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La ominosa época donde primó la violencia política

Alguna vez el asesinato político constituyó el método por el cual los argentinos dirimieron sus diferencias. Con la represión ilegal y clandestina llevada a cabo entre 1976 y 1983 ese modelo llegó al paroxismo.

El autodenominado Proceso de Reorganización Nacional es un episodio inseparable del lenguaje de violencia que caracterizó la experiencia política argentina del siglo XX.

En este sentido, las atrocidades cometidas por la dictadura, que utilizó el aparato estatal para cometer todo tipo de tropelías, violando derechos humanos elementales, no deben ser aisladas del contexto axiológico dentro del cual se desplegaron.

Es decir, no se llegó allí por azar, por un capricho de la historia. Los regímenes políticos no existen en el vacío social, sino que emergen de un estado de cosas.

Desde el fatídico golpe militar de 1930, de cuño fascista, Argentina hizo un abandono del sistema político representativo. Allí comenzó una no cultura de la Constitución: seis golpes militares hicieron suspender el ejercicio de la Carta Magna durante más de 23 años del siglo XX.

En los años ‘70, en plena Guerra Fría, los grupos en pugna en el país se enfrentaron a los tiros. La tercera presidencia de Juan Domingo Perón (1973-1975), así, fue jaqueada por los vientos huracanados de la confrontación ideológica de esa época.

Las facciones en pugna dentro del partido gobernante mentaban un Perón a su medida. La Triple A, símbolo de la derecha peronista, tenía su propio plan de eliminación de adversarios, para “salvar” al movimiento de Perón de la “infiltración marxista”.

En tanto, la izquierda guerrillera, cuyo objetivo revolucionario consistía en hacer realidad la “patria socialista”, tampoco reparó en medios y de hecho optó por la lucha armada contra un gobierno democrático, legítimamente surgido del voto popular.

El periodista e historiador Ceferino Reato señala, en tanto, que una fuente de la violencia política fue la Iglesia Católica, que también contribuyó a armar a revolucionarios y contrarrevolucionarios.

“La Iglesia estaba en un proceso amplio de renovación, que abarcaba nuevas interpretaciones de su mensaje de salvación, tanto en la forma como en el contenido; muchos sacerdotes y algunos obispos justificaban ‘violencia de los de abajo’ y apelaban a la fuerza redentora de la sangre derramada”, escribió.

Así como existieron capellanes militares y policiales que ampararon torturas y asesinatos, desde cierta militancia católica se alentaba a tomar las armas a una juventud con vocación social.

En algunos cenáculos de la Iglesia, en aquella época, se despreciaba y se combatía la democracia “formal”, como se decía despectivamente. Un caldo de cultivo para que después un grupo de militares iluminados instauraran un régimen de facto, que utilizó la violencia a discreción

Términos como “exterminar”, “aplastar”, “aniquilar”, denunciaban la locura demencial de una generación que abrazó mesiánicamente el lenguaje de la violencia.

La institucionalización de la práctica política desde 1983, que instaló la normalidad electoral todos estos años, ha supuesto un avance en materia de convivencia democrática.

Objetivamente la capacidad regenerativa del voto sublimó los enconos políticos de las distintas facciones que aspiraban al control del Estado. El derramamiento de sangre, así, dejó de ser un método habitual y aceptado.

¿La sociedad argentina ha exorcizado totalmente el demonio de la violencia política, que ha signado con intolerancia y sangre grandes tramos de su historia?

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 12/04/2024 en Uncategorized

 

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Un país jaqueado por el crimen narco

Ecuador vive jornadas de violencia extrema, en una pulseada entre bandas criminales y el gobierno, quien el lunes pasado se vio forzado a decretar un estado de excepción por 60 días.

El presidente Daniel Noboa, quien asumió el cargo el 23 de noviembre de 2023, declaró “conflicto armado interno” en el país y señaló a una veintena de grupos armados como “organizaciones terroristas”.

El mandatario declaró el estado de excepción después de que se produjeran graves incidentes en seis cárceles del país, con secuestros de policías y las fugas de los líderes de dos grandes bandas delictivas, entre los cuales figura José Adolfo Macías, líder de Los Choneros, y considerado el criminal más peligroso de Ecuador.

El martes 9 de enero hombres armados irrumpieron una transmisión en vivo de la estación de televisión ecuatoriana TC, durante media hora, antes de ser detenidos por la policía, que liberó a los rehenes.

