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Archivos Mensuales: May 2018

Gratitud, ¿un rasgo en retirada en la actualidad?

La experiencia de la gratitud ha sido históricamente un foco de las religiones del mundo, las cuales cultivan la idea de que la vida es un don de Dios. ¿Se trata de un sentimiento en crisis en una época autosuficiente y egoísta?

En la Biblia, efectivamente, abundan expresiones de aprecio y agradecimiento por las bendiciones al cielo. En el Libro de los Salmos se lee: “Señor, Dios mío, voy a dar gracias a ti por siempre”, y “Voy a dar gracias al Señor con todo mi corazón”.

En el mundo cristiano, por caso, el agradecimiento es la piedra de toque de la piedad del creyente. Dado que a Dios lo ve como el dador generoso de todas las cosas buenas, se siente en deuda con Él.

Se diría que esta actitud básica la tienen todas aquellas personas que, más allá de los credos, consideran que la vida es algo valioso o un don gratuito, frente a la cual no cabe más que un sentimiento de agradecimiento.

En nuestra época, más autosuficiente en todo y que alardea de sus creaciones tecnológicas, ¿está en retirada el sentimiento de gratitud? ¿Las personas son más egoístas y, por tanto, están menos dispuestas a expresar en forma voluntaria el reconocimiento hacia el otro, sea Dios o el prójimo?

Hay quienes creen que vivimos en una época de reivindicaciones de todo tipo, en cuyo seno las personas más que agradecidas se consideran víctimas de alguna injusticia, más acreedoras que deudoras.

En este marco cultural, crece el triunfo de una cultura de la queja, algo que se echa de ver en un descontento por todo. La tónica general, así, es que pasamos gran parte del tiempo enfocados en lo que nos falta o en todo aquello que no se ajusta a la visión que tenemos de una vida perfecta.

Mucha gente, en efecto, vive enojada porque los bolsillos no están llenos como quisiera o directamente porque asume que la vida no le hace justicia tanto en sus pretensiones materiales como de cualquier otro tipo.

¿Puede crecer el sentimiento de agradecimiento en alguien que sólo tiene ojos para lo que le falta o, puesto en un papel de víctima, vive en una actitud permanente de reivindicación?

Existen diversas maneras de manifestar gratitud, siendo la más común la expresión popular “gracias”. Sin embargo, ¿hasta qué punto esta expresión no ha devenido en un convencionalismo social, una fórmula automática para salir del paso?

No alcanza con pronunciar la palabra mágica “gracias”, convertida en puro formalismo, si con ella no mostramos a la otra persona que realmente valoramos y apreciamos lo que ha hecho.

El escritor mexicano Octavio Paz, al recibir el premio Nobel de Literatura en 1990, abrió su alocución dando una luminosa reflexión sobre el particular. “Comienzo con una palabra que todos los hombres, desde que el hombre es hombre, han proferido: gracias”.

Y añadió: “Es una palabra que tiene equivalentes en todas las lenguas. Y en todas es rica la gama de significados. En las lenguas romances va de lo espiritual a lo físico, de la gracia que concede Dios a los hombres para salvarlos del error y la muerte a la gracia corporal de la muchacha que baila o a la del felino que salta en la maleza. Gracia es perdón, indulto, favor, beneficio, nombre, inspiración, felicidad en el estilo de hablar o de pintar, ademán que revela las buenas maneras y, en fin, acto que expresa bondad de alma. La gracia es gratuita, es un don; aquel que lo recibe, el agraciado, si no es un mal nacido, lo agradece: da las gracias”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/05/2018 en Uncategorized

 

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Sarmiento, el civilizador impaciente

CÓMO ENTENDER AL AUTOR DE “FACUNDO”, SEGÚN PEDRO BARCIA

Sarmiento, el civilizador impaciente

Su visión del país no era exacta y hasta simplificadora. Un error de Sarmiento achacable a su pasión por querer transformarlo rápido, según explicó Pedro Luis Barcia en Gualeguaychú.

Por Marcelo Lorenzo

 

No es como José de San Martín o Manuel Belgrano, cuya mención concita la simpatía de los argentinos. Domingo Faustino Sarmiento, por el contrario, polariza la opinión. De suerte que en torno al autor de “Facundo” sólo se congregan panegiristas o detractores.

Jorge Luis Borges (un simpatizante del sanjuanino) decía que se puede estar a favor o en contra de Sarmiento, pero no indiferente ante él. Es decir, no se puede soslayar la herencia sarmientina, so pena de desconocer al país y su historia.

Hacer eso sería, curiosamente, adoptar aquel vicio que los propios adversarios le enrostraron siempre a Sarmiento, acusado de ideologismo perverso y fabulador. Por otra parte, ¿cuánta opinión del pasado es fundada, y por tanto creíble, en un país donde se ha reemplazado el pensamiento por la consigna partidaria?

Para hablar de Sarmiento  -y criticarlo- hay que haberlo leído. Y acaso pocos tienen, al respecto, la autoridad de Pedro Luis Barcia, que realizó en Gualeguaychú, el viernes 27 de abril, una interpretación del personaje que se alejó justamente de todo abordaje maniqueo.

