El quiebre del modelo multicultural, el conflicto en Medio Oriente, la crisis migratoria, a lo que suma el giro de la opinión pública en cada país contra los inmigrantes, vaticinan una era de cierre de fronteras.
Europa, hasta hace poco ejemplo de libre circulación de personas y mercaderías, está marcando por estos días una tendencia a cerrarse, como reacción ante un recrudecimiento de los conflictos mundiales y la percepción de fracaso del modelo multicultural.
El dato es que el al interior del llamado “espacio Schengen”, área de libre circulación que comprende a 27 países europeos, se están introduciendo en forma temporal cada vez más controles fronterizos.
El espacio se creó en 1985 por el Acuerdo de Schengen y empezó a funcionar en 1995 para suprimir las fronteras comunes entre los países integrantes, de suerte que funciona en términos migratorios como un solo país, con una política común de visados.
Así, 23 de los 27 Estados miembros de la Unión Europea (UE) participan en el espacio Schengen. Resulta que la libertad de circulación entre países de este entorno sólo puede suspenderse transitoriamente en circunstancias excepcionales.
Pues bien, lo que está ocurriendo es que este mecanismo se está activando en forma generalizada ante el riesgo de un aumento de la “radicalización” en el territorio vinculada al conflicto palestino-israelí, a lo que se suma un malestar general de la opinión pública ante los inmigrantes, sobre todo los islámicos.
“El Código de Fronteras Schengen permite a los Estados miembros restablecer los controles fronterizos en caso de amenaza grave para su seguridad nacional, siempre que la medida sea necesaria como último recurso y tenga carácter temporal. Ahora bien, los Estados Schengen interpretan estas condiciones de forma muy amplia”, afirma Eugenio Cusumano, profesor asociado de Ciencias Políticas de la Universidad de Mesina.
Ya son 9 los países europeos que notificaron a la Comisión de la UE la suspensión temporal de la libre circulación. Ellos son Italia, Austria, Alemania, Noruega, República Checa, Polonia, Eslovaquia, Suecia y Francia.
Cada uno de ellos reactivó los controles en sus fronteras, adaptándolos a las circunstancias para minimizar el impacto en la circulación de personas y mercancías.
Como telón de fondo está la “crisis migratoria” que sacude a Europa y por la cual cientos de miles de personas, de distinta procedencia, sobre todo de Asia y África, llegan en busca de protección y asilo en ese continente.
Desde hace tiempo existe una enorme polarización en la opinión pública en torno a cómo debe tratarse el tema de la inmigración. El último tiempo, ante la inestabilidad global, producto sobre todo de los coletazos internos del conflicto en Medio Oriente, cada vez más europeos rechazan la inmigración.
Las voces en favor del cierre de fronteras se multiplican en toda Europa. Por ejemplo, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, calificó de “insoportable” la presión migratoria sobre su país.
Otro síntoma es la victoria electoral en Países Bajos de Geert Wilders, un líder que hizo campaña electoral proponiendo un duro programa antinmigración, sobre todo la de islamistas.
En Europa se está produciendo poco a poco un cambio que podría convertirse en una nueva tendencia política global: los partidos antiinmigración han ido aumentando su apoyo electoral durante la última década.
© El Día de Gualeguaychú