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El desafío de apostar por el interior del país

Una mirada federal al desarrollo argentino

El desafío de apostar por el interior del país

La crisis sistémica que atraviesa el Estado argentino plantea la necesidad de barajar y dar de nuevo. ¿Por qué no atacar la macrocefalia de Buenos Aires -causa de tantos problemas- y generar incentivos para el desarrollo de localidades del interior?

Por Marcelo Lorenzo

La temática no está en la agenda de la elite dirigente, cuyas facciones siguen disputándose los despojos de un país extraviado. La Argentina necesita una empresa que la movilice y le dé una razón a los más jóvenes para que no emigren.

Un proyecto acorde con esta digna ambición es acabar con la macrocefalia urbana, concentrada preferentemente en Buenos Aires, acometiendo un repoblamiento del interior del país, dándole vida productiva a las localidades distribuidas a lo largo y ancho del territorio argentino.

Éste es el sueño del país federal, que hasta acá parece un mito romántico del siglo XIX, una aventura imposible, pero que bien mirado es una necesidad que emerge de su geografía y de la anómala distribución poblacional.

El historiador Jorge Ossona, un experto en el Gran Buenos Aires, sostiene que el conurbano bonaerense “simboliza el gran fracaso nacional, es como un cementerio de países que ya no existen”, producto de “un país que no sabe qué hacer consigo mismo y cómo trazar un sendero de desarrollo”.

Es un gran conglomerado caótico inventado y fomentado por una dirigencia ajena al interés general, que practica allí, a gran escala, un uso venal de los pobres.

Según Ossona, allí “se concentra el 40% de la pobreza administrada por un Estado bifronte con una cara legal, convencional, regida por el Estado de Derecho, y otra venal, nocturna, donde la ilegalidad constituye sus propios códigos”.

Una situación en la que el Estado es cómplice por una doble vía: “Primero porque evidentemente le da popularidad y le da votos -apunta el historiador-. Además, porque en la ilegalidad se hacen negocios suculentos cuya parte del león se la llevan burócratas al borde o al margen de la ley y que incluye a policías, jueces, fiscales, intendentes y distintos sectores de las burocracias municipales y de la provincial”.

Este engendro demográfico y territorial es querido por el poder político. Un dato puede esclarecer el punto: ese territorio empezó a cotizar políticamente, a partir de la reforma constitucional de 1994, cuando se consagró que la elección presidencial se hace de manera directa.

El peso del conurbano, por tanto, se convierte en algo sustancial. No hay la más mínima posibilidad de ser presidente si no se hace una buena elección en ese territorio.

Por lo tanto, las promesas se concentran en este lugar. Aquí va dirigido todo el aparato clientelístico del Estado. Porque es en este territorio donde se juega el poder.

Cabría postular que la generación de riqueza que se obtiene con la explotación de los recursos naturales y humanos del interior, es acaparada en su mayoría por el Estado nacional, que la distribuye luego en función de cálculos políticos. 

Lo que resulta paradójico es que mientras el interior del país está despoblado, siendo Argentina el 8º país en extensión territorial del planeta, con una densidad poblacional bajísima, millones de argentinos no pueden hacerse su casa por no tener acceso a un terreno.

El problema de fondo

Según datos del censo nacional del 2022, en Argentina viven poco más de 46 millones de personas a lo largo de los 2,8 millones de kilómetros cuadrados del territorio continental.

La distribución es por demás asimétrica: entre la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y el Gran Buenos Aires (conurbano bonaerense) residen unos 14 millones de habitantes: casi un 30% de la población total en poco más de 13.000 kilómetros cuadrados.

Un informe del Ministerio del Interior de la Nación publicado en 2020 señala que casi el 70% de la población reside en los 31 aglomerados urbanos más grandes del país.

El estudio indica que en el país hay “una distribución espacial desequilibrada: el 37% de la población urbana se encuentra localizada en el Aglomerado Gran Buenos Aires (AGBA). Su peso supera en casi 10 veces a la aglomeración que le sigue en magnitud de población. El 73% de la población de la provincia de Buenos Aires vive en los partidos del Conurbano, que representan el 4% de la superficie provincial”.

En sintonía con este diagnóstico, el portal oficial Datos Argentina, afirma que el 50% de los argentinos vive a menos de 400 km del llamado Kilómetro Cero, que es un monolito que está frente al Congreso, en la Ciudad de Buenos Aires (CABA).

“Si hacemos un círculo con un radio de 400 km con centro en el Km 0, encontraríamos al 50% de los argentinos dentro de ese círculo”, señala el portal, en cuyos mapas digitales sobresale que la mitad de la población se encuentra asentada básicamente en CABA y el Conurbano Bonaerense.

Apostar por las ciudades del interior

El urbanista e investigador Federico Poore adhiere al diagnóstico de que la Argentina sufre macrocefalia urbana, siendo Buenos Aires el lugar donde se concentra la mayor parte de la población, a contrapelo de un interior deshabitado.

“Siendo Argentina un país con tanta extensión, uno tiende a pensar que podrían existir muchas otras ciudades intermedias que hicieran las veces de núcleos de ciertas actividades, para desconcentrar la densidad poblacional”. refiere.

En su opinión la pregunta no es cómo hacer que Buenos Aires albergue a más gente, sino “cómo hacemos para desarrollar otras ciudades para que tengan más ventajas incluso para sus residentes actuales».

Se sabe que muchas ciudades del interior, por ejemplo en Entre Ríos, han venido perdiendo habitantes en las últimas décadas. Pero otras, y acaso sea un ejemplo Gualeguaychú, se resisten a achicarse.

Con sus más y con sus menos, Gualeguaychú ha tenido como obsesión un desarrollo endógeno y ha buscado, pese a contextos nacionales adversos, incentivar sus potencialidades para evitar que sus jóvenes emigren.

Las ciudades del interior esgrimen disímiles políticas para atraer residentes. Pero parece claro que una estrategia que apueste por las ciudades de menor tamaño requiere un requisito elemental: la preexistencia de un sector económico capaz de crear empleo genuino (sin recurrir al empleo estatal ni a los planes sociales).

La vitalización de los pueblos del interior de la Argentina -que equivale básicamente a una verdadera “conquista del desierto”- requiere la creación de empresas que arraiguen en el territorio.

Pero como aclara Poore: “No puede implantarse automáticamente una empresa simplemente porque haya voluntad política, sino que también son necesarias políticas públicas y económicas que acompañen ese proceso. Lo fundamental es generar las estructuras necesarias para que las personas puedan operar en un nivel razonable y obtener una cierta calidad de vida”.

Según el experto, dos son las herramientas más utilizadas en la misión de poblar el interior del país: el desarrollo de empresas de programación y de la economía del conocimiento, por un lado, y la industria del turismo, por el otro.

Entre las ventajas de la primera alternativa, figura la deslocalización de las principales firmas -posibilitado por el trabajo a distancia-, lo que constituye un activo central para los “nómadas digitales” que brindan sus servicios remotamente.

