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El naturalista francés que se ató al suelo americano

Hoy (28 de agosto) se cumple un nuevo aniversario del natalicio de Aimé Bonpland, que exploró América en el siglo XIX con Alexander Humboldt y mantuvo estrechas relaciones con los caudillos entrerrianos.

Aimé Jacobo Alejandro Goujand -tal su verdadero nombre- nació en La Rochelle (Francia), el 28 agosto de 1773.

Médico y botánico enamorado de la flora exótica, estudiante durante la Revolución Francesa, jardinero en el Imperio Napoleónico, protagonista en medio de las convulsiones de la América española, sus biógrafos coinciden en que Aimé tuvo una vida de leyenda.

Nuestro personaje viajó a América con el naturalista alemán Alexander von Humboldt, un intrépido explorador y el científico más famoso de su época. Bonpland tuvo trato con varios patriotas americanos, entre ellos Simón Bolívar. Contratado por Bernardino Rivadavia, arribó con su familia en 1817 a Buenos Aires trayendo su biblioteca, semillas, 2.000 plantas, 500 pies de vid, 600 sauces y 40 naranjos y limoneros.

En esa época, Bonpland herborizó en los alrededores de Buenos Aires, y en la isla Martín García encontró plantas de yerba mate que habían llevado los sacerdotes jesuitas.

Éste fue el primer contacto de Bonpland con el llamado “té del Paraguay”, y el preludio de una etapa posterior en la vida del sabio: la yerba mate y su cultivo, que llegarían a ser para él una verdadera obsesión.

En efecto, decidió dirigirse a la zona de las viejas misiones jesuitas, entre los ríos Paraná y Uruguay, donde crecía espontáneamente la yerba mate. Partió solo, en octubre de 1820, dejando a su esposa Adelaine, a la que no volvería a ver, pues ella regresó posteriormente a Francia.

En la entonces “República de Entre Ríos”, que abarcaba también las actuales provincias de Corrientes y Misiones, Bonpland estudió la flora de la región y resolvió fundar un establecimiento agrícola para dedicarse al cultivo de la yerba mate.

Aunque la Universidad de Buenos Aires lo había nombrado profesor de Medicina, él no acude a hacerse cargo de la cátedra, pues en Corrientes había logrado la confianza del Supremo Entrerriano.

Francisco Ramírez fue quien lo entusiasmó ante la perspectiva que podía ofrecer el negocio de la yerba mate. Fue así que se radicó en el lugar llamado Santa Ana, donde hace su codo el Alto Paraná, casi frente a la ciudad paraguaya de Encarnación.

Allí instaló una colonia agrícola con un grupo de peones indígenas, y a los seis meses sus trabajos comenzaron a dar fruto. Sin embargo, el dictador de Paraguay José de Francia, que creía que Bonpland era un espía, pero sobre todo porque no podía permitir que alguien amenazara el monopolio paraguayo de la yerba mate, entró a sangre y fuego a la finca del francés, a quien apresó y mantuvo cautivo durante nueve años.

Liberado gracias a las presiones de personalidades de todo el mundo (en Europa era aclamado como un gran científico), el naturalista continuó su actividad en el litoral argentino. Se unió con la hija de un cacique guaraní, con la cual tuvo hijos durante su residencia en Entre Ríos.

Cuando Justo José de Urquiza se pronunció contra Rosas, Bonpland se unió al caudillo entrerriano. Lo visitó con frecuencia en su palacio San José y aportó sus conocimientos botánicos para el magnífico parque. Asistió después, como médico, a los soldados del Ejército Grande.

Ya octogenario, el naturista falleció en 1858 en Santa Ana y sus restos descansan en un cementerio de Pasos de los Libres. Su archivo personal quedó en la Universidad de Buenos Aires.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 08/09/2023 en Uncategorized

 

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El naturalista francés que amó la yerba mate

Hoy (28 de agosto) se cumple un nuevo aniversario del natalicio de Aimé Bonpland, que exploró América en el siglo XIX con Alexander Humboldt y mantuvo estrechas relaciones con los caudillos entrerrianos.

Aimé Jacobo Alejandro Goujand -tal su verdadero nombre- nació en la Rochelle (Francia), el 28 agosto de 1773.

Médico y botánico enamorado de la flora exótica, estudiante durante la Revolución Francesa, jardinero en el Imperio Napoleónico, protagonista en medio de las convulsiones de la América española, sus biógrafos coinciden en que Aimé tuvo una vida de leyenda.

Nuestro personaje  viajo a América con el naturalista alemán Alexander von Humboldt, un intrépido explorador y el científico más famoso de su época. Bonpland trató a varios patriotas americanos, entre ellos a Simón Bolívar. Contratado por Bernardino Rivadavia, arribó con su familia en 1817 a Buenos Aires trayendo su biblioteca, semillas, 2.000 plantas, 500 pies de vid, 600 sauces y 40 naranjos y limoneros.

