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Qué hay detrás del boom del tatuaje

En Argentina el 43% de las personas tiene al menos un tatuaje. Es uno de los países que están a la vanguardia de esta práctica que desde hace algún tiempo ha perdido su estigma marginal.

Dalia Reasearch, una agencia alemana de investigación, hizo una encuesta online para saber cuáles son los países más tatuados del mundo. Argentina entró en el top 5.

De acuerdo al sondeo, el 43% de los argentinos tiene algún tipo de marca corporal. El 45% de ese total tiene entre 30 y 40 años, el 32% entre 14 y 29 años y el 28% más de 50 años.

Dividido por género, el 45% de las mujeres está tatuada, mientras que en el caso de los hombres solo el 41%.  

En tanto a nivel global se cree que el 38% de la población mundial tiene al menos un tatuaje, siendo Europa el continente con más personas que tienen este tipo de inscripción corporal.

El dato es que crece la demanda por esta práctica, que hasta hace unas décadas no gozaba de aceptación social. De hecho, hasta hace treinta años los tatuajes se asociaban a clases sociales bajas, presos, marginales y pandilleros.

¿A qué se debe este cambio de tendencia? Matt Lodder es una de las personas que más sabe de la historia de los tatuajes en el mundo. Tiene una tesis doctoral sobre el tema y es profesor de diversas clases de Historia del Arte en la Universidad de Essex (Reino Unido).

Según explica, los orígenes del arte del tatuaje se remontan a más de 5.000 años y estos diseños sobre la piel han cumplido básicamente una función simbólica.

En las antiguas culturas, por ejemplo, los tatuajes estaban asociados a motivos religiosos (en honor a una deidad), mágicos (como amuleto de protección) o curativos.

“Cuando piensas bien en el proceso de hacer tatuajes, te das cuenta de que es muy simple: lo único que necesitas es una aguja o un objeto puntiagudo de algún tipo y cualquier pigmento que puede llegar a ser carbón”, señaló el historiador en una reciente entrevista.

“Si se estaban haciendo hace 5.000 años no veo ninguna razón por la cual no se estuvieran haciendo de manera continua. La práctica de los tatuajes es parte del instinto humano básico; es algo que encontramos más o menos en cada una de las culturas que ha habido, ya sea con tinta o con cicatrices. Es algo normal el querer modificar nuestro cuerpo”, explicó.

Lodder recuerda que, en la cultura occidental, durante mucho tiempo, el tatuaje fue estigmatizado, asociándoseles a criminales y marginados sociales. Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del XX, esta modificación corporal experimentó un renacimiento en Occidente, gracias en parte a la influencia de marineros y viajeros que traían consigo diseños exóticos de tierras lejanas.

Más adelante, ya en la década de 1970, el tatuaje se popularizó aún más con la llegada de la cultura punk y el movimiento de contracultura, convirtiéndose en una forma de rebelión para una nueva generación de jóvenes.

Hoy por hoy, el mundo del “tattoo” ha perdido ese estigma marginal y son las estrellas del cine y la música, los futbolistas y modelos quienes muestran con orgullo diseños de todo tipo: clásicos tribales, citas escritas en sánscrito, imágenes de personas o animales, premios, escudos de clubes, etc.

Según los especialistas, el tatuaje ha evolucionado hasta convertirse en una forma de expresión de la propia identidad, las creencias y demás experiencias personales.

Además, este fenómeno también está introduciendo a nuevos artistas en la profesión de marcar el cuerpo con tintas.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/06/2024 en Uncategorized

 

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La ciencia de las tradiciones y la idiosincracia de los pueblos

El 22 de agosto de cada año se celebra el Día Internacional del Folklore, palabra de la lengua inglesa compuesta por “folk”: pueblo, y “lore”: acervo o saber. 

Si bien la castellanización aprobada por la Real Academia Española (RAE) indica que debe hablarse de “folclore”, el término original y científico en inglés se escribe “folklore”.

Fue el arqueólogo inglés William John Thoms quien usó por primera vez la palabra, el 22 de agosto de 1846, en un escrito publicado en la revista The Athenaeum de Londres.

El 22 de agosto de 1960, casi un siglo después de que se creara el término, se realizó en Buenos Aires, el Primer Congreso Internacional de Folklore.

Presidido por el prestigioso folklorólogo salteño Augusto Raúl Cortazar, el Congreso reunió a representantes de 30 países, quienes instauraron el 22 de agosto como el Día del Folklore.

En la Argentina, la celebración coincide con el nacimiento de Juan Bautista Ambrosetti (1865-1917), proclamado el “padre de la ciencia folklórica argentina”, por ser un pionero en realizar trabajos sobre esta temática.

Aunque vivió en Buenos Aires con su familia desde muy pequeño, Juan Bautista Ambrosetti nació en Gualeguay (Entre Ríos). En 1882 el joven Ambrosetti fue aceptado como miembro de la Sociedad Científica Argentina y comenzó una etapa de viajes y exploraciones.

Desde 1885 hasta finales del siglo XIX, Ambrosetti realizó viajes a Misiones, a los Valles Calchaquíes, a Tucumán, a Mendoza, a Santiago del Estero y a La Pampa. Recopiló una importante cantidad de objetos, documentos y arte nativo, que fueron la base de sus grandes colecciones e inspiración de brillantes artículos.