Según el investigador, “las empresas deslocalizadas ven un atractivo en los costos de las ciudades intermedias. No solamente por la carga impositiva, sino también por el valor del suelo y del costo de vida en general”.

Los olvidados pueblos rurales

De acuerdo a la organización no gubernamental “Responde”, que incentiva la recuperación de los pueblos del interior profundo de la Argentina, 625 de las 2.500 localidades rurales alrededor del país han sufrido una caída sustancial en el número de residentes en la última década.

En realidad, esta temática de los pueblos pequeños y en vías de extinción es la otra cara de un país desequilibrado demográficamente en el territorio, producto de un diseño unitario del poder.

La migración desde el interior a Buenos Aires, y el proceso de urbanización creciente allí, ponen en entredicho la existencia de núcleos poblacionales pequeños.

Entre los pueblos rurales, alrededor del 70% tiene menos de 2.000 habitantes. Estas comunidades pequeñas sufren de invisibilidad -se sabe poco de ellas- y corren riesgo de desaparecer si no se las apuntala.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 25/04/2024 en Uncategorized

 

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La fiesta ruralista, en el centenario del Frigorífico

La 130º Exposición de Ganadería, Industria y Comercio, impulsada por la Sociedad Rural Gualeguaychú (SRG), que se realiza este fin de semana, coindice con el centenario del mítico frigorífico local.

Fue justamente el 10 de septiembre de 1923 cuando, a instancias de los ganaderos de la zona, se constituyó formalmente la sociedad que incubó el Frigorífico Gualeguaychú, industria pionera de la región.

La Expo Gualeguaychú 2023, por tanto, está atravesada por el recuerdo de una gesta productiva local, fruto de la rebeldía de los ganadores de la región, quienes fueron los que impulsaron esta empresa emblemática de la región.

Así, la Sociedad Rural local, institución clave en el desarrollo social y económico de la ciudad en el siglo XX, tuvo mucho que ver con este emprendimiento productivo.

En efecto, los hombres que integraban esta entidad rural estuvieron detrás de la formación de una planta faenadora de carne, allá por 1923.

La Sociedad Rural Gualeguaychú (SRG) fue la convocante, en junio de ese año, de una multitudinaria asamblea, a la que concurrieron ganaderos de todo el litoral, incluyendo Santa Fe, Córdoba y hasta de República Oriental.

En ese conclave nació la idea, plasmada tres meses después, de fundar la Sociedad Anónima de Abasto y Saladeril que luego se convirtió en Frigorífico Gualeguaychú S.A.

La constitución de esta sociedad tuvo lugar el 10 de septiembre de 1923, con un capital suscripto y realizado de m$n 100.000, que se integró entre 249 accionistas.

Ese acto fue expresión de la rebeldía de un grupo de ganaderos de la zona que, arriesgando su patrimonio, apostó por el desarrollo de una industria clave para la época.

La planta local fue de vanguardia: fue el primer establecimiento netamente argentino exportador de carnes refrigeradas (dejó atrás la anticuada tecnología del saladero).

Gualeguaychú, con el frigorífico, vivió de la globalización (aunque este término no existía décadas atrás), mucho antes que otras localidades del interior. El primer embarque de “Chilled Beef” al mercado del Reino Unido tuvo lugar en enero de 1932.

Los británicos dominaban el negocio cárnico en aquellos años, trasladando inversiones hacia estas latitudes, construyendo frigoríficos que elaboraban la codiciada materia prima, con el propósito de abastecer, a través de las rutas de ultramar, el mercado inglés, y desde Londres erigirse en intermediarios privilegiados para los mercados mundiales.

El Frigorífico Gualeguaychú, en este contexto global, surgió por el empuje de los ganaderos de la región, que se sintieron perjudicados por las maniobras monopólicas del trust británico.

Partían del diagnóstico de que ese monopolio mantenía bajos los precios que se le pagaban al productor ganadero. En realidad, varios de los productos de exportación se malvendían (granos) y la intermediación inglesa dominaba la plaza comercial.

Emblema de la industria cárnica nacional -elogiado por el legendario Lisandro de la Torre, en el histórico debate parlamentario de 1935 alrededor del pacto Roca-Runciman- el frigorífico local fue una creación de capitales vernáculos.

El Frigorífico Gualeguaychú desempeñó un papel importante en la economía y en la comunidad local. Generó empleo en la zona y contribuyó al desarrollo económico de la región.

La industria cárnica en Argentina enfrentó dificultades en las décadas posteriores debido a cambios en el negocio y problemas económicos en el país, lo que impactó en la planta local.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 15/09/2023 en Uncategorized

 

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¿Cuándo vuelve la Expo Rural?

<< Semanario – septiembre 2021 >>

Una fiesta que es patrimonio socioeconómico y cultural de Gualeguaychú

Dos años sin la Expo Rural y la necesidad de recuperar una muestra local distintiva

   Se extraña este evento que es una vidriera de los actores económicos de la región, y que ha hecho suyo la comunidad local. La crisis sanitaria ha forzado su interrupción, limitándose la muestra a los tradicionales remates de hacienda. Los organizadores imaginan una renacimiento vibrante para el 2022.

Por Marcelo Lorenzo

  Los seres humanos suelen pasar por alto lo que poseen. Pero la percepción cambia radicalmente ante la pérdida de aquel bien del cual se disfrutaba inconscientemente. Es decir valoran las cosas cuando las pierden.

  El concepto aplica para la Expo Rural, la gran fiesta del campo y la ciudad que se desarrollaba con éxito en Gualeguaychú en forma ininterrumpida desde el año 2005, como vidriera de la producción agroindustrial y comercial de la región, pero que dejó de hacerse en los dos últimos años a causa del coronavirus.

  Los participantes, provenientes de la ciudad y del ámbito rural, se daban cita en septiembre en las instalaciones que la Sociedad Rural Gualeguaychú (SRG) posee en Urquiza al Oeste y Ruta 14, para disfrutar todo un fin de semana de una exposición que reunía en múltiples estands el dinamismo de la economía privada de la región.

  Entroncado con los tradicionales remates feria de la Sociedad Rural local, este evento que hace 16 años se amplió exitosamente hacia el resto de los actores económicos de Gualeguaychú y de la región, tuvo su última edición en 2019 y desde entonces está en suspenso.

  En los dos últimos años la ciudad se ha visto privada de esta plataforma en la cual convergen la ciudad y el campo, algo único en su tipo en la región, una creación original de los gualeguaychuenses, una apuesta del sector privado.

  Producto genuino de la sociedad civil de Gualeguaychú, hay razones objetivas para creer que se trata de la segunda fiesta en importancia de la ciudad y la región, después del Carnaval del País.

  ¿Qué impacto tiene en la zona sur entrerriana la interrupción de esta muestra? ¿Cómo se digieren dos años consecutivos de parate? ¿Cuál ha sido la conducta de los actores económicos intervinientes durante este tiempo de inactividad? ¿Qué pasará con este evento en el futuro?

