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Esas crecientes que están en la memoria

La relación entre el río Gualeguaychú y su gente

Esas crecientes que están en la memoria

La reciente inundación hizo volver la mirada al pasado. Desde la perspectiva retro, una serie de eventos naturales similares aparecen jalonando la relación de los vecinos con su río. Bajo modalidades distintas, dejaron experiencias comunitarias conmocionantes.

Por Marcelo Lorenzo

Los ecosistemas son constitutivos de la formación social. O de otro modo: el estilo de vida o de ser social está signado por la naturaleza circundante.

Y en esta región hay una característica que atraviesa no sólo todo el paisaje, sino también la cultura de un pueblo: el río. Al respecto se ha elaborado el concepto de “territorios hidrosociales”.

Con él se alude a las redes relacionadas con el agua, donde ésta y la sociedad se hacen y rehacen mutuamente en el tiempo y en el espacio.

El río Gualeguaychú ha sido testigo de acontecimientos históricos decisivos de la comunidad local, desde los orígenes, marcando así su derrotero existencial.

Por este curso de agua llegamos a entender a los pueblos originarios que habitaban aquí antes de la llegada de los españoles.

El río estuvo todo el tiempo en la mente del fundador Tomás de Rocamora. Y desde entonces la localidad adoptó la voz guaraní que lo nombra: Gualeguaychú, que significa “agua de andar despacio”.

Más acá en el tiempo fue uno de los ejes del pronunciamiento de Justo José de Urquiza frente a Juan Manuel de Rosas, inscribiéndose como hito geográfico dentro de la gesta de la Organización Nacional.

El río fue el eje vertebrador del ordenamiento urbano en los primeros tiempos. Por él, además, llegaron los inmigrantes, a fines del siglo XIX, que cambiarían sustancialmente el perfil sociológico de la comunidad.

Por el río también salía hacia el mundo el principal producto de exportación de Gualeguaychú durante décadas, desde su mítico Frigorífico.

El río sigue siendo hoy fuente proveedora de vida y de trabajo. No sólo del agua que consumimos. Sino como recurso económico estratégico. Es proveedor de bienestar futuro, ya que él y su paisaje son una atracción turística.

Además, ha sido, y sigue siendo, fuente de inspiración de los artistas y científicos locales. “Todo está como era entonces:/ La casa, la calle, el río”, reza la poesía de Olegario V. Andrade.

Pero también el río es la amenaza real que impacta impiadoso en la población por el desborde de sus aguas.

Cuando el río se enoja

Todo bien tiene su reverso, su contrapartida negativa. El río, aunque es fuente de vida, no deja de ser peligroso cada vez que se desborda, como ha pasado en los últimos días.

Se diría que la ocurrencia de las inundaciones son la contracara de la relación benéfica de la ciudad con el río. La sociedad nativa lleva las marcas de estos eventos traumáticos, que se han sucedido a lo largo de la historia  

Entre las diversas causas de inundaciones en Gualeguaychú se pueden destacar, sucintamente, las que siguen:

1) por incrementos importantes en la escorrentía, consecuencia de grandes lluvias en la cuenca;

2) debido a variaciones en el régimen del río Uruguay;

3) como resultado de la presencia del viento sudeste o “sudestada”;

4) por transformaciones humanas en el entorno, por ejemplo en los campos, que hacen que la tierra absorba menos el agua de lluvia;

5) por urbanizaciones indebidas en las superficies adyacentes del río, llamado valle de inundación;

6) porque hay más calles pavimentadas, que evitan la absorción del agua de lluvia y aceleran su escurrimiento.

Para evitar los desbordes fluviales la ciudad ha estado obsesionada buscando la manera de eliminar o mitigar este evento hídrico.

En el año 1936 y luego de contar ya con ocho inundaciones desde el inicio del siglo pasado, como la ocurrida en 1914, los gualeguaychuenses emprendieron la construcción de la Costanera, que actuó en adelante como defensa frente a las crecientes.

Si no existiese esta empalizada el agua entraría fácilmente cada vez que el río eleva su altura, como ocurre con el Parque Unzué, que se anega ante este tipo de contingencia.

Por otro lado, la ciudad optó por dos medidas: relocalizar la población situada en zonas inundables por un lado (sobre todo la que vivía en el Barrio Munilla), y hacer obras de desagües por otro.

Se ha aceptado, por lo demás, que la problemática hídrica está asociada estrechamente al destino ribereño de la localidad. Y dado el inevitable desarrollo urbano, no va a pasar mucho tiempo para que el Gualeguaychú deje de ser un río lateral y pase a ser central en la ciudad, como ocurre en otros sitios (el Sena en París o el Támesis en Londres).

La de 1978

Por estos días se recuerda una de las mayores inundaciones de la historia de la ciudad, ocurrida hace 46 años.

Entre la noche del 18 de marzo de 1978 y la madrugada del 19, las aguas irrumpieron con una velocidad inusitada, luego que se derrumbara el terraplén recién construido para la nueva traza de la ruta 14.

El desborde del río se trocó pronto en drama humano. Prácticamente un tercio de las manzanas de la ciudad quedó bajo agua. Según los datos estimativos oficiales, la inundación afectó alrededor de 305 manzanas, 2.500 viviendas y 10.000 personas.

La causa principal de la inundación fueron las grandes lluvias en el norte de la cuenca. El pico máximo de la crecida en el puerto local alcanzó los 7,28 metros de altura, superando todas las marcas anteriores. La velocidad de la inundación, en la noche, tomó por sorpresa a los vecinos y a las autoridades. Fue tan extrema que en una hora la altura del río se incrementó en un metro.

Sonaron las sirenas del Frigorífico y de los Bomberos Voluntarios, dando aviso a vecinos que no entendían que ocurría y que se vieron obligados a sacar todo lo que podían de sus casas.

Como si ello fuera poco, la ciudad se quedó sin el servicio de agua potable, debido a que los motores eléctricos del pozo de bombeo quedaron tapados por el agua.

Cómo fue la de 1959

La inundación de abril de 1959 ha marcado una huella profunda en la memoria colectiva local y también en la entrerriana.

