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La guerra en Palestina, contada desde el cine

“Fauda”, así se llama la impactante serie de Netflix que ahonda con conocimiento de causa en el conflicto palestino-israelí. Una producción cinematográfica que ofrece pistas sobre la naturaleza de la guerra en Medio Oriente.

La serie israelí retrata con crudeza un conflicto armado que lleva ya 70 años y adquiere particular significación en medio de la intensificación de la lucha entre Hamás e Israel.

“Fauda” es una palabra árabe que significa “caos” y que los infiltrados israelíes pronuncian cuando son descubiertos. El protagonista es precisamente eso: un comandante de la unidad anti-terrorista Mista’arvim llamado Doron Kavillio, que ha sido entrenado para operar desde dentro haciéndose pasar por un palestino de a pie.

El creador, guionista y director de la serie es el actor que interpreta a Doron, Lior Raz, que de joven estuvo en las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF).

También fue voluntario en la unidad de Dovid, donde se formó como soldado de combate y participó en operaciones especiales. Y en Estados Unidos, donde vivió unos años, trabajó al servicio de Arnold Schwarzenegger como guardaespaldas.

Básicamente la ficción narra la historia de una unidad de comando del ejército israelí, que está especializada en la prevención del terrorismo, quienes experimentan la tensión constante entre vida y muerte. Sus miembros son entrenados para integrarse en el mundo enemigo, adoptando su idioma, sus costumbres, sus modales.

Esta apuesta narrativa dramática y bélica se estrenó en 2015 y fue reseñada como una de las mejores series internacionales por The New York Times, al tiempo que el escritor Stephen King dice que es una de sus favoritas.

El programa representa ambos lados del conflicto, tanto de las fuerzas de Israel como de las violentas acciones de los grupos militarizados pro-palestinos, como Hamás. Aquí se ve lo bueno y lo malo de ambas partes sin ningún tipo de complejo, con un punto reflexivo, a ratos pesimista.

Al respecto, se la ha elogiado por ser una serie objetiva, a pesar de que sus creadores son hebreos. Si bien es una ficción que tienen un punto de vista anclado en la perspectiva de Israel, no deja de ser autocrítica, mostrando los claroscuros de las acciones israelíes.

Por cierto, Fauda ha sido criticada por voceros palestinos, sobre todo por su forma de mostrar el conflicto y por lo que consideran “propaganda judía”.

Como sea, la cinta es capaz de tocar puntos neurálgicos de la relación entre Israel y Palestina, muestra con bastante realismo el tipo de combate que desarrollan las milicias árabes y los soldados israelíes, al tiempo que ofrece un panorama global sobre los actores sociales y militares en juego en el conflicto de Medio Oriente, donde intervienen otros países árabes.

La serie introduce al espectador al interior de una guerra que hoy recrudece a la luz de los últimos acontecimientos. Muestra cómo es el día a día de árabes y judíos, el tipo de vida que llevan unos y otros en ciudades y asentamientos.

Enseña cómo son sus casas, sus barrios, sus costumbres; también las relaciones que entablan entre ellos, mezcla de amor y odio.

Desde el punto de vista bélico, el espectador se familiariza con la “batalla urbana”, los combates casa por casa, el rasgo que preferentemente asumen en la realidad las hostilidades entre los dos bandos desde 1948, año de la creación del Estado de Israel.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/11/2023 en Uncategorized

 

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Halloween, el deleite por lo que produce miedo

En buena parte del mundo, incluido nuestro país, hoy (31 de octubre) se celebra Halloween, también conocido como Noche de Brujas, un tópico que el cine norteamericano ha logrado globalizar.

Habitualmente, se cuenta que los orígenes de la fiesta se entroncan con rituales tradicionales que se conectan a los celtas y según los cuales los muertos regresan al mundo de los vivos.

Los celtas creían que la línea que unía a este mundo con el “otro mundo” se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar a través.

Esta festividad era considerada como el momento de la comunión con los espíritus de los difuntos, los cuales, en esta fecha, tenían autorización para caminar entre los vivos, dándole a la gente la oportunidad de reunirse con sus antepasados muertos.

Para mantener a los espíritus contentos y alejar a los malos de sus hogares, las personas dejaban comida fuera, una tradición que se convirtió en lo que hoy hacen los niños yendo de casa en casa pidiendo dulces.

De aquí proviene que cada 31 de octubre los niños se disfracen para la ocasión y paseen por las calles pidiendo dulces de puerta en puerta, pronunciando la frase “truco o trato”.

