Ñoqui, Argenzuela, puntero, orcos, viejos meados, cabeza de termo, son algunas expresiones que circulan fuerte en el lenguaje político popular y que denotan la creación ingeniosa de términos.
Existe un clásico para referirse despectivamente a la pertenencia ideológica en estas pampas. Se le llama “zurdo”, así, a la persona de ideas comunistas o que se ubica en el espectro de izquierdas.
En contraposición, se le llama “facho” al que se ubica en la ideología de derechas, como sinónimo de capitalista o liberal. Es un adjetivo despectivo relativo al Fascismo, movimiento totalitario italiano del siglo XX.
En la terminología política argentina, todavía se utiliza el término “gorila” para catalogar a un enemigo del Peronismo, aunque con el tiempo, se utilizó por los peronistas y kirchneristas para referirse a la derecha, en general.
En tanto, “Argenzuela” es la descripción gráfica de aquellos que aseguran que el país se asemeja o tiende al “modelo bolivariano” del tándem Hugo Chávez-Nicolás Maduro.
Hace poco el ex presidente Mauricio Macri utilizó la frase “los orcos” para referirse a grupos políticos, sociales, y gremiales que podrían llegar a presentar resistencia a los cambios que anunció el actual gobierno.
En la literatura de ficción y en el cine, los “orcos” son seres oscuros, villanos. Por ejemplo, en la saga del Señor de los Anillos de J.R. Tolkien, los orcos son soldados al servicio del mal.
Mientras tanto, un militante kirchnerista escribió en Twitter: “No hay una vieja macrista que no tenga el pelo planchado como perro cocker y la mirada perdida de Kurt Cobain”. Desde entonces a las seguidoras de la fuerza política de Cambiemos se las llama despectivamente “las pelo de cocker”.
El “panquequismo”, en tanto, es el arte de cambiar de postura o ideas en la política argentina. Es una metáfora de contenido gastronómico, ya que para cocinar un panqueque hay que voltearlo cuando está en la sartén para que se cocine por ambos lados. También se usan con este sentido “borocotear”, “garrochero” y “tiene crisis de identidad”.
Otra imagen gastronómica son los “ñoquis”, de gran predicamento popular. Del italiano “gnocchi”, estas sabrosas bolas de pasta de papas y harina se comen tradicionalmente los días 29 de cada mes.
Pues bien, en Argentina se llama “ñoqui” a aquel empleado público con poco empeño por su trabajo. El que, gracias a un padrinazgo político, solo tiene que preocuparse por acudir a cobrar el sueldo a fin de mes. O sea, el que sólo aparece por la oficina el día 29.
Pese a su antigüedad, todavía tiene vigencia en el lenguaje político argentino el término “puntero”. Así se conoce a los líderes que suelen dirigir la vida social y política de un barrio, especialmente influyentes en el conurbano de la provincia de Buenos Aires, donde algunos se convierten en caudillos.
Acusados de intentar condicionar el voto de los vecinos con promesas y esquemas de clientelismo, ningún candidato quiere estar demasiado lejos de ellos.
En los cruces políticos que en el último tiempo tienen lugar en las redes sociales, afloran expresiones curiosas como “cabeza de termo”, una especie de insulto con el que se describe a una persona de pocas luces.
Paralelamente, el “vendedor de humo” es aquel que, basándose en sus dotes verbales y en algunos trucos no muy creíbles, se exhibe ante los demás queriendo demostrar lo que realmente no sabe o no posee.
“Viejos meados”, en tanto, es un insulto que suelen emplear los jóvenes mileístas para descalificar a los opositores a quienes consideran obsoletos, pasados de moda.
© El Día de Gualeguaychú