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La polarización ideológica y política de las sociedades

La sociedad global se ha polarizado de forma notable en los últimos años. Se trata de fracturas sociales y políticas que en un punto vuelven inviable la gobernabilidad al interior de los países, deviniendo el fenómeno en uno de los más inquietantes del siglo XXI.

En Estados Unidos, la polarización se manifiesta a través de una mayor distancia entre las opiniones de los votantes republicanos y demócratas. En Europa, en un aumento de los desacuerdos en torno a temas fundamentales como la inmigración o la integración europea.

En América Latina, en tanto, los últimos procesos políticos en la región, incluyendo la elección en Brasil, muestran que las clases medias se referencian con propuestas políticas de centro-derecha, de cuño capitalista, en tanto que los populismos de izquierdas abrevan en sectores sociales más bajos.

En toda democracia hay diferencias de opiniones, orientaciones, disposiciones de los individuos que reflejan la existencia de sociedades diversas y plurales. Pero la polarización se refiere a diferencias que se vuelven oposiciones las cuales adquieren características muy conflictivas.

Se tienen, entonces, los términos en dos extremos que están muy distantes entre sí, que se cierran sobre sí mismos, de suerte que se constituye un escenario socio-político de un polo enfrentado a otro.

El grado de polarización de una sociedad es una variable clave, que cuantifica hasta qué punto la opinión pública se divide en dos extremos opuestos. Y cabría postular como hipótesis política que a mayor polarización, mayores son las dificultades para generar consensos entre grupos, en aras de la gobernabilidad del propio sistema.

De este modo, una polarización elevada puede dar lugar a posiciones irreconciliables, lo que dificulta la posibilidad de alcanzar acuerdos. Peor aún, podría crear las condiciones para un conflicto de proporciones al interior de los propios países.

Al respecto, desde hace tiempo los politólogos llaman la atención sobre la insalvable fractura política que existe en Estados Unidos, una de las principales sociedades democráticas occidentales.

Más del 40% de los estadounidenses creen que una guerra civil es “algo probable en los próximos 10 años”, según una nueva encuesta de YouGov y The Economist.

Esta cifra aumenta a más del 50% entre los autoidentificados “republicanos duros”. Una de las preguntas de la encuesta decía: “De cara a los próximos 10 años, ¿Qué tan probable cree que es que haya una guerra civil en este país?”.

Entre todos los encuestados, el 43% dijo que la guerra civil era al menos algo probable. Entre los demócratas e independientes “duros” esa cifra fue del 40%, pero entre los “republicanos duros”, el 54 % dijo que la guerra civil era al menos algo probable.

¿Qué tan probable una guerra civil en Estados Unidos? La mayoría de los expertos creen que un conflicto armado a gran escala, como la guerra civil estadounidense de 1861-1865, sigue siendo poco probable.

Sin embargo, muchos temen un aumento de la división ideológica y la violencia explícitamente política. Como sea, la polarización estadounidense luce inquietante y es un llamado de atención.

Rachel Kleinfeld, especialista en conflictos civiles de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, dijo a The Guardian: “Los países con democracias y gobiernos tan fuertes como el de Estados Unidos no caen en una guerra civil. Pero si nuestras instituciones se debilitan, la historia podría ser diferente”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 13/11/2022 en Uncategorized

 

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¿Un Plan Austral para ganar las elecciones del año que viene?

Ha trascendido por los medios de prensa que el ministro de Economía Sergio Massa evalúa implementar un plan de estabilización, un congelamiento de precios, salarios y jubilaciones, que le permita al oficialismo ganar las elecciones generales del año que viene.

El experimento se inspiraría en una suerte de plan Austral (1985), que tuvo un arranque muy exitoso, ya que pasó de una inflación mensual galopante del 25% a una de “apenas” el 2%.

Por entonces, el presidente radical Raúl Alfonsín, jaqueado por el crecimiento imparable de los precios, a lo que se unía un contexto de debilidad política, convocó al economista Juan Vital Sourrouille.

