El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, advirtió que su país está al borde de no poder funcionar como sociedad por la histórica baja en la tasa de natalidad.
Por primera vez en más de un siglo la cantidad de bebés nacidos en Japón cayó por debajo de los 800.000 el año pasado, según estimaciones oficiales. Algo que contrasta con los 2 millones de nacimientos en la década de 1970.
El problema es más grave en ese país asiático, ya que en él la esperanza de vida ha aumentado en las últimas décadas, lo que significa que hay un número creciente de personas mayores.
El país nipón es el que tiene la población más anciana del mundo, lo que hace que haya un gran número de jubilados mientras el de trabajadores disminuye, provocando así la insostenibilidad financiera del sistema.
Considerado una pujante potencia económica mundial hasta hace unas décadas, resulta que hoy Japón es uno de los países más endeudados del mundo. Y una de las razones de este estancamiento se explica porque no cierra la ecuación demográfica.
Ocurre que una parte importante de la población se jubila, los servicios de salud y el sistema de jubilaciones son exprimidos al máximo, y la cantidad de personas en edad de trabajar, disminuye.
Encima la sociedad nipona rechaza la inmigración como solución a la caída de la fertilidad, una salida que han empleado países desarrollados para cubrir el faltante de mano de obra.
Ante esta situación, el gobierno anunció que duplicará el gasto fiscal destinado a programas que promueven la natalidad a través del apoyo a la crianza de los niños. Se trata de una profundización de una política de incentivos que se instauró en 2001.
En la actualidad, los incentivos incluyen ayudas para el cuidado de los niños, desgravaciones fiscales y subvenciones a aquellas empresas que flexibilizan sus horarios para los progenitores.
“Japón está en un punto crítico para poder continuar funcionando como sociedad”. Esas fueron las palabras que pronunció el primer ministro Fumio Kishida, en un discurso ante congresistas en el que alertó que el país puede perder su viabilidad por la caída de la tasa de natalidad.
Se estima que Japón, con una población de 125 millones de habitantes, tuvo menos de 800.000 nacimientos el año pasado. En la década de 1970, esa cifra superaba los 2 millones. Se prevé que la población del país, a este ritmo, disminuya a menos de 53 millones a fines del siglo XXI.
Japón ahora tiene la segunda proporción más alta del mundo de personas mayores de 65 años, alrededor del 28%, después del pequeño estado de Mónaco, según datos del Banco Mundial (BM).
“Enfocar la atención en las políticas relacionadas con los niños y la crianza es un tema que no puede esperar ni posponerse”, dijo Kishida ante los legisladores.
La caída de las tasas de natalidad está impulsada por una variedad de factores, incluido el aumento del costo de vida, más mujeres que acceden a la educación y al mercado de trabajo, así como un mayor acceso a los métodos anticonceptivos, lo que lleva a muchos padres a elegir tener menos hijos.
La falta de trabajadores no puede ser cubierta con inmigrantes por la hostilidad cultural y legal hacia los extranjeros. Sólo alrededor del 3% de la población de Japón nació en el extranjero, en comparación con el 15% en el Reino Unido.
En Europa y América, los movimientos de derecha lo señalan como un brillante ejemplo de pureza racial y armonía social.
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