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Las modernas tecnologías cambian el ocio de las nuevas generaciones

Si antes los jóvenes dedicaban su tiempo a las amistades, la televisión, la música y el deporte, ahora pasan más tiempo chateando o navegando por Internet.

Varios estudios empíricos dan cuenta de este giro en la vida de las nuevas generaciones, a medida que las modernas tecnologías han ido cobrando importancia en la sociedad.

Los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años tienen cada vez un ocio más casero y vinculado a la tecnología digital y se reducen las salidas nocturnas vinculadas a bares y discotecas.

Eso dice un reciente el informe “Jóvenes, ocio, y TIC” realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la fundación FAD, dedicada al estudio de esta franja etaria.

En una de las conclusiones destaca que la actividad de ocio preferida por el 74,6% es chatear o navegar por Internet. Solo el 22,7% practica con frecuencia el ocio nocturno (irse de copas, de bares, discotecas, botellón o salir a bailar).

El panorama de estos cambios parece apuntar a un ocio relacional, cada vez más mediado por la tecnología digital, y cada vez más casero, como es el caso de la televisión en streaming y a la carta.

El uso de Internet, en tanto, que en años anteriores ni siquiera aparecía como una forma de ocio, ahora aparece como una fuerte opción entre los jóvenes. “El deporte está muy presente, pero no está entre las primeras”, refiere la directora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fad, Eulalia Alemany.

El punto es que este ocio más casero y personalizado provoca que los adolescentes realicen menos ejercicio físico. “De esto ha alertado la Organización Mundial de Salud, y por tanto, hay que investigar qué está pasando”, señala la directiva.

La tecnología centra el ocio de los jóvenes, que recurren a ella fundamentalmente para descargar música, visualizar páginas para divertirse, contactar con otras personas, buscar información y jugar online.

Consistente con esta investigación en España es la información que da cuenta que las discotecas se están extinguiendo en Alemania, según denuncian los empresarios del sector, quienes apuntan como posible causa al cambio de intereses entre los jóvenes, que prefieren pasar el tiempo en Internet.

Dicen las estadísticas que en los últimos 12 años han desaparecido del mapa 30% de las discotecas en Alemania. Y según los últimos datos, de los 2.300 locales nocturnos que había en el país en 2011, hoy solo queden 860.

Abrir una discoteca en estos tiempos no es rentable, y no sólo porque el cambio en los hábitos de la juventud es palpable. “El sector lucha por su existencia”, afirma Kurt Walsen, presidente de la Asociación Alemana de Locales de Baile y Discotecas.

Walsen no sabe con certeza si los jóvenes alemanes evitan desmadrase en lugares públicos por temor a que alguien les haga una foto que luego aparecerá en las redes sociales o es que la gente no necesita ir a la discoteca para “ligar”, porque para eso también esta Internet.

“La generación Z baila menos y también tiene menos sexo. Puestos a elegir, prefieren Netflix”, sostiene con ironía Axel Ballreich, propietario de dos locales en Nüremberg.

Al parecer, esta tendencia también es muy fuerte en Estados Unidos, donde los jóvenes dedican los fines de semana a surfear en Internet, medirse en videojuegos o celebrar fiestas en casa con alcohol del supermercado, drogas y música descargada en el teléfono.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 22/09/2023 en Uncategorized

 

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Los artistas que practican trucos de magia ante el público

Cada 31 de enero se celebra el Día Internacional del Mago, para reivindicar a ilusionistas, prestidigitadores y otros artistas, que tienen el propósito de entretener, divertir y sorprender al público.

Esta fecha fue escogida para rendir un especial tributo al santo patrono de los magos San Juan Bosco, el fundador de la Congregación Salesiana.

Nacido en Italia, este hijo de obreros desde muy pequeño tuvo que ganarse la vida. Por necesidad fue jornalero, pastor, aprendiz y malabarista. Al ordenarse sacerdote se dio cuenta que con sus habilidades circenses podía hacer llegar la palabra de Dios a los más pequeños de manera mucho más sencilla, entonces utilizó la magia y los malabares para atraer a los niños de la calle a la Iglesia.

Su muerte ocurrió el 31 de enero de 1888, siendo canonizado el 1 de abril de 1934. Posteriormente, durante un congreso de magia celebrado en España fue elegido como el patrono de los magos.