En junio de 1985 Sourrouille anunció el programa de Reforma Económica, conocido como Plan Austral, el cual implicaba una política de shock de corte heterodoxo para frenar la inflación.

Entre los puntos salientes de ese programa figuró el reemplazo de los pesos argentinos circulantes por una nueva moneda, el Austral (₳). La conversión se realizaría a 10.000 pesos argentinos por 1 austral.

El plan incluía una devaluación y congelamiento del tipo de cambio; feriado cambiario; congelamiento de precios, salarios y jubilaciones de manera simultánea y sin plazo.

Además, baja de tasas de interés y una reducción del déficit fiscal mediante tres procedimientos: 1) aumento de las retenciones, 2) aumento de tarifas, 3) “ahorro forzoso” impositivo de los contribuyentes de mayores ingresos.

El plan alfonsinista logró el objetivo de reducir la inflación de un día para el otro, logrando que bajara del 25% mensual al 2% en los primeros meses de aplicación. Esto le permitió a Raúl Alfonsín ganar la elección Legislativa de 1985, cinco meses después del lanzamiento.

El Plan Austral fue un caso atípico en los planes de estabilización monetaria acordados entre el FMI y países latinoamericanos. Se basaba en la teoría de las expectativas y buscando un “efecto shock”.

Pero todo terminó luego en un gran desastre. La falta de compromiso con la austeridad fiscal llevó al fracaso del Plan Austral, que derivó en la hiperinflación de 1989 y 1990, que terminaría en la renuncia de Alfonsín y en el traspaso del gobierno en forma adelantada al presidente electo Carlos Menem (PJ).

En la prensa, por estas horas, trascendió que el ministro Massa está calculando el tiempo político para lanzar un congelamiento de precios y salarios, acompañado de un plan estabilizador, muy similar al Plan Austral.

La receta, según se especula, puede ser lo suficientemente potente como para darle la victoria en las urnas a un oficialismo que, según marcan hoy las encuestas, tiene todas las de perder.

Por lo pronto, en el gobierno peronista de Alberto Fernández habría consenso en la necesidad de medidas urgentes para cortar la inercia inflacionaria, que está pegando muy fuerte en los sectores sociales que forman su electorado.

En este sentido, no parece irreal la apuesta de Massa por un plan antiinflacionario. De hecho se comenta en la prensa el reciente informe de Emmanuel Álvarez Agis, un economista afín al gobierno, quien adjudicó un 50% de probabilidades de aplicación al programa de shock, que sugestivamente denominó “Plan Ganar”.

“Para bajar la inflación es necesario un programa de estabilización que no solo sirva para alinear la política fiscal, la monetaria y la cambiaria con el objetivo de desinflación (cualquiera que sea), sino que además se debe poner freno a la dinámica indexatoria que convierte cualquier accidente nominal en un nuevo piso inflacionario”, argumentó Álvarez Agis.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 16/10/2022 en Uncategorized

 

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La comparación del presente con la economía alfonsinista

“Diario de una temporada en el quinto piso”, el libro que la vicepresidente Cristina Kirchner le regaló al presidente Alberto Fernández, es un relato del fin caótico del gobierno de Raúl Alfonsín.

Allí Juan Carlos Torre relata la experiencia del propio autor cuando era asesor de Juan Vital Sourrouille, el segundo y más importante ministro de Economía del gobierno alfonsinista, que tuvo que abandonar su cargo antes de finalizar su mandato en medio de un fuerte conflicto social por el aumento sostenido de los precios.

Al anticipar públicamente el regalo, Cristina Kirchner comentó que el libro de Torre conserva “una gran actualidad”. Ya que de acuerdo a la lectura que ella hace de aquella época, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) operó como un desencadenante de la hiperinflación que siguió después.

¿Acaso la vicepresidente le está avisando al presidente que le irá igual que a Alfonsín? ¿Con su regalo está vaticinando un pronóstico de caos económico y social por el plan acordado con el FMI?

