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La democracia y el órgano más sensible

14 Ago

En la democracia de masas el bienestar material es el mayor objetivo. Un líder popular como Juan Perón formalizó el pensamiento al afirmar que “el órgano más sensible sigue siendo el bolsillo”.

Esta metáfora fisiológica para describir que el interés económico domina la conducta de las personas se hizo célebre y de hecho trascendió las fronteras del país.

No hace mucho el entonces presidente uruguayo José Pepe Mujica la utilizó para criticar la impostura de los izquierdistas cuyo discurso no se condice con su amor al dinero (que supuestamente cultiva la “derecha”).

Mujica, un político caracterizado por llevar una vida austera, señaló: “Hay que reconocer que en el mundo progresista existe gente cuyo órgano más sensible sigue siendo el bolsillo”.

Para el uruguayo tiene que haber coherencia entre el relato y la vida. “Hay que vivir, por ser progresistas, acorde y en la forma en que pensamos”, reflexionó.

Según Mujica suena disonante predicar una ideología que no se practica, al afirmar: “No compartimos el criterio de quedarse conforme con plataformas radicales llenas de solidaridad declamatoria, pero que no pasa nada por el bolsillo de quienes proclaman ese radicalismo”.

Ahora bien, ¿qué impacto electoral tiene la percepción del órgano más sensible? Existe la teoría política que postula que a la hora de decidir su voto, los argentinos consultan primero a su bolsillo.

Hay estudios empíricos que descubren una estrecha relación entre la marcha de la economía y el comportamiento electoral, a lo largo de los treinta años de democracia.

Los argentinos han sido proclives a premiar a los gobernantes cuyas gestiones mejoraron sus condiciones materiales de vida, al tiempo que castigaron a aquellos que las empeoraron.

Nunca las denuncias de corrupción política, los problemas institucionales o las consideraciones de otro tipo, cambiaron el amperímetro electoral del grueso de la población.

En los ‘90 la prensa crítica en Argentina decía que el presidente Carlos Menem ganaba las elecciones a pesar de los actos de corrupción de su gobierno, porque la gente votaba “con el bolsillo”.

La tesis se condensó en la expresión “voto cuota”, en alusión a que eran muchos los ciudadanos-consumidores que se habían endeudado en dólares para la compra financiada de bienes.

El politólogo Rosendo Fraga sostiene que existe una íntima correlación entre las variables económicas y la intención de voto. “El crecimiento y la baja del desempleo –opina– suelen ser las características básicas de lo que es definido como una buena economía en términos electorales. La regla es simple: con crecimiento y baja del desempleo se gana, y con recesión y destrucción de empleo, se pierde”.

Para reforzar su argumento, Fraga ejemplifica: “Alfonsín ganó la elección con esta ecuación económica a favor. En cambio en 1987 y 1989 las perdió, con una economía frenada primero y luego en recesión, y el empleo cayendo, a lo que se agregó entonces la inflación en aumento”.

Y añade: “Ya en la década del ‘90, Menem ganó y volvió a hacerlo en las elecciones de 1991, 1993 y 1994 -en este caso de constituyentes,- con la economía a favor”.

Por otro lado, en las dos últimas elecciones presidenciales en las que el kirchnerismo obtuvo grandes resultados el Índice de Confianza del Consumidor alcanzó sus máximos niveles.

Razón por la cual muchos analistas políticos, en lugar de observar las encuestas, miran con atención la evolución de ese índice que mide al órgano más sensible.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 14/08/2015 en Uncategorized

 

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