Lluvias intensas durante semanas, crecidas extraordinarias de los ríos Uruguay y Paraná y una persistente sudestada por el lado del río de La Plata, conformaron un cuadro hídrico que cubrió 20.000 km² de tierras entrerrianas.

Fue una experiencia conmocionante para todo el sur de la provincia. Toda vez que supuso el despoblamiento de la zona de Islas -cuya economía quedó destruida- y en el caso de Gualeguaychú estuvo marcada por la tragedia humana.

El hundimiento de la draga MOP 2C en el canal de acceso al Gualeguaychú constituye una de las páginas negras de la historia local. De los 12 tripulantes sólo 3 salvaron sus vidas.

Pero allí fueron golpeados por los durmientes que se habían desprendido de un muelle en construcción en Fray Bentos. Los cuerpos de las víctimas fueron rescatados después.

“La inundación de 1959: sus efectos sobre el sur entrerriano”. Así se titula el artículo de la historiadora local Silvia Razzetto, donde se consigna que el 15 de abril el río Gualeguaychú registró la marca de 6,60 metros, doblando así la altura de alerta (3,50 m).

“La onda de creciente abarca la cuarta parte del casco urbano. Se corta el puente sobre el arroyo Gualeyán, principal tributo del Gualeguaychú, evitando el paso a proveedores de leche y hortalizas”, relata Razzetto.

“Escasean la carne, los combustibles, se corta el suministro de agua potable al inundarse la sala de motores de la toma de agua, se corta el teléfono, se racionaliza la energía eléctrica. Se suspenden los servicios ferroviarios y terrestres. La localidad queda aislada”, describe.

Además, se hicieron desesperados esfuerzos para proteger las instalaciones del Frigorífico Gualeguaychú, uno de los motores de la economía doméstica. Autoridades y empleados de la planta se lanzaron a sacar la carne de exportación que estaba en las bodegas.

La última grande

Más acá en el tiempo, el 29 de marzo de 2007, en la cuenca del Gualeyán llovieron, de golpe, alrededor de 200 milímetros. Y también en la ciudad. Cuando el agua de la cuenca llegó al Gualeguaychú, éste ya estaba crecido e hizo que el río llegara al nivel de 5,22 metros el 3 de abril, provocando serios problemas urbanos a través de los desagües.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 12/04/2024 en Uncategorized

 

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Alerta ante las crecidas de los ríos del Litoral

Con el fenómeno de El Niño consolidado, tanto el río Paraná como el Uruguay registran aumentos considerables de sus caudales, produciendo desbordes que inquietan a la población.

El Niño, fenómeno climático natural que tiene una recurrencia de entre 2 y 7 años, ya se está sintiendo en los principales cursos de agua de la región, motivado por las lluvias en la cuenca norte.

En efecto, bajo su influencia aumenta la frecuencia y la intensidad de las lluvias en gran parte del sur de Brasil y centro-este y norte argentino, especialmente en las provincias de Misiones, Corrientes y norte de Santa Fe.

En la provincia santafecina se han encendido todas las alertas por la crecida del río Paraná. “Llovió concentradamente sobre la cuenca del Iguazú. Sorprende la magnitud de la lluvia, está multiplicado por diez, esta crecida no se veía desde junio del 2014. La magnitud supera lo que se esperaba. Va a llevar a que todo el litoral santafesino esté próximo a los niveles de alerta desde la tercera semana de noviembre”, explicó el hidrólogo del Instituto Nacional del Agua (INA), Juan Borús.

Sobre la situación del río Paraná, aseguró que “a partir del 10 de noviembre vamos a concretar una situación de aguas altas, en el orden del alerta, entre 5,30 y 5,50 metros”.

Al ser consultado por el impacto que tendrá El Niño en la región, Borús explicó: “Está claro que el evento del Niño está con magnitud moderada actualmente, pero que tiene altas probabilidades de ser severo, fuerte. Vamos a tener caudales fluviales en los grandes ríos (Uruguay y Paraná)”.

A todo esto, la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) emitió una alerta hídrica por la crecida del Río Paraná. Refiere que los caudales afluentes se incrementaron como consecuencia de las precipitaciones registradas en territorio brasileño y en la cuenca con aporte directo a la central hidroeléctrica.

La advertencia del organismo binacional tiene como destinatarios “a la sociedad civil en general y a los gestores del territorio”.

“Los caudales afluentes a Yacyretá se incrementaron como consecuencia de las precipitaciones registradas en territorio brasileño y en la cuenca de aporte directo a Yacyretá. Además, los pronósticos de precipitaciones elaborados por los diferentes centros especializados, indican persistencia durante los próximos días sobre la cuenca inferior y de aporte directo a Yacyretá”, señala la EBY.

Mientras tanto, en la capital entrerriana, Paraná, el río tiene una altura de 3,08 metros el lunes, a la altura del puerto, y continúa aumentando su nivel.

Por otro lado, la fuerte crecida del río Iguazú -el caudal subió más de dos veces- obligó a cerrar las Cataratas en Misiones. El agua llegó a los 19.200 metros cúbicos por segundo en el torrente y las autoridades clausuraron el acceso del público al parque.

A todo esto, el río Gualeguaychú desbordó, alcanzando un pico de subida de 3,90 metros de altura, superando ampliamente la marca de evacuación, anegando sectores de la ciudad como el Parque Unzué, el Camino de la Costa y Plaza de Aguas.

Los pronósticos indican que la situación no mejorará en breve debido a que se prevén 200 a 300 milímetros de lluvia en la cuenca del Uruguay durante los próximos días.

Como se sabe, Gualeguaychú queda particularmente expuesta cuando se combinan dos fenómenos: lluvias importantes en la cuenca y sudestadas.

Se cree que El Niño puede complicar el verano turístico de Gualeguaychú, si la temporada es muy lluviosa y la crecida de los ríos deja a la ciudad sin playas.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 06/11/2023 en Uncategorized

 

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El tiempo, cada vez más extremo e impredecible

Enero ha tenido en la Argentina una gran variedad de fenómenos meteorológicos: calor extremo, sequía, nieve e inundaciones. Un comportamiento del tiempo meteorológico de carácter turbulento y en cierto modo caótico.

