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Archivos Mensuales: junio 2024

Mantener siempre la mente abierta

“Todo el mundo es extraño y maravilloso para unas pupilas bien abiertas”, decía el ensayista y filósofo español José Ortega y Gasset, recordándonos la importancia de mantener la mente abierta.

El autor de “La Rebelión de las Masas”, invitaba así a mirar el mundo con los ojos bien abiertos y dispuestos a ser sorprendidos por lo nuevo. Por eso la diosa antigua de la sabiduría, Minerva, tenía como símbolo a la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados.

Esto es consistente con el “perspectivismo” que cultivaba Ortega y Gasset, que no es un relativismo, sino la aceptación de que nuestra mirada subjetiva siempre es insuficiente respecto de la realidad, que posee en sí la capacidad de sorprendernos.

Contra los escépticos, Ortega y Gasset enseñó que el hombre tiene afán de conocer, pero la realidad siempre le queda grande. Es decir, el hombre necesita saber, y de hecho le duele su ignorancia, pero a la vez sabe secretamente que sus facultades intelectuales no son suficientes.

Como la realidad es multidimensional, como tiene una ilimitada multiplicidad de aspectos, siempre nuestra versión parcial peca de insuficiente. Esta indigencia cognoscitiva se remedia, en parte, teniendo la mente abierta a nuevos significados.

“Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender”, refiere el filósofo español al explicar la importancia de ser receptivos a nuevas ideas, a ser capaces de aprender nuevos enfoques comprensivos del mundo.

Querer aprender supone, por otro lado, una actitud previa de “humildad intelectual”, que surge de darse cuenta de la propia ignorancia, del hecho de no saber o no conocer lo suficiente.

Esta virtud nos predispone a revisar nuestros propios puntos de vista, a desconfiar de nuestras tomas de posición, a separar el ego del intelecto y a estar dispuestos a considerar la perspectiva de los demás.

Al respecto Jason Baehr, profesor de Filosofía en la Universidad Loyola Marymount (Los Ángeles) define la mentalidad abierta como la característica de estar “dispuesto y dentro de límites capaces de trascender un punto de vista cognitivo predeterminado para tomar en serio los méritos de un punto de vista cognitivo distinto”.

En tanto el epistemólogo Wayne Riggs refiere que la apertura mental surge de la conciencia de la falibilidad inherente de las propias creencias. Por lo tanto, las personas con esta virtud están más inclinadas a escuchar y considerar seriamente puntos de vista alternativos.

Lo opuesto a ser abierto es ser cerrado de espíritu, dogmático, tendencioso,

parcial, o prejuiciado. Se diría que quienes tienen una mentalidad cerrada odian que sus ideas sean desafiadas.

No quieren entender por qué hay personas que piensan de manera contraria. Es la postura del fanatismo, que encierra a los individuos en una cárcel ideológica, donde sólo se acepta una única verdad y se rechaza cualquier otra perspectiva.

Tener la mente abierta no quiere decir tener poca convicción o una convicción débil hacia las propias creencias. Se puede estar seguro de una posición, pero al mismo tiempo reconociendo la falibilidad constitutiva de nuestra mirada, lo que conduce a no descartar enteramente que se puede estar errado.

Riggs apuntala esta tesis: “Tener la mente abierta es ser consciente de la falibilidad de uno como creyente, y estar dispuesto a reconocer la posibilidad de que cada vez que uno crea en algo, es posible que esté equivocado”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/06/2024 en Uncategorized

 

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¿Quién fue Clara García de Zúñiga?

La dama patricia cuya vida retó a la conservadora sociedad del siglo XIX

En el Instituto Magnasco se recordó días pasados a Clara, la hija mimada del terrateniente Mateo García de Zúñiga. Un escándalo de época rodeó la biografía de esta gualeguaychuense que enfrentó los cánones morales decimonónicos.

Por Marcelo Lorenzo

¿Qué tiene de interesante la vida de Clara García de Zúñiga y de Elía, una dama patricia nacida en Gualeguaychú el 15 de abril de 1845, quien con su familia terminó afincándose en Montevideo?

A decir verdad, su biografía reúne todos los condimentos de una tragedia shakesperiana, donde alguien con riqueza, poder y belleza, cae de esa cima de una manera dolorosa, víctima de presiones externas.

Resulta que Clara se casó a los 14 años por un acuerdo de sus padres con alguien mucho mayor que ella. Fue un matrimonio forzado en el que fue infeliz.

