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Alquileres: ¿por qué no prueban bajando la inflación?

El país sigue entrampado en un debate sobre la Ley de Alquileres, como si se creyera que la relación entre inquilinos y propietarios pudiera resolverla una legislación.

La Cámara de Diputados, a instancias de los legisladores de Juntos por el Cambio (JxC), logró reformar los términos de la norma, al introducir una menor duración del contrato y la forma de actualización del canon locativo.

Sin embargo, se especula que, en el Senado, donde la bancada peronista oficialista representa la mayoría, esa modificación no prosperará, con lo cual la situación seguirá como hasta ahora.

Estas discusiones sobre la Ley de Alquileres, más allá de las buenas intenciones de unos y otros, en realidad no van al núcleo del problema que está detrás y que es de índole macroeconómica.

El trasfondo de la crisis de los alquileres es un país quebrado cuyos habitantes se vienen empobreciendo aceleradamente por una superinflación que carcome ingresos y patrimonios.

En términos generales, por efecto de la inflación, del lado de los propietarios no es negocio poner un inmueble en alquiler ya que la relación riesgo-rentabilidad es mala.

De ahí que la oferta de viviendas para alquilar esté en el más bajo nivel histórico, en un derrumbe sin precedentes, según las cámaras del sector. Es decir, los dueños de los inmuebles prefieren poner su bien en venta en lugar de alquilarlo. 

Del otro lado están las tribulaciones que aquejan a quienes necesitan alquilar, cuyos bolsillos se vacían en medio de una alta inflación y el acelerado aumento del tipo de cambio, en un país dolarizado.

El proceso inflacionario empuja a los legisladores a hacer populismo legislativo, cuya filosofía es querer remediar con una ley el desbarajuste económico general.

Del lado del oficialismo, si tanto les interesa solucionar el drama habitacional, ¿por qué no prueban con bajar la inflación galopante, que es el cáncer que carcome el bolsillo de los inquilinos?

La Ley de Alquileres se vuelve irritante porque no logar solucionar (y objetivamente nunca lo hará) el mecanismo indexatorio en una economía donde la inflación vuela.

Se trata de un mal remedio, que nunca dejará satisfecho ni a los inquilinos ni a los propietarios. El proyecto de Diputados, que crea la posibilidad de un ajuste cuatrimestral (no anual) por diversos índices a elección de las partes, podrá significar una mejora transitoria, pero no soluciona el problema de fondo.

El principal problema que existe es la falta de estabilidad monetaria en el contrato de alquiler. Con estos niveles de inflación, no se le puede pedir a un propietario que se resigne a no actualizar el valor del alquiler, so pena de menoscabar su patrimonio, al tiempo que se le hace cuesta arriba a los inquilinos el costo de la vivienda, cuando el aumento de sus ingresos siempre va detrás de la inflación.

Por otro lado, una legislación contraria a los intereses de los propietarios, destrozaría el mercado porque no quedarían inmuebles en oferta, como ya está ocurriendo, lo que agrava aún más la situación de los que buscan alquilar.

En otros países del mundo, sobre todo en los desarrollados, existe una legislación que regula a las partes interesadas, acercando a un punto de equilibrio a inquilinos y propietarios, pero no tienen la inflación morbosa que posee Argentina.

En Estados Unidos, España o Chile, donde existe estabilidad monetaria, los contratos pueden darse el lujo de extenderse por 3, 5 o hasta 7 años.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 27/08/2023 en Uncategorized

 

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Economía paralela que crece al margen de la ley

Economía en negro, informal o barrani; esos son los nombres que se emplean para designar a los flujos o a las interacciones económicas que ocurren por fuera de la fiscalización estatal, es decir, el trabajo informal.

La informalidad afecta al conjunto de empresas, trabajadores y actividades que operan fuera de los marcos legales y reguladores.

