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La reescritura de autores de otra época enciende polémica

“El siglo XXI está siendo el siglo de la estupidez”. Así ha reaccionado el escritor español Arturo Pérez-Reverte, al enterarse de que los libros de James Bond serán revisados para suprimir referencias raciales.

Con motivo de la celebración de los 70 años de la publicación de la primera novela escrita por Ian Fleming, “Casino Royale”, la responsable de los derechos de publicación de los libros, anunció la polémica novedad.

La reescritura consiste en la eliminación de la forma que Fleming tenía de referirse a las personas negras. La editora de la obra argumenta, al respecto, que el libro fue escrito en una época en la que eran habituales ciertos términos que hoy pueden ser considerados ofensivos para los lectores.

Arturo Pérez-Reverte reaccionó con furia por la “cancelación” de James Bond. En su cuenta de Twitter, escribió: “Más hipócrita basura anglosajona que los europeos haremos nuestra, como de costumbre. Gracias a los demagogos, los oportunistas que hacen de esto su negocio y los idiotas que les aplauden, el siglo XXI está siendo el siglo de la estupidez. Enhorabuena”.

La noticia llega pocos días después de que la editorial británica Puffin Books anunciara que la obra de Roald Dahl, autor de libros como “Matilda”, “Charlie y la fábrica de chocolate” y “Las brujas”, sería reescrita para eliminar todo lenguaje ofensivo.

La decisión motivó que los lectores de todo el mundo salieran a mostrar su rechazo ante la decisión. Ante lo cual la editora británica informó que, a la par de las nuevas ediciones “corregidas”, también pondrían a la venta la versión original de cada libro para los lectores interesados.

El escritor y matemático argentino Guillermo Martínez, autor de “Crímenes imperceptibles”, se pronunció contra este tipo de reescritura: “La locura es total. Hay que tener cuidado de no convertir lo que puede ser deseable en la vida civil en obligatorio para la representación literaria o ficcional. No podemos dejar que la literatura se convierta en una especie de fábula de buenas intenciones y de ‘corregir hacia atrás’ lo que fueron sensibilidades del pasado”.

Quienes critican esta onda de intolerancia hacia el contenido de determinados libros recuerdan ese escenario distópico que planteaba el escritor norteamericano Ray Bradbury en su famoso libro “Fahrenheit 451” en el que Guy Montag, un bombero y protagonista de esta historia de ciencia ficción, tiene como tarea quemar libros prohibidos por causar discordia y sufrimiento.

La práctica de reescribir obras clásicas del pasado, con el argumento de que hay que purgarlas de supuestos prejuicios, es propia de la llamada cultura “woke”, identificada con varios movimientos e ideologías progresistas radicales o de izquierda identitaria posmoderna.

Lo “woke” (“despierto” en inglés) nació en la tercera década del siglo XX como una protesta de los afroamericanos estadounidenses y luego se fue extendiendo hacia grupos feministas, LGBTQ+, vegetarianos, veganos, etcétera.

Sus adversarios cuestionan, sobre todo, los métodos coercitivos que utilizan contra quienes dicen cosas o cometen actos que ellos perciben como misóginos, homofóbicos o racistas.

En particular ha generado mucho malestar el uso de un método conocido como “cancelación”, una suerte de policía del pensamiento que practica la censura contra individuos que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 06/03/2023 en Uncategorized

 

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Rusia escala la guerra con narrativa antioccidental

En su esperada presentación ante la Duma (Parlamento ruso), Vladimir Putin expresó su determinación de seguir con la invasión a Ucrania apelando a un discurso fuertemente antioccidental.

“Ellos empezaron la guerra y usamos la fuerza para detenerla”, ha acusado Putin. “La élite occidental quiere acabar con Rusia pero reaccionaremos. Rusia es invencible”, dijo.

El mandatario dijo estar convencido de que Occidente usará cualquier cosa –“terroristas o el mismo diablo”- para derrotar a Rusia. La élite occidental “no esconde su objetivo: infligir una derrota estratégica a Rusia, es decir, acabar con nosotros de una vez por todas”, añadió.

Putin no sólo se ha referido a la guerra de Ucrania durante su largo y nada conciliador discurso. También ha aprovechado la ocasión para cargar contra los homosexuales. Asegura que Occidente está “destruyendo la institución de la familia, con matrimonios del mismo sexo y normalizando la pedofilia” y promete que Rusia protegerá a los niños de la “degradación”.

