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La llegada del invierno en esta parte del globo

El solsticio de invierno de 2023 ocurrirá en Argentina este miércoles 21 de junio a las 11:58 de la mañana. De esta manera, en esta parte del mundo arranca la estación dominada por el frío y las pocas horas de luz solar.

El solsticio es un fenómeno astronómico que marca el comienzo de dos estaciones, que varían de acuerdo al lugar del planeta en el que nos encontremos.

Para el hemisferio sur empieza el invierno, por lo que también recibe el nombre de solsticio hiemal; mientras que en el hemisferio norte inicia el verano, en lo que también se denomina solsticio vernal.

En las regiones ubicadas al sur de la línea del Ecuador se produce el día más corto del año y, a su vez, la noche más larga.

El término solsticio proviene del latín “solstitium”, derivado de la unión de “sol”, “sistere” y el sufijo “ium”, que significa “Sol parado o detenido”. Se llama así a estos fenómenos anuales porque desde la óptica terrestre pareciera que el Sol estuviese parado o inmóvil.

En realidad, según los astrónomos, el eje de la Tierra tiene una inclinación de 23,4º y, al girar alrededor del Sol, el polo norte (en el solsticio de junio) o el polo sur (en el solsticio de diciembre) reciben mayor incidencia de los rayos solares.

La magnitud de este fenómeno en las vidas de las personas es evidente y, a lo largo de la historia de la humanidad, distintas civilizaciones han realizado rituales en honor de los solsticios.

Por ejemplo, el Inti Raymi (o Fiesta del Sol) es una ceremonia religiosa del Imperio inca en honor del dios sol Inti, la deidad más significativa de la mitología de este pueblo precolombino.

Una ceremonia realizada por los sacerdotes incas era la vinculación del Sol. En Machu Picchu aún hay una gran columna de piedra llamada Intihuatana, que significa ‘picota del Sol’ o, literalmente, ‘para atar al Sol’. El objetivo de la ceremonia de atar al Sol a la piedra era impedir que éste se escapara.

Por estos días, las bajas temperaturas, a partir de la irrupción de una masa de aire frío que se extiende por todo el país, nos anoticia de la llegada de la estación invernal, con sus días más cortos y noches más largas.

En Argentina, las zonas cordilleranas y regiones del sur patagónico se visten de blanco en esta época, donde el esquí y el turismo de aventura atraen a miles de visitantes, siendo Bariloche la capital de la nieve.

En líneas generales, la falta de luminosidad y el frío, característicos del invierno, evocan confusas sensaciones anímicas. En estos días grises, cuando las bajas temperaturas acobardan, no dan ganas de salir del hogar para trabajar o estudiar.

En esta época del año cuando el Sol baja su intensidad lumínica, cierta tristeza y melancolía afectan el alma, según describen muchos poetas y también los estudios empíricos.

“Los estudios muestran que la gente es más feliz, más enérgica y menos propensa a enfermar en los días largos y luminosos de verano, mientras que su humor tiende a rebajarse -y los estados de ansiedad y depresión a intensificarse- durante los días más cortos y grises del invierno”, explica Mayer Hillman, profesor emérito de la Universidad de Westminster (Reino Unido), en un artículo aparecido en la revista British Medical Journal.

La llegada anticipada de la noche también puede provocar, en personas susceptibles a los estados depresivos, una dolencia conocida como trastorno afectivo estacional (SAD, por sus siglas en inglés) o depresión de invierno.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 28/06/2023 en Uncategorized

 

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Arranca la estación en la que los árboles pierden sus hojas

A las 18:24 horas de ayer (20 de marzo) se produjo el equinoccio de otoño (que marca el inicio de esa estación) en esta parte del globo terráqueo, el hemisferio sur.

Esto ocurre porque la Tierra tiene su eje de rotación inclinado, de suerte que al trasladarse en su órbita alrededor del Sol, queda más o menos expuesta a sus rayos, según el período del año, generándose así las estaciones.

El equinoccio es el instante preciso en el que la duración del día y de la noche prácticamente coinciden en cualquier punto de la Tierra.

