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Archivos Mensuales: octubre 2018

El triunfo político del evangelismo en Brasil

Detrás del impactante triunfo electoral de Jair Bolsonario en Brasil, subyace la victoria política del protestantismo evangelista frente al catolicismo brasileño, expresado en el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).

En Brasil el Estado es laico, pero la sociedad es religiosa. Y en el último tiempo dos iglesias se disputan la supremacía: la Iglesia Católica, traída por los conquistadores portugueses, y la polifacética fe protestante, de fuerte expansión en las últimas décadas.

Pues bien, en una sociedad donde la mayoría de la población es creyente todas las cuestiones sociales y culturales se tiñen de religión. Sobre todo la política, que en un país como el Brasil, y parafraseando a Karl von Clausewitz, es la continuación de la religión por otros medios.

La lucha por el poder en el vecino del norte, en efecto, ha estado atravesada en los últimos años por una disputa de fondo entre la Iglesia Católica, que profesa la “Teología de la Liberación”, de contenido izquierdista, y las iglesias Evangélicas, inspiradas en la “Teología de la Prosperidad”, de contenido capitalista.

El domingo último, en que se llevaron a cabo las elecciones presidenciales, la balanza de ese poder religioso se ha inclinado a favor del evangelismo, luego del triunfo inapelable en las urnas del militar retirado y veterano diputado ultranacionalista Jair Bolsonaro, que se ha declarado acérrimo anticomunista.

Bolsonaro viene del catolicismo, pero desde que la iglesia romana dio un giro hacia la izquierda, de la mano del Papa Francisco, el ex militar formó alianza con los pastores evangélicos, colocados en una derecha religiosa pro-capitalista.

Mario Bergoglio, el Papa argentino, ha reivindicado en su pontificado a la Teología de la Liberación, una creación setentista de su orden jesuítica en Latinoamérica, la cual fuera impugnada doctrinalmente por el entonces Papa Juan Pablo II, por considerarla cercana al pensamiento marxista.

Durante más de una década Brasil fue gobernado por el PT, agrupación política fundada oficialmente en 1980 por un grupo heterogéneo, compuesto por dirigentes sindicales, intelectuales de izquierda y católicos ligados a la Teología de la Liberación.

A la cabeza de esta teología estuvo Leonardo Boff, quien ha saludado con entusiasmo la llegada de Bergoglio al papado, y el obispo Hélder Cámara, un referente del progresismo religioso en el continente.

Según la periodista franco-marroquí Lamia Oualalou (que escribe en Le Figaro, Mediapart, Europe 1, y Le Monde Diplomatique), el triunfo electoral de Bolsonaro supone una derrota del catolicismo brasileño.

Y eso porque los evangélicos, aliados políticos de Bolsonaro, se arraigaron en las zonas más pobres del Brasil y fueron penetrando todos los sectores de la sociedad, mientras la Iglesia Católica y la izquierda brasileña se alejaban de ella.

“En Brasil hemos visto la consecuencia directa de la influencia evangelista en las elecciones luego de que los pastores más importantes llamaran a votar por Bolsonaro”, ha dicho recientemente Lamia Oualalou, especialista del fenómeno evangélico.

Contra la Teología de la Liberación, expresada por los católicos brasileños, los protestantes pentecostales esgrimen la Teología de la Prosperidad, que en lugar de hablar de los pobres postula que Dios bendice con riqueza a los que cumplen con los preceptos de la Biblia.

Para la izquierda católica esa prédica vendría a ser una adaptación del “neoliberalismo”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/10/2018 en Uncategorized

 

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El lecho de Procusto, metáfora imperecedera

Los mitos siempre han sido fuente de conocimiento. Su lenguaje metafórico ayuda a comprender la raíz del comportamiento humano, que suele mostrarse en muchos aspectos fijo e inmutable.

Del mitro griego de Procusto, por ejemplo, se han desprendido fecundas tesis filosóficas y psicológicas. También conocido como Damastes, cuyo nombre significa estirador, este personaje era un cruel posadero que invitaba a sus víctimas a dormir en una de sus dos camas, una muy pequeña y otra muy grande.

A quienes por su tamaño excedían la cama, les cortaba los pies o la cabeza para amoldarlos. A los diminutos, los descoyuntaba para hacerlos coincidir con su catre de torturas.

