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La soberbia: un elogio o el peor de los pecados

15 Oct

Para muchas tradiciones espirituales la soberbia es el peor de los pecados, pero el lenguaje recoge el término como elogio, como cuando se dice “¡qué música soberbia!”.

En efecto, la calificación de un acto como soberbio u orgulloso puede ser sinónimo de óptimo o de bella factura. El diccionario asume esta acepción, cuando identifica la soberbia con algo “grandioso, magnífico”.

“Es una obra soberbia”, se dice de algo producido por la literatura o el trabajo intelectual. O el paisaje es “tan imponente como soberbio”.  O viajé en un “automóvil soberbio”.

Un acto soberbio puede estar caracterizado por una gran belleza. Y también es algo que posteriormente fue tomado en la filosofía para expresar la importancia de que los seres humanos adquieran respeto por ellos mismos.

En la filosofía objetivista de Ayn Rand, en particular, se identifica con la estima apropiada de sí mismo que proviene de la ambición moral de vivir en consecuencia plena con valores personales racionales.

Para Friedrich Nietzsche la soberbia es una virtud elevada, propia de hombres superiores, la cual conduce a una honestidad absoluta consigo mismo, valentía y superación constante.

Para este pensador la soberbia es la aceptación de las propias virtudes, las cuales puestas al servicio de la sociedad pueden ayudarla a elevarse. De esta manera el filósofo alemán se coloca en las antípodas de la valoración cristiana de la soberbia.

En efecto, para el cristianismo la soberbia (en latín, “superbia”) es considerado el original y más serio de los pecados capitales, y de hecho, es la principal fuente de la que derivan los otros.

Los males procedieron de ella, ya que quien pecó de soberbia fue Lucifer, el ángel rebelde, quien actuaba bajo las órdenes de Dios pero se rebeló sublevando el Cielo.

Por eso Santo Tomás de Aquino dice: “A la soberbia pertenece no querer someterse a ningún superior, máxime a Dios; y, consiguientemente, el que uno mismo se exalte, sin medida, sobre las propias facultades”.

La soberbia está en el origen de todos los males. Eso dice San Agustín al calificarla como la “cabeza y fuente de todos los males, la ambición y apetito de perversa grandeza”.

Y contra los que creen que se está frente a una actitud noble, el santo contesta: “La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”.
El término adquiere connotaciones contradictorias, según el sistema de pensamiento que se adopte. La psicología tradicionalmente lo asocia a un rasgo de la personalidad típica de alguien narcisista, egocéntrico y orgulloso.

Estos rasgos megalómanos pueden llegar a ser muy molestos y dañinos para las personas que le rodean y pueden afectar el bienestar emocional de su círculo social.

Pero están los que ven en la soberbia un gesto de dignidad humana vinculado a la rebeldía frente al poder, frente al destino o el orden establecido. Y entonces aquí la “desobediencia” es vista como virtud más que como un pecado.

En este sentido, acusar a alguien de soberbio puede ser leído como la estrategia del poder (no importa su naturaleza) para descalificar al que lo desafía, al que se atreve a cuestionar el orden vigente.

En suma, la soberbia puede ser tanto un pecado al que acompañan otras inclinaciones negativas (vanidad, petulancia, afectación, suficiencia, inmodestia, engreimiento) o un elogio ante la grandeza y belleza de una obra o conducta digna.

© El Día de Gualguaychú

 
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Publicado por en 15/10/2021 en Uncategorized

 

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