacido el Mesías (“ungido por Dios”) ordenó que le dieran muerte inmediatamente.

Entonces, buscando evitar que el futuro usurpador creciera, rodeó con su ejército la ciudad de Belén y ordenó a sus soldados a que mataran a todos los niños menores de dos años en la ciudad y sus alrededores.

Pero un ángel había recomendado a José, el padre de Jesús, que huyera hacia Egipto, y así, cuando llegaron los soldados de Herodes, Jesús ya había abandonado Belén.

Sin embargo, el ejército asesinó a todos los pequeños que habitaban la ciudad, una matanza que la Iglesia Católica recuerda cada 28 de diciembre como el día de los “Santos Inocentes”.

El niño, de hecho, es culturalmente sinónimo de” inocencia”. Este término proviene del latín “innocens”, en donde “in” equivale a negación, en tanto que “nocere” significa producir daño.

Justamente en los Evangelios la niñez es exaltada como condición necesaria para llegar al Reino de los Cielos. En efecto, ella sintetiza la sencillez de corazón, la limpieza y la humildad del espíritu.

La imagen de los niños que transmiten los Evangelios es la de un ser débil, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, está en las antípodas de los males que aquejan a los adultos.

El niño tiene un alma sincera y permanece en la sencillez de sus pensamientos. Es así como Jesús de Nazaret muestra explícitamente, en varios pasajes del Evangelio, su preferencia por los infantes.

En una ocasión, tomando a uno de ellos y acercándolo, les dijo a sus discípulos: “El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ése es el más grande”.

También en otras tradiciones espirituales el niño resume las principales virtudes de la humanidad. En él confluyen, por caso, la simpleza de mirada y el valor de la inocencia.

La literatura universal da cuenta de esta preferencia hacia la etapa temprana de la vida, al punto que su superación, por el paso de los años, es vista casi como la pérdida del paraíso.

Por ejemplo hay una reivindicación de los primeros años en “El Principito”, la obra cumbre de Antoine de Saint-Exupéry. La enseñanza de este libro, uno de los más leídos en el mundo, es que para ser feliz no hay que dejar de ser niño.

Allí se sugiere que ellos tienen una visión diferente del mundo, ellos miran a través de la inocencia y la imaginación. Una mirada intuitiva, no contaminada por la cultura, les permitiría capturar el misterio esencial de las cosas.

 

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Publicado por en 07/01/2020 en Uncategorized

 

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Edadismo, la tercera forma de discriminación

La edad puede ser causa de prejuicio y discriminación, de suerte que de aquí puede emanar una forma de trato hacia los demás tan negativa como la que existe hacia las personas de distinto color de piel (racismo) o del sexo opuesto (sexismo).

A lo largo de la historia han existido discriminaciones como el racismo, que se convirtió en un tema candente del siglo XIX y fue atacado por movimientos abolicionistas y por los derechos civiles.

El sexismo se convirtió en un tema del siglo XX y originó la aparición de movimientos sociales a favor de la igualdad de los sexos, como es el caso del feminismo.

El edadismo es el “tercer ismo”, entendido como una serie de creencias, normas y valores que justifican la discriminación de las personas por su edad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el fenómeno como “la discriminación por motivos de edad que abarca los estereotipos y la discriminación contra personas o grupos de personas debido a su edad. Puede tomar muchas formas, como actitudes prejuiciosas, prácticas discriminatorias o políticas y prácticas institucionales que perpetúan estas creencias estereotipadas”.

La caracterización negativa hacia los jóvenes se observa, por ejemplo, en el concepto que se tiene de los millenials (generación de los nacidos entre 1980 y 2000), a quienes se acusa de cómodos, narcisistas, incapaces de asumir responsabilidades, ambiciosos y consumistas, entre otros rasgos desfavorables.

Esta visión unilateral acaso este motivada por el miedo que en todas las épocas hubo hacia las personas jóvenes por parte de los mayores. La efebifobia, como se conoce este sentimiento, vincula a la adolescencia con estereotipos negativos, como la violencia y el consumo excesivo de alcohol y drogas.

Sin embargo, el término edadismo fue acuñado en 1969 por el gerontólogo estadounidense Robert N. Butler para referirse al miedo patológico a envejecer, también conocido como gerontofobia.

Se puede decir ahora que una de las manifestaciones del edadismo es la discriminación que se ejerce hacia las personas mayores en la sociedad actual, un fenómeno que está adquiriendo mucha relevancia ante el envejecimiento poblacional.

Butler habla en este caso de un “profundo desorden psicológico caracterizado por el prejuicio institucional e individual contra las personas mayores, estereotipándolas, mitificándolas, desaprobándolas o evitándolas”.

Actualmente, esta tercera forma de discriminación se manifiesta en todos los ámbitos de la vida y abarca desde el lenguaje, hasta prácticas discriminatorias individuales, familiares, institucionales y sociales.

E incluso, en los casos más graves, se manifiesta en abusos y malos tratos, ejercidos por individuos concretos, grupos sociales e instituciones.

A los largo de la historia de la humanidad el concepto de vejez, desde el punto de vista social, ha ido cambiando. En la antigüedad, por ejemplo, envejecer era sinónimo de sabiduría y de ejercicio de las funciones más elevadas.

Sin embargo, en la cultura occidental del presente siglo, la vejez es considerada una decadencia, una etapa indeseable vinculada a la improductividad, y los mayores son vistos como una carga para las familias y la sociedad.

Esta percepción negativa coincide con un aumento de la esperanza de vida, gracias a los avances médicos y sociales. Eso significa que las personas mayores son cada vez más y ello obliga a combatir el edadismo a través de campañas de educación que reconozcan los derechos de los adultos mayores.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 19/08/2018 en Uncategorized

 

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