Las temperaturas extremas fueron, quizás, el tema más mencionado de este mes. En lo que llevamos de enero ya se rompieron al menos 50 récords de temperatura en nuestro país. Las térmicas no bajaban de los 40°C.

La ola de calor sofocante fue acompañada de una gran cantidad de incendios forestales. La Patagonia, por caso, fue afectada por numerosos y enormes siniestros. También hubo miles de hectáreas arrasadas por el fuego en las provincias del norte, especialmente en Formosa y Corrientes, y en el Delta del Paraná.

Pero luego se registraron descensos extremos de la temperatura, con la aparición de nieve por ejemplo en algunas ciudades cordilleranas. Esto a solo un par de días de que hubieran tenido temperaturas cercanas a los 30°C.

Enero también tuvo otras situaciones meteorológicas como temporales, caída de granizo, vientos intensos y sudestada.

Se sabe, por otro lado, que desde hace dos años Argentina estaba atravesando una sequía muy extrema. Con el fenómeno de La Niña instalado por segundo verano consecutivo, gran parte del territorio nacional venía sufriendo el déficit de lluvia y la escasa humedad del suelo.

Pero a mediados de mes la presencia de una masa de aire muy húmedo y un frente frío, que avanzó muy lento por las provincias del centro, generaron varios días de lluvias intensas y persistentes.

Como consecuencia se registraron valores mayores a los 200 y 300 mm en ciudades de las provincias de Buenos Aires y Córdoba.

Además, hubo situaciones puntuales de precipitaciones que provocaron, en distintos puntos del país, anegamientos de localidades y crecidas repentinas de ríos y arroyos e inundaciones.

Los fuertes cambios que experimenta cada día el tiempo meteorológico forman parte de alteraciones profundas que aquejan al planeta. Se asiste, de esta manera, ha temperaturas que se desvían de las expectativas estacionales.

Los especialistas vienen advirtiendo hace tiempo que el verdadero problema ocasionado por el cambio climático son los impactos inesperados, frente a los cuales resulta difícil adaptarse, produciendo trastornos de todo tipo en la vida de las personas, y en animales y plantas.

El dato es que el tiempo se ha vuelto más errático e impredecible. La sucesión de fenómenos meteorológicos extremos, como los que se están verificando en el verano argentino, llevan camino de convertirse en la nueva normalidad, según los expertos.

El tiempo meteorológico se ha convertido en un enigma, y son cada vez más frecuentes los eventos extremos. Ya se ha vuelto una constante el hecho de que la previsión meteorológica cambia con frecuencia y no siempre se cumple con exactitud.

Por otro lado, se sabe que millones de personas sufren los efectos catastróficos de desastres naturales extremos exacerbados por el cambio climático: desde las prolongadas sequías en el África subsahariana hasta las devastadoras tormentas tropicales que arrasan todo el sudeste asiático, el Caribe y el Pacífico, pasando por las fuertes tormentas invernales en Europa con abundante cantidad de nieve.

El cambio climático no sólo conlleva un aumento de las temperaturas, sino también fenómenos meteorológicos extremos, la elevación del nivel del mar y cambios en las poblaciones y los hábitats de flora y fauna silvestres, entre otros efectos.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 28/01/2022 en Uncategorized

 

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La ecoansiedad domina a la nueva generación

La posibilidad cierta de una debacle ambiental aterra a los más jóvenes, según un reciente estudio. Es el miedo que atraviesa a la nueva generación, muchos de cuyos miembros se preguntan si es ético traer hijos a un planeta desquiciado.

Así, 6 de cada 10 jóvenes, de entre 16 y 25 años, están extremadamente preocupados por el cambio climático, de acuerdo con el mayor estudio científico realizado hasta ahora sobre la ansiedad climática y los jóvenes.

La encuesta, financiada por la organización Avaaz, y realizada por siete instituciones académicas globales, abarcó Australia, Brasil, Finlandia, Francia, India, Nigeria, Filipinas, Portugal, Reino Unido y Estados Unidos.

La mayoría de los jóvenes encuestados manifestó que los gobiernos no los protegen ni a ellos, ni al planeta, ni a las generaciones futuras, y que se sentían traicionados por los adultos.

“Sostenemos que el fracaso de los gobiernos para reducir, prevenir o mitigar el cambio climático contribuye a la angustia psicológica, el daño moral y la injusticia psicológica, el daño moral y la injusticia. El cambio climático, la ansiedad por el clima y las respuestas inadecuadas de los gobiernos son factores de estrés crónicos que afectan negativamente a la salud mental y al bienestar”, dice el estudio.

“Para apoyar la salud mental, el discurso público debería fomentar la expresión de los sentimientos que el 60% de los jóvenes de esta encuesta han descrito como ignorados o desestimados. Estos sentimientos son importantes e indican el cuidado y la empatía que los jóvenes tienen por nuestro mundo”, agrega el trabajo.

Caroline Hickman, investigadora de la Universidad de Bath y autora principal del estudio, indicó: “Esto muestra que la ansiedad ecológica no es sólo por la destrucción del ambiente, sino que está indisolublemente ligada a la inacción de los gobiernos ante el cambio climático. Los jóvenes se sienten abandonados y traicionados por los gobiernos”.

La ecoansiedad está condicionando la decisión de procrear hijos. En efecto, muchos jóvenes se resisten a traer hijos al mundo porque piensan que los habitantes del planeta están empeñados en autodestruirse.

“Conozco a muchas chicas jóvenes que me preguntan si todavía está bien tener hijos. Es una pregunta sencilla, pero que revela mucho sobre la realidad climática en la que vivimos”, testimonia Luisa Neubauer, una activista climática de 25 años.

Esta inquietud se reflejó en un estudio realizado el año pasado por investigadores del Yale-NUS College en Singapur y liderado por Matthew Schneider-Mayerson, y que publicó la revista Climatic Change.

Dicha investigación explicó que los encuestados mostraron una real preocupación por el bienestar de sus posibles hijos en un escenario parecido a un apocalipsis por el inminente cambio climático.

En el imaginario colectivo de las nuevas generaciones está instalado un apocalipsis climático inminente, en el cual el mundo será un infierno de efecto invernadero, con guerras por recursos limitados, civilización colapsada, agricultura en decadencia, mares crecientes, glaciares derretidos, hambre, sequías, inundaciones, deslizamientos de tierra y devastación generalizada.