También se presentaron incidentes en la Universidad de Guayaquil, la principal del país, donde estudiantes y profesores huyeron o se atrincheraron.

Durante la jornada tuvieron lugar explosiones en distintas partes del país, secuestros a policías y la fuga de presos, como Fabricio Colón Pico Suárez, líder de Los Lobos.

El miércoles las fuerzas de seguridad de Ecuador informaron haber detenido a más de 300 personas tras las jornadas de violencia. En tanto, el jueves la policía calificó de ataque terrorista a un incendio producido en un boliche, y que dejó dos muertos y nueve heridos.

La crisis de seguridad que sufre Ecuador se ha agravado especialmente en los últimos tres años. En 2023 batió su récord histórico de homicidios con 7.878, de los que solo se resolvieron 584.

El país ha pasado a ser un importante centro regional de almacenamiento, procesamiento y distribución de drogas, lo que ha fortalecido a las más de 20 bandas criminales que operan en él.

Estas bandas, que tienen sus principales centros de mando y operaciones en las cárceles, están vinculadas a los grandes carteles de la droga de México y Colombia.

En agosto del año pasado, el candidato presidencial Fernando Villavicencio fue asesinado por sicarios a sueldo, en un crimen que aún no se ha logrado esclarecer pero que muchos analistas vinculan con el auge de estas bandas.

“Este y otros crímenes son para ponerle condiciones al poder político y demostrar que, desde hace algún tiempo, en buena medida, las bandas son quienes tienen el control en el país”, refiere el analista político ecuatoriano Andrés Chiriboga.

La figura del “conflicto armado”, como califica el gobierno la coyuntura ecuatoriana, surge del derecho internacional humanitario. Con ella se alude a una situación de violencia que tiene lugar en un Estado y en el que ocurren enfrentamientos armados prolongados entre fuerzas gubernamentales y uno o más grupos armados organizados.

En América Latina hay situaciones que se pueden comparar con la ecuatoriana. Al respecto se la asimila a los conflictos armados internos en Perú contra el Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, y la guerra de Colombia contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La abogada ecuatoriana María José Mogrovejo, especialista en Derecho Constitucional, describió en estos términos lo que pasa en Ecuador: “La situación actual es incontrolable. El gobierno perdió el control del territorio ecuatoriano y por eso necesita la intervención de las Fuerzas Armadas”.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 21/01/2024 en Uncategorized

 

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El crimen político que conmociona a Ecuador

En vísperas de las elecciones presidenciales, el asesinato del candidato Fernando Villavicencio a manos del crimen organizado, ha producido un enorme impacto en Ecuador.

Este líder sindical, periodista y político fue acribillado la tarde del 9 de agosto en la capital de Ecuador luego de asistir a un mitin político que era parte de sus actividades proselitistas.

Severo crítico del izquierdista Rafael Correa, tenía 59 años y aspiraba llegar a gobierno del Ecuador en los comicios del próximo 20 de agosto.

Su popularidad aumentó a raíz de sus denuncias por los casos de corrupción en los que desenmascaró a políticos y empresarios en múltiples tramas.

El magnicidio del candidato presidencial fue reivindicado por Los Lobos, el segundo grupo delictivo más grande de Ecuador, que controla las cárceles del país y tiene conexiones con el crimen organizado de Colombia y de México.

Pocas horas después del asesinato de Villavicencio, el grupo criminal compartió un video en la plataforma social X (ex Twitter) en el que asumían la autoría del crimen. Además, Los Lobos extendieron amenazas a otros políticos ecuatorianos, entre ellos Jan Topic, otro candidato presidencial.

El luctuoso episodio supone un terremoto preelectoral de consecuencias impredecibles cuando faltan apenas unos pocos días para que los ciudadanos ecuatorianos se expresen en las urnas.

El asesinato de Villavicencio se dio en un momento en que el país sufre una escalada de la violencia por la acción de bandas criminales.

Según trascendió, Villavicencio había denunciado en las horas previas las amenazas del jefe de la banda de Los Choneros, asociada al Cartel de Sinaloa. El candidato se sentía en el punto de mira de distintos poderes oscuros y por ello repetía una frase a sus amigos del gremio: “Si me van a matar, que me maten”.