Procusto muere cuando aparece Teseo, quien lo enfrenta y lo lleva a caer en una trampa, al lograr que el posadero se acueste en su lecho, haciéndole probar su propia medicina.

Este personaje de la mitología ha devenido en una metáfora universal para describir algunos rasgos anómalos de la conducta humana. Su manía de hacer “encajar” a sus huéspedes a las medidas de su lecho, es un símbolo de quienes pretenden acomodar la realidad a sus propios parámetros.

El mito le cabe a todos los que pretenden acomodar siempre la realidad a sus intereses o a su particular visión de las cosas. Y en este sentido, ¿quién no ha actuado alguna vez como Procusto al hacer un uso arbitrario sesgado y autoritario de la información para confirmar creencias previas o ciertas hipótesis?

Los seres humanos, sobre todo los llamados “intelectuales”, o que se precian de tales, suelen caer en la tentación de deforman los hechos para hacerlos encajar, aún forzando su naturaleza, en cierto patrón ideológico.

La alegoría se aplica principalmente a aquellos dogmáticos, fanáticos o ideólogos, que se empeñan en ajustar de un modo forzado y violento una idea determinada a su propio criterio o a una norma preestablecida.

“Si la realidad contradice mis ideas, peor para la realidad”, es la máxima que adoptan aquellos que siempre quieren tener razón y no están dispuestos a cambiar el modo de pensar aunque los hechos los desmientan todo el tiempo.

El mito de Procusto ayuda a entender que somos intelectualmente falibles y que nuestras representaciones del mundo suelen estar teñidas de juicios previos infundados (prejuicios).

La moraleja es que todos debemos aprender a no interpretar según nuestro patrón ideológico, al precio de sacrificar la realidad misma. En psicología, en tanto, se ha explotado otro significado del mito y entonces se habla del síndrome de Procusto para hacer referencia a la intolerancia a lo diferente.

La obsesión del posadero Procusto por uniformar el cuerpo de sus huéspedes a su lecho simboliza así al sujeto que quiere hundir a todo aquel es mejor que él, pudiendo convertirse en un tirano implacable si tiene mucho poder.

Este síndrome es muy común en los ambientes profesionales y domésticos por la presencia de individuos con personalidad egocéntrica, que tienen miedo a ser superados y entonces procuran impedir el ascenso de los más talentosos o inteligentes.

Procusto simboliza a quienes pretenden que todos seamos iguales, “cortados por la misma tijera”, para que nadie sobresalga. Esta gente es manipuladora y, en general, alérgica a la diversidad.

Básicamente no toleran lo que se aleja de la uniformidad de su propio modelo. Y sobre todo no toleran que otras personas destaquen más que ellos. Se diría, en suma, son personas corroídas por la envidia, algo que las convierte en tristes, amargadas y resentidas.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/10/2018 en Uncategorized

 

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Cuando la política deviene en una asociación ilícita

Los argentinos hemos terminado por asimilar que la política, una actividad noble orientada al bien público, en los hechos es lo más parecido a una asociación dirigida a cometer delitos.

La opinión pública se ha acostumbrado ya a vincular el mundo de nuestros “representantes” con causas de corrupción que se ventilan en los tribunales o en noticias policiales de los diarios.

El escándalo de los contratos en la Legislatura de Entre Ríos, se inscribe dentro de esta caja de Pandora en que se ha convertido la política en estas pampas.

Cada vez que se destapa parte de esta caja se libera la desgracia de un país cuyos dirigentes, llamados a cuidar del patrimonio común, resulta que son los primeros saqueadores del mismo, convirtiendo a la Argentina en un verdadero lupanar de la corrupción.

El dato es que el Ministerio Público Fiscal de Entre Ríos, en una resolución emitida este miércoles, determinó que en la Legislatura provincial se desviaron más de $1.000 millones en la última década.

La defraudación al erario público se llevó a cabo en ese ámbito entre enero de 2008 y septiembre de 2018. Se imputa a varias personas que “tomaron parte en una organización que se ocupaba de sustraer dinero del patrimonio de la Legislatura provincial”, según el escrito judicial que trascendió a la prensa.