A casi un año del inicio de la invasión a Ucrania, el líder ruso demonizó a Occidente, acusándolo de todos los males, entre ellos el de avivar una guerra mundial para destruir a Rusia.

Al explicar la resistencia militar ucraniana, Putin dijo que eso se debe a que “el propio pueblo de Ucrania se ha convertido en rehén del régimen de Kiev y sus amos occidentales, que de hecho han ocupado este país en un sentido político, militar y económico”.

Los analistas especulan que este discurso fue diseñado para buscar el apoyo interno y para darle una dirección narrativa afín a los grupos anti occidente y conservadores que lo apoyan en el exterior con consignas tradicionalistas.

Se cree que los gobernantes del Kremlin derivan sus acciones políticas de un mundo de pensamiento ideológicamente solidificado. Sus elementos centrales son una alternativa intelectual y cultural a Occidente y el establecimiento de un reino neoimperial.

Putin se ve a sí mismo como un cruzado que lidera una guerra santa contra Occidente, devenido en una suerte de Eje del Mal. El mito de la “Santa Rusia” funge como ideología de fondo de un poder político en acuerdo estratégica con la Iglesia Ortodoxa, cuyo líder actual, Cirilo I, es entusiasta del régimen del Kremlin.

El punto de referencia histórico es siempre la alusión a la alianza medieval de principados eslavos, la “Rus de Kiev”. En la historiografía rusa no solo se la describe como precursora directa de la Rusia actual, sino también como el lugar de origen de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Cirilo I, cuyo título completo es “patriarca de Moscú y toda Rusia”, proclama hasta el día de hoy a Rusia, Bielorrusia y Ucrania como “Santa Rusia” y, por lo tanto, como una entidad espiritual. A esta idea suele asociarse la figura de Moscú como la “tercera Roma”, después de la segunda Roma, Constantinopla.

Este tipo de discurso místico y antioccidental se repite cada día en los canales de televisión de Rusia, que están bajo el control del régimen. Hace poco el presentador ruso Vladimir Solovyov afirmó que están “luchando contra los satanistas”. “Esto es una Guerra Santa contra el mundo satánico. Sodoma y Gomorra”, declaró.

Y en la misma línea, Vyacheslav Nikonov, diputado ruso, manifestó que “esto no es una guerra entre rusos y ucranianos, sino entre el bien y el diablo, la luz y la oscuridad”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 25/02/2023 en Uncategorized

 

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Lo «woke» dentro de la batalla cultural y política

La agenda identificada con el activismo feminista y las políticas identitarias de las personas LGBTY y de las minorías raciales, se inscriben dentro del movimiento “woke” (“despierto” en inglés) un término originario de los Estados Unidos.

La palabra llegó a englobar a varios movimientos e ideologías progresistas radicales o de izquierda identitaria posmoderna, con alcance global. Se diría que, hasta el propio establishment cultural en Estados Unidos, con Hollywood a la cabeza, fomenta esta ideología.

De hecho, existe la expresión “capitalismo woke”, acuñado por el escritor Ross Douthat para las marcas que usan mensajes políticamente progresistas como sustituto de una reforma genuina.

Según el diario The Economist, los ejemplos de capitalismo woke incluyen campañas publicitarias diseñadas para atraer a los millennials, quienes a menudo tienen puntos de vista socialmente más liberales que las generaciones anteriores (en Estados Unidos lo liberal se identifica con la izquierda ideológica).

Mientras que para algunos ser “woke” es tener conciencia social y racial, y cuestionar los paradigmas y las normas opresoras impuestas históricamente por la sociedad, para otros describe a hipócritas que se creen moralmente superiores y quieren imponer sus ideas progresistas sobre el resto.

En varios países occidentales, en sectores culturales más conservadores, se usa la palabra woke de manera negativa. Cuestionan, sobre todo, los métodos coercitivos que utilizan algunos “policías de la palabra” -así los definen- contra quienes dicen cosas o cometen actos que ellos perciben como misóginos, homofóbicos o racistas.

En particular ha generado mucho malestar el uso de un método conocido como “cancelación”: un boicot social y profesional, que suele realizarse a través de las redes sociales, contra individuos que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable.