“A mi esposo lo asesinaron porque fue el único que se enfrentó a las mafias políticas y a los narcotraficantes de este país”, reaccionó Verónica Sarauz, esposa de Villavicencio.

Para varios analistas políticos este atentado fulmina la esperanza de quienes se resistían a aceptar la evidencia del poder enraizado del narcotráfico y del crimen organizado, que en pocos años ha empujado al país andino a codearse con la Colombia de otros tiempos y el México de la actualidad.

“No vamos a retroceder, el Estado está firme y la democracia no claudica ante la brutalidad de este asesinato. No le vamos a entregar las instituciones democráticas al crimen organizado aunque esté disfrazado de organizaciones políticas. Ante la pérdida de un demócrata y un luchador, las elecciones no se suspenden”, aseguró el presidente ecuatoriano Guillermo Lasso, quien además declaró tres días de luto nacional y decretó el estado de excepción en todo el país durante 60 días.

Villavicencio aseguraba que Ecuador se había convertido en un “narcoestado” y decía públicamente haber recibido amenazas de muerte de “grupos criminales”.

“La frontalidad de Villavicencio pisaba los callos de muchos implicados con el crimen organizado y sus grandes negociados a través del Estado”, analiza Luis Córdova, director del programa de Investigación, Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central de Ecuador.

“Este asesinato es un mensaje político de lo irregular, del miedo”, señala por su lado Pedro Donoso, analista político y director general de la consultora Icare Inteligencia Comunicacional.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 17/08/2023 en Uncategorized

 

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El asesinato que impacta en la sociedad japonesa

El asesinato de Shinzo Abe, quien  fuera Primer Ministro de Japón y figura clave en la vida política nipona, ha conmocionado a un país que se precia de la seguridad ciudadana.

Abe, de 69 años, fue atacado a tiros el viernes en la sureña ciudad de Nara, a unos 480 km de Tokio, mientras animaba un acto proselitista. La noticia consternó al mundo e hizo recordar una época en la que el asesinato parecía ser una estrategia política en la nación asiática.

El atacante, quien habría usado un arma de fabricación casera, se encuentra detenido y fue identificado como Tetsuya Yamagami, de 41 años, residente de Nara.

La policía investiga si el asesino pertenece a una secta de extrema derecha y estaba fabricando armas para nuevos atentados. Abe sufrió un paro cardíaco mientras era trasladado en helicóptero a un hospital local, donde finalmente sucumbió a sus heridas.

El Primer Ministro, Fumio Kishida, calificó el tiroteo de “acto atroz… bárbaro, malicioso, y que no puede ser tolerado”. En los canales de noticias de la televisión japonesa, varios comentaristas lo calificaron como un “acto de terrorismo”.

¿Cómo pudo haber sucedido esto en Japón, un país que se jacta de su seguridad y donde tener un arma es extremadamente difícil? Ésa es la pregunta que se hace actualmente la opinión pública nipona, impactada por lo sucedido.

A primera vista, la imagen internacional de Japón desde el final de la II Guerra Mundial puede hacer creer que es un país ajeno a la violencia política que se ve en otras latitudes.

Sin embargo, según advierten los expertos, no es así. En la historia contemporánea de ese país ha habido etapas especialmente turbulentas. Y el asesinato de Shinzo Abe ha reactivado esa memoria.

Si se confirma que la muerte de Abe estuvo impulsada por motivaciones políticas, este sería el sexto mandatario japonés en morir asesinado, incluyendo a quienes han muerto en funciones y a quienes lo han hecho después de dejar el cargo.

Esto equivale a 9% de los 64 líderes que han gobernado Japón desde 1885. Una proporción mayor que la existente en Estados Unidos, donde el magnicidio está presente en su cultura política.

El dato es que han transcurrido 86 años desde que un ex mandatario japonés murió asesinado (Takahashi Korekiyo en 1936) y 90 años desde que un gobernante en funciones falleció víctima de un atentado (Tsuyoshi Inukai en 1932).

Pero si bien durante las décadas recientes no han sido asesinados mandatarios o ex mandatarios, sí han sido víctimas de ataques, aunque han sobrevivido.

Uno de ellos fue Nobusuke Kishi, abuelo materno de Abe, quien siendo primer ministro en 1960 fue objeto de un atentado por parte de un activista de extrema derecha que le propinó varias puñaladas en el muslo.