Los fiscales describen la corruptela como “la realización de contrataciones de obra en nombre de ambas cámaras, con personas que no realizaban ninguna prestación a favor del Estado, y percibían una ínfima parte de los honorarios pactados, quedando el resto de ellos en poder de la organización”.

También indican que “entre ambas cámaras se llegaron a suscribir contratos de obra con, al menos, 350 personas”, las cuales figuraban cobrando mensualmente sumas cercanas a los $50.000 en el último tiempo.

Para los fiscales, “esta sustracción contó con el aporte de autoridades, aún no identificadas, de las cámaras de Diputados y Senadores de la provincia, quienes suscribieron los respectivos vínculos contractuales sin conocer a los contratistas, sin asignarles función alguna, y a sabiendas de que el monto de la contratación era sustraído del patrimonio del Estado”.

El Ministerio Público dice contar con todas las pruebas que certifican el robo cometido en la Legislatura de Entre Ríos en la última década y de hecho ya hay personas imputadas y detenidas.

Los fiscales describen que la defraudación fue perpetrada por un grupo organizado al efecto. Es decir, sugieren que había una agrupación que, a través de un vínculo estable y duradero, perseguían fines delictivos comunes.

Ahora la pregunta es, ¿en qué quedará esta investigación judicial? ¿Se lograrán dilucidar los hechos en todo su alcance? Si se probara la comisión de delitos, ¿recibirán los responsables el castigo correspondiente?

Hay razones para ser escépticos, ya que se sabe que en Argentina los juicios por corrupción duran un promedio de 14 años, y menos del 1% termina en condenas.

¿Qué hace que los juicios por corrupción, ligados sobre todo al enriquecimiento patrimonial de los funcionarios, se vuelvan interminables y al final acaben en nada? Los pesimistas hablan de la existencia de un sistema de impunidad montado por el poder judicial y el político.

Mientras la impunidad persista la actividad política seguirá contaminada y sospechada de ser una asociación ilícita, en la que sus integrantes se organizan para delinquir a costa del erario público.

 

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La calidad de la ciudad se mide por sus veredas

Los urbanistas sostienen que las aceras son la expresión más simple donde tiene lugar la vida cívica. En una ciudad la gente camina e interactúa gracias a estos espacios peatonales.

Contar con buenas veredas no es un dato superfluo sino que hace a la esencia de una ciudad que privilegia la vida de los vecinos, no importa su condición física o social.

Eso piensa Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá y urbanista, para quien hay que darle prioridad a las aceras, porque es allí donde todos somos iguales y donde se garantiza la interacción social.

Peñalosa, anfitrión junto a su ciudad de la Conferencia Internacional Walk XXI, que reúne a más de 100 especialistas de todo el mundo, está convencido de que “una buena ciudad es aquella que se destaca por la cantidad y la calidad de los espacios peatonales que tiene”.

“Una buena ciudad- sostiene el alcalde bogotano– es aquella en la que la gente quiere estar afuera, en la calle. En la que se quiere salir a comer, a tomar un café. Donde nadie se sienta excluido, porque allí es donde todos se igualan, y donde se encuentran los pobres y los ricos, y son iguales”.

La gran preocupación de Peñalosa, en la actualidad, son las veredas de Bogotá. “Todavía, en el 95% de las calles no pueden cruzar personas en sillas de ruedas. Las veredas deben ser seguras, limpias e iluminadas. El espacio público de calidad iguala. Y nosotros somos peatones, necesitamos caminar para ser felices”, aseguró el alcalde bogotano, y agregó: “En una buena ciudad la gente camina”.

La mayoría de los urbanistas reconocen que las aceras reivindican al peatón, a quien protegen de la agresión de los vehículos. Por otro lado, son un espacio donde tiene lugar el cruce o la transición entre lo público y lo privado.

Gracias a las veredas, los peatones pueden caminar con libertad, favoreciendo los encuentros vecinales, alimentan el comercio y son hilos conductores de vida urbana.

Es aquí donde tiene lugar el contacto más genérico e impersonal de los ciudadanos entre sí, y los otros contactos más puntuales: el que se da entre vecinos, todos los días, y el otro contacto, más eventual, entre visitantes  y  locales.