Es un fenómeno que básicamente conlleva la evasión de la carga impositiva y reguladora, pero también la ausencia de la protección y los servicios que la ley puede ofrecer.

Puede ser como consecuencia de la salida de los agentes económicos del sector formal por consideraciones de costo-beneficio. También por su exclusión de la formalidad por haberse vuelto ésta restrictiva (por la elevada carga impositiva) y rígida.

Como sea, la informalidad es una característica fundamental del subdesarrollo y un signo del atraso económico. Y afecta especialmente a países como Argentina, donde la informalidad se ha hecho endémica.

Dado que se la identifica con actividades realizadas por fuera de los marcos legales y reguladores, la informalidad no se puede medir precisa ni cabalmente, aunque se puede inferir mediante distintos indicadores.

En el país, la economía informal es un fenómeno que se viene estudiando y analizando al menos desde la década de 1980. Al respecto, es de referencia el libro de Adrián Guissarri, llamado “La Argentina informal”, publicado en 1989.

En un reciente artículo sobre el tema el economista entrerriano Matías Surt, al pasar revista al caso argentino, sostuvo que “un contexto macroeconómico de inestabilidad creciente incentiva la informalidad por parte de los contribuyentes y dificulta la fiscalización por parte de los entes recaudadores”.

“A eso hay que sumarle -agrega- la pulsión permanente del Gobierno por avanzar sobre el sector privado con más regulaciones y carga tributaria. Y también el hecho de que el resto de la política económica, por fuera de lo tributario, genera muchos incentivos para la informalidad”.

Según Surt, una gran parte de la informalidad de la economía argentina tiene que ver con que hay actividades que, dada su baja productividad, recurren a la “clandestinidad” como la única manera de mantener la rentabilidad.

Por otro lado, hay muchas personas que han quedado desconectadas del mercado laboral formal desde hace demasiado tiempo, o que directamente nunca pudieron ingresar.

Se ha venido dando el crecimiento del empleo precario. Según mediciones privadas, el empleo informal, sin cobertura social ni aporte jubilatorio, se ubica en nivel récord del 40% del total.

A ese resultado se llega después de 20 años en los que sólo la mitad del empleo creado corresponde a puestos de trabajo formales, dentro del sector privado, según un estudio realizado por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA).

Según los cálculos de IDESA, en los últimos 20 años se crearon 6 millones de puestos de trabajo, de los cuales 1 millón fue generado por el sector público, otros 2 millones corresponden al empleo informal y los restantes 3 millones fueron creados por el sector privado.

“Estos datos muestran que la Argentina tiene una debilidad estructural en la generación de empleos de calidad. Una primera consecuencia es que en 20 años no se logró reducir la gran cantidad de adultos en edad activa que no trabajan (inactivos y desempleados). De esto se deriva que casi la mitad de la gente en edad de trabajar permanece fuera del mercado de trabajo”, asegura IDESA en el estudio.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 11/06/2023 en Uncategorized

 

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¿Volverá Gualeguaychú a faenar carne vacuna?

NUEVAS PERSPECTIVAS SE ABREN PARA UN SECTOR QUE VIENE DE UNA LARGA CRISIS

¿Volverá Gualeguaychú a faenar carne vacuna?

 

La industria frigorífica llegó a ser en el siglo XX motor económico de la ciudad. Pero cayeron las plantas faenadoras y desaparecieron empleos. ¿Retornará la actividad exportadora?

Por Marcelo Lorenzo

 

La industria de la carne tuvo aquí un pasado glorioso. Fue en Gualeguaychú que se erigió el primer frigorífico de capitales nacionales, por iniciativa de los productores de la zona.

Desde 1932 y durante 50 años aquí funcionó un enclave fabril de exportación que llegó a emplear, en su época de esplendor, 1.200 trabajadores directos.

La planta local fue de vanguardia en su época: fue el primer establecimiento netamente argentino exportador de carnes refrigeradas (dejó atrás la anticuada tecnología del saladero).