Tom Burke, del centro de análisis E3G, dijo a la cadena británica: “Es racional que los jóvenes estén ansiosos. No sólo están leyendo sobre el cambio climático en los medios, sino que lo están viendo desarrollarse frente a sus propios ojos”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 20/09/2021 en Uncategorized

 

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Crónicas del vínculo de Gualeguaychú y su río

<<< Semanario – febrero 2021 >>>

Un libro que abre una ventana original al pasado lugareño

Crónica del vínculo de Gualeguaychú y su río

Muchos son los hechos históricos que expresan la interacción de los gualeguaychuenses con su río, desde el pasado remoto hasta el presente,  según consigna el nuevo libro de los docentes Delia Reynoso y Alejandro Guimera.

Por Marcelo Lorenzo

El tópico es universal. Las grandes civilizaciones antiguas nacieron cerca de grandes ríos: Mesopotamia entre los ríos Tigris y Éufrates, Egipto a lo largo del Nilo, Roma en el Tíber y la India junto al Indo.

Además, la mayoría de las ciudades han surgido junto a ríos importantes. En el Viejo Continente, por ejemplo, París sobre el Sena, Viena en la ribera del Danubio, Londres en el Támesis.

Desde el punto de vista particular, el tópico de la ciudad fundada por Tomás de Rocamora y el río Gualeguaychú, aunque homologable a experiencias de otras latitudes, ha carecido sin embargo de un tratamiento historiográfico sistemático.

Delia Leticia Reynoso de Ramos y Oscar Alejandro Guimera, profesores de Historia, han querido llenar este vacío, reuniendo en un solo texto un material que hasta aquí ha permanecido disperso y fragmentado.

Ahí reside la originalidad del libro de su autoría,  “Gualeguaychú y el río. Testimonios de una historia compartida”, que ya se puede conseguir en librerías locales.

A través de páginas de excelente impresión, el lector se encontrará así con una crónica dinámica que recorre la historia de un vínculo estrecho entre el habitante local y su ecosistema más relevante.

Es una recopilación de datos donde salta a la vista la omnipresencia icónica. Al respecto sobresalen las imágenes históricas, de carácter testimonial (fotos, mapas, etc.), que refuerzan la expresión lingüística.

Con respecto a la edición, merece un párrafo aparte Carlos Costa, un gualeguaychuense que trabaja como editor y escritor en Buenos Aires, y que en este caso como en otros ha hecho de mecenas de los autores locales.

El libro que comentamos, en efecto, ha sido publicado con el apoyo de la Fundación La Balandra, que preside Costa, el cual al ponerlo en circulación ha resaltado el valor narrativo de la obra.

El trabajo de Delia Reynoso y Alejandro Guimera, al concentrar su narrativa en la relación pueblo-río, logra cambiar sensiblemente nuestra representación del pasado lugareño, y acaso ésa ha sido la intención de fondo de los autores.

A medida que se recorre el escrito se cae en la cuenta del potencial de este eje interpretativo. Por lo pronto permite comprender las múltiples influencias del río en la vida de la comunidad: políticas, económicas, militares, de salud pública, culturales, entre otras.

 CUATRO ETAPAS

Los autores establecen una secuencia temporal que permite visualizar cuatro etapas de esta historia compartida, que son las siguientes:

1) Desde la fundación de la villa por Tomás de Rocamora hasta mediados del siglo XIX, en que Gualeguaychú se convirtió en ciudad.

2) Coincide con la época de oro del puerto, que se extiende hasta las décadas de 1960/1970, y se corresponde con el llamado “modelo agro exportador”.

3) Surge con el fin del aislamiento geográfico de la provincia (construcción de los puentes con Uruguay y con Buenos Aires) y la creación del Parque Industrial. En esta etapa hay una pérdida relativa de la influencia del río.

4) Período en el cual vuelve el protagonismo del río y de la zona portuaria de la mano del modelo turístico de la ciudad.

 LA ÉPOCA FUNDACIONAL

Aunque los autores no se detienen específicamente en la relación aborigen-río, no obstante hacen mención a los aportes del profesor Manuel Almeida, cuyos estudios arqueológicos han permitido reconstruir la cultura de los primitivos pobladores.

Las investigaciones etnográficas en el litoral entrerriano demuestran que en el siglo XVI habitaban esta región chanáes, guaraníes y charrúas. Estos grupos humanos tenían una estrecha dependencia con el espacio ecológico, de donde extraían los recursos para alimentase.

Ahora bien, conviene tener presente que el aborigen vivía en un mundo natural virgen y en su visión cuasi panteísta se percibía como un elemento más del mismo (no separaba su yo del entorno), una concepción completamente diferente a la del hombre blanco que lo desplazó, más proclive a tener una visión utilitaria del entorno y lanzado a su transformación.

En cuanto al español y su relación con el río dos cosas cabe puntualizar: 1) la decisión política de emplazar una población a su vera, 2) nombrar formalmente la nueva villa inspirándose en el curso de agua.

Los primeros pobladores hispanos, reunidos espontáneamente alrededor de una capilla, tuvieron cuidado de tener cerca agua suficiente para el consumo y para los regadíos.

Cuando arribó Tomás de Rocamora ratificó la vieja premisa contenida en las Leyes de Indias de que el área privilegiada para el asentamiento humano es aquella que está cerca de una fuente de agua.

Sabemos además la razón geopolítica y militar que estuvo detrás de esta fundación: detener el avance portugués desde Brasil. De aquí emana la orden, que escribe Rocamora, de “buscar un puerto natural defendido de las tempestades y temporales”.

En cuanto al nombre de la nueva villa, hay que decir que esta operación no es inocente ni antojadiza. ¿Por qué Rocamora la llamó San José de Gualeguaychú? Es un nombre que está inspirado en la fe cristiana del español y en el rasgo distintivo de la geografía.

Gualeguaychú es un nombre de raíz guaraní (Yaguarí Guazú) cuya traducción todavía se discute. Su significado es “aguas tranquilas”, aunque según otras versiones quiere decir “río del jaguar grande”.

