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La artista pop que produce furor en el mundo juvenil

La cantante estadounidense Taylor Swift está recorriendo el mundo con su gira “The Eras Tour” y es la primera vez que va a cantar en vivo en Argentina, donde rápidamente se agotaron las entradas para ir a verla.

El anuncio de sus tres conciertos en el estadio de River (9, 10 y 11 de noviembre) se transformó en un verdadero suceso en el público juvenil, sobre todo entre las mujeres jóvenes de estas pampas.

En cuestión de horas, se vendieron todos los tickets, al tiempo que se desató un furor para ver en vivo a uno de los íconos del pop internacional de esta generación.

¿Quién es Taylor Swift? Esta joven comenzó como una artista country típica de los Estados Unidos, allá en 2006, cuando apenas tenía 17 años.

De ahí en adelante se fue introduciendo en el mundo pop, donde el ascenso fue meteórico con premios, giras mundiales, una discografía con 10 títulos y una trayectoria en la industria de la música de 13 años.

Una gran cantidad de sus fanáticos la siguen desde sus comienzos y han crecido junto a ella, lo que explica el sentimiento de identificación y acompañamiento que muchos poseen respecto a esta artista que compone sus canciones e incluso produce sus discos, conciertos y video clips

Muchas chicas (es principalmente un consumo femenino, aunque también hay, cada vez más, varones entre sus fans) que hoy tienen veintipico crecieron escuchando su música.

Según la prensa especializada, a medida que fue tomando popularidad se conocieron diversas de sus parejas famosas, como Joe Jonas, Lucas Till, Taylor Lautner, John Mayer, Jake Gyllenhaal, Conor Kennedy, Harry Styles, Calvin Harris y Tom Hiddleston, a quienes les dedicó muchas de sus canciones.

Al respecto, Swift es reconocida por sus canciones de despecho y superación. Así, con el amor como tema central, logra que millones de jóvenes se sientan identificadas.

La periodista de espectáculos Catalina María Montes cree que por esta razón la figura de la cantante es una representación para tantas jóvenes.

“Porque Taylor ha sido humillada, estafada y engañada, pero como si fuera poco, le han roto el corazón en diversas oportunidades. En lugar de esconder su dolor, la cantante hizo todo lo contrario, a partir de sus experiencias se inspiró e hizo música, con la que logró generar un sentimiento de identificación, ya que le pone letras a situaciones que muchos traspasan”, refiere.

Las fanáticas de Swift son denominadas “swifties”, una gran comunidad global que no solo conoce sus canciones de memoria, si no que se siente profundamente identificada con sus letras y las historias que cuentan.

El nombre de la artista pop viene adosado a todos los récords de ventas de discos, de escuchas en plataformas, de seguidores en redes, de premios, de convocatoria en shows, de riqueza acumulada (ocupa el puesto 34 de Forbes entre las personas más ricas de Estados Unidos).

Los analistas culturales vienen analizando desde hace un tiempo la raíz del fanatismo global por Taylor Swift. Y al respecto algunos sugieren que se debe a que viene a llenar un vacío de sentido, una idea de pertenencia, en una franja etaria a la que ya no la entusiasma la política o la religión.

Por lo visto el gusto por la música pop en el siglo XXI trasciende su propia frontera espiritual. Cabe agregar, al respecto, que los conciertos juveniles de esta época son vistos como verdaderas experiencias religiosas colectivas, donde se idolatra a los cantantes.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 19/06/2023 en Uncategorized

 

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La naturalización de las relaciones abusivas

Las víctimas de maltrato suelen atarse a esa relación abusiva, al punto de desarrollar una dependencia afectiva con su victimario. Se trata de una de las rarezas humanas que explican por qué se reproducen ciertas conductas tóxicas.

Miles de personas se encuentran inmersas en relaciones abusivas familiares o de pareja sin saberlo y normalizando el infierno del que son víctimas. Una venda colocada en sus ojos les impide ver, así, su situación de sometimiento.

Como esa mujer que confesó simpatía por su pareja, en realidad su captor: “Como él me hizo sentir que nadie más me querría y que era afortunada por tenerle en mi vida, me convencí de que esa relación era mi hogar”.

Esta mujer había desarrollado el síndrome de Estocolmo, una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo​ con su secuestrador o retenedor.