Empresarios, analistas políticos y miembros de la oposición están tratando de decodificar este mensaje –el regalo del libro- en términos de cómo está procesando la coalición gobernante la actual crisis económica.

El dirigente de Juntos por el Cambio y actual Auditor General de la Nación, Miguel Ángel Pichetto, por ejemplo, consideró significativo que Cristina Kirchner esté asimilando el presente con el fin traumático de Alfonsín.

“La vicepresidenta le recomendó (al presidente) un libro y se lo mandó de regalo, que habla del fin del alfonsinismo, de un momento muy dramático de hiperinflación. Eso se toma como lo que es. Le recomienda la lectura de ese libro porque hay hechos que se están repitiendo en términos de la inflación, que se come los salarios de los argentinos, y que viene en alza”, opinó al respecto el ex compañero de fórmula de Mauricio Macri.

Al margen de cómo el Frente de Todos (FdT) está digiriendo el presente, Pichetto consideró que, efectivamente, “hay hechos” del gobierno de Raúl Alfonsín que “se están repitiendo” en la actual gestión de Alberto Fernández, puntualmente “en términos de inflación”.

A decir verdad, no pocos economistas ya vienen advirtiendo que el modelo inaugurado por el gobierno peronista de Alberto Fernandez tiene olor a los años ‘80.

La revisión de la historia económica encuentra puntos en común entre aquel momento con la situación actual que atraviesa el país y no solo por el contexto que se vivía por entonces.

Por ejemplo, se asemeja mucho en la alta inflación, que hoy está desbocada y se cree que tendrá un piso de 60% este año. Además, el déficit cuasi fiscal, es decir, el que se va acumulando por la deuda que contrae el Banco Central (BCRA) por todo tipo de bonos y papeles emitidos, empieza a volverse peligroso, como lo fue en la época de Alfonsín.

En “Diario de una temporada en el quinto piso”, Torre hace un registro personal del derrumbe alfonsinista, marcado económicamente por el azote de la inflación permanente y el déficit insostenible.

Cuenta los dramáticos eventos políticos que tuvieron lugar entre 1983 y 1989, entre el auge y caída del experimento del primer gobierno desde la vuelta de la democracia.

Entre otras afirmaciones significativas, Torre afirma que “visto en perspectiva histórica, éste es un país que invierte tantas energías en reclamar reformas como en movilizarse para bloquearlas”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 09/04/2022 en Uncategorized

 

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Vieja receta: acuerdo de precios y salarios

El gobierno peronista de Alberto Fernández propicia un “acuerdo de precios y salarios”, mecanismo que se ha aplicado sin solución de continuidad en nuestro país desde los años ‘30.

La iniciativa tiene fuertes connotaciones históricas y políticas en estas pampas. En especial en el peronismo, donde su líder copió de la tradición europea la idea de concertar entre los estamentos del capital y el trabajo.

Además este mecanismo en Juan Perón encajaba con su propia concepción de la “comunidad organizada”, para algunos un concepto asociado a la visión del Estado que tenía el fascismo italiano.

El pacto social, así, definió la política económica de las primeras fases del gobierno peronista de Héctor Cámpora y de la tercera presidencia de Perón. Se realizó en 1973 entre la Confederación General del Trabajo (CGT), conducida por José Ignacio Rucci, y la Confederación General Económica (CGE). José Ber Gelbard, fundador de esa cámara empresaria, era el ministro de Economía.

Según el historiador Luis Alberto Romero, ese pacto social “procuraba solucionar el problema clásico de la economía, ante el cual habían fracasado los sucesivos gobiernos desde 1955: la capacidad de los distintos sectores, empeñados en la puja distributiva, para frenarse mutuamente”.

Así como hoy, en los ‘70 el gobierno, la industria y los sindicatos estaban interesados en mitigar la persistente inflación. También por esa época preocupaba la famosa espiral de precios y salarios.

El experimento terminó en el “rodrigazo”, un estallido económico desatado en 1975 tras la llegada de Celestino Rodrigo, el ministro de Economía de “Isabelita” designado por José López Rega.