Parate forzado

  SEMANARIO convocó a directivos de la Sociedad Rural local para responder a algunos de estos interrogantes y tratar de dilucidar el porvenir de una muestra cuyo objetivo es ser la vidriera de las fuerzas productivas del sur de la provincia.

  El presidente de la entidad, Sergio Dalcol y el protesorero, Enzo Bocalandro, aunque reconocieron el golpe que significa el hecho de tener que suspender las últimas dos ediciones de la fiesta, sin embargo expresaron que está en los planes retomarla en 2022, dándole renovado impulso.

  “Debo aclarar que si bien estos dos últimos años se debieron eliminar todas las actividades y atracciones que apuntaban al público en general, sin embargo se realizaron las exposiciones ganaderas con juras y remates, con la idea de no perder la plaza, ni el vínculo con las cabañas y los productores”, explicó Dalcol.

  Es decir, en 2020 y 2021 no fue posible presentar los variados estands que mostraban y comercializaban productos del mundo mercantil e industrial, sobre todo de los insumos y la maquinaria orientada a la actividad agropecuaria. Tampoco se pudieron hacer los espectáculos musicales ni las actividades destinadas a la recreación de los concurrentes.

  En su lugar se realizaron las 127ª y 128ª Expo Ganaderas,  que convocaron a productores y cabañeros de la zona. Y en este sentido se mantuvo la tradicional y centenaria exposición de hacienda de la SRG, que se remonta al año 1898.

  Sin embargo, a causa de la pandemia, la ciudad se ha perdido en los últimos dos años la realización de un evento que se había instalado con fuerza en el calendario de Gualeguaychú, e incluso en el de la provincia.

El significado de la fiesta

  Según los entrevistados, la Expo tiene distintas aristas. En principio genera movimiento económico, no sólo al interior de la muestra (donde se realizan negocios entre oferentes y demandantes del sector rural) sino en su exterior, por el gasto que el público visitante hace en la ciudad.

 “Hay que pensar que son muchos los actores que confluyen. Están primariamente los medianos y pequeños productores que ven en la Expo Rural una buena oportunidad para generar ingresos y posicionamiento. Está todos los que venden servicios e insumos asociados a la actividad agropecuaria, desde proveedores de repuestos, de alambres, de suplementos alimentarios para los animales, pasando por los vendedores de semillas y fertilizantes, hasta los servicios mecánicos y la maquinaria agrícola”, describió Bocalandro.

  “Muchas veces perdemos de vista –añadió– que el productor agropecuario es alguien que invierte en su negocio y tiene una gran capacidad de gasto. Está en sus genes. Es alguien que toma riesgo y está acostumbrado a ampliar su negocio. Es decir es un genuino inversor, lo contrario de un especulador financiero”.

  Además, recordó que a esta participación ligada a la dinámica agropecuaria, se suma la presencia de empresas locales y regionales de distintos rubros, como es el caso de telefonía, tecnología, concesionarias de vehículos, alimentos, y servicios bancarios,  entre otros.

  “Nosotros privilegiamos primero a los sectores empresariales locales. Queremos que todos estén con su estand. En una segunda instancia abrimos la participación a las firmas de otros lados. Y es así que tenemos la presencia empresaria de ciudades como Concepción del Uruguay o Gualeguay”, apuntó.

  “En la exposición, por ejemplo, hay gente que vende piletas. Y uno se podría preguntar qué sentido tiene este producto en la muestra. Es muy simple: porque el hombre de campo, que también busca el confort para su familia, tiene la aptitud para adquirirla”, destacó Bocalandro

  Pero el otro costado no menos importante es que la Expo devino en una atracción familiar, que en 2019 tuvo una asistencia de 25.000 personas el día domingo. Los concurrentes recorren los estands y disfrutan de distintos espectáculos, por ejemplo musicales y de destrezas rurales. Además en las últimas ediciones hubo una presencia destacada de vecinos de la República Oriental del Uruguay.

  Según los entrevistados, desde el punto de vista económico la muestra “refleja la diversidad de la estructura productiva” de Gualeguaychú y su zona, configurada por cuatro grandes sectores: agropecuario, industrial, comercial y de servicios (que incluye al turismo).

  Pero a este aspecto económico -que recoge el dinamismo del sector económico privado- se suma la sociabilidad asociada al encuentro de vecinos, tanto rurales como urbanos, que confraternizan e interactúan en un ambiente festivo.

  Esto hace de la Expo un evento sui generis, único en su tipo en la región, con gran potencialidad de crecimiento, que a la vez posiciona a Gualeguaychú con un producto turístico en temporada baja, capaz de atraer a grupos familiares.

  Según Dalcol, la Expo Rural es la prolongación en el tiempo de las centenarias exposiciones ferias ganaderas organizadas por la SRG, que en las últimas décadas sumó a la muestra a otros sectores (industria, comercio y servicios), dentro de una filosofía que busca afianzar los lazos entre el campo y la ciudad.

El futuro

  Los entrevistados dijeron que la ausencia de la muestra en los últimos dos años se ha hecho sentir entre los actores que venían participando. “Al otro día que terminó la edición 2019 de la Expo Rural había gente que ya quería pagar para guardarse un lugar en la edición 2020”, comentó Dalcol.

  Todo este tiempo las consultas sobre la fiesta han ido en aumento, algo que refleja la necesidad de comerciantes e industriales de aprovechar la oportunidad que le brinda la muestra. Y al respecto hay una gran expectativa para el año 2022, que se espera pueda ser el reencuentro de todos los sectores productivos de la zona en la exposición.

  “Nosotros estamos muy entusiasmados. Imaginamos que no habrá impedimentos para realizar la Expo, a la cual le queremos dar una vuelta de tuerca. Estamos pensando en algunas innovaciones. Estamos avaluando dar mayor realce al tema de los espectáculos. Esa es la idea”, anticipó el titular de la SRG.

  Por otra parte, los entrevistados explicaron que se buscará reforzar los vínculos con los uruguayos. “Tenemos una espléndida relación con ellos. En Mercedes tienen una exposición similar que se llama Expoactiva. En la mesa binacional que hemos conformado la idea es promocionar las respectivas muestras”, destacó Bocalandro.

Exposición centenaria

   Si bien la primera gran Expo se realizó en el año 2005, y en ella confluyeron todos los sectores productivos de la región, la muestra empalma con la centenaria feria ganadera de la entidad rural local.

   Mientras la SRG fue creada el 10 de enero de 1897, en octubre del año siguiente realizó la 1ª Feria Exposición Ganadera en el amplio predio que poseía en avenida Rocamora -entre Goldaracena y Buenos Aires-.

  Para 1903 ya se habían realizado once ferias ganaderas -porque se hacían cada seis meses-, y en 1904, por la situación económica de la ganadería, se suspende el evento por primera vez.

  En 1908 tuvo lugar la 1ª Exposición Provincial, con apoyo gubernamental. En 1913 se prefigura la actual Expo Rural con la incorporación de otros actores económicos, ya que ese año se realiza una feria interprovincial “ganadera, agrícola e industrial”.