Si es cierto que los nombres son siempre epifanías del ser, descubren el secreto de las cosas, su esencia más íntima, en la mente de Rocamora este pueblo lleva la impronta original de la fe y el río.

CIUDAD-PUERTO

Hacia mediados del siglo XIX, bajo la influencia urquicista, el puerto fue la llave de acceso por la cual la sociedad nativa de impronta colonial ingresó al modelo liberal, mercantil y cosmopolita.

Dos hechos de gran trascendencia, mencionados en el libro, produjeron este viraje y fueron autoría del caudillo entrerriano. El 4 de noviembre de 1851 Justo José de Urquiza, por entonces gobernador de Entre Ríos, elevó la villa al estatus de ciudad.

Un año más tarde, el vencedor de Caseros proclamó la “libre navegación de los ríos”, una vieja aspiración federal de las provincias litoraleñas contra la hegemonía de la Aduana de Buenos Aires, mantenida férreamente hasta entonces por Juan Manuel de Rosas.

Era lo que necesitaba el puerto local para salir del letargo en que lo sumía la política centralista porteña, que con su sistema de puerto único y clausura de los ríos interiores, de cuño colonial, condenaba al resto del país al estancamiento económico.

La medida de Urquiza marcó el comienzo de una asombrosa prosperidad para Gualeguaychú, a partir de que su puerto de cabotaje empezó a funcionar a pleno. Es el momento en que se instaura el binomio ciudad-puerto, que no sólo hace fluir riqueza sino que “europeíza” a la sociedad nativa, con el ingreso de extranjeros provenientes del Viejo Continente.

El período está marcado por el ingreso de la Argentina al modelo agro-exportador y por el cambio sociológico del país. Gualeguaychú,  así, muta sustancialmente en este marco.

Los autores destacan a la historiadora Elsa Beatriz Bachini, quien  habla de la “época dorada del puerto” y de la emergencia de un nuevo tipo humano hegemónico vinculado a la inmigración.

Esos viajeros que vienen en busca de oportunidades, llegan mayoritariamente desde Europa, y arriban a estas costas en los barcos, trayendo sus culturas, sus industrias y sus artes.

Una inyección de mano de obra calificada que dinamizó la economía doméstica, agrandándola y haciéndola más sofisticada. Es decir, el río fue la puerta de entrada de Gualeguaychú a la civilización industrial, como querían Sarmiento y Alberdi.

En “Gualeguaychú y el río”, se detalla con precisión el desarrollo de todo el entorno institucional portuario de este período: la Aduana, la Subprefectura, el barrio y la calle Alem (antiguos comercios, escuela, plaza, capilla).

También cómo fue que la ciudad se dio un formidable Parque natural a la vera del río, gracias a la donación de la familia Unzué. El desarrollo social de este espacio, que incluye el Camino de la Costa, las Playas, y la Isla Libertad.

Se relata, además, toda la obra pública vinculada al curso de agua: el ferrocarril; el puente Méndez-Casariego; la Costanera; la creación de Obras Sanitarias (el proceso que va desde al aljibe al agua corriente); la historia de la Cámara de bombeo de las Lagunas Sanitarias y la cuestión del tratamiento de los efluentes industriales.

Un dato saliente: este período portuario coincide con la creación de la planta fabril que marcará historia en la ciudad: el Frigorífico Gualeguaychú. Inicio de la primera generación de industrias elaboradoras de materias primas, en este caso el ganado. Que se completó con la apertura de molinos y aceiteras, que agregaron valor a la producción granaría.

Los autores del libro destacan el carácter estratégico de la ubicación geográfica del frigorífico de exportación. “Su establecimiento junto al río y las condiciones que éste le brindaba le permitieron tener un muelle, y realizar los embarques de carne desde ahí, en sus propios barcos”, se lee. Desde el rio, en efecto, partían embarques hacia Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania e Israel.

OCASO DEL PUERTO Y NUEVA ERA

Reynoso y Guimera sitúan el eclipse del puerto de Gualeguaychú en las décadas de 1960/1970, cuando la comunicación fluvial fue reemplazada por las vías terrestres, algo que se acentuó con la construcción de los complejos viales (túnel Subfluvial Paraná-Santa Fe, puente Puerto Unzué-Fray Bentos y complejo ferrovial Brazo Largo-Zárate).

Es la época en la que Gualeguaychú emprende, por iniciativa de sus vecinos, la construcción de un Parque Industrial, que le agregó un nuevo perfil socioeconómico al histórico modelo agropecuario.

Luego de que el puerto dejó de funcionar, el espacio fue afectado por la instalación de areneras, en la década del ‘80. Pero en 1997 la autoridad municipal dispone el traslado de esas empresas por razones ambientales.

Entonces tiene lugar la reconversión del enclave como atractivo turístico. El Paseo del Puerto, así, pasa a ser un paraje que se integra al nuevo vector de la economía contemporánea: el turismo.

LAS INUNDACIONES

El libro dedica un espacio importante al registro de las inundaciones, que son la contracara de la relación benéfica de la ciudad con el río. La sociedad nativa lleva las marcas de estos eventos traumáticos, que se han sucedido a lo largo de la historia.

Entre las diversas causas de inundaciones en Gualeguaychú se destacan cuatro: 1- Por incrementos importantes en la escorrentía, consecuencia de grandes lluvias en la cuenca; 2- debido a variaciones en el régimen del río Uruguay; 3- como resultado de la presencia del viento sudeste o “sudestada”; 4- por transformaciones humanas en el entorno, por ejemplo en los campos que provocan que la tierra absorba mucho menos el agua de lluvia, o por urbanizaciones indebidas en la cuenca del rio.

Con respecto a este último punto, podríamos decir que estos episodios representan  la “venganza del río” por haber sido agredido por el hombre.

EL RÍO, TESTIGO DE HECHOS HISTÓRICOS

El libro, además, pasa revista a hechos significativos de la historia en los cuales el río ha sido protagonista. A saber:

– El arrojo Bellaco, que tiene su boca en las inmediaciones de la desembocadura del río Gualeguaychú, fue escenario de un combate, allá por enero de 1813, en cual las fuerzas criollas, comandadas por el capitán Gregorio Samaniego, impidieron el desembargo de españoles procedentes de Montevideo, que venían a sofocar la Revolución de Mayo.