Esta relación no solo surge ante un secuestro, también se puede dar en miembros de sectas, prisioneros de guerra, hijos de padres maltratadores o víctimas de violencia en la pareja.

En 1973 en la ciudad de Estocolmo (Suecia), en un asalto bancario, los ladrones retuvieron a los empleados durante varios días. Al momento de la liberación un periodista fotografió el instante en que un rehén y uno de los captores se besaban.

Este hecho sirvió para bautizar esta extraña conducta, que muestra a víctimas y abusadores en relación de complicidad, como “síndrome de Estocolmo”.

Basta con que exista la figura de la víctima por un lado, y la del maltratador por otro, para que pueda darse esta singular relación emocional. Esas figuras típicas, en realidad, están presentes en un sinnúmero de situaciones humanas, que involucran a personas, a grupos humanos o a sociedades enteras.

Según el psicólogo Nils Bejerot, el síndrome puede afectar a: rehenes, miembros de sectas, niños abusados, prisioneros de guerra, prostitutas, prisioneros de campos de concentración, víctimas de incesto y de violencia doméstica.

Puede, así, desarrollarse entre una mujer golpeada o maltratada psicológicamente (víctima) y su pareja agresora. ¿Cuántos casos hay de novias o esposas que pese a las vejaciones sufridas suelen ser leales a sus abusadores, hasta el punto de defenderlos y justificarlos?

Personas cautivas por alguna jefatura abusadora, pueden finalmente convertirse a la ideología de sus captores. Esto tiene lugar, por ejemplo,  en las sectas, en las organizaciones encabezadas por un líder mesiánico, de carácter autoritario, no importa su procedencia religiosa, política o ideológica.

Aquí a los miembros, a los que se les expropian la voluntad y el pensamiento, mediante operaciones de violencia psicológica y simbólica, no sólo se los programa para obedecer sino para idolatrar al jefe (identificación con el agresor), al precio incluso de ofrendarle la propia vida. 

El síndrome de Estocolmo, por otro lado, se ha utilizado como unidad de análisis psicosocial para explicar el comportamiento de sociedades que reinciden con dirigentes que las maltratan y las empobrecen.

La identificación con el agresor pide –en este caso, como en otros- que la víctima social asuma el comportamiento, la actitud y el modo de pensar de quien la mantiene bajo sus acciones e ideología.

La morbosidad de la situación puede llegar al colmo de manifestaciones de agradecimiento y aprecio, a lo largo del tiempo, hacia los abusadores, a quienes se les presta lealtad.

El síndrome, de última, hace posible que los malos tratos sean, sorprendentemente, deseados.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 06/11/2022 en Uncategorized

 

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La lectura del ADN viene produciendo grandes cambios

El descubrimiento del ADN, material de las células en el que está inscrito nuestro perfil genético, es uno de los logros más importantes de la ciencia en la historia de la humanidad.

El ácido desoxirribonucleico –tal es su nombre- es el componente más importante de nuestro cuerpo ya que es la que nos da nuestra individualidad, al punto que se lo ha comparado con el Documento Nacional de Identidad (DNI).

Cada uno de nosotros es único, inimitable, y esta  exclusividad está impresa en el ADN, de suerte que la biología nos recuerda que no hay una persona igual a otra. A pesar de que este código genético es muy similar, todos somos únicos.

Desde que la ciencia puede leer la secuencia del ADN, desde que se puede descifrar lo que dice este libro que contiene todo el diseño del ser vivo, su genoma, un mundo de descubrimientos se ha abierto.

En efecto, la información que brinda el ADN no sólo se puede utilizar para confirmar los orígenes de cada quien sino para reconocer la predisposición a padecer ciertas enfermedades y para tomar decisiones conscientes que mejoren la salud.

Aunque su primera y fundamental aplicación ha sido la identificación de personas y la determinación de la paternidad, en la actualidad el análisis de ADN es una herramienta clave para la investigación criminalística.

A lo largo de las últimas décadas, tanto las ficciones policíacas -cine, series y literatura- como la crónica periodística han conseguido familiarizarnos con los sofisticados procedimientos forenses de los investigadores de la policía científica, y con el funcionamiento de laboratorios periciales. 

