La disciplina social que se necesita para que los ciudadanos acepten la cuarentena varía según la idiosincrasia y las costumbres de cada sociedad. No es lo mismo, por ejemplo, la reacción de un asiático que la de un latino.
Es la verdad de la antropología cultural: los comportamientos humanos son relativos a una matriz étnica-cultural. Por eso cada grupo humano desarrolla políticas y economías diversas.
Y por eso mismo su reacción ante las emergencias se corresponde con un talante o con actitudes colectivas diferenciales. Es así que la crisis del coronavirus ha desnudado las diferencias entre sociedades.
Si bien las distancias económicas y en las infraestructuras sanitarias explican buena parte de la diferencia –factores que por otro lado reflejan también una cultura- la decisión gubernamental de implementar un confinamiento riguroso será acatada de una manera en China y de otra en Argentina.
En China no hay democracia, las libertades individuales son casi una ficción y sólo se acepta una interpretación de la realidad: la del Estado comunista. Además, esta sociedad asiática es bastante homogénea desde el punto de vista étnico-racial.
Se entiende, entonces, que allí las medidas de aislamiento impuestas por el poder político no sólo no se discuten sino que son acatadas en bloque, sin chistar.
El ciudadano chino sabe, por otra parte, que le puede ir muy mal si se resiste. La ausencia de alternativas políticas (rige allí la hegemonía del partido único) y de una verdadera justicia de garantías hace que los ciudadanos sean básicamente un apéndice del poder estatal.
La sociedad argentina, estructuralmente anómica (es decir, no afecta a respetar las normas), diversa étnicamente, idiosincráticamente reacia a seguir a la autoridad (de la cual se sospecha), culturalmente más individualista, en cambio no está preparada o más bien es refractaria a medidas estrictas de control social.
Los sociólogos advierten, por otro lado, que las normas que adoptó China para enfrentar la pandemia nunca podrían adoptarse en las sociedades occidentales, donde existe una cultura y una actitud distinta en relación con el control gubernamental, los derechos humanos y la libertad.
Italia, que es uno de los países europeos más castigados por la enfermedad, es la contracara del modelo chino. Tiene una sociedad civil que disfruta de sus libertades, con tendencias anárquicas muy latinas, donde nadie le teme al gobierno.
Con semejante idiosincrasia los italianos son ajenos a una medida extrema como la cuarentena. El costo es que no respetar las indicaciones de la autoridad se refleja en más contagios y más muertes.
Se especula que los habitantes de los países latinos –con mucha sangre italiana como la Argentina- son afectos a la interacción social, propensos incluso a los besos y abrazos, hábitos que a priori los vuelven vulnerables al contagio.
Los especialistas, en tanto, elogian la conducta de los habitantes de Corea del Sur para practicar un aislamiento social estricto. Este país asiático –homogéneo desde el punto de vista étnico- logró contener el brote, sin necesidad de un Estado autoritario.
En cuanto a Estados Unidos, el país tiene un importante impulso cultural hacia el optimismo y el individualismo, lo que lo hace fuerte en muchos sentidos, pero vulnerable en cuanto a prepararse para los peores escenarios o desastres naturales, según piensa Ananya Mukherjea, profesora de Sociología y Antropología de la Universidad de Nueva York.
© El Día de Gualeguaychú