Luego de separarse de su marido disfrutó de una vida amorosa muy liberal para los parámetros morales de la época. Pero lo dramático fue que le quitaron luego su fortuna por un juicio de insania, que provocó que la confinaran en una de sus propiedades.

Depende de la interpretación que se haga de los datos de la vida de Clara – aunque difícilmente se puedan conocer los móviles reales de cualquier ser humano- habrá lecturas disímiles sobre su historia.

Una contemporánea, afín a los nuevos tiempos feministas, ve en ella a una mujer transgresora que pagó el precio de querer vivir una vida libre de los preceptos sociales que le imponía una época victoriana.

Clara, entonces, sería una suerte de heroína feminista en medio de una sociedad burguesa y patriarcal, que imponía un disciplinamiento moral a las mujeres de su clase en la segunda mitad del siglo XIX, a las que se educaba para ser una “buena dama” y bien casada.

Otros ven, en cambio, una historia de odios y amores desbordados que estrujó a una familia de la aristocracia más tradicional del Río de la Plata, y que causó un debate en la sociedad de la época, escandalizada por los detalles íntimos ventilados públicamente.

Ya que los acontecimientos tuvieron epicentro en Montevideo (Uruguay), adonde los García de Zúñiga se radicaron, es en la capital uruguaya donde Clara es más conocida y de hecho es un célebre “fantasma” en el Museo Blanes, donde se exhibe un retrato suyo a la edad de 10 años.

Documentos de la familia García de Zúñiga y de su hija existen en el Instituto Magnasco de nuestra ciudad, lugar al que han acudido a informarse los interesados en la biografía de la gualeguaychuense.

Como es el caso del argentino Carlos María Domínguez, afincado hace años en Montevideo, y autor de “El bastardo”, donde retrata la vida de uno de los hijos ilegítimos de Clara, el poeta Roberto de las Carreras.

Fue en la entidad local, el pasado 19 de mayo, donde Inés Heller de Grané recuperó la historia de este singular personaje femenino, ante un grupo de más de 40 invitados.

Acompañada de Carmen Galissier de Lioni, que leyó documentos de la época, la expositora pasó revista a los hechos principales de la tumultuosa historia de la hija de esta familia patricia de Gualeguaychú.

Familia de abolengo

“Clarita” había nacido en “Campos floridos” una de las estancias de su padre, en Gualeguaychú. Era hija de Mateo García de Zúñiga y Rosalía de Elía Álzaga.

El padre fue un hombre poderoso, tenía gran fortuna y muchas estancias (se calcula que poseía unas 200.000 hectáreas), y fue durante seis meses gobernador de Entre Ríos. Era muy amigo tanto de Juan Manuel de Rosas como de Justo José de Urquiza.

Sin embargo, había mostrado simpatía política hacia el Restaurador, lo que lo malquistó con el entrerriano. Tras la caída de Rosas en Caseros, en 1852, ante la eventual represalia de Urquiza, se refugió en Montevideo con su familia.

Según el relato de Inés Heller, Clara tuvo una niñez feliz en Gualeguaychú, donde disfrutó de una libertad completa en la estancia familiar. Pero las cosas tomaron otro rumbo con el cambio de país.

Ya en Montevideo, a esta chica que se mostraba inquieta e inconformista, le designaron quién sería su esposo, a los 10 años de edad. Y así fue que cuando cumplió los 14 años la obligaron a casarse con el abogado José María de Zuviría Lezama, 22 años mayor que ella.

Heller cuenta que esta decisión -en perspectiva fatal para Clara y la familia- fue impulsada sobre todo por Rosalía, la madre, quien actuó muy influenciada por Jacinto Verna, un cura que después sería nombrado vicario de Montevideo.

El que no estaba muy convencido del matrimonio de su hija era don Mateo, que como hombre experimentado sospechaba de las intenciones de Zuviría.

“Pongamos las cosas en contexto. Hay que pensar que la mujer en el siglo XIX pasaba de la tutela del padre a la tutela del marido. Ni siquiera manejaba sus propios bienes”, precisó al destacar las restricciones que imponía a la mujer la sociedad conservadora de la época.

Matrimonio infeliz

Pero Clara, que rechazó su matrimonio desde el inicio, según declaró en varias ocasiones, cumplió no obstante con su deber de esposa, concibiendo tres hijos con Zuviría (Isabel, Clarita y Alfredo, quienes nacieron en Paraná -Entre Ríos-).