Como sea el asesinato de Abe genera impacto lógico en Japón, donde la violencia política ha estado desterrada en el último tiempo. Se cree que este episodio podría marcar un quiebre en una sociedad que ha sabido hasta acá dirimir sus diferencias políticas por la vía pacífica de los votos.

“No hay lugar para la violencia en este proceso. El intento de cualquier individuo o grupo de individuos de imponer su voluntad en el país por medios violentos es terrorismo, puro y simple. Japón es una democracia y actualmente está inmerso en la más pura expresión del concurso y el proceso democráticos. El ataque al ex primer ministro Abe es un ataque a todos nosotros”, dijo el Jefe de Gabinete del actual gobierno y candidato a las elecciones, Hirokazu Matsuno.

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Publicado por en 17/07/2022 en Uncategorized

 

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Magnicidio, el asesinato de alto impacto político

El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, que ha generado conmoción en la opinión pública, se inscribe dentro de la figura del magnicidio, inseparable de la historia de la humanidad.

Según los reportes periodísticos, el mandatario murió tras un ataque a tiros de un grupo de personas que ingresó a su residencia en la madrugada de ayer (7 de julio). En el hecho también fue herida su esposa Martine Marie Etienne Joseph, quien permanece hospitalizada.

La muerte de Moïse, de 53 años, quien gobernó por decreto por más de dos años por la ausencia de un parlamento electo, se da en medio de una crisis política y económica, sumada a la pandemia de coronavirus, y en un contexto de fuerte aumento de la violencia de pandillas en Haití, el país más pobre de América.

El propio Moïse había denunciado la semana pasada a la oposición y a empresarios por estar organizando un golpe de estado contra él. Se cree, por tanto, que el ataque tiene móviles políticos.

Ésta es una de las características de los magnicidios: el asesinato de una persona importante, de alto poder, suele tener una motivación ideológica o política.

Del latín “magnus”: grande, y “caedere”: matar, “magnicidio” es el asesinato de una persona importante por su poder, rango o prestigio social. Es una figura que ha sido la más penada en los diferentes Estados a lo largo de la historia penal.

En principio, asesinar es, desde la perspectiva del derecho penal, matar a un ser humano premeditada, violenta y alevosamente. En eso se diferencia del homicidio, que es la muerte de una persona por una acción u omisión no premeditada.

El asesinato obedece a una planificación y no es obra fortuita ni casual, como el homicidio. De ahí que las leyes penales consideran que el asesinato es un homicidio calificado por la concurrencia de circunstancias agravantes del acto delictivo.

Las motivaciones y los fines del magnicidio son generalmente políticos, en el sentido amplio de la palabra. El magnicidio es un hecho político, que por lo general obedece a un complot y que persigue cambiar el orden público o modificar el curso de la historia.

La literatura política refiere que en los casos del asesinato de una persona importante, usualmente una figura política o religiosa, hay una trama clandestina que provoca el hecho delictivo.

El tiranicidio y el regicidio son especies de magnicidio: en el primer caso, es el magnicidio de un autócrata y, en el segundo, de un monarca, de su mujer, del príncipe heredero o del regente de la corona.

En realidad, el recorrido histórico del magnicidio es inmemorial. Se trata de un hecho muy antiguo –se diría que está presente desde los tiempos de Adán, el primer hombre según la Biblia-.

La historia de la humanidad está llena de asesinatos de gobernantes, líderes políticos y personas de poder y de prestigio social. El magnicida, en tanto, forma parte de una conspiración que quiere eliminar a un adversario que obstaculiza sus planes y provocar una conmoción política.

Ha habido magnicidios que cambiaron el curso de la historia. Como el de Julio César (15 de marzo 44 a.C.); el de Abraham de Lincoln (14 de abril de 1865); el del emperador de Austria y rey de Hungría, Francisco Fernando (28 de junio de 1914) uno de los principales motivos por los que estalló la Primera Guerra Mundial; o el del zar Nicolás II de Rusia (17 de julio de 1918) después del cual comenzó la era de la Rusia comunista.

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Publicado por en 09/07/2021 en Uncategorized

 

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Holocausto, la más oscura noche de la historia humana

El 27 de enero se celebra el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, una fecha que remite a un acontecimiento de indecible monstruosidad, cuyo recuerdo amonesta la conciencia humana.