Además, fue una empresa con sesgo social. Un barrio, el de Pueblo Nuevo, se creó a su alrededor. Muchas familias pudieron criar y educar a sus hijos gracias a esta fuente de trabajo.

La industria experimentó, a mediados de los ‘70, un proceso de declive que desembocó en el cierre y la quiebra económica en 1991. Desde entonces, todos los intentos de reactivación fracasaron, quedando el soberbio edificio de la planta, a la vera del río, como ícono del pasado fabril de Gualeguaychú.

Más acá en el tiempo se produjo otra debacle en el sector: la caída del Frigorífico Rural, que quebró en 2012 y cuya producción se destinaba únicamente el mercado interno (del tipo “consumero”).

De esta manera no sólo se perdieron una treintena de empleos y la ciudad dejó de tener su clásico matadero, sino que se dejó de faenar en una zona de gran riqueza pecuaria.

En concreto Gualeguaychú, pese a su rica historia frigorífica, dejó de agregar valor a una de las materias primas más abundantes y de calidad que produce su campo.

Y donde no hay industria no hay empleo: el Sindicato de la Carne, que históricamente fue muy poderoso aquí, ya no tiene afiliados vinculados al procesamiento de carne vacuna.

Los ganaderos de la zona han visto caer las plantas de faena locales, de suerte que aquí se destruyó la “cadena de valor” de un sector donde dos eslabones importantes son la ganadería y la industria.

“Cuando el Frigorífico Rural estaba cerrando sus puertas, los miembros de la Sociedad Rural nos planteábamos que no podíamos dejar caer esa empresa que, aunque pequeña, cumplía un rol muy importante para el pequeño y mediano productor”, explicó a este diario Raúl Sobredo, titular de la Sociedad Rural Gualeguaychú (SRG).

¿Por qué era tan importante ese frigorífico? “Porque el productor grande, que maneja grandes cantidades de animales, se relaciona con frigoríficos de Buenos Aires o Santa Fe. Pero ese no es el caso del productor chico, que necesita entregar su hacienda al matadero local. Acá vemos que Urdinarrain tiene su matadero, Gualeguay tiene su matadero, Concepción del Uruguay y Villaguay tienen el suyo, y nosotros no lo tenemos”, explicó el directivo.

 

NUEVA COYUNTURA

Sin embargo, con el giro económico producido en el país en diciembre último, a partir de la asunción del gobierno de Cambiemos,  un clima de optimismo se vive en el sector agropecuario.

La mejora en el tipo de cambio, la salida del cepo, la eliminación de retenciones y apertura del mercado de exportaciones, tanto para granos como para carnes, colocan a la agroindustria en mejor posición.

La estrategia gubernamental parece dirigida a reactivar no sólo la fábrica de alimentos sino también la fábrica de dólares del país, en un contexto financiero de escasez de divisas.

Dentro de este marco, cabe preguntarse entonces: ¿podría Gualeguaychú recuperar su tradicional industria cárnica? ¿Hay chance de que aquí se vuelva a faenar hacienda para exportación?  ¿Volverán a generarse empleos productivos por esta vía?

“Creo que es posible y en realidad tenemos que trabajar para que ello ocurra”. Eso respondió a EL DIA Raúl Sobredo, para quien las condiciones objetivas para que madure un emprendimiento industrial están dadas, como es la provisión de hacienda de calidad de la zona.

Pero el directivo advirtió que actúa como freno a esta reactivación el “daño causado en estos años al sector”, sobre todo a partir de 2005, con el derrumbe inédito del stock de ganado, decenas de miles de productores menos en el campo, caída de puestos de trabajo, menos frigoríficos (150 en total) y pérdida de mercados internacionales.

Como sea el campo argentino sigue siendo una fábrica de alimentos a cielo abierto y uno de cada cinco empleos directos dependen de él. La demografía global aumenta y ante las crisis la gente podrá dejar de comprar bienes pero nunca dejará de comer. Ese mundo hoy, según Sobredo, “está ávido de las proteínas rojas”.

