En estos días calurosos de verano, al circular o pasear por calles y plazas de Gualeguaychú se hace evidente la frescura que proporciona la sombra de los árboles.
Al mismo tiempo, el agobio por las altas temperaturas se hace sentir en aquellos lugares donde no hay árboles, lo que hace pensar en la poca estima vecinal por la plantación de ejemplares.
Este déficit resulta incomprensible a la luz de los beneficios ecológicos que reporta el arbolado urbano. El motivo de esta desaprensión vecinal seguramente sería por falta de cultura.
Por lo visto hay gente que no sabe –o no le interesa saber- que los árboles modifican para bien el ambiente ya que moderan el clima, mejoran la calidad y las condiciones del aire, conservan el agua, amortiguan la contaminación acústica, a la vez que embellecen la ciudad, entre muchas otras ventajas.
Está probado que los árboles pueden controlar el clima porque alivianan los efectos del sol, de la lluvia y del viento. Durante los meses de verano, así, las radiaciones solares son absorbidas o reconducidas por el mundo vegetal.
Los árboles tienen la capacidad de oxigenar la ciudad. Uno de sus mayores aportes, justamente, se relaciona con el mejoramiento de la calidad del aire.
Sus hojas son capaces de filtrar el aire, eliminando el polvo y diferentes partículas nocivas para la salud. Además, captan contaminantes, como por ejemplo, el dióxido de sulfuro, el monóxido de carbono y el ozono.
Al mismo tiempo, liberan oxígeno hacia la atmósfera. Por todo esto, puede decirse que los árboles cumplen un papel vital en cuestiones ambientales, purificando elementos primordiales para la vida.
Los árboles, en suma, nos protegen del sol y nos refrescan, algo que se revela necesario en los días de altas temperaturas. En este sentido, resulta un problema para la ciudad que haya vecinos a los que no les interese plantarlos en sus veredas o cuidarlos.
“Los árboles ensucian” se escucha decir a algunas personas al ver como caen las hojas sobre automóviles y veredas, como si privilegiaran el mundo aséptico e inerte de los objetos al orgánico de la naturaleza, a la que consideran fuente de suciedad.
Hay personas que teniendo espacio suficiente en su vereda, prefieren no plantar árboles para que otros no estacionen vehículos frente a su domicilio, o para que la planta no “estropee” la estética de su vivienda.
Pero muchos de ellos luego estacionan sus autos bajo los árboles de sus vecinos, para aprovechar la sombra que proporcionan. Algunos comerciantes, en tanto, priorizan la cartelería de sus negocios en detrimento del árbol existente, evidenciando falta de imaginación para lograr una armonía entre ambos.
Es conocida también la actitud agresiva de los conductores de vehículos de mediano y gran porte. Estos choferes se muestran indiferentes al impacto que produce la parte superior de la carrocería sobre los árboles, llegando a quebrar las ramas.
Entre las inconductas sociales sobresale la desaprensiva práctica de colocar clavos o alambres al fuste (tronco) del árbol para colgar allí las bolsas de residuos, una postura que revela la nula conciencia de que la planta es un ser vivo.
Cuando el sol aprieta buscamos una sombra. Es decir acudimos a un buen árbol para aliviarnos de las sensaciones de calor y protegernos de los rayos solares, especialmente en climas muy calurosos como el nuestro.
Estos ejemplares vegetales, así, realizan un servicio bienhechor para la comunidad, del cual sin embargo no se suele tomar nota.
© El Día de Gualeguaychú