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Andrade: el sueño federal inconcluso

11 Abr

Ante un nuevo aniversario del natalicio del escritor y político de Gualeguaychú

Andrade: el sueño federal inconcluso

Pocos intelectuales han sido tan lúcidos en sus convicciones federales como Olegario Víctor Andrade, cuyo pensamiento de tierra adentro sigue vigente. Y esto pese al ostracismo a que lo condenan los discursos culturales dominantes.

Por Marcelo Lorenzo

Olegario Víctor Andrade fue uno de los intelectuales que perteneció a esa generación de argentinos que, sobre todo desde Entre Ríos, soñó y luchó por un país federal y republicano, un proyecto que finalmente no cuajó en la realidad.

Más allá de la persistencia de esos dos vocablos en la Constitución, que es más bien nominal que real, el producto histórico que se impuso al cabo de 200 años de vida independiente es un modelo unitario y autoritario, reñido totalmente con el ideario andradiano.

El 6 de marzo se cumplieron 185 años del natalicio (en Alegrete, Brasil) de quien seguramente sea una de las personalidades más relevantes y atractivas de Gualeguaychú en la segunda mitad del siglo XIX.

Y esto no sólo por sus condiciones de escritor, sino por su trayectoria y pensamiento político. Es que Andrade expresó como nadie, en el marco provincial, el ideario entrerriano del federalismo.

Recordarlo hoy, en pleno siglo XXI, resulta una extrañeza. Ocurre que un sonoro silencio rodea a esta figura en el marco de la Argentina oficial, cuyos aparatos culturales (más bien ideológicos) lo vienen ignorando desde hace tiempo.

No tanto porque no se habla de él, ya que se reconoce su poesía. Sino porque se lo ha reducido a ser un mero exponente de la literatura argentina. Como si ahí acabase lo más sustancioso de Andrade.

Lo más lamentable es el desconocimiento que hay de él en la patria chica. Se diría que en Gualeguaychú -su tierra adoptiva- al igual que en Entre Ríos, se lo ha simplificado en forma imperdonable.

Se ha rescatado con justicia su condición de poeta, pero a costa de escamotear su original e interpelante pensamiento político, pese a expresar la mejor tradición provincial en este sentido.

Hay cierta lógica histórica en este olvido, porque el proyecto del gualeguaychuense fracasó políticamente (terminó oficialmente en la batalla de Pavón).

Como sea, Andrade molesta a los dos extremos ideológicos de la Argentina oficial, los cuales se construyen con sus correspondientes historiografías de apoyo.

No encaja, propiamente, en el maniqueísmo dominante, donde no hay registro de un pensamiento que justamente dinamita en su base esta antinomia artificial, en la que unos y otros, más allá de sus supuestas diferencias insalvables, coinciden sin embargo en una versión antifederal, como diría el propio Andrade.

Por un lado, cierto populismo latinoamericano -remixado en estas pampas por un progresismo de nuevo cuño-, es afecto a un proyecto autoritario y anti-liberal, pero sobre todo unitario en torno a la figura de Juan Manuel de Rosas, devenido en mítico caudillo de las masas populares.

La derecha liberal, en tanto, repugna de todo pensamiento que discuta el diseño del país-puerto, de enclave prospero del mercado global, porque ontologiza el mercado por sobre un proyecto de país republicano y federal. Son los que prefieren, en el fondo, a Bartolomé Mitre y a Bernardino Rivadavia.

Son lo mismo

¿Cómo puede ser que exista una opción política contra Rosas y contra Mitre a la vez, si han convencido a generaciones de argentinos que estos dos personajes sintetizan las dos únicas visiones antagónicas del país?

Pues bien, ahí reside la idea rupturista, la epistemología revolucionaria de Andrade, quien nos viene a decir básicamente que Rosas y Mitre son iguales en lo esencial, mas no en lo accidental.

Su tesis de fondo está expresada en “Las dos políticas”, que apareció en 1866, donde Andrade hace una denuncia y una crítica a la posición asumida por Buenos Aires desde 1810 en adelante frente al resto de las provincias.

Es una denuncia formulada desde el ideario urquicista de darle al país una constitucionalidad republicana pero con un contenido político y económico federal, acorde con la idiosincrasia y la geografía de la Argentina.