“Ojalá podamos recuperar a la actividad frigorífica de carnes rojas”, dijo por su lado Felix Coto, titular del Sindicato de la Carne de Gualeguaychú. El gremialista, en diálogo con este diario, reconoció que con la caída del Frigorífico Rural la ciudad se quedó sin operarios en esta rama.

Coto asumió hace un año el cargo que alguna vez ocupó Alberto Rébora, un histórico del sindicalismo gualeguaychuense, que sufrió la debacle del Frigorífico Gualeguaychú.

La particularidad es que Coto viene de Larroque, donde es muy fuerte la actividad frigorífica de aves. “Hemos hecho desde el sindicato todos los intentos por reactivar el Frigorífico Rural, pero fue en vano”, sostuvo.

El entrevistado se lamentó por la caída de esta fuente de trabajo y en especial porque no cuajó la propuesta de reactivación que hizo un inversor. “A nosotros nos interesa que haya trabajo. Y estamos dispuestos a colaborar para que se abran fuentes de empleo en el sector”, refirió el gremialista.

 

CLAVES DE LA REACTIVACIÓN

“Tenemos muchas cosas a favor. Por ejemplo Gualeguaychú, con alrededor de 420.000 cabezas de ganado, es uno de los departamentos con mejor hacienda de la provincia. Y la genética del rodeo es muy buena”, refirió el titular de la SRG al hablar de las fortalezas del sector local.

El directivo explicó que el productor, además de los adelantos en la genética, tiene una gran aliada en la tecnología alimentaria que hoy hace posible acortar sustancialmente los tiempos de cría y de engorde de los animales.

Por otro lado, Sobredo sostuvo que un nuevo enclave fabril, además de la hacienda local, podría abastecerse de animales provenientes de la provincia de Corrrientes.

Situada en el corazón del Mercosur, a tiro de grandes centros urbanos, a poca distancia de un puerto de aguas profunda como Ibicuy, desde donde hoy salen arroz y madera, la ciudad tiene además una ubicación geográfica envidiable para los emprendimientos productivos.

“De ninguna manera estamos pensando en el uso del ex Frigorífico Gualeguaychú, que ha quedado obsoleto desde el punto de vista operativo”, aclaró el entrevistado al señalar que eventualmente hay que pensar en una moderna estructura que se ajuste a la tecnología frigorífica actual.

Al respecto, Sobredo destacó como modelo a seguir en este punto al frigorífico Gorina, que funciona en Quilmes, el cual abastece al mercado interno y también realiza exportaciones.

En su opinión, la actividad frigorífica debe ser conducida por empresarios del rubro, y esto para evitar aventuras productivas que muchas veces fracasan por mal gerenciamiento.

“Este tipo de empresas no tiene que estar ni en manos del gobierno ni en manos de productores. Tiene que estar en manos de empresarios industriales que conozcan este negocio”, opinó.

 

CUADRO DE SITUACIÓN

La estrategia oficial de defender la “mesa de los argentinos”, instrumentada por el gobierno kirchnerista, consiguió el resultado inverso al declamado, según explicó Sobredo.

El caso de la carne es emblemático: el producto tuvo un abrupto encarecimiento, al tiempo que la producción se contrajo.

La estrategia de estos años, apuntó el presidente de la SRG, consistió en mantener deprimidos artificialmente los precios internos, mediante regulaciones y el cierre de las exportaciones.

Sin rentabilidad en su negocio, los productores tuvieron que mandar las vacas –la “máquina” de producir carne y leche- al matadero. A la larga este proceso de liquidación de vientres determinó una caída del rodeo (que de 59,8 millones de cabezas en 2007, se redujo a 48 millones en 2011 y hoy está en 50 millones).

