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El sentimiento de alegría ante el mal de los demás

“Sentir envidia es humano, gozar de la desgracia de otros, demoníaco”, afirmó Arthur Schopenhauer en uno de sus ensayos, al recordar que los seres humanos solemos hallar satisfacción en el mal ajeno.

Se trata de un sentimiento que rompe la imagen compasiva y empática que las personas quieren mostrar al mundo y de hecho a todo el mundo le cuesta reconocer que lo posee.

Ocurre que resulta éticamente inaceptable disfrutar de la pena o desventura que otra persona sufre, lo cual podría llevarnos a sentirnos culpables y malas personas.

“Schadenfreude” es un término alemán que recoge la idea de “regodearse” del mal ajeno. Está compuesta por dos palabras “Schaden” que significa desgracias o infortunios y “Freude” que se traduce como alegría.

Parece difícil encontrar un sentido de supervivencia al hecho de que el mal de otros nos complazca. Recientes investigaciones (Revista Science, Takahashi) demuestran que somos capaces de generar dopamina, el neurotransmisor que tiene que ver con el placer y la recompensa, cuando experimentamos schadenfreude.

Los estudios de Shamay-Tsoory, Ahronberg-Kirschenbaum y Bauminger-Zviely (2014) con niños de dos años demostraron que a esta temprana edad también se vive el hecho de regodearse como una emoción natural.

De aquí que se concluya que sentir schadenfreude pudiera tener que ver con la idea de cierta compensación y la posterior alegría cuando, a través de la desgracia ajena, la persona siente un premio psicológico, que hace disminuir su ansiedad o tristeza.

El origen de este sentimiento podría estar conectado con la envidia, por la cual deseamos tener lo que otros poseen, algo que nos conduce a pensar que “si no lo puedo tener yo, que tampoco lo disfrute el otro”.

La envidia nace de la insatisfacción ante el éxito, reconocimiento o bienestar de los demás y en este sentido aparece como un motivo más que plausible para regodeo con la desgracia de aquellos a quienes envidiamos.

El schadenfreude podría estar vinculado al “alivio”, que suele sentirse cuando alguien vive una situación ridícula, como una caída en la calle u otro tipo de situaciones embarazosas que generan risa, lástima y alivio por parte de quien las presencia. Entonces uno podría decirse: “Si me hubiera pasado a mí, me muero. Menos mal que no fui yo”.

Otro motivo puede ser la “venganza”, por la cual creemos que otra persona merece un castigo por algo ocurrido. Vengarse se interpreta como “equilibrar la balanza” y suele ir acompañado de placer y de expresiones del tipo “que se joda”.

A veces la venganza se camufla de sentimientos de “justicia social”. Sospechamos por lo general que la vida tiene su parte injusta y que no siempre se recoge lo que se siembra.

Por eso, cuando personas que consideramos “deshonestas” sufren o son castigadas por su conducta inmoral y poco ética, nos alegramos de que la vida y la justicia las pongan en el lugar que merecen.

También son típicas las expresiones de schadenfreude entre rivales de equipos deportivos cuando pierde el contrario. Por eso se cree que la competitividad o rivalidad es otro de los factores que suelen estar detrás del regodeo con el mal ajeno.

Además, se considera que las personas con baja autoestima, que no se sienten seguros o confiados como para superarse, disfrutan más de las desgracias de otros, como un modo de compensación psicológica. Es decir, la pena y el fracaso del otro les iguala.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 01/01/2023 en Uncategorized

 

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