Para las personas “woke”, en cambio, se trata de una forma de protesta no violenta que permite empoderar a grupos históricamente marginalizados de la sociedad y corregir comportamientos que hasta ahora eran parte del statu quo y persistían sin castigo ni cambio.

Para algunos críticos de esta cultura, lo woke es el nuevo puritanismo norteamericano. Dicen que esta tendencia está llevando a una generación, sobre todo universitaria, a una suerte de fanatismo ideológico con pretensiones hegemónicas, que incluye caza de brujas contra lo que resiste los postulados progresistas.

“El movimiento ‘woke’ infecta partidos, medios e instituciones”, dice por su lado Andrew Doyle, ex profesor de Poesía Renacentista en Oxford reconvertido en guionista, humorista y comediante, quien ha inventado un personaje de ficción, “Titania McGrath”, para diseccionar los nuevos cultos identitarios.

Titania McGrath, su alter ego woke, que se describe a sí misma como “sanadora, poeta radical interseccional, no blanca, ecosexual y polirracial”, es una suerte de Juana de Arco metaprogresista.

A través de este personaje Andrew Doyle se ríe, según refiere, de “un tipo específico de activista por la justicia social: esas personas blancas de clase media alta que, sin embargo, están convencidas de que son oprimidas”.

“El identitarismo domina la escena porque mucha gente tiende a caer en las sectas, las ideologías son reconfortantes porque te liberan de la obligación de pensar. Pensar cuesta”, dice Doyle, devenido en exponente anti-woke en Gran Bretaña.

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Publicado por en 05/02/2023 en Uncategorized

 

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La polarización ideológica y política de las sociedades

La sociedad global se ha polarizado de forma notable en los últimos años. Se trata de fracturas sociales y políticas que en un punto vuelven inviable la gobernabilidad al interior de los países, deviniendo el fenómeno en uno de los más inquietantes del siglo XXI.

En Estados Unidos, la polarización se manifiesta a través de una mayor distancia entre las opiniones de los votantes republicanos y demócratas. En Europa, en un aumento de los desacuerdos en torno a temas fundamentales como la inmigración o la integración europea.

En América Latina, en tanto, los últimos procesos políticos en la región, incluyendo la elección en Brasil, muestran que las clases medias se referencian con propuestas políticas de centro-derecha, de cuño capitalista, en tanto que los populismos de izquierdas abrevan en sectores sociales más bajos.

En toda democracia hay diferencias de opiniones, orientaciones, disposiciones de los individuos que reflejan la existencia de sociedades diversas y plurales. Pero la polarización se refiere a diferencias que se vuelven oposiciones las cuales adquieren características muy conflictivas.

Se tienen, entonces, los términos en dos extremos que están muy distantes entre sí, que se cierran sobre sí mismos, de suerte que se constituye un escenario socio-político de un polo enfrentado a otro.

El grado de polarización de una sociedad es una variable clave, que cuantifica hasta qué punto la opinión pública se divide en dos extremos opuestos. Y cabría postular como hipótesis política que a mayor polarización, mayores son las dificultades para generar consensos entre grupos, en aras de la gobernabilidad del propio sistema.

De este modo, una polarización elevada puede dar lugar a posiciones irreconciliables, lo que dificulta la posibilidad de alcanzar acuerdos. Peor aún, podría crear las condiciones para un conflicto de proporciones al interior de los propios países.

Al respecto, desde hace tiempo los politólogos llaman la atención sobre la insalvable fractura política que existe en Estados Unidos, una de las principales sociedades democráticas occidentales.

Más del 40% de los estadounidenses creen que una guerra civil es “algo probable en los próximos 10 años”, según una nueva encuesta de YouGov y The Economist.

Esta cifra aumenta a más del 50% entre los autoidentificados “republicanos duros”. Una de las preguntas de la encuesta decía: “De cara a los próximos 10 años, ¿Qué tan probable cree que es que haya una guerra civil en este país?”.

Entre todos los encuestados, el 43% dijo que la guerra civil era al menos algo probable. Entre los demócratas e independientes “duros” esa cifra fue del 40%, pero entre los “republicanos duros”, el 54 % dijo que la guerra civil era al menos algo probable.

¿Qué tan probable una guerra civil en Estados Unidos? La mayoría de los expertos creen que un conflicto armado a gran escala, como la guerra civil estadounidense de 1861-1865, sigue siendo poco probable.