“El país perdió alrededor de 12 millones de cabezas de ganado, casi el equivalente al rodeo total de la República Oriental del Uruguay, gran exportador de carne. Uruguay, con menos población, tiene alrededor de 3 vacas por habitantes. Y ahora nosotros tenemos 1,2 vacas por habitante”, refirió Sobredo.

Otro modo de ver la falta de hacienda total es tomando en cuenta el rodeo entrerriano. Entre Ríos posee 4,4 millones de cabezas. “Eso significa que nosotros, como país, perdimos el equivalente a tres rodeos entrerrianos juntos”, ejemplificó.

Sobredo elogió la política que ha seguido el gobierno uruguayo para apuntalar la ganadería y la industria frigorífica. Uruguay incentiva, mediante política de precios, la producción de novillos pesados, de los que se saca la carne que se consume en los mercados externos. Así, el kilo de novillo pesado se paga al productor a mayor valor que el kilo de novillo liviano.

Al respecto el entrevistado dijo que hay que salir del “ternericidio” que afecta a la Argentina, vinculado al hecho de que se empezaron a faenar animales de bajo peso (370 kilos), porque las erráticas políticas económicas obligaban a los productores a desprenderse rápido de la hacienda (ante la falta de rentabilidad).

Esto hizo que los argentinos se habituaran a comer carne de ternero o de vaca joven, una tendencia de mercado que conspira contra la recuperación necesaria del rodeo.

Lo ideal sería que en el país fuera más rentable producir novillos pesados (550 kilos), necesarios para abastecer el mercado internacional y el interno, que producir novillos livianos.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 16/02/2016 en Uncategorized

 

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¿Modelo agrario en crisis terminal?

El negocio agrícola ya no es tan rentable y entre los motivos del declive hay que incluir la degradación de los suelos por el monocultivo y el abuso de agroquímicos.

La cuestión saltó en un encuentro entre actores del mundo agrícola de Argentina y Brasil, países que se han convertido en grandes productores mundiales del commodity estrella de estos años: la soja.

Según informa el suplemento Rural del diario Clarín, productores y asesores  líderes, reunidos a campo en Piamonte(Santa Fe), para debatir la encrucijada en que se encuentra el negocio, coincidieron en que este modo de hacer agricultura no va más.

Leyendo el testimonio de los participantes del encuentro parece inferirse que se cae el reinado de la soja transgénica y los pesticidas, pero no por motivos de mercado y falta de precios, sino por razones agronómicas.

Se confirmaría, de este modo, la hipótesis crítica de que este sistema productivo, extractivo y altamente dependiente de componentes artificiales, al afectar la biodiversidad de los campos, haría a éstos a la larga infértiles.

Aunque hubo que esperar a que la tasa de rentabilidad cayera para que se tomara nota de la incompatibilidad biológica de un esquema que privilegió siempre los altos rindes de corto plazo, a la conservación de los suelos.

En el encuentro de Santa Fe se escucharon lamentaciones sobre la “ausencia de la rotación de cultivos”, sobre “malezas que se tornan inmanejables”, sobre los aumentos de las dosis de insecticida campaña tras campaña, sobre nuevas enfermedades del suelo, entre otros problemas.

El productor Carlos Grosso dijo: “La batalla la venimos perdiendo. Hay que poner cada vez más insumos, y el drama es que estamos combatiendo los síntomas de la adicción aumentando dosis, que calman, pero que a su vez aumentan el problema. Para mí, se agotó el actual paradigma productivo”. 

En tanto el especialista brasileño Dirceu Gassen, quien viajó hasta Piamonte especialmente para aportar su visión en el debate, aseguró que “los modelos mentales del pasado no sirven para resolver los problemas de hoy”.

En Brasil, según Gassen, hoy se aplican cuatro veces más fungicida que en 2010, tres veces más herbicida y hasta nueve veces más insecticida. “El sistema no es sustentable”, afirmó.