La polifacética obra de Ambrosetti incluyó disciplinas de lo más diversas: estudios históricos, etnográficos, lingüísticos, arqueológicos y antropológicos. En ellos incluyó trabajos sobre leyendas y supersticiones, lenguajes indígenas o la utilización de metales en la región norteña de nuestro país.

Con el gualeyo comienzan en nuestro país los trabajos sistemáticos referidos a la etnografía y gracias a su constancia aparecen las primeras publicaciones científicas que desarrollan las temáticas folklóricas.

El folklore trata de tradiciones, de hechos sociales, estéticos, compartidos por la población y que suelen transmitirse de generación en generación. Nos habla de un saber popular e incluye los bailes, la música, las leyendas, los cuentos, las artesanías y las supersticiones de la cultura local, las coplas, entre otras manifestaciones multidimensionales.

Entre Ríos es una provincia rica en historias, mitos y leyendas. Dos elementos contribuyen a explicar esta riqueza: su mestizaje poblacional (aborigen, criollo y europeo) y su particular geografía, caracterizada por montes y cuchillas, ríos y arroyos.

Desde el punto de vista musical, Entre Ríos aparece como una confluencia entre el Litoral y la Pampa Rioplatense, en cuyo espacio se cultivan el chamamé, la milonga, el tanguito montielero y la chamarrita.

También conviven cielitos, estilos, rasguidos, y los ritmos de influencias inmigratorias como la polca, el schottis, la ranchera, en los que la presencia del acordeón es más fuerte.

Con respecto a la chamarrita, se sabe que es un estilo musical y danza originarios de las islas Azores que llega a Brasil a fines del siglo XVII. A través de rutas comerciales llega a Entre Ríos pasando por la Banda Oriental y mezclándose con el fondo cultural charrúa, africano y de gauchos cimarrones.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 27/08/2023 en Uncategorized

 

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El arte, talento humano para la expresión creativa

El 15 de abril se celebra el Día Mundial del Arte, en homenaje a Leonardo Da Vinci, uno de los mayores artistas de la humanidad, genio multifacético que brillo en el Renacimiento.

Descendiente de una rica familia de nobles italianos, Leonardo nació en la villa toscana de Vinci el 15 de abril de 1452. Es considerado un hombre universal, ya que fue versado en todos los ámbitos del conocimiento humano.

No solo fue uno de los más grandes pintores de todos los tiempos, un importante escultor y arquitecto, sino que también fue una eminencia en aerodinámica, cocina, hidráulica, anatomía, poesía y botánica.

Para conmemorar el nacimiento de este genio renacentista, y para promover la creación artística, la Asociación Internacional del Arte impulsó, desde 2012, la proclamación del “Día Mundial del Arte”.

El arte es una forma de expresión humana y universal, mediante la cual, el hombre, comunica sus deseos, ideas, emociones, pesares, su visión del mundo y lo que le parece interesante o bello.

Las primeras manifestaciones artísticas datan de la prehistoria, cuando nuestros antepasados dibujaban animales y escenas de cacería, o imprimían sus manos en las paredes de las cavernas con mezclas de pigmentos y grasa animal.

Con el correr de los años, las técnicas, herramientas y soportes fueron evolucionando, se perfeccionaron y surgieron nuevas disciplinas artísticas.

Además de la pintura y la escultura, la arquitectura fue otro de los medios que el ser humano utilizó, desde las primeras civilizaciones, para expresarse artísticamente, ejemplo de lo cual son los templos construidos en la Grecia y Roma clásicas, en Egipto, China, y también las catedrales medievales y los palacios renacentistas.

Del mismo modo, la literatura, la música y la danza son artes que estuvieron presentes desde los inicios de la humanidad y se manifestaron en todas las culturas del mundo, tanto occidentales como orientales.

Otra disciplina artística importante es el teatro, no solo por su presencia incesante a lo largo de la historia, sino también por ser la suma de todas las artes: en el teatro se fusionan literatura, pintura, escultura, arquitectura, música, y danza.

En los últimos tiempos se han sumado disciplinas artísticas modernas como el diseño digital, el diseño gráfico, la fotografía y la cinematografía.

Entre las muchas ventajas que ha detectado la ciencia sobre la práctica del arte desde edad temprana, se menciona el hecho de que desarrolla una sensibilidad que le permite a la persona desarrollar un código de ética muy sólido.

También ayuda al aumento de la concentración; permite el desarrollo de estructuras de pensamiento mucho más complejas; fomenta el desarrollo de la creatividad tanto individual como grupal; promueve la tolerancia; aumenta la confianza y el auto concepto del individuo.

Por otro lado, existe evidencia científica que demuestran que las diferentes manifestaciones artísticas tienen un altísimo poder curativo, algo que por otro lado ya se sabía en la Antigüedad.

El dramaturgo estadounidense Christopher Bailey, director de la Iniciativa Arte y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha resaltado que el arte puede tener un gran impacto positivo en la salud mental y física de las personas.

“La incorporación de las artes a los sistemas [sanitarios] y lugares de curación puede mejorar los resultados en salud, reducir los costos y apoyar la recuperación de enfermedades y lesiones”, refiere Bailey.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/04/2023 en Uncategorized

 

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La extendida práctica social de marcarse la piel

Si en el pasado fue una práctica frecuente entre marineros y presos, el deseo de verse la piel con un dibujo, un retrato, un nombre o una simple letra es cada vez más corriente en personas de todas las edades y de diversas clases sociales.