  En 1967 la SRG se muda a las actuales instalaciones ubicadas en Urquiza al Oeste y ruta 14, las que son consideradas una de las mejores del país. Allí, el 20 de marzo de ese año, se realiza el primer remate de hacienda y en septiembre se lleva a cabo la 74ª Exposición Ganadera.

  En 2005 se realiza la 112ª Exposición Ganadera en forma conjunta con la 1ª ExpoSur Entrerriano, cuyo presidente honorario fue al padre Luis Jeannot Sueyro.

  En 2018, durante la 125ª Expo Rural Gualeguaychú, se recordaron los 120 años transcurridos desde la primera Feria Ganadera.

El papel oficial

  Los entrevistados dijeron que históricamente la exposición organizada por la Sociedad Rural contó con el apoyo de los gobiernos tanto provincial como municipal.

 “Todos los gobiernos a lo largo de la historia, no importa su procedencia ideológica, han apoyado la exposición”, refirió Bocalandro. Sin embargo, a nivel local esta situación se ha modificado.

  “El gobierno municipal siempre apoyaba con toda su estructura el evento. En los últimos años esto ya no es así. Desgraciadamente el actual gobierno municipal no ve esta fiesta, no la registra. Por eso nos cobra todo -por ejemplos las horas extras de los agentes de tránsito-”, criticó.

  Al respecto atribuyó esta actitud al hecho de que el oficialismo municipal “tiene un problema ideológico con el campo”, algo que, según Bocalandro, no pasa con los funcionarios provinciales. “Pese a esta actitud, la oficina de Producción de la municipalidad tuvo siempre un espacio importante en la muestra”, aclaró.

Los ganaderos que crearon el mítico frigorífico local

  La Sociedad Rural Gualeguaychú (SRG) tuvo un rol protagónico en la creación el Frigorífico Gualeguaychú.

  En junio de 1923 convocó a una asamblea a productores ganaderos de todo el país para debatir sobre la crisis que sufría el sector. En esa reunión se decidió avanzar en la constitución de un emprendimiento para procesar carne que pudiera competir con los frigoríficos foráneos.

  Es así que el 10 de septiembre de 1923 tuvo lugar la constitución de la “Sociedad Anónima de Abastecimiento Urbano, Saladeril y Frigorífica Gualeguaychú”, con un capital suscripto y realizado de m$n 100.000, que se integró entre 249 accionistas.

  Ese acto fue expresión de la rebeldía de un grupo de ganaderos de la zona que, arriesgando su patrimonio, apostó por el desarrollo de una industria clave para la época.

  Durante más de 50 años, la ciudad giró alrededor de este emprendimiento que llegó a emplear, en su momento de esplendor, a 1.200 trabajadores directos.

© Semanario

 
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Publicado por en 25/10/2021 en Uncategorized

 

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Quién fue el señor de Talitas

<<< Semanario – mayo 2021 >>>

Al rescate de uno de los poetas esenciales de la cultura nativa local

Quién fue el señor de Talitas

Un libro sobre Pablo José Díaz Fusté, cultor de la poesía gauchesca y quien mejor le cantó a Talitas, su patria chica, conduce al lector a un viaje mágico donde se mezclan la literatura y la historia.

Por Marcelo Lorenzo

“Le cantó a Talitas, su querencia, a la raza noble del gaucho, a la tapera de tacuara carcomida, al baquiano y al resero nacidos de la ondulada llanura, al palenque enhiesto aprisionado en la tierra, a los bravos soldados de Caseros, a la patria y a los héroes anónimos; a sus días de estanciero, a su padre, a su hijo, al caballo criollo amigo del paisano, a los grandes de la patria chica, a los afectos, al campo y  sus vestigios materiales”.

Este elocuente fragmento, extraído del flamante libro “Pablo José Díaz Fusté. El poeta de estancia La Cruz”, escrito por las profesoras Milagros Casanova y Silvia Razzetto, da una pista sobre uno de los personajes ilustres de las letras de Gualeguaychú,  cuyo busto se encuentra en el selecto “Rincón de los Poetas” de la Plaza San Martín, un espacio que es tributo de admiración a los principales vates gualeguaychuenses.

En el medio literario local se sabe de “Brasas de Ñandubaysal”, la obra principal de Pablo J. Díaz Fusté, en la que le cantó a Talitas, el lugar donde nació,  en sentidos versos criollos que le granjearon la admiración de sus contemporáneos a mediados del siglo XX.

“Versos míos… ¡Tan montaraces y chúcaros! Jamás pensé que partieran entropillados a correr el mundo…”, dice el poeta en el prólogo de esa publicación, que llegó a la imprenta en 1958, un año antes de su fallecimiento.

Pero más allá incluso de referencias  aparecidas ocasionalmente en publicaciones sueltas y en algunos medios literarios especializados, es poco lo que se sabe sobre este talitense que vivió entre 1901 y 1959. Y es este vacío el que viene a llenar el libro de marras, editado por la imprenta Rojas y que en breve estará en las librerías de la ciudad.

Las autoras, que hace poco publicaron un trabajo de investigación sobre el escritor Jano del Oeste, continúan de este modo su tarea de rescate cultural de personalidades literarias locales, produciendo en este caso un libro donde se aborda sistemáticamente la obra del “señor de Talitas”,  como se conoció a Pablo Díaz.

Especialista en literatura, Milagros Casanova aborda así todos los aspectos vinculados a la singular lírica de este escritor autodidacta que reúne la extraña condición de hacendado y poeta, en tanto que la historiadora Silvia Razzeto contextualiza al personaje, que es descendiente de las familias fundadoras de Gualeguaychú y reflejó en sus versos gauchos la ideología nativista dominante en su época.

En diálogo con Semanario, las autoras comentaron que el libro surgió a instancias de los familiares de Díaz -en especial de su nuera Elsa Raquel Saavedra- quienes les acercaron documentación inédita sobre la vida y los escritos del poeta.

La obra permite un acercamiento a uno de los escritores locales que “supo reunir en sus versos el amor a su pago chico y la fidelidad a las tradiciones”, refiere Casanova,  para quien Díaz, conocido familiarmente como “Pablito” para diferenciarlo de su padre, también llamado Pablo José, es una voz auténtica de la tierra.

La lírica gauchesca, según explicó, no fue en este escritor nativo un artificio literario, un producto postizo fabricado en un gabinete académico, alejado existencialmente del hombre de carne y hueso inserto en su medio natural.

Según Casanova, aquí las palabras  no son un juego diletante sino el vehículo de sentimientos nacidos de un alma gaucha en contacto directo con la tierra y sus habitantes, los paisanos.

Así lo reconoció en su momento el reconocido nativista Julio Carlos Díaz Usandivaras: “yo siempre lo veré en Talitas, despertando en la garganta de los pájaros, sumándose en el viento amigo como corona de la tierra”.

Y lo canta en soneto el poeta de Larroque, Roberto Romani: “Es el verso entrerriano que palpita y enamora la dulce chamarrita a través de la sombra de Pablito.”