Hace 76 años, el mundo se anotició de que las tinieblas se habían asentado en el corazón de Europa -en Alemania, la patria de Schiller, Goethe y Beethoven- cuando las tropas soviéticas liberaron el campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, el 27 de enero de 1945.

A partir de entonces se tomó nota de que en unos pocos años, entre 1939 y 1945, unos seis millones de judíos -las dos terceras partes de la población judía europea- fueron asesinados sistemáticamente por los nazis.

La magnitud del horror contenido en esta simple constatación es casi imposible de concebir. Aunque éste no fue el primero ni el último ejemplo de genocidio, el cometido por los nazis fue de una escala que no ha sido sobrepasada hasta ahora.

El término “holocausto” deriva de una palabra griega que significa “quemado en su totalidad”, y se aplica en el Antiguo Testamento a los sacrificios de animales en los que las víctimas eran consumidas por el fuego.

La alusión se refiere a la incineración de los cuerpos de los judíos asesinados en los crematorios de los campos de exterminio. En tanto que para esa etnia el intento de aniquilar al judaísmo europeo es la Shoah, palabra hebrea para “catástrofe”.

No resulta fácil comprender los motivos de los verdugos, aunque se trataría de la conclusión lógica de la creencia en la superioridad de una raza sobre las demás.

“Nosotros, los alemanes, debemos aprender finalmente a no mirar a los judíos como gente de nuestra especie”. Esta declaración de Heinrich Himmler, jefe de las SS, da la clave de la ideología de la “solución final”.

Esa fue la expresión burocrática (Endlosung, en alemán) que utilizó el régimen de Adolf Hitler para enfrentar el “problema judío” en Europa y que consistió en un plan de varias etapas para eliminar a esa etnia.

Tras la llegada al poder de Hitler en Alemania en 1933, los judíos fueron expulsados del servicio civil y las tiendas y los negocios judíos fueron boicoteados.

Dos años después, las Leyes de Nuremberg privaban a los judíos de su ciudadanía alemana y les prohibían casarse con “arios” (como describían los nazis a la ‘raza’ rubia y de ojos azules germánica y escandinava).

El 9 de noviembre de 1938, durante las Kristallnacht (“la noche de los cristales rotos”), fueron atacados hogares, tiendas y sinagogas judías en toda Alemania y cerca de 100 judíos fueron asesinados.

En enero de 1942 un grupo de oficiales de alta graduación se reunieron en el suburbio berlinés de Wannsee para discutir sobre la forma de lograr la “solución final”.

El resultado fue un sistema brutalmente eficiente para la industrialización del asesinato. Se construyeron grandes campos de concentración en lugares como Auschwitz, Treblinka, Belzec, Majdanek, Chelmo, Sobibor, entre otros.

El investigador italiano Enzo Traverso reflexionó: “El genocidio judío es único en la historia, por haber sido perpetrado con el objetivo de una remodelación biológica de la humanidad; el único en que el exterminio de víctimas no era un medio, sino un fin en sí mismo”.

Los judíos no fueron las únicas víctimas de la “higiene racial” nazi: unos 400.000 gitanos fueron asesinados, junto con cifras inciertas de eslavos, homosexuales y personas con discapacidad mental o física. También fueron víctimas Testigos de Jehová y cualquiera que los nazis considerasen enemigo del Estado.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/01/2021 en Uncategorized

 

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Inseguridad ciudadana, la otra pandemia inquietante

La criminalidad en Argentina ha ido incrementándose en los últimos meses, acompañando el fuerte deterioro económico y social. Y de hecho se espera una acentuación de las actividades delictivas.

El dato inocultable es que se ha disparado la cantidad de delitos contra la propiedad y se ha producido un aumento en las violencias interpersonales, lo cual se refleja en las encuestas, donde la inseguridad es una de las grandes preocupaciones de los argentinos.

El aumento de la tasa de delitos está estrechamente vinculado a la crisis económica y afecta a todos los sectores sociales. De hecho las estadísticas desmienten que la inseguridad golpea más a los estratos pudientes de la sociedad.

Varios estudios indican que hace estragos dentro de la clase socio-económica baja. Los datos evidencian que las personas de los sectores más bajos son quienes presentan una mayor incidencia de la percepción de inseguridad. 

Lo llamativo es que hay voces que advierten que todo será peor, porque se descuenta que la economía del país seguirá cayendo en los próximos meses, y el cuadro social empeorará.