“Un ciudadano de a pie tiene el mismo derecho al espacio que un auto. Entonces la diferencia de avance de una ciudad son las veredas que hagamos, no las autopistas”, explicó Peñalosa.

“Las veredas no son sólo para ir de un sitio a otro. Son para vivirlas”, insistió, y agregó: “Son espacio público. Decir que una vereda es demasiado ancha es lo mismo que afirmar que un parque es muy grande. Es un absurdo”.

No es lo mismo toparse con una ciudad que tiene un buen sistema de aceras, bien diseñado, construido y, sobre todo, mantenido, que con una ciudad donde predominan veredas estrechas y tortuosas, caracterizadas por restos de mil intervenciones pasadas, desniveles, huecos y grietas.

Cada elemento y aspecto de una ciudad refleja el alma y la mentalidad de sus habitantes. Y a la vez son un síntoma de si existe o no un plan urbano, una visión global de ciudad.

Las veredas de Gualeguaychú, por tanto, dicen mucho acerca de sus vecinos, de su gusto estético (tratándose de una prolongación del frente de cada vivienda), del concepto que tienen sobre el espacio cívico y sobre el resto de los convecinos (peatones).

Cabe agregar que la ciudad tiene una peculiaridad: fue diseñada en el siglo XVIII, siguiendo el típico modelo español de damero (perfecta cuadrícula), con aceras angostas.

 

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Vivimos en la era de la guerra de la atención

En un mundo saturado de estímulos potentes y veloces, la atención humana ha devenido en un recurso escaso. Son muchos los intereses que pretenden controlar esta puerta de entrada a nuestra mente.

La atención es el proceso conductual y cognitivo de concentración selectiva de la información. Prestar atención es fijar la mente en objetos o pensamientos, durante el proceso perceptivo.

“Es la atención lo que determina tu realidad”, le dice el maestro Yoda a  Luke Skywalker, en la película La Guerra de la Galaxias, al sugerir que ahí reside la puerta de entrada al cerebro, que es el órgano que controla nuestra conducta.

Nuestros receptores sensoriales se ven afectados por múltiples estímulos. Sin embargo, en un momento determinado nuestra mente tiene que seleccionar una parte de esa información (y descartar otras) y eso lo hace cuando presta atención.

Estamos hablando de la capacidad cognitiva de enfocarse, de manera exclusiva y durante un tiempo determinado en algo, con el objeto de entenderlo y grabarlo en la memoria.

Lo cierto es que nunca antes en la historia de la humanidad la atención ha sido tan asediada por un entorno sofisticado interesado en captarla, muchas veces con intenciones puramente manipulativa.

Los grandes intereses comerciales y corporativos se sirven de la mercadotecnia, por caso, para tomar por asalto esta plaza, que es la puerta de acceso a la mente de los clientes y consumidores.

Nadie vende nada si no se “atrae” la atención de los compradores, sujetos solicitados por todas partes por propuestas comerciales de todo tipo.

Para aumentar la cuota de mercado y el margen de beneficio, las empresas necesitan vender sus productos a más consumidores. Pero éstos últimos no pueden prestar atención a todo lo que se les ofrece, porque la mente tiene una fijación limitada.

Resulta comprensible, entonces, que hoy se hable de que la atención es un recurso escaso cada vez más cotizado. Y de hecho se ha formulado un nuevo paradigma: la economía de la atención.

La apropiación de esta capacidad a gran escala, por parte de intereses comerciales y de los otros (políticos o ideológicos), sugiere que se está en presencia de una guerra por capturar nuestra mente conquistando su acceso, su llave de entrada.

Se sabe, al respecto, que los profesionales del marketing se ven en la obligación de atraer nuestra atención para que los anuncios publicitarios funcionen. Si no son capaces de interrumpir nuestros pensamientos plantando una semilla en nuestro consciente o en nuestro subconsciente, habrán fracasado. Y eso sería su dinero tirado a la basura.

A todo esto, hay quienes piensan que las nuevas tecnologías están cambiando la capacidad de atención. Eso postula Nicholas Carr, que fue director de la Harvard Bussiness Review, en su libro “Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”.

Allí sostiene que Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Carr postula que las diferentes formas de tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por distintas razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración.

¿Acaso en el mundo de la tecnología –que es un negocio- hay interés por fomentar la dispersión mental? ¿Una humanidad distraída –cuya capacidad de atención ha sido alterada- es más controlable?