– En septiembre de 1845, José Garibaldi desembarcó en Gualeguaychú, con un contingente de soldados extranjeros, e inició el asalto y saqueo de la villa. Un episodio de piratería que perdura en la memoria de la comunidad.

– En la Isla Libertad, en 1851, Justo José de Urquiza hizo preparativos para Caseros, reuniendo en el lugar al estado mayor del Ejército Grande, con la presencia de comandantes uruguayos y brasileños.

– El 18 de Noviembre de 1870 tuvo lugar el Combate de la Isla, entre fuerzas del Batallón “15 de Abril” que apoyaban la intervención nacional de la provincia decretada por Sarmiento, y las tropas jordanistas.

– El 27 de diciembre de 1903, el puerto y el río fueron escenario, con toda la pompa, del regreso a su ciudad natal del alférez José María Sobral, el primer argentino que pisó y exploró la Antártida.

– También el río y el puerto fueron el marco de visitas presidenciales y en 2006 se inició allí el movimiento ambientalista local vinculado a la lucha contra la pastera en Fray Bentos (ROU).

© Semanario -la revista de Gualeguaychú-

 
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Publicado por en 11/05/2020 en Uncategorized

 

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Hay que lidiar con un clima errático y extremo

Desde hace un tiempo largo la noticia saliente es el comportamiento atípico del clima. Las lluvias son impredecibles y las sequías y las inundaciones tienen una recurrencia sin precedentes, provocando severos impactos sociales y económicos.

Errático, inaudito, sorpresivo, son algunos de los adjetivos que emplean los expertos para describir los fenómenos meteorológicos, los cuales se han convertido en indescifrables.

Eso quiere decir que estamos ante algo nuevo, que no se ha visto antes. El dato clave es que la incertidumbre del cambio climático global impide formular predicciones.

Los modelos meteorológicos, construidos sobre determinadas regularidades, se están mostrando obsoletos antes las grandes transformaciones en el sistema Tierra.

No existe hasta el momento un modelo de predicción meteorológica capaz de entender lo que está sucediendo, según reconoce el doctor Holm Tiessen, especialista en cambio climático en América Latina.

“Es cierto que siempre hubo catástrofes, pero no tenemos las mismas condiciones climáticas de hace siglos, ni siquiera del siglo pasado. Antes, por ejemplo, se daban fenómenos extremos cada 500 años, pero la cercanía de un suceso con otro se va acortando, cada año vemos algo nuevo y eso complica la predicción”, sostiene el experto.

El ingeniero Francisco Peragallo, docente de Climatología Agrícola en institutos de la ciudad de Colón, al ser consultado por El Entre Ríos, coincidió en la aceleración y radicalización del cambio climático.

“Por ejemplo, la corriente del Niño –que es la que nos está afectando ahora a nosotros- tiene más de 1.000 años; antiguamente se daba cada 10, 15 o 20 años y ahora cada 2 o 3 años”, describió.

Y añadió: “Antes, tanto el Niño como la Niña eran suaves y ahora son fuertes. Todos los fenómenos climáticos han empezado a ser más extremos y frecuentes. Cuando tengamos sequía va a ser tremenda”.

Según Peragallo, Entre Ríos está sufriendo una tropicalización muy importante del clima: “El Trópico de Capricornio sigue estando en el mismo lugar, pero climáticamente se fue para abajo. Tenemos más similitudes con Corrientes y Misiones, lo que permite producir cosas que antes no y viceversa, trae enfermedades como el dengue, zika y leishmaniasis, y otros fenómenos como el de las algas porque tenemos más agua, más calor, más humedad. También hay más hongos e infecciones”, diagnosticó.

En tanto el ingeniero Carlos Schumacher, técnico del INTA Federal, se refirió al comportamiento atípico que vienen mostrando las lluvias en la región, con períodos de exceso de agua caída y etapas donde la faltante de precipitaciones genera sequías en los campos.

“El cambio climático es una realidad”, afirmó Schumacher quien señaló que “hay muchas anomalías, llueve donde no tiene que llover y donde tiene que llover no llueve”.

Por su lado el ingeniero Pablo Bereciartúa, secretario de Política Hídrica de la Nación, sostuvo que en los últimos tres años, por dos inundaciones y una sequía que afectaron la producción agrícola, el país perdió casi un 1% de su PBI, entre 15.000 y 20.000 millones de dólares.

Y refirió: “En 2016 el fenómeno de El Niño tuvo una rareza muy particular porque no fue sucedido por un año de La Niña sino que se extendió un año más (2017). La Niña llegó en 2018 y produjo la sequía, y este año tenemos otra vez El Niño”.

El clima, por tanto, se ha transformado en un factor estructural para la economía argentina, sobre todo porque tiene efectos regionales muy importantes.

 

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Publicado por en 25/01/2019 en Uncategorized

 

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Inundaciones, la peor amenaza ambiental

“Es una situación extremadamente riesgosa, la cuenca está hecha un vidrio: lo que llueve, se escurre”. Eso dijeron días atrás los técnicos de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande (CTM), al describir la crisis hidrológica que vive la región del río Uruguay.

La combinación no podría ser más inquietante: a las fuertes precipitaciones que se vienen registrando en toda la cuenca, se añade el alto escurrimiento de los suelos, circunstancia que motiva la metáfora del vidrio.

En realidad hace tiempo se sabe que las inundaciones son el mayor desastre natural que amenaza al país, sobre todo a las zonas litoral y centro. Esto potenciado por el cambio climático, que ha tornado más extremo el desborde de los ríos.

El exceso, la rapidez y el desarrollo inadecuado de las urbanizaciones, la obstrucción de los sistemas de escurrimiento natural y, especialmente, la voraz deforestación de los bosques formaron un cóctel de causas que construyeron la enorme amenaza para la salud ambiental del país.

“Entre los desastres naturales en la Argentina, un 94% de todos los daños económicos y un 96% de la población afectada se relacionan con las inundaciones”, asegura un informe de 2016 del Banco Mundial (BM).

“Una comparación visual entre la distribución espacial de la deforestación y los eventos de inundaciones sugiere que las mayores inundaciones ribereñas ocurren en regiones deforestadas”, describe el informe, que indica que los escurrimientos de agua provocados por la deforestación generan una acumulación de mayor volumen y un ritmo más acelerado aguas abajo.