Fue ante un nutrido público reunido en la Biblioteca Sarmiento de la ciudad, como inicio de los actos celebratorios de los 150 años de existencia de esa casa, la cual vio la luz bajo la inspiración sarmientina de crear bibliotecas populares.

En la ocasión, el disertante entregó a la biblioteca el libro de su autoría “Ideario de Sarmiento”, una obra en tres tomos (más de mil páginas) que contiene todo el pensamiento del personaje, y forma parte de la Colección Idearios Argentinos.

De la conferencia, que versó sobre «Sarmiento y su lectura sobre la pampa», se extrae una idea no complaciente del sanjuanino, aunque el señalamiento de sus extravíos ideológicos (por ejemplo su teoría de trasplantar Europa a América) es compensado por la afirmación de que fueron producto de la impaciencia política de alguien obsesionado por modernizar de golpe al país.

“El problema es que a Sarmiento le apremiaba el tiempo para hacer cosas. Quería ver esos cambios en vida transformando la realidad de golpe. No digo que esto lo justifique, pero lo explica en gran medida”, concluyó.

Barcia le hace objeciones a Sarmiento, pero coloca esos defectos en perspectiva histórica  y en la piel de un hombre con dotes extraordinarias urgido por cambiar el estado de cosas. Y mirando el conjunto de lo que hizo por el país, sostiene que el balance final es positivo.

La primera contradicción que salta a la vista es que Sarmiento habló de la pampa sin haberla visto nunca. Su libro esencial “Facundo”, que escribió y publicó en 1845, donde expone la célebre dicotomía civilización y barbarie, y asimila la pampa a esta última, es una “etnografía de poltrona”, como le señalan sus críticos.

Eso quiere decir que se sirvió de los relatos de otros, especialmente de viajeros ingleses, para hacer una interpretación de la geografía dominante del país y de sus habitantes, los gauchos.

“Casi todos los capítulos de ‘Facundo’ tienen un epígrafe de un viajero, básicamente inglés. Y esto porque Sarmiento no conocía la pampa sino de referencia. De oídas, pero no de vista. Conoce la pampa recién en 1851 cuando la atraviesa, por el sur de Santa Fe y el norte de la provincia de Buenos Aires, con el ejército de Urquiza”, relató Barcia.

Y añadió: “De esta manera el caudillo entrerriano -a quien Sarmiento no quería- le permitió conocer la pampa que nunca había visto, pero la que sin embargo había descripto en ‘Facundo’. ¿Cómo la conocía? Pues a través de los viajeros ingleses y de los escritos por ejemplo de Esteban Echeverría, Dominguez, y Bartolomé Mitre”.

 

¿QUÉ HAY DETRÁS DE “FACUNDO”?

Según Barcia, las claves de interpretación de “Facundo” las ofrece el propio Sarmiento en la introducción a la obra, cuando sostiene que se propone descifrar el enigma de la Argentina bajo Juan Manuel de Rosas.

Allí dice que él quiere ser el Edipo de la leyenda griega que frente a la esfinge (el bárbaro Rosas) salve a la Tebas del Plata. También quiere encarnar a otro protagonista: aquel que desata el nudo gordiano del país, una expresión que también procede de una leyenda griega.

Desatar ese nudo significa resolver tajantemente y sin contemplaciones un problema. Es decir que descubriendo la esencia del problema, se pueden revelar todas sus implicaciones.

También para dilucidar el misterio argentino, Sarmiento se propone como el Alexis de Tocqueville de América del Sud, el pensador francés que una década antes había descripto la democracia norteamericana, señalando sus puntos fuertes y débiles.

Esto demuestra, según Barcia, que en el sanjuanino primaba la voluntad de interpretar al país pero con el único propósito de transformarlo lo antes posible. “Se aplica a un sistema interpretativo, pero no para pavear ante la realidad, sino para operar en ella”, refirió.

La urgencia política condiciona, así, un pensamiento que abusa del contraste, que no ve grises, ni admite gradualismos. No sólo las apreciaciones sobre la pampa no tenían base en la experiencia real (pues no conocía ese espacio).

La civilización en las ciudades como valor positivo, y la barbarie en el campo como rasgo negativo, es una simplificación enorme. “¿Pifia Sarmiento en esta oposición?”, pregunta Barcia. Y contesta: “Sí, pifia”.

Sin embargo, luego aclara que el autor de “Facundo” irá flexibilizando esta oposición, por ejemplo cuando admite que hay ciudades, como Córdoba, que se presentan bárbaras, porque permanecen inmóviles y escasamente dinámicas.

Pero hay otro dato más importante: la formulación de Sarmiento no es “civilización o barbarie”, lo que instalaría en el propio país dos realidades excluyentes e incompatibles.

Se trata, en el fondo, de “civilización y barbarie”, donde el nexo “y” refleja, según la lectura de Barcia, que no se está frente a una opción de hierro entre blanco o negro. “Es decir, entre estas dos entidades hay confluencia, hay coexistencia. Hay un deseo de comprender la realidad para superarla”, explicó el disertante.