Tatuaje tiene su origen etimológico en el vocablo francés “tatouage”. El concepto refiere al acto y al resultado de dejar grabado un dibujo o una marca en la piel a través del uso de ciertas agujas o punzones con tinta.

La técnica, con variaciones, se emplea desde hace miles de años, de acuerdo a los registros detectados por arqueólogos. Han tenido uso simbólico desde culturas antiguas en diferentes comunidades.

En las sociedades arcaicas, por ejemplo, tenían relación con la magia, la religión y la divinidad. En América, los usaban los grupos prehispánicos aztecas, mayas y amazónicos, los cuales acostumbraban también perforarse y hacerse incrustaciones; además, en Oriente, los maorís y otros grupos de las islas del Pacífico.

En la época moderna, el principal contacto entre Oriente y Occidente respecto a los tatuajes se dio con los marineros llegados a la Polinesia, quienes comenzaron a tatuarse y extendieron esta costumbre por Estados Unidos.

Después, fue común entre prisioneros y lo cual llevó a estigmatizar a quienes los portaban. A partir de esa época se popularizó sobre todo en jóvenes y celebridades del cine, la televisión, cantantes como los roqueros de los años ‘60 y deportistas (jugadores de fútbol, beisbol, fútbol americano, boxeadores, etc.).

Desde finales del siglo XX la práctica de introducir pigmentos en la piel mediante punciones con agujas se ha ido popularizando entre los habitantes de las ciudades en todo el mundo, generando un fenómeno social que algunos asimilan a la moda.

Hasta hace poco reservado a círculos sociales disímiles, desde los artistas que lo viven como una obra de arte, pasando por los presos, las pandillas o determinados grupos juveniles que lo visualizan como una rutina transgresora, hasta los famosos de la televisión y la política que lo exhiben como un adorno “fashion”, hoy el tatuaje se ha convertido en un modo de expresión que no distingue entre sectores sociales, edades ni procedencia cultural.

Existen, por otro lado, concursos de diseño y han proliferado los negocios dedicados a realizarlos. Los tatuajes se han convertido en una opción generalizada, siendo parte del llamado “arte corporal”, que incluye también el “piercing” (práctica de perforar una parte del cuerpo para insertar aros u otras piezas de joyería).

En un mundo en el que las redes sociales son tan influyentes, ver a las celebridades tatuadas ha impulsado los tatuajes como tendencia. Estrellas internacionales del deporte como Lionel Messi o David Beckham; de la música como Adam Levigne, Maluma o Rihanna; celebridades de la gran pantalla como Johnny Depp o Scarlett Johansson e incluso modelos como Kate Moss o Cara Delevigne, lucen su tinta a tal punto que la convierten en marca personal.

Los psicólogos argumentan que hoy el tatuaje aparece como un mecanismo personal de diferenciación y resignificación de la propia subjetividad. Aunque dado que implica infligirse una herida en la piel, en la que está presente el dolor, los dermatólogos remarcan que no está exenta de riesgos para la salud.

Alegan que es posible tener infecciones en la piel y otras complicaciones, incluidas reacciones alérgicas, infecciones en la piel, enfermedades transmitidas por la sangre (como el SIDA y la hepatitis B).

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 29/01/2023 en Uncategorized

 

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Los frutos del río que no son parte de la dieta lugareña

<< Semanario – Julio 2022 >>

El divorcio entre la explotación de un recurso alimenticio de la zona y su consumo a nivel doméstico

La paradoja del pescado de río: se extrae en la zona pero no abunda en la dieta

Villa Paranacito es una comunidad tradicionalmente pesquera, pero sus habitantes consumen poco de los frutos de su rico delta. Eso revela un estudio que lleva adelante la UNER, interesada en fomentar la incorporación del pescado de río en la dieta regional.

Por Marcelo Lorenzo

Estudiando la temática de la pesca artesanal en el Delta del Paraná, en la comunidad costera de Villa Paranacito, vinculada históricamente a esa actividad, investigadores universitarios se sorprendieron del bajo nivel de consumo de pescado de río (boga, pejerrey, sábalo, surubí, dorado, etc.) entre los pobladores locales.

Se trata de un hallazgo que muestra a priori un problema estructural para una economía alimentaria de tipo regional: la explotación del bien, que se monetiza comercialmente, sin embargo no se ve reflejada en la dieta de la comunidad productora.

Desde el punto de vista nutricional se trata de un déficit para los pobladores del Villa Paranacito, cuya familias residentes se pierden de incorporar en sus comidas un alimento nutritivo y saludable, como el pescado de río.

La contradicción no acaba allí si se piensa que se está en presencia de una comunidad tradicionalmente pesquera, aledaña a uno de los humedales más importantes de Sudamérica, el Delta del Paraná, rico en especies ictícolas.

Eso señalaron a SEMANARIO la directora del proyecto de Extensión “Tirando Redes” Mgtr. en Ciencias de la Nutrición María Clara Melchiori, la Lic. en Nutrición María Eugenia Santos y la estudiante María Díaz Barci.

Dicho proyecto se presentó al público el pasado 5 de julio en las instalaciones que la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) posee en calle Presidente Perón 1154 de Gualeguaychú, en el marco de la feria itinerante de carreras de esa casa de estudios, que fue visitada principalmente por estudiantes secundarios de la ciudad y del departamento.