 

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¿Alcanza con la educación para cambiar las cosas?

Mucha gente ve a la educación como una panacea, como la fórmula para la solución de todos los problemas, tanto individuales como colectivos.

Se repite que el país que tenga más cantidad de gente con deseo de aprender es el que tiene futuro y está en condiciones de alcanzar altos grados de desarrollo social.

“Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él”. La frase del filósofo Immanuel Kant resume en pocas palabras la importancia antropológica de todo esfuerzo educativo.

Los teóricos sociales suelen ensayar distintas hipótesis explicativas para dar cuenta del “desarrollo social”, especie de estado de gracia al que llegarían aquellas sociedades donde la gente es próspera, sana y segura.

Cuando tratan de aislar la “causa eficiente” o establecer el principio por el que se produjo ese estado de bienestar colectivo, se alude a varios factores. Pero uno de ellos goza de gran predicamento: el factor educativo.

Así, son muchos los que piensan que lo que está detrás del éxito de algunos países, por ejemplo los enrolados en el “modelo social nórdico”, se debe al alto nivel educativo que tiene su población.

De igual manera, se postula que la causa que explica la corrupción, la pobreza y la mediocridad de muchas sociedades, algunas latinoamericanas por caso, se debe a la ausencia de educación.

De este diagnóstico de fondo se deduce que las sociedades “subdesarrolladas” deben atacar el problema educativo, invirtiendo grandes presupuestos en el área.

Aunque esta conjetura se ha instalado como verdad revelada (en Argentina cuenta con mucho consenso social y político), lo cierto es que algunos piensan que no hay demostración empírica que la sostenga.

Al respecto, se indica que la educación, en lugar de ser causa del desarrollo, es consecuencia de éste. Así algunos piensan que las sociedades, al igual que las personas, primero resuelven otras cosas que hacen a la supervivencia material, de seguridad y de carácter, antes de avanzar en logros intelectuales.

Los ejemplos más utilizados contra la hipótesis de que la educación es la causa de la felicidad colectiva se remiten a algunos experimentos históricos que condujeron a situaciones de inhumanidad, como es el caso del nazismo.

La Alemania de Adolfo Hitler, precisamente, era una de las sociedades más cultas de Europa de esa época. Allí florecían a la par el arte y la ciencia, con una economía pujante.

La ilustración de los alemanes superaba largamente el nivel educativo medio de cualquier europeo. Sin embargo eso no les impidió elegir a un gobernante déspota ni embarcarse en guerras de conquistas.

La Alemania hitleriana era muy culta y científicamente desarrollada, pero también una sociedad que cometió excesos sanguinarios con otros pueblos, al tiempo que políticamente se enajenó detrás del proyecto cruel de un líder demente.

Quienes creen que la educación es la causa eficiente del desarrollo humano responden a esta aporía nazi, diciendo que una cosa es entrenar el cerebro y muy otra es formar una persona

Alegan que la educación nazi sólo buscó la excelencia: produjo los mejores ingenieros y técnicos de Europa, quienes elaboraron armas mortíferas y  gestionaron los campos de concentración.

Pero esa educación se habría olvidado de la dimensión ética del obrar humano, es decir perdió de vista que no alcanza con producir mentes brillantes, si éstas están vaciadas de valores como el bien y la justicia.

 

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La conjura que unifica a la ultraderecha europea

El populismo de ultraderecha en el Viejo Continente cree que existe un complot internacional para, mediante el ingreso de inmigrantes de África y Asia, debilitar las “razas europeas”.

Los movimientos nacionalistas han dejado de ser una minoría radical en Europa. A caballo del rechazo xenófobo hacia la inmigración, constituyen hoy el “nuevo fantasma” que la recorre.

Estos movimientos creen que hay una gran conjura orquestada por las elites políticas y económicas para acabar con la raza blanca en Europa. La idea sería mezclarla con africanos y asiáticos con el propósito de crear un hibrido humano débil y fácil de manipular.

Así piensan los partidarios de Marine Le Pen (Francia), de Matteo Salvini (Italia), Viktor Orban (Hungría), de Jaroslaw Kaczynski (Polonia), de Heinz-Christian Strache (Austria), de Geert Wilders (Holanda), y de otros líderes en Alemania y Escandinavia.