Esta tradición pasó de los celtas a los irlandeses, quienes fueron los encargados de llevarla a Estados Unidos. Sin embargo, la fiesta no comenzó a celebrarse masivamente hasta 1921.

La internacionalización de Halloween se produjo a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 gracias al cine y a las series de televisión. En 1979, se estrenó en Estados Unidos y en el mundo la película “Halloween”, de John Carpenter.

La industria cultural hace un negocio extraordinario con la fiesta de Halloween, donde el mal y lo demoníaco es exaltado. Esta fascinación por el “lado oscuro” refuerza el llamado “género de terror” en el cine, de altísimo consumo popular.

Al parecer el público “disfruta” o encuentra placer con las historias de brujas, fantasmas y cosas relacionados con la maldad del trasmundo. De alguna manera satisface, así, la necesidad de sensaciones fuertes.

El género de terror pronto se ganó la fascinación del público. Desde Nosferatu, la mitología, el folklore popular y las obras literarias se convirtieron en fuente de inspiración.

La gran pantalla se llenó de seres monstruosos de toda procedencia: jorobados, seres deformes, asesinos en serie, vampiros, espíritus. Por supuesto, casas encantadas, muñecos infernales y cualquier guión imaginable que pueda dar rienda suelta a uno de los innumerables terrores que padecemos los seres humanos, como es el caso de la pediofobia o terror a los muñecos.

Desde hace algunas décadas, la industria del cine encontró una veta comercial en productos donde el demonio, el anticristo o los espíritus malignos son protagonistas. “El Exorcista”, “Demian”, “El bebé de Rosemary”, “Poltergeist”, “Carrie”, “El Conjuro”, son algunos de ellos.

¿Qué tiene el cine de terror para atraer cada vez más al público y sumar estrenos y novedades en los cines como ningún otro género o propuesta?

Se cree que este el deleite que provoca este género se conecta en principio con el magnetismo irresistible que despierta el contacto con los misterios y enigmas más profundos del inconsciente humano.

Es decir, todo aquello que negaríamos o rechazaríamos por completo en nuestra vida cotidiana se convierte en una especie de goce secreto cuando adquiere la forma de un relato terrorífico, inclusive en sus variantes más estremecedoras o extremas.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 06/11/2023 en Uncategorized

 

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El cine y el género de la distopía tecnológica

La industria del cine nos suele entretener con alegorías tenebrosas sobre futuros ominosos donde las máquinas se vuelven contra el hombre. Aunque inspiran miedo, estas películas contienen una reflexión ética sobre la tecnología.

El género de ciencia ficción tiene una infinidad de temas dentro de su espectro narrativo. Uno de esos temas recurrentes tiene como base la “distopía”. El diccionario de la Real Academia define a esta palabra de la siguiente forma: “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.

Definir este término es sencillo si lo contraponemos a “utopía”, que hace referencia, por el contrario, a una sociedad humana ideal, en la que el ser humano llega al máximo de su desarrollo ético.

Si en la utopía se proyectan anhelos y esperanzas, la distopía escenifica los miedos y temores.

Así, en películas como ‘Metrópolis’, ‘Mad Max’, ‘Brazil’, ‘Doce Monos’, ‘Robocop’, ‘Matrix’ o ‘La Isla’, entre otras, no se proyecta un mundo amable, donde la tecnología hace más confortable la vida, y el hombre alcanza altas cotas de felicidad.

Últimamente el cine viene explotando futuros donde se conjugan distintos elementos: la posible unión de humanos con computadoras, el gigantesco poder de los creadores de herramientas tecnológicas, y la conveniencia y el peligro que conlleva desentenderse de aspectos esenciales de la vida para dejárselos a los algoritmos.

Un ejemplo de ello, por caso, es “Upgrade: máquina asesina”, una propuesta de ciencia ficción, que combina terror y suspenso, pero que en el fondo es una metáfora acerca de las virtudes y riesgos de la inteligencia artificial (IA).

“En un mundo cada vez más controlado por las máquinas, ¿dónde voy a quedar yo?”, le dice Grey Trace (Logan Marshall-Green) a su esposa Asha Trace (Melanie Vallejo), mientras viajan en un automóvil que se maneja sólo.

Ya desde el inicio la película anticipa el papel perturbador de la inteligencia artificial en la vida humana en una sociedad avanzada.

Resulta que después de que asesinan a su esposa y los atacantes lo dejan parapléjico, a Grey Trace le implantan un microchip, con una tecnología sin parangón, en su médula espinal, con lo cual recupera totalmente su motricidad. 