HACENDADO Y POETA

Díaz estudió en el Colegio Nacional ‘Luis Clavarino’  y había emprendido la carrera de odontología en Rosario, pero este proyecto se truncó al morir su padre, lo que lo obligó a regresar a la estancia ‘La Cruz’ y asumir el manejo de la explotación rural.

Se casó con María Dominga Martinolich Lucca, con la que tuvo dos hijos, una niña que falleció al nacer y un varón, Carlos Alfredo. ¿Pero cómo alguien que se dedica a las tareas rurales se convierte a la vez en poeta?

Según las autoras del libro, ésta es una de las grandes particularidades de Díaz. En principio hay una influencia literaria en la familia –su tatarabuelo era un asiduo lector y escribía poemas- al tiempo que el poeta cultivó amistad con personalidades de la cultura nativa de la época y de hecho fue miembro de la Asociación Amigos del Arte.

“Hay que pensar que en la estancia ‘La Cruz’ se hacían tertulias intelectuales, con escritores, payadores y hombres del arte de la época”, apunta Casanova al señalar que Díaz era miembro de una comunidad afín, integrada por escritores como Eufemio Muñoz, Delio Panizza, Francisco Belgeri, Aristóbulo Barroetaveña, entre otros.

“Estamos hablando de un poeta sin una formación literaria académica –añadió-. Sin embargo, posee un arte que sabe combinar muy bien ritmos y métricas. Hay algo allí de don natural y también de aprendizaje en un entorno  cultural propicio que estimuló su vena literaria. Pensemos, por ejemplo, que Díaz Usandivaras, director de la revista “Nativa”, que difundía la poética gauchesca y tradicionalista, fue el principal impulsor de la primera publicación del poeta talitero”.

Según Casanova, en los sonetos y romances Díaz revela no sólo un gran sentido artístico sino también humano. “Su poesía es sencilla y sentida. Logra así tocar el corazón de los lectores. Revela, por otro lado, a un hombre con un gran poder de observación, un conocedor profundo de su tierra y de su gente”, destaca.

ANTIGUO LINAJE

Razzetto llama la atención sobre el hecho de que la vida de Díaz transcurre en la estancia ‘La Cruz’, emplazada contra el río Gualeguay, un mítico enclave ganadero que se formó a fines del siglo XVIII, al igual que otras haciendas de la zona y que fue organizada por Don Manuel de la Cruz Mosqueira.

“Estamos hablando de los antiguos vecinos que poblaron el Partido de Gualeguaychú, allá por el año 1780. Los Mosqueira se asentaron en el lugar, al igual que los Petizco, los Orué, los De León”, comentó la historiadora.

“Eran grandes unidades ganaderas –agregó-. Sus propietarios también tenían casas en la villa de Gualeguaychú, porque fueron sus fundadores. Es importante el rol que cumplió esta gente en la Revolución de Mayo, a la que se plegaron con entusiasmo. Algunos integraron el Cabildo local”.

Pablo José de León, tatarabuelo de nuestro escritor, era el administrador de la estancia de los Mosqueira, y yerno del propietario. “Cuando se produce la Revolución de Mayo, participa activamente junto a otros vecinos. Vale aclarar que si bien los primeros pobladores son europeos, sus hijos, muchos de los cuales administran las haciendas, son criollos”, señaló Razzetto.

COSTUMBRES AUSTERAS

Nuestro personaje transcurrió su vida en torno del hogar doméstico y de las faenas rurales, que además alternó con el uso de la pluma.

De acuerdo a la descripción de Razzetto, Díaz se ajusta al tipo humano  tradicional  propio de las zonas rurales, un hombre de campo de costumbres austeras, que hacía un culto de la sencillez, afecto a un estilo de vida estoico.

Díaz encarnaba a su manera esa estirpe de argentinos orgullosos de su origen criollo, un sobrio defensor de los usos tradicionales, que veía en la raza de los gauchos el arquetipo de la identidad nacional.

Adhería, así, a la corriente nacionalista y nativista de la época, que reivindicaba al ser humano autóctono, que en el pasado protagonizó las guerras de la independencia, que peleó por la libertad en las contiendas civiles, y que en los períodos de paz construyó la riqueza del país agropecuario.

La poesía de Díaz lleva las marcas de esta ideología, de esta cosmovisión del hombre de tierra adentro. Pero según las entrevistadas de ninguna manera hay que ver ahí una pose, sino una auténtica proyección espiritual en alguien que sobresale por la coherencia entre su estilo de vida y las letras de sus versos.

Otro aspecto que caracteriza al personaje es su sentido comunitario. La solidaridad con el grupo social es un rasgo en las comunidades rurales y los testimonios dan cuenta que Díaz trabajaba a la par de sus peones, a los que daba un trato justo y humano.

Del otro lado, potenciado seguramente por su condición de propietario, consciente miembro de las familias fundadoras, nuestro personaje no rehuía por tanto a sus responsabilidades cívicas y políticas.

La índole conservadora del hacendado y poeta se refleja en su afiliación al Partido Demócrata y a su condición de miembro de la Sociedad Rural, una institución que tuvo una fuerte gravitación política en Gualeguaychú, al igual que en el resto del país.

Talitas

Es una hojita de gloria

del libro de la nación,

en el pago del horcón

que aún no pasó a la historia.

La que según los decires

conserva entre sus ceibales

los recuerdos inmortales

de la fama de Ramírez.

La de los gauchos sencillos

que hacen patria en alpargata,

la del gaucho que no mata

ni hiere con sus cuchillas.

Yo que siempre te he seguido

con constancia de mamón…

hoy te dejo el corazón,

pago, donde yo he nacido.

            (Pablo J. Díaz Fusté)

Rutinas

Y voy como rezago de mi raza

encendiendo fogones a mi paso,

que esta rebelde sangre se florece

cada vez que veo un poncho o algún lazo.

Marchando cara al sol a mí destino

en la manía de gustar pasado,

quisiera ser la sombra de mí mismo

para gustar la huella de lo andado.

¿Es acaso mi raza la que ordena

o la sangre heredada que me apega?

Yo sólo sé que soy como es un eco

de aquella voz lejana que me llega.

Escribo sin saber por qué ni cómo,

porque la vida es frágil y se quiebra…

Y quisiera ser la araña previsora

que va atando rutinas a su hebra.

                               (Pablo J. Díaz Fusté)

© Semanario -la revista de Gualeguaychú-

 
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Publicado por en 23/06/2021 en Uncategorized

 

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La figura de Favaloro y el lado social de la medicina

Hoy (12 de julio) se celebra en Argentina el Día Nacional de la Medicina Social en conmemoración al nacimiento del doctor René G. Favaloro, quien encarnó el ideal humanístico del médico.

Al dar los primeros pasos en la profesión, Favaloro aceptó la invitación de un tío residente en la localidad de Jacinto Arauz, un pueblo pampeano de 3.500 habitantes, para trabajar allí como médico rural.

Su llegada, en 1950, revolucionó la zona. Se trataba de un médico joven y talentoso que se preocupaba integralmente por sus pacientes, a quienes no veía como meros casos clínicos individuales, sino como personas dignas y complejas que participaban de una comunidad.