Sin embargo, muchos temen un aumento de la división ideológica y la violencia explícitamente política. Como sea, la polarización estadounidense luce inquietante y es un llamado de atención.

Rachel Kleinfeld, especialista en conflictos civiles de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, dijo a The Guardian: “Los países con democracias y gobiernos tan fuertes como el de Estados Unidos no caen en una guerra civil. Pero si nuestras instituciones se debilitan, la historia podría ser diferente”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 13/11/2022 en Uncategorized

 

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La naturalización de las relaciones abusivas

Las víctimas de maltrato suelen atarse a esa relación abusiva, al punto de desarrollar una dependencia afectiva con su victimario. Se trata de una de las rarezas humanas que explican por qué se reproducen ciertas conductas tóxicas.

Miles de personas se encuentran inmersas en relaciones abusivas familiares o de pareja sin saberlo y normalizando el infierno del que son víctimas. Una venda colocada en sus ojos les impide ver, así, su situación de sometimiento.

Como esa mujer que confesó simpatía por su pareja, en realidad su captor: “Como él me hizo sentir que nadie más me querría y que era afortunada por tenerle en mi vida, me convencí de que esa relación era mi hogar”.

Esta mujer había desarrollado el síndrome de Estocolmo, una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo​ con su secuestrador o retenedor.

Esta relación no solo surge ante un secuestro, también se puede dar en miembros de sectas, prisioneros de guerra, hijos de padres maltratadores o víctimas de violencia en la pareja.

En 1973 en la ciudad de Estocolmo (Suecia), en un asalto bancario, los ladrones retuvieron a los empleados durante varios días. Al momento de la liberación un periodista fotografió el instante en que un rehén y uno de los captores se besaban.

Este hecho sirvió para bautizar esta extraña conducta, que muestra a víctimas y abusadores en relación de complicidad, como “síndrome de Estocolmo”.

Basta con que exista la figura de la víctima por un lado, y la del maltratador por otro, para que pueda darse esta singular relación emocional. Esas figuras típicas, en realidad, están presentes en un sinnúmero de situaciones humanas, que involucran a personas, a grupos humanos o a sociedades enteras.

Según el psicólogo Nils Bejerot, el síndrome puede afectar a: rehenes, miembros de sectas, niños abusados, prisioneros de guerra, prostitutas, prisioneros de campos de concentración, víctimas de incesto y de violencia doméstica.

Puede, así, desarrollarse entre una mujer golpeada o maltratada psicológicamente (víctima) y su pareja agresora. ¿Cuántos casos hay de novias o esposas que pese a las vejaciones sufridas suelen ser leales a sus abusadores, hasta el punto de defenderlos y justificarlos?

Personas cautivas por alguna jefatura abusadora, pueden finalmente convertirse a la ideología de sus captores. Esto tiene lugar, por ejemplo,  en las sectas, en las organizaciones encabezadas por un líder mesiánico, de carácter autoritario, no importa su procedencia religiosa, política o ideológica.

Aquí a los miembros, a los que se les expropian la voluntad y el pensamiento, mediante operaciones de violencia psicológica y simbólica, no sólo se los programa para obedecer sino para idolatrar al jefe (identificación con el agresor), al precio incluso de ofrendarle la propia vida. 

El síndrome de Estocolmo, por otro lado, se ha utilizado como unidad de análisis psicosocial para explicar el comportamiento de sociedades que reinciden con dirigentes que las maltratan y las empobrecen.

La identificación con el agresor pide –en este caso, como en otros- que la víctima social asuma el comportamiento, la actitud y el modo de pensar de quien la mantiene bajo sus acciones e ideología.

La morbosidad de la situación puede llegar al colmo de manifestaciones de agradecimiento y aprecio, a lo largo del tiempo, hacia los abusadores, a quienes se les presta lealtad.

El síndrome, de última, hace posible que los malos tratos sean, sorprendentemente, deseados.

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Publicado por en 06/11/2022 en Uncategorized

 

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Un clima enrarecido que hace peligrar la convivencia

Una serie de episodios que afectan el orden y la convivencia democrática hace retrotraer a la Argentina a los peores días de violencia e intolerancia política.

Por estas horas se investiga el intento de magnicidio contra la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Trascendió que el atacante es un ciudadano de nacionalidad brasileña de 35 años, que tuvo llamativas apariciones en TV y sigue a grupos de odio.

