La invasión de Ucrania por parte de Rusia primero, y la guerra de Oriente Medio después, con el último episodio del bombardeo sin precedentes de Irán a Israel -que en el fondo son episodios de una confrontación entre Occidente y Oriente-, se ajustan a un mundo dominado por conflictos civilizatorios.
En este sentido, todo indica que el cientista político norteamericano Samuel Huntington, autor a principio de los ‘90 de “El choque de civilizaciones”, estaba en los cierto y su visión, al cabo, se impuso en los hechos.
Y esto frente al vaticinio de que el mundo había entrado al “fin de la historia”, con el triunfo de la democracia liberal, según la formulación del doctor en ciencias políticas Francis Fukuyama.
Estos dos académicos de Harvard protagonizaron una célebre polémica sobre lo que iba a pasar en el mundo tras la caída del Muro de Berlín (1989) y el fin del comunismo.
En efecto, la tesis de Huntington, aparecida en 1993 en un artículo, puede interpretarse como contraria a la predicción de Fukuyama en su obra “El fin de la historia y el último hombre”, fechada en 1992.
Mientras que este último sugirió que la caída del comunismo y el triunfo aparente del liberalismo democrático señalaban el fin de las grandes ideologías y el eventual triunfo de un orden mundial basado en dichos principios, Huntington argumentó que, en realidad, las divisiones culturales y religiosas seguirían siendo fuentes de conflictos importantes en el mundo post-Guerra Fría.
Mientras Fukuyama hablaba de un eventual consenso global en torno a los valores liberales democráticos, Huntington sugería en cambio que las diferencias culturales y religiosas podrían provocar conflictos más profundos y duraderos.
Sin embargo, el modelo de Huntington, especialmente después de la caída del comunismo, no fue popular en los ‘90. La idea que se puso de moda en realidad fue la de Fukuyama, según la cual todos los Estados convergerían en un único estándar institucional de democracia liberal capitalista y nunca más habría guerra entre ellos.
En 1993 Huntington predecía lo contrario. Creía que “la cultura y las identidades culturales, que en su nivel más amplio son identidades civilizacionales, están configurando las pautas de cohesión, desintegración y conflicto en el mundo de la posguerra fría”.
Huntington cuestionó 30 años atrás la presunción de que “la única alternativa al comunismo es la democracia liberal y de que la desaparición del primero provoca la universalidad de la segunda”.
“Sin embargo –decía-, resulta obvio que en el mundo actual hay muchas formas de autoritarismo, nacionalismo, corporativismo y comunismo de mercado (como en China) que están vivos y gozan de buena salud”.
Y añadía: “Y lo que es más importante, existen todas las alternativas religiosas que se encuentran al margen del mundo que se divisa desde el punto de vista de las ideologías laicas”.
Huntington aseguraba que “un imperio planetario es imposible”, pese a los esfuerzos por crear un Nuevo Orden Mundial tras la Guerra Fría. A tres décadas de ese evento, nos encontramos más bien con un mundo en llamas, en medio de una confrontación que algunos ya califican de Tercera Guerra Mundial.
“Es pura soberbia pensar que, porque el comunismo soviético se ha derrumbado, Occidente ha ganado el mundo para siempre, y que los musulmanes, chinos e indios, entre otros, van a apresurarse a abrazar el liberalismo occidental como la única alternativa”, profetizó.
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