Marcelo Carmona, profesor de Fitopatología en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que estuvo presente en la reunión de Santa Fe, fue contundente respecto de los errores que llevaron a la encrucijada agronómica actual.

“Se han utilizado muchas monomoléculas, se han bajado las dosis, se han incrementado las dosis, se han usado fungicidas e insecticidas sin criterio, por las dudas, acompañando los famosos chorritos de piretroide o de carbendazim, hemos evitado la formación de refugios especialmente para los eventos biotecnológicos y, fundamentalmente, hemos pensado mucho en la rentabilidad y poco en crear un programa de resguardo de futuras fallas que pudieran tener las tecnologías”, afirmó.

Y continuó: “Resulta una paradoja que la agricultura argentina haya transitado con tantos éxitos en ciencia, tantos éxitos en biotecnología, y hoy corra la sensación de que hay un peligro en parte de la agricultura”. 

Carmona remarcó por otro lado: “Dos mil millones de litros de glifosato se utilizan por año en la agricultura, y eso significa que irremediablemente algo iba a suceder porque la naturaleza siempre manda. Evidentemente, necesitamos repensar el sistema productivo”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 29/03/2015 en Uncategorized

 

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El desempleo es el peor fantasma

Para muchos analistas el país ha entrado en una fase económica en la que los trabajadores deberán optar entre moderar sus pretensiones salariales (pactar reajustes por debajo de la inflación) o correr el riesgo de perder el empleo.

¿Qué empresa del sector privado, por caso, cuya rentabilidad viene en baja, está en condiciones de pagar aumentos de salarios en función de la tasa de inflación, que en 2014 cerró en alrededor de 40%?

En la paritaria del año anterior los trabajadores del sector automotriz, enfrentados al problema, priorizaron en la discusión salarial el mantenimiento de los puestos de trabajo, en un contexto de achique de la industria, cuyas ventas cayeron en picada.

La perspectiva de quedarse sin empleo, por cierre de las fábricas de autos, que ya habían comenzado con las suspensiones de personal, hicieron que pactaran un ajuste de sus sueldos por debajo de la inflación.

El dilema se plantea sobre todo en la economía privada, donde si la empresa pequeña o mediana trabaja a pérdida (los costos superen sus ingresos) su supervivencia se complica.

Entonces se ve obligada a producir recortes en el rubro personal, o en el peor de los casos a cerrar sus puertas, dejando gente en la calle. De hecho se sabe que desde hace bastante tiempo en Argentina no se crea empleo privado, aumentando en cambio el empleo público.

Hay informes sectoriales que hablan del cierre de fábricas y de una situación complicada en las economías regionales, cuyas pymes se han quedado sin resto, en un contexto de caía de las exportaciones.

Por otro lado, los últimos datos del INDEC sobre desempleo son inquietantes. Allí se deja entrever que aumenta el número de los que buscan empleo (y no lo consiguen) y cae la demanda empresarial por nueva mano de obra.

La pertinaz inflación y el aumento del desempleo por estancamiento económico es la peor combinación, según los expertos, que desde la teoría económica han descripto este tipo de cuadro con el término “estanflación” (estancamiento económico o recesión con alza de precios).

“Lo peor que puede pasar es perder el laburo, porque peor que perder un poco del salario es perderlo todo”, solía decir Tomás Bulat, el economista recientemente desaparecido en un accidente de tránsito.

“Yo prefiero que el consumo interno se empiece a resentir porque el salario real baja un poco y no por desempleo, que es lo peor ya que implica ingreso cero”, decía.

En una de sus últimas intervenciones mediáticas, Bulat sostuvo que una de las grandes lecciones de la crisis de 2001-2002 en Argentina, es que es socialmente intolerable tener altísimo desempleo.

Al final de la convertibilidad no aumentaba la inflación, pero aumentaba el desempleo (como sucede en Europa con su crisis). Y el punto es que el bienestar emocional de las personas disminuye con el desempleo.