Al día de hoy, todos hemos aprendido que el análisis del ADN permite identificar al culpable de un delito, cuando éste ha sido lo suficientemente descuidado como para dejar su rastro biológico en la escena del crimen.

Si la comparación entre los fragmentos de ADN de la muestra de referencia y la muestra “problema” coinciden, existe una altísima probabilidad de que el sospechoso sea culpable.

Hay casos criminales que se resolvieron años después con la ayuda de este procedimiento. Cualquier pequeño fragmento de ADN –un cabello con su raíz, un resto de piel, saliva, una insignificante pestaña, etc.- han servido para atrapar a criminales y resolver casos inconclusos.

En la actualidad, el análisis de ADN es una herramienta que se utiliza de forma rutinaria en la investigación biomédica, aportando no solo conocimiento sobre la genética del organismo y su papel en determinadas enfermedades.

También se aplica para el diagnóstico prenatal, así como para conocer la susceptibilidad de padecer determinadas enfermedades. Las pruebas genéticas en la medicina son múltiples y han cambiado radicalmente la práctica de curar.

“El código genético incluye información clave sobre la salud, las predisposiciones a enfermedades, es decir, el riesgo de desarrollar determinadas enfermedades genéticas. El panel al que tiene acceso el cliente analiza más de 20 variantes genéticas asociadas con el desarrollo de patologías como infarto, Parkinson y cáncer. Con los resultados y siempre con la ayuda de un profesional especializado, se podrá planificar mejor el futuro. Es importante recordar que existen otros factores, además de los genéticos, que influyen en el surgimiento de enfermedades”, explica el médico Ricardo di Lazzaro Filho.

Las pruebas de ADN permiten además conocer a los antepasados, gracias al Test de Ancestralidad, que ofrece un análisis del camino recorrido por los linajes paterno y materno.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 11/09/2022 en Uncategorized

 

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Los grupos que se aman a ellos mismos: narcisismo colectivo

Normalmente, las personas se identifican con distintos grupos: por nacionalidad, raza, sexo, religión, deporte, política, clase social, etc. El problema es cuando ese grupo desarrolla un síndrome narcisista, es decir cae en una creencia de grandeza exagerada de sí mismo.

En la mitología griega, Narciso era un bello joven que todos los días iba a contemplar su rostro en un lago. Estaba tan encantado consigo mismo que, cierta mañana, mientras trataba de admirarse más de cerca, cayó al agua y murió ahogado.

El narcisismo se asocia con una imagen grandiosa, inflada, de sí mismo. Las personas narcisistas piensan que tienen mejor aspecto, son más inteligentes y más importantes que los demás. Por ello creen que merecen un trato especial.

El concepto sirve al mismo tiempo para explicar la conducta o manía manifestada a nivel grupal. De tal manera, así como una persona puede tener una opinión extremadamente elevada de sí mismo, también un grupo puede funcionar como una entidad narcisista.

Es un proceso normal que las personas se identifiquen con distintos grupos. El hacerlo implica aceptar las normas, explícitas e implícitas, del conjunto. Además, aquellos que se sientan muy identificados también van a interiorizar los valores de dicho grupo.

Por ejemplo, si las normas del grupo prescriben vestir de una determinada forma, los miembros del grupo que se identifiquen mucho con él van a vestir de acuerdo a las normas.

El problema es cuando el grupo desarrolla el mismo trastorno que aqueja a determinadas personas, de suerte que desarrolla un exagerado amor a sí mismo.

En la base del síndrome narcisista late la creencia de que el grupo de pertenencia merece un tratamiento especial, más allá de las reivindicaciones legítimas. Al creerse superior, se presenta excluyente respecto de otros grupos.

Así como el narcisista individual es dominante, tiene exceso de confianza, es egoísta y se siente con derecho a prebendas, los grupos narcisistas exacerban su identidad, se creen mejores, pretenden un tratamiento privilegiado y pueden actuar en forma violenta a favor de su primacía.

Según los especialistas del tema, cuando uno infla artificialmente la imagen de su grupo de pertenencia ve en todo una amenaza. O lo que es lo mismo: un pretexto para la confrontación.

Además, los grupos narcisistas suelen ser muy sensibles e imaginan amenazas a cada paso. De ahí que suelen atacar a otras agrupaciones cuando perciben que esos conjuntos amenazan la imagen del suyo.