“Tirando Redes” es un trabajo investigativo en el territorio encabezado por la Facultad de Bromatología y que involucra a distintas carreras de la UNER. Surgió porque el año 2022 ha sido declarado por las Naciones Unidas (ONU) como el Año Internacional de la Pesca Artesanal y la Acuicultura.

María Clara Melchiori, que vivió en Villa Paranacito (localidad ubicada 80 Km al sur de la ciudad de Gualeguaychú) y tiene allí vínculos familiares, comentó que con ese propósito desde principio de año grupos de alumnos de la universidad visitan la localidad, estableciendo contacto con referentes locales para recabar información y realizar distintos eventos culturales.

Resulta que uno de los relevamientos desarrollados en los centros educativos de la localidad, como parte del proceso de investigación académica, reveló un bajo consumo de pescado de río por parte de los habitantes del ejido, un indicador paradójico y al mismo tiempo preocupante tratándose de una comunidad pesquera.

“Es chocante ver que la mayoría de la población de Villa Paranacito, un enclave pesquero, consuma tan poco pescado de río o lo haga en forma ocasional”, apuntó Melchiori al marcar la contradicción. “Se trata de un alimento propio de la zona que sin embargo no está accesible -prácticamente no hay lugares de venta- a la población nativa”, destacó por su lado Santos.

“Lo que observamos es que el pescado que se extrae en el lugar se va a los frigoríficos, fundamentalmente al que existe en la ciudad de Victoria. Y también se vende a (la República Oriental del) Uruguay. Y eso provoca que no haya en principio disponibilidad del bien a nivel local”, explicó Santos.

“Esto es consistente con las estadísticas nacionales según las cuales los argentinos consumen poco pescado, en todo caso no lo necesario para una dieta balanceada. Pero lo que resulta llamativo es que esto se dé en una comunidad como Villa Paranacito, donde la pesca no sólo es una actividad económica tradicional, que se corresponde con su entorno natural, sino algo identitario, propio de la cultura local”, enfatizó.

Melchiori comentó que en agosto la investigación continuará con un contacto con los pescadores de la zona para conocer la visión que ellos tienen de este problema del bajo consumo de pescado.

“Tenemos que encontrarle una explicación al hecho de que en un territorio rodeado de agua, donde hay gran disponibilidad de recurso ictícola, resulta que la población residente consuma poco pescado de la zona”, afirmó.

La entrevistada comentó que todavía tienen que averiguar cuál es el patrón alimentario de las familias que viven fuera del ejido de Villa Paranacito, la mayoría vinculada a la pesca artesanal.

“Aunque la encuesta que hicimos en todos los centros educativos -aclaró- involucra a los habitantes del casco urbano y los de fuere de él. Sólo en un colegio nos dijeron que la dieta estaba conformada por pescado de río y esto porque formaba parte de la cultura alimentaria costera”.

Una dieta variada y nutritiva

El pescado es un producto nativo, noble, fácil de conseguir y sobre todo de cocinar, por eso los nutricionistas recomiendan incorporarlo a la alimentación al menos dos veces por semana.

Por este motivo “Tirando redes” incluye una campaña de concientización, en este caso en Villa Paranacito, orientada a fomentar el consumo de especies autóctonas entre los pobladores de la localidad.

De hecho, María Díaz Barci comentó que la promoción que encara la UNER sobre el consumo de distintas especies de pescado de río involucra a la ciudad de Gualeguaychú. Y por eso en la feria universitaria se encuestó a los estudiantes para conocer sus preferencias.

“Los que dicen que consumen pescado la mayoría afirma que son productos enlatados, como atún y caballa. Lo que revela que el pescado de río no está muy presente en su dieta”, apuntó al respecto.

Según Santos, se trata de romper con un patrón alimentario muy monótono, y al respecto el pescado es una alternativa más que interesante para hacer más variada la dieta, sobre todo entre las carnes.

“Los pescados poseen un alto valor nutritivo porque son una importante fuente de proteínas y de vitaminas A y D. Además de aportar ácidos grasos como el Omega 3 y el Omega 6, que protegen y previenen a los seres humanos de patologías cardíacas y colabora con el desarrollo neurológico”, destacó.

El otro interés se vincula a la gestión de este recurso a escala local, lo que adquiere un papel crucial para el mantenimiento de los entornos sociales y los ecosistemas y, en el caso particular de la localidad entrerriana, para la sobrevivencia de los pescadores artesanales.

“Esto está en línea con lo que plantea Naciones Unidas (ONU) para este año. En todo el mundo se pone foco en el consumo de pescado, en función de sus bondades nutritivas. Y por otro lado en el fortalecimiento de los pescadores artesanales y sus familias, para que sean objetos de políticas públicas de estímulo”, agregó Melchiori.

El eslabón más débil

Cabe consignar que en el sistema fluvial entrerriano conviven distintas pesquerías: a) la pesca artesanal de subsistencia o autoconsumo; b) la pesca artesanal y comercial vinculada a la extracción y exportación; c) la pesca en piletones-acuicultura (para la cría y reproducción de la especie, por ejemplo del pejerrey); d) pesca deportiva-recreativa en circuitos turísticos.

Desde el punto de vista productivo, el eslabón más débil del sistema es la pesca artesanal, que suele sufrir la presión en las escalas más altas de la actividad por los otros actores, como las empresas frigoríficas y la cadena de exportación del producto.

De ahí que se busque garantizar y reforzar el apoyo a los pescadores artesanales, asegurándoles una mejora en sus condiciones desde el punto de vista social y económico.