El aparato que le colocan a Grey fue creado por Eron Keen (Harrison Gilbertson), un joven con un alto coeficiente intelectual, dueño de una compañía tecnológica que tiene como objetivo construir herramientas y prótesis que beneficien al ser humano.

El mentado aparato, que se llama Stem, tiene vida propia y actúa como una entidad que no sólo dialoga interiormente con Grey sino que, al principio con su permiso, crea una estrategia para atrapar a los que asesinaron a su esposa.

Stem hace que este cuadrapléjico recupere milagrosamente sus capacidades motoras y a la vez lo hace invencible. En realidad, es la tecnología la que controla su cuerpo y realiza movimientos de combate rápidos y letales.

Grey trata de dirigir a Stem porque la máquina lo lleva a cometer homicidios horrendos, pero la tentativa fracasa. Finalmente, Stem logra tomar el control absoluto de la personalidad del protagonista.

La cinta, que reflota a su manera la metáfora del ser humano controlado por sus artefactos, deja un mensaje inquietante al espectador contemporáneo: ¿acaso la inteligencia artificial logrará en el futuro sustituir la voluntad humana?

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 19/02/2023 en Uncategorized

 

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El cine en casa, otra opción en la pandemia

Mientras que el coronavirus ha supuesto un duro golpe a la industria del cine y a la exhibición de películas en salas, no obstante ha hecho aumentar el consumo doméstico de piezas de ficción para lidiar con el confinamiento social.

Según los reportes de Hollywood la producción cinematográfica se ha desplomado desde que se decretó la crisis sanitaria y los estudios luchan para adaptarse a una realidad crítica que no tiene precedentes.

A las salas de cine no les ha ido mejor y algunos analistas prevén que el panorama de la distribución de filmes cambiará para siempre una vez que sea seguro que la gente vuelva al cine.

Mientras están confinados en sus hogares, los consumidores se han acostumbrado aún más a recibir películas en el hogar a través de distintas plataformas, y este hábito podría consolidarse mientras dure la pandemia y más allá de ella.

De hecho en el negocio del séptimo arte evalúan que el coronavirus podría tener consecuencias inesperadas en la exhibición de películas en las salas una vez que el fenómeno sanitario decline o desaparezca.

El cine en casa no es una novedad, pero sí lo es que en los últimos meses ha sido efectivo para evitar ataques de ansiedad, estrés y aburrimiento, convirtiéndose en una opción de entretenimiento en la situación de confinamiento social.

El cine y la lectura literaria se han convertido en este tiempo en una gran compañía, acaparando las propuestas culturales desde casa, en momentos en que se han cerrado eventos y espectáculos públicos.

Según los expertos, las películas son capaces de hacernos vivir situaciones que enriquecen nuestro estado de ánimo. Más allá de entretener, nos permiten descubrir nuevos mundos y viajar, sobre todo ahora que físicamente no podemos hacerlo.  

Viajar, descubrir, reconocernos en las historias ajenas es una forma de catarsis necesaria. Mucho más en estas circunstancias llenas de incertidumbre donde la ansiedad y el miedo son el pan de cada día. 

Las películas permiten vivir nuevas experiencias en un nivel intelectual y emocional, hacen reír, inspiran, permiten canalizar el sufrimiento, confrontar los miedos, ayudan a reflexionar y a reinventarse, según refieren los amantes del cine.

Entre los beneficios de este consumo, se menciona que actúa como un relajante, ya que favorece el descanso y evita la sensación de ansiedad, algo que se ha agudizado en estos tiempos.

Además, gracias al poder de sus historias fuera de lo común el cine permite a las personas ser más creativas, al impactar áreas relacionadas con la apreciación artística.

Se considera que durante el confinamiento ser creativo es necesario para evitar el aburrimiento y hacer las actividades diarias de otra manera. Ver a los personajes de ficción reaccionar de cierto modo permite compararnos y apreciar la vida desde otra perspectiva.

Por otro lado el cine es motivante, ya que ayuda a percibir las circunstancias relacionadas con el Covid-19 de un modo más optimista. Las ficciones podrían, en efecto, inspirar respuestas creativas ante las limitaciones de la vida en tiempos de encierro.

Por último, el cine siempre ha sido vía para ampliar la cultura general de las personas. Ver películas sobre historia o documentales permite mejorar nuestros conocimientos y aprender sobre la cultura de otras sociedades.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/01/2021 en Uncategorized

 

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Vampirismo, entre la fantasía y la realidad

Desde que los vampiros entraron a la cultura popular, a partir de las historias literarias y cinéfilas, el interés por ellos no ha menguado. Y de hecho es difícil de discernir cuánto de mito y cuánto de realidad rodea a estas criaturas extrañas.