Así como en el pasado el antisemitismo europeo se inspiró en “Los protocolos de los sabios de Sion”, un documento posiblemente creado por agentes zaristas rusos, que aparentaba revelar un complot judío para dominar el mundo, hoy la nueva teoría conspirativa es conocida como “plan de Kalergi”.

En las páginas online de diarios muy cercanos a los partidarios de extrema derecha europea, donde se desarrolla un discurso contrario a la inmigración y a las políticas de la Unión Europea (UE), circula con asiduidad esta teoría del complot.

Según este relato, el ideólogo de la mezcla racial fue el filósofo y político austríaco Richard Nikolaus Graf von Coudenhove-Kalergi, cuyo pensamiento multicultural ha sido reinterpretado como un plan de exterminio de la raza blanca europea por la mezcla con africanos y asiáticos.

Hijo de un diplomático austro-húngaro y de la hija de un magnate japonés, Kalergi nació en Tokio en 1894 y se crió en el ambiente cosmopolita y culturalmente sofisticado de la Viena de principios del siglo XX.

En 1923 publicó el manifiesto “Paneuropa”, en el que preconizaba el proyecto de una confederación de países europeos, y fundó la Unión Internacional Paneuropea, un movimiento político que quería lograr la constitución de una entidad política que trascendiera los estados nacionales: los Estados Unidos de Europa.

Pero, en una época en la que predominaban las ideologías nacionalistas, por un lado, y las comunistas, por el otro, las ideas liberales de cooperación e integración de Kalergi quedaron inicialmente circunscritas al pequeño ámbito intelectual europeo.

Ahora, ante la crisis de la inmigración, los nacionalistas europeos han reflotado las ideas de Kalergi, a quien acusan de haber estado a la cabeza de una conspiración que amenazaba la subsistencia de los pueblos de Europa, un plan que hoy habría adoptado la elite dirigencial de la UE.

A los ojos de quienes creen en esta teoría conspirativa su verosimilitud se refuerza ante el hecho de que Kalergi era masón y recibía fondos de los Rothschild, una rica familia judía.

En Italia, país que inventó el fascismo y encumbró en el pasado a Benito Musolini, su actual ministro del Interior, Matteo Salvini, líder del partido xenófobo de la Liga Norte, ya articula un discurso conspirativo.

En varios de sus mítines de los últimos años, alertó contra el “intento de genocidio contra las poblaciones que han estado viviendo en Italia durante los últimos siglos, que alguien querría suplantar por decenas de miles de personas procedentes de otras partes del mundo”.

 

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Las artes adivinatorias o el retorno de los brujos

Desde antiguo el hombre se ha inclinado por leer el futuro, una práctica esotérica en boga en plena civilización técnica.

El dato es que en la era tecnológica, cada vez hay más gente afecta a las artes adivinatorios, desde las cartas españolas hasta el I Ching, pasando por el Tarot, la lectura de la borra del café, la astrología y todas las formas de percepción extrasensorial

De algo oculto y secreto, que pasó de boca en boca durante varios siglos, hoy, el esoterismo vive una especie de renacimiento, sobre todo en las ciudades grandes. Según los antropólogos, se trata de una “psicología silvestre” para manejar la incertidumbre de época.

El ocultismo, es decir la creencia en fuerzas ocultas, a las que se puede acceder a través de prácticas mágicas, es parte de una moda espiritual que explota la industria editorial, al tiempo que está presente en el mundo online.

Algunos analistas sitúan el origen de esta nueva fascinación por los fenómenos paranormales con la aparición en 1960 de “El retorno de los brujos”, el libro de Louis Pauwels y Jacques Bergier.

Civilizaciones desaparecidas, mentes de otros mundos, poderes interiores desconocidos, sociedades secretas y mutaciones de la inteligencia, son algunos de los temas de este clásico de la literatura esotérica.

Dentro de este mundo mágico se inscribe la adivinación, una práctica que se pierde en la noche de los tiempos, pero que fue fuertemente combatida por el cristianismo, que históricamente la asoció a la invocación demoníaca.

El arte de adivinar por medios diversos (harinas, huesos, caracoles, naipes, etc.) se llama “mancia”, un término que proviene del griego “manteia” (que significa adivinación).

