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Extremismo islámico, la nueva confrontación

22 Mar

Entre un importante número de observadores internacionales prevalece la convicción que la irrupción del islamismo radical, como antagonista de Occidente, inaugura una nueva era de confrontación global, aunque con resabios medievales.

El avance del grupo extremista ISIS, con su pretensión mesiánica de imponer un estado teocrático global bajo la inspiración del Corán, echó por tierra la profecía según la cual vendría una era de paz y prosperidad tras la caída del comunismo.

Fue Francis Fukuyama, en efecto, quien se hizo célebre con su teoría del fin de la historia, tras la desaparición de la Unión Soviética en 1989, lo que equivalía a afirmar la aparición de un orden global sin guerras ni revoluciones sangrientas.

Pero el siglo XXI revela que la historia, con sus conflictos, sigue en pie y más bien muestra signos de retorno de antiquísimas beligerancias. ¿Cómo entender, pues, la nueva y más amplia “guerra santa” del Islam?

Desde el corazón de Medio Oriente ha surgido un poder antagónico a la modernidad Occidental, que abreva en una interpretación violenta y fanática del Corán, haciendo volver a la humanidad a la época de las Cruzadas, propias de los siglos XI y XII.

Los ultraislamitas que quieren crear un Estado Islámico (ISIS, según la sigla en inglés), asentado hoy en un amplio territorio de Irak y Siria, recuerdan por su vocación asesina a la secta de los hashashins, que seguían a fines del siglo XI a Hassan bin Sabbah, una especie de reformador religioso.

En el libro “Grandes Conspiraciones de la Historia”, el español Santiago Camacho cuenta que esa secta de la Edad Media fue la primera organización terrorista de origen islámico.

Sabbah contaba con alrededor de 40.000 hombre apostados en toda Asia Occidental y Egipto que pacientemente esperaban órdenes de su líder, dispuestos a dar la vida por él.

El grupo transformó el acto del asesinato en un sistema dirigido primero a los musulmanes que no comulgaban con su dogma y luego contra los “infieles” cristianos.

La Secta de los hashashins (fuente de la palabra “asesino”) se hizo famosa por su crueldad y de hecho cultivó deliberadamente su reputación aterrorizante.

Idéntico método emplea hoy ISIS, que no sólo se conforma con una campaña de exterminio de personas, sino que ahora está destruyendo ciudades y obras milenarias, en una cruzada oscurantista contra las idolatrías de “dioses paganos”.

Los sitios arqueológicos de Siria e Irak representan para estos fanáticos religiosos símbolos de la idolatría pagana, y por tanto merecen su destrucción, como quería el profeta Mahoma.

Según los analistas, esto actúa como una propaganda muy útil para reclutar nuevos adeptos. Y en otro plano los milicianos yihadistas (yihad significa en árabe “lucha”) se proponen así impresionar a sus enemigos, con la idea de esparcir globalmente el terror.

La Unesco ha salido a condenar la destrucción de rico patrimonio de la humanidad, advirtiendo que esta “limpieza cultural” es un verdadero acto de barbarie.

La furia destructiva de ISIS no tiene límites ni reconoce fronteras. No sólo está causando estragos en Medio Oriente, atacando las bases de los estados árabes laicos, sino que ha hecho pie en Occidente, donde cosecha adeptos entre los hijos de los inmigrantes musulmanes.

Contra los pronósticos optimistas que auguraban el fin de los conflictos, tras la clausura de la Guerra Fría, el siglo XXI asiste a una nueva agenda de confrontación global, sobre la base de los desafíos del extremismo islámico.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 22/03/2015 en Uncategorized

 

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