Detrás del impactante triunfo electoral de Jair Bolsonario en Brasil, subyace la victoria política del protestantismo evangelista frente al catolicismo brasileño, expresado en el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).
En Brasil el Estado es laico, pero la sociedad es religiosa. Y en el último tiempo dos iglesias se disputan la supremacía: la Iglesia Católica, traída por los conquistadores portugueses, y la polifacética fe protestante, de fuerte expansión en las últimas décadas.
Pues bien, en una sociedad donde la mayoría de la población es creyente todas las cuestiones sociales y culturales se tiñen de religión. Sobre todo la política, que en un país como el Brasil, y parafraseando a Karl von Clausewitz, es la continuación de la religión por otros medios.
La lucha por el poder en el vecino del norte, en efecto, ha estado atravesada en los últimos años por una disputa de fondo entre la Iglesia Católica, que profesa la “Teología de la Liberación”, de contenido izquierdista, y las iglesias Evangélicas, inspiradas en la “Teología de la Prosperidad”, de contenido capitalista.
El domingo último, en que se llevaron a cabo las elecciones presidenciales, la balanza de ese poder religioso se ha inclinado a favor del evangelismo, luego del triunfo inapelable en las urnas del militar retirado y veterano diputado ultranacionalista Jair Bolsonaro, que se ha declarado acérrimo anticomunista.
Bolsonaro viene del catolicismo, pero desde que la iglesia romana dio un giro hacia la izquierda, de la mano del Papa Francisco, el ex militar formó alianza con los pastores evangélicos, colocados en una derecha religiosa pro-capitalista.
Mario Bergoglio, el Papa argentino, ha reivindicado en su pontificado a la Teología de la Liberación, una creación setentista de su orden jesuítica en Latinoamérica, la cual fuera impugnada doctrinalmente por el entonces Papa Juan Pablo II, por considerarla cercana al pensamiento marxista.
Durante más de una década Brasil fue gobernado por el PT, agrupación política fundada oficialmente en 1980 por un grupo heterogéneo, compuesto por dirigentes sindicales, intelectuales de izquierda y católicos ligados a la Teología de la Liberación.
A la cabeza de esta teología estuvo Leonardo Boff, quien ha saludado con entusiasmo la llegada de Bergoglio al papado, y el obispo Hélder Cámara, un referente del progresismo religioso en el continente.
Según la periodista franco-marroquí Lamia Oualalou (que escribe en Le Figaro, Mediapart, Europe 1, y Le Monde Diplomatique), el triunfo electoral de Bolsonaro supone una derrota del catolicismo brasileño.
Y eso porque los evangélicos, aliados políticos de Bolsonaro, se arraigaron en las zonas más pobres del Brasil y fueron penetrando todos los sectores de la sociedad, mientras la Iglesia Católica y la izquierda brasileña se alejaban de ella.
“En Brasil hemos visto la consecuencia directa de la influencia evangelista en las elecciones luego de que los pastores más importantes llamaran a votar por Bolsonaro”, ha dicho recientemente Lamia Oualalou, especialista del fenómeno evangélico.
Contra la Teología de la Liberación, expresada por los católicos brasileños, los protestantes pentecostales esgrimen la Teología de la Prosperidad, que en lugar de hablar de los pobres postula que Dios bendice con riqueza a los que cumplen con los preceptos de la Biblia.
Para la izquierda católica esa prédica vendría a ser una adaptación del “neoliberalismo”.
© El Día de Gualeguaychú