La palabra mago viene del griego y significa “sobrenatural” y también tiene procedencia persa y se asocia a “hechicero”. Los magos son los sacerdotes del mazdeísmo, la religión de la antigua Persia, también conocida como zoroastrismo.

En términos modernos, son artistas que por medio del ilusionismo simulan poseer poderes sobrenaturales, con el propósito de divertir y sorprender al público.

Los magos, así, practican un arte escénico, un espectáculo de habilidad e ingenio, que consiste en producir artificialmente efectos en apariencia maravillosos e inexplicables.

Esas desapariciones, transformaciones, uniones, lecturas de la mente, etc., que fingidamente hacen parecer realidad lo imposible, se conocen como efectos, juegos de manos, ilusiones o trucos de magia.

Dentro de la magia caben diversas especialidades: fantasistas, prestidigitadores, prestímanos, cartomagos, mentalistas, escamoteadores y reyes de la evasión, que protegen sus trucos con el compromiso del secreto profesional.

A través de la historia han existido grandes magos e ilusionistas que han dejado un gran legado. Merlin (siglo VI d.C.) fue un adivino galés, considerado el más famoso de la historia, así como la fuente de inspiración de otros magos de la literatura universal.

Se considera a Jean Eugène Robert-Houdin (1805-1871) el padre de la magia moderna. Con sus asombrosos espectáculos logró marcar un antes y un después en el mundo de la magia.

Robert-Houdin fue un avezado mecánico capaz de aprovechar lo que le había enseñado su padre en el taller de relojero para crear autómatas o juegos de ilusión que aún hoy, 150 años después de haber sido creados, se siguen utilizando.

De su cabeza y de su magia salieron autómatas como Antonio Diábolo o el Juego del Naranjo que aparece en la película El Ilusionista (2006).

David Copperfield, en tanto, es un ilusionista que fue muy popular en la década de los ‘90, realizando espectáculos monumentales, tales como la desaparición de la estatua de la Libertad y atravesar la Gran Muralla China, utilizando la tecnología. Popularizó sus presentaciones mediante presentaciones en shows televisivos.

En la literatura fantástica aparecen muchas veces los magos como personas capaces de realizar cualquier cosa con su don. Es el caso de Harry Potter, la saga escrita por la autora británica J. K. Rowling, ampliamente difundida por el cine.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 05/02/2023 en Uncategorized

 

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El carnaval y su vínculo histórico con la cuaresma

La etimología del término “carnaval” proviene del término italiano “carnevale”  y éste a su vez del latín “carnem levare” cuyo significado literal es “quitar la carne” (carnem: carne – levare: quitar).

El origen del término con el que se designa a esta popular fiesta debemos situarlo en la Edad Media. Fue establecida por la Iglesia Católica como una celebración previa a la Cuaresma, período que precede a la Semana Santa.

Es decir, eran los últimos días en los que se podía comer carne antes del ayuno y la abstinencia obligados durante los días preparatorios a la recordación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

El carnaval, por tanto, nace asociado al tiempo litúrgico del calendario cristiano que incluye un periodo obligado de penitencia, recogimiento, ayuno y oración que dura 40 días (de ahí el término Cuaresma) y llega hasta el Domingo de Resurrección (Semana Santa).

Puesto que durante la cuaresma se suprimían todas las actividades de divertimento, el carnaval constituyó una concentración de actividades lúdicas. Como si se quisiera llegar en tres días a tal saturación de fiesta y diversión, que no se las echara de menos durante los 40 días siguientes.

Fue así que, durante el período en que dominó en la sociedad occidental la llamada “cristiandad”, se introdujo el carnaval, celebración de signo exactamente contrario al de la cuaresma.

Por entonces, las instituciones civiles juntamente con las eclesiásticas estaban integradas en una única unidad sociopolítica. De tal suerte que tanto el carnaval como la cuaresma conservaban sociológicamente su carácter original: diversión en el carnaval, austeridad en la cuaresma.

A medida que la sociedad se ha secularizado, a medida que la creencia y la práctica religiosa no cubren la totalidad de la sociedad, sino una parte de ella, el carnaval y la cuaresma se han independizado uno de otra.

Dadas sus características de jolgorio y diversión, esta fiesta ha podido perdurar en la sociedad secularizada desconectada de sus orígenes medievales.

Por lo demás, dentro del campo religioso cristiano, se mantiene la tradición de vincular la cuaresma con privaciones de tipo corporal: el ayuno, la abstinencia, y la supresión de festejos ruidosos.