Lo que precedió a ese shock, que hundió a la clase media, fue un contexto en el control de precios y salarios ya no daba para más y las cuentas estatales estaban en crisis.

La inflación empezaba a dinamitar los acuerdos políticos. Cada peso de aumento en el sueldo, se esfumaba por subas de precios, en un contexto de desabastecimiento de artículos de consumo.

El déficit fiscal rampante, que se financiaba con emisión descontrolada, y la caída de las exportaciones trajo la suba del costo de los insumos por el aumento del dólar. Comenzaron los despidos y suspensiones en las empresas.

Entonces Rodrigo tomó una serie de medidas para darle un giro violento a la economía. Decidió un incremento de las naftas del 180%, de las tarifas de servicios públicos en un 75% y un aumento en los impuestos a las exportaciones. Además subió en un 50% el boleto del transporte público.

La situación se hizo insostenible y al final Rodrigo renunció 49 días después de asumir, desatándose una crisis política de proporciones.

Volviendo a la actualidad, se entiende la necesidad del gobierno peronista de Fernández de frenar la inflación. Porque una manera de preservar el poder de compra de los salarios es evitando que la carrera de los precios lo socaven.

Además, como dijo alguna vez Juan Perón: “Mientras los salarios suben por la escalera, los precios van por el ascensor”. En otras palabras, asalariados, jubilados y la masa de gente que recibe un ingreso fijo corren siempre en desventaja contra la suba de precios.

La cuestión es si esta estrategia de acuerdo de precios y salarios es la correcta. Si en lugar de atacar la inflación de raíz, se aplica sólo un mecanismo coyuntural para reprimirla en un año electoral, repitiendo así malas experiencias del pasado.

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Publicado por en 14/02/2021 en Uncategorized

 

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Nuevo giro en el conflicto árabe-israelí

La prensa internacional ha destacado esta semana (segunda de agosto) el acuerdo de paz que firmaron Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU), que en teoría contribuiría a morigerar las tensiones geopolíticas en Medio Oriente.

La disputa entre el estado judío de Israel, los palestinos y otros pueblos árabes ha resultado ser uno de los conflictos más largos e intratables de la historia moderna. El progreso hacia una paz duradera en la región siempre ha chocado con dificultades insalvables.

Por eso cada novedad que se produce en torno a este conflicto, catalogado por los expertos como la mayor amenaza contra la paz y la seguridad internacionales, es seguida con particular atención por los observadores.

Al respecto es relevante la noticia del acuerdo firmado el jueves entre Israel y EAU, por el cual los judíos se comprometen a suspender las anexiones de territorios palestinos, algo que venía dinamitando cualquier tipo de acercamiento entre las partes.

En una declaración conjunta firmada por el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el príncipe heredero de Abu Dhabi Mohamed bin Zayed, y el presidente de Estados Unidos Donald Trump, se señala que las partes esperan que “este logro histórico ayude al avance de la paz en Medio Oriente”.

Yousef Al Otaiba, embajador de Emiratos Árabes en Estados Unidos, emitió una declaración en la que afirma que el acuerdo es “una victoria para la diplomacia y para la región”.

“Es un avance significativo en las relaciones árabe-israelíes que reduce las tensiones y genera nueva energía para un cambio positivo”, agregó.

Algunos observadores resaltan este hecho afirmando que da un vuelco al statu quo en la región, al recordar que hasta ahora Israel no tenía relaciones diplomáticas con ningún país del Golfo debido, principalmente, al apoyo de esos países a la causa palestina.

El conflicto se remonta a principios del siglo XX y se vincula a los asentamientos judíos en Palestina -por entonces parte del imperio turco otomano-.

Los colonos estaban inspirados por los ideales del sionismo, un movimiento fundado a finales del siglo XIX por Theodor Herzl, que sostenía que el pueblo judío —repartido por todo el mundo durante un milenio— debía crear un estado judío en su patria bíblica.