El equinoccio de otoño es un evento astronómico que marca el final del verano y la transición hacia la estación en la que caen las hojas. El equinoccio ocurre dos veces al año: en marzo, con la llegada del otoño, y en septiembre, con el arribo de la primavera.

La palabra otoño proviene del latín “autumnus”, ​palabra que se ha vinculado a la raíz “augeo-”: aumentar. De este modo, los etimologistas latinos explicaban la palabra como el aumento o la plenitud del año.

Otros autores vinculan la palabra latina “autumnus” con la raíz etrusca; “autu-” que implica la idea del cambio y aparece, también, en el nombre de la divinidad etrusca Vertumno, quien —entre otras funciones—, predecía el cambio de las estaciones.

En el siglo XXI, los cambios en las condiciones climáticas y atmosféricas causados por el calentamiento global han generado alteraciones en el tránsito de una estación a otra.

Según el último Pronóstico Climático Trimestral (PCT) del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), donde se observan las tendencias de marzo, abril y mayo 2023, el otoño registrará temperaturas superiores a las normales en el centro y en el norte del país. En el NOA y en la Patagonia serán normales o superiores a las normales.

“Debido a esta situación pueden desarrollarse, especialmente en la primera parte del otoño, eventos tardíos de ola de calor, por lo que se recomienda informarse con el SAT por temperaturas extremas”, informaron desde el SMN.

Respecto a las precipitaciones, este período del año registrará lluvias normales o inferiores a los normales en el norte del Litoral, en Cuyo y en el centro y norte de la Patagonia, mientras que, en el extremo norte argentino se espera que se mantengan dentro del rango normal. Por último, en las provincias del NEA hay posibilidades de que sucedan lluvias por encima de lo normal.

El otoño, especialmente en poesía, se ha asociado a menudo con la melancolía. Las posibilidades y oportunidades del verano han desaparecido, y el frío del invierno se vislumbra en el horizonte.

Los cielos se vuelven grises, la cantidad de luz diurna utilizable disminuye rápidamente y muchas personas se repliegan sobre sí mismas, tanto física como mentalmente.

“El otoño es un andante melancólico y gracioso, que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno”, señaló la escritora francesa Amantine-Aurore Dupin, más conocida como George Sand, al dar cuenta de esta transformación.

Con el cambio otoñal, las horas de luz disminuyen, además de que la radiación solar es más débil, por lo que las algunas plantas disminuyen la fotosíntesis.

Por lo tanto, las hojas de los árboles pierden toda su utilidad y de ahí que se tiñan de colores rojizos, amarillos y marrones y poco a poco las caducas vayan cayendo. Su cambio de color alerta sobre la pérdida de follaje que se producirá en invierno.

“El otoño devuelve a la tierra las hojas que ella le prestó en verano”, dijo George Christoph Lechtenberg, sugiriendo que este es un buen momento para observar los cambios que ocurren en la naturaleza.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 27/03/2023 en Uncategorized

 

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El otoño, la estación de la maduración y de la reflexión

Con la llegada del otoño, las temperaturas bajan y las horas de luz solar cada vez son más escasas. Los árboles comienzan a perder su verde intenso y las veredas se cubren de un colchón de hojas color ocre.

Según el Servicio de Hidrografía Naval, a las 15:33 horas de hoy (20 de marzo) se producirá el equinoccio de otoño (que marca el inicio de esta estación) en esta parte del globo terráqueo, el hemisferio sur.

Esto ocurre porque la Tierra tiene su eje de rotación inclinado, de suerte que al trasladarse en su órbita alrededor del Sol, queda más o menos expuesta a sus rayos, según el período del año, generándose así las estaciones.

El equinoccio -del latín “aequinoctium”, que significa “noche igual”- es el instante preciso en el que la duración del día y de la noche prácticamente coinciden en cualquier punto de la Tierra.

La palabra otoño, en tanto,  procede del latín “autumnus” que a su vez vendría de “autus” = aumento y “annus” = año. La “ñ” sería el resultado del esfuerzo que tendrían que hacer los órganos articulatarios para pronunciar el grupo consonántico “mn”. 