Otra característica de Sarmiento: no es pesimista. Cuando lee la realidad es para encontrar en ella los resquicios que hagan posible transformarla. “Y el instrumento de cambio para él, como se sabe, es la educación”, dice Barcia.

Sarmiento también yerra cuando predica desde “Facundo” su lema simplista de “vaciar la Europa en América”. Según Barcia, el uso del verbo denuncia un procedimiento de volcado de un líquido en un recipiente pasivo.

“Es decir, nos está reduciendo a mero recipiente de materia europea”, razona el disertante, un pensamiento que refleja los apremios políticos del autor. “Otra vez aparece aquí la urgencia por superar el estado del país. Sarmiento encontró como salida copiar lo europeo y traerlo acá”, indicó.

El “trasplante cultural”, ésta es la idea polémica que Sarmiento maneja a lo largo de los años y a partir de lo cual se lo acusará de idealizar lo foráneo contra lo propio, contra lo americano.

Dice Barcia que lo contrario del trasplante es la “aclimatación seminal”, la fórmula más realista que pregonaba el romántico Esteban Echeverría. Sarmiento optó por “traer lo hecho de afuera, no la semilla; es decir el árbol hecho y plantarlo acá”.

El otro extravío es haber dicho que “el mayor mal del país es su extensión”. Para Barcia se trata de una “barbaridad”, una pifia que Sarmiento repite de Rivadavia, el gobernador de Buenos Aires al que le quedaba grande su propio distrito y con más razón el resto del país.

Si la extensión es un problema, de lo que se trata es de poblar la vasta geografía deshabitada. Así razona Sarmiento, que no quiere quedarse con el diagnóstico sino operar en la realidad. “¿Y cómo se puebla según Sarmiento? Con Europa”, apunta Barcia.

Pero después el sanjuanino se decepciona de Europa, a la que ve proletarizada por el industrialismo, en cuyo seno crece una “barbarie ciudadana”. La visión idealizada de Europa contrasta con la miseria de masas iletradas y empobrecidas.

La visita a Estados Unidos lo deja obnubilado. Esta vez la observación directa de ese país le da fundamentos empírico suficientes para poner a Norteamérica como el nuevo modelo a seguir, en la línea del trasplante cultural.

“Cuando llega a Estados Unidos se deslumbra; cree que ahí está el futuro”, dice Barcia al describir la admiración del sanjuanino, aunque desprecia de ese país la esclavitud. Pero es una admiración operativa, pensando en Argentina.

“Ahora se trata de volcar Norteamérica en Argentina. Otra vez volvemos a la simplificación”, objeta el disertante. Pero es, nuevamente, la simplificación propia de aquel al que le urge todo, que no quiere perder el tiempo, que siente que se demora la empresa civilizadora.

 

© El Día de Gualeguaychú

 Pedro Barcia en el Instituto Magnasco de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/05/2018 en Uncategorized

 

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La infancia, entre el mito y la realidad

Cabría postular que las concepciones de la infancia no han sido estables sino más bien variables, algo que se echa de ver en la existencia de visiones incluso antagónicas.

La literatura, por ejemplo, nos ha proyectado una imagen vinculada a la inocencia. Ante la presencia de un niño, decía Fiódor Dostoyevski, “el alma se cura”, sugiriendo que los más pequeños redimen a los mayores.

En “Oliver Twist” y otras novelas de Charles Dickens, el niño representa un emblema de bondad y virtud frente a la corrupción, las injusticias y las vanidades de la sociedad. Es decir, hay un enorme abismo que separa la inocencia de los niños del vicio de los mayores.

En el Evangelio, Jesús de Nazaret llegó a decir: “De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”

Y en otra parte, lanzó una admonición: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.

Algunos piensan que en Occidente nadie aportó tanto a la imagen del niño angelical, idealizado, el que vive en un paraíso de inocencia, como el filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau.

Esa concepción se correspondía con el mito del buen salvaje, formulada por este autor, según el cual el hombre nace bueno por naturaleza, pero está sometido a la influencia corruptora de la sociedad.

Sin embargo, contra esta imagen ideal de la infancia, se ha instalado otra más bien antitética, al punto que algunos psicólogos hablan de un niño devenido en un “pequeño dictador” que ha tomado el control del hogar

Pasamos, así, de una visión que concibe al infante como un ángel a otra, más perversa, que lo asocia a un demonio. ¿Acaso la base de bondad inherente a los más chicos, entonces, se echó a perder en interacción con el mundo adulto?

Hay quienes piensan que es el mercado quien ha tomado a su cargo la formación real de la infancia. No porque pretenda hacer de los más chicos personas virtuosas, sino para formarlos como consumidores habituales.

La conquista y reorganización del alma infantil, sobre la base de criterios mercantilista, está en marcha desde hace tiempo, y aquí los “pedagogos” son los agentes de marketing.

La refundación del carácter del niño no sobre la noción (romántica) de inocencia, sino sobre la base de que por encima de todo es el consumidor de mañana, sería un vasto plan digitado por el sistema económico.

