LAS RAZONES DE UNA TENDENCIA QUE REFLEJA LA IDIOSINCRACIA LOCAL
Gualeguaychú sobresale por su oferta educativa privada
Clubes y entidades civiles vienen incursionando fuerte en el sector bajo la modalidad de escuelas públicas de gestión privada. Es un fenómeno único en la provincia, según el profesor Carlos Elgart.
Por Marcelo Lorenzo
El sistema educativo doméstico muestra una particularidad: el rol protagónico de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) en la gestión educativa. Y se diría que la expansión de esta oferta -en número de establecimientos y en matrícula- viene mostrando un crecimiento sostenido.
Para el profesor Carlos Elgart, que maneja estadísticas del sector, Gualeguaychú viene dando la nota aquí: el porcentaje de alumnos que concurren a colegios privados, en relación con el total de la oferta educativa, supera las medias nacional y provincial.
“Esa media indica un 72% en educación estatal y un 28% en privada. Pero en Gualeguaychú la gestión privada representa globalmente un 34%, contra un 66% estatal. El porcentaje mayor es en la secundaria: se sitúa en un 36,5%, con tendencia a empardar la estatal”, le explicó a EL DIA.
Según los datos de Elgart, del total de la matrícula de Gualeguaychú, 21.776 alumnos que asisten en los tres niveles, 7.359 concurren a establecimientos privados (34%), discriminados así: 1.343 en inicial, 3.154 en primaria y 2.862 en secundaria.
Ahora bien, las instituciones que dominan este sector pertenecen al régimen mixto de financiación educativa. Por este esquema los propietarios de los colegios aportan infraestructura y cubren los gastos de funcionamiento y el Estado, por su lado, asume el pago de los salarios del cuerpo docente.
Las llamadas “escuelas públicas de gestión privada”, como se las conoce formalmente, son una creación inspiradas en el principio de subsidiariedad, un concepto que tiene raíces históricas en la doctrina social de la Iglesia Católica.
Desde el punto de vista teórico, esta filosofía parte del supuesto de que hay que respetar la iniciativa privada (en este caso la creación de colegios por parte de las OSC), pero a la vez sostiene que una estructura de orden superior (en este caso el Estado) debe ayudar, suplir o subsidiar (de ahí subsidiariedad) donde los privados o sociedades de orden inferior no pueden solos.
Sin embargo, desde el punto de vista práctico, las OSC parecen estar funcionando como mecanismo supletorio de la acción estatal en el ámbito educativo, y esto porque el Estado entrerriano, crónicamente deficitario, ha dejado de invertir, desde hace bastante tiempo, en la construcción de nuevos establecimientos públicos, más allá de que en los últimos años ha hecho reformas edilicias a colegios existentes.
Así las cosas, si el Estado deja de hacer escuelas, ¿cómo hace frente al lógico aumento de la matrícula, ligado al crecimiento vegetativo de la población? Visto desde esta perspectiva, ese Estado no podría garantizar el servicio educativo en el territorio sin el concurso de los privados, cuyo gran aporte es la infraestructura escolar.
Cabe consignar que en Gualeguaychú existen los colegios netamente privados (que no reciben ningún subsidio estatal), siendo un ejemplo de esta modalidad el colegio “Las Victorias”.
En cualquiera de los dos casos -puramente privados o público-privados- el servicio educativo es arancelado, aunque las cuotas difieren si hay o no aporte estatal (son más caros en principio donde no hay subsidios).
Lo llamativo del cuadro educativo es que pese al fenómeno de empobrecimiento de la clase media, el arancelamiento no ha sido un obstáculo para la expansión de las escuelas públicas de gestión privada, cuyo crecimiento se ha dado a expensas de la esfera estatal.
De hecho en la última década se ha profundizado no sólo en la ciudad, sino en todo el país, el “salto” de la matrícula desde las escuelas estatales a los establecimientos de gestión privada.
Los adversarios de cualquier actuación privada en la educación, que postulan la absorción absoluta de esta esfera a favor de la burocracia estatal -ideología dominante en los gremios docentes- denuncia que esta tendencia muestra un camino sostenido hacia la “privatización” del sistema educativo.
En Gualeguaychú -a tenor de una tendencia histórica en todo el país- la Iglesia Católica tuvo a su cargo las escuelas privadas. Pero en las últimas décadas clubes y entidades civiles empezaron a abrir sus propios institutos bajo el rótulo de “privados no confesionales”.
Las nuevas estrellas del sistema escolar de Gualeguaychú son los clubes, cuyo protagonismo diferencia a la ciudad respecto de otras localidades entrerrianas. Quien dio los primeros pasos en este sector fue el Club Central Entrerriano, al abrir en 1991 el Instituto “José María Bértora”.