Y significa algo así como “la plenitud del año”. Por eso también se aplica a las personas ya maduras y se les dice que están “en el otoño” de sus vidas.

En la literatura, como en otras artes, se asocia el otoño con la madurez, con la clausura de la pasión y la entrega a calmos impulsos meditativos; se lo vincula también con aquello que caduca y macera.

En su poema “El amor eterno”, Leopoldo Lugones dice: “No temas al otoño, si ha venido. / Aunque caiga la flor, queda la rama. / La rama queda para hacer el nido”.

En la filosofía china, el otoño es una estación yin, tendiente a lo receptivo, a la intuición y a la interiorización. La savia de los árboles se retira de las hojas y ramas y vuelve hacia las raíces.

El otoño se asocia tradicionalmente a la melancolía, ya que las personas se retiran del mundo exterior, física y psicológicamente, volviéndose al mundo interior. En efecto, se pasa menos tiempo al aire libre y más en el hogar,  dedicado a actividades menos energéticas que las del verano: lectura y conversación.

Por cierto que el otoño también se asocia con la decadencia y el declive. Por ejemplo, “El otoño del Patriarca” es una famosa novela de Gabriel García Márquez. Y el erudito holandés Johan Huizinga, en un clásico de la historia cultural, escribió “El otoño de la Edad Media”.

Para el periodista chileno Cristián Warnken, que escribió el “Manifiesto de Otoño”,  esta estación constituye un momento del año que tiene especial relación con la poesía y la reflexión.

¿Qué tienen en común el otoño y la poesía? Para quienes viven en el hemisferio sur, tanto la estación climática como el arte de la lírica tienen una proximidad en el calendario, ya que mañana 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía.

No es casual que el otoño haya sido objeto de distintas miradas, versiones y vivencias en la poesía universal. Con su paisaje lánguido y melancólico, sus días lluviosos, el viento y la caída de las hojas secas, el otoño parece una fuente de inspiración para los escritores.

El poema “Canción de otoño en primavera” es uno de los poemas más famosos del célebre poeta nicaragüense Rubén Darío, donde con un tono general de añoranza, se refiere al tema de la pérdida de la juventud y el sentimiento de melancolía que produce.

“Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver! / Cuando quiero llorar, no lloro… / y a veces lloro sin querer…”, dice el estribillo.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 23/03/2022 en Uncategorized

 

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La llegada del invierno, la estación más oscura y fría

En el hemisferio sur el invierno se puso en marcha ayer, 21 de junio, y se extiende hasta el 20 de septiembre. Esta estación, dominada por el frío y las pocas horas de sol, tiene un perfil melancólico.

Las bajas temperaturas, a partir de la irrupción de una masa de aire frío que se extiende por todo el país, nos anoticia de la llegada de la estación invernal, con sus días más cortos y noches más largas.

En Argentina, las zonas cordilleranas y regiones del sur patagónico se visten de blanco en esta época, donde el esquí y el turismo de aventura atraen a visitantes, siendo Bariloche la capital de la nieve.

En líneas generales, la falta de luminosidad y el frío, característicos del invierno, evocan confusas sensaciones anímicas. En estos días grises, cuando las bajas temperaturas acobardan, no dan ganas de salir del hogar para trabajar o estudiar.

En esta época del año cuando el sol baja su intensidad lumínica, cierta tristeza y melancolía afectan el alma, según describen muchos poetas y también los estudios empíricos.

“Los estudios muestran que la gente es más feliz, más enérgica y menos propensa a enfermar en los días largos y luminosos de verano, mientras que su humor tiende a rebajarse -y los estados de ansiedad y depresión a intensificarse- durante los días más cortos y grises del invierno”, explica Mayer Hillman, profesor emérito de la Universidad de Westminster (Reino Unido), en el último número de la revista British Medical Journal.

La llegada anticipada de la noche también puede provocar, en personas susceptibles a los estados depresivos, una dolencia conocida como trastorno afectivo estacional (SAD, por sus siglas en inglés) o depresión de invierno.

