La nueva película de Ridley Scott, estrenada recientemente, reaviva la polémica sobre el emperador de los franceses. Es que Napoleón Bonaparte sigue despertando pasiones, ¿genio visionario o verdadero tirano?
No es raro que una película suscite emociones encontradas y reavive debates históricos. La cinta en sí es objeto de juicio. Más allá de la calidad interpretativa de los actores, en este caso se suele evaluar si la narrativa se ajusta al rigor histórico, político y militar.
Por otro lado, Napoleón, quién murió hace 200 años (5 de mayo de 1821), sigue vigente a pesar del tiempo transcurrido. Hay más de 2.500 libros sobre él y, al menos hasta hace unos años, era el personaje histórico más representado en la gran pantalla.
El punto es que 200 años después de su muerte, el emperador sigue dando de qué hablar y sigue suscitando hondas controversias. Y esto porque no se puede desconocer su gran impacto sobre la historia mundial.
Nativo de la isla de Córcega, su padre lo envió a la escuela militar de Francia, de suerte que el muchacho entró al servicio de ese país a la edad de 16 años.
La Revolución Francesa de 1789 llegó en el momento oportuno para este ambicioso y joven militar, puesto que casi todas las coronas europeas declararon la guerra al gobierno revolucionario de París.
Napoleón logró importantes victorias, llegó a ser general, y se unió en 1799 al grupo de conspiradores que dieron el golpe de estado (coup d´ètat). Surgió como líder único de Francia y conquistador de los países vecinos hasta cerca de 1807, gobernando el mayor imperio europeo desde los romanos.
Al ser proclamado emperador (algo visto como una traición a las ideas republicanas), Napoleón tenía 35 años y se hallaba en el apogeo de su personalidad. Sus admiradores dicen que poseía extraordinarias cualidades que lo colocaban muy por encima de cuantos lo rodeaban.
Hablan de su absoluto dominio sobre su cuerpo y su espíritu, su asombrosa capacidad de trabajo y su excepcional inteligencia práctica, unidas a una sorprendente memoria y grandiosa facilidad de asimilación.
Según François-René de Chateaubriand, fue “el genio de acción más notable que jamás al mundo haya conocido”. Para otros, su cerebro era la máquina más perfecta que existía en Europa.
Desde el punto de vista militar y estratégico, no hay duda también de que Napoleón fue de los grandes pioneros de las innovaciones, especialmente en cuanto a su tesis de guerra relámpago, combates rápidos y sorpresivos y ataques descomunales sobre lo que llamaba el punto de masa crítico.
Sus mismos defectos -su inmensa pasión por la gloria, su ambición sin límites, y sobre todo su oportunismo que todo lo amoldaba a su intereses políticos- sobrepasaban también la medida normal.
Es el propio Chateaubriand el que da la contracara del personaje, cuando habla de “ese hombre, del que admiro el genio y aborrezco el despotismo”. Al respecto, sus adversarios lo describen como un insensible e impiadoso dictador que siempre impuso su voluntad.
De hecho, el propio Ridley Scott, en una entrevista con la revista británica “Empire”, declaró: “Comparo a Napoleón con Alejandro Magno, Adolf Hitler, Stalin. Tiene muchas cosas malas en su haber. Pero al mismo tiempo destacó por su coraje, su poder y su dominio”.
Finalmente, una coalición internacional formada por Austria, Rusia, Gran Bretaña y Prusia, encabezada por el duque de Wellington, acabó con el sueño de grandeza de Napoleón en la batalla de Waterloo, el 18 de junio de 1815.
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