Un intenso resentimiento desarrolló Clara con respecto a su madre, a la que achacaba su infortunio. Y al cabo, Rosalía comprendió su error, recriminándose por ello.

El verdadero drama comenzó cuando don Mateo se enteró por un amigo que su yerno Zuviría, en una reunión en Buenos Aires “habría expresado burlonamente, y delante de mucha gente, que su suegra (Rosalía) lo requería de amores”, relató Heller.

A partir de entonces las familias entraron en pugna y la pelea se hizo pública. “Es común la frase, en el ámbito doméstico, que los trapos sucios se lavan en casa. Pero en este caso no. Aquí los trapos sucios se ventilaron en la plaza pública”, destacó la expositora.

Así se desató un verdadero escándalo, alrededor del cual tomaron partido figuras de la política, el comercio, la religión y las letras de los dos países del Plata.

En este contexto, Clara terminó por abandonar a su esposo llevándose a sus hijos a la casa de sus padres. Zuviría, por su lado, inició un pleito judicial pidiendo la custodia de los niños.

La tragedia

La historia toma un giro drástico con la muerte de Don Mateo García de Zúñiga, en el año 1872. De repente Clara se sintió liberada del tutelaje paterno y pronto pasó a convertirse en la única heredera de una gran fortuna (porque sus dos hermanos ya habían fallecido).

“Imaginamos que se sentía rica, libre y muy joven, ya que tenía 28 años. A partir de entonces su vida da un giro de 180 grados. Deja los chicos al cuidado de su madre, y se dedica entontes a disfrutar de la vida. Compra joyas, va al casino, al teatro, viaja y acumula vestidos. Y también acumula amantes”, refiere Inés Heller.

En su nuevo estilo de vida liberal, Clara, se casó con su abogado Alfredo García Lagos, con quien tuvo cinco hijos (Alfredo, Rosa, Ema, Conrado y Ricardo), y luego se relacionó con Ernesto de las Carreras con quien tuvo a Roberto.

“Ella no crió esos hijos, se los entregaba a sus familiares, mientras que seguía con su vida de viajes y de placer”, refiere la expositora.

“En una ocasión -algo que luego le costará caro- asomada en la ventana de un hotel de Montevideo, apenas vestida con un camisón, tiró por la ventana una bandeja llena de onzas de oro y de libras esterlinas. De este episodio se hizo eco la prensa montevideana, con el título de ‘Lluvia de monedas’”, comentó.

En 1878 Clara se divorció de Zuviría, entendiendo la Curia Eclesiástica Metropolitana, de Buenos Aires, que había “graves dificultades” para que el matrimonio siguiera adelante.

Pero Zuviría no perdió el control de Clara, y con ayuda de influyentes personalidades del Uruguay, impulsó un tribunal médico y jurídico que, finalmente, la declaró mentalmente “insana”, circunstancia que hizo que no pudiera disponer de sus cuantiosos bienes.

En una de las tantas declaraciones judiciales y como se le reclamara por su vida disipada Clara le dijo al juez que ella practicaba el amor “como se me da la gana y lo hago porque soy libre, muy joven y porque puedo, igual que usted y todos los presentes”.

Clara fue confinada en “Villa de la Duranas”, la casa que su familia había comprado en Montevideo, donde se construyó un altillo con ese propósito. Sumida en la soledad, pasó allí largos años de su vida, hasta que su hija Rosa logró llevarla con ella a Buenos Aires, donde falleció el 9 de septiembre de 1896.

© El Día de Gualeguaychú

Clara García de Zúñiga a los 10 años de edad, retratada por el pintor Juan Manuel Blanes
Casa de Clara García de Zúñiga en Uruguay.
En la parte superior se observa el altillo donde la recluyeron.

 
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Publicado por en 21/06/2024 en Uncategorized

 

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Qué hay detrás del boom del tatuaje

En Argentina el 43% de las personas tiene al menos un tatuaje. Es uno de los países que están a la vanguardia de esta práctica que desde hace algún tiempo ha perdido su estigma marginal.

Dalia Reasearch, una agencia alemana de investigación, hizo una encuesta online para saber cuáles son los países más tatuados del mundo. Argentina entró en el top 5.

De acuerdo al sondeo, el 43% de los argentinos tiene algún tipo de marca corporal. El 45% de ese total tiene entre 30 y 40 años, el 32% entre 14 y 29 años y el 28% más de 50 años.