“La dificultad de un pequeño pescador, que tiene una embarcación, es la falta de escala económica. Lo que pesca en un día no le alcanza para, por ejemplo, sufragar los gastos de combustible que le insume un viaje de dos horas desde el río hasta el ejido de la localidad, para comercializar allí su producto. Por otra parte, él tiene que garantizarse de que va a poder vender lo que cosechó en el río”, refirió Melchiori.

En su opinión, lo que pasa con los pescadores artesanales en la región es similar en un punto a lo que ocurre con los productores de hortalizas y frutas de la zona. Se trata de economías locales que no pueden competir en igualdad frente a otros actores económicos o no terminan de potenciarse por falta de apoyo estatal.

“Es importante valorar los productos de procedencia local”, comentó al respecto Santos, al señalar que las políticas estatales tienen que estar dirigidas a estimular y proteger las producciones autóctonas, de las cuales depende todo un tejido social y económico.

En este sentido, Melchiori comentó que en el año 2021, a tenor de la necesidad mundial de proteger la producción alimentaria, a raíz de los problemas ocasionados por la pandemia de coronavirus, se celebró el año mundial de las frutas y las verduras.

Al respecto la UNER también  hizo un trabajo de investigación y docencia sobre ese tipo de producción a nivel local. “Las problemáticas son similares –señaló Melchiori–  Porque en principio estamos hablando de pequeños emprendedores y sus familias, más allá de que algunos trabajan en la tierra y otros en el agua. Se trata de actores productivos que tienen serias dificultades para subsistir y para comercializar sus productos”.

Acciones culturales en el territorio

Villa Paranacito es una comunidad de pescadores, aunque esta actividad se haya modificado con el paso del tiempo. Situada en el Delta del Paraná, de gran riqueza ictícola, sus pobladores históricamente han vivido del río.

Todavía muchas familias deciden habitar y producir en el espacio costero, con lo que existe una cultura ininterrumpida vinculada a esta actividad, que ya forma parte de la idiosincrasia del pueblo del sur entrerriano.

Al respecto, el proyecto académico “Tirando Redes” busca revitalizar esta cultura, a través de distintas acciones en la sociedad civil de la localidad, según explicó Melchiori. En los colegios, por ejemplo, se dictan talleres de distintas temáticas vinculadas a la pesca, desde literarios pasando por clases de cocina con distintos tipos de pescados tradicionales de la región.

En la biblioteca “Sandor Mikler” de la localidad, por ejemplo, se lanzó un concurso de cuento y poesía, al tiempo que niños pintores, pertenecientes al Taller de Arte “Creare” hicieron trabajos alusivos.

“Estamos planteando un rescate de recetas costeras, un rescate fotográfico para traer a la memoria esa vida de las islas vinculadas a la pesca. Al mismo tiempo, hemos hecho una convocatoria a los artistas locales para que se expresen a través de distintas producciones”, comento Melchiori.

Según explicó, los resultados finales de la investigación académica serán presentados públicamente a fines de octubre y principios de noviembre próximo, con ocasión de los festejos del Día del Isleño y el Desfile de Carrozas Náuticas.

La entrevistada sostuvo que Villa Paranacito ha devenido con el tiempo en un centro turístico y al respecto su gastronomía es una oferta más, la cual debería incluir productos típicos vinculados al pescado de río.

Por último comentó que “Tirando Redes” implicó que se involucraran distintos actores de Gualeguaychú: “Nos vinculamos, por ejemplo, con una cooperativa de trabajadores gastronómicos, que se llama ‘Tiempo de Sabores’, quienes nos hicieron albóndigas de pescado, con salsa de tomate y puré mixto, que nosotros llevamos a Villa Paranacito a los talleres de degustación”.

Cabe consignar que “Tirando Redes” es una  instancia de articulación de las funciones de docencia, investigación y extensión y están involucradas varias cátedras de las facultades de la UNER.

Desde la iniciativa se construyen espacios de diálogo para reforzar los vínculos entre los pescadores artesanales, el sector gastronómico local, las instituciones de ciencia y técnica, los artistas locales y las instituciones educativas. Allí confluyen gastronómicos, bromatólogos, nutricionistas, estudiantes y docentes, además de artistas (plásticos y músicos), reunidos para fomentar la cultura autóctona ligada al pescado de río.

© Semanario

SEMANARIO conversó con María Clara Melchiori, María Díaz Barci y María Eugenia Santos del proyecto “Tirando Redes”.
 
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Publicado por en 23/10/2022 en Uncategorized

 

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Una nueva edición de la estudiantina local

Este sábado (8 de octubre) tendrá lugar el 63°Desfile de Carrozas Estudiantiles. Como desde la primavera de 1959, los estudiantes secundarios de Gualeguaychú reeditarán así un espectáculo único.

A partir de las 20:30 horas decenas de carrozas, fruto de la creatividad de cientos de estudiantes, desfilarán en las instalaciones del Corsódromo de Gualeguaychú

Allí se podrá apreciar el trabajo que los jóvenes estudiantes locales vienen realizando desde hace meses, en pos de la puesta de un espectáculo que alguien  llamó un “milagro de engrudo y papel” y que cuenta con la declaración de “Fiesta Nacional” desde el año 2003.

Las carrozas estudiantiles son parte ya del acervo de la ciudad. Se trata de un evento que, como han dicho varios observadores, creó las condiciones artísticas que dieron origen al Carnaval de País.