Al mismo tiempo, el narcisismo colectivo incrementa la probabilidad de que una situación entre grupos -desacuerdo, enfrentamiento, debate, etc.- sea interpretada como amenazante.

A lo largo de la historia han existido grupos humanos que han presentado rasgos narcisistas. Son conocidas, además, las consecuencias que pueden tener los delirios de grandeza de un grupo con mucho poder. Al respecto se suelen recodar los excesos protagonizados por los de Adolf Hitler en la Alemania nazi.

Según los estudiosos de este fenómeno, ciertos aspectos del narcisismo colectivo emergen como una manera de compensar sentimientos de insuficiencia personal, de la misma manera que los narcisistas individuales pueden alardear su importancia para ocultar su ansiedad.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 28/01/2022 en Uncategorized

 

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Ocaso del mito del país de clase media

Símbolo de una Argentina de progreso y bienestar, la clase media sufre una caída que amenaza con extinguirla. Con su desaparición se esfumaría uno de los mitos fundantes del país.

La caída de ingresos y salarios, y la elevada inflación provocan que ese segmento de la sociedad en buena medida se haya transformado en una suerte de “clase media empobrecida” o más coloquialmente “venida a menos”.

Se calcula que hoy una familia debe tener ingresos entre $64.000 y $200.000 para integrar esta franja social que por décadas distinguió a la Argentina del resto de América latina, pero que desde hace un tiempo está en franco retroceso.

Dentro de este sector social, cada vez son menos los que logran mantener “lujos” como pagar la cuota de un colegio privado para los hijos, un auto, vacaciones, o seguir alquilando el mismo departamento o casa.

La actual crisis económica golpea sin piedad a ese sector emblemático, que aún se aferra con lo poco que le queda a sus sueños y a su identidad. Los que no quieren renunciar a su estilo de vida ya se han ido del país o planean hacerlo.

Algunos analistas hablan de que comenzó el proceso de “latinoamericanización” de nuestro país, sugiriendo que su empobrecimiento lo asemeja cada vez más a sus vecinos del continente.

Los sociólogos no se ponen de acuerdo a la hora de caracterizar a este segmento social. El especialista Guillermo Oliveto sostiene que tratar de responder de manera cabal y objetiva qué es la clase media argentina es “un desafío de carácter filosófico, algo así como responder a ¿qué es la felicidad? o ¿qué es la belleza?”.

En su libro “Argenchip: Cómo somos y cómo pensamos los argentinos” (Atlántida, 2014), Oliveto se anima a decir que “ser de clase media es directamente ser”.

En su opinión, Argentina se autopercibe desde hace décadas como un país de clases medias (alta, típica y baja). Por tanto, no estaríamos frente a un fenómeno de características económicas, laborales e incluso culturales.

En la Argentina, dice Oliveto, “la clase media es esencialmente un ‘querer ser’ y un ‘deber ser’”. Sugiere, de este modo, que no importa si se es rico o pobre, lo que hay es una alta autoidentificación subjetiva con la clase media.

Es decir se trata de un ideal o mito que no necesariamente coincide con la propia posición dentro de la estructura social. Sería una suerte de “argentinean dream”, aunque bastante más modesto que el famoso “sueño americano”.

Sigue Oliveto: “Es un cuerpo social no fijado que en su superficie presenta elementos volátiles y siempre maleables. Como colectivo social, un día puede clamar por el orden y el control y al siguiente por la libertad y la autogestión. Puede enamorarse de la globalización y el neoliberalismo, así como de la producción nacional y el regreso del Estado”.

Algunos autores vinculan a la clase media con el motor de la Argentina productiva. Fue originariamente el ideal de bienestar que transmitieron los inmigrantes llegados de Europa, que vinieron a esta parte del mundo a prosperar.

Alguna vez, por tanto, fue la esencia misma de la argentinidad. Un ideal, un proyecto, un estilo de vida que permeaba al resto de la sociedad, quien asumía gustosa el deber de trabajar y educarse para mejorar su estatus material e intelectual.

Pero este conjunto de aspiraciones e ideales está en retirada. El ocaso coincide con la caída estrepitosa de la clase media argentina, ahora mismo irreconocible y en franco proceso de extinción.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 10/04/2021 en Uncategorized

 

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