Convertir a los niños al espíritu y la práctica del consumismo –porque de lo que se trata es de prolongar el ciclo de los negocios- ha llevado a que los padres (que ya no confían en su propio criterio sobre la educación de los niños) consulten cada vez más a sus hijos antes de tomar la decisión de comprar algo.

La nueva cultura de consumo infantil, ¿tiene que ver con algunos síntomas de desafío abierto hacia la autoridad de los padres? Por lo pronto el psicólogo español Javier Urra, ha escrito sesudos ensayos sobre la aparición, en muchos hogares, de “hijos tiranos” que son capaces de maltratar a los mayores.

“Son niños caprichosos, sin límites, que dan órdenes a los padres, organizan la vida familiar y chantajean a todo aquel que intenta frenarlos. Quieren ser constantemente el centro de atención, son niños desobedientes, desafiantes, que no aceptan la frustración”, describe.

¿Cómo conciliar estos hijos acosadores, consentidos, sin conciencia de los límites, que engañan y ridiculizan a sus mayores, con la imagen de inocencia y bondad de los más chicos?

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/05/2018 en Uncategorized

 

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Presión sobre el dólar y el régimen bimonetario

De un tiempo a esta parte se han intensificado las maniobras del Banco Central (BCRA) para detener la escalada de la divisa norteamericana. Una escena que recuerda que en el país rige un régimen bimonetario de facto.

Los sobresaltos del dólar en estos días dan pie para todo tipo de interpretaciones, según en donde uno se instale. ¿Corrida cambiaria por desconfianza hacia la política económica, como dicen los críticos? ¿O volatilidad pasajera inducida por factores internacionales?

Una cosa es cierta, dada la historia del país, las presiones sobre el dólar suelen leerse en estas pampas como malas noticias, en algunos casos como anticipos de cataclismos económicos.

Por ejemplo, ¿qué busca el Banco Central al subir la tasa de interés? Básicamente que los inversores internos y externos no vayan al dólar, evitando así una escalada devaluatorio del peso, fenómeno que induce más inflación.

Se trata de una estrategia de manual que saca a relucir la realidad de una economía bimonetaria de facto. Argentina es un país que funciona con dos monedas, y esto la convierte en víctima de la ley de Gresham, según la cual la mala moneda expulsa la buena.

Eso significa que el peso, supuestamente la mala moneda, es la que circula y se utiliza para la mayor parte de las transacciones, en tanto que la buena moneda, el dólar, sirve para el atesoramiento y el ahorro.

La bimonetización supone costos. Por ejemplo, la suba de las tasas de interés, para evitar la huida al dólar, encarece el crédito y por esta vía se afecta la actividad económica.

Por otro lado, la operación de retirar pesos del mercado obliga al Banco Central a endeudarse. Al colocar títulos en el mercado acepta pagar un precio cada vez más elevado para que esos pesos no vuelvan a circular (no vayan al dólar), generando lo que se conoce como “déficit cuasi fiscal”.

Más allá de los problemas de coyuntura, la sensibilidad argentina con respecto al billete verde tiene que ver con su mala historia económica, que destronó al peso como vehículo de ahorro.

“Hasta la Segunda Guerra Mundial, la Argentina tenía una gran estabilidad monetaria y de precios, y la gente hacía las transacciones en pesos; era uno de los países más estables del mundo”, sostiene el historiador Roberto Cortés Conde.

“El problema empieza en 1931, con el control de cambios. Ahí hay racionamiento y, cuando la oferta es menor que la demanda, aparecen mercados alternativos”, indicó.

“En 1955, cuando cae Perón, no había reservas, lo mismo cuando Frondizi devalúa en 1958, cuando Alfonsín decide no intervenir en 1989, o con Martínez de Hoz. En todos estos casos había muy bajas exportaciones y reservas”, dice Conde.

Más acá en el tiempo, para frenar un proceso hiperinflacionario, el Estado decidió en 1991 sancionar una ley que ató el peso al dólar (el famoso 1 a 1 de la convertibilidad) y obligó a respaldar la base monetaria en un 100% con las reservas internacionales del Banco Central.

El fin de la convertibilidad fue traumático, produciendo una caída estrepitosa del PBI y una devastadora devaluación. Por otro lado, en 2011, la Argentina cayó en una típica crisis de restricción externa, disparada por la falta de dólares para financiar su economía.

Se determinó entonces un virtual cepo cambiario que supuso una represión de la demanda de la divisa norteamericana. Con esta medida se buscó preservar ese insumo clave para hacer frente a las obligaciones externas del país, como deudas e importaciones.

 

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Los complejos que afectan nuestras vidas

La Psicología ha popularizado algunos términos que ya son parte del lenguaje cotidiano. Uno de ellos es el concepto de “complejo”, especie de ideas inconscientes que distorsionan nuestra forma de pensar y actuar.

Se los suele conceptualizar como barreras para el desarrollo de la personalidad, haciendo a los individuos infelices. Los complejos son una focalización de una idea sobre un defecto, ya sea real o imaginario.