Tras la derrota de Turquía en 1918, el viejo imperio otomano se rompió en pedazos, y Palestina se convirtió en un mandato de la Liga de las Naciones, administrado por Gran Bretaña.

Los asentamientos judíos en Palestina aumentaron durante la década de 1920, provocando enfrentamientos violentos con la población árabe que ya vivía allí, quienes estaban influidos por un nuevo espíritu de nacionalismo.

La experiencia del Holocausto, a mediados del siglo XX, impulsó a muchos judíos europeos supervivientes a buscar refugio en Palestina, y los sionistas desarrollaron una campaña de violencia contra las autoridades británicas.

Gran Bretaña anunció en 1947 que entregaría su mandato a las Naciones Unidas (ONU), cuyos países miembro votaron por la partición de Palestina entre judíos y árabes, pero esto sólo sirvió para intensificar la lucha entre ambas partes.

El 14 de mayo de1948, un día antes de finalizar el mandato británico, los judíos en Palestina proclamaron el Estado de Israel. Inmediatamente la causa de los palestinos se convirtió en la causa del nacionalismo panárabe, iniciándose una lucha feroz entre Israel y el resto de los países árabes, con un costo terrible en vidas humanas.

 

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Publicado por en 19/08/2020 en Uncategorized

 

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¿El arreglo con los bonistas hará que el país despegue?

El gobierno de Alberto Fernández, tras varios meses de negociación, finalmente llegó a un principio de acuerdo con los principales acreedores privados internacionales, lo que alejaría la perspectiva apocalíptica de un default.

Mientras desde el oficialismo se vive con euforia el canje de deuda alcanzado, entre otras razones porque descomprime los vencimientos para el período 2020-2023, que coincide con el del actual gobierno, los actores financieros internacionales también saludan el acuerdo.

“Felicitaciones al presidente @alferdez, al ministro @Martin_M_Guzman y a los principales grupos acreedores de Argentina por llegar a un principio de acuerdo sobre la deuda del país”, escribió en Twitter Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En tanto como una muestra del avance de las negociaciones, los tres grupos de acreedores más grandes de la Argentina confirmaron el acuerdo alcanzado con el gobierno y alentaron a los otros tenedores de deuda a ingresar al canje.

Por su lado el Comité de Acreedores y Exchange Bondholders (tenedores de bonos del Canje 2005 y 2010), expresaron: “Nos complace haber llegado a un acuerdo de principio con Argentina para una propuesta que proporcionará al país el alivio económico necesario y el camino sostenible que necesita a raíz del COVID-19, así como un acceso renovado a los mercados de capitales internacionales para emisores argentinos para ayudar a alentar futuras inversiones a largo plazo en el país”.

La mayoría de los economistas han calificado el acuerdo de “buena noticia”. Esteban Domecq, titular de la consultora Invecq, consideró que aleja el default en lo inmediato, al tiempo que se “evitan juicios en los tribunales de Nueva York y se descomprime el frente financiero unos meses”.

Al explicar en qué consiste el acuerdo, el economista explicó en su cuenta de Twitter: “En valor presente neto el acuerdo se cerró en USD54,8 (c/100 VN), lejos de los USD39 iniciales que ofreció el Gobierno, pero se logró estirar los vencimientos y una reducción de los pagos en los próximos años de USD 32.000 millones”.

En su opinión, este acuerdo no evita que haya defaults más adelante. “De ninguna manera. Solo corrimos el elefante 5 años, descomprimiendo los vencimientos para el mandato 2020-2023 de AF. La décima embestida la tendremos entre 2025 y 2030”.

La pregunta del millón es qué impacto tendrá este acuerdo en la economía real, es decir si logrará que el país empiece a crecer. Al respecto Domecq opinó que “sin consistencia macro (plan) y shock de confianza será difícil esquivar una disrupción cambiaria-inflacionaria”.