A esa conclusión arriban los estudios de Rafael Di Tella, un economista argentino que enseña en Harvard, y que lleva varios años investigando la denominada “economía de la felicidad”.

Aquí entra a funcionar la teoría del mal menor: entre dos alternativas desagradables (caída del salario o estar desocupado), se trata de elegir la que menos daños produce.

Por lo visto la inflación provoca indudable malestar social. Pero la perspectiva de no tener empleo luce siempre más temible.

Como sea, lo dramático es que haya que tener que optar entre perder poder adquisitivo (y caer en calidad de vida) o convertirse en un paria social por falta de trabajo.

 

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Publicado por en 15/02/2015 en Uncategorized

 

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La promesa de la riqueza petrolera

El establishment político y económico saluda la aparición de la nueva joya energética de Argentina: Vaca Muerta. El país tiene allí asegurado, se dice, un futuro de prosperidad impresionante.
Hacia el siglo XVI los conquistadores españoles arribaron al Río de la Plata con la ilusión de alcanzar riquezas fabulosas. Desalentados por no encontrar metales preciosos, se conformaron con atender tierras para vivir de sus rentas.
Luego el país construyó la idea de la abundancia alrededor de sus fértiles pampas. Y entonces hacia aquí arribaron inmigrantes europeos para ‘hacer la América’. Fue el tiempo en que nació el modelo agro exportador.
Para abonar la creencia de que Argentina es un país rico, de un tiempo a esta parte se afirma que posee uno de los reservorios de hidrocarburos no convencionales más importantes del globo.
Se trata de Vaca Muerta, en cuyo subsuelo algunos economistas dicen que está enterrada la riqueza equivalente a diez veces el PBI argentino. Según esta versión, Argentina tiene bajo tierra el tesoro que hará que sus habitantes tengan un futuro de prosperidad asegurado.
Se dice que el día que esa riqueza fluya a la superficie las penurias de hoy serán una anécdota. Y que haber perdido el “autoabastecimiento” energético, que hace que hoy el país gaste decena de miles de millones de dólares en importar combustibles, será en poco tiempo un mal recuerdo.
Los más entusiastas ya hablan de que Argentina será en poco tiempo la nueva Noruega. Medio siglo atrás ese país europeo, uno de los más pobres del Viejo Continente, no sabía que su mar albergaba una de las diez reservas de petróleo más grandes del mundo.
Cuando movilizó esa riqueza del subsuelo los noruegos, que hasta entonces dependían de la pesca, empezaron a vivir mejor. De esta manera la economía noruega pasó a ser la más desarrolla e igualitaria del mundo.
El punto es que hoy están depositadas las esperanzas de que Argentina opere su propio milagro económico, jugando en las “grandes ligas” en cuanto a naciones con potencial energético.
La estrategia del gobierno de hacer las pases con la empresa española Repsol -a la que finalmente se le va a pagar la expropiación de YPF- y el acuerdo con la multinacional norteamericana Chevron, irían en línea con abrir el negocio al capital internacional.
El diagnóstico es que para extraer la riqueza del subsuelo se requiere de varios millones de dólares que el país no tiene. Y para ello resulta clave atraer dinero fresco de las multinacionales petroleras.
Las voces más críticas al proyecto provienen de los ambientalistas. Ocurre que la extracción de gas y petróleo no convencional se hace a través del polémico método de la fractura hídrica (‘fracking’ en inglés), al que estudios científicos indican como muy contaminante.
¿Qué hay de mito y de verdad en este proyecto petrolero? ¿Efectivamente Argentina se sacó la lotería y encontró la llave que la hará en poco tiempo un país desarrollado, como Noruega?
Algunos expertos en materia energética creen que aquí hay mucha mitología. “El yacimiento de Vaca Muerta no es tan rentable (…) Se han perforado pozos y ninguno consiguió una rentabilidad equivalente a la que ofrecen los yacimientos no convencionales en USA”, advirtió por ejemplo Daniel Gerold.
Como sea, la expectativa de prosperidad que despierta Vaca Muerta es mucha. Y habrá que esperar que el tiempo dilucide si se trata de una promesa infundada, como otras que existieron en la historia.

