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Preferir la comodidad en lugar de asumir riesgos

El hombre es un animal de costumbres y tiende a adoptar patrones de comportamiento seguros, un repertorio de conductas limitadas que sin embargo son obstáculos para avanzar.

En psicología se ha puesto de moda la expresión “zona de confort” para describir este inmovilismo complaciente, que si bien garantiza una sensación de seguridad, conlleva el riesgo del estancamiento, la monotonía y la apatía por falta de incentivos y motivación.

El origen del concepto se remonta a un experimento clásico que llevaron a cabo a comienzos del siglo XX Robert M. Yerkes y John D. Dodson. En su estudio utilizaron ratas a las que sometían a tenues descargas eléctricas para que completaran un laberinto.

Al utilizar pequeñas descargas las ratas se motivaban para completarlo,  pero solo hasta cierto punto. Por lo tanto, concluyeron que con un nivel de estrés moderado, aumentaba el rendimiento y la motivación del organismo.

Los investigadores demostraron, así, que para mejorar el rendimiento era necesario generar un cierto grado de ansiedad. A ese espacio lo denominaron “ansiedad óptima” y lo ubicaron justamente fuera de las fronteras de la zona de confort.

Algunas teorías en torno a este concepto coinciden en representar a la zona de confort dentro de un esquema en forma de círculos concéntricos. El círculo interior sería la zona de confort, en tanto que el siguiente sería la zona de riesgo o disconformidad.

Y un tercer círculo sería la zona de crecimiento en la que se corren riesgos pero se obtiene como contrapartida el crecimiento personal. Finalmente, se suele añadir un cuarto círculo concéntrico en el que se entraría en una zona de estrés negativo o zona de peligro.

El concepto de “zona de confort”, de esta manera, adquiere una connotación negativa. Ya que se refiere a un estado mental donde la persona utiliza conductas de evitación del miedo y la ansiedad en su vida diaria, utilizando un comportamiento rutinario, como si la vida quedase en “piloto automático”.

Así, la zona de confort se convierte, contradictoriamente, en un lugar supuestamente cómodo y que se cree haber conquistado, que se justifica por una sensación de seguridad, pero que en realidad limita la expansión personal al obturar cualquier toma de riesgo.

De esta manera la persona prefiere establecerse en una zona que sólo abarca lo conocido, ese ambiente donde está a gusto, pero la pasividad y la rutina provoca apatía y estancamiento, porque se renuncia a tomar iniciativas que ensanchen los límites de esa zona.

Según los psicólogos, la salida de la zona de confort importa determinadas ventajas y al respecto se mencionan: aumenta la confianza en sí mismo;  hace crecer la motivación y la creatividad; mejora el rendimiento, prepara frente a las dificultades de la vida; permite desarrollar las capacidades cognitivas y ponerse a prueba.

En tanto, se argumenta que permanecer en la zona de confort impide el aprendizaje, la adquisición de nuevas pautas de pensamiento y conducta. En efecto, mientras la  zona de confort es todo lo que se sabe, lo que se está acostumbrado a hacer, el aprendizaje por el contrario sucede fuera de esa zona, supone abandonar un estado para pasar a otro

El cerebro, además, tiende al confort, al mínimo esfuerzo, tanto físico, como psicológico y energético. Expandir nuevas capacidades y conocimientos supone un esfuerzo en sentido contrario.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 18/09/2022 en Uncategorized

 

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