“En ausencia de luz, se segrega melatonina, una hormona que nos lleva a la relajación y el sueño”, explica la psicóloga clínica Miren Larrazábal. Este proceso, combinado con otros factores, puede influir, a su vez, en otras hormonas como la serotonina, cuya carencia está íntimamente relacionada con la tristeza y, en grados patológicos, con la depresión.

El origen griego del término melancolía remite a “bilis negra”, es decir, al peor de los “humores”, según la interpretación científica que se hacía en la antigüedad del funcionamiento de nuestro cuerpo.

La melancolía era para Hipócrates (469-399 a.C.) uno de los cuatro humores que componían ese cuerpo humano. Y el médico griego, fundador de la medicina científica, habló de la melancolía invernal, sugiriendo que esta estación coincide con una pérdida de vitalidad

“Lo que causa más enfermedades es el cambio de estaciones”, sostenía al explicar cómo el clima condiciona el humor y la salud de las personas.

El tratamiento de la melancolía invernal varía. Algunas personas deciden mudarse a un clima más cálido durante esta época. Sin embargo el escritor alemán Ernst Jünger sostiene que necesitamos del invierno.

“La idea de pasar el invierno en costas soleadas entre los trópicos resulta agradable pero falsa –escribió-. Queremos que el árbol de la vida tenga flores durante todo el año. Pero también en los trópicos a los árboles se les caen las hojas. La noche del invierno no nos resulta menos necesaria que la noche del día. También por lo que respecta al corazón tenemos que prestar atención a la marea alta y a la marea baja. Quien sólo quiere tener marea alta se expone a la rotura del dique. No podemos estar siempre exentos de dolores, no podemos estar sin sombra, tenemos que aceptar la melancolía. También allí hay dioses”.

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Publicado por en 24/06/2021 en Uncategorized

 

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Otoño, la estación signada por significativos cambios

A las 6:37 horas de hoy, 20 de marzo, se produjo el equinoccio de otoño (que marca el inicio de esta estación) en esta parte del globo terráqueo, el hemisferio sur.

Esto ocurre porque la Tierra tiene su eje de rotación inclinado, de suerte que al trasladarse en su órbita alrededor del Sol, queda más o menos expuesta a sus rayos, según el período del año, generándose así las estaciones.

El equinoccio -del latín “aequinoctium”, que significa “noche igual”- es el instante preciso en el que la duración del día y de la noche prácticamente coinciden en cualquier punto de la Tierra.

La palabra otoño viene del latín “autumnus” que significa “cambio”. Es así como durante esta estación la temperatura comienza a descender indicando la llegada del invierno.

A los que les gusta disfrutar del sol, del aire libre y del deporte la llegada del otoño es una mala noticia, porque cada día anochece un poco antes, aunque para mucha gente se trata de la estación que tiene un particular encanto.

“El otoño es un andante melancólico y gracioso, que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno”, señaló la escritora francesa Amantine-Aurore Dupin, más conocida como George Sand, al dar cuenta de esta transformación.

Con el cambio otoñal, las hojas de los árboles se tiñen de colores rojizos, amarillos y marrones y poco a poco van cayendo las hojas caducas. Su cambio de color alerta sobre la pérdida de follaje que se producirá en invierno.

“El otoño devuelve a la tierra las hojas que ella le prestó en verano”, dijo George Christoph Lechtenberg, sugiriendo que este es un buen momento para observar lo que ocurre en la naturaleza.

Para los filósofos orientales, cada estación tiene su simbología, de modo que si en primavera es cuando los árboles florecen y en verano es cuando dan fruto, el otoño representa la época del cambio, cuando los árboles se despojan de lo superfluo para descansar en invierno y volver a renacer en un nuevo ciclo.

El otoño es una estación que se suele asociar a la melancolía, a la madurez, a la quietud y a la reflexión. Pero pese a sus connotaciones negativas o de tristeza, se trata sin duda de una estación muy querida y admirada por un sinfín de escritores y artistas.