Entre los paganos la adivinación era parte de su religión. Pueblos antiguos como los caldeos, los babilonios o los árabes, utilizaban estas técnicas para hacer predicciones. A los adivinos acudían personas de todo tipo para recibir consejo y una guía para las decisiones importantes que tenían que tomar en sus vidas.

Las adivinaciones se hacían antiguamente invocando distintas cosas. Eran muy populares la oniromancia o interpretación de los sueños; los augurios o adivinación con base en el vuelo de las aves; los presagios como origen de la observación deductiva de los antepasados.

Las personas a las que se atribuye la capacidad de anticipar acontecimientos futuros o descubrir cosas ocultas suelen estar revestidas, según cada cultura y sociedad, con alguna cualidad especial, bien sea innata (“tener don”) o adquirida mediante alguna iniciación.

Estos “brujos”, según la acepción popular, utilizan distintos soportes para sus videncias: números y dados (aritmomancia), cartas (cartomancia), llamas o fuego (piromancia), las palmas de la mano (quiromancia), cadáveres (necromancia), agua (hidromancia),  tierra (geomancia),  éter (astrología),  libros (blibliomancia), espejo (catoptromancia), entrañas humanas (antropomancia), ente otros elementos.

Hoy por hoy, la videncia se practica abiertamente en la mayoría de sociedades occidentales a través de consultas o mediante medios telefónicos.

Jurídicamente se considera bajo el amparo de la libertad de creencias protegida como derecho fundamental por la mayor parte de legislaciones democráticas.

Las iglesias cristianas condenan las artes adivinatorias, argumentando que expresan una curiosidad desordenada por conocer el futuro, al tiempo que están expresamente prohibidas en la Biblia

 

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Las sociedades tienden a la polarización política

La segunda vuelta electoral en Brasil muestra un duelo más acentuado que nunca entre dos candidatos totalmente antagónicos. Aunque ésta es una conducta que se repite en todas las sociedades contemporáneas.

Lo que se ve en el país norteño es una fuerte polarización política. Pero es una dualidad ante todo social, que se refleja en la calle, según los encuestadores.

A la derecha, están los que se alinean detrás del ex militar Jair Bolsonaro, que encabeza la carrera electoral con un discurso conservador que además alerta sobre una supuesta dictadura socialista o el peligro de que Brasil se convierta en Venezuela si gana el opositor Partido de los Trabajadores (PT).

A la izquierda, los de Fernando Haddad (aliado del ex presidente Lula), que proclama que su victoria significaría la defensa de la democracia frente a Bolsonaro, admirador de la dictadura.

Pero este tipo de polarización no es un fenómeno exclusivo de Brasil, sino que se ha dado con mayor o menor intensidad en otras elecciones generales en distintas sociedades contemporáneas.

En Argentina se habla de una “grieta”, queriendo significar que la sociedad  está virtualmente dividida en mitades, y que políticamente se expresa hoy en un polo cambiemita (oficialista) y otro peronista-kirchnerista  (opositor).

La polarización existe en el resto de las sociedades latinoamericanas (como se ha visto en las elecciones generales en Chile, México, Colombia o Venezuela). También se observa de una manera patente en Estados Unidos, donde el fenómeno Donald Trump ha profundizado la división.

En Europa pasa otro tanto, como se observa en Gran Bretaña, donde la cuestión del Brexit tiene partida en dos a la sociedad británica. La pugna en el Viejo Continente es entre los que quieren mantenerse en la Unión Europea (UE) y los euroescépticos que postulan romper con ella.

La polarización política se ha definido como un proceso de diferenciación de la opinión pública en grupos opuestos. En períodos electorales, esta división se intensifica y los dos sectores políticos en pugna, como ocurre hoy en Brasil, suelen utilizar el miedo como estrategia para estigmatizar al otro y con ello lograr rédito político.

Ahora bien, ¿por qué los grupos humanos y las sociedades tienden a instalarse entre un “nosotros y ellos”, o un “estás conmigo o estás contra mí”? ¿Será acaso que a la larga juega un principio de economía por el cual siempre se elige entre dos opciones fuertes, enfrentadas entre sí?