Marcelo Bergman, director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, traza un cuadro desolador, al señalar que es probable que la criminalidad salte como cuando se dio la hecatombe económica del 2001.

“En lo social y económico, ya sabemos que nos esperan años durísimos –vaticinó-. Una crisis económica feroz, un sistema sanitario golpeado, sistemas educativos muy rezagados, altas tasas de desocupación y escasez de empleos, tensiones sociales importantes”.

Al respecto hay razones para sospechar que en materia de criminalidad se dé algo parecido al 2001 y 2002, cuando se registró un incremento sustancial de las tasas de homicidios y de delitos contra la propiedad.

A todo esto, Juan Belikow, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA), escribió días atrás un inquietante artículo en Infobae donde sostiene que lo peor en materia de delito vendrá con la “pospandemia”.

En su opinión, aumentarán los delitos patrimoniales y, al mismo tiempo, crecerá la violencia interpersonal al interior de los hogares. Y esboza una lista tipificando los delitos más frecuentes que, según él, afectarán a los ciudadanos de a pie.

Allí incluye: robo de vehículos y sus partes; robos, hurtos y asaltos a quienes se dedican a prestar servicios de entrega domiciliaria; robos y asaltos domiciliarios; desprotección por fuerte merma en servicios de seguridad privada; secuestros extorsivos; usura; extorsiones y estafas.

La lista de Belikow sigue con estos delitos: usurpaciones y saqueos de viviendas, comercios y fábricas; justicia por mano propia producto de la ineficiente respuesta estatal ante un fuerte y repentino aumento de la delincuencia; aumento de tenencia informal/ilegal de armas tanto para la comisión de delitos como para la defensa personal; aumento de la adicción a drogas lícitas e ilícitas; violencia de género y contra la mujer.

El académico de la UBA incluye dentro de los problemas de seguridad ciudadana que se agravarán al suicidio; el acoso y explotación laboral;  la discriminación, el racismo y la xenofobia.

Es importante resaltar que las ciudades, la civilización y el Estado nacieron  del deseo de las personas de protegerse de los peligros. En tanto el psicólogo Abraham Maslow, en su célebre pirámide de las necesidades, conceptualizó a las de seguridad y protección entre las básicas de la persona (después de las fisiológicas).

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Publicado por en 15/11/2020 en Uncategorized

 

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Limpieza étnica, viejo y ominoso mal

Ha dado la vuelta al mundo la imagen de un ex líder militar bosniocroata tomando un veneno mientras era confirmada su sentencia a 20 años de cárcel por realizar limpieza étnica.

Slobodan Praljak, de 72 años, ingirió una sustancia de un frasco mientras escuchaba cómo un juez de La Haya determinaba que fue responsable de un plan siniestro para acabar con musulmanes bosnios, durante la terrible guerra civil de la ex Yugoslavia.

Praljak había sido juzgado en 2013 y condenado junto con otros cinco militares a 20 años de cárcel, pero logró recurrir esa decisión y por esto se celebraba el juicio en 2017.

Finalmente el Tribunal Penal Internacional ratificó lo dictaminado cuatro años atrás cuando otros jueces consideraron probado que los militares bosniocroatas formaron “una asociación criminal con el fin de crear una Gran Croacia que precisaría una modificación de su composición étnica”.

Para lograrlo los acusados elaboraron un plan que incluía “desplazamientos forzosos de la población, asesinatos, saqueo de propiedades, trabajos forzados para los detenidos y expulsión de sus tierras una vez liberados”, según el presidente de la sala, Jean Claude Antonetti.

Limpieza étnica es una moderna expresión para designar un fenómeno viejo: la persecución racial. El concepto adquirió vigencia cuando, tras el colapso de la Unión Soviética, se desató el conflicto de los Balcanes, que causó unos 200.000 muertos y 2.000.000 de refugiados.

Fue el cruel epílogo de la crisis y caída del régimen comunista en el Este, en la década de 1990. El desplome de Yugoslavia, un país satélite de la Unión Soviética, gobernado con mano fuerte por Josip Broz Tito, devino en una carnicería racial.

En efecto, los grupos étnicos que estuvieron bajo el yugo comunista –serbios, croatas y musulmanes- lucharon por la constitución de entidades territoriales étnicamente homogéneas.