Estos pensamientos irracionales que atormentan a las personas residen en múltiples factores: defectos físicos, choques emocionales o deseos insatisfechos. En todos los casos se los considera discapacitantes, ya que perturban el comportamiento de los sujetos.

Los complejos tienen la particularidad de llevar el nombre de personajes históricos, figuras mitológicas o protagonistas de obras literarias o bíblicas.  Quizá el más popular sea el “complejo de Edipo”, un concepto central de la teoría psiconalítica de Sigmund Freud.

Este término tiene su origen en una obra de la antigua Grecia, donde Edipo, hijo del rey de Tebas, acaba por matar a su padre y ocupa su puesto, casándose con la reina Yocasta, su madre.

Freud se sirvió de esta obra para explicar la existencia en el niño del deseo inconsciente de mantener una relación sexual (incestuosa) con el progenitor del sexo opuesto y de eliminar al progenitor del mismo sexo (parricidio).

Entre los complejos psicológicos sobresale, además, el “de inferioridad”, llamado también “complejo de Napoleón”, elaborado por el psicólogo austríaco Alfred Adler. La adopción del nombre del militar francés alude a su baja estatura.

Según Adler todos los niños desarrollan sentimientos de inferioridad al estar rodeados de adultos más altos y más capaces que ellos. Según sus investigaciones, todos los pequeños se sienten inferiores aunque no todos desarrollan la disfunción.

Las personas que sufren el complejo de inferioridad se sienten poca cosa, poco valiosos en comparación con los demás. Se suele relacionar este trastorno con personas de baja estatura, especialmente hombres.

La teoría detrás de esta percepción es que estos individuos compensan la falta de estatura con una personalidad más fuerte y agresiva. El británico Lance Workman, profesor de la Universidad del Sur de Gales, sostiene que las personas de baja estatura suelen ser muy celosas.

“La estatura se asocia con un alto estatus y eso va en perjuicio de los bajos”, sentenció. En tanto que el doctor Dror Paley, un cirujano ortopédico que alarga las piernas de las personas de baja estatura, asegura que el complejo persigue a muchos de por vida.

“Incluso después de la operación siguen sintiéndose bajos, no importa si lo son o no”, refirió, al sugerir que este complejo puede afectar la autoestima, la felicidad y la carrera profesional.

Después está el “complejo de superioridad”, que parece opuesto al anterior, pero en realidad tiene la misma causa: una baja autoestima. Aquí lo que cambia es la reacción, ya que las personas con complejo de superioridad intentan enmascarar su sentimiento de inferioridad.

Por otro lado, existe el “complejo de Peter Pan”, que alude a adultos que se niegan a crecer, a madurar y a adquirir responsabilidades. Otro es el “complejo de Cenicienta”, referido a mujeres que tienen como único objetivo conseguir un buen marido, siendo incapaces de vivir en forma independiente.

La lista de complejos es profusa: el de Otelo, el de Caperucita, el del Patito Feo, el complejo de la Bella y la Bestia, el de Electra, el de Caín, el de Adonis, el de Bovary o Quimera, entre otros.

 

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El trabajo ante el desafío tecnológico

En vísperas del Día Internacional del Trabajador (1º de mayo), resulta esencial pensar en los cambios laborales profundos que está produciendo el tsunami tecnológico al que asiste la humanidad.

El mundo del trabajo no es el mismo desde la llegada de las nuevas tecnologías.

Parece claro que Internet, los computadoras personales, los teléfonos móviles, las tablets y demás dispositivos han forjado conceptos nuevos, como es el caso del “trabajo a distancia” (teletrabajo).

Pero este proceso no se da sin zozobra, toda vez que un punto álgido es el impacto de las nuevas tecnologías (por ejemplo los robots) sobre los trabajos existentes. El “miedo” a perder el empleo, en este sentido, genera lógica inquietud.

Los expertos coinciden en afirmar que no hay ninguna actividad que no haya sido o no esté siendo afectada por los cambios y es lógico que este proceso genere angustia, cuando no pánico.

El problema de la aceleración tecnológica es que ha vuelto rápidamente obsoleto lo que se venía haciendo hasta acá, sobre todo en materia de formación laboral. Cuáles son las habilidades que valorará el mercado en el futuro, se ha convertido en un tópico de época.

Algunos predicen que en tan solo una década gran parte de los trabajos que actualmente conocemos desaparecerán para siempre. En este proceso, las máquinas y robots comenzarán a tener más valor y a hacer determinadas tareas y los profesionales deberán acostumbrarse a esta realidad.

Quien predijo esta tendencia en 1995 fue el sociólogo norteamericano Jeremy Rifkin, autor de “El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: nacimiento de una nueva era”, un libro que se constituyó en un best seller.

Allí se plantea que el fin del trabajo es algo inevitable, en razón de la globalización y de las nuevas tecnologías. Esto trae aparejado un alto desempleo estructural que desafía la gobernabilidad de las sociedades.

El mentado “paro tecnológico” hace recordar en un punto a las situaciones vividas en el siglo XIX, en plena Revolución Industrial, con el movimiento ludista encabezado por los artesanos ingleses, quienes protestaban contra los telares y las máquinas de hilar industriales.