En esa época, Bonpland herborizó en los alrededores de Buenos Aires, y en la isla Martín García encontró plantas de yerba mate que habían llevado los sacerdotes jesuitas.

Éste fue el primer contacto de Bonpland con el llamado “té del Paraguay”, y el preludio de una etapa posterior en la vida del sabio: la yerba mate y su cultivo, que llegarían a ser para él una verdadera obsesión.

En efecto, decidió dirigirse a la zona de las viejas misiones jesuitas, entre los ríos Paraná y Uruguay, donde crecía espontáneamente la yerba mate. Partió solo, en octubre de 1820, dejando a su esposa Adelaine, a la que no volvería a ver, pues ella regresó posteriormente a Francia.

En la entonces “República de Entre Ríos”, que abarcaba también las actuales provincias de Corrientes y Misiones, Bonpland estudió la flora de la región y resolvió fundar un establecimiento agrícola para dedicarse al cultivo de la yerba mate.

Aunque la Universidad de Buenos Aires lo había nombrado profesor de medicina, él no acude a hacerse cargo de la cátedra, pues en Corrientes había logrado la confianza del Supremo Entrerriano.

Francisco Ramírez fue quien lo entusiasmó ante la perspectiva que podía ofrecer el negocio de la yerba mate. Fue así que se radicó en el lugar llamado Santa Ana, donde hace su codo el Alto Paraná, casi frente a la ciudad paraguaya de Encarnación.

Allí instaló una colonia agrícola con un grupo de peones indígenas, y a los seis meses sus trabajos comenzaron a dar fruto. Sin embargo el dictador de Paraguay José de Francia, que creía que Bonpland era un espía, pero sobre todo porque no podía permitir que alguien amenazara el monopolio paraguayo de la yerba mate, entró a sangre y fuego a la finca del francés, a quien apresó y mantuvo cautivo durante nueve años.

Liberado gracias a las presiones de personalidades de todo el mundo (en Europa era aclamado como un gran científico), el naturalista continuó su actividad en el litoral argentino. Se unió con la hija de un cacique guaraní, con la cual tuvo hijos durante su residencia en Entre Ríos.

Cuando Justo José de Urquiza se pronunció contra Rosas, Bonpland se unió al caudillo entrerriano. Lo visitó con frecuencia en su palacio San José y aportó sus conocimientos botánicos para el magnífico parque. Asistió después, como médico, a los soldados del Ejército Grande.

Ya octogenario, el naturista falleció en 1858 en Santa Ana y sus restos descansan en un cementerio de Pasos de los Libres. Su archivo personal quedó en la Universidad de Buenos Aires.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 02/09/2020 en Uncategorized

 

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El naturalista que cambió la manera de ver al hombre

Charles Darwin, conocido como el padre de la evolución, concepto que trastocó el campo de la biología y la imagen del hombre, nació el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury (Inglaterra).

Fue este inglés quien afirmó que todas las formas de vida que existen en la Tierra provienen de un antepasado común, las cuales en el transcurso del tiempo se fueron adaptando al medio en que estaban y evolucionaron.

Se trató de una concepción revolucionaria para la época toda vez que rompió con la creencia según la cual las especies animales y vegetales, y el hombre, eran creación de una fuerza divina, como postula la religión.

Hijo de Robert Waring Darwin, reconocido médico, y de Susannah Wedgwood, desde la infancia Charles dio muestras de un gusto por la historia natural poco común en un chico de su edad.

En octubre de 1825 Darwin ingresó en la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina, pero esta no consiguió interesarle. Intentó entonces, por consejo de su padre, seguir una carrera eclesiástica e ingresó en el “Christ’s Collage” de Cambridge en 1828, pero luego desechó esa vía, aunque en esa casa de estudios descubrió el mundo de la botánica, la entomología y la geología.

La amistad con el reverendo John Henslow le dio la oportunidad de embarcarse como naturalista con el capitán Robert Fitz Roy en un viaje alrededor del mundo a bordo del barco “Beagle”.

El 27 de diciembre de 1831 el Beagle zarpó de Davenport con el joven naturalista de 22 años de edad, hacia una expedición que sin saberlo cambiaría para siempre la historia de la humanidad.

La expedición recorrió Cabo Verde, América del Sur, las islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica. Durante el viaje Darwin observó las semejanzas y diferencias entre las distintas especies, animales o vegetales, en los lugares que iba visitando, experiencia que le permitió luego elaborar la tan controvertida teoría de la evolución de las especies.

Durante ese viaje, entre 1833 y 1835, el joven naturalista recorrió Argentina, oportunidad en la que registró las costumbres de criollos y nativos, las características de la fauna y la flora, los fósiles, así como los aspectos geológicos del territorio argentino

Darwin recorrió la pampa (todavía habitada por indios) y la costa patagónica y desde allí se dirigió a las islas Malvinas, las cuales poco tiempo antes habían sido ocupadas por la corona británica.