La temática estuvo muy presente en la obra de Leopoldo Lugones, quien cantaba al amor eterno usando el otoño como metáfora: “No temas al otoño, si ha venido./ aunque caiga la flor, queda la rama./La rama queda para hacer el nido”.

En “Rosa de otoño”, refiere el poeta argentino: “Abandonada al lánguido embeleso/ que alarga la otoñal melancolía, tiembla la última rosa que por eso /es más hermosa cuanto más tardía”. 

Dos poetas ingleses como Shelley o John Donne, aprecian en el otoño una belleza única, inexistente en otras estaciones. Así, John Donne, aseguraba que “No existe belleza primaveral, ni el verano tiene tanta gracia, como el que he visto en un rostro otoñal”.

Doscientos cincuenta años más tarde, Percy Shelley, escribió: “Hay una armonía en otoño, y un brillo en su cielo, que durante el verano no se escucha o se ve, como si no pudiera ser, como si no hubiera sido”.

Por lo demás, se ha descubierto que los cambios estacionales en la temperatura y la luz inciden sobre nuestro estado de ánimo y comportamiento.

Un reciente estudio afirma que el momento de la estación del año en el que nacemos afectará nuestra personalidad al llegar a la vida adulta. Se dice, por caso, que quien nació en otoño tiene una personalidad tranquila, romántica y creativa.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/03/2021 en Uncategorized

 

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La llegada del invierno, la estación melancólica

Las bajas temperaturas, a partir de la irrupción de una masa de aire frío que se extiende por todo el país, nos anoticia de la llegada de la estación invernal, con sus días más cortos y noches más largas.

En el hemisferio sur el invierno se pone en marcha el 21 de junio y se extiende hasta el 20 de septiembre. Como todas las estaciones, es causado por la inclinación de 23,44 grados del eje terrestre sobre su plan orbital.

En Argentina, las zonas cordilleranas y regiones del sur patagónico se visten de blanco en esta época, donde el esquí y el turismo de aventura atraen a muchos extranjeros, siendo Bariloche la capital de la nieve.

En línea general la falta de luminosidad y el frío, característicos del invierno, evocan confusas sensaciones anímicas. En estos días grises, cuando las bajas temperaturas acobardan, no dan ganas de salir del hogar para trabajar o estudiar.

En la época del año cuando el sol baja su intensidad lumínica, cierta tristeza y melancolía afectan el alma, según describen muchos poetas y también los estudios empíricos.

“Los estudios muestran que la gente es más feliz, más enérgica y menos propensa a enfermar en los días largos y luminosos de verano, mientras que su humor tiende a rebajarse -y los estados de ansiedad y depresión a intensificarse- durante los días más cortos y grises del invierno”, explica Mayer Hillman, profesor emérito de la Universidad de Westminster (Reino Unido), en el último número de la revista ‘British Medical Journal’.

La llegada anticipada de la noche también puede provocar, en personas susceptibles a los estados depresivos, una dolencia conocida como trastorno afectivo estacional (SAD, por sus siglas en inglés) o depresión de invierno.

“En ausencia de luz, se segrega melatonina, un hormona que nos lleva la relajación y el sueño”, explica la psicóloga clínica Miren Larrazábal. Este proceso, combinado con otros factores, puede influir, a su vez, en otras hormonas como la serotonina, cuya carencia está íntimamente relacionada con la tristeza y, en grados patológicos, con la depresión.

El origen griego del término melancolía remite a “bilis negra”, es decir, al peor de los “humores”, según la interpretación científica que se hacía en la antigüedad del funcionamiento de nuestro cuerpo.

La melancolía era para Hipócrates (469-399 a.C.) uno de los cuatro humores que componían ese cuerpo humano. Y el médico griego, fundador de la medicina científica, habló de la melancolía invernal, sugiriendo que esta estación coincide con una pérdida de vitalidad. “Lo que causa más enfermedades es el cambio de estaciones”, sostenía al explicar cómo el clima condiciona el humor y la salud de las personas.

El tratamiento de la melancolía invernal varía. Algunas personas deciden mudarse a un clima más cálido durante esta época. Sin embargo el escritor alemán Ernst Jünger sostiene que necesitamos del invierno.