Según la tradición fantástica, un vampiro es una suerte de no-muerto (o un ente inmortal) que regresa del más allá para alimentarse de sangre de inocentes. Rehúye la luz, luce incisivos afilados, tiene una palidez cadavérica, duerme de día y puede mutar a voluntad en un murciélago.

La mordida, generalmente en el cuello de sus víctimas, hace que el individuo blanco del ataque atraviese un proceso de lenta vampirizacion. Se acaba con esta criatura atravesándole el corazón con una estaca, una aguja o un clavo de hierro al rojo vivo. Despedir tufo a ajo, según se dice, es un repelente eficaz contra él.

El vampiro más famoso es Vlad Teppes, conocido como el Conde Drácula, el  personaje célebre de la novela escrita por el irlandés Bram Stoker, que desde que fue publicada en 1897 nunca ha dejado de estar en circulación, al tiempo que ha tenido una influencia extraordinaria en el cine, el teatro y la televisión.

Pero Stoker no inventó la leyenda vampírica, ya que el vampiro está conectado con las raíces de la humanidad. Cada cultura ha dado un nombre distinto a este monstruo. Según la zona puede ser un espíritu oscuro, un demonio o un cadáver reanimado. Lo único que tiene en común es que no tiene sentimientos, es malvado y se alimenta de la fuerza vital de los vivos.

Sin embargo el folclore de la entidad que hoy conocemos como vampiro se origina casi exclusivamente a principios del siglo XVIII en el sureste de Europa. Curiosamente, fue durante el Siglo de las Luces que esta entidad se convirtió en un tema candente en Europa, concitando la discusión de científicos, filósofos y teólogos.

“¡Qué! ¿Es en nuestro siglo XVIII que existen vampiros?”, se preguntó el filosofo francés Voltaire en su Diccionario Filosófico, publicado en 1764. Se ha querido ver en el vampiro un poderoso y ancestral mito, una especie de arquetipo que subyace en la mente humana, que habla de nuestros temores y anhelos más profundos.

Sin embargo, el vampirismo existe en el siglo XXI como un estilo de vida alternativo, una subcultura gótica sustentada en la existencia de “vampiros metafóricos”, sujetos que se maquillan la cara de blanco, se visten de negro, duermen en cajas o ataúdes, se injertan colmillos, salen únicamente de noche y se comunican en páginas afines por Internet.

Por otra parte, hay un grupo que se declara como “vampiros reales”, organizados en torno a “Voices of the Vampire Community”, cuyos miembros dicen que para subsistir toman sangre y energía vital de otras fuentes, muchas veces humanas.

Por lo demás, la literatura médica  habla de “vampirismo clínico” en relación a un raro trastorno mental, una parafilia caracterizada por ser asociada con una necesidad compulsiva de ver, sentir o ingerir la sangre existiendo o no el autoengaño creencial de ser un vampiro.

En 1992 el psicólogo Richard Noll describió el trastorno con el nombre de síndrome de Renfield, basado en R.M. Renfield, personaje de la novela de Bram Stoker y comedor compulsivo de aves, moscas y arañas para obtener su fuerza vital.

En las crónicas periodísticas y en los registros policiales existen muchos personajes cuya conducta criminal tienen rasgos que permitirían clasificarlos como pacientes con vampirismo.

 

©  El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 18/01/2020 en Uncategorized

 

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Halloween y el poder del cine norteamericano

Si en buena parte del mundo, incluido nuestro país, hoy (31 de octubre) se celebra Halloween, también conocido como Noche de Brujas, eso se debe a la enorme penetración del cine estadounidense.

Este día en el que según un antiguo mito celta los muertos regresaban al mundo de los vivos, ha sido la temática principal de numerosas películas y series televisivas norteamericanas.

Este producto cultural masivo de esa gran industria global del entretenimiento que es Hollywood está destinado al “consumo del terror”, que cuenta con un público siempre ávido sobre temáticas vinculadas a fantasmas e historias de ultratumba.

Además de las películas sobre temas macabros, las actividades típicas de Halloween son el famoso “dulce o truco” y las fiestas de disfraces, además de las hogueras, la visita a casas encantadas, las bromas y la lectura de historias de miedo.