Pero este hecho ocurrió después de una escalada que empezó desde la política, con agravios y definiciones que parecían más aprestos de guerra que discusiones públicas.

Las investigaciones judiciales por corrupción que involucran a Cristina Kirchner, concretamente, han profundizado aún más la llamada “grieta” que cruza a la sociedad argentina.

Todo se enmarca en medio de una profunda crisis social y económica, un contexto grave en el cual millones de argentinos apenas sobreviven ante los embates de una inflación desmadrada.

La Argentina parece inclinarse al borde del abismo social e institucional en medio de un patético cuadro donde la política luce francamente disociada de las penurias de los ciudadanos.

De hecho, es factible advertir la existencia de actores políticos interesados en patrocinar, favorecer o impulsar el caos. O sea, promueven activamente la confusión social  y el desorden.

En semejante clima es lógico que emerjan manifestaciones de violencia, que empieza siendo verbal y después se traduce en agresión física. Y el punto es que el país tiene una larga tradición de violencia, producto de una cultura política de la intolerancia.

La intolerancia es una forma de omnipotencia. Expresa un sentimiento que tiende a invalidar todo aquello que es contrario o distinto a lo que el intolerante es, cree o siente.

En ningún plano de la vida colectiva se destaca con tanta nitidez esta perversidad como en el campo político, donde suelen abundar los energúmenos, un espécimen humano que encuentra caldo de cultivo en estas pampas.

El diccionario define al energúmeno como una “persona furiosa, alborotada o sin educación”. Cabría, no obstante, señalar que el energumenismo es la exaltación en pro de una idea o grupo, generalmente manifestado en forma de violencia simbólica y física.

El virus del energumenismo es contagioso, tiende a expandirse al punto de dar la tónica a una época. Se lo suele detectar en mitines políticos, eventos deportivos, tumultos festivos, manifestaciones, medios de comunicación, entre otros escenarios públicos.

La furia energuménica crece en ambientes ideológicos sectarios, donde todos creen que “tienen razón”, y donde el que piensa distinto es visto como una raza maldita e irredimible, como un enemigo. 

La democracia, cuya base es la tramitación del disenso, está en las antípodas de este tipo de extremismo exaltado, al que no le interesa escuchar al otro, y mucho menos enfrentarse a sus propios errores.

La política es un permanente juego donde se necesitan por lo menos dos para jugar. Se trata de un estrecho camino: por un lado las convicciones de quien está seguro que sus ideas y métodos son los mejores para la sociedad, pero no puede dejar de admitir, al mismo tiempo, la existencia de métodos o ideas distintos a los suyos.

Ambas posiciones deben, sin embargo, convivir, tolerarse mutuamente y eventualmente resignarse a que una de las dos se imponga mediante el ejercicio del poder.

Esto es, ni más ni menos, el fundamento de la democracia.

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Publicado por en 04/09/2022 en Uncategorized

 

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El tribalismo identitario mina la convivencia plural

La confrontación, vinculada a la lógica binaria de “ellos” y “nosotros”, inspirada en tribalismos intersociales, impide el diálogo en sociedades que necesitan tramitar sus diferencias.

Los seres humanos tenemos una predisposición al tribalismo, es decir somos proclives a “pertenecer” a determinado grupo social, pero esta pertenencia suele hacerse sobre la base de la exclusión de otros grupos.

Una de las razones por las que las sociedades contemporáneas están atravesadas por la polarización obedece a la eclosión de asuntos identitarios: racismo, feminismo, identidades sexuales, izquierda-derecha, entre otras.

La identidad social hace que, generalmente, se tenga favoritismo por las personas que sostienen ideas que identificamos como las de nuestro “grupo de pertenencia” y prejuicio negativo por las que no.

De esta manera las personas se separan según distintos criterios: clase social, religión, nacionalidad, género, profesión, ciudad, barrio, equipo de fútbol, partido político, etc.

O incluso se separan por aquello que rechazan, unidas no por amor, sino por espanto: las “anticosas”.

De esta manera se generan estereotipos, caricaturas de rasgos exaltados, que se le atribuyen a un grupo entero, sin considerar las diferencias y los matices personales de sus individuos.

Cuando la identidad social con el grupo es fuerte, o tiene rasgos patológicos, entonces aparece el tribalismo. En esta situación, el individuo trata de abroquelarse en torno a la tribu, de suerte que si hay algo que se percibe como una “amenaza” hacia ella, privilegia la lealtad grupal, defendiéndola a capa y espada, sin reflexionar demasiado acerca del valor de las ideas.

