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Esos testimonios del habla popular

22 Oct

Textos que expresan la sabiduría popular, como los refranes, parecen haber entrado en un proceso de extinción, aunque perviven como patrimonio cultural.

La recopilación de estas formas de identidad del lenguaje, por parte de los estudiosos, revela justamente su pérdida de vitalidad en la cultura.

Pedro Luis Barcia y Gabriela Pauer, por ejemplo, han ido al rescate de este acervo lingüístico argentino. Primero publicaron “Diccionario fraseológico del habla argentina”, donde se recogen 14.000 expresiones populares comunes de nuestro país.

Más tarde, para completar la obra de investigación, sacaron a la luz el “Refranero de uso argentino”, en el que se reúnen y analizan cerca de 5.000 textos de origen anónimo, producto de la experiencia colectiva y de la transmisión oral.

Allí se lee que estos discursos “nacen en el seno del pueblo, de gente iletrada pero no inculta, porque conoce el sentido de la vida e interpreta lo esencial de lo humano”.

A partir de ese humilde origen “van expandiéndose y ascendiendo socialmente, validos de su verdad y agudeza, y se hacen sitio en la conversación de los letrados, en los medios de comunicación, en los debates, en la literatura”.

Es relevante la observación según la cual el pueblo llano, no ilustrado, es capaz de producir “sabiduría”, un concepto que no tiene que ver con el manejo del idioma ni de teorías, sino con la capacidad de capturar el sentido de la realidad y de la vida.

El refrán expresa la sapiencia del pueblo. Es una creación netamente oral en la cual en pocas palabras se cifra toda una experiencia vital, que suele transmitir una enseñanza.

Estos “evangelios pequeños”, como lo visualizaban en el siglo XVI, reflejan el modo en que los mayores, en las sociedades ágrafas, trasmitían consejos y ejemplos a las nuevas generaciones.

Barcia habla de “tuit de la sabiduría popular”, porque en una línea se condensa una experiencia de vida, casi siembre con humor. Por ejemplo “Vecina, bocina” es una síntesis emblemática, que además conjuga rima y métrica, esencial para que el refrán sea retenido y recordado.

Estas formas de sabiduría ancestral se emplean aún hoy. “Se lo tragó la tierra” – por ejemplo- no sólo remite a la idea de que alguien desaparece de los lugares que frecuentaba, sino que denota la vergüenza que mueve a quien desea ocultarse.

“Cuando el río suena, agua trae” utiliza la imagen del río caudaloso como el rumor que se ha echado a andar y, por ende, algo de verdad debe sustentarlo.

“Tirar manteca al techo” es una expresión que denota derroche o la conducta de vivir por encima de las posibilidades, como a principios del siglo XX en Argentina hacían muchos jóvenes de familias adineradas, los “niños bien”, que se divertían en el cabaret lanzando panecillos de manteca al techo.

“Yacaré que se duerme es cartera”, dicen los correntinos, una expresión de carácter universal (que no sólo se refiere al animal) que alerta sobre lo que le puede pasar a los que no son precavidos.

En Gualeguaychú las historiadoras locales Andrea Sameghini y Nati Sarrot reprodujeron en «Cvadernos», en sucesivas notas, refranes criollos usados en nuestra zona antes de 1850, que fueron recopilados por Carmelo Romero, el conde de Gená.

Según Barcia, estos textos anónimos, que a través del tiempo fueron repetidos de boca en boca, han ido desapareciendo, no sólo porque la gente hoy es menos “refranera”, sino por un declive de la oralidad y sobre todo a causa de que es menor la presencia de las personas mayores en los hogares.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 22/10/2014 en Uncategorized

 

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