“La idea de pasar el invierno en costas soleadas entre los trópicos resulta agradable pero falsa –escribió-. Queremos que el árbol de la vida tenga flores durante todo el año. Pero también en los trópicos a los árboles se les caen las hojas. La noche del invierno no nos resulta menos necesaria que la noche del día. También por lo que respecta al corazón tenemos que prestar atención a la marea alta y a la marea baja. Quien sólo quiere tener marea alta se expone a la rotura del dique. No podemos estar siempre exentos de dolores, no podemos estar sin sombra, tenemos que aceptar la melancolía. También allí hay dioses”.

 

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Publicado por en 15/07/2019 en Uncategorized

 

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Más urbanos y más lejos de la naturaleza

Varios estudiosos de la civilización sostienen que a la par que las ciudades crecen en tamaño y población aumenta un sentimiento de nostalgia hacia las raíces ecológicas.

Se cree que hoy la mitad de la población mundial reside en entornos urbanos. Y dado que la migración rural a las ciudades es algo irrefrenable, se estima que la urbanización casi completa será la marca distintiva del siglo XXI.

Se trata de un fenómeno que describe una excepcionalidad antropológica. Porque por primera vez en la historia humana la población rural está dejando de ser la más numerosa.

Mientras el proceso es visto como un éxito civilizatorio –porque se parte del supuesto de que la urbanización lleva aparejada una mejora de las condiciones de existencia material de las personas- los desbordes encienden las alarmas de los organismos internacionales.

“En los próximos 40 años los niveles de urbanización se habrán incrementado dramáticamente, con un 70% de la población del planeta viviendo en áreas urbanas en 2050”, refiere la ONU.

A través de sus trabajos, ese organismo viene llamando la atención sobre dos aspectos de esta tendencia: la igualdad y la sostenibilidad. Vivir con las comodidades de la ciudad tiene, al parecer, un alto costo.

Por lo pronto, supone exprimir todavía más las energías y recursos disponibles en la naturaleza. Y esto cuando el actual ordenamiento humano ya está dejando desequilibrios preocupantes.

La tala de los bosques tropicales, el uso indiscriminado del agua dulce, la eliminación de dióxido de carbono en la atmósfera a un ritmo mucho más acelerado del que la tierra y los océanos pueden absorber están trasformando peligrosamente los sistemas vitales del planeta.

¿Cuántas más alteraciones sufrirá la Tierra, entonces, en un contexto de máxima urbanización? Esta tendencia imparable, según la ONU, agudizará también la desigualdad social, fuente de inconformidad y de inseguridad. Todo lo cual preanuncia un “efecto desestabilizador en las sociedades”.

Al margen de estos tópicos, mientras más gente desea vivir en las ciudades más siente la enorme nostalgia por la naturaleza perdida. La experiencia de un espectáculo natural en estado puro se está convirtiendo en una rareza.

De ahí se explica, por ejemplo, la expansión de un negocio mundial como el ecoturismo. Ir a un paraje alejado o agreste se ha convertido en un atractivo para aquella gente protegida por los espejismos artificiales de la ciudad.

Tener una experiencia ecológica puede significar conectarnos con recuerdos remotísimos o despertar en nosotros nostalgias que conectan con nuestra condición de seres terrestres.

En esos contactos se toma dimensión de cuánto nos hace falta la naturaleza, y de lo gravoso que significa su alejamiento en términos de salud física y mental. La palabra “nostalgia” resume bien este fenómeno psicológico.

Según el diccionario, es la “tristeza melancólica por el recuerdo de un bien perdido”.  En este caso, estaríamos en presencia de una melancolía por el recuerdo de ese bien ausente que es la naturaleza.

Resulta que los seres civilizados modernos, adictos a las comodidades que ofrece la vida urbana, padecemos una enfermedad mental extraña, asociada al hecho de haber salido de la naturaleza.

La civilización actual –construida por una generación materialista dedicada al comercio y la industria- está alejada del entorno vital en donde fue puesto originariamente el hombre.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 22/07/2013 en Uncategorized

 

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