Fue una de las más sangrientas guerras civiles de que se tenga noticia, encendida por el odio racial. En la crudelísima contienda que duró desde 1991 hasta 1995 se esgrimió como argumento por los eslavos de Belgrado la necesidad de hacer una “limpieza étnica” en Bosnia.

Así lo proclamaron tanto Slobodan Milosevic, Jefe de Estado de Serbia, como el Presidente de los serbios de Bosnia, Radovan Karadzic. Y en nombre de esta proclama racista dieron muerte a decenas de miles de musulmanes bosnios y de católicos croatas.

Tres años después el mismo gobierno racista de Slobodan Milosevic desató una nueva limpieza étnica, esta vez contra la población albano-kosovar asentada en el sur del país.

Las cuatro grandes limpiezas étnicas que registra la historia reciente son el aniquilamiento de los judíos durante el Tercer Reich, el “apartheid”  sudafricano, el exterminio de los kurdos por Saddam Hussein y las acciones de violencia étnica de los serbios contra los bosnios, croatas y albano-kosovares.

Actualmente la ONU ha expresado sus temores de que el gobierno de Myanmar (ex Birmania) esté llevando a cabo una campaña de limpieza étnica contra la comunidad rohingya, una minoría musulmana del país.

Esta minoría de 1,1 millón de personas vive discriminada en el estado de Rakhine o Arakan, en el oeste de Myanmar, y contra la cual periódicamente se producen estallidos de violencia que provocan éxodos masivos hacia Bangladesh y hacia otros países.

El motivo de esta persecución es racial y religioso: además de ser una etnia diferenciada, los rohingya son musulmanes en un Myanmar mayoritariamente budista.

 

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Publicado por en 26/12/2017 en Uncategorized

 

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Las razones detrás de los grandes asesinatos

Todavía la policía no ha logrado determinar los motivos que llevaron a Stephen Paddock a cometer la mayor masacre de la historia de los Estados Unidos luego del 11-S y este misterio captura la atención de la opinión pública americana.

¿Qué llevó a Paddock, esa fatídica noche del domingo 1 de octubre, a disparar contra unas 22.000 personas que estaban disfrutando de un concierto de música country en Las Vegas?

La masacre de las Vegas, donde 58 personas fueron asesinadas y más de 500 resultaron heridas, se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para la policía estadounidense.

Por el momento no hay indicios sobre la inspiración de Paddock, generándose un misterio alrededor de este caso. La autopsia sobre el cerebro del asesino no ha logrado aclarar nada.

Los médicos forenses no hallaron “anormalidades” que pudieran conducir a los peritos a perseguir una pista sobre su salud mental. La idea de encontrar “algo roto” en la cabeza de Paddock fue sugerida por su propio hermano Eric.

“Deseo que abran su cabeza y encuentren algo. Hay información perdida”, había dicho, al afirmar que nunca pensó que su hermano pudiera ser capaz de cometer semejante matanza.

Paddock está muerto: una herida de bala autoinfligida acabó con su vida. Y  lo llamativo es que no dejó ninguna pista a partir de la cual sea posible inferir los motivos de su conducta aberrante.

En Estados Unidos todo el mundo se pregunta por qué hizo lo que hizo, y la policía está acorralada ante la imposibilidad de dar una respuesta satisfactoria a este interrogante.

Ahora bien, ¿por qué importa el motivo del asesino de Las Vegas para perpetrar la masacre, si este descubrimiento no traerá a los muertos de vuelta ni ayudará a sanar a las casi 500 personas heridas?

Los expertos contestan que se indaga sobre los móviles de las masacres para prevenir hechos similares en el futuro, así como para ajustar las políticas públicas y para satisfacer la curiosidad humana.

Para Mary Ellen O’Toole, ex analista del FBI encargada de perfilar a los criminales, por lo general estos atacantes masivos se radicalizan, sufren un proceso por el cual sus cerebros empiezan a ver a las otras personas como objetos o simplemente medios para obtener un fin deseado.

En este sentido, si se logran determinar los móviles de los asesinos, de esa manera se podría ayudar al público a predecir correctamente quién puede estar en riesgo de radicalizarse y así prevenir ataques futuros.

Las motivaciones de los atacantes también pueden llevar a cambios en las políticas públicas. Por ejemplo los tiroteos de 1999 en la escuela secundaria de Columbine hicieron que varios estados aprobaran leyes contra el bullying.