Al recordar esos comienzos en Jacinto Arauz, el célebre cardiólogo argentino, considerado una eminencia mundial en ese campo, escribió: “Los grandes colaboradores míos fueron las comadronas, que las hice amigas y las fui instruyendo, y los maestros rurales. Entonces, un día el intendente vino y me dijo: ‘¿qué pasó? ¿No se mueren más chicos?’ Todo lo que había que hacer era mezclarse con la comunidad”.

Junto con su hermano Juan José, que se unión a la tarea, René Favaloro logró modernizar el centro asistencial con una serie de logros inéditos en La Pampa, como la reducción de las infecciones en los partos, de la mortalidad infantil y de la desnutrición.

Al mismo tiempo, gracias a su iniciativa, se organizó un banco de sangre y un padrón de donantes voluntarios, al tiempo que recorrió los castigados caminos rurales atendiendo pacientes de todas las edades y condiciones sociales.
Años más tarde Favaloro recordaría esta época diciendo que el quehacer médico “debe estar rodeado de dignidad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciamiento”. 

Aunque a Favaloro se lo conoce mundialmente por haber desarrollado la cirugía del by-pass aortoroconario o de revascularización miocárdica, un hito en la historia de la enfermedad coronaria, es también considerado un héroe de la medicina social.

Por eso mismo cada 12 de julio, aniversario de su nacimiento, se celebra en la Argentina un día especial en el cual se recuerda su compromiso con la dignidad humana y su comunidad, en la convicción de que “la medicina sin humanismo médico no merece ser ejercida”, según los dichos de Favaloro.

Este médico vio como pocos en el país que hay una íntima conexión entre la enfermedad y el medio social, percepción que fundamenta la medicina social, entendida como una rama de la ciencia médica que se ocupa de la salud de la colectividad.

Esta rama de la medicina comenzó formalmente a principios del siglo XIX, en un contexto en el cual la revolución industrial afectó la salud de los más pobres.

La expresión se originó en Francia en 1848, apareció publicada en la “Gazzette Médicale” de París, y fue acuñada por el doctor Jules R. Guérin (1801-1866).

Con la crisis económica del año 1930, la medicina social fue un componente de la creación en Occidente del “Estado Benefactor”, impulsado por William Henry Beveridge (1879-1963) y John Maynard Keynes (1883-1946), que deseaban la participación de los gobiernos en el financiamiento de los servicios básicos para el desarrollo del hombre, señalaban las interrelaciones de la economía, la educación, la seguridad social, la salud y el trabajo.

El campo de la medicina social es comúnmente asociado con la “salud pública” en la idea de entender lo que se conoce como los determinantes sociales de la salud.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/11/2019 en Uncategorized

 

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Turismo: dinámica de distintos actores

La actividad turística comprende a los viajeros, el sector turismo (prestadores), el ambiente (tejido naturales y culturales) y la comunidad anfitriona (población receptora).

Las relaciones y reacciones de estos protagonistas que intervienen en el sistema turístico son clave para el desarrollo correcto de la actividad y del  éxito de una temporada.

Así por ejemplo los turistas vuelven a un lugar o lo recomiendan conforme al nivel de satisfacción que obtienen, la cual influye directamente en el comportamiento (recomendaciones y narración de experiencias).
Para que la experiencia pueda ser recordada, el turista debe ver al anfitrión como un ente de conocimiento y de apoyo en su viaje.

Al mismo tiempo la comunidad receptora debe ver al viajero no como un invasor sino como un elemento que le permitirá generar orgullo a su lugar de residencia.

Por último, las relaciones deben evitar el antagonismo, la molestia e incluso el odio. Al respecto el turismo no está exento de perjuicios. De hecho tiene su lado oscuro, como es el caso del turismo sexual, en el que se explota miserablemente a niños y adolescentes.

Pero sin considerar este costado extremo, a un tiempo lacerante y delictivo, la industria del turismo ha logrado ser también la maldición de entornos urbanos y paisajes naturales, y en otros casos ha generado discordia social.

Esto ya ha sucedido en varios centros de atracción en el país y en el exterior. Algunas villas o aldeas, que atrajeron a los visitantes por sus paisajes naturales, cayeron luego víctimas de la voracidad turística.

Esto ha explicado Fernando Diez, especialista en desarrollo urbano y profesor de la Universidad de Palermo (UP), para quien en algunos lugares de Argentina, como la Patagonia, resonantes éxitos turísticos concluyeron con la destrucción de los atractivos que los hicieron posible.

En su opinión, “la industria del turismo como explotación económica del paisaje y del turista debe encontrar razonable contrapeso en un enfoque de difusión cultural, en la legislación de protección urbana y paisajística, y en los intereses de los poblados y sus comunidades”.

En la literatura turística se postula que la actividad surge primariamente del encuentro entre el turista (demanda) y el anfitrión (oferta), y de hecho se enfatiza que es constitutivo de ella la “alteridad”, de suerte que el negocio depende de que la relación entre ambos agentes sea satisfactoria.

El anfitrión es visto como el espejo del turista, es decir como el “otro” frente al que el turista se construye, aquel nativo a quien el turismo debería beneficiar.

El habitante de la comunidad receptora es quien acoge al turista, y en muchos casos es quien le da vida y carácter (con su hospitalidad, por caso) a ese entorno de experiencias que satisfarán o no al visitante.

Se habla de anfitriones activos y pasivos. Los primeros son los que atienden directamente al visitante y son los que están enrolados dentro de los prestadores turísticos (personal de hoteles, restaurantes, playas, etc.).

En tanto los anfitriones pasivos son los habitantes del destino turístico, se trata de aquellos que, sin estar vinculados directamente con la industria sin chimenea, sin embargo interactúan con el turista, haciendo confortable o no su estadía.

Tiene que haber, en suma, una interrelación satisfactoria entre demandantes y oferentes para que la industria turística reporte por un lado satisfacción al visitante que se mueve en viaje de placer, y por otro genere beneficios económicos y sociales al anfitrión.

 

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Publicado por en 28/11/2019 en Uncategorized

 

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El mate, marca de identidad argentina

Como cada 30 de noviembre, hoy se festeja el «Día Nacional del Mate», una infusión que es un símbolo de identidad de los argentinos y que fue consumida hace siglos por los guaraníes.

En el campo o la ciudad fue, es y será la bebida nacional, aunque también se lo toma en otros países americanos (como Uruguay y Paraguay). El mate fue el alimento emblemático de los guaraníes desde mucho antes de la llegada de los españoles a América.

Este antiguo pueblo americano conocía sus propiedades. Era remedio para sus males, aliviaba el hambre, mitigaba el cansancio y la fatiga muscular, curaba sus heridas e incluso era usado por los brujos para adivinar el futuro de la tribu.

Cuando los primeros conquistadores llegaron para fundar Asunción, se encontraron con esta costumbre, la adoptaron y la distribuyeron por todo el Virreinato. El mate se convirtió entonces en gran protagonista de la vida colonial. Lo tomaban desde el virrey hasta el último de los esclavos.