Como esa amenaza viene de un “otro”, que por ser otro está, a priori,  equivocado, no importa el contenido de lo que está en discusión, sino la preservación de la perspectiva tribal.

De esta manera el enfrentamiento, en muchas ocasiones, gana la batalla al entendimiento e impide el diálogo. El convencimiento por medio de argumentos representa una imposibilidad, ya que la emoción se impone a lo racional.

La radicalización identitaria, que ha encontrado en las redes sociales una aliada para su expansión, conspira contra el respeto a la diversidad, es decir contra la tolerancia, entendida como una consideración hacia la diferencia; de una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta de la propia; de la aceptación del pluralismo.

El sano intercambio racional queda así clausurado porque el debate identitario es intrínsecamente ad hominem: A afirma B; hay algo cuestionable (o que se puede cuestionar) acerca de A; por tanto, B es cuestionable.

Ya no se trata de aceptar puntos de vista diferentes y legítimos, ceder en un conflicto de intereses justos. Más bien se trata de tener razón siempre porque el grupo es más importante que la verdad; la estrategia siempre será abroquelarse en torno a la tribu.

Lo cierto es que en una sociedad pluralista, las divergencias hacen necesario un esfuerzo común de reflexión racional: por el diálogo  a favor del consenso y la convivencia pacífica. Siempre el diálogo es mejor que el monólogo.

Pero el tribalismo identitario prefiere tener razón siempre antes que abrirse a la posibilidad del entendimiento con otros diferentes. Por eso, todo debate político, de algún modo, enciende resortes irracionales, fomenta disputas, crispación y acritud.

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Publicado por en 03/07/2022 en Uncategorized

 

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La tesis de que el mundo se dividirá en dos grandes bloques

Los dos países más poderosos, Estados Unidos y China, llevarían la rivalidad a un nivel en el que partirán a la sociedad global en dos esferas de influencia, configurando un mundo bipolar, parecido al de la Guerra Fría.

Esa es la tesis de Michael Schuman, autor de los libros “Superpotencia interrumpida: la historia china del mundo” y “El milagro: la épica historia de la búsqueda de riqueza en Asia”.

Según este autor, la pandemia primero y la guerra en Ucrania después, han venido acentuando una tendencia en la cual ambas potencias se están alejando del mundo globalizado que se articuló tras la caída de la Unión Soviética (URSS).

Fundamenta su posición en varios hechos. Por ejemplo, China y sus aliados como Rusia han emprendido en este tiempo un giro hacia la autosuficiencia, para tratar de disminuir su dependencia y sus lazos económicos con Estados Unidos y Europa.

Por otro lado, en el caso de Estados Unidos sus sanciones hacia Rusia por su invasión a Ucrania, deberían leerse como una advertencia a China. En principio para disuadirla de que apoye a Vladimir Putin en su aventura militar.

Pero además, el presidente norteamericano, el demócrata Joe Biden, ha venido comparando la invasión a Ucrania con un posible escenario de guerra en Taiwán, y llamó a hacer pagar a Rusia un precio alto para disuadir justamente Pekín de que no intente algo similar.

Como se sabe, China considera a Taiwán como una provincia rebelde que debe ser integrada al país, por la fuerza si es necesario. Al ser consultado recientemente por esta posibilidad, Biden advirtió que Estados Unidos defenderá militarmente a Taiwán si China intenta invadirla.

No es un dato menor, al respecto, el hecho de que la elite gobernante norteamericano supera sus diferencias en este frente externo. En efecto, en enero del 2018 el entonces presidente republicano Donald Trump abandonó la “guerra contra el terrorismo” para pasar a una hipótesis de “competencia estratégica interestatal” identificando a China y a Rusia como sus enemigos principales.

Desde ese momento demócratas y republicanos no hicieron más que competir por ver quién era más “duro” con China, como se vio en la campaña presidencial que terminó ganando Biden.

Se trata de una vuelta al momento en que aún existían los dos bloques en pugna -el occidental capitalista por un lado y el oriental comunista por otro- aunque Schuman aclara que la actual circunstancia tiene sus propias particularidades.

Hay algunas similitudes con la Guerra Fría, dice, relacionadas con la competencia ideológica entre una esfera centrada en Estados Unidos y otra centrada en China, en términos de democracia versus autoritarismo.