“Creo que es parte de la naturaleza humana”, afirmó Michael Stone, profesor de psiquiatría clínica en la Universidad de Columbia y autor del libro “The Anatomy of Evil” (Anatomía del Mal), en el que explora las motivaciones y mentalidades de los asesinos más famosos del mundo

Stone sostiene que existe una “fascinación” alrededor de esas personas. “Es muy difícil escapar a la fascinación que despiertan estos asesinos en masa y al deseo de encontrar respuestas para saber qué provocó que hicieran este tipo de cosas”, reveló en declaraciones a la prensa.

Según los expertos, los asesinos masivos están motivados por una combinación entre paranoia y alguna enfermedad mental o problemas financieros y sociales. Pero resulta que Paddock no parece encajar en esas categorías.

 

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Publicado por en 25/10/2017 en Uncategorized

 

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El martirio, ideología detrás del terrorismo

La brutalidad con la que actúan los yihadistas -que esta semana han sacudido el corazón de Barcelona- su modo de asesinar a mansalva, exponiéndose ellos mismos a la muerte, sugiere móviles espirituales incomprensibles en Occidente.

Al atacar a una ciudad emblemática, dinámica y cosmopolita, que recibe la visita de millones de personas de todo el mundo, el islamismo extremista ha decidido atacar otro símbolo occidental.

Este atentado terrorista, como todos los cometidos por los islamistas radicales, es considerado “una acción” de la Yihad, que está “islámicamente santificada” al asesinar infieles.

Se han intentado varias explicaciones políticas y sociales sobre la expansión del terrorismo islámico. Pero a poco que se analice el fenómeno salta a la vista su componente teológico, sobre el móvil religioso a estos “soldados de Alá”.

Al respecto es clave la justificación que los yihadistas encuentran para actuar con la determinación con que enfrentan la muerte. En esencia, se ven a sí mismos como mártires de la religión y convencidos de que les espera una recompensa: el paraíso.

Es la ideología implícita en el concepto de guerra santa que según esta versión del Islam fue establecida por Alá cuando dijo “¡matad a los infieles!”.

Siguiendo el mandato divino, el profeta Mahoma escribió en el Corán: “la guerra es permanente hasta el día del juicio” y “las fatigas de la guerra son más meritorias que el ayuno, las plegarias y las demás prácticas religiosas. Los bravos caídos en el campo de batalla son mirados en el paraíso como mártires”.

Por lo visto los yihadistas se inspiran en estas palabras y se sienten obligados a dar muerte en guerra a los enemigos de la fe. Todo indica, por lo demás, que en el Corán existen versículos reñidos con la paz, la pluralidad y la tolerancia.

Aunque es preciso aclarar que un contenido similar aflora en algunos versículos en la Biblia judeo-cristiana. Ocurre que la civilización ha logrado expurgar la hostilidad bélica teológica de este libro bajo cuya inspiración se formó la cultura occidental.

Pero se cree que esta expurgación no ha tenido lugar en el mundo musulmán, donde todavía hay muchísimos clérigos que predican el odio y la promesa del edén a muchos jóvenes dispuestos inmolarse.

Algunos especialistas en el yihadismo sostienen que la clave está en el martirio, o mejor en una lectura perversa de este concepto que hace referencia a los padecimientos que se sufren por causa de la religión.

Al respecto se distingue que una cosa es aceptar la tortura y la muerte antes que abjurar de la fe, haciendo del propio sacrifico un noble testimonio, y otra es utilizar este concepto como parte de una guerra de expansión y proselitismo, justificando los actos suicidas con fines terroristas.

En este sentido, los yihadistas no hacen defensa de su fe mediante su propio y exclusivo sacrificio, sino asesinando a mansalva, sin diferenciar personas, gritando por Alá, seguros de que si mueren en la acción ascenderán automáticamente al paraíso.

Es decir, en las ramas más radicalizadas del Islam, se considera que quienes cometen atentados suicidas son mártires que se inmolan en nombre de Alá. Esta es la ideología que hay detrás de los soldados del Estado Islámico (ISIS), que hoy están desatando un infierno en Occidente.

Los que mueren en esta guerra (Yihad) son mártires. Aquí reside el leitmotiv del terrorismo islamita, que tiene una justificación eminentemente teológica, frente a la cual Occidente se encuentra inerme.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 02/09/2017 en Uncategorized

 

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