Dividido por género, el 45% de las mujeres está tatuada, mientras que en el caso de los hombres solo el 41%.  

En tanto a nivel global se cree que el 38% de la población mundial tiene al menos un tatuaje, siendo Europa el continente con más personas que tienen este tipo de inscripción corporal.

El dato es que crece la demanda por esta práctica, que hasta hace unas décadas no gozaba de aceptación social. De hecho, hasta hace treinta años los tatuajes se asociaban a clases sociales bajas, presos, marginales y pandilleros.

¿A qué se debe este cambio de tendencia? Matt Lodder es una de las personas que más sabe de la historia de los tatuajes en el mundo. Tiene una tesis doctoral sobre el tema y es profesor de diversas clases de Historia del Arte en la Universidad de Essex (Reino Unido).

Según explica, los orígenes del arte del tatuaje se remontan a más de 5.000 años y estos diseños sobre la piel han cumplido básicamente una función simbólica.

En las antiguas culturas, por ejemplo, los tatuajes estaban asociados a motivos religiosos (en honor a una deidad), mágicos (como amuleto de protección) o curativos.

“Cuando piensas bien en el proceso de hacer tatuajes, te das cuenta de que es muy simple: lo único que necesitas es una aguja o un objeto puntiagudo de algún tipo y cualquier pigmento que puede llegar a ser carbón”, señaló el historiador en una reciente entrevista.

“Si se estaban haciendo hace 5.000 años no veo ninguna razón por la cual no se estuvieran haciendo de manera continua. La práctica de los tatuajes es parte del instinto humano básico; es algo que encontramos más o menos en cada una de las culturas que ha habido, ya sea con tinta o con cicatrices. Es algo normal el querer modificar nuestro cuerpo”, explicó.

Lodder recuerda que, en la cultura occidental, durante mucho tiempo, el tatuaje fue estigmatizado, asociándoseles a criminales y marginados sociales. Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del XX, esta modificación corporal experimentó un renacimiento en Occidente, gracias en parte a la influencia de marineros y viajeros que traían consigo diseños exóticos de tierras lejanas.

Más adelante, ya en la década de 1970, el tatuaje se popularizó aún más con la llegada de la cultura punk y el movimiento de contracultura, convirtiéndose en una forma de rebelión para una nueva generación de jóvenes.

Hoy por hoy, el mundo del “tattoo” ha perdido ese estigma marginal y son las estrellas del cine y la música, los futbolistas y modelos quienes muestran con orgullo diseños de todo tipo: clásicos tribales, citas escritas en sánscrito, imágenes de personas o animales, premios, escudos de clubes, etc.

Según los especialistas, el tatuaje ha evolucionado hasta convertirse en una forma de expresión de la propia identidad, las creencias y demás experiencias personales.

Además, este fenómeno también está introduciendo a nuevos artistas en la profesión de marcar el cuerpo con tintas.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/06/2024 en Uncategorized

 

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El juego peligroso de la polarización

El gobierno de Javier Milei, catalogado por algunos como “populismo de derecha”, es afecto a tejer narrativas y dividir a la sociedad en bandos, un estilo que en estas pampas inauguró el kirchnerismo peronista, del lado de la izquierda.

En un contexto donde la crisis económica golpea a todos los bolsillos y donde mucha gente despotrica contra la clase dirigente, los estrategas del poder apuestan por la polarización.

El objetivo es despertar la pasión de los propios, aumentar la participación y convertir la política en un drama épico. Y esto a falta de soluciones reales a problemas acuciantes.

Se trata de una puesta en escena que consiste, como si fuera una obra de teatro, en crear héroes y villanos. Los buenos luchan por la justicia, los malos conspiran en las sombras.

La idea es instalar una instancia imaginativa en la que las decisiones se vuelven cuestión de vida o muerte. De suerte que la gente se sienta arrastrada hacia el abismo de la polarización.

De esta manera los debates se convierten en campos de batalla, las redes sociales arden de indignación, y la política, que es el arte de la discusión racional, deviene en un gran espectáculo dramático.

Pregunta: ¿Está la Argentina en condiciones -con 60% de pobres, y sin oportunidades económicas para los más jóvenes-, para que desde arriba se azucen artificialmente los enfrentamientos políticos?