Por otro lado, si bien el carnaval está relacionado al mundo cristiano, de acuerdo al origen etimológico del término, se sabe que este tipo de celebraciones tienen orígenes paganos que la Iglesia se vio obligada a “cristianizar”.

Hay muchas especulaciones sobre sus inicios, y mientras unos creen que tuvieron lugar hace unos 5.000 años con los egipcios, otros las atribuyen al mundo griego. En ambas civilizaciones antiguas existían festejos relacionados a los ciclos de la naturaleza y el universo; centrados en los solsticios de invierno y verano, y en los equinoccios de primavera y otoño.

Al final de cada invierno las esperanzas se renovaban en alusión a la fertilidad, en el más amplio de los sentidos, y se daba la bienvenida a la benévola temporada de primavera. De esta manera el carnaval era visto esencialmente como un pasaje espiritual de la oscuridad a la luz, del invierno al verano.

Hoy en muchos lugares el carnaval es un producto sofisticado del mercado, un espectáculo para las masas donde confluyen los intereses de la industria del turismo, la televisión y del Estado.

Bajo este formato comercial, el carnaval ha perdido el sentido religioso o mítico del pasado y se parece más a un artículo de consumo.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 06/03/2022 en Uncategorized

 

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La cultura de la evasión o la huida de sí mismo

“Salida o recurso con que una persona elude afrontarse a una dificultad, un compromiso o un peligro”. Así define el diccionario a la palabra “evasión”. ¿Pero de qué se evaden las personas?

El concepto puede referirse a la fuga carcelaria. La evasión, en este sentido, es la acción que permite a uno o más presos escaparse de la cárcel burlando la vigilancia y los sistemas de seguridad.

En el mundo de la economía, existe la expresión “evasión fiscal”, una figura jurídica motivada por la falta de pago de los tributos que establece la ley. En este sentido, la evasión sería un acto voluntario de no pago de tributos, lo que es considerado un delito.

Por otro lado, las personas muchas veces se sienten prisioneras y por tanto tratan de huir de sus ocupaciones diarias, de su trabajo, de sus semejantes, del lugar en el que viven, y de infinidad de situaciones que generan un cierto agobio.

La locución adjetival “de evasión”, al respecto, también se emplea para referirse a todos aquellos trabajos literarios, programas de televisión o espacios de radio que tienen como claro objetivo conseguir que su público se olvide de sus problemas, se evada de la realidad, y se entretenga.

De hecho se ha montado toda una civilización del espectáculo para satisfacer esta tendencia a la evasión. Vivimos en un mundo donde “el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal”, reconoce el escritor Mario Vargas Llosa.

La industria de la diversión pulula por todos lados. Cine, turismo, deporte, casinos, y demás, configuran un sistema hiperdesarrollado montado con el propósito de satisfacer el deseo de huida fuera del mundo habitual y sobre todo de sí mismo.

En consonancia con la sociedad acelerada en la que se vive, los individuos buscan llenar su tiempo libre consumiendo entretenimiento, es decir haciendo cosas para zafar del molesto aburrimiento.

La palabra diversión es una de las que más circula por los variados medios de comunicación. “¡Diviértete!” de hecho aparece como un mandato de época. Es el recurso que ha dispuesto la civilización para lograr que las personas puedan evadirse.

El filósofo Blas Pascal, en el siglo XVII, creyó que la evasión -él le llamaba “divertimento”- era la alternativa que tenía el hombre para calmar su insatisfacción ontológica.  

Según Pascal, el hombre es un ser constitutivamente miserable. “No sabe en qué lugar colocarse. Se halla visiblemente extraviado, y cayó desde su lugar autentico, sin poder volver a él. Lo busca con inquietud por todas partes, sin ningún éxito, entre tinieblas impenetrables”, señala.

Y añade: “Las miserias de la vida humana se hallan en la base de todo esto; apenas los hombres se dan cuenta de ello, eligen la diversión ; al no poder curar la muerte, la miseria, la ignorancia, han decidido no pensar en ello para ser felices”.

¿Para qué se busca la evasión si no es para olvidarse de sí mismo? Así razona Pascal para quien la paradoja reside en que, no obstante la diversión, que es una especie de aturdimiento, también es un mal, ya que “nos impide pensar en nosotros mismos”.