Halloween tiene su origen en una festividad céltica conocida como Samhain, en la cual se celebraba el final de la temporada de cosecha. Los antiguos celtas creían que la línea que unía a este mundo con el “otro mundo” se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar a través.

Los ancestros familiares eran invitados y homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se cree que el uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los espíritus malignos. El propósito era adoptar la apariencia de esos espíritus para evitar ser dañado.

Esta tradición pasó de los celtas a los irlandeses, quienes fueron los encargados de trasladarla a Norteamérica. Sin embargo, la fiesta no comenzó a celebrarse masivamente hasta 1921.

Ese año se celebró el primer desfile de Halloween en Minnesota y luego le siguieron otros estados. La fiesta adquirió una progresiva popularidad en las siguientes décadas.

La internacionalización de Halloween se produjo a finales de los años ‘70 y principios de los ‘80 gracias al cine y a las series de televisión. En 1979, se estrenó en Estados Unidos y en el mundo entero la película “Halloween”, de John Carpenter.

Según la leyenda céltica no solo los espíritus de los difuntos eran libres de vagar por la tierra la noche de Halloween, sino toda clase de entes procedentes de todos los reinos espirituales.

Entre ellos había uno terriblemente malévolo que deambulaba por pueblos y aldeas, yendo de casa en casa pidiendo “truco o trato”. Lo mejor era hacer trato, sin importar el costo que éste tuviera, pues de lo contrario el ente maligno podía usar sus poderes para hacer “truco”, que consistía en maldecir la casa y a sus habitantes, dándoles toda clase de infortunios.

De aquí proviene que cada 31 de octubre los niños se disfracen para la ocasión y paseen por las calles pidiendo dulces de puerta en puerta. Después de llamar a la puerta, ellos pronuncian la frase “truco o trato”, según reza la leyenda céltica.

Si los adultos les dan caramelos, dinero o cualquier otro tipo de recompensa, se interpreta que han aceptado el trato. Si por el contrario se niegan, los chicos les gastarán una broma, siendo la más común arrojar huevos o espuma de afeitar contra la puerta.

En Latinoamérica algunos rechazan esta fiesta catalogándola de pagana. En tanto que cierto nacionalismo cultural, afecto a las teorías conspirativas, la ataca por considerarla una forma de “imperialismo”.

 

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Publicado por en 07/11/2019 en Uncategorized

 

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El cine y su capacidad para imaginar el futuro

El séptimo arte, como se le llama, se ha revelado como una industria cultural especialmente apta para reflejar mundos y realidades posibles, muchos de ellos inquietantes.

Algunos piensan que el cine ha sido el continuador del género ficcional anticipatorio inaugurado por el escritor Julio Verne (1828-1905), quien encarna el modelo del artista dotado de facultades proféticas.

Ahora sabemos que el “padre de la ciencia ficción”, como algunos lo catalogan, se adelantó a su tiempo al describir muchos de los adelantos científicos ocurridos años después. De suerte que lo imaginado en el relato, finalmente se vuelve realidad en algún momento.

Las fantásticas aventuras contenidas en los libros de Verne, que descubrían mundos secretos y desconocidos, capturaron en su momento la imaginación de millones de lectores y de hecho el cine las explotó para los televidentes (“De la Tierra a la Luna”; “20.000 leguas de viaje submarino”; “Viaje al centro de la Tierra”; “La vuelta al mundo en 80 días”, etc.)

Pero el último tiempo la mayoría de las producciones cinematográficas que  abordan el futuro no proyectan precisamente un mundo amable, donde la tecnología hace más confortable la vida, y el hombre alcanza altas cotas de felicidad.

En películas como ‘Metrópolis’, ‘Mad Max’, ‘Brazil’, ‘Doce Monos’, ‘Robocop’, ‘Matrix’, ‘La Isla’, ‘Equilibrium’ o ‘La Purga’, no se ve nada del positivismo ingenuo y entusiasta que inspiró a Verne y a todos aquellos que atribuyeron al desarrollo tecno-científico una función salvífica.

Más bien lo que se ve es la cruel amplificación de catástrofes naturales inducidas por la actividad humana, la proliferación de pandemias universales, la manipulación genética, el control informativo, nuevas tiranías, guerras interminables, y la emergencia de nuevas servidumbres.

“La ciencia ficción ha perdido preponderancia respecto de la fantasía porque nadie cree en el futuro”, ha dicho hace poco George R.R. Martin, escritor y guionista estadounidense de literatura fantástica y de ciencia ficción, famoso por ser el autor de la serie de novelas ‘Canción de hielo y fuego’.