De hecho sigue siendo hoy una cantera importante que nutre de creatividad al mayor espectáculo motor del turismo de Gualeguaychú. Esa continuidad invisible le da a Carrozas una importancia estratégica adicional.

La estudiantina fue ganándose un lugar no sólo en la comunidad local, sino también fuera de ella. Al punto que hoy es “Fiesta Nacional de Carrozas Estudiantiles”, incorporándose como oferta cultural de la Argentina.

Vale aclarar que ser “carrocero” es toda una cuestión en Gualeguaychú. En efecto, los jóvenes aprenden a ampliar dibujos, tallar telgopor y gomaespuma, usar cartapesta, planificar. Construir carrozas requiere creatividad, disciplina, responsabilidad con los materiales y los tiempos de trabajo.

El eslogan de este año es “Comienza la primavera y explota la juventud junto a las carrozas estudiantiles en Gualeguaychú”, de la autoría de Marko Nerón Londra de 5° año del Instituto “Sirio Libanés”.

Cuenta la historia que el 20 de septiembre de 1959, cuando los estudiantes ingresaron a la ciudad después del tradicional paseo de la primavera, se encontraron con una carroza ideada por la profesora Blanca Rebagliatti de Lyal y construida por Eclio Giusto.

El hecho causó sensación entre los jóvenes y quienes transitaban por la zona céntrica. “Esto pretendía dar una idea, mostrar una carroza y dejar abiertas las puertas para una reunión de carrozas en primavera o un desfile de flores”, diría años después la profesora Rebagliatti.

Fue así que en mayo de 1960 se realizó la reunión formal que daría nacimiento al desfile de carrozas o “corsos florales” como se lo llamó en un primer momento.

En la ocasión estuvieron presentes las profesoras Blanca Rebagliatti y Susana Bettendorff, el presidente de la Unión de Padres de Familia de Villa Malvina, Antonio Marrocco, y el secretario general municipal Marco Aurelio Rodríguez Otero.

Así, se puso en marcha la estudiantina el 18 de septiembre de ese año con el desfile de 22 carrozas por el circuito de 25 de Mayo, entre Chacabuco y Chile. Fue la primera vez que la comunidad local disfrutó de la creatividad y capacidad de trabajo de los estudiantes secundarios.

En los comienzos las carrozas se construían con madera, hierro, alambrilla y papel crepé. Pero con el paso del tiempo, los conjuntos carroceros se hicieron más sofisticados.

Y hoy son monumentales por sus dimensiones, más etéreos y transparentes, empleándose tul, gasa, celofán, goma espuma, lentejuelas y acetato.

Pero aunque los materiales y las tecnologías han cambiado, el genio y la alegría de los estudiantes locales siguen intactos. Algo que podrá disfrutarse otra vez este sábado, circunstancia en la que se espera una nutrida asistencia de público.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 10/10/2022 en Uncategorized

 

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El impacto del arte sobre la salud mental y física

Las evidencias científicas demuestran que las diferentes manifestaciones artísticas tienen un altísimo poder curativo, algo que por otro lado ya se sabía en la Antigüedad.

El dramaturgo estadounidense Christopher Bailey, director de la Iniciativa Arte y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha resaltado que el arte puede tener un gran impacto en la salud mental y física de las personas.

Un creciente conjunto de pruebas recabadas en distintas experimentos atestiguan, dice, “que la incorporación de las artes a los sistemas [sanitarios] y lugares de curación puede mejorar los resultados en salud, reducir los costes y apoyar la recuperación de enfermedades y lesiones”.

En opinión de Bailey, “es el momento de una ‘revolución de las artes sanadoras’ que mejore el bienestar de millones de personas en todo el mundo”.

Entre sus recomendaciones, la institución sanitaria sugiere que los pacientes escuchen música antes de una cirugía, el uso de técnicas artísticas en personas con demencia y el desarrollo de programas artísticos comunitarios para mejorar la salud mental.

También solicita potenciar las derivaciones entre los sectores sanitario y artístico, cofinanciar programas de salud con presupuestos del sector sanitario y cultural y que las artes sean parte de la formación de los profesionales sanitarios.

En realidad, desde tiempos antiguos la medicina entendía la sanación como algo holístico, incluso ligado a ciertas manifestaciones artísticas. Se partía del supuesto, así, de que el individuo es una integración de realidades físicas, mentales, emocionales, culturales y espirituales.

Eso significa que aquello que habita en nuestra psique está indudablemente conectado con nuestra fisiología, tanto en un sentido como en otro.

En el pasado remoto una escultura como la Venus de Willendorf representaba la fertilidad; en el Antiguo Egipto, los papiros describían ciertas prácticas sanadoras a través de experiencias teatrales.

En Grecia, en tanto, Pitágoras escribía sobre los beneficios de la música en la salud, igual que lo haría el romano Severino Boecio un poco después. El mismo concepto tenía Hildegard von Bingen, una abadesa, poeta, filósofa, mística y compositora influyente de la Edad Media.

Hoy en día, los impresionantes avances de la medicina salvan más vidas que nunca. Pero se cree que la asistencia sanitaria está incompleta si esas cualidades no se equilibran con otras herramientas complementarias y al respecto las artes pueden constituir un bisturí emocional excelente para completarla.