Siempre se vive atareado o dedicado a la diversión, por miedo a permanecer consigo mismo, a mirarse a sí mismo. Se tiene miedo a la propia miseria. Por eso se trata de evadirse, de distraerse, de apartar la mirada sobre lo que se es en realidad.

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Publicado por en 05/09/2021 en Uncategorized

 

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El aburrimiento, al acecho en el presente

“Cómo pasar tantos días de confinamiento sin morir de aburrimiento”, refiere una nota periodística, de esas tantas que aparecen en los medios aconsejando recetas para eludir la depresión ante el vacío de las jornadas.

Es la otra cara de la falta de socialización: paralizada la vida cotidiana la gestión del tiempo se vuelve problemática, ya que pasar el rato “sin hacer nada” hace que aflore el tedio, un mal insidioso.

Eficacia y productividad son dos valores que definen a la sociedad de hoy. ¡Prohibido aburrirse!, es el lema de una cultura obsesionada por cubrir cualquier espacio de tiempo libre.

Antes de la pandemia, la industria del ocio (turismo, espectáculos públicos de todo tipo, fútbol, básquet, etc.) funcionaba a full como antídoto civilizatorio para combatir el aburrimiento de las personas.

El drama es que este dispositivo está en gran medida desactivado, aunque Internet y las redes sociales aparecen como la propuesta alternativa para enfrentar el hastío, ya que ofrecen gratuitamente juegos, películas, redes de amistad infinita y millones de formas de diversión.

Como sea, objetivamente ha caído la oferta para estar entretenidos y eso agrava la perspectiva de estar sin hacer nada. Y ya se sabe: hay una tendencia a caer en depresión al experimentar una sensación de vacío por no tener nada que hacer.

Pero, ¿qué entendemos por aburrimiento? Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), aburrirse es “sufrir un estado de ánimo producido por falta de estímulos, diversiones o distracciones”.

Existe la presunción de que la sociedad global le teme a esta afección del alma más que a cualquier cosa. Por eso “divertirse” para escapar del aburrimiento se ha convertido en una pasión universal, según ha dicho el escritor peruano Mario Vargas Llosa.

“De este modo, sistemático y a la vez insensible, no aburrirse, evitar lo que perturba, preocupa y angustia, pasó a ser, para sectores sociales cada vez más amplios de la cúspide de la pirámide social, un mandato generacional, eso que Ortega y Gasset llama ‘el espíritu de nuestro tiempo’, el dios sabroso, regalón y frívolo al que todos, sabiéndolo o no, rendimos pleitesía desde hace por lo menos medio siglo, y cada día más”, afirma.

Algunos filósofos han insistido en el carácter cósmico y radical del hastío. Arthur Schopenhauer (1788-1860), catalogado como el “maestro del pesimismo”, ha dicho que la felicidad humana tiene dos enemigos: el dolor y el aburrimiento.

Nuestra vida representa, en realidad, una oscilación más o menos fuerte entre ambos. “La necesidad y la privación engendran el dolor; en cambio, el bienestar y la abundancia hacen brotar el tedio”, refiere el filósofo alemán, al cual no se le escapaba la consecuencia sociológica de su teoría.

Quien ha escrito páginas significativas sobre el hastío es el psicólogo Erich Fromm, para quien se trata de una de las peores torturas. “El hombre víctima del hastío, sin medios para defenderse de él, se siente como un ser muy deprimido”, dice.

Y agrega: “Cuando alguien se encuentra aislado, e incluso cuando por algún motivo no sabe qué hacer con su vida, si no tiene en sí los medios para hacer algo vital, para producir algo o para recobrarse, sentirá el hastío como un peso, como una carga, como una parálisis que él no podrá aclarar por sí solo”.

Según Fromm, muchas de nuestras actividades son intentos destinados a impedir que el hastío llegue al nivel de la conciencia.

 

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Publicado por en 02/09/2020 en Uncategorized

 

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El aburrimiento se mata con diversión

Entre los males emocionales que predominan en la actualidad el aburrimiento juega un papel relevante. Divertirse aparece como sucedáneo civilizatorio para combatirlo, a través de una industria próspera.

La multiplicación del tiempo libre es uno de los cambios culturales contemporáneos. Se cree que jamás han estado las sociedades occidentales tan liberadas de los agobios de la necesidad.

En épocas pretéritas, en efecto, satisfacer las necesidades básicas (alimentación, cobijo y demás) ocupaba todo el tiempo.

