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Arrancó en Qatar el evento deportivo más ecuménico

El Mundial de Futbol inició ayer en Qatar, un reino árabe ubicado en el oeste de Asia y que ocupa una pequeña península, devenido en el primer país de Oriente Medio que organiza el evento.

Este país posee la tercera mayor reserva mundial de gas natural, siendo el de mayor renta per cápita del mundo, circunstancia que seguramente condicionó su elección como anfitrión del mundial.

Se estima que Qatar ha gastado alrededor de 200.000 millones de dólares en la última década desde que fue elegido en 2010 como la sede mundialista. De los 8 estadios donde se disputarán los partidos, sólo uno existía, los demás fueron construidos desde cero.

El Mundial de Qatar, desde su nacimiento, ha sido blanco de críticas desde Occidente por el bajo estándar en materia de derechos humanos del país árabe, dado que allí rige la sharía, que es particularmente severa contra las minorías sexuales, como las personas LGBTQ+.

Además, la monarquía catarí ha sido criticada por el trato de mano de obra esclava dado a los 30.000 extranjeros que han trabajado en la construcción de la nueva infraestructura para el mundial.

Las críticas han sido tan acerbas que Gianni Infantino, presidente de la FIFA, levantó la voz en la rueda de prensa previa al inicio del campeonato: “Hoy me siento qatarí, árabe, africano y gay”.

“Las críticas por el Mundial son hipócritas. Por lo que los europeos hemos hecho durante los últimos 3.000 años, deberíamos estar pidiendo perdón los próximos 3.000 antes de dar lecciones de moral a otros. Estas lecciones de moral son pura hipocresía”, lanzó con contundencia.

Incluso se ha cuestionado el hecho de que los partidos de fútbol se disputarán en una temporada en que las temperaturas sobrepasan los 40ºC durante el día.

Como sea, los ojos del planeta mirarán entre el 20 de noviembre y el 18 de diciembre a este rincón del planeta. Y los hinchas de 32 países alrededor del mundo están llenos de expectativas respecto de sus seleccionados nacionales que disputarán partidos en los campos de juego.

Este es el ambiente que saca de la rutina a más de 5.000 millones de personas, cada cuatro años. Una sociedad global futbolizada, así, encuentra en este evento un momento de éxtasis y delirio.

La Copa del Mundo existe desde el año 1930, pero ha sido en décadas recientes cuando el fútbol se ha convertido en un fenómeno planetario, gracias sobre todo a la televisión y a Internet.

El fútbol ha dejado de ser un simple deporte para convertirse en un espectáculo ecuménico. Como afirma el sociólogo Christian Bromberger: “asistimos a una futbolización de la sociedad, se piensa el mundo social de una manera futbolística, mientras que antes se pensaba el fútbol de un modo social”.

De hecho, desde un punto de vista antropológico, cabe considerar al fútbol como un fenómeno esencialmente religioso, que viene a llenar el vacío de sentido dejado por las religiones tradicionales.

Los estadios de fútbol vendrían a ser grandes templos donde una multitud de creyentes celebran los términos de una religión secular cargada de emoción. El “hincha” de fútbol, por tanto, reúne las características típicas de un “fiel” que sigue con devoción un credo y un estilo de vida.

Se ha dicho con razón que los rituales deportivos vienen a sustituir a los cultos religiosos y  políticos en períodos de desgaste de los mitos y de las ideologías. En estos términos, un Mundial de fútbol bien podría considerarse como algo que trasciende la dimensión deportiva, para pasar a experimentarse como un evento cuasi religioso.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 27/11/2022 en Uncategorized

 

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Fútbol, máquina de emociones populares

Ni la política, ni la cultura ni la religión generan en el país lo que el fútbol: una corriente de emocionalidad colectiva única, capaz de movilizar místicamente a las masas.

La euforia de los hinchas de Boca Juniors, ante la conquista del campeonato nacional de fútbol, es un hecho social en sí mismo, que revela lo importante que es este deporte para los argentinos.

Tratándose de uno de los clubes más populares de la Argentina esa conquista del título tiene un impacto psicosocial que trasciende los fronteras deportivas. Se diría que frente al mismo todos los otros eventos, como los actos políticos, palidecen, se tornan insignificantes.

Es el país futbolero el que bulle y late en el corazón del “hincha”, una categoría sociológica quizá más importante que cualquier otra, que la del ciudadano o la del creyente de una religión, por caso.

Como ocurre con cada definición de torneo, la corriente de afectividad es ambivalente: la alegría de unos, los campeones, es a la vez la tristeza de los otros, los competidores perdidosos.

Pero esto sólo refleja que el fútbol es una verdadera máquina de producir sentimientos colectivos: euforia, alegría, tristeza, rabia, desesperación, nerviosismo.

Este deporte puede “enganchar” psicológicamente a las personas. Se trata de un “tema popular” que puede ser compartido con casi cualquier individuo y en cualquier lugar del mundo.

De hecho es capaz de unir, en torno a una divisa, a individuos que de otro modo no harían nada juntos. De suerte que asegura formar parte de un colectivo, de un “nosotros”, dando una identidad en medio de la sociedad de masas.

Los sociólogos sostienen que el fútbol, como otros deportes masivos, no da soluciones a los problemas diarios de la gente, pero sí alegrías por las victorias o los títulos, actuando en este sentido como válvula de escape, como vía para descargar tensiones.

La lectura es que el fútbol en Argentina ayuda a mucha gente a soñar con algo, a generar ilusiones de triunfos colectivos, en un país que colectivamente ha fracasado en casi todos los planos.

No pocos intelectuales suscriben la tesis de que el fútbol se ha convertido en la principal ideología de masas en el siglo XXI.Y esto porque el insumo que administra moviliza el alma y el humor de los grupos, un fenómeno que en el pasado suscitaba primero la religión y luego la política.

El antropólogo francés Christian Bromberger, opina al respecto: “Es cierto que se han comparado los estadios con santuarios y que existe mucha afinidad entre la pasión por el fútbol y la religión. Hay, en efecto, un espacio consagrado (el césped), oficiantes (los jugadores), feligreses con una gestualidad codificada similar a la liturgia, y toda una serie de actitudes mágico-religiosas. Creo, no obstante, que se diferencia de una religión, por el hecho de que el fútbol no aporta ningún mensaje sobre la salvación”.

Por lo demás, en una sociedad global donde los mitos colectivos –como la raza, el pueblo o la Nación- han perdido fuerza, resulta significativo que en torno a la pelota y a una camiseta (más allá del gran negocio que hay detrás) las multitudes construyen identidades, es decir se sienten incluidas en un colectivo social.

El fútbol, al tiempo que crea una comunidad de simpatizantes e instala un “otro” del que se diferencia, tiene la virtud de arropar emocionalmente al individuo dentro de un grupo, neutralizando así la soledad propia de la grandes muchedumbres.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 28/06/2017 en Uncategorized

 

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