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Publicado por en 04/01/2014 en Uncategorized

 

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Precios bajos en el campo, altos en la ciudad

Los productores de las distintas economías regionales del país, que se quejan de la caída de la rentabilidad de sus explotaciones, vienen insistiendo que la brecha entre el precio que ellos cobran y el que pagan los consumidores es cada vez más amplia.

Esta distancia surge de un reciente relevamiento realizado por Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), que hizo un seguimiento de los precios de más de 20 productos de consumo masivo, como lácteos, carnes, frutas y hortalizas.

En el caso de la manzana –principal producto del Alto Valle de Neuquén y Río Negro- la brecha entre el valor que cobra el productor y el que se paga en la góndola alcanza un 2.500%.

Los cítricos, que se producen principalmente en Entre Ríos y Corrientes, son otros perjudicados. En el limón la diferencia de valores es de 2.667%, y llega al 1.000% en el caso de las naranjas, según el documento de CRA.

El productor arrocero, en tanto, recibe $1,25 por kilo mientras que el consumidor debe pagar 12 veces más en una góndola de supermercado. “Mientras el tambero recibe en promedio $2,10 por un litro de leche, los consumidores pagan $8”, refiere el informe.

Por otro lado, lo que cobra un productor de tomate para enlatar y el precio de la góndola llega al 5.800%. En el caso del maíz, el productor percibe $1,22 por 1,6 kilogramo, la cantidad necesaria para hacer un kilo de polenta.

Pero la polenta se cobra a los consumidores $14,5 promedio, con una brecha del 1.060%. Además, si por kilo de tomate fresco el consumidor paga 12 pesos, al productor le abonan 2,80 pesos, un 329% menos.

En la producción de miel, los consumidores pagan un 292% más de lo que perciben los productores apícolas. Por la miel a granel por kilo se le paga $8,30 al productor, mientras el consumidor abona $32,50.

Según CRA, un productor de trigo participa con el 11% en la formación del precio de un kilo de pan francés que vale entre 17 y 25 pesos. En tanto, percibe 1,92 peso por el kilogramo de trigo: es decir que la materia prima y el producto terminado tienen una brecha del 885%.

A todo esto, el diario mendocino San Rafael ofrece ejemplos de la región cuyana donde se verifica el fenómeno de la distorsión de precios entre la finca y la góndola, en productos como el durazno, el tomate, la uva y la ciruela.

Y señala: “Los productores primarios son en todos los casos la variable de ajuste de la cadena industrial y comercial”. Pero detrás de estas distorsiones hay un debate macroeconómico acerca de quiénes son los verdaderos formadores de precios en la Argentina.

Los técnicos de CRA sostienen que detrás de esta brecha subyace el problema de la inflación y la política de exportaciones, dos factores que son responsabilidad de la política económica del gobierno.

No hace mucho, al hacer referencia a los bajos precios que perciben los productores, el ministro de Agricultura, Norberto Yahuar, apuntó contra las grandes cadenas de supermercados. ¡Son chorros, amigo!”, disparó en una entrevista.

Los supermercadistas le salieron al cruce. Su vocero, Fernando Aguirre explicó: “El súper tiene que pagar al productor, los sueldos y contribuir con los impuestos. De ese esquema, lo que le queda a los súper es un 6%. Pero se confunden dos conceptos, el 35% es el marcaje que el comercio pone sobre el producto que recibe del proveedor para pagar al proveedor, al Estado y los salarios. De eso le queda un 6% con el que tiene que pagar seguridad, luz y todo el resto de los gastos”.

 

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Publicado por en 06/09/2013 en Uncategorized

 

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