Ése no es el caso para millones de personas en la actualidad, que disfrutan de la plusvalía del ocio, tras las jornadas laborales. Pero este excedente de tiempo libre ha devenido un problema existencial.

Eso reconoce el psicólogo español Rafael Santandreu, para quien “en nuestras sociedades hay fobia al aburrimiento”, consecuencia de que el ser humano contemporáneo no sabe qué hacer con el ocio.

“Matar el tiempo” ha pasado a ser la obsesión de una época, a la cual le aterra la perspectiva de estar sin hacer nada. Mucha gente cae en depresión al experimentar una sensación de vacío por no tener nada que hacer.

Por esta razón nuestra civilización ha multiplicado los medios para combatir el aburrimiento de las masas a través de la fórmula de la diversión, una suerte de panacea universal contra el tedio.

De ahí la existencia de una industria próspera destinada a millones de consumidores ansiosos de ofertas que los diviertan o, lo que es lo mismo, que los liberen del aburrimiento.

En este contexto “divertirse” consiste básicamente en “escapar del aburrimiento”, sostiene el escritor peruano Mario Vargas Llosa, para quien aquí radica “la pasión universal” de los contemporáneos.

“De este modo, sistemático y a la vez insensible, no aburrirse, evitar lo que perturba, preocupa y angustia, pasó a ser, para sectores sociales cada vez más amplios de la cúspide de la pirámide social, un mandato generacional, eso que Ortega y Gasset llama ‘el espíritu de nuestro tiempo’, el dios sabroso, regalón y frívolo al que todos, sabiéndolo o no, rendimos pleitesía desde hace por lo menos medio siglo, y cada día más”, afirma.

El periodista Jaime Fernández escribe en su blog que al aburrimiento no se lo ha vencido sino que se lo ha “disfrazado de diversión para no verlo, para fingir que nos lo hemos quitado de encima, que ha desaparecido de nuestra vida”.

Y añade: “Antiguamente se llegaba al hueco del hastío por un exceso de tiempo muerto que no se sabía cómo rellenar. Hoy se lo rellena con diversiones que hacen invisible el aburrimiento o lo aplazan”.

Síntomas de este deseo de huir del hastío son las playas rebosantes de bañistas, las colas de turistas ante las puertas de los museos, las interminables caravanas de vehículos a los diversos destinos turísticos, las macrofiestas abarrotadas de adolescentes, las multitudes que se congregan en espectáculos deportivos y recitales, entre otros.

Para los que no pueden acceder a la diversión en el mundo real Internet aparece como el instrumento más maravilloso jamás inventado para mater el tiempo, ya que ofrece gratuitamente juegos, películas, redes de amistad infinita y millones de formas de diversión.

Cabría imaginar, al respecto, una situación hipotética: ¿Qué pasaría si durante un día se cortara toda comunicación vía Internet, una tecnología que no era masiva hasta hace una década?

Probablemente uno de los efectos emocionales más inquietantes sería la proliferación de una ola de aburrimiento colectivo.

 

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Publicado por en 30/01/2020 en Uncategorized

 

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El aburrimiento, ¿algo malo o bueno?

Los escritores existencialistas cargaron las tintas sobre el tedio, señalando que es el principal mal que azota a los hombres. Sin embargo, para algunos científicos de hoy es una palanca para la creatividad.

El francés Blas Pascal describió al aburrimiento con una frase que hizo historia: “Toda la infelicidad de los hombres procede de una sola cosa, que consiste en que no sabemos quedarnos tranquilos en una habitación”.

En Europa durante el siglo XIX el aburrimiento generó una literatura abundante, al punto que se lo llamó el “mal del siglo”. Y fue otro francés, Charles Boudelaire, quien le dio muchas vueltas al asunto.

En la dedicatoria al lector, que abre su célebre libro de poemas “Las flores del Mal”, define al tedio con imágenes inquietantes, diciendo que supera en maldad a todas las bestias conocidas.

Para el poeta romántico es el “monstruo” más feo e inmundo, que “sin lanzar grandes gritos ni mostrar grandes gestos, / convertiría a gusto la tierra en un despojo, / y tragaría el mundo en un solo bostezo”.

La literatura francesa produjo varias metáforas para describir el fenómeno. Por ejemplo se lo comparó con una ciénaga; con una llanura invernal, sombría y nevada; y el existencialista Jean Paul Sartre lo asoció a una viscosidad “de tal naturaleza que nos pegamos a ella”.