“Las artes pueden conceptualizarse como actividades sanitarias multimodales que proporcionan un vehículo para que las personas participen en actividades diversas que promueven la salud (como la actividad física, la interacción social y la estimulación cognitiva) para las que ya existe una sólida base de pruebas”, señala Daisy Fancourt, profesora asociada en el University College de Londres.

“Lo que también contribuye a sus efectos salutíferos –afirma– es que las artes implican imaginación, estética y significado, lo que proporciona una motivación inherente para que las personas participen”.

Por su parte, Christopher Bailey aclara que las artes no curan las afecciones médicas, pero participar en ellas “puede ayudar a sobrellevar las tensiones cotidianas, a aumentar habilidades y a encontrar alegría y sentido en situaciones difíciles”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 28/08/2022 en Uncategorized

 

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La Argentina ha sido refugio histórico de los ucranianos

País receptor de inmigración desde mediados del siglo XIX, Argentina ha acogido a miembros de la colectividad ucraniana, una de las más numerosas del mundo fuera de Ucrania.

Ahora mismo, producto de la invasión militar rusa al país del este, 2 millones de ucranianos han huido de la guerra y se han ido al extranjero.

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha calculado que el conflicto podría causar un éxodo de hasta 4 millones de ucranianos, cerca del 10 % de la población del país.

El Ministerio del Interior argentino anunció que, por razones humanitarias, se autoriza el ingreso y la permanencia en el país de ciudadanos ucranianos y sus familiares directos.

En el pasado, las oleadas migratorias ucranias a estas pampas también estuvieron signadas por la política y las guerras, y se sucedieron una tras otra desde el siglo XIX hasta la actualidad: de 1897 hasta 1914; de 1920 a 1939; de 1946 a 1960, y la última a partir de 1994.

El primer asentamiento de este grupo étnico fue en Apóstoles, en la provincia de Misiones, en 1897. Se calcula que en el país hay hoy alrededor de 450 mil miembros de la colectividad, incluyendo a varias generaciones de sus descendientes.

Pero en los registros no siempre quedó registrada la nacionalidad ucraniana. Es una de las pocas que no figura en el Registro Nacional de Inmigración, porque Ucrania perdió su independencia en la segunda mitad del siglo XIX y la recuperó recién después de la caída del muro de Berlín, con el fin de la Unión Soviética (URSS).

Con respecto a las cuatro oleadas de inmigración ucraniana en Argentina, las mismas estuvieron signadas por eventos bélicos en Europa: pre-Primera Guerra Mundial, con la llegada de entre 10.000 a 14.000 inmigrantes; después de la Primera Guerra Mundial a la Segunda Guerra Mundial, incluyendo aproximadamente 50.000; después de la Segunda Guerra Mundial, con 5.000 inmigrantes; y la inmigración post-soviética, que se estima en aproximadamente 4.000.

Aferrados profundamente a su fe religiosa cristiana bizantina u ortodoxa, laboriosos, se abrieron camino sin el apoyo de representación diplomática alguna, como sí tenían otras comunidades.

Fundaron sus centros socio-culturales, desarrollaron su arte, literatura y ciencia para difundir información sobre Ucrania, su población y su lucha centenaria por su autodeterminación, unidos por el idioma, la vestimenta, la religión y la educación de sus hijos.

Los primeros inmigrantes que se asentaron en Misiones se dedicaron a la agricultura. En las oleadas posteriores fue cuando los inmigrantes ucranianos se instalaron en Capital Federal y alrededores.

Estos inmigrantes tenían otro perfil: ya no eran agricultores sino técnicos, profesionales y artistas que veían en la ciudad oportunidades más atractivas de inserción laboral.

Los primeros ucranianos que se radicaron en Buenos Aires se desempeñaron como obreros de frigoríficos, ya sea de empresas estatales y extranjeras, al igual que la gran mayoría de los inmigrantes de entonces.

En las oleadas posteriores llegaron grupos de profesionales, principalmente ingenieros, que en la segunda mitad de los años ‘30 y en años de la posguerra iniciaron emprendimientos industriales de renombre asociados a la metalúrgica, a la industria y a instrumentos eléctricos.

Cabe consignar que en Buenos Aires están las principales instituciones de la comunidad y se desarrollan muchas de las actividades sociales y culturales de los descendientes de ucranianos.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 14/03/2022 en Uncategorized

 

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El curador o el arte de procesar el aluvión de datos

La superabundancia y disponibilidad de información han generado la necesidad de aquel experto que, en cada actividad y esfera organizacional, tiene la habilidad de seleccionar y clasificar los contenidos.

En la economía del conocimiento, el arte de procesar el aluvión de datos, sobre todo el que circula por la web, se ha convertido es una cuestión estratégica. ¿Cómo discernir lo relevante dentro de ese tsunami informacional?

Aquí nace la figura del “curador de contenidos” cuya función justamente es la de filtrar, seleccionar y organizar la información disponible para poder rescatar lo valioso sobre los diferentes temas.

Se trata de la emergencia de un nuevo rol, de una nueva profesión, en cualquier organización (burocracias, empresas, centros educativos, etc.) necesitada de que haya alguien que sea capaz de “curar” el contenido concerniente a ella, disponible especialmente en el mundo digital.

La palabra curador (del inglés “curator”) designaba originalmente a la persona encargada de custodiar una colección de arte. Era una suerte de guardián, ocupado en la conservación y restauración de las obras a su cargo.

