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La más ineludible y escurridiza aspiración

Hoy (20 de marzo) se celebra el Día Internacional de la Felicidad, una aspiración humana universal, una exigencia sobre la que no obstante no hay consenso sobre qué es y dónde se consigue.

Unos creen que es el placer, la riqueza o los honores. Otros piensan que es la salud. Otros la cultura. Y están los pesimistas para quienes es una ilusión, una trampa para ocultarnos que es mejor no haber nacido.

¿Qué es la felicidad? Es una pregunta que todos nos hemos formulado alguna vez en la vida. Se diría que es una atracción inevitable de plenitud pero que siempre resulta escurridiza e improbable. Algo que convierte a la vida humana en búsqueda constante de un paraíso que no se halla en ningún mapa.

Como escribió el académico español José Ramón Ayllón, es “la gran asignatura pendiente en el plan de estudios de la vida misma, la gran laguna de todo currículum”.

Según este autor, es algo que buscamos por dentro, por fuera, por encima y por debajo de todo lo que hacemos. “Porque ocupa y envuelve nuestra vida entera, vestida casi siempre de ausencia”, explica.

Otro español, el filósofo Julián Marías, cree que no hay una sola manera de concebir la felicidad, que en el fondo es algo propio, íntimo y particular a cada ser humano, aunque eso no significa que éste no se encuentre condicionado por el contexto en el que transcurre su vida.

Marías afirma: “Sentirse feliz o no depende de la época, del país, del tipo humano, de cada caso individual y de cada una de las fases de la vida”.

En su opinión, la felicidad es imposible de alcanzar en su plenitud. Sin embargo, es un ideal que el hombre busca con mayor o menor esperanzas, y de hecho todos los seres humanos la necesitamos.

Es por esto que el autor habla de la felicidad como el “imposible necesario” y, a pesar de no poder ser completa y absoluta, el ser humano la busca incansablemente, y está bien que así sea.

De esta manera, Julián Marías sugiere que el querer ser feliz no es objeto de libre decisión: constituye una exigencia que no puede desaparecer.

Es decir, reúne todas aquellas cosas que la voluntad es incapaz de no querer, pero al mismo tiempo se trata de una pretensión que al menos en este mundo no es cumplible. De ahí la caracterización de “imposible necesario”.

Son muchos los pensadores que a lo largo de la historia han reflexionado sobre los secretos de la felicidad y cómo conseguirla.

“El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos”. La frase se atribuye al filósofo griego Sócrates (470 a.C.-399 a.C.), quien sugiere que, al reducir nuestras necesidades, podemos aprender a apreciar las cosas más simples.

Algo parecido opinaba John Stuart Mill (1806-1873), uno de los principales autores del utilitarismo, quien escribió: “He aprendido a buscar mi felicidad limitando mis deseos en vez de satisfacerlos”.

En tanto el poeta estadounidense Henry David Thoreau (1817-1862), escribió: “La felicidad es como una mariposa, cuanto más la persigues, más te eludirá. Pero si vuelves tu atención a otras cosas, vendrá y suavemente se posará en tu hombro”.

“Felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación”, decía por su lado el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955).

Para este pensador la dicha es directamente proporcional a la cantidad de tiempo que pasamos ocupados en actividades que absorben completamente nuestra atención y nos agradan.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 27/03/2023 en Uncategorized

 

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Una economía de lo suficiente, ¿es posible?

El físico y experto en cambio climático Pablo Canziani dejó aquí una conclusión inquietante: a menos que cambie el patrón de consumo vigente, la crisis ecológica global se agravará irremediablemente.

Canziani es doctor en Ciencias Físicas y se desempeña como investigador del Conicet y director del Equipo Interdisciplinario de Estudio de Procesos Atmosféricos en el Cambio Global de la Universidad Católica Argentina (UCA).

Invitado por el Instituto de Profesorado ‘Sedes Sapientiae’ y el Instituto Superior de Formación Docente ‘María Inés Elizalde’ (IES), el especialista presentó en la ciudad, el pasado 2 de octubre, el libro de su autoría “¿Cambio global? La humanidad ante la creación”.

En su exposición, teorizó que la Tierra“es la única casa que tenemos”, al señalar que la aparición de la vida en ella lo hace un planeta exclusivo, y el hombre como especie es emergente de esta cadena de vida.

La humanidad apareció en el último tramo del proceso evolutivo vital, junto con las plantas y animales. Pero el “homo sapiens” pronto perdió su sentido de pertenencia con el sistema biótico.

Se trata de una deficiente adaptación que hoy se observa en el fenómeno del cambio climático y en el colapso de varios ecosistemas. El modo de vida que adoptó el hombre, lo ha hecho caer en un extrañamiento respecto de su propio hábitat.

Al historiar la conducta ecológica humana, el científico afirmó que con el industrialismo el hombre vio a la naturaleza como algo infinitamente explotable. Esta concepción alimentó la creencia en una expansión ilimitada de la economía.

“Cuando Adam Smith teorizó sobre el modelo neoclásico había poca población y el consumo era bajo. Se creía, por tanto, en el crecimiento infinito”, recordó.

Pero tras dos siglos y medio de industrialismo hoy tenemos crisis ecológica en un contexto donde los recursos se revelan finitos.

La encrucijada actual se ve en el hecho, sostuvo, de que el consumo humano, globalmente considerado, es superior a la capacidad de la naturaleza para renovar sus recursos.

Este débito ecológico se refleja en reducción de bosques, pérdida de la biodiversidad, colapso de los recursos de pesca, escasez de alimentos, disminución de la productividad del suelo y acumulación de gas carbónico en la atmósfera.

“Para el año 2050 se estima que, si no se modifican los patrones de producción y de consumo, vamos a necesitar dos planetas Tierra por año”, alertó el físico, para quien la humanidad está obligada a cambiar el uso que le da al planeta, so pena de quedarse sin hábitat.

Canziani señaló que el ser humano es también la biosfera, en el sentido de que no le está permitido montar una civilización que desconozca su conexión orgánica con el cosmos.

En este sentido bregó por un modelo alternativo que incluya al planeta y sus suelos, aire, agua plantas y animales, y demás seres que representen la diversidad biológica. ¿Qué orientación deberá tener ese cambio de paradigma?

“Necesitamos una nueva cultura de la sobriedad o austeridad. Tenemos que ir hacia una economía de lo suficiente. Aprender a detectar lo que realmente necesitamos”, respondió el científico.

Es decir, si el estilo de vida consumista está detrás de la actual crisis socioambiental, entonces urge reemplazarlo por un modelo donde el deseo de bienes se ajuste a lo necesario.

Ése es el razonamiento de Canziani. La pregunta que queda flotando es: ¿qué cosas tienen que pasar para que se produzca un viraje de esa magnitud, que a priori aparece utópico?

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/10/2013 en Uncategorized

 

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