Otros autores señalaron que el tedio era el azote de los ricos, una suerte de castigo del que escapaban los pobres. Los mejores situados en la jerarquía social, sin la necesidad de tener que trabajar para ganarse la vida, sucumbían a los vicios de la “ociosidad”.

El aburrimiento sobreviene cuando el individuo se enfrenta a solas con ese excedente de tiempo “muerto”, esperando que termine cuanto antes.

Un tiempo desnudo y oceánico que produce una sensación de desasosiego,  pesadez, impotencia y fastidio, todo a la vez. Y que hace que el individuo sea embargado por la indiferencia y el “horror vacui” (horror al vacío).

Algunos pensadores actuales, como Neil Postman, afirman que si antes se llegaba al hueso del hastío por un exceso de tiempo muerto que no se sabía cómo rellenar, “hoy se lo rellena con diversiones que hacen invisible el aburrimiento o la aplazan”.

Toda la civilización actual, dice, está montada para mitigar el aburrimiento: turismo, disneylandias, televisión, modernos dispositivos tecnológicos, deportes, macrofiestas musicales juveniles, etc.

Si bien la literatura le ha creado una mala fama al tedio, la ciencia parece querer rehabilitar este estado. En efecto, desde hace al menos una décadas, numerosas voces apuntan a elogiarlo.

Desde aquí se dice que cuando nos aburrimos le informamos al cerebro que lo que estamos haciendo es poco satisfactorio, y así nos impulsa a movernos para intentar evitarlo.

“Se trata de una respuesta adaptativa frente a determinados estímulos internos y externos. Con el aburrimiento se facilitan procesos de cambio y transformación. Despierta la curiosidad, la iniciativa y la exploración de nuevos intereses. Es un espacio considerado por muchos como uno de los mejores escenarios para agudizar la imaginación y el ingenio”, afirma Guillermo Ribon, profesor de la Licenciatura en Psicología de la Fundación UADE.

En su libro “Aburrimiento, una historia animada”, el pensador Peter Toohey también lo examina desde una perspectiva evolutiva y explica que, “en un abordaje darwiniano, el aburrimiento parece estar diseñado para ayudarnos a florecer”. 

 

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Publicado por en 10/02/2017 en Uncategorized

 

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Diversión milenaria que pierde consenso

El uso de fuegos artificiales para celebraciones y festejos, es una práctica antiquísima, heredada de los chinos. Pero una corriente de opinión cada vez más fuerte propone prohibirlos para las fiestas de fin de año.

De un tiempo a esta parte en Argentina –acompañando una tendencia mundial- cada vez que se aproximan las fiestas de diciembre se abre un debate acerca del uso de la pirotecnia.

Mientras para algunas personas es un modo legítimo de diversión y expresión de alegría, para otras el uso de esos dispositivos es fuente de sufrimiento y una toma de riesgo innecesaria para la salud.

El origen de la pirotecnia está directamente relacionado con la invención de la pólvora en China, considerada uno de los grandes inventos de la humanidad. “Arte del fuego”, eso quiere decir en griego pirotecnia.

La pólvora, como sustancia deflagrante, fue utilizada principalmente como propulsora de proyectiles para uso bélico, pero también con fines de entretenimiento en los juegos pirotécnicos.

Los dispositivos pirotécnicos que tienen efectos visuales, sonoros y fumígenos con una finalidad lúdica y de espectáculo, son conocidos como “fuegos artificiales”, “fuegos de artificio” o “juegos pirotécnicos”.

Se emplean en exhibiciones, festejos, festividades, celebraciones, cumpleaños, conmemoraciones y demás. Se considera todo un arte, ya que son múltiples las variaciones, juegos y técnicas con que cuenta el artesano pirotécnico, y siempre en constante innovación.

Estos dispositivos son muy utilizados en todo el mundo principalmente con motivo de las fiestas de fin de año (Navidad y Año Nuevo). Coloquialmente están muy extendidos los términos petardo o cohetes, que abarcan casi todas las variedades de explosivos y de aparatos pirotécnicos existentes.

La realidad es que el entretenimiento con estos artefactos peligrosos puede costar severas quemaduras, problemas irreversibles del oído, lesiones y heridas en cara, manos, dedos y ojos.

Los médicos aseguran que cuando los adultos no supervisan la manipulación de la pirotecnia, el riesgo de lesiones en los chicos se multiplica diez veces.