Los ludistas rompían a mazazos las máquinas, a las cuales culpaban de la falta de trabajo. En el siglo XXI, la incertidumbre por los empleos, causada por la irrupción de las computadoras y los robots, reedita el temor ludista.

¿La aceleración tecnológica llevará a un callejón sin salida en el mercado laboral?  ¿Las máquinas reemplazarán, finalmente, a los humanos? ¿La automatización robótica de procesos y la inteligencia artificial reducirán drásticamente los empleos?

Algunos economistas creen que la tecnología sirve para aumentar la productividad y la riqueza de las sociedades, pero también piensan que tiene un lado oscuro: el progreso tecnológico está eliminando la necesidad de muchos tipos de trabajos y dejando al trabajador medio en peor situación que antes.

Los más optimistas recuerdan, sin embargo, que siempre la tecnología creó más empleos de los que destruyó y el siglo XXI no será la excepción. Postulan que las máquinas, en todo caso, se encargarán de las tareas más repetitivas y laboriosas, pero de ninguna manera eliminarán la necesidad del trabajo humano.

Como sea, avanzamos hacia un modelo de trabajo que deberá responder a las influencias sociales, tecnológicas y económicas del siglo XXI. Y esto abre retos y oportunidades de todo tipo para la actual y las próximas generaciones.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/05/2018 en Uncategorized

 

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Las chances que abre el turismo de reuniones

Entre las muchas posibilidades que ofrece el turismo a las ciudades figura el movimiento de visitantes que asisten a reuniones y convenciones varias, un segmento en alza en el país.

A nivel latinoamericano, Argentina se consolida en el segundo puesto detrás de Brasil en cantidad de congresos internacionales registrados, siendo la ciudad de Buenos Aires el principal imán.

La capital argentina siempre fue elegida por importantes asociaciones y empresas organizadoras de eventos como sede internacional. Pero a lo largo de este año será un verdadero hito para la industria.

Entre los principales eventos se mencionan, así, la cumbre del G20, con más de 45 reuniones a lo largo de 2018, los primeros Juegos Olímpicos de la Juventud de la región y el primer Global Summit de la World Travel & Tourism Council (WTTC), el 20º PanAmerican Congress of Rheumatolgy, el 106º FDI Annual World Dental Congress, el IAWJ 14th Biennial Conference o el World Lottery Summit 2018.

Según datos del sector las primeras cinco ciudades que concentran las reuniones son: Ciudad de Buenos Aires (25%), Córdoba (10%), Salta, Rosario y Mendoza (con un 6% cada una) representando de esta manera el 53% del total de las reuniones identificadas en el país.

Luego le siguen Mar del Plata, San Miguel de Tucumán, La Plata, Santa Fe, y Paraná, en cuyo centro de convenciones (inaugurado en septiembre del año pasado) se realizaron más de 40 eventos.

Según el Observatorio Económico de Turismo de Reuniones de la República Argentina, el año pasado Entre Ríos registró un crecimiento del 40% en el rubro y un impacto económico de 800 millones de pesos.

Así lo hizo saber el gobernador Gustavo Bordet al visitar el stand de Entre Ríos en la Expo Eventos que se realizó en Buenos Aires. El mandatario cree que la provincia tiene aquí una veta para explotar.

“Hoy Entre Ríos cuenta con el Centro de Convenciones inaugurado en Paraná, también con el Centro de Convenciones de Concordia, con dos centros de convenciones, uno en Villaguay y otro en Gualeguaychú, que dan la posibilidad de generar una oferta relevante en materia de turismo de convenciones”, remarcó.
“El turismo de convenciones le da estacionalidad a nuestra provincia en materia turística, es decir, va más allá de lo que es turismo termal en invierno y turismo de playas en verano, porque eventos y convenciones hay durante todo el año”, señaló.

El mandatario reconoció que las ciudades entrerrianas deben encarar fuertes inversiones en infraestructura para hacer viable el turismo de reuniones, un sector que genera ingresos y empleo.

“Paraná tiene la ventaja de tener dos aeropuertos internacionales, uno en la ciudad y otro en Santa Fe, y también todo lo que significa desde el sector privado en materia de hotelería”, apuntó el gobernador.

Luego destacó  que “hay grupos hoteleros que han decidido invertir en nuestra provincia, como Intersur que acaba de comprar el hotel Quirinale en Colón; también se ha presentado el proyecto en esa ciudad para Howard Johnson y en Gualeguaychú Amérian, que está instalándose próximamente. Todas son inversiones importantes”.
La Organización Mundial de Turismo (OMT) clasifica al turismo de reuniones de acuerdo a las siguientes categorías: convenciones y reuniones corporativas y de negocios; congresos de asociaciones (profesionales, culturales, deportivos, académicos, etc.); ferias y exposiciones comerciales; viajes de incentivo (que organizan las firmas como reconocimiento a sus empleados).