Ese ideario confronta tanto con el populismo rosista como con el mitrismo elitista, que históricamente eran en realidad, según la interpretación entrerriana, dos caras de la oligarquía porteña del puerto.

El diagnóstico de fondo, expresado en “Las dos políticas”,  es el que sigue: “Derrocado en 1810 el régimen metropolitano y devuelta la soberanía política del país al pueblo de las provincias, Buenos Aires se erigió de hecho en Metrópoli territorial monopolizando como ha dicho el señor Alberdi en nombre de la República independiente, el comercio, la navegación y el gobierno general del país, por el mismo método que había empleado España (…) En vez del coloniaje extranjero y monárquico, tuvimos desde 1810 el coloniaje doméstico y republicano”.

Se ha instalado con fuerza la idea de que Rosas es el referente indiscutido del federalismo argentino. Craso error, diría Andrade, para quien el “tirano” se apropió de esa bandera para hacer lo contrario (esto de apropiarse de causas nobles para pervertirlas es deporte nacional).

Esto dice: “¿Cómo se contesta entonces a las provincias que desean el restablecimiento del régimen federal? Inscribiendo en todas partes el lema ¡Viva la Federación!, asegurando el mando tiránico y la irresponsabilidad de los gobernadores dentro de su provincia y garantiendo a unos de otros, sin perjuicio de apoyar al mejor instrumento de la política metropolitana”.

Y añade: “¿Cómo se complace a Buenos Aires? Claro está: manteniendo la clausura de los ríos, el exclusivismo del puerto, el monopolio del comercio (…) ¿Para qué quiere Congreso la Nación si no tienen las provincias para pagar sus diputados? Basta la Sala de Buenos Aires”.

El fallido experimento confederal

A mediados de la década de 1850, los éxitos de Justo José de Urquiza hicieron parecer que la experiencia de un gobierno republicano y federal podría imponerse en la Argentina.

Prestigiado por su triunfo sobre Rosas, Urquiza unificó todas las provincias salvo Buenos Aires (que no quiso unirse) bajo un gobierno constitucional, con capital en Paraná, el cual fue conocido como Confederación Argentina.

Olegario V. Andrade fue de los intelectuales que se embanderó en la causa de la Confederación, contra el dominio porteño, junto a Juan Bautista Alberdi, Carlos Guido y Spano, José Hernández (el autor del Martín Fierro), entre otros.

Pero Buenos Aires desde el primer día saboteó este experimento genuinamente federal y constitucional. Sin las rentas del principal puerto del país, la Confederación se hizo inviable económicamente.

Las buenas intenciones del gobierno de Paraná no lograron cambiar los esquemas comerciales que seguían haciendo de Buenos Aires el centro económico de la Argentina.

La disputa entre los intereses del puerto y los del interior tuvo su clímax histórico en ese enigmático combate de Pavón, el 17 de septiembre 1861, que puso fin a una década de guerras entre Buenos Aires y la Confederación Argentina.

Allí Mitre, al frente de las tropas porteñas, se impuso a Urquiza. Pero fue una peculiar victoria, la más extraña de la historia nacional. Porque en realidad el caudillo entrerriano, que estaba ganando en el campo de batalla, se retiró inexplicablemente.

Desde entonces, éste ha sido el gran misterio de la historia argentina ¿Qué pasó en Pavón? “Pavón no es sólo una victoria militar; es un triunfo de la civilización sobre los elementos de guerra de la barbarie”, escribió Mitre, al hacer su balance ideológico del episodio.

Para Andrade, en cambio, fue la derrota definitiva del proyecto federal: “Fue la restauración del ascendiente perdido de Buenos Aires, la ruina y el desquicio para las provincias, la riqueza y el poder para Buenos Aires. ¡La misma política de todos los tiempos aciagos de la República!”.

Para no pocos interesados en el pasado argentino Pavón es acaso el enigma de la Esfinge de la historia nacional. En el caso de Entre Ríos, la provincia que más contribuyó a la Organización nacional, fue el comienzo de su insignificancia política y económica, que aún perdura.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 11/04/2024 en Uncategorized

 

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