La frase revela el pesimismo e incredulidad que atormenta a varios creadores. Y da una pista de por qué la base de las actuales películas de ciencia ficción es la distopía, que es lo contrario de la utopía.

Si en la utopía se proyectan anhelos y esperanzas, la distopía escenifica los miedos y temores. Si en la primera se promete un reino de libertad y autorrealización mediante el ejercicio de la razón (en la que creía Verne), en la segunda, los sueños de la razón producirán los monstruos de la opresión y la alienación.

El contenido del cine futurista actual recuerda la grandes novelas distópicas del siglo XX, entre las cuales ocupan  un lugar privilegiado “1984” de George Orwell, escrita en 1949, y “Un mundo feliz”, escrito por Aldous Huxley en 1932.

Fue Huxley quien escribió: “Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre”.

El cine, con sus relatos apocalípticos, parece querer decirnos que el futuro no luce prometedor, advirtiéndonos que la marcha que ha tomado la humanidad no la conduce a buen puerto.

 

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Publicado por en 15/07/2019 en Uncategorized

 

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El cine, aliado de las tabacaleras

Uno de cada tres adolescentes empieza a consumir cigarrillos por ver películas que contienen imágenes relacionadas con el cigarrillo, advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La advertencia vuelve a poner sobre el tapete la sospechosa e inquietante relación que ha existido siempre entre las tabacaleras –que venden un producto altamente cancerígeno- y la industria cinematográfica.

La OMS no duda en afirmar que la profusión de escenas de fumadores en el cine promueven la iniciación al tabaquismo, objetivo este último que persiguen las tabacaleras, interesadas en que el cigarrillo siga siendo visto como algo normal y cool.

“Las películas exponen a millones de adolescentes a seguir personajes, que consumen tabaco, como modelos a imitar. Está demostrado que no sólo promueve el inicio del consumo, sino que fue una estrategia deliberada de la industria tabacalera para alcanzar audiencias más jóvenes”, explicó James Sargent, pediatra y científico del Instituto Dartmouth de los Estados Unidos, que fue uno de los que elaboraron el informe de la OMS.

Estudios empíricos realizados en Argentina arrojan resultados inquietantes sobre el tópico. Según el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), se fuma en nueve de cada diez películas argentinas, casi el doble que en las de Estados Unidos.

Lo grave, según esta organización, es que estas películas están clasificadas como aptas para todo público y ello incluye niños. El Cedes advierte, al respeto, que los niños que ven consumo de tabaco en los films son más propensos a volverse fumadores durante la adolescencia.

En nuestro país, desde 2011 rige la ley nacional que restringe el marketing de tabaco. “Pero la norma no alcanzó al cine, y eso es aprovechado por la industria tabacalera para seguir promocionando sus productos en películas”, explicó Raúl Mejía, médico e investigador del Cedes.

El consumo de tabaco ha hecho un viraje significativo desde que el público tomó conciencia de que cada cigarrillo estaba acortando la vida de las personas. Hoy se sabe que más de la mitad de los fumadores enferman y mueren de manera prematura.

Pero hace medio siglo, la norma era ser un adulto fumador, de hecho se veía con sospecha a aquellos que no fumaban. El cigarrillo confería sofisticación y glamour a las personas.

El pensamiento predominante de la época –aún en los años ‘60- estaba moldeado por una insistente publicidad comercial. Los protagonistas de muchas películas y series incitaban con su comportamiento a gestos y acciones a favor del rito del tabaco.

Los años dorados de Hollywood, esa gran fábrica de sueños para el gran público, huelen a tabaco. Las películas de esta usina de la imaginación se presentan generalmente como una forma de entretenimiento, pero sus argumentos suelen ocultar la promoción por contrabando de determinados hábitos, como el tabaquismo.

“Hollywood es la varita mágica que ha sido usada para hechizar al público sin su sospecha (…) Cuando el espectador ve estas películas su mente está abierta a la sugestión y el proceso de condicionamiento empieza”, ha dicho el escritor Alan Watt.

La industria tabacalera ha utilizado siempre a Hollywood como parte de una campaña más vasta, que empleó a referentes sociales como deportistas, artistas, soldados y hasta médicos para reforzar, promover y normalizar el consumo de cigarrillos.

Desde hace unos pocos años, esa industria ha debido enfrentar la resistencia de un público que ve al cigarrillo como un veneno y que ha obligado a los gobiernos a ponerle coto a la propaganda tabacalera.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 24/02/2016 en Uncategorized

 

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