Los sectores más politizados de la sociedad quizá se identifiquen con posiciones marcadas de derecha o de izquierda o sean más afectos al capitalismo o al socialismo o tengan opiniones formadas sobre qué hay que hacer.

Pero la mayoría de los argentinos transita su vida por otros carriles. Está más preocupada por cómo hacer para llegar a fin de mes o le angustia el futuro de sus hijos. Lo que le preopcupa, en realidad, son las dificultades reales sobre todo de carácter económico.

La polarización arbitrariamente armada es una creación de la clase dirigente vernácula, hace tiempo distanciada psicológica y culturalmente del país real.

Un sector de la oposición política, con su “bloquismo” legislativo, también disfruta del juego de polarizar, apostando a que al gobierno le vaya mal bajo una supuesta intransigencia ideológica.

¿Por qué pasa esto? Porque es un modelo de negocios en el que se benefician las partes involucradas.

Los políticos, al parecer, han encontrado redituable este modelo de dividir las cosas en dos bandos irreconciliables. Y aspiran a contagiar esta estrategia en la opinión pública, para permear toda la sociedad.

¿Acaso no son más las cosas que unen al mileísmo y al kirchnerismo que las que los separan? Mientras Milei necesita mantener su discurso de confrontación con la “izquierda”, ésta se retroalimenta a su vez enfrentando la “derecha” oficialista.

La Argentina no tiene ninguna chance de salir adelante con este modelo político en el que dirigentes insensatos juegan a la polarización.

Desde hace bastante tiempo no se quiere ver en estas pampas que esta estrategia está exacerbando la inestabilidad política y erosionando la democracia, cerrando de esta manera el camino de la prosperidad económica.

No se quiere ver que la polarización, como un virus, se propaga. Y lo único que provoca es que las creencias se endurezcan, las identidades se fragmenten y por esta vía crezca el extremismo político.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Las fiestas cívicas, el culto a la nueva religión de la Patria

A propósito de la Semana de Mayo en Argentina

Las fiestas cívicas, el culto a la nueva religión de la patria

Gualeguaychú celebró siempre con fervor las llamadas “fiestas mayas”, en homenaje al nacimiento de la Patria. Se sumó así al proceso general, de carácter simbólico, de instauración de rituales cívicos que exaltaban la nueva religión secular del Estado-Nación.

Por Marcelo Lorenzo 

Aunque en estas latitudes los sucesos de Mayo de 1810 tuvieron un impacto tardío, Gualeguaychú conmemoró luego el episodio con gran fervor cívico.

Los entrerrianos en general, según cuentan los historiadores, ignoraron durante un tiempo lo que estaba ocurriendo en la capital del virreinato. Faltos de comunicación, no podían saber sobre la caída del virrey Cisneros y la conformación del gobierno patrio.

El primer cabildo entrerriano que votó el reconocimiento de la Junta fue el de Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), el 8 de junio de 1810, y el 22 del mismo mes lo hizo el de Gualeguaychú.

Desde entonces, empezó a tomar estado público la noticia de la revolución, a la cual muchos criollos de esta zona se sumaron luego con entusiasmo, contribuyendo decisivamente a su triunfo.

Posteriormente, el acontecimiento que marco el inicio del proceso de emancipación nacional se incorporó con fuerza en la conciencia cívica de la comunidad local.

Esto a tono con lo que había dispuesto la Asamblea del Año XIII, también conocida como Asamblea General Constituyente y Soberana del Año 1813, que instituyó el 25 de mayo como fiesta cívica.

“Es un deber de los hombres libres inmortalizar el día de nacimiento de la patria y recordar al pueblo venidero el feliz momento…”. Por ello, por Ley se “declara al día 25 de mayo, día de fiesta cívica, en cuya memoria deberán celebrarse anualmente en toda la comprensión del Río de la Plata, cierta clase de fiestas que deberán llamarse Fiestas Mayas”.

En Gualeguaychú estas celebraciones cívicas hacían salir al vecindario de sus casas para reunirse en espacios públicos (iglesia y plaza).

Las fiestas patrias sobresalían en un marco pueblerino y en un contexto sociocultural donde no había otros estímulos que absorbieran el interés de las personas.

Durante la época de la Confederación Argentina, a mediados del siglo XIX, las autoridades civiles, militares y eclesiásticas organizaban con pompa en Gualeguaychú este tipo de convocatorias, orientadas primariamente a exaltar los valores patrióticos.