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 11/05/2018 en Uncategorized

 

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Histórico acuerdo entre las dos Coreas

Los líderes de Corea del Norte, Kim Jong-un, y de Corea del Sur, Moon Jae-in, se comprometieron a trabajar para poner fin a las actividades hostiles entre las dos naciones, durante el histórico encuentro que celebraron este viernes (27 de abril).

Esos líderes indicaron que este año buscarán “un fin permanente” a la Guerra de Corea, un conflicto que terminó en un armisticio en 1953, pero que sigue abierto desde entonces.

Lo que se pretende, así, es poner fin a 65 años de hostilidades entre las dos naciones, que hasta hace poco se venían desafiando militarmente, con choques periódicos en la frontera, alimentando  la posibilidad de desatar otra conflagración mundial.

“El Norte y Sur confirman el objetivo común de lograr, por medio de una completa desnuclearización, una península coreana libre de armas nucleares”, indicaron por otro lado ambas partes, en una declaración conjunta.

De esta manera se descomprime en principio una fuente de tensión mundial, ya que hasta hace unos meses el régimen comunista de Corea del Norte venía alardeando de su poder nuclear, a través de pruebas misilísticas periódicas condenadas por la comunidad internacional.

Según los expertos este cambio de panorama se debe a que surtió efecto la presión internacional que se ejerció últimamente sobre el régimen que lidera Kim Jong-un, que se encontró virtualmente en soledad, sobre todo por el cambio de actitud de su principal aliado, China.

Se especula además que Corea del Norte sufre las penurias económicas típicas de los regímenes colectivistas, con hambrunas periódicas, y pretendería por tanto dar un giro al mercado, como lo hizo China en la década de 1980.

Este desarrollo económico le daría sobrevida al régimen comunista de Kim Jong-un, un líder deseoso de no dejar el poder. A cambio de esta apertura al mundo, Corea del Norte estaría dispuesta a desnuclearizarse.

El acuerdo que se ha firmado apuntaría a poner término al conflicto de la península coreana, cuando esa geografía se dividió en 1948 en dos países, Corea del Norte bajo la influencia soviética, y Corea del Sur bajo protección norteamericana.

Las desavenencias entre ambos Estados condujo a la Guerra de Corea de 1950-1953, que finalizó con un alto al fuego y no con un tratado de paz que hubiera puesto término al conflicto fronterizo.

Ahora se pretende organizar una reunión de las familias que quedaron divididas por esa guerra que tuvo entonces un alcance devastador para la sociedad coreana en su conjunto.

Como ocurrió con otros conflictos durante la Guerra Fría, la tierra coreana fue el escenario periférico para que los dos bloques en pugna –el capitalismo expresado en Estados Unidos y el comunismo expresado en la URSS y China- midieran sus fuerzas.

La Guerra de Corea fue una de las  más mortíferas de la historia moderna, especialmente para la población civil de Corea del Norte, según reconoce el historiador Charles K. Armstrong en un artículo para el The Asia-Pacific Journal.

“Al final de la guerra el número de coreanos muertos, heridos o desaparecidos alcanzó los tres millones, el diez por ciento de toda la población. La mayoría de coreanos muertos se encontraban en el Norte, que tenía la mitad de población que el Sur; aunque la República Popular Democrática de Corea (RPDC) no dispone de cifras oficiales, posiblemente entre el 12 y el 15 % de los habitantes murieron en la guerra, cifra que se acerca o supera la proporción de ciudadanos soviéticos que murieron en la Segunda Guerra Mundial”, escribió.

 

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Publicado por en 11/05/2018 en Uncategorized

 

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Las sociedades secretas y el poder tras bambalinas

La existencia de sociedades secretas, algunas de las cuales moverían el mundo desde las sombras, sigue concitando el interés de los teóricos de la conspiración y del público en general.

De hecho la literatura sobre la presencia inquietante de logias que operan secretamente y que responden a intereses diversos constituye un verdadero género en sí mismo.

Se entiende por logia a toda aquella agrupación o conjunto de individuos que se congregan en torno a un objetivo específico, pero que además cuenta con la particular característica de ser secreta o no poder darse a conocer al público.

Los grupos que nos parecen más herméticos siempre han estimulado nuestra imaginación. ¿Es cierto que algunos de ellos han dirigido la evolución de la humanidad hasta acá y siguen controlando el mundo, como algunos creen?

El libro de Dan Brown, “Ángeles y Demonios”, que apareció en 2011 y que se convirtió pronto en un best seller, ha devuelto por ejemplo a la actualidad la secta de los “Illuminati”.

Disuelta oficialmente en 1785, su existencia actual es objeto de apasionados debates cuyo objeto central es la verosimilitud, o no, de un poder oscuro y oculto en el planeta Tierra.

La palabra Illuminati ha pasado a ser el genérico que designa a ese supuesto gobierno mundial, cuyos miembros se ven a sí mismos como los “iluminados” o elegidos. Hay quienes creen que este selecto grupo maneja actualmente los resortes de la historia.

Conformado por banqueros, petroleros, financistas, poseedores de inmensas fortunas y propietarios del Banco (privado) de la Reserva Federal de Estados Unidos, esta logia ejercería así un poder absoluto sobre la economía mundial.