La mayoría de los economistas consideran que la Argentina podría empezar a crecer si sale del cepo cambiario, que obstaculiza la inversión, las importaciones y la producción. Pero por ahora no ven posible que el gobierno relaje los controles cambiarios dada la cantidad de pesos emitidos por el Banco Central (BCRA) para financiar el altísimo déficit fiscal.

Diego Ferro, presidente de M2M desde Manhattan, dijo por su lado que celebrar este acuerdo es “surrealista” porque dada la economía argentina “esto puede llegar a ser impagable dentro de cuatro años, y probablemente lo sea”.

“Es mejor haber arreglado, es más prolijo, pero si no cambian las políticas no creo que entre un dólar. El entusiasmo de ahora es de rebote y de expectativas por si algo cambia, pero no creo que haya mucha gente desesperada por entrar en Argentina. La pregunta es si va a poder pagar y eso no queda claro”, afirmó.

 

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Publicado por en 12/08/2020 en Uncategorized

 

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Histórico acuerdo entre el Mercosur y la UE

Tras 20 años de negociaciones el Mercosur y la Unión Europea (UE) sellaron uno de los acuerdos globales más grandes de la historia, porque involucra a 800 millones de personas.

El texto consensuado por ambas partes asegura que los países del Mercosur mejoran las condiciones de acceso de sus bienes y servicios a un mercado de 500 millones de habitantes con un PBI per cápita promedio de US$34.000.

Mientras el gobierno de Mauricio Macri salió a celebrar el documento entre ambos bloques, señalando que marca un “cambio de época”, porque abre oportunidades de exportación a las empresas argentinas, la oposición política kirchnerista impugnó el acuerdo comercial.

El secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, Horacio Reyser, resaltó que se trata de un acuerdo global inédito. “Son más de 90.000 millones de dólares de comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, que representa el 20% del PBI del Mundo. Esto cambia el destino de la Argentina, de Brasil, Uruguay y Paraguay”.

Con respecto a los beneficios que obtendría la Argentina, Reyser señaló que se abren oportunidades para los sectores industrial y agrícola, ya que se eliminarán las barreras arancelarias europeas.

“En el caso nuestro, eso implica que hay alrededor de 10.000 posiciones arancelarias que van a estar liberalizadas y no pagarán, luego de que se desmantelen los aranceles en la Unión Europea, en un período de entre 5 y 10 años. Los productos de economías regionales, alimentos, lo que producen las pymes argentinas van a entrar en una situación de preferencia frente a otros que tienen que pagar aranceles”, señaló.

Una opinión distinta tiene la oposición política en Argentina. “No queda claro cuáles serían los beneficios concretos para nuestro país. Pero sí queda claro cuáles serían los perjuicios para nuestra industria y el trabajo argentino”, señaló Alberto Fernández, precandidato a presidente del Frente de Todos, que lleva a Cristina Fernández de Kirchner como vice.

“Un acuerdo así no genera nada para festejar sino muchos motivos para preocuparnos”, agregó Fernández.

A todo esto, al historiar el proceso de negociación con la UE, el actual embajador argentino en China Diego Guelar recordó que el acuerdo marco para negociar se firmo el 15 de diciembre de 1995 en Madrid entre UE y el Mercosur, durante el gobierno de Carlos Menem.

Luego, dijo, se relanzo en el 2004, con el gobierno de Néstor Kirchner. “Se lograron acuerdos importantes en el 2012 con Cristina Kirchner –recordó Guelar– y se concluye en el 2019 con Mauricio Macri”.

El actual canciller argentino, Jorge Faurie, se mostró emocionado por el acuerdo alcanzado. Al respecto, cabe mencionar que este diplomático de carrera fue Jefe del Programa Integración con Brasil (1985-1987) cuando Alfonsín y Sarney anudaban los lazos que en los ’90 darían nacimiento al Mercosur, área de la cual fue primer Director.