“Las fiestas comenzaban al alba, con el saludo de cañonazos lanzados de alguna goleta empavesada anclada en el puerto”, refiere la historiadora local Leticia Mascheroni.

En la oportunidad se hacía presente la Guardia Cívica en la plaza central, la cual “lucía vistosos arcos adornados con flores artificiales, los edificios y las casas aparecían embanderados e iluminados desde la noche anterior, con colgaduras en blanco y punzó”.

A las diez de la mañana, se llevaba a cabo el Te Deum en la iglesia con cánticos que acompañaba la Banda Militar. Luego las autoridades con su comitiva se trasladaban a la Comandancia a degustar un refresco.

“En muchas oportunidades fue aprovechada esta ocasión para entregar premios a los mejores alumnos que concurrían a la escuela pública”, señala Mascheroni, quien relata que estos actos eran seguidos por un público entusiasta.

“Luego de la siesta obligada, se reunían nuevamente en la plaza para participar o presenciar los numerosos juegos preparados para la ocasión, en especial el de la sortija y el del palo enjabonado”, explica.

En vísperas del 25 de mayo de 1946, se ofreció una función especial en el recinto del nuevo Teatro. Y para la noche del día siguiente se convocó al baile de gala en el patio del mismo.

Comenta la historiadora: “Las escuelas de primeras letras se congregaban al amanecer, en la plaza Independencia, bajo la dirección de Misia Teresa Villanueva de Jurado y de Don Olegario Errazquín. Allí confundidos padres y alumnos, rendían a la patria el homenaje más sencillo y más sincero: aclamarla con las viriles estrofas de su Himno, que es la voz de sus glorias, en aquellas mañanitas heladas, robadas al sueño y el calorcito del hogar, sólo para evocarla con unción religiosa”.

La religión cívica

Durante mucho tiempo Occidente fue una sociedad con una identidad moral y religiosa basada en la tradición cristiana. Pero eso cambió con el Renacimiento, movimiento cultural europeo (siglos XV y XVI) que desató una ola creciente de secularización.

La secularización, en sentido genérico, es el paso de algo o alguien de una esfera religiosa a una civil o no teológica. Supone la pérdida de influencia política de la religión, en beneficio de una estructura secular, laica o mundanal.

Los historiadores sostienen que, en el siglo XVIII, el de la Ilustración, la sociedad europea rompió definitivamente con el ideario medieval, al proponer la razón humana como medida de todas las cosas. 

Se redefinió así el progreso moral del individuo y la sociedad. La sociología y la ciencia política empezaron a insistir en la necesidad de virtudes cívicas, a partir de que la vida social se independizó del tutelaje eclesiástico.

En este cambio de época fue clave la Revolución Francesa de 1789, después de la cual se habla del “ciudadano”, superándose definitivamente la idea del “súbdito” que era propia del Antiguo Régimen.

Desde entonces la mística republicana sustituyó a la fe cristiana. El “civismo” se convirtió así en ideal ético de las repúblicas democráticas. La llamada modernidad exaltó el modelo ético del “buen ciudadano”.

Al comienzo una gran virtud cívica fue el “patriotismo”, que coincidió con la formación de los Estados nacionales. Liberar la patria o defenderla de los enemigos en el campo de batalla simbolizó el máximo ideal ético.

Así empezó el moderno sentimiento de identidad nacional, para lo que se necesitaron símbolos y rituales que pudieran representar los valores de la religión civil que se anunciaba a través de la sacralización de la patria.

Los sistemas educativos, monopolizados por el Estado, impusieron a su vez una narrativa nacionalista en la que se “canonizaron” los próceres, devenidos en modelos de ejemplaridad cívica, imitando así el santoral católico.

El ideólogo de la nueva devoción

Fue el filósofo ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), el ideólogo de la Revolución en Occidente, quien defendió la creación de una “religión civil” para afianzar los vínculos morales necesarios para la unidad política del estado moderno.

Fue él quien también habló de la necesidad de “fiestas públicas” que pudieran suscitar las emociones y las pasiones necesarias para garantizar la cohesión espiritual y moral de una comunidad.

El proceso revolucionario rioplatense se inspiró en este exponente del Iluminismo francés, autor del célebre “Contrato Social”, donde postuló que el soberano es la colectividad o el pueblo.

Esta idea estuvo detrás de la Revolución Francesa de 1789, en la cual una asamblea popular finalizó con siglos de monarquía absoluta. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyos principios eran “liberté, egalité, fraternité” (“libertad, igualdad, fraternidad”), tuvo una repercusión global.