Hay razones para sospechar que la política siempre es maniquea. En el siglo III de nuestra era, el herético Mani vio el mundo dividido en dos: los hijos de Dios y los hijos del demonio.

Esa dialéctica se replica en la política en la actitud de dividir las ideas, o personas en dos grupos: los del bando bueno, y los del bando malo, en forma irreductible.

A poco que se mira la historia del país, se caerá en la cuenta de que siempre hubo dos grandes opiniones enfrentadas. La primera división entre argentinos, surgida de la discrepancia sobre cómo organizar el nuevo país tras la Revolución de Mayo, se planteó entre federales y unitarios.

En el siglo XX una sucesión de odios recíprocos tuvo diversos protagonistas, muchos de los cuales perduran en nuestros días. Así se vio la “grieta” entre los conservadores versus los radicales, los peronistas versus los antiperonistas, la izquierda guerrillera (Montoneros, ERP, etc.) versus los militares.

 

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Publicado por en 26/10/2018 en Uncategorized

 

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La madre, figura mítica celebrada universalmente

Todas las culturas, desde las épocas más remontas, han exaltado al ser que procrea y se dedica a la crianza de los hijos. Aunque también el título de madre es dado a aquella mujer que cumple ese papel sin estar emparentada biológicamente.

Las celebraciones por el Día de la Madre son antiquísimas y tienen en común celebrar la fertilidad y la capacidad de gestar y parir, algo totalmente ligado a las tradiciones ancestrales.

Estas fiestas tenían un alto componente simbólico y mitológico pagano. En Egipto, por ejemplo, se rendía homenaje a la diosa Isis, madre de los faraones y nombrada como la “Gran diosa madre fuerza fecundadora”.

La civilización griega antigua, en tanto, celebraba la fiesta en honor a la diosa Rea, hija de Urano (el cielo) y Gaia (la tierra) conocida como “la madre de todos los dioses”.

Etimológicamente hablando “rea” significa flujo menstrual. De hecho todas las palabras que se refieren a disfunciones de ese ciclo llevan esa palabra como sufijo.

Rea era la madre de todos los dioses, por lo tanto su figura está fuertemente ligada a la fertilidad y a la maternidad, siendo su símbolo la luna.

Los romanos antiguos, en tanto, llamaron a la celebración de la madre Hilaria, cuando la adquirieron como herencia cultural de los griegos. En la mitología romana la diosa Cibeles es la madre universal y a la que se representa sobre un carro tirado por leones.

Más tarde, como ocurrió con muchas fiestas de la antigüedad, los cristianos transformaron el culto pagano de la madre para honrar a la Virgen María, la madre de Jesús.

En muchos lugares, durante la época en que la Iglesia Católica ejerció fuerte influencia el día de la Madre se hacía coincidir con la festividad de la Inmaculada Concepción, que se celebra cada 8 de diciembre.

Este es un dogma decretado por la Iglesia Católica en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo.

Una de las culturas aborígenes que consideraba la maternidad como algo sagrado eran los aztecas. Ellos rendían tributo a Coyolxauhqui, diosa de la luna y madre de Huitzilopochtli.

El mito cuenta que durante la creación del mundo, Coyolxauhqui murió por las estrellas. Ellas le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli (dios del sol), pero él pudo nacer, venciendo a las tinieblas.

Los indígenas rendían un tributo especial, año con año, a la diosa. Le dedicaron hermosas esculturas en oro donde plasmaron la gran importancia  de su maternidad.

Según el psicólogo suizo Carl Jung, la madre es uno de los arquetipos principales del inconsciente colectivo, es decir constituye uno de esos patrones de imágenes y símbolos recurrentes que aparecen bajo diferentes formas en todas las culturas y que heredamos de nuestros primeros antepasados.

Jung describía el arquetipo de la madre con estas propiedades: “Lo ‘maternal’: por antonomasia, la mágica autoridad de lo femenino; la sabiduría y la altura espiritual más allá del intelecto; lo bondadoso, protector, sustentador, lo que da crecimiento, fertilidad y alimento; el lugar de la transformación mágica, del renacer; el instinto o impulso que ayuda; lo secreto, escondido, lo tenebroso, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, seduce y envenena, lo angustioso e inevitable”.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 26/10/2018 en Uncategorized

 

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