Según las estadísticas, del total de los pacientes atendidos en las guardias en Nochebuena y Fin de Año, la mitad son niños y adolescentes.

Por otro lado, personas que tienen alguna discapacidad se asustan con la explosión de los fuegos artificiales. Además estos últimos provocan consecuencias perjudiciales para el medio ambiente, desde ruidos y contaminación a alteración del comportamiento de los animales e incendios forestales.

Por esta razón, numerosos municipios de distintos puntos del país se han sumado a la campaña “pirotecnia cero”, una movida tendiente a desterrar el uso de cohetería que afecta a bebés y a adultos mayores por igual.

Pero los empresarios dedicados al rubro advierten que el sector da trabajo a mucha gente, y a la vez indican que en caso de que prospere la prohibición de venta de pirotecnia, por una cuestión cultural de celebrar las fiestas, van a proliferar explosivos clandestinos que son todavía más peligrosos.

Hay quienes piensan que prohibir casi nunca es una medida sensata, sobre todo cuando hay una conducta muy arraigada en la población.

En su lugar proponen la  prevención, es decir generar conciencia respecto de que es posible festejar la Navidad y el Año Nuevo sin necesidad de artefactos explosivos y de ruidos estruendosos.

 

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Publicado por en 04/01/2017 en Uncategorized

 

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El aburrimiento como problema

Nunca tantas personas han podido disponer en tanta medida de sí mismas. El “ocio” aparece como una conquista civilizatoria. Pero algo amenaza, insidioso, el  privilegio de no hacer nada: el tedio.

Nunca ha existido, para tanta gente, un espacio real tan amplio para el ejercicio de su libertad. La multiplicación del tiempo libre es uno de los cambios culturales más importantes de la civilización.

Se cree que jamás han estado las sociedades occidentales tan liberadas de los agobios de la necesidad. En épocas pretéritas, en efecto, satisfacer las necesidades básicas (alimentación, cobijo y demás) ocupaba todo el tiempo.

Ése no es el caso para millones de personas en la actualidad, que disfrutan de la plusvalía del ocio, tras las jornadas laborales. Pero este excedente de tiempo libre ha devenido un problema existencial.

Eso reconoce, por ejemplo, el psicólogo español Rafael Santandreu, para quien “en nuestras sociedades hay fobia al aburrimiento”, consecuencia de que el hombre contemporáneo no sabe qué hacer con el ocio.

“Matar el tiempo” ha pasado a ser la obsesión de una época, a la cual le aterra la perspectiva de estar sin hacer nada. De hecho, se ha instalado la “neurosis del fin de semana”.

Mucha gente cae en depresión al experimentar una sensación de vacío por no tener nada que hacer, por ejemplo el domingo, después de una ajetreada semana de trabajo.

Para Santandreu, sin embargo, “es muy importante recuperar el gozo de no hacer nada”, sugiriendo que existiría un tedio bueno, que enriquece la vida, y un tedio malo, que la destruye.

El tiempo vacío asusta al hombre desde siempre. El filósofo Blas Pascal, en el siglo XVII escribió esta impactante frase: “Todos los males de los hombres vienen de una sola cosa: de no saber quedarse tranquilos en una habitación”.

Para el psiquiatra vienés Viktor Frankl el hastío, síntoma del vacío existencial, se ha convertido en la enfermedad colectiva de la cultura occidental.

Esta cultura que ha sido capaz de superar los graves límites de la necesidad, tropieza con la amenaza del tedio crónico, porque no tiene respuestas sobre el sentido de la libertad, analiza.

El sistema industrial, consciente de que el hombre contemporáneo ha desarrollado pánico al aburrimiento, ha reaccionado proponiendo nuevas ofertas (turismo, juegos, deportes, espectáculos).

A eso hay que añadirle las posibilidades inmensas que han abierto Internet y la tecnología de la información para generar entretenimiento y evasión. ¿No es acaso la red global el invento más sofisticado, y efectivo a la vez, para sacar a la gente del aburrimiento?

Un experto en comunicación y cultura, Neil Postman, publicó en 2001 un libro con un sugerente título: “Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del ‘show business’”.

Allí Postman arremetió contra la banalización de la cultura, devenida en puro espectáculo, en Estados Unidos. “Somos un pueblo al borde de divertirnos hasta la muerte”, sostuvo.