Fueron los jesuitas los grandes promotores de la yerba mate. La Corona española le otorgó a esta orden religiosa el total usufructo de los beneficios de la yerba, y fue así que se enriquecieron  la Orden y la región. Tanto que se lo llamó ‘el oro verde’.

El mate se convirtió en una costumbre inseparable del gaucho, el personaje nómada de estas pampas, el jinete dedicado a las tareas rurales que protagonizó la vida política del país en el siglo XIX.

La bebida que consumía en sus tiempos de ocio era el “mate amargo”, presente siempre en el fogón campero acompañando las largas charlas, cuentos, chismes y “sucedidos”.

Por eso los poetas gauchescos no dejan de nombrar al mate. Tal es el caso de José Hernández que en el Martín Fierro dice: “…y sentao junto al jogón / a esperar que venga el día, / al cimarrón se prendía / hasta ponerse rechoncho, / mientras su china dormía / tapadita con su poncho”.

El poeta y cantor José Larralde escribió por su lado: “En tu pancita verdosa / cuantos paisajes miré / cuantos versos hilvané /mientras gozaba tu amargo / cuantas veces te hice largo / y vos sabías porqué”.

Entre Ríos es una provincia matera. Algunos consideran que la expresión “panza verde”, con la que se describe a los nativos de este territorio, está vinculada con la devoción autóctona al mate.

Es difícil no hallar un mate, una bombilla y un paquete de yerba, en un hogar entrerriano, por más humilde que sea. El mate no distingue entre ricos y pobres, no hay colores ni clases sociales para compartirlo, no hace diferencia de género ni de edad.

Compañero fiel en las mañanas y las tardes de la mayoría de los argentinos, apoyo invalorable de estudiantes y trabajadores, el mate acompaña al solitario y convoca al encuentro.

Según el Instituto Nacional de la Yerba Mate, consumimos casi 7 kilos por habitante por año, lo cual equivale a 100 litros de mate cebado; es decir, más que cualquier otra bebida.

Argentina es el principal productor mundial de yerba mate y se cultiva únicamente (por su clima y suelo rojo) en Misiones y nordeste de Corrientes.

Según informes del sector, entre enero y octubre de 2018 las exportaciones de yerba mate totalizaron 37, 8 millones de kilos (un 41% más que en el mismo periodo del 2017).

En cuanto al mercado interno, en igual período, los despachos de yerba mate “a salida de molino” totalizaron 223, 6 millones de kilos, considerado una cifra récord para el sector.

 

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Publicado por en 06/12/2018 en Uncategorized

 

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Frigorífico: recuerdo de la gesta productiva local

Hoy (10 de septiembre) se cumplen 95 años  de la creación formal del Frigorífico Gualeguaychú, un ícono del empuje productivo de la comunidad local.

El 10 de septiembre de 1923 tuvo lugar, en efecto, la constitución de la “Sociedad Anónima de Abastecimiento Urbano, Saladeril y Frigorífica Gualeguaychú”, con un capital suscripto y realizado de m$n 100.000, que se integró entre 249 accionistas.

Ese acto fue expresión de la rebeldía de un grupo de ganaderos de la zona que, arriesgando su patrimonio, apostó por el desarrollo de una industria clave para la época.

Durante más de 50 años, la ciudad giró alrededor de este emprendimiento que llegó a emplear, en su época de esplendor, a 1.200 trabajadores directos.

Además, fue una empresa con sesgo social. Un barrio, el de Pueblo Nuevo, se creó a su alrededor. No ha tenido la ciudad, cuentan sus ex empleados, algo parecido. La cobertura médico asistencial, educativa, deportiva, societaria, dirigida a la familia obrera, dejó un rastro indeleble en el cuerpo social.

La planta local fue vanguardia en su época: fue el primer establecimiento netamente argentino exportador de carnes refrigeradas (dejó atrás la anticuada tecnología del saladero).

Gualeguaychú, con el frigorífico, vivió de la globalización (aunque este término no existía décadas atrás), mucho antes que otras localidades del interior. El primer embarque de “Chilled Beef” al mercado del Reino Unido tuvo lugar en enero de 1932.

La planta local fue producto de un contexto histórico global. El negocio de la carne explotó en estas latitudes, en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la aparición de la demanda europea, especialmente de Gran Bretaña, potencia hegemónica de la época

En ese país, a medida que la población crecía y la Revolución Industrial desplazaba a millares de personas desde los campos a las ciudades, los cambios demográficos y el mayor poder adquisitivo de las masas asalariadas alteraron los hábitos de dieta y el gusto: los consumidores británicos querían carne, en lugar de pan y papas.

Una de las comarcas más promisorias para la producción de este alimento a gran escala en todo el mundo era Sudamérica, en especial el litoral argentino-uruguayo, donde abundaba el ganado vacuno.

Los británicos dominaron el negocio cárnico en aquellos años, trasladando inversiones hacia estas latitudes, construyendo frigoríficos que elaboraban la codiciada materia prima, con el propósito de abastecer, a través de las rutas de ultramar, el mercado inglés, y desde Londres erigirse en intermediarios privilegiados para los mercados mundiales.

El frigorífico Gualeguaychú, en este contexto global, surgió por el empuje de los ganaderos de la región, que se sintieron perjudicados por las maniobras monopólicas del trust británico.

Partían del diagnóstico de que ese monopolio mantenía bajos los precios que se le pagaban al productor ganadero. En realidad, varios de los productos de exportación se malvendían (granos) y la intermediación inglesa dominaba la plaza comercial.

La influencia británica en la pampa –que pasaba también por los ferrocarriles- venía siendo impugnada por un sector de la opinión pública, ganada por el discurso nacionalista de la época.

Emblema de la industria cárnica nacional -elogiado por el legendario Lisandro de la Torre, en el histórico debate parlamentario de 1935 alrededor del pacto Roca-Runciman- el frigorífico local fue una creación de capitales vernáculos.

 

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Publicado por en 18/09/2018 en Uncategorized

 

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Los amigos del padre Luis Jeannot Sueyro bregan por su canonización

¿EL CURA GAUCHO SERÁ RECONOCIDO ALGUNA VEZ COMO SANTO?

Los amigos del Padre Jeannot bregan por su canonización

Los vecinos asumen que es uno de los hijos dilectos de la comunidad. Pero aún no prospera su postulación como santo de la Iglesia Católica, como pretenden sus amigos.

Por Marcelo Lorenzo

 

El pasado 20 de noviembre, al cumplirse cien años de su natalicio, muchos gualeguaychuenses expresaron un sentimiento entrañable de admiración y agradecimiento al Presbítero Luis Jeannot Sueyro.

Los festejos conmovedores que lo recuerdan por estos días no logran paliar, sin embargo, el vacío dejado por el cura, fallecido el 30 de julio de 2008. Y los panegíricos, tanto ayer como hoy, lucen insuficientes para calibrar el perfil de un ser humano difícil de encasillar.

