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Sociedades que son adictas al desperdicio

25 Mar

Una sociedad pensada y construida para el consumo conlleva necesariamente a la producción inédita de desechos, al tiempo que plantea el dilema de qué hacer con ellos.

Un mercado de consumo dirigido a satisfacer necesidades de largo plazo sería un contrasentido. La industria, en realidad, fomenta la circulación rápida, el acortamiento de la distancia entre ‘usar’ y ‘tirar’.

La novedad por encima de lo perdurable. Esa es la lógica que preside a las relaciones mercantiles y a la industria del consumo en general. La ‘tasa de mortalidad’ de los objetos debe ser alta, para que ‘nazcan’ otros, y el ciclo se vaya renovando indefinidamente.

Aunque esto supone que el trecho desde el comercio al tacho de basura debe ser necesariamente corto y la transición muy rápida. La contrapartida de la economía del consumo a gran escala, así, es la del desperdicio también a gran escala.

La obsolescencia está en el corazón del sistema del consumo. Por esa palabra describe el proceso por el cual un bien, que resulta obsoleto o anticuado, es sustituido por algo más nuevo.

Es una estrategia programada para acortar la vida útil de la mercancía con el objeto de aumentar la velocidad del ciclo producción-consumo. Mientras menos duren más se fabrican.

Los productos nuevos reemplazan a los antiguos que se convierten en basura. Los consumidores, así como aceptan la breve vida útil de las cosas, de la misma manera proceden a deshecharlas.

Un analista de venta, Víctor Leblow, escribió: “Necesitamos que se consuman cosas, que se quemen, se desgasten, se sustituyan y se tiren a la basura a un ritmo cada vez más rápido”.

Si hay razones para postular que la nuestra es una civilización consumista, es decir adicta a la compra de objetos, en forma análoga vale decir que es adicta al desperdicio.

En una sociedad donde el consumo de nuevos productos es algo que forma parte de la cotidianeidad, la acumulación de residuos y basuras, objetos y productos en desusos, es un efecto ineludible.

Es parte de la “huella ecológica” que conlleva el desarrollo industrial. ¿Qué hacer con tantos desechos, porque no todos ellos son destruidos o reciclados? El tema se ha convertido en un reto para la humanidad.

Por ejemplo, uno de los dilemas más apremiantes de las sociedades contemporáneas, que disfrutan de la revolución informática, es qué destino darles a los chiches tecnológicos ya en desuso, como computadoras, celulares, cámaras digitales, reproductores de MP3 y televisores, entre otros.

La basura tecnológica que actualmente se produce en el mundo conlleva dos peligros. Por un lado, su magnitud va in crescendo a medida que más gente consume este tipo de aparatos. Por otro, es altamente contaminante.

Hace poco la ONU advirtió que las ventas de equipos electrónicos domésticos aumentarán en gran medida en la próxima década, lo que causará un desastre ambiental si no se buscan soluciones.

Los riesgos ambientales y sanitarios que presenta la creciente cantidad de basura electrónica en todo el mundo son especialmente urgentes en los países en desarrollo, ya que algunos reciben los desechos de las naciones ricas, sostiene un estudio del Programa Ambiental de la ONU (UNEP en inglés).

El director ejecutivo del programa, Achim Steiner, dijo que el mundo no estaba preparado para enfrentar la explosión en el consumo de artefactos electrónicos que sucedió en la última década.

“El mundo enfrenta ahora una ola masiva de basura electrónica que volverá y nos golpeará, en particular a los países menos desarrollados, que podrían convertirse en un basurero”, dijo.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 25/03/2015 en Uncategorized

 

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