En sus escritos Rousseau propuso una religión civil en la que se promovía el amor del ciudadano por sus deberes políticos. Los dogmas de este credo sólo interesarían al Estado en cuanto estuvieran relacionados con la moral y los deberes a los que aquél estaba obligado con los demás.

“Tan pronto como los hombres viven en sociedad necesitan una religión que les mantenga en ella. Jamás subsistió ni subsistirá un pueblo sin religión”, declara el ginebrino al explicar que la religiosidad, más allá de los cultos particulares, es un instinto primario.

“¿Qué se trata pues de encontrar? Una fórmula que posea todas las ventajas de la religión del ciudadano antiguo, sin atentar a la libertad interior del hombre ni a la verdad, sin imponer su contenido propiamente dogmático, de donde nace la intolerancia. Una fórmula que fortifique el lazo social y la obediencia al soberano, profundizando en el ciudadano sus sentimientos de sociabilidad, de fervor hacia la sociedad justa surgida del contrato”, escribe en su famosa obra “El Contrato Social”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/06/2024 en Uncategorized

 

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La rebelión de los criollos en América

Entre los años 1808 y 1824 ocurrieron en América una serie de hechos que formaron parte de un complejo proceso histórico que condujo a la emancipación política de las colonias americanas.

En el caso del Río de la Plata, los historiadores han explicado las causas de la Revolución de Mayo a través de la definición esquemática de antecedentes externos e internos.

Entre los factores exógenos, se menciona la ocupación francesa de España y el consiguiente vacío de poder, que hizo que se establecieran Juntas Revolucionarias que no aceptaban el poder francés.

Pero internamente fue la política discriminatoria hacia los criollos por parte de la Corona española lo que generó un caldo de cultivo revolucionario.

Una importante historiografía en América da cuenta que fueron los hijos de españoles nacidos en América quienes lideraron el proceso emancipatorio en todo el continente.

Los principales héroes americanos fueron criollos. Aunque tenían poder económico y estudios, y estaban objetivamente mejor que otros grupos, sin embargo, eran considerados inferiores a los blancos nacidos en Europa.

Esta discriminación provocó el enojo de los criollos, que buscaron independizar al continente de la Corona española.

¿Cómo se gestó esta división? Los españoles venidos de Europa llegaron al continente para conquistarlo y poblarlo. Durante ese proceso, la Corona les dio a muchos la posibilidad de enriquecerse y tener poder político y militar.

Estos hombres y mujeres blancos nacidos en España fueron llamados peninsulares, gachupines o godos, y ocuparon los cargos más importantes en los gobiernos y los ejércitos coloniales. Eran un sector privilegiado en América.

Pero había otros pobladores, descendientes de españoles, que habían nacido en el continente americano. Para la ley eran españoles, pero en la realidad eran considerados inferiores a los peninsulares y fueron llamados “criollos”.

Con el paso de los años, en América el número de estos últimos fue creciendo y superando a los peninsulares. Entre ellos fue creciendo un malestar ligado al estatus inferior que tenían respecto de los españoles.

Se consideraban españoles y fieles a la Corona, y querían acceder a los puestos de gobierno y al ejército. Sin embargo, la propia Corona no confiaba en ellos y los alejaba de los puestos de poder.

Hay que pensar que los principales cargos políticos estaban reservados para los peninsulares. Lo mismo ocurría con las ventajas comerciales: sólo ellos contaban con los permisos para realizar negocios de gran escala con España.

Para los criollos, en cambio, sólo estaban disponibles cargos intermedios y las actividades comerciales menos importantes.

Fue entonces que comenzó entre ambos grupos, peninsulares y criollos, un conflicto que duró años y que tuvo como consecuencia el nacimiento de un sentimiento americanista entre los criollos.

Las nuevas ideas europeas y la independencia de los Estados Unidos alentaron a los descendientes de españoles a buscar la independencia del continente y a defender sus intereses en contra de la Corona española.

Al respecto, vale mencionar que San Martín, el Padre de la Patria argentina, nacido en Yapeyú (Corrientes), no olvidada sus orígenes criollos y quiso incorporarse a la lucha por la independencia americana.

Un año después de producida la Revolución de Mayo, pidió el retiro del ejército español y se embarcó hacia Buenos Aires en enero de 1812.

© El Día de Gualeguaychú

 
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