“Los canales de drenaje que se construyeron en los humedales a fin de reducir el riesgo de inundación (conocido localmente como canalización), cambiaron la hidrología y produjeron mayores escurrimientos que resultaron en más inundaciones y sedimentación”, agrega el documento.

Además, la rápida proliferación de centros urbanos en ciertas zonas rurales no hace más que generar un panorama más complicado. El Banco Mundial reconoce que la construcción de desarrollos urbanísticos en las planicies aluvionales de los ríos “limitan el escurrimiento natural del agua que podría amortiguar el impacto de las inundaciones”.

La mayoría de los expertos sostiene que el aumento de las precipitaciones y la significativa pérdida de cobertura boscosa en Argentina, Brasil y Paraguay, convierten en muy vulnerable a las inundaciones a esta región del planeta.

El coordinador de la campaña de bosques de Greenpeace en Argentina, Hernán Giardini, explica: “Los bosques y selvas, además de concentrar biodiversidad considerable, juegan un papel fundamental en la regulación climática, el mantenimiento de las fuentes y caudales de agua y la conservación de los suelos. Son nuestra esponja natural y paraguas protector. Cuando perdemos bosques nos volvemos más vulnerables ante las intensas lluvias y corremos serios riesgos de inundaciones”.

La deforestación creciente, es decir el hecho de que se quemen y se talen miles de hectáreas de bosques y selvas, ligada a la agriculturización a gran escala, provoca que los terrenos absorban mucho menos el agua de lluvia, y al no detenerla, ésta baja en volúmenes importantes hacia los ríos y se producen las inundaciones.

El suelo del bosque actúa como una esponja, refieren los expertos. Pero si la esponja no absorbe –porque está destruida- se produce también el efecto de que el agua corre por la superficie y no desciende hacia las napas subterráneas.

 

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Publicado por en 15/06/2017 en Uncategorized

 

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El país de los polders y la mística calvinista

El presidente Mauricio Macri protagoniza la primera visita de un mandatario argentino a Holanda, el país cuyos habitantes supieron ganarle tierras al mar (polders) y que está identificado con la ética calvinista que describió el sociólogo Max Weber.

Macri fue a profundizar los lazos comerciales con el reino de los Países Bajos (denominación oficial) cuya reina es la argentina Máxima Zorreguieta, gran impulsora de la visita.

El entrerriano Gustavo Bordet es el único gobernador que integra la comitiva oficial que encabeza el presidente.

Se trata de un hecho histórico si se piensa que nunca antes un jefe de Estado argentino había realizado una visita oficial a este pequeño Estado europeo en superficie (41.864 km2, que equivale casi a la mitad de Entre Ríos), pero que es la quinta potencia económica de Europa y uno de los países más desarrollados del mundo.

“Dios creó la Tierra y los holandeses crearon los Países Bajos”. Esta expresión popular connota que los habitantes de esas tierras situadas al norte de Europa, muchas por debajo del nivel del mar, trabajaron desde hace siglos para resguardarse del agua del océano.

Los neerlandeses (holandeses) se han convertido en auténticos maestros en el arte de conquistar las tierras situadas a orillas del mar, que se hallan a su mismo nivel o inferior, para darles de esta forma un aprovechamiento humano.

“Polder” es un término neerlandés que describe justamente las superficies terrestres recuperadas. Esta técnica se utilizó por primera vez en el siglo XII, en la región de Flandes.

Con la más alta tecnología de control de inundaciones, en los Países Bajos son conscientes del daño que las crecidas de los océanos y los ríos pueden causarles. Según trascendió, la comitiva argentina está muy interesada en el conocimiento y la técnica hidráulica de los holandeses.

De hecho el año pasado una delegación de ingenieros hidráulicos de ese país, a instancias del gobierno de María Eugenia Vidal, se trasladó al territorio bonaerense para hacer su aporte técnico en la ejecución de las obras del Plan Maestro del Río Salado, cuya ejecución evitará inundaciones en 20 municipios, y que comprende cerca de 9 millones de hectáreas productivas.

En tanto el gobernador de Entre Ríos, miembro de la comitiva argentina, estaría interesado en la tecnología holandesa para resolver los problemas de inundaciones de la provincia, al tiempo que buscaría inversiones para infraestructura portuaria.

Es interesante destacar que la ingeniería holandesa estuvo detrás del túnel subfluvial que conecta, desde 1968, a Paraná con Santa Fe. La “isla flotante”, que sirvió para colocar los 36 tubos prefabricados de hormigón en río abierto, fue fabricada en Holanda.

Otro rasgo saliente poseen los neerlandeses: ellos especialmente produjeron el capitalismo, en virtud de su ética calvinista, según la célebre tesis del sociólogo Max Weber.

El reformador protestante Juan Calvino había nacido en Francia en el siglo XVI, pero en ningún lugar tuvo tantos seguidores como en Holanda, que debido a ello recibe desde hace ya varios siglos la etiqueta de país calvinista.

Creyentes de que la salvación estaba dada por la dedicación rigurosa al trabajo y de que la riqueza era una expresión de la gracia de Dios, los holandeses calvinistas convirtieron a su país en una potencia comercial dominante a mediados del siglo XVII.

Contribuyeron a ello el hoy mítico puerto de Ámsterdam y la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales.

 

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Publicado por en 10/04/2017 en Uncategorized

 

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El costo de urbanizar sobre los humedales

La inundación de la ciudad de Luján, en la provincia de Buenos Aires, ha instalando con fuerza la certeza de que es producto, además de las lluvias constantes, de las urbanizaciones indebidas en la cuenca del rio.

Hace tiempo se sabe que el régimen de lluvias se modificó a causa del cambio climático. Las precipitaciones ahora son más intentas y frecuentes en esta parte del mundo, generando lógico anegamiento.

Pero detrás de las inundaciones en núcleos poblacionales, que producen dramas humanos, hay otros factores coadyuvantes: faltas de obras hidráulicas, ausencia de limpieza de canales y desagües, deforestación y desmonte, impermeabilización del suelo debido al uso creciente del cemento y falencias de los códigos de planeamiento urbano.