En su estancia en la provincia de Mendoza, Darwin es picado por vinchucas y algunos historiadores, a partir de los datos de su estado de salud en la vejez, especulan que habría contraído el mal de Chagas.

En el transcurso de ese periplo fundamental para el autor de “El origen de las especies”, el joven naturalista estuvo en Paraná (Entre Ríos), adonde arribó en octubre de 1833, permaneciendo cinco días estudiando la flora y la fauna autóctonas, además de observar restos paleontológicos.
“Me detengo cinco días en Bajada (antigua denominación de la ciudad de Paraná) y estudio la geología interesantísima de la comarca. Hay aquí, al pie de los cantiles, capas que contienen dientes de tiburón y conchas marinas de especies extintas; luego se pasa gradualmente a una marga dura y a la tierra arcillosa roja de las Pampas con sus concreciones calizas, que contienen osamentas de cuadrúpedos terrestres”, cuenta Darwin en el capítulo 7 de su Diario.

El célebre hombre de ciencia murió de un ataque al corazón en 1882. Sus restos se encuentran en la abadía de Westminster, junto a los de Isaac Newton.

 

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Publicado por en 22/02/2020 en Uncategorized

 

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Juan José Nágera, geólogo de renombre

La geología es la ciencia que estudia la composición y la estructura interna de la Tierra, a la vez que su evolución. Juan José Nágera, un hijo de Gualeguaychú, supo honrar esta disciplina y quedar en la memoria de su pueblo.

Esta rama del conocimiento científico comprende varios campos de estudio: petrología, mineralogía, cristalografía, sedimentología, suelos, geología estructural, estratigrafía, hidrogeología, paleontología, geoquímica, geofísica, vulcanología, geotecnia, entre otros.

Aunque el hombre primitivo tuvo ya conocimiento de los procesos geológicos, para él en gran medida eran sinónimo de catástrofes, atribuyéndolos a causas sobrenaturales.

En el mundo occidental, son los griegos los primeros que describen algunos principios teóricos fundamentales. Las enseñanzas de Pitágoras (580-500 a.C.), y los comentarios de sus discípulos, abundaron en referencias geológicas.

El gran filósofo Aristóteles (384-322 a.C.), de hecho, fue también un gran naturalista.

Y Gualeguaychú tuvo su propio Aristóteles, un naturalista de fama nacional e internacional, que recorrió y estudió el territorio argentino, que viajó por otros continentes al tiempo que produjo trabajos de excelencia en su disciplina.

Y que al igual que el filósofo griego llegó a dominar varios campos intelectuales (historia, sociología y ciencias políticas) y se dedicó a la docencia.

Se trata de Juan José Nágera, quien nació en la ciudad el 22 de Mayo 1887, hijo de los esposos Juan Nágera y Josefa Ezcurra Hualde de Ezpeleta, y murió en Buenos Aires el 15 de mayo de 1966.

Las biografías que existen sobre este gualeguaychuense –a cuya memoria se levanta un monumento en el Parque Unzué y una calle de la ciudad lleva su nombre- exaltan sus condiciones de biólogo, paleontólogo y ecólogo argentino.

Fue el segundo geólogo graduado de una universidad en Argentina, y durante 25 años realizó estudios empíricos en la geografía de nuestro país, al tiempo que viajó por América, Europa y Asia.

Nágera formó parte de la notable  generación de naturalistas argentinos, de fines del siglo XIX y principios del XX, junto con Florentino y Carlos Ameghino, Eduardo L. Holmberg, Ángel Gallardo, y el compoblano Martín Doello Jurado.

Entre sus varias obras científicas, destaca “Mar libre. Doctrina” en la cual Nágera realizó una revolucionaria innovación en el derecho internacional, al justificar la soberanía de los Estados sobre el mar epicontinental.

La “doctrina Nágera”  fundamentó la teoría de la soberanía sobre las 200 millas. Así propuso extender la soberanía argentina más allá del mar territorial hasta alcanzar el borde de la plataforma continental.

El científico nativo, además, fue cofundador de la Asociación Geológica Argentina, y su primer presidente. También fundó con otros científicos de su generación la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos y la Sociedad Ornitológica del Plata.

A lo largo de su vida publicó artículos de divulgación científica en revistas y periódicos argentinos. Fue profesor de las universidades de La Plata y Buenos Aires.

El historiador local Angel Piaggio cuenta que Nágera tenía en alto aprecio a su ciudad natal. De ella llegó a escribir, al cumplirse 150 años de su fundación: “Gualeguaychú tiene ganado el digno prestigio del que goza. Sus hijos han hecho honor a la educación del hogar paterno y a la que recibieron de sus inolvidables maestros”.

El propio Nágera fue uno de esos hijos.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 31/05/2015 en Uncategorized

 

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