Países como España, Australia, Francia, Noruega e Inglaterra ya dieron los primeros pasos en la enseñanza culinaria en colegios. ¿Por qué sería importante que esa educación sea obligatoria en el sistema escolar?
En varios países se ha instalado la idea pedagógica según la cual educar a los alumnos en el universo de la cocina y los alimentos es algo tan básico como aprender lengua y matemática.
La idea es introducir a los niños en cuestiones elementales como qué comemos, de dónde viene nuestra comida y qué nos conviene consumir y porqué.
Uno de los referentes de esta iniciativa es el chef inglés Jamie Oliver, quien encabeza una cruzada global para que las escuelas incorporen a sus planes de estudio la formación alimentaria.
Oliver busca presionar a los líderes mundiales para que implementen la formación alimentaria, universal y gratuita, en los establecimientos educativos de todo el mundo.
“Es crucial que demos a las generaciones futuras las capacidades que necesitan para vivir vidas más sanas, más felices y más productivas”, sostiene. El objetivo de base es optar por una alimentación más saludable, para combatir la obesidad y el sobrepeso que son una epidemia global.
Oliver habla de “crear un sólido movimiento sustentable para educar sobre comida a cada niño, inspirar a las familias a volver a cocinar y empoderar a la gente en todas partes a combatir la obesidad”.
La campaña es consistente con lo que postula la FAO (el organismo de Naciones Unidas para la alimentación), que viene bajando línea en este sentido y ha desarrollado material de apoyo para docentes y autoridades.
“Las escuelas alcanzan a los niños a una edad en la que los hábitos de salud se están formando; en muchas comunidades pueden ser el único lugar donde ellos adquieran habilidades básicas en nutrición”, afirma la FAO en su web.
Desde allí promueve “un acercamiento integral en el que el aprendizaje en el aula se relaciones con actividades prácticas” como el trabajo con huertas. Un informe de la entidad basado en una encuesta internacional revela, sin embargo, que “muy pocos países informaron tener un horario asignado a la enseñanza en nutrición” y concluye: “la falta de capacitación en educación en nutrición de los profesores representa quizá el aspecto más crítico”.
Por otro lado, quienes defienden que en la escuela debiera adquirirse esta habilidad práctica, ponen como argumento el descenso en la transmisión intergeneracional de los conocimientos culinarios.
Hoy las condiciones de vida conspiran contra la ancestral costumbre de comer alimentación casera en familia, algo que entraña una pérdida de vínculos y valores.
Quizá la práctica de preparar los alimentos en el hogar y de reunir a la familiar en torno a una mesa pueda resultar anticuada. El estilo de vida ha cambiado y las rutinas familiares acusan el impacto.
El trajín de la vida moderna fomenta el delivery (comida a domicilio), práctica que permite que cada quien en el hogar compre el alimento por teléfono y coma por su cuenta. Lo cierto es que hoy se come rápido, se cocina menos y la costumbre de alimentarse en familia está en decadencia.
Lo curioso es que esta tendencia coexiste con el boom gastronómico televisivo. En efecto, desde la pantalla se muestran más shows culinarios que nunca y los chefs son estrellas mediáticas.
¿Ayudaría la escuela a que las nuevas generaciones recuperen las habilidades culinarias perdidas? ¿Podría ella, haciendo obligatorias las clases de cocina, incorporando esta saber a su currícula, mejorar la nutrición de la población?
© El Día de Gualeguaychú
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