¿Qué cualidad define con justeza la rica personalidad del Cura Gaucho, el hombre que nació y se crió en las Chacras del Gualeyán, y que llevó siempre con orgullo su condición de hombre de esta tierra, a la cual enalteció en vida?

El poeta sustancial, el orador vibrante, el patriota obsesionado por la Argentina, el militante agrarista aguerrido, el consolador de los enfermos y desvalidos, el amigo de las familias, el alma mater del Barrio San Francisco.

¿Cuál de todos estos rasgos de vida han gravitado más, han sido decisivos, para que la comunidad lo haya distinguido, por ejemplo, como vecino ilustre de Gualeguaychú?

Una opinión extendida –no unánime porque eso no existe– reconoce en Jeannot el poder contagioso de la coherencia entre prédica, vida y obra. El encanto de su humanidad residiría allí; una integridad frente a la cual cedían los más escépticos, los espíritus más duros.

Pero todas estas cualidades humanas eran la añadidura, la consecuencia, de algo más central de su personalidad: su condición de cristiano ferviente, entregado a su ministerio sacerdotal católico.

Así lo visualizan aquellos que vienen bregando porque el cura llegue a los altares, es decir para que sea reconocido como santo por la Iglesia Católica, de la cual fue miembro consagrado.

Es el caso de Julio Derudi y Emilio Alcalá, amigos del sacerdote y hoy miembros de la comisión que impulsa su proceso de canonización, un acto mediante el cual la Iglesia Católica declara como santa a una persona fallecida.

Según explicaron a EL DIA, la atrayente humanidad de Jeannot, todo su carisma o la bondad que irradiaba en sus actos, eran puro reflejo de sus virtudes cristianas, que giraban alrededor del amor a Dios.

“Nos parece bien que se preserve la memoria del padre y se difunda su extensa labor social, como viene haciendo la asociación ‘Amigos del Cura Gaucho’. Porque sería injusto que caiga en el olvido. Pero nos parece que lo esencial es rescatar su espiritualidad”, remarcó Derudi.

Tanto Derudi como Alcalá sostienen que al cura sólo puede entendérselo desde esta perspectiva religiosa fuerte, sin la cual todos los atributos humanos quedan vacíos de significado.

Por ejemplo su creación poética, sin la sustancia de la fe cristiana, sería una expresión sin alma. Tampoco se entienden sus asistencias espirituales diarias en el Hospital Centenario o en las clínicas de la ciudad, sin su convicción arraigada de que los enfermos eran una vía privilegiada de servir a Cristo.

Todo el bien, en suma, desplegado durante su ministerio al prójimo (los pobres, los enfermos, la patria, los chacareros y sus familias, etc.) no eran, de última, más que el deseo de agradar a Dios, centro de la vida del sacerdote.

“Para el Padre Jeannot Dios estaba primero. Desde este centro se deducía toda su vida. Del amor a Dios se desprende al amor al prójimo. Me parece que el modelo que lo inspiró siempre fue el Santo Cura de Ars (presbítero francés proclamado patrono de los sacerdotes católicos)”, precisó Derudi.

 

DE QUÉ SE TRATA

¿Quiénes son los santos? En la tradición cristiana se trata de personas destacadas por sus virtudes y que han llegado al cielo, es decir que gozan de la presencia de Dios.

La Iglesia Católica al canonizarlos (o sea, al ponerlos como modelo, de canon) da testimonio y sanciona que estos hombres y mujeres ejercieron las virtudes de un modo heroico.

De esta forma se convierten para el resto de los creyentes en un modelo de santidad y en intercesores en su favor. Esta capacidad de los santos de ser mediadores entre Dios y los hombres ha generado un culto de veneración en torno de ellos.

Al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica sostiene: “Por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra… Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad”.

En la Iglesia Católica el reconocimiento de un santo se produce después de un proceso judicial llamado canonización. Una vez transcurridos cinco años desde la muerte del candidato o candidata, se puede abrir la causa.

El proceso oficial suele seguir cinco pasos: 1) Postulación: se presenta y da a conocer la intención de elevar a santidad al postulante, y se recaban datos biográficos y testimonios; 2) La persona es declarada “sierva de Dios”; 3) La persona es declarada “venerable”;  4) Se la declara “beata” si se prueba la existencia de un milagro debido a su intervención; 5) Canonización: la persona es declarada “santa” cuando puede atribuírsele un segundo milagro.

Cabe consignar que el tiempo transcurrido entre la muerte y la canonización de los santos ha sido sumamente variable: desde menos de un año hasta siglos.

 

EL GRAN OBJETIVO

La aspiración de máxima es lograr que la Iglesia Católica canonice al Padre Luis Jeannot Sueyro. Con ese propósito se creó una comisión encargada de “recoger los testimonios de la gente sobre la fama de santidad generalizada en el imaginario colectivo del pueblo”, según explicaron los entrevistados.

En el caso de Jeannot dicha fama, “basada en la vida heroica al servicio de Dios y de los demás”, existía ya antes de su deceso físico, apuntó Emilio Alcalá. El cura, dijo, llevó una vida virtuosa.

Eso significa que hizo un ejercicio heroico de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y de las virtudes cardinales (prudencia, justica, fortaleza y templanza).

Según Alcalá, el cura de Gualeguaychú además encarnó en vida las máximas evangélicas relativas a la pobreza, la castidad y la obediencia, y por esta razón muchos que lo conocieron lo consideran un “San Francisco”.

“Quienes lo conocimos en las zonas de islas del Ibicuy –donde ejercía su acción pastoral– podemos decir sin equivocarnos que ‘saciaba el hambre de Dios’ que padecían los pobladores y quienes trabajábamos en esos lugares”, apuntó el entrevistado al resaltar las virtudes de Jeannot.

Han pasado 9 años desde el fallecimiento del Cura Gaucho y pese a las gestiones que han hecho sus amigos ante la Iglesia local, el trámite de la postulación para santo está en el limbo, no termina de despegar.

Esto quiere decir que el proceso de canonización ni siquiera ha empezado. Pero los miembros de la comisión que postula la santidad de Jeannot no se rinden y por esta razón seguirán insistiendo.

Según anticiparon a este diario, continuarán con su tarea de recabar toda la documentación posible que permita dar cuenta positivamente de la existencia de una vida que ellos consideran ejemplar.

Se trata de atestiguar, mediante la aportación de hechos verificables, suficientemente contrastados, de los méritos de ese hombre de Dios ante los ojos de la Iglesia.

En esa línea, anticiparon que está por salir un nuevo libro sobre la vida y la obra del Cura Gaucho, de alrededor de 400 páginas, que se pudo financiar gracias al programa “presupuesto participativo” de la Municipalidad.

Con el ejemplar vendrá un CD con las palabras del sacerdote (en distintas entrevistas) y parte de la charla que dio Luis Pedro Barcia (quien fuera su monaguillo) con ocasión de cumplirse los cien años de su natalicio.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 07/12/2017 en Uncategorized

 

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