Con la entrada del nuevo siglo y la irrupción de Internet, se ha amplificado la creencia de atribuir todo los males del mundo a la Orden de los Illuminati.

La mayoría de las sociedades secretas se inspiran en la francmasonería, cuyo origen se remonta a los gremios de albañiles de la Edad Media que construyeron las grandes catedrales góticas de Europa.

Los maestros constructores rodeaban sus reuniones de solemnidad y secretos para no dar a conocer sus técnicas ancestrales que eran transmitidas solamente a discípulos elegidos por su capacidad y honestidad.

Hacia el siglo XVIII el gremio mutó y empezaron a ingresar a sus filas nobles y comerciantes, a quienes se llamó “masones aceptados”. Con el tiempo la masonería, manejada por este último grupo, dejó de ocuparse de las construcciones, tomando en cambio un carácter especulativo y filosófico, convirtiéndose en enemigo ideológico de la Iglesia Católica y la Monarquía.

Entre las sociedades secretas que han tenido influencia en la historia se mencionan los Caballeros Templarios (una de las más poderosas órdenes militares cristianas de la Edad Media) y los Rosacruces (fundada a principios del siglo XV por Christian Rosenkreutz).

Se cree que en la Alemania de principio de siglo XX un grupo que reivindicó la superioridad de la raza aria, reunido en torno a la Sociedad de Thule, inspiró la ideología del régimen nazi, siendo uno de sus miembros dilectos el propio Adolf Hitler.

El nombre de esta sociedad tiene su origen en la mítica isla de Thule  mencionada en algunos textos antiguos y que los ariosofistas identificaban con Hiperbórea, el lugar primigenio de la raza aria.

Esta sociedad exigía que todos los posibles miembros jurasen que “por sus venas o las de su mujer no corría sangre judía ni de color”.

 

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La novedad histórica del pluralismo político

Por la evolución dialéctica de la historia las sociedades occidentales han dejado de ser homogéneas ideológicamente para pasar a ser heterogéneas. Esta diversidad cada vez mayor ha inaugurado el pluralismo, que consiste en vivir juntos en la diferencia y con la diferencia.

Como ha escrito el politólogo italiano Giovanni Sartori, el establecimiento de un modelo político que se asienta sobre la diversidad de ideas que compiten libremente es un hecho histórico novedoso.

El pluralismo, dice, “presupone una disposición tolerante y, estructuralmente, asociaciones voluntarias ‘no impuestas’, afiliaciones múltiples, y, también, líneas de división, transversales y entrecruzadas”.

Según Sartori, “las comunidades del pasado -desde la polis griega hasta las comunidades puritanas- no tenían estas características, más bien lo contrario. Recuérdese además que estas características se han desplegado, hasta ahora, sólo en el mundo occidental y occidentalizado”.

El modelo de poder autoritario, de un jefe o monarca que baja línea a los súbditos, era propio de la sociedad tradicional, como la que existía en la Edad Media, cuya nota distintiva era la homogeneidad ideológica.

El ejercicio del poder era muy simple: uno mandaba y los otros obedecían. Pero esto era posible porque la clase subalterna, los súbditos, habían internalizado la ideología del régimen.

Los sistemas políticos totalitarios de la modernidad (nazismo, comunismo y fascismo) intentaron idéntica cohesión social, aunque no imponiendo una religión sino una ideología estatal (la raza o la revolución proletaria, por caso).

Pero la historia tiene razones que la ideología desconoce: las sociedades tendieron a la heterogeneidad creciente, se hicieron más complejas, plurales y diversificadas.

Algunos politólogos hablan del tránsito de la sociedad cerrada, organizada y estructurada tribalmente, con un líder en el centro que controlaba las palancas del poder, a una sociedad abierta con ciudadanos empoderados intelectualmente, sin tutelaje ideológico, dispuestos a ejercer la crítica política de los gobiernos y de los poderes de facto de cualquier índole.

Así como a las sociedades homogéneas les corresponde un régimen político acorde (monarquía, tiranía o dictadura) las sociedades abiertas y plurales necesitan de un sistema que resuelva, justamente, las diferencias entre los individuos y los grupos.

Al mutar la estructura social mutan las relaciones de poder, al cambiar la sociología cambia el ejercicio de la política. La gobernanza, por tanto, se complejiza: pasa de un modo concentrado a un modo descentralizado.

En el campo político, pluralismo significa la concurrencia de diversas ideologías en la vida pública de un país. La factibilidad de opiniones distintas o encontradas y de un amplio espectro de soluciones para los problemas de interés público es uno de los elementos básicos del sistema.

Los regímenes totalitarios, por el contrario, en los que se eliminan los partidos como portadores de una opinión política, o se establecen sistemas de “partido único” que monopolizan la acción política de la sociedad, o se coartan las posibilidades de libre expresión de los ciudadanos, son incompatibles con el pluralismo.

El pluralismo entraña la concurrencia de opiniones y acciones de diversa orientación ideológica en la marcha del Estado. De esta manera hace posible la creación de alternativas que generan la posibilidad de la alternancia en el poder político.

 

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