Es una figura conocida en el ámbito de los museos, donde se necesitan personas que se encarguen de diseñar el espacio que ocupará la exposición, así como la ubicación de las piezas dentro de ese espacio. Este profesional es básicamente un investigador o un estudioso. 

La gravitación de esta función se volvió luego enorme en el ambiente del arte, donde surgió la figura del “comisario artístico”, profesional capacitado para la exposición, valoración, manejo, preservación y administración de bienes artísticos.

El curador de arte decide qué verá el público en una exposición y cómo lo verá. Por tanto, puede decirse que cuida de la obra del artista y del museo, galería o centro cultural.

Es una especie de mediador entre el artista y su público, entre la obra y el público, entre la obra y el espacio de exhibición. Y hay consenso respecto de que la práctica curatorial está traspasada por los intereses económicos que se mueven en el mercado del arte.

Ahora bien, esta práctica curatorial se ha vuelto clave en el mundo organizacional, donde urge la tarea de filtrar la masa de información que circula con el propósito de rescatar el contenido valioso que cada comunidad necesita.

Los curadores de contenidos van camino a transformarse en expertos capaces de interpretar los datos que existen en Internet, para luego socializar y compartir esa información organizada, devenida entonces en capital intelectual de cada grupo humano.

El curador de contenidos, como dice el periodista francés Francis Pisan “filtra el tsunami que a diario nos anega y facilita la interpretación de un material tan abundante como complejo”.

Según señala, esta selección y filtrado la realizan desde siempre los medios de comunicación tradicionales, los cuales deciden qué cosa es noticiosa en el conjunto de los hechos.

Por su parte, para la psicóloga social Dolores Reig, un curador de contenidos es “un intermediario crítico del conocimiento, alguien que busca, agrupa y comparte de forma continua (recordemos la Real time web que vivimos) lo más relevante (separa el grano de la paja) en su ámbito de especialización”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 12/02/2022 en Uncategorized

 

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Otoño, la estación signada por significativos cambios

A las 6:37 horas de hoy, 20 de marzo, se produjo el equinoccio de otoño (que marca el inicio de esta estación) en esta parte del globo terráqueo, el hemisferio sur.

Esto ocurre porque la Tierra tiene su eje de rotación inclinado, de suerte que al trasladarse en su órbita alrededor del Sol, queda más o menos expuesta a sus rayos, según el período del año, generándose así las estaciones.

El equinoccio -del latín “aequinoctium”, que significa “noche igual”- es el instante preciso en el que la duración del día y de la noche prácticamente coinciden en cualquier punto de la Tierra.

La palabra otoño viene del latín “autumnus” que significa “cambio”. Es así como durante esta estación la temperatura comienza a descender indicando la llegada del invierno.

A los que les gusta disfrutar del sol, del aire libre y del deporte la llegada del otoño es una mala noticia, porque cada día anochece un poco antes, aunque para mucha gente se trata de la estación que tiene un particular encanto.

“El otoño es un andante melancólico y gracioso, que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno”, señaló la escritora francesa Amantine-Aurore Dupin, más conocida como George Sand, al dar cuenta de esta transformación.

Con el cambio otoñal, las hojas de los árboles se tiñen de colores rojizos, amarillos y marrones y poco a poco van cayendo las hojas caducas. Su cambio de color alerta sobre la pérdida de follaje que se producirá en invierno.

“El otoño devuelve a la tierra las hojas que ella le prestó en verano”, dijo George Christoph Lechtenberg, sugiriendo que este es un buen momento para observar lo que ocurre en la naturaleza.

Para los filósofos orientales, cada estación tiene su simbología, de modo que si en primavera es cuando los árboles florecen y en verano es cuando dan fruto, el otoño representa la época del cambio, cuando los árboles se despojan de lo superfluo para descansar en invierno y volver a renacer en un nuevo ciclo.

El otoño es una estación que se suele asociar a la melancolía, a la madurez, a la quietud y a la reflexión. Pero pese a sus connotaciones negativas o de tristeza, se trata sin duda de una estación muy querida y admirada por un sinfín de escritores y artistas.

La temática estuvo muy presente en la obra de Leopoldo Lugones, quien cantaba al amor eterno usando el otoño como metáfora: “No temas al otoño, si ha venido./ aunque caiga la flor, queda la rama./La rama queda para hacer el nido”.

En “Rosa de otoño”, refiere el poeta argentino: “Abandonada al lánguido embeleso/ que alarga la otoñal melancolía, tiembla la última rosa que por eso /es más hermosa cuanto más tardía”. 

Dos poetas ingleses como Shelley o John Donne, aprecian en el otoño una belleza única, inexistente en otras estaciones. Así, John Donne, aseguraba que “No existe belleza primaveral, ni el verano tiene tanta gracia, como el que he visto en un rostro otoñal”.

Doscientos cincuenta años más tarde, Percy Shelley, escribió: “Hay una armonía en otoño, y un brillo en su cielo, que durante el verano no se escucha o se ve, como si no pudiera ser, como si no hubiera sido”.

Por lo demás, se ha descubierto que los cambios estacionales en la temperatura y la luz inciden sobre nuestro estado de ánimo y comportamiento.

Un reciente estudio afirma que el momento de la estación del año en el que nacemos afectará nuestra personalidad al llegar a la vida adulta. Se dice, por caso, que quien nació en otoño tiene una personalidad tranquila, romántica y creativa.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/03/2021 en Uncategorized

 

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