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Comentarios que difaman a otros

30 Ago

Hablar mal de otras personas en su ausencia, dañando así su reputación, es una práctica antiquísima, aunque repudiable por todos los códigos de moral. Se conoce como chisme, maledicencia o murmuración.

“Sacar el cuero” se suele decir en Argentina. Una expresión elocuente que designa el acto de despellejar a alguien. Efectivamente, hay un nexo entre desollar (quitar la piel del cuerpo) y mancillar la honra de alguien.

Esta expresión gauchesca, sin embargo, deviene de una práctica habitual en el campo argentino en el siglo XIX, cuando era común que los bebes fueran envueltos en cueros de cordero mientras dormían.

Según cuenta Roberto J. Payró “cuando estos cueros se muestran a la luz, ya se adivina el resto”. Hoy la expresión sacar el cuero, resignificada, equivale a hacer revelaciones negativas sobre alguien.

Se dice que el chisme tiene dos leyes fundamentales. Una es que su víctima nunca se da cuenta de que están hablando mal de ella. La otra es que tampoco toma noción del increíble alcance de esa marea de información calumniosa.

La Real Academia Española (RAE) define chisme en estos términos: “Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”.

Es decir, se está ante un comentario que busca descalificar a las personas, haciendo que su fama o nombre, queden dañados ante los demás. Para tener dimensión del daño hay tomar nota que el respeto público, para decirlo de alguna manera, es inherente a la condición humana.

“El hombre, como ser social, siempre está orientado al exterior. Logra la primera sensación básica de la vida a través de la percepción de lo que los demás piensen de él”, decía el filósofo Jean-Jacques Rousseau.

En este sentido las personas desean, como una inclinación natural, una opinión favorable de la sociedad en que viven. La estima ajena funda el honor y el respeto público.

Ahora bien, hablar con desaprobación sobre alguien, por tanto, hace que esa imagen caiga en descrédito. Mover la “opinión pública” contra alguien, mediante el chisme, tiene por tanto un poder destructivo notable.

La mayoría de los códigos morales y religiosos reprueba esta práctica. En la tradición judeo-cristiana está fuertemente condenada, porque la murmuración es vista como un pecado contra la caridad o el amor.

En la Biblia, donde se condensa esa tradición espiritual de Occidente,  abundan los textos al respecto. El murmurador (o chismoso) en hebreo  significa difamador o llevador de cuentos.

Con respecto a Jesús, en los Evangelios se habla de que los líderes religiosos de Israel murmuraban contra él, diciendo que andaba con recaudadores y prostitutas. También la “multitud” lo criticaba en secreto porque no llenaba sus expectativas.

Ya en el Antiguo Testamento, en el libro de Proverbios, compuesto por extensas sentencias y máximas sapienciales, atribuidas tradicionalmente al rey Salomón, hay varias advertencias contra los chismosos y maliciosos.

“El que anda en chismes descubre el secreto. No te entremetas, pues, con el suelto de lengua”, se lee allí. Además se afirma: “El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos”.

También en el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, se condena la calumnia y la difamación. “Y no os espiéis ni habléis mal del ausente, pues ello es tan repulsivo como comer la carne de un hermano muerto. ¿Acaso alguno de vosotros desearía hacerlo? Por supuesto que os repugnaría”, se lee.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/08/2015 en Uncategorized

 

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