Otra causa es el desarrollo urbano e inmobiliario sin control ambiental. Y es este último punto el que está generando un gran debate en la provincia de Buenos Aires, con motivo del desborde del río Luján.

El problema es el crecimiento de los barrios privados sobre la cuenca del río, que habrían destruido su cauce normal. Esa es la tesis, por caso, de la geógrafa Patricia Pintos, del Centro de Investigaciones Geográficas de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP).

“Hay una sucesión de mega-emprendimientos inmobiliarios que generó un efecto conjunto, un proceso de sumatoria que genera una incidencia clara en los cambios de los patrones de escurrimiento del Río Luján y por lo tanto, sería uno de los elementos más fuertes en la explicación de las inundaciones de los últimos años”, señaló.

“El río necesita una planicie de inundación para que en momentos de creciente, el agua naturalmente inunde esa planicie, un proceso natural de cualquier río que tiene un caudal medio pero en épocas de crecientes, al superar ese caudal, evacúa el agua avanzando sobre ese espacio”, indicó Pintos, en diálogo con la prensa.

Pero el boom de desarrollos inmobiliarios junto al río Luján redujo el lecho de inundación, porque se rellenó un área que habitualmente ese curso anegaba. La reducción de ese lugar (por donde debían escurrir las aguas), provocó el anegamiento de nuevos terrenos.

“Por esto es que desde  2011 y sobre todo en 2012, se vienen sucediendo una serie de inundaciones en la propia ciudad de Luján, a tal punto que hace un par de años el agua llegó hasta la cripta de la Basílica en un hecho inédito en su historia”, sostuvo Pintos.

La geógrafa explicó que la afectación de las planicies de inundación del curso de agua, para la construcción de mega-emprendimientos, ha cambiado la dinámica de drenaje del cauce principal del río Luján, exponiendo a su ciudad a frecuentes anegamientos.

La crecida del Luján, que dejó bajo el agua a miles de personas, tiene su origen en el desarrollo urbano desmedido sobre los humedales, sostiene por su lado la ONG Patrimonio Natural de Pilar, para la cual ya son más de 60 las urbanizaciones asentadas sobre la ribera, pese a las advertencias formuladas a las autoridades.

El debate sobre el impacto ambiental de los barrios privados en Buenos Aires, que se emplazan indebidamente sobre tierras indudables, merece ser considerado en Entre Ríos, una provincia que está virtualmente arriba de un humedal.

Es importante resaltar el hecho de que una de las funciones ecológicas de los humedales es que actúan como una esponja natural contra inundaciones y sequias. Urbanizar estas tierras, por lo visto, tiene un alto costo.

 

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Publicado por en 16/11/2014 en Uncategorized

 

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País más vulnerable a las inundaciones

Argentina se encuentra entre los 15 países en el mundo más afectados por las inundaciones, un fenómeno que causa daños a personas y patrimonios, y entre cuyas causas se cuenta la mano del hombre.

Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción de Riesgo de Desastres (UNISDR), el 39% de los desastres que se registran en nuestro país son inundaciones.

Por lo pronto, en las últimas semanas se calcula que 8 millones de hectáreas de la provincia de Buenos Aires se han visto afectadas por las inundaciones.

Las causas que convierten al sur del continente americano en una zona expuesta a los anegamientos son múltiples. Un dato clave es que la mayoría de la población vive en la región litoral fluvial de la Cuenca del Plata.

Y se han venido incrementando los caudales de los ríos Paraná y Uruguay, que terminan en un delta donde confluye la cuarta parte de las aguas de América del Sur.

En la cuenca del Paraná, de 4 millones de metros cuadrados, viven casi 8 de cada 10 argentinos. Según la estadística, en los últimos 30 años la zona del litoral argentino registró cinco de las peores 10 crecidas del siglo XX.

En 1992, por ejemplo, una crecida del río Paraná afectó a importantes zonas de las provincias de Chaco, Formosa, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. La UNISDR, en tanto, recordó que en 2012 las crecidas ocasionaron daños por unos 3.400 millones de dólares.

Las inundaciones, según el informe, son el fenómeno natural más caro para Argentina, toda vez que suele dejar ciudades devastadas, miles de personas evacuadas, y pérdidas económicas cuantiosas.

Pero las inundaciones no serían un fenómeno puramente natural. Al respecto, son cada vez más los estudios que vinculan estos desastres con determinas prácticas productivas.

Al respecto se cree que la sobreexplotación de los suelos en la Argentina, producto del monocultivo de la soja y la tala indiscriminada de bosques, en realidad ha potenciado los efectos adversos de los fenómenos hidrológicos.

Ya en 1995, un trabajo elaborado por la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad del Litoral (UNL) de Santa Fe, titulado “Implicancias Antrópicas en los Procesos de Inundaciones de Áreas Llanas”, estableció una relación directa entre degradación del suelo e inundación.

“En lo que atañe al proceso de inundación, el excesivo laboreo de la tierra y la erosión provocada se traduce en la formación de costras en la superficie del suelo que impiden la infiltración de las lluvias por impermeabilización”, se lee allí.

Y se añade: “El agua escurre por la superficie, lavando los nutrientes del suelo, erosionando, dejando a la vista los horizontes más pobres en materia orgánica (de ahí la necesidad de incorporarla artificialmente) y contribuyendo al consecuente anegamiento. El agua que no se incorpora a la estructura del suelo no sólo se inutiliza desde el punto de vista agrícola sino que es la que provoca procesos de inundaciones”.

Por lo demás, cabe destacar que la ciudad de Gualeguaychú tiene una historia asociada a las inundaciones, algunas de las cuales dejaron una fuerte secuela en la sociedad nativa, como las crecidas de 1959 y 1978, que produjeron cuantiosos daños.

A nivel local, las crecidas del río Gualeguaychú se han explicado por tres factores: 1-por incrementos de la escorrentía, consecuencia de grandes lluvias en la cuenca y últimamente por la pérdida de absorción del suelo; 2- por variaciones en el régimen del río Uruguay; 3- como resultado de la acción de un fuerte viento sudeste.

 

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Publicado por en 22/10/2014 en Uncategorized

 

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