¿Pero no es la diversión la contracara el aburrimiento? ¿Buscar frenéticamente los medios para divertirse no es la respuesta que ha encontrado la actual civilización para aplazar el pánico que produce el aburrimiento?

Saber gestionar el tedio es una cuestión que hace a la paz mundial, si es cierta la tesis del filósofo español Fernando Savater, para quien habría que buscar en el aburrimiento la explicación de por qué la historia está llena de atrocidades y barbarie.

Cuando los humanos se aburren, al parecer, inventan causas grandilocuentes para pelearse entre ellos.

 

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Publicado por en 30/09/2015 en Uncategorized

 

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El Fernet capta la preferencia de los jóvenes

La industria, a fuerza de persuasión, logró que el Fernet sea la estrella del consumo juvenil. Detrás del negocio, sin embargo, crece una moda alcohólica cuya toxicidad amenaza la salud de ese segmento etario.

Los destiladores licoristas de Argentina están exultantes: hoy se producen 40 millones de litros al año de Fernet, el doble que en 2007. El consumo pegó un salto notable: de 0,47 litrosper cápita en 2007 a1,02 litros, según un reporte de la consultora Abeceb.com

La clave del negocio: la expansión de la bebida entre los jóvenes menores de 25 años, asociada a una sagaz estrategia de marketing que logró un cambio trascendente en los hábitos de consumo del público.

En efecto, años atrás esta bebida de hierbas, que llegó a la Argentina con los inmigrantes italianos, era vista como aperitivo y digestivo. Era un producto, básicamente, consumido por los varones de más de 40 años.

¿Cómo hizo Fernet para trascender fronteras y estratos sociales? ¿Cómo logró desplazar a la cerveza en el consumo de los jóvenes, al punto de convertirse en su moda alcohólica, sobre todo los fines de semana?

La respuesta la da Ricardo Distefano, director comercial de Fratelli Branca, principal firma del sector: “No se trata de una reinvención, sino de que se ampliaron las ocasiones de consumo y eso llevó años de trabajo”.

Distefano se refiere al éxito de las campañas de marketing de la industria, que hicieron que Fernet dejaran de ser una bebida de mayores para abrirse paso en el nicho juvenil, que incluye la incorporación de la mujer.

Hubo una combinación que se alentó: el Fernet con la bebida cola. Los jóvenes agregan un chorro de cola para cortar el gusto amargo de esta bebida, que está hecha a base de hierbas.

Según los datos de la industria, las tres cuartas partes de la venta del producto se concentran en el interior del país. En Córdoba, por ejemplo, el Fernet es tan popular como el cuarteto.

Así, se instaló en el “nicho” juvenil como un trago de barra en boliches, previas, fiestas, asados y reuniones. La contracara del negocio, el lado oscuro de las ganancias corporativas, es el consumo abusivo entre los jóvenes.

“Los pibes hoy están tomando mucho Fernet. Le llaman ‘Fernando’. Se sabe muy poco que es una de las bebidas que mayor graduación alcohólica tiene. Porque está compuesta de varios tipos de hierbas, se lo ve como algo digestivo e inocuo. Sin embargo, su graduación alcohólica es del 45%. Es más alta que la del whisky o del vodka”.

Eso le explicó a EL DIA el Dr. Germán Fernández, Jefe de Emergentología del Hospital ‘Juan A. Fernández’ de la ciudad de Buenos Aires, quien estuvo días atrás en Gualeguaychú dando charlas sobre adicciones.

“El marketing logró igualar el alcohol con la diversión”, advirtió en la ocasión el médico al señalar cómo la industria, con la complicidad del mundo adulto, fomenta la toxicidad del estilo de vida de los adolescentes y jóvenes.

En los hospitales públicos vienen diciendo que los adolescentes subestiman a las drogas lícitas y que no paran de atender intoxicaciones por consumo abusivo de Fernet con cola.

El doctor Fernández comentó que los jóvenes no toman una bebida por placer sino que eligen la de mayor graduación alcohólica, para inducir una borrachera. “Estamos ante el fuerte bebedor del fin de semana. Aquel pibe que va al boliche a bailar y se emborracha porque de lo contrario siente que no se divierte”, diagnosticó.

El Fernet con cola, al ser dulzón y en apariencia inofensivo, es una bebida traicionera. Un trago que reporta jugosos dividendos a la industria, pero es peligroso para la salud.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 03/11/2012 en Uncategorized

 

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