Parece que las medidas tomadas para “salvar al fútbol argentino” de la violencia no surten efecto. Algunos han llegado a proponer la tipificación del delito de barrabrava para poner entre rejas a los violentos.
Como se sabe, la inseguridad en los estadios durante el campeonato de primera división ha llevado a tomar medidas preventivas como la que establece que a las canchas sólo asistan hinchas del equipo local.
Con la pretensión de mejorar el control de los espectáculos deportivos, rige también un sistema de empadronamiento de hinchas de todo el país, además de otras medidas de prohibiciones y penalizaciones.
Pero lo ocurrido en la cancha de Deportivo Laferrere, provincia de Buenos Aires, muestra la ineficacia de la política que instrumenta la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
Los incidentes entre los barrabravas locales y la policía obligó al referí a parar el juego, los jugadores tuvieron que refugiarse en los vestuario y 14 efectivos de seguridad resultaron heridos.
Los medios informaron que la barra brava de Laferrere tiene una larga historia delictiva, mantiene fuertes vínculos políticos y domina territorialmente el partido de La Matanza, además de manejar un negocio de transporte que le da 30 millones de pesos anuales.
El gobernador Daniel Scioli dispuso suspender la cancha por un año y reactivó el anteproyecto de modificar el código penal argentino para introducir la figura del “delito de barrabrava” y de reventa de entradas
El secretario de Deportes de la provincia de Buenos Aires, Alejandro Rodríguez, dijo que esto evitaría la “puerta giratoria” en los tribunales para los violentos, por la cual salen libres a las pocas horas de ser detenidos.
La idea, dijo, es “descabezar a los grupos mafiosos y ponerlos tras las rejas”. Pero la iniciativa ha sido objetada por el jefe de Gabinete nacional, Aníbal Fernández, vinculado al fútbol como dirigente del Club Quilmes.
“Es muy difícil crear la figura del barrabrava. ¿Cómo se determina quién es y quién deja de serlo de un día para el otro?”, se preguntó.
Ocurre que esta discusión pasa por alto el estatus alcanzado por el barrabrava en la Argentina. Estos sujetos gozan de protección política y gremial porque suman gente para los actos partidarios, son activos participantes en las distintas protestas callejeras y actúan como fuerza de choque hostigando el accionar de sus rivales.
Además dirigen los negocios de la reventa de entradas, el control del estacionamiento y en el merchandising de camisetas y de otros elementos que suelen identificar a los clubes. Y en no pocos casos se los ha vinculado también con el narcotráfico.
Se sabe que lo que pasa en las canchas es un espejo de la sociedad. La violencia, modus operandi de los barras, tiene anclaje en una estructura social dominada por la anomia, la falta de apego a la ley.
Algunos observadores proponen imitar lo que hicieron otros países para erradicar la violencia de las canchas, pero los experimentos no son trasladables, justamente porque el contexto sociológico es distinto.
En Brasil, por caso, para controlar a los violentos de Sport Recife, pusieron en práctica la iniciativa de una agencia de publicidad: contrataron a las madres de “hinchas violentos” para que formen parte de un cordón disciplinador en las tribunas.
Según trascendió, la medida estaría dando resultado. Al parecer las madres, preocupadas porque sus hijos no vayan presos o terminen hospitalizados, logran con su presencia evitar las grescas.
¿Podría repetirse esta experiencia en Argentina?
© El Día de Gualeguaychú