Contra lo que podría pensarse, el presidente socialista de Bolivia, Evo Morales, festejó el hecho: “Saludamos el acuerdo comercial alcanzado por la Unión Europea (UE) y el Mercado Común del Sur (Mercosur), organismo que tiene a Bolivia como miembro en proceso de adhesión. Es importante trabajar juntos en complementariedad y solidaridad en beneficio de nuestros pueblos”, escribió en su cuenta de twitter.

Actualmente el comercio de Argentina con la UE es superavitario. En el 2018, mientras el país exportó por valor de US$10.600 millones, importó por US$9.600 millones.

 

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Publicado por en 15/07/2019 en Uncategorized

 

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Reciprocidad social: lógica del dar y recibir

Por lo general los intercambios humanos son problemáticos, al punto que muchos de ellos están dominados por la competencia o la aversión. Un ideal ético, para regular esos intercambios, sería el de la reciprocidad.

Algunos teóricos pesimistas de la condición humana creen que el hombre es incurablemente egoísta, es decir alguien que sólo busca su provecho (que puede ser ilimitado), y al mismo tiempo perverso, porque espera el mal ajeno.

El filósofo inglés Thomas Hobbes, por ejemplo, lo pinta como un animal salvaje y carnicero al que hay que ponerle un bozal (el Estado) para evitar que se coma a los otros miembros de su especie.

Fuera de estas concepciones sombrías, aparecen las concepciones éticas que postulan un “deber ser” social, acaso para evitar que la sociedad se convierta en un infierno.

En ellas sobresale el “valor” de la reciprocidad, según el cual los intercambios humanos deberían regirse por la lógica del dar y recibir, como una forma de trato equitativo en la cual las partes se beneficiarían mutuamente.

El refrán “una mano lava a la otra, y las dos lavan la cara” expresaría esta filosofía que alude a la necesidad de ayudarse unos a otros para conseguir las cosas, al tiempo que recuerda la obligación de corresponder a las ayudas que nos prestan.

Esta lógica de dar y recibir continuo debería presidir todo tipo de vínculos, ya sea los que tienen lugar entre personas, o en los más amplios intercambios familiares, sociales, políticos y económicos.

Esta idea, de hecho, suele estar presente en los contratos entre privados o entre los Estados. En las relaciones de negocio se busca con ella, por ejemplo, alcanzar acuerdos beneficiosos para que las partes logren “ganar-ganar”.

Es decir se ofrece y se negocia en función de que ninguna de las partes resulte perjudicada por el trato realizado. Lo mismo ocurre en el plano de la diplomacia entre los Estados, que suelen firmar tratados de beneficio mutuo y para fortalecer las relaciones de intercambio.

Desde la antropología algunos estudios han determinado, por otro lado, que la ley de reciprocidad de dar y recibir rigió las relaciones más comunes entre grupos humanos primitivos.

Este principio subyace en algunas prácticas cotidianas, asociadas por ejemplo a la cortesía, como se ve en el simple hecho de devolver el saludo a vecinos o compañero de trabajo atentos.

Además, desde chico nos enseñaron que ante un acto de ayuda ajena, incluso proveniente de una persona desconocida, debe corresponderse con un “gracias”. Además, dar un abrazo a una persona en su cumpleaños suele generar una reacción de alegría o una palabra de agradecimiento.

La psicología, en tanto, estudia la reciprocidad como una de las normas más importantes de las relaciones personales y sociales. El “equilibrio entre el dar y el recibir” constituye una de las tres leyes sistémicas formuladas por el psicoterapeuta Bert Hellinger, en su concepción de las “constelaciones familiares”.

Hellinger postula que la vida se sustenta en el flujo del dar y recibir, de suerte que toda relación entre iguales (en la amistad o en la relación de pareja) debe responder a esta dinámica.

No obstante, a veces las relaciones no son totalmente igualitarias, como son las filiales. De tal manera que los padres dan y los hijos reciben, pero no puede ser al contrario.

Por esto los hijos suelen sentirse en deuda con los padres. Pero ellos pueden “compensar” o corresponder a los padres ayudándolos en su vejez.

 

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Publicado por en 03/07/2019 en Uncategorized

 

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