La denuncia hacia el ex presidente del Banco Central (BCRA) por permitir operaciones clandestinas en el mercado de cambio, se inscribe dentro de otras noticias relativas al retorno de la “timba financiera”, un clásico nacional.
El fiscal federal Guillermo Marijuán inició una investigación penal contra el saliente titular del BCRA, Juan Carlos Fábrega, pera determinar si permitió el funcionamiento de una “cueva” financiera y si ésta es de su hermano Rubén.
Se quiere determinar, de esta manera, si Fábrega favoreció a un pariente en operaciones comerciales ilegales que él debió controlar por su cargo. Más allá de este hecho judicial, conviene tomar nota del trasfondo económico en que tiene lugar.
Que pululen en el microcentro porteño mesas de dinero que operan en forma clandestina es un síntoma claro de retorno de una vieja práctica argentina: ganar dinero sin producir ni trabajar.
“La patria financiera está vivita y coleando”, alertó hace poco el titular de Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, al quejarse de que hoy en el país conviene especular en lugar de producir.
“Qué mejor negocio que haber comprado dólares a 6 o 7 pesos hace seis meses y hoy están a 16; qué mejor negocio hay hoy en Argentina que poner la plata a plazo fijo, al 30 por ciento. Pagan una fortuna y de paso andá a pagar impuesto a las Ganancias por la renta de esa plata en la joda financiera”, criticó.
La historia económica argentina, a decir verdad, está llena de casos donde el negocio financiero fue más redituable que cualquier otro. En estos períodos, por ejemplo, los gerentes financieros de las empresas ganan más que los de producción y marketing.
Y esto porque esos gerentes, con sus habilidades para manejar los flujos de fondos de las empresas, apostando a distintos activos financieros (títulos públicos, tasas de interés, dólares), logran ganancias que superan ampliamente los ingresos operativos de las firmas.
¿Qué es, concretamente, una cueva financiera? Es cualquier lugar físico o grupo de personas que opera dinero en negro. A partir del cepo (restricción compulsiva de dólares por parte del Estado), casas de cambio, sociedades de Bolsa, financieras y hasta entidades bancarias empezaron a funcionar como cuevas.
Los gobiernos, con sus erráticas políticas económicas, suelen crear entornos que favorecen este tipo de negocios. Lo cual activa los hábitos especulativos de los agentes económicos en un país donde la “cultura de la renta” tiene fuerte arraigo.
Varios historiadores y ensayistas han atribuido el fracaso del capitalismo argentino a la pervivencia de una mentalidad que concibe la prosperidad como producto de la especulación y no del trabajo creativo y tenaz.
La “timba financiera” es apenas una manifestación de esta cultura que se estructura alrededor de otros comportamientos, como el de vivir y sacar tajada del erario público, convirtiendo al Estado en proveedor de empleo y de riqueza.
Después está el empresario de la “patria contratista”, que crece al calor del presupuesto del gobierno. O el que prefiere importar a producir. O el que vende la empresa y pone ese dinero en el exterior para vivir, obviamente, de la renta.
El que “timbea” con los bancos, la bolsa, o los títulos del Estado, o que hace operaciones ilegales en el mercado financiero, se vincula estrechamente a un síndrome argentino que hunde sus raíces históricas y culturales en la mentalidad rentística.
© El Día de Gualeguaychú