Ahora la globalización, que ha integrado las economías, hace que la disputa sea más compleja, aclara el especialista. “En el pasado lo que teníamos eran prácticamente dos mundos, uno frente al otro. Pero ahora China y Estados Unidos es una historia muy diferente, no solo porque sus economías están más integradas, sino porque todos los aliados están integrados y entre ellos son extremadamente importantes a nivel económico”, analiza Schuman en diálogo con BBC Mundo.

El especialista se imagina la nueva bipolaridad en estos términos: de un lado estarán Estados Unidos y sus aliados que son en su mayoría democracias abiertas y economías capitalistas liberales; del otro lado estarán China y sus aliados, con normas y valores distintos. Ambos bloques también estarán separados por la tecnología.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 29/05/2022 en Uncategorized

 

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Egresar de la escuela sin saber leer ni escribir

Mientras la escuela primaria permite a los chicos llegar a la secundaria sin saber leer ni escribir, los alumnos que egresan de la enseñanza media no comprenden lo que leen.

Quien viene denunciando esta situación es Ana Borzone, investigadora principal del Conicet que desde hace décadas coordina equipos que estudian los métodos de enseñanza de la lectoescritura en Argentina.

En su opinión la causa de esta tragedia educativa es de orden ideológico: la adopción en la burocracia ministerial de Educación de la “psicogénesis de la lectoescritura”, es decir la creencia de que el niño aprende solo, por intuición, por tanteo, y que el maestro es sólo un guía.

“Esto es una gran estafa –sostiene Borzone-: si los chicos no aprenden es porque se ha instalado en los Ministerios una línea ideológica que prohíbe la enseñanza sistemática de la lectura y la escritura”.

“¿Qué vida puede tener un chico que sale del secundario y no sabe leer ni escribir?”, se preguntó esta académica durante una conferencia en la última edición de la Feria del Libro, al recordar que las empresas no pueden incorporar esos egresados porque no comprenden lo que leen.

“El hecho de que los chicos no aprendan a leer y escribir es algo que vengo denunciando desde hace más de treinta años”, dijo en la ocasión la especialista, para quien según su experiencia empírica con el “método tradicional” (de la palabra generadora), que hizo grande a la escuela argentina todos los niños pueden dominar la lecto-escritura en primer grado.

Incluso en contextos vulnerables, como ciertos medios rurales, las villas de emergencia o las escuelas bilingües de los qom; todos ambientes en los que ha trabajado y confirmado su teoría.

“En la Argentina estamos sufriendo un problema gravísimo; los últimos datos nos lo muestran. Solo el 16% de los chicos termina en tiempo y forma la secundaria. Los chicos en nuestras escuelas no aprenden a leer ni a escribir”, señaló Borzone en su conferencia.

“¿Cómo hace el sistema educativo para tapar ese fracaso?”, se preguntó: “Les dicen a los docentes y a los padres que los chicos ya van a aprender, y, cuando llegan al secundario, qué hace el sistema: lo tapa. Todos promueven, no importa que deban todas las materias. Les regalan el título. Es la mayor estafa educativa que se ha hecho en este país. ¿Por qué? Porque esos chicos no han aprendido, no se les han dado los instrumentos básicos que son la lectura, la escritura y la comprensión de textos”.

La especialista fue categórica al afirmar que si los chicos no aprenden es porque no les enseñan. “Un problema para los chicos porque destruimos su autoestima, su vida. ¿Qué vida puede tener un chico que sale del secundario y no sabe leer ni escribir?”, reflexionó.

Borzone señaló que su deseo es que “la escuela pública recupere la calidad de la enseñanza, cuando todos los chicos aprendíamos a leer y escribir en primer grado”. Y en pos de este cambio, no solo están capacitando a miles de docentes en Mendoza sino también en otras provincias.

“O dejamos la ideología y tomamos la ciencia o no vamos a sobrevivir como país”, planteó Borzone al resaltar el hecho de que el lenguaje es el instrumento para el aprendizaje de otras disciplinas.

Al respecto insistió en que el primer paso para aprender cualquier contenido de cualquier materia es poder comprender. Si no se les enseña a los chicos el proceso de comprensión no van a poder comprender el texto y no van a poder aprender de los textos, advirtió. 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 22/05/2022 en Uncategorized

 

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