Cuatro años más tarde (1995) el Club Independiente inauguró la Escuela N°167, que actualmente se denomina Instituto “Luis María Betendorff”. Posteriormente la entidad deportiva Racing Club creó el jardín de infantes “Burbujitas” en 1999 y en febrero de 2000 puso en marcha la Escuela Privada Nº179, que hoy lleva el nombre de “Fernando Ramón Alberto Elgue”.
El año 2005 es prolífico en creaciones: el Club Juventud Unida abrió la Escuela de Gestión Privada Nº200 y el Centro Sirio Libanés se incorporó al sistema educativo de las escuelas de gestión privada con el Complejo Educativo Sirio Libanés Nº198.
Un año después, en marzo de 2006, el club Sud América anunció la apertura del jardín materno infantil “Mi Pequeño Sol”. En tanto, el Club Pueblo Nuevo inauguró en 2011 su Instituto de Educación Secundaria de Gestión Privada.
Entre las creaciones más recientes de establecimientos de este tipo figura la Escuela Privada Nº233 “Defensores del Oeste”, del club del mismo nombre, que abrió sus puertas en 2014.
MARCA REGISTRADA
¿Cuáles son las razones que explican este boom de la oferta educativa privada en Gualeguaychú? El fenómeno no tiene una sola explicación, aunque podrían ensayarse dos: estos institutos crecen al calor de un Estado que dejó de hacer escuelas, en línea con el crecimiento vegetativo de la población, pero también ante la demanda de muchas familias que prefieren llevar allí a sus hijos, aunque eso suponga pagar un arancel.
Es tema de debate público el porqué de esta preferencia por las escuelas privadas, incluso entre los sectores populares. ¿Acaso el hecho de que se dicten menos días de clases en las escuelas estatales, a causa de paros e inasistencias docentes, juegan como factor decisivo, como piensan algunos?
Más allá de esta puntual controversia, Elgart previene contra cualquier pensamiento lineal que reduzca las cosas a un solo aspecto de la realidad educativa, donde los actores sociales que intervienen lo hacen por motivos diversos.
Al ejemplificar su punto de vista explicó: “Se podría pensar que los colegios que administra la Iglesia Católica son para una clase social acomodada. Pero eso es desconocer que en la ciudad, por ejemplo, tiene colegios en los barrios que cumplen una función social y cultural importante, donde incluso no llega el brazo asistencial estatal. Cito como ejemplo el Instituto ‘Lidia Carmen Leissa’, emplazado al lado de la capilla San Francisco, que es factor de promoción social en una zona muy carencia de la ciudad”, precisó.
Elgart reconoce el aspecto controversial que rodea a las escuelas públicas de gestión privada. “Una objeción que suelen hacer los gremios docentes, por ejemplo, es que en ellas no se hacen concursos públicos para los cargos docentes, pese a que el Estado las subsidia. Pero aquí volvemos al principio de subsidiariedad, por el cual a estos colegios se les respeta la autonomía de gestión, lo que las habilita para elegir a sus docentes”, reflexionó.
Y añadió: “Por otro lado, algunos dirán que estamos tributando doble. Y esto porque estamos pagando impuestos para teóricamente garantizar la educación pública, pero por otro lado la sociedad está pagando una cuota adicional para educar a los hijos”.
Más allá de estas polémicas, lo que queda firme es la tendencia sociológica que marca en Gualeguaychú un fuerte involucramiento de las organizaciones de la sociedad civil en la gestión educativa.
Según Elgart, ésta es una muestra más de la vitalidad de las entidades intermedias de la ciudad, que en la provincia se distingue por generar proyectos propios, como el ex frigorífico Gualeguaychú, el Parque Industrial, el Carnaval y la industria turística en general, entre otras realizaciones.
Al respecto, reflexionó: “Esto es parte de nuestra idiosincrasia. Si uno analiza la historia de Gualeguaychú se topa claramente con la energía de su comunidad, que enfrenta incluso los desafíos con independencia de los poderes públicos, y llegado el caso obligándolos a que actúen. Aquí el tercer sector suple muchas cosas que el Estado no puede o no sabe hacer. Esto ha sido histórico. Por ejemplo, Concepción del Uruguay es una ciudad muy estatista. Cuando dejó de ser centro de la burocracia provincial, y el Estado dejó de sostener el ferrocarril y el puerto, perdió vitalidad. Gualeguaychú funciona al revés: se estimula ante la falta de presencia estatal. Aquí hay una cultura de la “coproducción” entre lo público y lo privado que ha generado muchos emprendimientos, y eso no existe en otras ciudades. Yo veo que el fenómeno de fuerte presencia del tercer sector en el mundo educativo es un reflejo de esa cultura”.
© El Día de Gualeguaychú